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ada fin de año, el colegio de Roberto organiza un campamento al que asisten todos los alumnos de secundaria. Este será seguramente uno de los últimos con la
gente del cole. Estos campamentos siempre han sido muy emocionantes, pero ahora será especialmente interesante. Roberto y sus inseparables amigos están decididos a aventurarse a investigar por la noche.
2 La primera noche del campamento, Roberto y sus cuatro patas esperan a que todos se hayan ido a dormir, sobre todo los profes. Cogen las dos linternas que encuentran en su carpa, se abrigan bien y se lanzan a la aventura. Cuando están por salir, se dan cuenta de que uno de los profes sigue despierto. No ha dejado de rondar por el campamento desde hace horas. Se esconden en la carpa, con las linternas apagadas y esperan que el profe se marche. Cuando ya no lo ven, salen y se alejan lentamente. Voltean y observan el campamento desde lejos, notan que algunas carpas todavía tienen las linternas prendidas. Siguen avanzando y entran al bosque. Todo está muy oscuro y solo tienen dos linternas. Las prenden porque ya están lo suficientemente lejos del campamento. Se dan cuenta de que solo una de las linternas funciona. ¡Y la batería está muy baja! Entonces deciden prenderla por momentos, para que les pueda durar. Pero el bosque está oscuro y no llegan a ver la bajada que hay delante de ellos, se caen y ruedan estrepitosamente hasta caer sobre una zanja. Felizmente no era tan empinado.
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Luego de caer, Roberto encuentra la linterna a su lado y la prende, ve a sus amigos por ahí, mareados, llenos de hojas y tierra. Todos están bien, sucios y despeinados, pero bien. Lo que no saben es en dónde están. Caminan un poco más, algo desorientados, y tratan de hallarse en el lugar en donde se encuentran. Luego descubren que ya no necesitan más la linterna, el cielo se despeja, la luna y las estrellas iluminan el campo plenamente. De pronto, descubren que la luz de la luna y las estrellas se ve reflejada en el suelo. Pero claro, no es suelo; es un lago, un enorme lago. El lugar que han descubierto es maravilloso y se dan cuenta de que la aventura ha valido la pena. Han encontrado un lugar al que no hubiesen llegado sin caer rodando por ese precipicio. Fue por pura casualidad. Por un momento, a Roberto lo agobia un sentimiento de angustia. No quiere que esa aventura acabe jamás. Sabe que será el último campamento con sus patas del cole. Pero ya se ha hecho tarde y deben volver a sus carpas. La travesía finalmente ha terminado. Sin embargo, cuando están por dar media vuelta, Roberto nota algo muy brillante en el lago. Primero piensa que es el reflejo de una de las estrellas sobre la superficie, pero propaga un destello dorado demasiado potente. Proviene desde la
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profundidad del agua. Robert no tiene idea de qué se puede tratar; pero no lo piensa mucho, se saca las zapatillas y las medias para caminar lentamente hacia dentro del lago. Sus amigos no entienden qué está pasando, lo observan extrañados y le preguntan asustados qué es lo que está haciendo. Roberto no escucha, mantiene la mirada fija en el objeto brillante. Parece hipnotizado; no percibe el peligro. Tiene el agua hasta las rodillas, que moja ligeramente sus shorts. Está muy fría, pero la emoción de Roberto es más fuerte que cualquier otra cosa. El objeto está a sus pies, se agacha y extiende sus brazos para recogerlo. Lo extrae del agua y camina de vuelta hacia sus amigos. No lo pueden creer. Es una botella de metal, que por el peso no parece ser de oro, pero brilla fulminantemente. Es increíble. Los detalles en el relieve de su superficie la hacen más hermosa aun. Roberto acaricia una y otra vez la botella. Sus amigos están impacientes. Roberto toma aire profundamente y la botella retirando el corcho del pico apenas en el primer intento. De ella saca un papiro. ¡Es el mapa de un tesoro! Definitivamente, la aventura no ha terminado; la aventura, para Roberto y sus amigos, recién comienza.