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CREATIVIDAD Y REALISMO EN LA FOTOGRAFÍA: LA PARADOJA DE ERIK JOHANSSON

por Beatriz Díaz

El trabajo de Erik Johansson, fotógrafo y fotocreador sueco, se vale de las nuevas tecnologías para recordarnos que sólo necesitamos creatividad para transformar la realidad.

Necesito crear grandiosas ideas, y creer que, si estuviera encargado de diseñar un nuevo universo, estaría lo suficientemente loco para lograrlo.

G. B.

Piranesi

Así como escribió Piranesi, otros artistas se han propuesto crear mundos a partir de la imagen. Erik Johansson, por ejemplo, en Set Them Free muestra unos barcos que salen de una pintura y se integran a la realidad, pues para él, el mundo creado en el lienzo es tan susceptible de ser verdad como la representación. Johansson es un ejemplo de cómo el artista visual subvierte los parámetros de la fotografía tradicional para crear mundos.

Si observamos más, encontramos Full Moon Service, imagen creada a partir de medios fotográficos que ilustra algunas interrogantes de la mente del artista:

¿qué es esa gran bola luminosa que flota en el cielo?

¿Cómo llegó ahí? Sin importar si son verdad o ficción, recientes o pasadas, todas las conclusiones amplían y modifican nuestro entendimiento del mundo. Cada respuesta demuestra una de las capacidades más importantes del ser humano: la creatividad.

Cuando hablamos de creatividad, generalmente nos referimos a la capacidad para encontrar respuestas múltiples a una sola pregunta y, al mismo tiempo, a la habilidad de cambiar el estado de las cosas. La creatividad se manifiesta desde los hábitos cotidianos y aspectos ordinarios de la vida, hasta las tareas y actividades menos comunes. Es también, desde la obra de Johansson, la posibilidad de cambiar la realidad. A pesar de usar mecanismos fotográficos, su manera de utilizarlos es un ejemplo de cómo creativamente se puede modificar el medio para llegar a los resultados deseados.

Para este artista sueco todo comienza con una pregunta que en el proceso se transforma y se manifiesta como imagen para concluir como una nueva interrogante. Las preguntas son enigmáticas y se prestan a la interpretación, por ejemplo, ¿qué pasaría si el mundo fuera un cubo? En Around The Corner, esta pregunta detona la imaginación del artista, y, desde ahí, comienza a crear un mundo cuyas esquinas se vuelven oblicuas y el fin del mundo puede estar a la vuelta del cuadro. La representación permanece en un fragmento, sin embargo, estos elementos son suficientes para hacernos creer que el mundo es geométrico, que el cubo ha reemplazado a la esfera y que detrás de la esquina está el abismo.

Uno de los aspectos más interesantes de las imágenes de Johansson es que hablan un idioma conocido —el de la fotografía y la realidad— pero lo complican y tergiversan. La fotografía establece una relación orgánica con la realidad, la foto de un árbol alguna vez fue árbol y lo seguirá siendo. Pero esto sólo es mímica, pues la fotografía juega con la semejanza.

Este artista pone en juego el secreto visual entre el lenguaje y la realidad para desconectarlo y convertirlo en un mundo misterioso que sólo existe en una imagen creíble que se sustenta en su propia realidad interna, paradójica, vulnerable y poética, como en The Architect

Las piezas de Johansson van más lejos si hablamos de creatividad, no sólo materializan los sueños y la imaginación del artista, sino que se presentan como preguntas abiertas al espectador. Si uno intenta buscar un significado, termina viendo la pregunta, lo indescifrable que está escondido detrás. ¿Dónde están los sueños que ya fueron soñados? En una botella que flota en un lago, como en Drifting Away, una ciudad perdida que se aloja en un mundo más grande, un mar que se lleva el universo capturado entre el cristal y el corcho.

El proceso de creación de Erik Johansson comienza con el dibujo de una idea. Después se da a la tarea de fotografiar los elementos principales con los que formará la imagen. Johansson toma muchas fotografías y a partir de éstas comienza el proceso de composición de la pieza, pues con Photoshop recorta y pega los elementos que capturó. Tras eso realiza otras fotografías que servirán para completar detalles, fondos o crear atmósfera. Por ejemplo, en el caso de Impact, fotografió varios espejos más y buscó también vistas de otros lagos que pudieran servirle. Ya con suficientes imágenes, comienza el trabajo exhaustivo de retoque, en el que fusiona las fotografías que ha tomado. Para dar credibilidad, Johansson tiene que cuidar la profundidad de campo y el enfoque, las proporciones, el punto de vista y la fuente de iluminación, de otra forma el truco puede ser descubierto. El resultado final resulta tan posible que poco nos estorba el uso del Photoshop. Lo que importa es la realidad creada para los ojos del espectador.

Pareciera que la premisa de Johansson es que el mundo es insuficiente y aburrido y su labor creativa es concretar en imágenes lo que podría ser del mundo. En ese mismo ciclo el cuadro pinta al mismo pintor, como en Self-Actualization. Como dijo Leonora Carrington: “El mundo que pinto no sé si lo invento, yo creo que más bien ese mundo me inventó a mí”, en otras palabras, el arte evoca un misterio sin el cual el mundo no existiría.

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