ECONOMÍA ECONOMIA
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Economía, política y criterio profesional ENFOQUE
Eugenio Sánchez Gallego La clave de bóveda de toda civilización, entendida como la organización pacífica e ilustrada de la convivencia, tiene que ver con su compromiso sobre el avance libre del pensamiento en todos los órdenes que comprende. Ello conjuga con el razonamiento del filósofo Javier Gomá cuando apunta que el reto hoy no es ser libres, sino ser libres juntos. Con todo, es difícil escapar de una apreciación general actual basada en la dogmatización de las ideas, cual herramienta de decantación y filiación antagónica de grupos, que afecta al diálogo en el espacio público y privado. La economía, en cuanto ciencia social, no es inmune a este fenómeno; en ocasiones, desde la política se aprueban reformas sin una coherencia esperable entre la convicción y el conocimiento necesario, sin que sea óbice para que gocen de enconadas defensas lejos, lógicamente, del estudio objetivo y profundo. Detrás de todo esto, se intuiría un creciente desajuste o separación entre la esfera académica, con tendencia excesiva a la abstracción en muchas circunstancias, y la política, que parece deslizarse en su proceder a solo buscar rendimientos efectistas en lugar de efectivos.
El conocimiento avanzado de las profesiones y sus corporaciones colegiales puede enriquecer y afinar de manera sistematizada el contenido de políticas de cada gobierno Desacople entre la economía y la política Es interesante recordar que los primeros pasos de la ciencia económica se enmarcaban en la denominación de economía política, término acuñado por Antoine de Montchrestien en su libro Traité d'Oeconomie Politique en 1615. Posteriormente, referentes como Adam Smith, David Ricardo o Karl Marx dibujaron su novedosa concepción de la economía en consonancia con una orientación o criterio político de fondo sobre cómo se articulan o debieran operar las relaciones de producción, distribución y bienestar de una sociedad. En las últimas décadas, la corriente de la teoría de la elección pública, cuyo máximo exponente es James Buchanan con el Nobel de Economía en el año 1986, ha arrojado más debate al aplicar el análisis económico sobre los incentivos en la acción de los políticos, abrir la puerta a contemplar los fallos del sector público y cuestionar la capacidad omnipotente de actuación del Estado. Al hilo de ello, buena parte de la actividad de muchos gobiernos ha propiciado una serie de medidas económicas solo en aras de un cierto ideal o trasunto de liberalización o intervencionismo. Este espacio ocupado en detrimento de la colaboración con los generadores de conocimiento comienza a ser denunciado por algunos expertos con diferentes aproximaciones. Prueba de ello, sería el economista francés, Thomas Piketty, en su nuevo libro 1 2 3
Capital e ideología (Deusto, 2019) al sostener que el origen de la desigualdad es más ideológico y político que económico o tecnológico. Argumenta así que es preciso «estudiar los mecanismos institucionales y los detalles de las reglas legales, fiscales o educativas» y al mismo tiempo invita a desconfiar de todos los discursos que busquen banalizar este asunto. El criterio profesional, elemento cohesionador De tal forma, este cauce divergente entre la política y la economía presenta muchos riesgos e interpretaciones. Luis Caramés, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela, ha defendido que «la economía de laboratorio, la formalización y la abstracción son herramientas preciosas del razonamiento económico, pero quién se olvide de los condicionantes de la política (...) no entenderá adecuadamente los problemas y, por lo tanto, sus propuestas de política económica tendrán los pies de barro»1. De hecho, según esgrime la profesora de la universidad de Stanford, Anat R. Admati «la aplicación de modelos económicos inadecuados a las políticas en el mundo real es similar a la construcción de puentes utilizando modelos de ingeniería defectuosos. Se pueden producir daños graves»2. En consecuencia, advierte que es imprescindible también que el ámbito académico de la economía participe más de la política con la finalidad de suministrar su criterio y contraste técnico así como para llamar la atención sobre el efecto negativo de otras medidas. Una filosofía extensible, pues el conocimiento avanzado de las profesiones y sus corporaciones colegiales puede enriquecer y afinar de manera sistematizada el contenido de políticas de cada gobierno. En definitiva, la evolución del pensamiento no puede quedar bloqueada por doctrinas rígidas y requiere un impulso desde la sociedad y las instituciones. Como ha manifestado James K. Galbraith «hacer realidad el cambio institucional que necesitamos exigirá mucho más pensamiento creativo y mucho menos dogmatismo, sobre todo en la economía»3.
Caramés, L. (8 de septiembre del 2019). La vuelta de la economía política. La voz de Galicia Admati, A. (6 de diciembre del 2018). There is No Economics without Politics. Evonomics Galbraith, J. (5 de enero del 2020). La próxima gran transformación. El País
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nº 183 g enero-febrero 2020