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Figura 4.11. Mapa de las zonas de factibilidad en el estado de Guanajuato
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Figura 4.11. Mapa de las zonas de factibilidad en el estado de Guanajuato.
4.3. Discusión
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4.3.1. Variables meteorológicas
Respecto a la caracterización de los viñedos en la región del Valle, los datos de temperatura mensual promedio (Figura 4.2) revelan que las fluctuaciones de la temperatura siguen un patrón de estacionalidad bien definido a lo largo de año con pronunciadas caídas durante el invierno y subidas en el verano. En comparación con los valores hallados en la literatura, se aprecia que en el Valle las temperaturas más altas rondan los 24 °C en el mes de agosto, mientras que las más bajas aparecen en enero, apenas por encima de los 12 °C, tal y como se espera para las locaciones ubicadas en el hemisferio norte, de acuerdo con lo descrito por Unwin (2005).
temperatura promedio y límite superior son cercanos a los señalados por los autores. Por otro lado, la mínima se encuentra por encima de la deseada (12 °C en el invierno contra los 3 °C sugeridos), lo que categoriza esta área como una zona cálida con tendencia a producir uvas que maduran más rápido y vinos más dulces.
En un área relativamente reducida como la del Valle de Guadalupe, la Figura 4.2 revela una homogeneidad en la temperatura del noroeste de la región durante prácticamente todo el año, tendiendo hacia valores más elevados y por lo tanto más adecuados para los viñedos, especialmente durante el verano.
Otro aspecto que vale la pena destacar de las estadísticas (Tabla 4.1) en esta área es que el coeficiente de variación a lo largo del año es muy bajo, lo que indica un alto nivel de homogeneidad en las condiciones en las que se desarrollan los cultivos de la zona.
En cuanto a los resultados obtenidos del análisis de precipitación, la Figura 4.3. resalta la temporada de lluvias que va desde el mes de diciembre hasta abril, con una caída en los niveles de acumulación durante enero. El promedio acumulado vio también una pronunciada escalada durante el primer trimestre, mismo que se mantuvo prácticamente estático durante el resto del año, muy por debajo de los
niveles óptimos esperados (400 mm como mínimo). Esto significa que probablemente sea necesaria la intervención del agricultor para irrigar los cultivos para compensar por la falta de agua que se acumula en el subsuelo y que permite que la vid se siga desarrollando ya entrado el verano.
Las estadísticas de precipitación (Tabla 4.2.) revelan que la variabilidad de la precipitación se comporta de manera considerablemente menos controlada que la de la temperatura. Esto significa que, de acuerdo con los valores interpolados, algunos viñedos de los que aparecen en la muestra se encuentran mejor ubicados que otros y reciben niveles variables de lluvia a lo largo del año. Sin embargo, al hacer un escrutinio más detallado de la información, los meses que presentan un coeficiente de variación más alto (por arriba del 30%) corresponden en su mayoría a aquellos donde la precipitación acumulada es muy baja. Tal es el caso de los meses correspondientes a la segunda mitad del periodo de estudio (de junio a noviembre de 2020), donde en algunos meses la acumulación estuvo por debajo de 1 mm, lo que provoca una mayor susceptibilidad a que el porcentaje de variación incremente de manera inesperada.
El área de estudio en Guanajuato es considerablemente más extensa que el Valle del Guadalupe. Los ráster que contienen los resultados de la interpolación (Figura 4.7) aportaron información acerca de las tendencias de la temperatura a lo largo del año en un contexto geográfico. Existe una marcada inclinación a valores más altos en la zona suroeste del estado que es consistente en todos los meses, al igual que en el extremo noreste, en el área que colinda con el estado de Querétaro (la cual es otra región donde la viticultura busca abrirse camino). De la misma manera, se perciben temperaturas notablemente más bajas en la zona norte a lo largo de todo el año.
Los datos en la gráfica (Figura 4.6) indican que al igual que para el caso del Valle de Guadalupe, los cambios de temperatura en Guanajuato presentaron también un patrón de estacionalidad durante el año 2020, aunque con cambios relativamente súbitos en un corto periodo de tiempo.
En comparación con los valores hallados en la literatura, en Guanajuato las temperaturas más altas se dieron en abril; una desviación importante en
comparación con los resultados esperados siendo que se estiman se den en agosto (cuatro meses de diferencia). Las temperaturas más altas llegaron alrededor de los 23 °C, y las más bajas aparecen en enero, apenas por debajo de los 15 °C. En 2020, los extremos de todo el año en las temperaturas se dieron en la mitad del tiempo, en un periodo de apenas cuatro meses (de enero a abril) mientras que en el Valle de Guadalupe se dieron en ocho meses (de enero a agosto). Esta diferencia es significativa ya que el periodo de crecimiento es considerablemente más corto, resultando en una cosecha de menor volumen y calidad.
Al igual que en el Valle, Guanajuato es una zona más cálida de lo que se considera ideal, lo que le da también una tendencia a producir uvas que maduran más rápido y vinos más dulces; la temperatura mínima se encuentra por muy encima de la deseada (14 °C en el invierno contra los 3 °C deseados).
Asimismo, las variaciones fluctúan en rangos muy bajos y se mantienen estables a lo largo de todo el año. El promedio anual total (19.59° C) se mantiene dentro del rango esperado (menor a 22 °C) con una cierta tendencia hacia arriba, por encima inclusive de las temperaturas del Valle (promedio anual total de 17.89 °C comparado contra el valor de 15 °C recomendado).
La temporada de lluvias en Guanajuato para el año 2020 se dio en los meses de mayo a octubre. A diferencia de su contraparte en el Valle de Guadalupe, la región del Bajío se mantuvo con acumulaciones durante prácticamente todo el 2020 sin una clara tendencia hacia una zona del estado en específico.
La estacionalidad del Valle de Guadalupe tiene una semejanza casi exacta con la descrita como idónea en la literatura. El caso de Guanajuato es distinto en el sentido de que la temporada de lluvias llega con un retraso de por lo menos tres meses (aproximadamente) hacia el comienzo del verano, y no al término del invierno como ocurre regularmente. Por otra parte, la temporada tuvo durante 2020 una intensidad y duración mayor que en el Valle, extendiéndose durante casi seis
meses de lluvias (junio y julio fueron los meses más importantes), y sobrepasando apenas el mínimo requerido de 40 cm acumulados durante el año.
En El Bajío también existe una variación considerablemente mayor de precipitación que la que se observa para temperatura. La tabla 4.2 correspondiente al Valle demostró un nivel de variación que podía ser más fácilmente ignorado ya que los porcentajes más altos se encontraban en los meses con las cifras más pequeñas (por debajo de 1 mm), no siendo así para el caso de Guanajuato. Los altos porcentajes en el coeficiente de variación indican que durante prácticamente todo el año existió un cierto grado de heterogeneidad en la forma en la que los viñedos que forman parte de la muestra percibieron la lluvia. Esto es más o menos consistente con las observaciones que pueden obtenerse de analizar los resultados de las interpolaciones a través del tiempo: no hubo una zona que se viera beneficiada más claramente que otra, lo cual podría representar un problema dada la importancia de la estacionalidad para esta variable.
De acuerdo con Stevenson (2005), las vides pueden sobrevivir con menos agua cuando las temperaturas ascienden, sin embargo, la presencia de lluvia durante las temporadas de temperaturas mayores resulta más perjudicial que si se presentaran mientras que la temperatura es baja. Esto es particularmente problemático si la temporada de lluvia se extiende durante casi la mitad del año como lo fue para Guanajuato durante 2020 (con picos de temperatura y precipitación casi coincidentes en mayo), en contraste con el Valle de Guadalupe donde la temporada de lluvia duró apenas 3 meses cuando las temperaturas eran las más bajas del año.
4.3.2. Topografía
La elevación promedio en el Valle (que se encuentra entre los 300 y 400 metros sobre el nivel medio del mar) es relativamente baja dada la cercanía de los viñedos a la costa del Mar Pacífico por el oeste, y al Mar de Cortés por el este. Los valores máximos y mínimos de la elevación muestran en conjunto con el coeficiente de variación una naturaleza más heterogénea respecto a este atributo (Tabla 4.3). Comparado con los valores ideales mencionados en de la literatura (entre 120 m y
250 m, según Berry, 1990), únicamente el 8.12% de los viñedos de la zona se encuentran dentro de estos límites. Únicamente un viñedo se encuentra por debajo de esta medida, y el 90% restante se encuentra por arriba.
Encontrarse fuera del rango no significa una inviabilidad total para los propósitos de la viticultura; las implicaciones de tratar con un terreno más alto tienen que ver principalmente con cómo esta elevación afecta el clima del lugar, las cuales pueden ser (o no) más cercanas a los valores deseados.
La orientación e inclinación (dirección y porcentaje respetivamente) sugieren que los cultivos se encuentran parte, aunque la variación de la inclinación es significativamente más alta en comparación con las otras variables.
Haciendo referencia a la tabla 4.4, casi dos terceras partes de los viñedos en la muestra (64%) presentan una orientación dentro de rango conforme a lo estipulado por Berry (1990). En cuanto a la inclinación, el promedio se encuentra dentro del rango sugerido (entre 5% y 15%), nuevamente con un 64% de los viñedos dentro del ideal, sin embargo, la variación es muy amplia.
En Guanajuato, al observar los datos resulta evidente que la altitud es considerablemente mayor en esta región comparada con su contraparte, lo que tiene una influencia directa en el aspecto climático.
En contraste con los valores encontrados en el Valle de Guadalupe, los valores de elevación tienen mayor homogeneidad entre los viñedos que formaron parte de la muestra en Guanajuato. La altitud en esta zona se encuentra en el orden de hasta diez veces mayor que lo que estipula la literatura como el rango deseado; sin embargo, hay que recordar que la principal preocupación con el incremento de la altitud es el decremento de la temperatura es un factor de 1 °C por cada 100 m adicionales sobre el nivel del mar (Unwin, 2005). De los datos de temperatura en la sección anterior, se puede concluir que la elevación no debe ser un impedimento cuando de temperatura se trata.
En cuanto a la orientación, los viñedos de la muestra en Guanajuato tienen también un promedio que se encuentra dentro de los parámetros óptimos, superando por
poco el límite inferior. En una estadística casi idéntica a la del Valle, el 66% de los viñedos apuntan hacia el sur, mientras que el resto tiende más hacia el este.
La inclinación se encuentra dentro del rango óptimo en promedio, sin embargo, la variación es extremadamente alta. Solamente el 25% de los viñedos se encuentran dentro de los límites deseados (entre 5% y 15%).
4.3.3. Suelo
En el Valle, se aprecia en la gráfica (Figura 4.5.) un claro predominio del tipo de suelo regosol que se encuentra en más del 80% de los viñedos pertenecientes a la muestra, seguido por el feozem con apenas un 18%.
El regasol se caracteriza por ser una capa arenosa (comúnmente ubicada en las costas) de material y se encuentra en muy diversos tipos de clima, vegetación y relieve. Tienen poco desarrollo y por ello no presentan capas muy diferenciadas entre sí (INEGI, 2004).
Los suelos encontrados en los viñedos de esta región no coinciden con ninguno de los citados por los autores por producir vinos de alta calidad, sin embargo, las características de este suelo guardan una cierta similitud con los dos tipos principales mencionados por Renouf et al. (2010) los cuales son el planosol y el arenosol, al ser todos ellos de tipo arenoso. De acuerdo con Unwin (2005), suelos de composición arenosa favorecen el alcance de las raíces hacia los depósitos de agua más profundos, favoreciendo su desarrollo.
Por su parte, el feozem es el cuarto tipo de suelo más abundante en el territorio mexicano; se caracteriza por tener una capa superficial oscura, suave rica en materia orgánica y en nutrientes, y se pueden presentar en cualquier tipo de relieve y clima (INEGI, 2004). Si bien este tipo de suelo tampoco figura en la lista de los más aptos para el cultivo de la vid, sus características de amplia disponibilidad en el país y su alto contenido de nutrientes podrían ser los factores para la viabilidad de desarrollo que experimentan los viñedos del Valle de Guadalupe.
En el caso de Guanajuato, en la gráfica (Figura 4.10.) de identifica un claro dominio en la unidad de suelo feozem. Cabe resaltar que, de los diez tipos de suelo que
existen actualmente en el territorio del estado de Guanajuato (vertisol, xerosol, feozem, litosol, luvisol, planosol, cambisol, castañozem, regosol, rendzina y andosol), los viñedos están ubicados únicamente sobre dos de ellos.
Al igual que en el Valle, nuevamente encontramos el feozem dentro de las categorías principales. Como se mencionó anteriormente, estos son suelos que se pueden presentar en cualquier tipo de relieve y clima, y son ricos en materia orgánica y nutrientes, lo cual es posiblemente uno de los benefactores hacia los viñedos de esta zona.
Además, en esta ocasión encontramos el vertisol en casi el 40% de la muestra. Estos son suelos de climas templados y cálidos (como lo es el caso de Guanajuato), especialmente de áreas con una marcada estación seca y otra lluviosa, y se caracterizan por su alto contenido de arcilla (INEGI, 2004). De acuerdo con lo que señala Unwin (2005), los suelos arcillosos también son beneficiosos en el ámbito de la viticultura por su alto potencial hidrológico en los sistemas de raíces de las vides.
Si bien la muestra contempla únicamente los dos suelos mencionados en los párrafos anteriores, merece la pena recalcar el hecho de que en Guanajuato existen ciertas áreas (de disponibilidad limitada) cuya composición de suelo corresponde a la del planasol, no siendo este el caso para el Valle de Guadalupe. Esta clase coincide con la que Renouf et al. (2010) describió como el suelo más rentable para producir vinos de alta calidad en el estudio que realizó en la región de Bordeaux junto con el arenosol, brunisol y peyrosol (ninguno disponible en Guanajuato o en la región del Valle).
4.3.4. Expansión en Guanajuato
En relación con el último objetivo específico de este estudio, se analiza el resultado de la selección de nuevas áreas que potencialmente reúnen los requisitos para una expansión de la viticultura en El Bajío, que a su vez aporta la respuesta a la tercera pregunta de investigación planteada para este estudio en la que se busca conocer las zonas apropiadas para el cultivo de la vid.
En la Figura 4.11 puede observarse como están distribuidas las áreas seleccionadas, las cuales se ubican a lo largo de prácticamente toda la entidad. Por su parte, la vasta mayoría de los viñedos que forman parte de la muestra se encuentran en la zona Este. El resultado obtenido respalda y valida donde están localizados los viñedos en la actualidad, ya que se hallaron celdas factibles en el mismo sitio o a sus alrededores cercanos, sugiriendo que la zona reúne las características deseadas y existe conocimiento de causa entre los agricultores acerca de su viabilidad. Esto también es congruente con el conocimiento que se tiene actualmente acerca de la idoneidad de la zona dada su cercanía con el estado colindante de Querétaro, que como ya se mencionó antes, es otra de las entidades con una importante presencia en la industria del vino en el país. Sin embargo, esto también demuestra que hasta han sido desaprovechadas las condiciones presumiblemente apropiadas de los municipios que se encuentran en el lado oeste, donde hay una alta densidad de celdas y presencia nula de viñedos en operación.
Por otro lado, hay ciertos patrones espaciales que merecen la pena mencionar. Por ejemplo, se perciben algunas aglomeraciones de celdas factibles a los alrededores de algunos cuerpos de agua importantes en la zona, como lo son el río Lerma, el Lago de Cuitzeo, y la laguna de Yuriria; todos ellos en el sureste de Guanajuato y a escasos kilómetros del borde con el estado de Michoacán. Esto no solo coincide con el área de mayor densidad de zonas agrícolas, sino que esta proximidad aporta una ventaja natural en términos de acceso a recursos. Los datos sugieren que la entidad vecina en el sur seguramente tendrá zonas factibles en el área circundante, lo cual es un punto del que se podría partir en un estudio similar y subsecuente enfocado en ese estado.
Otro patrón notable es una ausencia de celdas en el norte y suroeste. Los continuos de variables meteorológicas sugieren que, durante la mayor parte del año, en estas áreas predominan temperaturas en ambos extremos del espectro (relativamente más bajas en el norte, y más altas al suroeste) que exceden los límites deseados, y por lo tanto el conteo de celdas que reúnen los requisitos se ve afectado. Es importante también recordar que la zona norte es la que cuenta con una menor densidad de estaciones meteorológicas automáticas, lo que ocasiona que el margen de error en las estimaciones de esas áreas se vea incrementado, y como consecuencia haya menos resultados favorables.
Como se mencionó en la sección de resultados, las celdas suman un total aproximado de 186,000 hectáreas factibles en Guanajuato; esta cantidad de terreno representa casi 30 veces la superficie que se tiene sembrada con vid en México que se utiliza para la producción del vino que abastece la demanda interna, así como las exportaciones. Esto indiscutiblemente confirma la hipótesis planteada en este trabajo, ya que se lograron identificar áreas con las características apropiadas que se asemejan a aquellas ubicadas en otros estados donde su efectividad ya ha sido comprobada.
5. Conclusiones
Al inicio de este escrito se plantean las siguientes preguntas de investigación:
¿Cuáles son las características físicas y ambientales que comparten los viñedos cuya calidad de producción ha sido reconocida y comprobada, y que tienen relevancia dentro del área de estudio de esta investigación? ¿En qué medida se asemejan las características que han sido catalogadas como idóneas y las que poseen actualmente los viñedos que se encuentran operando dentro del estado? ¿Qué zonas dentro del estado son las más apropiadas para ser utilizadas en el cultivo de la vid?
De la misma forma, se planteó como hipótesis que dentro del estado de Guanajuato existen áreas con las características apropiadas para el cultivo de la vid que se asemejan a aquellas ubicadas en otros estados del país donde su efectividad ya ha sido comprobada.
En esta investigación se llevaron a cabo las caracterizaciones meteorológicas, topográficas y edafológicas de la región vitivinícola del Valle de Guadalupe en el estado de Baja California, así como en la región de El Bajío, en el estado de Guanajuato.
Se hicieron estimaciones de los atributos más críticos que juegan un papel en el desarrollo de los viñedos y se compararon contra los parámetros y rangos establecidos en la literatura basada en estudios relacionados en otras regiones del mundo.
Para la zona del Valle de Guadalupe, se encontró que en general los viñedos que formaron parte de la muestra poseen las características apropiadas para llevar a cabo la vitivinicultura, y respaldan la tradición y prestigio que ha obtenido la región luego de décadas de impulsar esta actividad.
En términos de temperatura y precipitación, los viñedos presentaron similitudes muy cercanas a las de la teoría; los promedios anuales se encontraron dentro de los rangos sugeridos, se hallaron mínimos niveles de variación entre todas las muestras de la región, y los patrones de estacionalidad se manifestaron de manera
clara, principalmente en el verano y el invierno donde la combinación de estos factores es clave. En cuanto a los factores topográficos, se concluye que los viñedos de la zona cuentan con las características apropiadas al caer también dentro de los límites de lo que se considera viable pese al ligero exceso de altura que, como ya se comprobó, no tiene mayores repercusiones en el clima del área. Finalmente, sus propiedades edafológicas vuelven al Valle una zona con buen potencial agrícola con unidades de suelo propicias para el desarrollo de esta actividad económica.
Con esta caracterización y comparativa entre la teoría y la realidad en la zona del Valle de Guadalupe, queda abierta la posibilidad de continuar con estudios más detallados que permitan identificar nuevas y mejores áreas en donde puedan maximizarse los recursos para así facilitar posibles proyectos de expansión que sigan posicionando a la región como el contribuidor principal a nivel nacional.
Para el caso de los viñedos dentro del estado de Guanajuato se llevó a cabo también la caracterización de las mismas variables, y se encontraron importantes diferencias entre lo que aporta la teoría y los valores encontrados para los atributos en el estudio. Si bien los valores promedio parecen estar dentro de los límites establecidos, a partir del análisis de resultados prevalecen interrogantes en torno a la rentabilidad actual de las cosechas y a las acciones que posiblemente estén llevando a cabo los viticultores para mitigar los retos que el impone el ecosistema de El Bajío. Entre ellos se encuentra el factor climatológico, ya que, para el ciclo enológico de la vid, la separación y distribución de las estaciones en el año es un elemento clave para el éxito en el cultivo de esta planta, mientras que los datos sugieren que en la zona las condiciones distan de ser las apropiadas, y las repercusiones en términos de calidad y volumen de las cosechas podrían ser considerables.
También se hizo una valoración completa del estado de Guanajuato para evaluar si las condiciones apropiadas podrían encontrarse en otros lugares que posiblemente no se han explorado hasta la fecha. Buscando mantener una homogeneidad respecto a los viñedos ya establecidos de los cuáles ya se tiene conocimiento de la factibilidad para el desarrollo de la actividad en las condiciones bajo las que operan, se hizo una recomendación en base a cálculos estadísticos
acerca de cuáles podrían ser nuevas zonas en las que podría aprovecharse para hacer nuevas inversiones que impulsen la industria vitivinícola en la entidad.
La estrategia de utilizar los sistemas de información geográficos y aprovechar los datos espaciales que se encuentran disponibles tiene el potencial de traer grandes beneficios al convertir en una realidad la idea de seleccionar un sitio con atributos para los que existen más posibilidades y opciones (como los factores topográficos abordados en este estudio, los cuales son más estables al ser prácticamente inmutables a través del tiempo, y para los que existe una gran variedad de ubicaciones y combinaciones de las cuales se puede elegir). Sin embargo, otros factores como las variables climatológicas pueden ser más difíciles de controlar, y la posibilidad de que cambien de una temporada a otra es un riesgo latente que resulta más complicado (y posiblemente costoso) de mitigar.
La viticultura y el concepto de terroir son temas de basta complejidad que se han estudiado por décadas, y para los que cada nuevo avance deja nuevas interrogantes esperando a ser respondidas. Como seguimiento a esta línea de investigación, considero que tendría valor agregado incluir en el estudio otro tipo de variables que también poseen componentes espaciales y que la literatura también sugiere un rol importante por parte de ellas. Tal es el caso de la radiación solar, para lo cual se requerirían tener un alcance mucho mayor en las mediciones pero que potencialmente podría resolver el problema de las cantidades exactas de exposición que requiere el cultivo para una cosecha perfecta.
Finalmente, se recomienda también reproducir el estudio en otras zonas del país para tener así una caracterización a nivel nacional que permita abrir nuevos campos de investigación que expandan el potencial de esta industria en el continente.
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