República enrique horacio anguiano alvarez

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TEORIA POLITICA I REPUBLICA Platón

Sócrates vuelve del Pireo, adonde había ido a orar a la diosa Atenea, pero es presionado por Polemarco para que vaya a su casa. Allí se encuentra con el padre de éste, llamado Céfalo, con quien inicia una conversación acerca de la ancianidad. Céfalo le refiere que, a pesar de los achaques, la ventaja de la vejez es el debilitamiento de las pasiones y que el no saber tolerar la ancianidad depende del carácter y no de la edad. Cuando Sócrates insinúa que las grandes riquezas de Céfalo influyen para el goce sereno de la vejez, el anciano replica que la riqueza sólo ayuda a los sabios y que su mayor beneficio es la satisfacción de pagar las deudas, ya sea a los dioses o a los hombres. Céfalo se aparta de la conversación habiéndose introducido el tema de la justicia: ¿consiste ésta en decir la verdad, en dar a cada uno lo que le pertenece o, en determinados casos, hacer lo contrario?. Polemarco dice que, según Simónides, la justicia consiste en dar a cada uno lo que merece, es decir, a los amigos el bien y a los enemigos el mal. En tal caso, si un médico creyera así, para los sanos sería inútil y en cuanto a los enfermos, curaría a sus amigos y mataría a sus enemigos. Por otra parte, si hacemos mal a alguien podemos volverlo injusto (el destrato o maltrato lo harían peor), por lo que la justicia engendraría injusticia. Así se concluye que lo propio del hombre justo es no hacer mal a nadie, ni al amigo ni al enemigo. Trasímaco irrumpe bruscamente en la discusión exigiendo a Sócrates que diera una respuesta a la cuestión de la justicia, La polémica con Trasímaco es el tema central del Libro I, donde el sofista defiende vehementemente el derecho del más fuerte. Como lo justo no puede definirse por lo útil, lo conveniente o lo ventajoso y el técnico es competente sólo en la medida en que sea infalible en su arte, la justicia es el derecho del más fuerte en cuanto conserva ese derecho. Como el gobierno es quien tiene la fuerza de la ciudad, dicta la legislación que más le conviene y castiga a los incumplidores. La justicia es, por lo tanto, lo que conviene al más fuerte. El tirano que realiza la injusticia, para Trasímaco, es envidiado por los demás, por quienes lo padecen, porque quisieran estar en su lugar. Sócrates contesta que las técnicas no se realizan por el placer recibido al hacerlas, sino por el que causan a otros, es decir que su directa eficacia atiende al bien ajeno. Lo mismo ocurre con la justicia, en contrario de lo que piensa Trasímaco, que sostiene que así como no se engordan las ovejas para los extraños, tampoco se practica la justicia para los demás sino para beneficio de uno mismo. Insiste, además, en que la injusticia es sabiduría y virtud, sobre todo cuando alcanza su perfección y sojuzga a ciudades y naciones. A esto, Sócrates contesta que nadie, ni siquiera una banda de ladrones, puede lograr sus propósitos injustos si sus miembros no se pusieran de acuerdo y no se comportaran conforme a cierta justicia. Todo aquello que posee una finalidad, llega a ella sólo mediante el ejercicio de la virtud adecuada. Por lo tanto, la virtud propia del alma es la justicia, de ahí que el alma justa vivirá bien y el alma injusta vivirá mal. Adimanto y Glaucón exigen a Sócrates definiciones precisas. Mencionan la leyenda del anillo de Giges, que vuelve invisible a quien lo posee y sostienen que si se lo entregan a un hombre justo, éste daría rienda suelta a la injusticia. Según la experiencia general, la justicia y la injusticia sólo deberían apreciarse de acuerdo con los resultados que proporcionan: el injusto, entonces, hace olvidar sus crímenes mediante oraciones y sacrificios. El olvido y el perdón por las injusticias son entonces equiparados.

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TEORIA POLITICA I Hay quienes afirman que la virtud es honorable, pero casi siempre está acompañada de sufrimientos, en tanto el vicio es más agradable a pesar de ser deshonroso. De acuerdo a ello, el joven inteligente concluirá en pensar que su felicidad radica en la práctica de la injusticia evitando sus posibles consecuencias a través de la utilización de la astucia o una asociación que lo defienda. También puede, llegado el caso, recurrir a sobornos para eludir la ley. Sócrates responde que a quien obrara así sería preciso demostrarle la superioridad de la justicia en sí. Según la teoría socrática, existe la analogía entre la felicidad del justo y la polis ideal, ya que sin justicia no hay salud del alma y sin ésta, tampoco hay polis. La justicia es así un ordenamiento anímico y requiere de un orden político que la exprese. El hecho de que el filósofo virtuoso prefiera la justicia demuestra su excelencia, puesto que sólo él conoce los placeres inferiores y superiores y discierne cuales merecen ser satisfechos y cuáles deben ser contenidos. Los placeres sensuales (inferiores) no son verdaderos pues para conseguirlos los hombres recurren a la injusticia. Para demostrar la felicidad del justo, Sócrates precisa que debe saberse primero que es la justicia. Propone seguir el crecimiento de la ciudad para saber donde radican la justicia y la injusticia, aspirando a presentar un gobierno que sea la encarnación de lo justo. Así va llegando a la polis perfecta. La auténtica polis se basa en la educación y la especialización, de modo que el hombre obtenga y preste ayuda. Cuanto mayores son las necesidades, más diferenciación deberá existir, debe profundizarse la división del trabajo. Así, los guardianes deben especializarse en proteger a la polis, tanto de la guerra externa como para imponer el orden interno. Para eso es necesario que sean adiestrados adecuadamente y sean como perros, sólo violentos con el enemigo y que puedan reconocer a los amigos. La formación adecuada de la mente se logra mediante la música y la del cuerpo mediante la gimnástica, ambos aspectos combinados en su justa medida para evitar tanto el afeminamiento como la brutalidad. Platón se extiende en su crítica a las obras de Homero, pues las leyendas que atribuye a los dioses son inadecuadas para la educación. Si bien se dice que las fábulas de Homero son alegóricas, Platón sostiene que los jóvenes no distinguen lo literal de lo alegórico y que las primeras impresiones son indelebles en su mente. Como supone que lo que vemos y sentimos tiende a moldear nuestra mente, el verdadero educador deberá esforzarse para que todo esto concurra a la formación de buenos caracteres. Así, el alma es la que determina las cualidades del cuerpo. En cuanto a la gimnástica, Platón desaprueba la formación de atletas profesionales, prefiriendo un método más simple para la instrucción de los soldados. Se requiere, como ya fue dicho, una adecuada proporción entre el refinamiento excesivo y el vigor violento como consecuencia de la combinación de la música y la gimnasia. Para que la polis se conserve, se deben designar gobernantes a los guardianes de más edad, cuya capacidad para sostener los principios de educación y su aplicación a la polis debe haberse comprobado. Los soldados más jóvenes se desempeñarán como ayudantes y aliados. Platón dice que los dioses mezclaron oro en la formación de los gobernantes, plata en la de los guerreros y bronce y hierro en la de campesinos y artesanos. La seguridad de la polis depende de que cada hombre tenga funciones propias del metal que le pertenece y que se mantenga en ellas. Si un hombre llegara a gobernar, por ejemplo, la polis se arruinaría. A pesar de las funciones diferentes y de la especialización, Platón sostiene que la polis es una sola y deben extremarse los esfuerzos por mantener esa unidad. La felicidad estará adecuada al propio deber y a su cumplimiento. Hay un concepto de felicidad superior al que concibe la mayoría de la gente y debe radicar en que cada uno cumpla con las funciones propias de su condición de ciudadano de la polis.

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TEORIA POLITICA I La perfección de la polis radica en la práctica de las cuatro virtudes básicas que constituyen tanto la armonía del individuo como la estructura que impedirá la desintegración de la ciudad: la sabiduría (gobernantes), la fortaleza (guerreros), la templanza y la justicia. La sabiduría reside en el buen entendimiento, en discernir entre amigos y enemigos y en determinar a quienes se debe formar para dirigir la polis. La fortaleza consiste en no ceder ante los enemigos. La templanza equivale a la armonía del alma que se expresa como “autocontrol” y que corresponde tanto a gobernantes como a guerreros, campesinos y artesanos. También la justicia es una virtud cuyo ejercicio incumbe a todos los ciudadanos: la justicia se cumple cuando los gobernantes dirigen sabiamente, los guerreros defienden enérgicamente a la polis y los campesinos y artesanos trabajan fielmente. Estas virtudes, en adecuada medida, también son necesarias para la perfección del individuo. El alma tiene tres facultades que se corresponden a los de la polis y el hombre justo es aquel en que cada facultad del alma cumple la función asignada: el aprendizaje (sabiduría), la ira (cólera del guerrero, su capacidad para rebelarse ante la injusticia) y el deseo (pasiones bajas contenidas por la templanza y la prudencia). La justicia es armonía y salud del alma, en tanto que la injusticia es enfermedad y discordia. Sócrates propone entonces que se revean los modelos de degeneración de la polis y del hombre para comparar la infelicidad del injusto con la felicidad del justo y de la polis ideal. Pretende entonces exponer las formas viciosas de gobierno, pero es conminado a ampliar su afirmación acerca de que las mujeres y los niños de los guardianes se convierten en bienes comunes. Enseña que las mujeres tienen las mismas capacidades que los hombres pero en menor grado, por lo tanto pueden colaborar y trabajar para el bien común. Platón propone un matrimonio común que mejoraría la raza y contribuiría a la unidad y la armonía más completas de la polis. En la polis ideal, donde todo es perfecto, sus diversas partes contribuyen al debido equilibrio. Sobre esta idea se afirma el postulado del filósofo-rey: si se quiere que la polis perfecta exista, el filósofo debe gobernar o el gobernante debe hacerse filósofo. Los filósofos están destinados al gobierno ideal porque se consagran a las ideas abstractas y a una forma de vida ordenada y sistemática, lo que se logra únicamente por medio de una severa disciplina de las facultades del alma. Platón expone que las ideas universales pertenecen al mundo del verdadero ser, en tanto que las percepciones de los sentidos son copias imperfectas de la idea, están a medio camino entre el ser y el no-ser. Por eso el filósofo-gobernante debe estar dotado naturalmente para percibir las ideas esenciales y poseer una información suplementaria en ciencias abstractas y dialéctica, debe ser un verdadero amante de la sabiduría y no un aficionado a las apariencias. Por lo tanto el gobierno deberá confiarse a quienes posean ideales claros y experiencia. Adimanto duda de la capacidad del filósofo para gobernar pues cree que se negará a asumir tales funciones, pero Sócrates le responde que será la polis la que buscará al filósofo así como el enfermo va en busca del médico. Además, la filosofía tiene muchas virtudes pero está expuesta a muchas tentaciones como la riqueza, lo honores y el halago de las multitudes, pero quienes se dedican a complacer los instintos no son verdaderos filósofos. Hay quienes complacen los gustos de la muchedumbre opinando un poco sobre todo, como los sofistas que enseñan que la política y la virtud se expresan en las preferencias del populacho que, incapaz de filosofar, siempre elogiará a la mente astuta que se adapte a su manera de ser. Así la filosofía cae en poder de personas indignas, pero en la polis ideal es preciso que la filosofía brille, para lo cual debe aspirarse a poseerla a través de un adecuado adiestramiento del cuerpo y de la mente. La consagración a la filosofía es la recompensa a una vida empleada en servicios a la polis.

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TEORIA POLITICA I Como el filósofo, la clase de hombre que debe gobernar para que la polis sea perfecta, es la piedra angular, su formación debe seguir un largo camino para lograr el más elevado de todos los conocimientos: la Idea del Bien (la perfección), base de la ciencia, la ética y la política. El hombre común recurre a conocimientos prácticos, pero el filósofo debe explicar razonadamente porqué es “bueno” ser sabio, valiente, prudente, etc., además de saber defender esta postura contra los ataques de sus detractores. El concepto del Bien ilumina y da sentido a la ética y a la política, por eso es conveniente aclarar qué es el Bien. Glaucón dice que para la multitud bien y placer se identifican y pide a Sócrates que defina qué es el Bien. Entonces hace una analogía con el Sol, causa de la luz, la visión y la visibilidad. El Sol es análogo con la idea del Bien en el mundo de los sentidos, no se identifica con la visión o la visibilidad, no obstante ser causa de ambas, así como el Bien no es la inteligencia o la inteligibilidad, pero es su causa. También como el Sol es causa de la generación y crecimiento de los seres terrestres, el Bien es causa de la esencia de las cosas, pero está más allá de su existencia y es supraesencial. Por lo tanto, el Bien es el último fundamento metafísico de todo Ser. El principal objetivo de la pedagogía perfecta es disciplinar la mente para comprender adecuadamente la idea del Bien, lo que no se logra en el mundo visible sino en el inteligible, donde están verdaderamente las ideas aprehendidas por la razón al ser estudiadas dialécticamente. En la región inferior del mundo inteligible también se habla de ideas aprehendidas y estudiadas por el método inferior de las “ciencias”, por ejemplo, las matemáticas. El método de las ciencias es de menor rango que el de la dialéctica porque se apoya en hipótesis cuya validez supone y porque incorpora las ideas en las imágenes sensibles, utilizando las cosas reales como copias de imágenes que estudia. La dialéctica, en cambio, contempla ideas puras no manchadas por imágenes sensibles y busca explicaciones en los primeros principios, donde mora el Bien. Es la dialéctica quien señala la superioridad del filósofo sobre el hombre común. Aquí concibe la alegoría de la caverna: los que viven en este mundo se parecen a seres encerrados en una caverna, donde están encadenados mirando hacia el fondo y con un fuego que arde a sus espaldas, por lo que sólo ven las sombras que pasan por delante suyo. Uno de ellos se libera y asciende a la superficie, donde ve la luz del sol. Al principio le molesta, por falta de costumbre, pero luego va adaptando su ojo y descubre las formas verdaderas. Desciende para contarles a quienes están en la caverna lo que vio y ellos no le creen y, si pudieran, lo matarían. Al sostener que las sombras son la realidad, se oponen a los filósofos que contemplan la luz brillante, causa última de todo. Es preciso que la inteligencia pase de las sombras a la realidad mediante la represión de la naturaleza sensible y la elevación de la mente. Por eso la polis perfecta debe ser gobernada por quienes han visto la verdad. Por amor a la comunidad, el filósofo debe participar a los demás de lo que conoce: esa es la condición de la polis perfecta, que los gobernantes no busquen el gobierno en provecho propio, sino que condesciendan a hacerse cargo del mismo renunciando a todo lo demás. Quien esté destinado a gobernar la polis debe consagrarse a las ciencias, la aritmética, la geometría, la astronomía porque desarrollan la facultad de concebir abstracciones en forma consecuente, cualidad indispensable para aprehender el “Bien”. La dialéctica corona la educación del filósofo pues proporciona una visión sinóptica (“con un solo ojo”) del saber. El filósofo debe ser capaz de elevarse por medio de las ideas puras de la razón a la Idea del Bien –el principio más elevado- y de allí descender a lo particular de los sentidos.

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TEORIA POLITICA I Esta educación más elevada debe reservarse a los más capaces y dignos de ella durante la juventud. En la infancia la instrucción será como un juego para discernir su capacidad natural, pero durante los años de ejercicios gimnásticos se intercalan estudios más severos. A los veinte años se seleccionan los mejores discípulos y a los treinta se hace la selección definitiva, de lo cual surgen quienes se consagrarán a la dialéctica. Este estudio demorará cinco años, tras los cuales participarán durante otros quince en las tareas de la paz y la guerra. Los que surjan triunfantes serán, a la edad de cincuenta años, los verdaderos gobernantes y guardianes de la polis, tratando de realizar en bien en su propia vida y en la comunidad y dedicándose a la filosofía al tiempo que participan en el servicio de la polis. La perfección de esta polis es más evidente si se la compara con los gobiernos degenerativos: la timocracia, la oligarquía, la democracia y la tiranía. Como cada régimen es el resultado del carácter de sus integrantes, Platón también se ocupa de los individuos. Desde la aristocracia muestra como, tras sucesivas corrupciones, se desciende a la tiranía para resolver el problema de la relativa felicidad del hombre justo o del hombre injusto. En la polis perfecta, por descuido de los guardianes, pueden surgir personas ineptas para el gobierno que vigilarían menos la pureza de la polis. Así se mezclarán el oro, la plata, el hierro y el bronce, surgiendo disensiones hasta que un acuerdo pone en manos de los guerreros no sólo la defensa de la polis, sino también su gobierno. El origen de la timocracia se explica porque el joven observa que su padre no es un gobernante estricto, adoptando un término medio entre la razón y la ambición. En la timocracia los conductores no buscarán el Bien sino los honores. Los hijos de estos hombres desplazan los honores hacia el consumo, la competencia pública por la riqueza y la acumulación: la oligarquía se caracteriza por el censitarismo (obtención de cargos según un censo de riqueza). Aquí se oponen virtud y riquezas, cuyo afán suscita la violencia y unos pocos se adueñan de la polis en perjuicio de los muchos valiéndose de las armas para asegurar sus privilegios, y como consecuencia de esto desaparece la unidad de la polis, ya que habrá una polis para los ricos y otra para los pobres. En su lucha interna, el hombre oligárquico va destruyendo la polis, que no estará gobernada por los mejores (“aristós”), sino por los pocos (“oligós”) y que tratarán de ser cada vez menos, empujando a la mayoría de los de su clase a ser mendigos o malhechores, en definitiva, desclasados que lo pierden todo. Como cada régimen muere por el hiperdesarrollo de su propio principio, la oligarquía desaparece porque estos desclasados, que poseen todavía armas, se unen a los desposeídos, más numerosos, y hacen estallar la revolución. Triunfante el “demos” se establece la democracia, el gobierno de los desclasados y los malhechores donde todos viven en pie de igualdad y cada uno hace lo que le place. Para ser gobernante en la democracia no se exige ninguna preparación especial ni tampoco alguna excelencia específica, sino que en su “policromía” cada uno tiene la polis ideal dentro de su cabeza y plantea lo que piensa. El joven demócrata al principio reprime sus apetitos innecesarios, pero una vez vencidos estos impulsos busca la igualdad entre sus inclinaciones –ya sean buenas o malas- sin estar regido por norma alguna que guíe una existencia tan diversificada. Echa por la borda el pudor (”aidós”) y prohija en su alma la soberbia (“hýbris”), lo que provoca su decadencia. El exceso de libertad engendra la tiranía. En democracia desaparece la disciplina y la subordinación, no hay respeto por la ley escrita o impuesta por tradición. Los más enérgicos defensores de sus derechos se reúnen y de ellos sale el jefe, que ante la amenaza de ser asesinado es protegido por el pueblo. Al principio de su gobierno el tirano es cauto, pero una vez afirmado en el poder provoca guerras para presentarse como un dirigente capaz y necesario para no perder la libertad, utilizando el servicio de ruines y mercenarios y eliminando a los mejores hombres. Así, con el

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TEORIA POLITICA I tiempo, el tirano se vuelve un déspota licencioso y opresor. Desde el punto de vista moral, el tirano es el más miserable de los hombres. De esta manera Platón vuelve al tema de la virtud y la felicidad proporcional a las respectivas cualidades de las ciudades descriptas. La ciudad tiranizada es la más degradada, así como el tirano es el peor de los hombres, sometido a las peores pasiones. El alma del tirano es prisionera de miedos y alarmas, se encuentra sola y se rodea cada vez más de guardias que lo protegen y obedecen sus caprichos. A pesar de no poder gobernarse a sí mismo, debe gobernar a los demás por lo que se vuelve desconfiado, taciturno y pierde la alegría de servir a la polis. Por el contrario, el gobernante más feliz será, para Platón, el verdadero aristócrata o filósofo, que cuando es llamado por la polis para ejercer el gobierno ya reina sobre sí mismo, controlando con prudencia sus pasiones inferiores y ejerciendo sus virtudes con plenitud. Como sabe en que consiste el deleite de los sentidos, su decisión de señalar el mejor modo de vida está basada en la experiencia, enriquecida con la inteligencia y el “logos”. Desde cualquier punto de vista, lo que determine el filósofo siempre es valioso. El alma del filósofo, donde las facultades disfrutan el placer propio de cada una de ellas, obtiene el verdadero placer realizando las funciones que le son propias. Platón hace una estimación de la medida en que el placer propio del filósofo se diferencia del placer del tirano y concluye en un número muy preciso de veces (729). Si lo excede en felicidad, también lo debe exceder el decencia, belleza y virtud. Se elige un gobernante en el cual prevalecen los más elevados sentidos para que gobiernen éstos a las más bajas pasiones, por ese motivo debe ser un filósofo, para que todos estén subordinados al mejor. El sabio conserva la armonía de su alma mediante el buen orden de sus facultades y la polis resultante será verdaderamente la ideal, lo que no existe sino en el firmamento, donde el filósofo mirará para gobernarse a sí mismo. En el Libro X Platón se ocupa de la poesía, de justificar el motivo por el cual expulsa a los poetas de la polis ideal y de la recompensa del hombre justo en la vida futura. Sostiene que el artista entrega productos que son copias de copias y se comporta como un sofista. La poesía, como agravante, apela a la parte emocional e irracional del alma para exaltar a los hombres ante hechos ficticios. Los únicos poemas que, a su juicio, deben ser admitidos, son los himnos a los dioses y a los grandes hombres. Al final del diálogo, Platón dice que la mejor recompensa para la virtud es la inmortalidad. El alma, en su estado más puro, tiene amor por la sabiduría, anhelos de inmortalidad y no está expuesta a errores (como cuando se une al cuerpo) que sólo se dan en lo que es múltiple. El alma es fuerte como para tolerar todos los bienes y los males, pero si es guiada por la inteligencia debe seguir el Bien y practicar la Justicia.

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