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Expedición fin del mundo
Expedición fin del mundo
Historia y fotos por Juan Aizpuru
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En la extremidad de aquella extensísima lengua de tierra de América del Sur que va estrechándose a medida que se acerca al Polo, bañada por dos océanos, el Atlántico y el Pacífico, el continente se ha como desmenuzado en un vasto archipiélago que, separado de la tierra firme por el Estrecho de Magallanes, penetra en las frías y misteriosas soledades del Antártico bajo el sugerente nombre de Tierra del Fuego.”
Ushuaia. La Tierra del Fuego y del Fin del Mundo
Sep 2017
Documentándonos
La Tierra del Fuego es conocida por “la civilización occidental” desde que Schouten y Le Maire en su navegación del año 1616 descubrieron el pasaje de Drake y defendieron la insularidad del territorio. Doscientos años más tarde, el capitán Fitz Roy en su buque Beagle descubrió el canal que divide la isla Grande de Tierra del Fuego de las islas Navarino y Hoste. Uno de sus tripulantes de ese viaje era el naturista Charles Darwin.
La ciudad de Ushuaia se encuentra a los 54º Sur, es la ciudad más austral del mundo. Está ubicada al sur de los Andes fueguinos a tan solo 1.000 km de la península Antártica. Su paisaje ha sido modelado por el océano en sus costas, el viento en sus laderas, pero principalmente por los glaciares. Durante la última glaciación se conformó el paisaje que apreciamos en la actualidad. El canal Beagle, por ejemplo, resultó del accionar de un imponente glaciar que arrasó con el suelo rocoso de las montañas y dio lugar a un valle de tal magnitud, que se extiende desde el Atlántico al Pacífico.
Todo ello hace que sea una tierra indómita digna de exploración y aventura. Al día de hoy, muchos rincones no han sido pisados todavía por el hombre.
Realidad que supera las expectativas
El proceso para escribir un viaje no acaba hasta meses después de llegar a casa. Comienza con el diario cuando por la noche, en el momento en que tienes un rato de tranquilidad e intimidad, intentas reflejar las vivencias que bajo tu subjetividad van a componer la estructura básica del relato. Todavía no eres consciente del artículo ni de su forma y fondo, tan solo son sucesos, personas y datos que no tienen demasiada consistencia final. Son esencia que se transformará en una historia cuando se tenga la composición completa de todo lo sucedido, sobre todo al momento de añadir la impronta emocional a la experiencia iniciática que todo viaje supone.
Mientras planificaba el viaje, Ushuaia aparentaba como mínimo la épica de otras aventuras, y ahora, en el momento del repaso y frente al ordenador, certifico lo que ya intuía, tomo conciencia de que las montañas de 1.500 m se han convertido, sobre el mapa, en ascensos y descensos técnicos complicados pero también satisfactorios; de que todas las personas que conocí han pasado a formar parte de mí y de mi currículo social; de que lo que creía nieve húmeda por la geografía marítima de la zona es simplemente una singularidad corregida por la sequedad de las corrientes antárticas que pasan de oeste a este en el canal Beagle; de que el viento persistente tan molesto a veces compacta a su vez la nieve y limita ocasionalmente los aludes; de que las ballenas existen; de que los argentinos son gente hospitalaria y cojonuda que organiza asados cada día; de que… finalmente se nos ha ido de las manos y ha sido uno de esos viajes en los que la realidad supera cualquier tipo de expectativa inicial.
Calentando
Llegamos a Cerro Castor y la recepción estuvo a la altura, como acostumbra esta tierra, con chelas, asados y viejos amigos. Aunque ansiosos por comenzar a deslizar y patear por la montaña, presentíamos que íbamos a tener que ser pacientes porque el viento soplaba con fuerza. En la primera oportunidad que tuvimos nos acercamos a una canaleta del Cerro que descolgaba entre 35º y 40º, nieve dura venteada y 600 m de desnivel para ir haciendo boca y poner en juego las sensaciones. Aperitivo agradecido pero escaso pues el viento subía racheado hasta 75 km/h por lo que íbamos a quedarnos con las ganas de más y no nos quedó otra que sacar a relucir nuestra reserva de paciencia para ir calentando y tomando contacto poco a poco.
Al poco entrábamos en acción Splitboard en mano en los alrededores del Cerro Castor, aprovechando la infraestructura de la estación pero saliendo convenientemente cuando y donde lo veíamos claro. De esta manera conseguíamos rondas más o menos rápidas e íbamos concluyendo la aclimatación en un entorno condicionado entre el powder y la nieve venteada.
Tomi Castelli, nuestro guía-rider local que se unía al equipo en ese momento, había planeado, dadas las condiciones, el ataque a la pala de Murciélago en el glaciar Martial. Nos pegamos un bonito paseo hasta la base de la montaña con el canal de Beagle a nuestras espaldas siempre acompañados por el mítico viento. En el Fin del Mundo solo es fácil acertar con la meteorología en lo que respecta al viento porque en un día se suceden todas las estaciones del año pero siempre con Eolo soplando.
En el valle de Olum se concentra la mayor parte de las actividades de Splitboard de la zona ya que unos “pibes” tienen un refugio a 100 m de la carretera.
Tomi nos recomendó ir hacia la laguna Turquesa ya que ofrecía varias opciones para todos los niveles. Para ir todos, en grupo, decidimos acercarnos a la ladera este del cerro Carvajal. Y aquí sí, ninguna pega. Lo esperado y deseado: el big powder bajo nuestros pies y la libertad de flotar, volar, levitar, sumergirse… Nuestros ánimos crecieron y decidimos seguir dándole adentrándonos en alguna otra canaleta que estaba aún mejor. ¡Qué caro y tardío es a veces el premio en la montaña!
En Le Cloche investigamos una canaleta de difícil acceso. En días de mal tiempo se agradece estar entre dos paredes más que en una pala ancha. La niebla acechaba pero eso se solucionaba con ánimo, crampones y tirando hacia arriba. Una vez allí, condiciones épicas porque se instaló la visibilidad y volvimos a pensar que nunca, hasta ese momento, habíamos conocido un powder de tanta calidad.
En el cerro Godoy, las nuevas condiciones climáticas, con sol, nos hacían presagiar lo mejor. Los caminos de aproximación estaban marcados y no era posible perderse, lo cual agradecíamos en el bosque cerrado porque ir a “tiro hecho” reduce tiempos y ahorra energías. Descubrimos buenas zonas con corredores de orientación noreste donde había nieve recién caída más toda la que el viento había depositado. Con las split fuera nos hundíamos hasta la cintura y la ascensión de 400 m se convirtió en un ironman infernal. Para más inri, en la zona alta entró la niebla y el viento de nuevo. Aún así, hicimos un bajadón de calidad. Asumimos definitivamente que estábamos en Ushuaia y que si esperas porque esperas, si no subes porque no subes.
Apogeo con helidrop
El día D volábamos merecidamente con el pájaro (“tucu-tucu”) a la Esfinge, una cara alejada que se divisaba cuando la visibilidad lo permitía. Decisión tomada a las 20:30, y al día siguiente, a las 7:30, en el helipuerto. El gran guía, Gonzalo Valdés, nos aconsejó en todo momento qué hacer y cómo. Gran persona que sabe sobre lo que habla y toda una referencia si se quiere hace algo por aquí…
Hicimos un descenso primero desde el col de la Esfinge y luego cuatro rondas con el heli. Una parte del grupo se quedó esperando en el valle, con muy buenas condiciones, hasta que llegó el resto que había continuado con el vuelo. Cuando aterrizaron Alfons, JC y Gonzalo decidimos hacer una nueva ronda a pie para dirigirnos al final a la “big mountain line” de la Esfinge, con la que habíamos soñado todo el día.
Solo un espine en sol, pero la calidad e inclinación de la montaña hizo que no nos importara. Una gran cornisa de entrada que encaramos por la parte más sencilla para no cargar mucho la cara y evitar algún desprendimiento. Cada curva, gloria bendita, espesor, calidad y estabilidad con el mar a tan solo 1 km. La noche anterior había estado estrellada sacando la poca humedad que tenía.
Flor de día e intento de Skiers Couloir
Teníamos entre ceja y ceja una canaleta que había sido descendida solamente una vez por un esquiador, y eso no podía quedar así. Sentíamos que el Splitboarder tenía que dejar una huella en ese lugar. Alfons y Yuji decidieron ponerse en marcha. Nos habían avisado de lo duro del ascenso y que por ese motivo se había bajado solamente una vez. Más o menos cuatro horas de bosque con trepadas muy expuestas. Cuerda, piolet y crampones en mano…, pero hubo que abortar porque la luz peligraba por la hora.
Base camp en Pompilandia
De vuelta a Pompilandia tras el vistazo que ya le habíamos dado a la zona, instalamos nuestro base camp con tienda, hornillo, comida, sacos, esterillas y demás utensilios para sobrevivir y poder comenzar, al siguiente día, el ascenso hacia el monte Olivia y Cinco Hermanos. ¡Malditos porteos!
La conexión a internet para verificar las previsiones meteorológicas había fallado en los últimos días. Así que decidimos atacar tímidamente, a ciegas, porque la diferencia entre ver el parte y no verlo era mínima dada la experiencia adquirida en las últimas semanas. La meteo en el Fin del Mundo se prevé con bastante acierto sacando la mano: si está mojada, llueve; si se vuela, hay viento, y si no la ves, hay niebla.
Una vez decidido el base camp en Pompilandia, Alfons resolvió que podía atacar un corredor cercano hasta que la luz nos abandonase. Paredes de 25 metros de altura a los laterales, drop de 5 metros bastante “punk” y obligado en el descenso, algún que otro tiburón visible y en todo caso, mucha inclinación y ciego de bajada. Cuando Alfons llegó al drop, se detuvo y nosotros desde el campo percibimos su bloqueo mental, ese que no te deja decidir rápido y te obliga a parar por premonición de caída inminente. Dada la situación de lejanía e imposibilidad de ayuda decidió abortar la bajada. —¡Gran decisión! —pensamos nosotros desde abajo. La salida no fue fácil ni ortodoxa porque tiró la tabla cuesta abajo y destrepó por la misma línea que había subido. Jamás en la vida habíamos visto a Alfons hacer algo como eso, lo cual implicaba que la cosa tenía que estar muy pero muy agresiva.
Empezamos a montar la tienda de campana detrás de una piedra que nos daba cobijo, levantamos unas paredes de nieve para aislarnos aún más y, bueno, cinco personas en una tienda de tres es toda una odisea: botas, guantes, pantalones y chaquetas empapadas. Menos mal que la ropa de recambio nos permitió sentirnos vivos. No pegamos ojo en toda la noche y por la mañana el día comenzó con un viento imposible de gestionar, te lanzaba copos que caían sobre la cara con la fuerza de mil alfileres. Retirada al refugio de Olum a tiempo con un cansancio cerebral que superaba con creces al físico.
La barca del Fin de l Mundo. Prospección de laguna Esmeralda. Alvear y Domo Blanco
Nos habían hablado de la laguna Esmeralda —supongo que se llamará así por su color— que al estar cubierta con hielo no se apreciaba. Tiene varias canaletas accesibles e inclinadas donde podríamos hacer planes para días venideros. Incluso otro base camp. Jordi y yo nos marchamos en solitario hacia allá. Un auténtico infierno de aproximación hasta que alcanzamos la laguna que cruzamos a pie ya que estaba helada y dura. ¡Explorar, compilar información y cuando sea el momento: atacar! ¡De primeras no es tan fácil…, tierra inhóspita, riding duro!
Al volver de la jornada de prospección y con buen pronóstico meteorológico decidimos hacer un campamento base en el valle del Alvear y Domo Blanco. Nos iban a acompañar tres locales y llegábamos a lo que iba a ser nuestro campo base. Río, lugar para calentarnos y una buena explanada para poner nuestras tiendas de campaña. Dejamos todos los bártulos pesados y decidimos atacar al cerro Alvear, el segundo más alto de Ushuaia (1.476 m) después del cerro Cornu (1.490 m). Llegamos a la base con la intención de bajar la cara oeste y tener algo de luz para el atardecer. Con el tiempo muy justo decidimos atacar la cumbre del Alvear. Tras pasar en el tiempo previsto las primeras laderas, alcanzamos un punto en el que resultó imposible continuar con nuestras focas en las tablas. Crampones en los pies y el viento azotó como tantas veces.
Yujiro y Alfons encararon una canaleta sin intención de hacer cumbre, vi que iban cómodos y me uní a ellos. Llegamos a unos bloques de hielo por donde teníamos planeado bajar, pero el viento arreciaba y ver la cumbre tan cerca nos convenció para no irnos sin ella. Realmente no somos muy cumbreras pero la ocasión lo merecía. Decidimos atravesar unas rocas con una exposición un poco elevada porque la nieve y el hielo se dejaban pisar, una diagonal donde cada paso tenía que ser muy seguro y finalmente nos encontrábamos encaminados a la cumbre. Clavando el piolet con ambas manos llegamos y disfrutamos de unas vistas preciosas de todos los cerros de alrededor, el canal Beagle siempre presente y el lago Fagnano delimitando la cordillera. ¡Sensación de éxtasis y fotos de rigor antes de marchar!
Salimos hacia el Domo Blanco, un cerro ascendido solo una vez por riders locales.
El equipo del Domo Blanco, tras una escalada tipo alpina con una inclinación de entre 40º y 55º con partes estrechas y donde solo cabía un snowboard de ancho y poquito más, llegó a la cumbre a eso de las 17:15.
Yujiro Kondo se metió en la línea denominada Jamón Cake en escalada. Ningún splitboarder ni skier la había descendido todavía. El japonés, que lleva normalmente cantos afilados como cuchillos, en el primer backside comenzó a perder grip y tras un frontside ya estaba completamente convencido de la falta de agarre. Pero no quedaba otra más que bajar. Dramático pero con final feliz, sin caídas, al llegar sus palabras fueron: —El ascenso y descenso más duro de mi vida con mucha diferencia.
Alfons, Jordi y Lola bajaron finalmente por la más comercial de las líneas, suplicio también como pocas.
Contra todo pronóstico y no contentos con la aventura nipona, Facu se metió en la Jamón Cake. Aunque hizo una bajada mucho más fluida que Yujiro, no estuvo exenta de complicaciones ni tensión. Sin duda estos descensos quedarán en la memoria del Splitboard, de la montaña fueguina y seguramente de Argentina. Desmontamos el campamento esa misma noche y comenzamos el regreso. Durante la vuelta, a eso de las 24, nos cruzamos, casi en casa, con Iosu, nuestro compañero, preocupado, que con muy buen criterio había llamado al rescate y estaba acompañado de la policía, ya que había dado la señal de alarma por nuestra tardanza.
Glaciar Albino de spidiendo a Yujiro
El reposo se impuso unos días mientras parte del equipo comenzaba el regreso a sus respectivas casas. En el último día de riding de Yujiro subimos al glaciar Albino a deslizar por el bloque de hielo que se veía desde la base. Parecía ripable, se intuía claramente un iceride y Yujiro, con sus dos pelotas japonesas bien puestas, no dudó un momento en empezar a encararlo. Nos dimos por satisfechos con la impresión de un trabajo bien hecho por ambas partes.
Me junté otra vez con Gonzalo Valdés, el guía que nos llevó en el heli, también amigo de los “old schoolers” de Baqueira: Javi Barro, Nelson Domínguez... Me propuso ir a Puerto Almanza, la montaña habitada más sureña que se puede deslizar en este lugar. Me di un homenaje de tranquilidad, buen ambiente e hice un par de canaletas preciosas. Así fue mi despedida del split en el Fin del Mundo, una auténtica delicia.
Lo que nos hizo ir a Ushuaia fueron las bajas altitudes de las montañas, pequeñas pero grandes en alpinismo, aventura y líneas. Y eso es lo que encontramos, accesos con porteos duros por la escasez de nieve en primavera que no llega hasta el final del valle, pero también satisfacción máxima en cada bajada. El polvo como siempre estaba ahí, escondido en lo más alto, en la sombra.
¡Gracias, Ushuaia! ¡Y gracias a los “tierrafueguinos” que nos han acogido tan bien y con los que hemos disfrutado tanto!
Agradecimientos: 10 Peaks Gloves, Salomon Splitboards, Satorisan, Death Label Snowboads, Fstop Backpacks, Cerro Castor, Turismo TDF.