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K CULTURA El futuro del cine como ritual colectivo: A propósito del COVID-19 Diego Salgado Crítico de cine La crisis sanitaria y social provocada desde principios del 2020 en todo el mundo por el COVID-19 ha tenido incidencia especial en los eventos de ocio colectivo. Pasado el primer periodo de confinamiento, la asistencia a las salas de cine, ya en regresión antes del estallido de la pandemia, ha pasado a ser un deporte de riesgo que pocos espectadores parecen dispuestos a asumir. La reapertura progresiva de los principales mercados cinematográficos —en España a partir del 5 de junio— se ha saldado con recaudaciones decepcionantes salvo en lo que toca a Francia, cuya excepcionalidad cultural ha vuelto a ponerse de manifiesto en estos tiempos extraños con un compromiso masivo hacia el cine nada común en otras latitudes. Sin ir más lejos, nuestro país, donde las semanas iniciales de vuelta a la exhibición han arrojado cifras de taquilla testimoniales: en torno a un 5% de lo recaudado durante el mismo periodo estacional de años anteriores.

¿Cuánto tiempo podrán resistir los empresarios de la exhibición con los cines abiertos, apenas ocupados y generando gastos? A la hora de escribir estas líneas, es arriesgado especular con las posibilidades de que el cine proyectado en pantalla grande recupere el pulso en los meses por venir. Más allá de lo que han supuesto para la ciudadanía las contrariedades y las obligaciones prácticas, y de lo que puedan disponer en el mismo sentido rebrotes futuros o los esfuerzos por hallar una vacuna, resulta evidente que el COVID-19 ha estado lejos de suscitar las revoluciones globales de mentalidad que se propugnaban. La pandemia tan solo ha acelerado mutaciones sociopolíticas en desarrollo desde hace tiempo. Si hablamos de las salas de cine, dichas mutaciones no permiten ser optimistas. La situación crepuscular que afronta desde hace un tiempo el sector de la exhibición amenaza con precipitar en noche cerrada debido a la exacerbación de una serie de factores de largo recorrido.

la supervivencia cotidiana, orgánica, de la exhibición cinematográfica; la mayor fragilidad de tales perfiles de público a los efectos del COVID-19 hace comprensible que hayan desertado hasta el momento de una actividad que tiene lugar en entornos cerrados y sin ventilación natural. Por otra parte, conscientes de ese miedo, los agentes de la distribución y la exhibición han acentuado el conservadurismo que ya lastraba la cartelera, ofertando reposiciones y novedades poco atractivas en espera de tiempos más propicios para arriesgar con estrenos de peso. El resultado es un círculo vicioso de difícil salida: el público solo volverá en masa a los cines con estrenos de relumbrón, pero estos solo llegarán a las salas cuando existan garantías de su rentabilidad. ¿Cuánto tiempo podrán resistir los empresarios de la exhibición con los cines abiertos, apenas ocupados y generando gastos? ¿Cuánto tiempo podrán resistir las grandes y pequeñas distribuidoras antes de que la falta de liquidez les obligue a dar salida a muchos de sus títulos, entre ellos algunos muy esperados, en Internet? No olvidemos que el confinamiento ha disparado la afiliación de la ciudadanía a las plataformas digitales de contenidos audiovisuales, que acostumbran a un consumo de series y películas cómodo, barato y torrencial. Para muchos espectadores, el COVID-19 tan solo ha otorgado más firmeza a una idea ya arraigada en ellos: pisar un cine no vale la pena si no es en ocasiones excepcionales. Con todo ello no tratamos de pintar un panorama catastrófico sino realista del futuro de las salas de cine, que han sobrevivido a coyunturas pasadas críticas y bien puede que lo hagan a la presente, si bien con cambios prefigurados asimismo en los últimos años: la producción de grandes franquicias seriadas que garantizan la fidelidad del gran público, una cartelera más dinámica y abierta a sesiones especiales, técnicas de proyección de calidad, y la creación de comunidades de adeptos a determinados géneros cinematográficos o el concepto de cine de barrio.

¿Cuánto tiempo podrán resistir las grandes y pequeñas distribuidoras antes de que la falta de liquidez les obligue a dar salida a muchos de sus títulos, entre ellos algunos muy esperados, en Internet? Por una parte, el auge de las nuevas tecnologías había alejado en los últimos años de las salas a los espectadores más jóvenes. Son las familias y los espectadores de edad avanzada quienes, especialmente en las grandes ciudades, garantizaban nº 186 g julio-agosto 2020

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