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E
n una escuela lejana, estudia María, una pequeña niña con gran imaginación. A María
le gusta mucho pensar en historias de hadas, gigantes, dragones y castillos; pese a que sus amigas le insisten que ese tipo de cosas no existen.
Sin embargo, María está convencida de que todos estos mágicos personajes viven en un mundo escondido.
Un día María está jugando con sus amigos en el patio del colegio, cuando de pronto nota una enorme sombra en el patio. Alza la cabeza y ve algo oscuro entre las nubes. No lo puede creer. Se queda inmóvil, en silencio y con la boca abierta. Piensa un instante y se da cuenta de que no… ¡No está soñando! Señala el cielo, logra recuperar el habla, toma aliento y con todas sus fuerzas grita:
— ¡Es un dragón! ¡Acabo de ver un dragón! Todos los niños y profesores miran hacia el cielo. Nada. No ven absolutamente nada. El dragón había pasado volando demasiado rápido. Entonces, los pequeños comienzan a burlarse de María, pero a ella no le molesta. Está segura y convencida de lo que había visto.
2 María dispone hacer todo lo posible por descubrir de dónde salió ese enorme dragón que vio en la escuela. Va a la casa de su abuelita, está segura de que ella sí le creerá porque de pequeña también vio a un dragón. Después de haber conversado casi una hora, María entiende que debe ir al bosque, que es ahí en donde podría ocultarse ese dragón que voló sobre la escuela. María presiente que pronto lo descubrirá. El bosque al que se dirige está bastante cerca de la escuela y está lleno de animales, flores y colores. No tiene miedo. Avanza tranquila y segura. Había avisado a sus papás que iría a caminar por el bosque a la luz del día. María llega al final de un sendero y se topa con la entrada de una cueva. Con mucha emoción, decide entrar. Está muy oscuro, pero felizmente trae consigo una linterna. Fue un buen consejo de la abuelita. Camina unos cuantos metros y, mientras más avanza,
siente cómo un escalofrío recorre toda su espalda. Está nerviosa. Luego se topa con tres caminos, tres entradas. ¿Cuál me podría llevar al dragón? De pronto, nota que del camino del medio sale una tibia corriente de aire. Debe ser por ahí. María entra. El aire se vuelve cada vez más y más pesado. El calor aumenta y María siente cómo las gotas de sudor bajan desde su frente hasta las mejillas. Se seca el rostro con la manga de su chompa. No debe faltar mucho. Sin embargo, María siente que ha caminado más que suficiente, sus piernas le pesan. Nunca había caminado tanto en toda su vida. ¡El camino parece interminable! Está agotada y empapada de sudor. Se agacha y caen sus manos sobre sus rodillas. Comienza a dudar. Pero sabe que el Dragón existe y está segura de lo que vio en el cielo de su colegio.
3 Siente que el oxígeno se le acaba, pero se recompone. Un poco más, tiene que seguir; no debe faltar mucho. Se detiene y toma aire.
— ¡Hola! ¡¿Hay alguien acá?! —grita con las pocas fuerzas que le quedan. De pronto, siente unas pisadas que se acercan y que hacen retumbar la caverna. María siente que cae polvo y trocitos de roca sobre su cabeza. Empieza a sentir temor. No se había imaginado cuál sería su reacción al estar en frente de un dragón. ¿Sería peligroso? María aguanta la respiración. A pesar de que usa una linterna, solo puede ver sombras oscuras. De repente, percibe una presencia. Sabe que hay una enorme criatura delante de ella; siente su potente, pesada y caliente respiración. Apunta con la linterna de abajo hacia arriba muy lentamente. Se queda sorprendida, es enorme. Sin duda, es un dragón. Es el dragón que había visto sobre la escuela. Toma valor y sin esperar una respuesta, rompe el silencio.
— ¿Por qué vives aquí? ¿Por qué no en la ciudad? El dragón se sorprende de que la niña no le tenga miedo. Entonces se acerca aún más.
— Porque me gusta la naturaleza, los árboles y
los animales son mis amigos. Yo los cuido de los leñadores y cazadores irresponsables
— Responde el dragón de forma amable y educada. María se da cuenta de que definitivamente el dragón no representa un peligro.
— ¿Y qué es lo que comes? —volvió a preguntar María. — Aunque no lo creas, como tortas de chocolate. ¡Me encantan! —responde el dragón con un tono bastante amistoso, se podría decir que hasta gracioso.
4 El dragón la invita a que salgan juntos de la caverna y, mientras caminan, María le promete que no le contará a nadie sobre su escondite. Él la considera su mejor amiga y la invita a que lo visite todas las veces que ella desee. María se da cuenta de que nadie, excepto su abuelita, le creerá que tiene a un dragón como amigo. Pero eso ya no le interesa. Lo importante es que nunca dejó de creer en ella misma y que, por supuesto, descubrió la entrada del Reino de los Dragones. Cuando salieron de la caverna, María sonrió, le dio un fuerte y largo abrazo a su nuevo mejor amigo y se marchó antes de que anochezca, prometiendo volver muy pronto con la mejor torta del mundo: la de su abuelita.
FIN