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Ídolo eterno
Paola Isabel Mejía Rodríguez*
* Docente, Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Lingüística, Universidad Nacional de Colombia. Asesora de lenguaje. pimejiar@unal.edu.co
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Algún mal día te despiertas y te das cuenta de que el fútbol no es un juego, no es una pasión, no es un sentimiento, ni mucho menos es un carnaval. Algún mal día tu equipo de fútbol, la religión para algunos, te muestra de la manera más descarada que el deporte es solo un negocio, un espectáculo que no entretiene, sino que enriquece a un empresario que poco sabe de religión. Muchos conocen esta realidad, sobre todo aquellos a los que no les gusta el fútbol, pero el hincha no. El hincha niega el negocio y no lo comprende, simplemente porque su sentimiento no le permite razonarlo. El fútbol se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo en el que se prestan, se venden y se desechan jugadores como si fueran objetos. En medio de la pasión, el hincha no lo comprende, solo justifica este intercambio de “mercancía” con el argumento de que su equipo será el mejor. Detrás de tanta lógica mercantil, aparece lo inevitable: la burocracia del fútbol prima sobre la gambeta, las jugadas de fantasía, el carnaval en el estadio y la magia del gol.
Esta burocracia futbolista prohíbe jugar porque ya eres viejo a los 36 años. Prohíbe jugar porque ya no corres como uno de veinte. Prohíbe jugar porque aunque produzcas dinero, ya entiendes el negocio lo suficiente para cuestionarlo y criticarlo. Por eso, te condenan a una banca, te obligan a limosnear 10 minutos, te aseguran contratos jugosos, porque eres el Ídolo del carnaval, pero te encadenan las piernas.
Algún mal día el jugador se despierta y se da cuenta de que eran falsas las promesas. Tiene trabajo, pero no tiene juego. Tiene hinchada, pero no tiene estadio. Tiene títulos, pero no tienen poder. Es esclavo de sus captores. Aunque fue obediente, aunque los enriqueció, aunque dio espectáculo: “es el momento de buscar alternativas”. Tiene dinero y fama, pero no le dan la libertad para jugar. Es el ídolo, pero en el negocio todos tienen reemplazo. Algún mal día el hincha se despierta y se da cuenta de que a su ídolo lo desechan. Sin embargo, la verdadera hinchada sí tiene memoria. Ellos sí se acuerdan del 10 que juega como los dioses y del milagro que hizo al revivir el carnaval luego de 37 años sin él. Ellos sí se acuerdan de que su 10 se baja el sueldo para jugar como león. Ellos sí se acuerdan de los pases paganos, de las jugadas llenas de magia y fantasía, del gol olímpico, del ritmo del baile, de las estrofas de la poesía, de tantos años, de tantos gritos de alegría y jolgorio. Ellos sí se acuerdan del 10 que los hizo campeones 9 veces. Por eso, aunque la burocracia le diga que los ídolos se reemplazan, bien sabe el hincha reconocer que las leyendas no tienen reemplazo. Omar es la mejor historia de mi equipo. Omar es el mejor capitán de todos los tiempos. Omar nos permitió conocer el amor. Omar es y será por siempre nuestro ídolo eterno. Hoy no es un buen día, te jugaste la vida con Santa Fe, pero el negocio ganó, como dice Galeano: “el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval”. Sin embargo, tú, el 10, el Capi, el Capo jamás se irá de nuestros corazones. ...“El hincha niega el negocio y no lo comprende, simplemente porque su sentimiento no le permite razonarlo”...