Con nuestras manos pero con Tu fuerza SAN BENITO (Nursia h.480 – Montecasino 547)
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an Benito nació en Nursia (actual región de Umbría, Italia) hacia el año 480. Sus padres, de clase acomodada, lo enviaron a estudiar a Roma; pero una vez instalado en la Ciudad Eterna, le disgustaba el estilo de vida de muchos de sus compañeros de estudios, que vivían de manera disoluta, por lo que decide dejar Roma y retirarse a la soledad de los montes que se encuentran al este de la ciudad.
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espués de una primera estancia en el pueblo de Effide (hoy Affile), donde se unió durante algún tiempo a una «comunidad religiosa» de monjes, se hizo eremita en la cercana Subiaco, donde vivió durante tres años, completamente solo, en una gruta que, desde la alta Edad Media, constituye el «corazón» de un monasterio benedictino llamado «Sacro Speco» (Gruta sagrada).
San Benito de Nursia Fresco Medieval Italia
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l período que pasó en Subiaco, un tiempo de soledad con Dios, fue para san Benito un momento de maduración. Allí tuvo que soportar y superar las tres tentaciones fundamentales de todo ser humano: la autoafirmación y el deseo de ponerse a sí mismo en el centro, la sensualidad, y la ira y la venganza. Sólo entonces, luego de haber superado estas tres tentaciones, decidió fundar sus primeros monasterios en el valle del Anio, cerca de Subiaco.
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n el año 529, san Benito dejó Subiaco para asentarse en Montecasino, una colina al sur de Roma, donde funda un monasterio y se dedica a la evangelización de aquellas poblaciones todavía paganas, mientras su hermana Escolástica dirigía el cenobio de las religiosas.
Con nuestras manos pero con Tu fuerza SAN BENITO DE NURSIA
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omo enseña S.S. Benedicto XVI, este traslado a las faldas del Monte Cassio, tiene un carácter simbólico: la vida monástica en el ocultamiento tiene una razón de ser, pero un monasterio también tiene una finalidad pública en la vida de la Iglesia y de la sociedad: debe dar visibilidad a la fe como fuerza de vida.
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San Benito de Nursia. Fresco del claustro del monasterio de Subiaco (Italia), realizado hacia el siglo VI.
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a vida de San Benito estaba inmersa en un clima de oración, fundamento de su existencia. Sin oración no hay experiencia de Dios. Pero la espiritualidad de San Benito no era una interioridad alejada de la realidad. En la inquietud y en el caos de su época, vivía bajo la mirada de Dios y precisamente así nunca perdió de vista los deberes de la vida cotidiana ni al hombre con sus necesidades concretas.
an Benito entiende la vida monástica como «escuela del servicio del Señor» (Prol. 45) y pide a sus monjes que «nada se anteponga a la Obra de Dios» (43, 3), es decir, al Oficio divino o Liturgia de las Horas; la oración es, en primer lugar, un acto de escucha (Prol. 9-11), que después debe traducirse en la acción concreta. «El Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos», afirma (Prol. 35).
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a obra del santo, y en especial su Regla, fueron una auténtica levadura espiritual, que cambió, con el paso de los siglos, mucho más allá de los confines de su patria y de su época, el rostro de Europa, suscitando tras la caída de la unidad política creada por el Imperio Romano una nueva unidad espiritual y cultural, la de la fe cristiana compartida por los pueblos del continente. De este modo nació la realidad que llamamos «Europa».
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an Benito califica la Regla como «mínima, escrita sólo para el inicio» (73, 8); pero, en realidad, ofrece indicaciones útiles no sólo para los monjes, sino también para todos los que buscan orientación en su camino hacia Dios. Por su moderación, su humanidad y su sobrio discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha mantenido su fuerza iluminadora hasta hoy. . Texto basado en la Audiencia General de S.S. Benedicto XVI el 9 de abril de 2008.
San Benito recupera la guadaña del godo. Código Vaticano, siglo XI.
Con nuestra manos pero con Tu fuerza COMO NACE EL MONASTERIO
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el origen de la teología occidental y de las raíces de la cultura europea.
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os monasterios eran los lugares en los que sobrevivían los tesoros de la vieja cultura y en los que, a partir de ellos, se iba formando poco a poco una nueva cultura. ¿Cómo sucedía esto? ¿Qué les movía a aquellas personas a reunirse en lugares así? ¿Qué intenciones tenían? ¿Cómo vivieron?
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u objetivo era: Quaerere Deum, buscar a Dios. En la confusión de un tiempo en que nada parecía quedar en pie, los monjes querían dedicarse a lo esencial: trabajar con tesón por dar con lo que vale y permanece siempre, encontrar la misma Vida. Buscaban a Dios.
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sí, precisamente por la búsqueda de Dios, resultan importantes las ciencias profanas que nos señalan el camino hacia la lengua. Puesto que la búsqueda de Dios exigía la cultura de la palabra, forma parte del monasterio la biblioteca que indica el camino hacia la palabra. San Benito llama al monasterio una dominici servitii schola. El monasterio sirve a la eruditio, a la formación y a la erudición del hombre –una formación con el objetivo último de que el hombre aprenda a servir a Dios.
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Plano Medieval de Abadía de San Galo - Suiza.
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n San Benito, para la plegaria y para el canto de los monjes, la regla determinante es lo que dice el Salmo: Coram angelis psallam Tibi, Domine –delante de los ángeles tañeré para ti, Señor (cf. 138, 1), orar y cantar de modo que se pueda estar unidos con la música de los Espíritus sublimes que eran tenidos como autores de la armonía del cosmos, de la música de las esferas.
a Palabra de Dios nos introduce en el coloquio con Dios. Los Salmos contienen frecuentes instrucciones incluso sobre cómo deben cantarse y acompañarse de instrumentos musicales. Para orar con la Palabra de Dios el sólo pronunciar no es suficiente, se requiere la música.
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an Bernardo de Claraval (…) demuestra que la cultura del canto es también cultura del ser y que los monjes con su plegaria y su canto han de estar a la altura de la Palabra que se les ha confiado, a su exigencia de verdadera belleza. De esa exigencia intrínseca de hablar y cantar a Dios con las palabras dadas por Él mismo nació la gran música occidental.
Magister Conxolus, Vocación de San Benito, mural al fresco, Subiaco, siglo XIII
Con nuestra manos pero con Tu fuerza COMO NACE EL MONASTERIO
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l segundo componente del monaquismo, el descrito con el «labora». En la tradición judaica todos los grandes rabinos ejercían al mismo tiempo una profesión artesanal. El monaquismo ha acogido esa tradición; el trabajo manual es parte constitutiva del monaquismo cristiano. En un capítulo de su Regla habla explícitamente del trabajo (cf. cap. 48). Él, el Uno, el verdadero y único Dios, es también el Creador. Dios trabaja; continúa trabajando en y sobre la historia de los hombres.
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sí el trabajo de los hombres tenía que aparecer como una expresión especial de su semejanza con Dios y el hombre, de esta manera, tiene capacidad y puede participar en la obra de Dios en la creación del mundo. Del monaquismo forma parte, junto con la cultura de la palabra, una cultura del trabajo, sin la cual el desarrollo de Europa, su ethos y su formación del mundo son impensables.
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a actitud de fondo de los monjes era el quaerere Deum –la búsqueda de Dios. La búsqueda de los monjes, en algunos aspectos, comporta ya en sí mismo un hallazgo. e hecho, los cristianos de la Iglesia naciente no consideraron su anuncio misionero como una propaganda, que debiera servir para que el propio grupo creciera, sino como una necesidad intrínseca derivada de la naturaleza de su fe: el Dios en el que creían era el Dios de todos, Alegoría Monástica, Manuscrito medieval. el Dios uno y verdadero que se había mostrado en la historia de Israel y finalmente en su Hijo, dando así la respuesta que tenía en cuenta todos y que, en su intimidad, todos los hombres esperan. La universalidad de Dios y la universalidad de la razón abierta hacia Él constituían para ellos la motivación y también el deber del anuncio. Para ellos la fe no pertenecía a las costumbres culturales, diversas según los pueblos, sino al ámbito de la verdad que igualmente tiene en cuenta a todos.
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a novedad del anuncio cristiano no consiste en un pensamiento sino en un hecho: Él se ha mostrado. Pero esto no es un hecho ciego, sino un hecho que, en sí mismo, es Logos –presencia de la Razón eterna en nuestra carne. Verbum caro factum est (Jn. 1,14)
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uaerere Deum –buscar a Dios y dejarse encontrar por Él: esto hoy no es menos necesario que en tiempos pasados. Una cultura meramente positivista que circunscribiera al campo subjetivo como no científica la pregunta sobre Dios, sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves. Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura.
Texto basado en el Discurso de Su Santidad Benedicto XVI en el Encuentro con el mundo de la cultura en el Colegio de los Bernardinos en París, el 12 de setiembre de 2008
San Benito entrega La Regla al Abad Teobaldo, miniatura, Montecasino, siglo XI
Con nuestra manos pero con Tu fuerza
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