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El arte de contar cuentos

Amaia Núñez Yarza

Los cuentos se han utilizado como sistema de transmisión de generación en generación desde tiempos inmemoriales. Casi todos hemos escuchado cuentos y los hemos contado. En el Festival Ahoz Aho ponen en valor la labor de los narradores, como un arte escénico «muy joven», como explica Zoa Meza narradora y titiritera nicaragüense que ha participado en el festival. «Es un arte escénico sí, cum- ple todas las reglas y nos aprovechamos de la música, de la danza, del teatro, de la dramaturgia, de la poesía... Porque todas las artes nos abonan», resume. «Es el arte de la palabra desnuda, pura y dura».

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Martha Escudero, narradora mexicana, lo describe como una «apuesta artístico cultural con la palabra como protagonista». En su caso, cree que el narrador se hace, pues es una labor en la que es importante entrenar la voz, los gestos, las palabras....

Y buscar las historias. «Quedan pocas personas que transmitan oralmente. Generalmente es lectura, investigación...». Para sus narraciones se inspiran en fuentes diversas, «pueden ser historias tradicionales, adaptaciones de textos literarios, de películas, obras de teatro... O historias de la vida y creaciones personales». El festival reúne en cada edición narradores venidos de diferentes países del mundo, para mostrar la universalidad de contar historias. En este sentido, todos destacan la importancia de ‘hacer suya’ la historia. «Tengo claro que puedo tener una historia que me gusta, pero si no la hago mía, no la puedo contar», detalla Iñaki Carretero. A lo que Imanol Apaolaza añade: «si cada uno contáramos la misma historia, cada uno la contaría a su manera. Y esa es la esencia también de este mundo».

Como arte escénico que es, los narradores tienen muy presente al público, aunque a diferencia del resto de las artes, «es un diálogo con el público, y el público te va dando pistas», indica Marta Alzate. «Tienes que mirar tanto al público, que tienes pensado que vas a contar unas historias e igual puedes contar todas distintas», cuenta Iñaki Carretero, que se guía por las sensaciones de cada momento. «Te ha caído bien una sonrisa y después no me apetece contar este cuento, me apetece regalarle ese. Y se lo regalas a todo el mundo».

Así, también valoran el poder de los cuentos para preparar a los niños para el futuro. «Puedes contar lo mismo a niños y a mayores. Antes contabas una historia para mayores y los niños estaban alrededor revoloteando, y escuchaban y entendían o no», recuerda Carretero. Eso sí, critican la moda de dulcificar las historias. «Cuando nace el cuento, no nace para la niñez. Es hasta hace muy poco que nos damos cuenta que los niños tienen intereses especiales para su propio desarrollo», explica Zoa Meza. «Ahora quieren que endulcemos mucho los cuentos, que le quitemos al lobo feroz que se comía a la abuelita. Es a través del cuento que el niño aprende de la vida. Sabe que hay montañas, dragones, lobos feroces... que son los problemas de la vida, y si quitamos eso estamos creando seres débiles».

Todo lleva a «la tribu, personas humanas juntas, contando, escuchando, compartiendo», dice

Maider Alcelay, a quien le encanta recibir las sensaciones del público. May Gorostiaga, organizador y fundador del Festival junto a Bea Larrañaga, comenta que «es una de las cosas que los narradores valoran de Ahoz Aho, la cercanía del público. Más grande que el aplauso es que se les hayan acercado o al día siguiente en el mercado les hayan preguntado, o una mirada cómplice al tomar el café». Lo que Zoa Meza resume con «son gente que les gusta escuchar y por eso estoy muy agradecida».

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