REN R DA R O N O F S K Y
Colofón
Diseño: Nicolas Araya, Ivan Valencia Taller Editorial Escuela de Diseño DuocUC Profesores: Javier Cancino, Isidora Castillo Esta edición esta impresa en Papel xxx De formato 13,5 x 23 cm. Impresas a 2 colores Las tapas están impresas en papel xxx Este libro fue compuesto en Adobe InDesign cs. Los textos que conforman esta edición pertenecen a Elena Quintana Publicados en la revista Belio Nº 8, Madrid, España Mayo de 2007.
DARREN ARONOFSKY
El barrio neoyorquino de Brooklyn ha sido desde su nacimiento la cuna de grandes movimientos artísticos. Sus calles han albergado inquietudes y sueños de pintorescos seres dispuestos a comerse el mundo y exprimir al máximo el jugo de la vida. La exaltación racial, una lucha continua por salvaguardar los ideales personales y la idea del barrio como crisol de culturas y religiones, son algunas de las referencias con las que cámaras de cine han tratado de caracterizar a esta zona. De ese hervidero vital en el que huele a especias y el eco de las voces suena a hispano y a hip-hop, salió Darren Aronofsky. El joven director quedó finalista a nivel nacional en los Student Academy Awards de 1991 con su proyecto fin de carrera Supermarket Sweep. Desde entonces se ha proclamado Mejor Director en el festival de Sundance de 1998 con Pi su ópera prima, y con su siguiente película: Requiem for a dream volvió a triunfar consiguiendo entre otros galardones una nominación al Oscar como mejor actriz para Ellen Burstyn. No son pocos los candidatos a padrino que le han salido en este tiempo tras fundar Protozoo Pictures junto a Erick Watson, pero si hay una compañía que le ha apoyado desde el principio es Artisan Pictures, conocida por respaldar proyectos arriesgados como The Blair Witch Proyect y obras de culto como las de Todd Haynes o el irreverente Todd Solondz.
Nota al margen:
“Cuando era niño mi madre me dijo que no mirara fijamente al sol, pues fui y lo hice seis veces seguidas”. Pi es una de esas inquietantes obras que ponen tus neuronas en pie de guerra. Basada en el libro de Hubert Selby Jr. se trata de un experimento audiovisual que transgrede las normas del cine clásico para centrarse en una historia dinámica, replete de simbologías y agobio existencial. La teoría del Caos y la Cábala judía se entremezclan gracias a un montaje frenético de imagines que Darren Aronofsky conduce junto a su amigo Oren Sarch. En los créditos iniciales, como ya hiciera Eisenstein en los comienzos del Séptimo Arte, se intercalan imagines de insectos para crear una sensación incómoda junto a otras aportaciones de última generación: pruebas genéticas, la lucha encarnizada de diferentes especies, imagines aceleradas de la ciudad, planos subjetivos del excéntrico protagonista… A partir de aquí las escenas que el director hará desfilar ante nuestros ojos han quedado ya esbozadas y el resto, aunque sorprendente, no es más que el culto del virtuosismo tras las cámaras.
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Evidencia:
1. Las matemáticas son el idioma de la naturaleza Como Max Cohen, el personaje al que da vida el actor Sean Gullete en Pi, existen muchos miles de personas que aunque quizá no llegan al estado de histeria permanente en el que vive el protagonista de esta película, sí estudian de forma minuciosa la relación entre la numerología y las leyes que rigen la naturaleza. La Cábala es un arte supersticioso practicado por los judíos que pretende descubrir el sentido de la Biblia por medio de anagramas, transposiciones y combinaciones de las letras hebraicas. El origin de la cabala tiene dos versions: una de ellas es que Dios enseñó la cabala a los ángeles, éstos la transmitieron a los patriarcas y éstos, a su vez, la dieron a conocer a los hebreos, de quienes la tradición la transmitió a la posteridad. La otra version explica que al entregar Dios a Moisés en el monte Sinaí las Tablas de la ley, le comunicó además secretos y misterios encubiertos bajo enigmáticas formas, que después Moisés comunicó a un pequeño grupo de sabios hebreos. Según los cabalistas Dios ha establecido un número de grados de analogía y subordinación entre él y los éngeles, entre éstos y los astros, y entre los números, y ha revelado el modo y manera de aplicarlos para encontrar en ellos la relación existente entre todos los seres reales. 2. Todo alrededor de nosotros puede ser representado y puede ser entendido por los números. Al igual que el agua se cristaliza y lo hace en formas geométricas perfectamente definidas, y minerals como la pirita o el cuarzo nacen de proporciones matemáticas que originan polígonos perfectos, así la mayor parte de la naturaleza puede ser entendida a través de combinaciones de números, espirales o la famosa formula 2pr2. Esta es la base principal sobre la que se asienta la Teoría del Caos que el nominado al Premio Pulitzer James Gleick studio en 1987 en su libro Chaos: Making a New Science. En él al igual que en este thriller de ciencia ficción, se estudia el Efecto Mariposa, el Teorema de Pitágoras, el canon de perfección del cuerpo humano establecido por Leonardo Da Vinci, las epidemias, el AND, las espirales y la Vía Láctea, entre otras cosas. La Biblia de los cabalistas nace de la luz (El Zohar) obra atribuía a Simón ben Ojal en el siglo II.
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En ella se explica: “10 números y 22 letras designan los 32 caminos de Dios en los que la unidad y la sabiduría suprema y la inteligencia absoluta se envuelven y manifiestan a la vez, se esconden y se revelan por la Creación y en la Creación. La unidad, la sabiduría y la armonía del universo demuestran la existencia de una idea suprema, de una sabiduría absoluta que ha producido el cielo y la tierra y cuanto encierran, y los dirige con número, peso y medida. Ellos son los arquetipos divinos de los números por los cuales y a través de las cuales se revelan la esencia divina y la actividad infinita. Las 22 letras, corresponden a los Sefiroth, los caracteres visibles de la Creación. El hombre es el microcosmo, el mundo abreviado, el extracto y a la vez la suma de la naturaleza entera”. Ahí queda eso…
ESTÉTICA DEL CAOS
3. Si usted gráfica en pautas cualquier sistema surgen los números. Por lo tanto: Hay pautas por todas partes en naturaleza. Si escribes los números de cualquier sistema los patrones emergen. Por lo tanto: Hay patrones por todas partes en la naturaleza. Patrones que bien sean numéricos, artísticos o estéticos se repiten de forma cíclica y nos permiten evolucionar. De ahí que lo que llamamos modas aparezcan y desaparezcan aproximadamente cada tres años. Lo hippie, el punk, la estética de los 60’, el glam… todo viene y se va basándose seguramente en esa espiral numérica que no somos capaces de definir con exactitud pero que sabemos que existe. Dejando a un lado los términos científicos y religiosos de la Teoría del Caos, es importante hablar de la estética del Caos que Aronofsky descubre en Pi sin hacer concesiones a lo políticamente correcto. La espectacularidad con la que ciertos momentos cotidianos son reflejados, la repetición de escenas, el uso del blanco y negro y el grano de la película estallando a propósito son algunas de las señas de identidad que definen un cine muy personal. Influido por la electrónica, el montaje fragmentado y los estudios de animación que cursó en Harvard, este poeta multimedia se acerca peligrosamente a la revolución artística que muchos llevábamos esperando desde hace tiempo. este pirómano nos hace partícipes del calor de la revolución y el olor a chamusquina que nos anuncia el cambio. Las máquinas y computadores, la aparición de vísceras en reiteradas ocasiones y ciertos comportamientos perturbados, son rasgos que nos hacen recordar al extraordinario cyborg de Tetsuo.
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Como en aquélla, en Pi el espectador se pierde en una maraña de ensoñaciones y pesadillas subjetivas. Los números y las fórmulas matemáticas invaden la pantalla y dominan la mente del protagonista Max Cohen que al igual que el personaje de Sara en Requiem for a dream debe recurrir a la ingesta descontrolada de pastillas. Los contraluces herederos de la estética del expresionismo alemán combinados con la aceleración de secuencias enteras, aportan dramatismo a cada una de las acciones que transcurren en pantalla. Así el espectador se siente abrumado con la cantidad de información que le llega de golpe entre bruscos movimientos de cámara, acelerones y frenazos en seco. El paso del blanco y negro de Pi a la saturación y contraste de complementarios: rojos con verdes, azules con naranjas, etc. De Requiem for a dream resultan un impresionante alarde de dominio de las luces que para sí querrían directores de fotografía como Enmanuel Lubezki (Gattaka) o Kiko De la Rica (Lucía y el sexo). El joven Mathew Libatique con el que ha trabajado Aronofosky en sus dos películas capta a la perfección la sensación de acoso, las paranoias y el delirio de los personajes.
UNIVERSOS PARALELOS
Como en la naturaleza, el cine de Darren Aronofsky se mueve guiado por unos patrones recurrentes. En los dos universos paralelos creados en Pi y Requiem for a dream todo se repite. Los lugares agobiantes: el metro y las calles infestadas de gente para Max Cohen y las cuatro paredes de su casa para Sara; el estado de continua desconfianza en el que transcurren sus vidas, las adicciones a las que están sometidos: pastillas y otras drogas que se abren paso en el cuerpo por vía intravenosa… Un frasco de pastillas, una mano que las introduce en la boca, un frasco que se cierra. Polvos blancos en una cuchara, droga hirviendo, jeringuilla, pupilas que se dilatan… todo es uno. Estas similitudes forman parte de universos que parecen estar situados a mil años luz pero que como demuestran las evidencias están muy próximos. Las situaciones que los personajes encuentran amenazantes tienen siempre un denominador común y la paranoia psicotrópica es la reina de la fiesta en ambas ocasiones. En Pi Max Cohen ve en el teléfono y la mirilla de la puerta amenazas constante, mientras que Sara en Requiem for a dream personifica su terror en el frigorífico. En estos dos universos los personajes huyen de la mediocridad y buscan refugio. Da igual cuál sea el propósito
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final: el descubrimiento de un patrón numérico que rige la naturaleza o salir en un programa de televisión con un despampanante vestido rojo.
SUEÑOS TRUNCADOS Y ALUCINOGENOS
Dos cosas son imprescindibles en el cine de Aronofsky: las drogas y la persecución de un sueño. Las dos películas que ha dirigido hablan de ello, aunque Requiem for a dream sostiene quizás una base más sólida respecto a este tema. Al ser prohibida su exhibición en algunos países por el evidente entusiasmo con el que se habla de las adicciones, tuvo que pasar por un período de censura que no hizo otra cosa que aumentar la expectación de un público joven siempre ávido de temas tabú e imágenes prohibidas. Cuando los más privilegiados tuvimos la oportunidad de ver la película, se nos vino el mundo encima. Todo allí se mostraba parecía tan próximo a la realidad que a nuestra generación le ha tocado vivir, que nos sentimos intimidados. ¿Cómo alguien podía plasmar en apenas dos horas de metraje las claves fundamentales sobre las que se rigen todos nuestros actos, emociones y sueños? Pues Darren podía. A la vez que profundamente agradecidos e impresionados, los jóvenes nos sentimos ángeles caídos. Aquellas ensoñaciones que Jared Leto tiene sobre una mujer vestida de rojo apoyada en un embarcadero, se nos clavaron muy dentro. La hermosa mujer de espaldas al espectador que observa el límite del horizonte entre el mar y el cielo nos puso los pelos de punta entonces y aún lo sigue haciendo. Esa imagen, como otras maravillas de la fotografía que encontramos en Requiem, es un espejismo. Un mero reflejo de una realidad ficticia que los personajes intentan alcanzar impotentes mientras ésta se desvanece. Alucinaciones y sueños los hemos tenido todos de forma natural o ayudados por algún “manjar de los dioses” como los protagonistas de esta historia. Esas ansias de ganar dinero para conseguir la independencia; observar la mirada orgullosa de los padres cuando se han cumplido las expectativas que tenían en mente para ti, o encontrar una persona con la que compartir inquietudes, son sueños universales que Aronofsky refleja en sus obras con un realismo que da miedo. Las películas de este director hablan de sueños rotos y expectativas arruinadas que irremediablemente nos hacen pensar en un futuro desolador. Quizá va siendo hora de componer las primeras notas de ese réquiem.
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EL SONIDO FUTURO DEL CAOS
El caos tiene un sonido característico. Y si no que se lo digan a los músicos que eligieron la música electrónica como estandarte de una generación que busca la evasion y respuestas a sus preguntas. El reinado de la electrónica comenzó hace ya bastantes años, pero la evolución estética de los medios audiovisuales le ha ayudado a transformarse y conseguir una apariencia si cabe más reconocible. La electrónica en todas sus vertientes surge de la experimentación, la curiosidad y la búsqueda de algo más. El montaje frenético de imágenes que ahora pueblan los largometrajes no son sino una plasmación visual de esa estética que reclama para sí la música electrónica. Darren Aronofsky sabe mucho de la combinación ganadora entre imagen y sonido, así que ha preparado para los paladares más exquisitos un cóctel explosivo de imágenes con un exótico neo-realismo, ritmos acelerados y sonidos eclécticos. Tanto para la banda sonora de Pi como para Requiem for a dream ha tenido la suerte de contar con el gran maestro de la electrónica Clint Mansell, por lo que no es de extrañar que la carga anfetamínica de ambas historias se mezcle con scratches de hip-hop, el sonido de despegue de un avión, máquinas trabajando en una fábrica o un cello. Apenas transcurrida la primera parte de Pi, el espectador al igual que el protagonista, todavía tiene unos minutos para tomarse un respiro y escuchar el mar y los pájaros. Pero éste es sólo un momento elegido a propósito para coger carrerilla antes de la escalada trepidante de sonidos con que grandes bandas como Aphex Twin, Orbital, Roni Size, Massive Attack, David Colmes o Autechre acompañarán el resto del metraje. En Requiem for a dream esa misma espiral sonora comienza a tomar forma en los primeros minutos de la película, acelerándose a pasos agigantados mientras la orquestación tradicional se confunde con los sintetizadores. De esta manera la carga emocional in crescendo de las diferentes historias y los subidotes de los protagonistas se ven reforzados. Esperemos que este caos estético, visual y sonoro de tan grandes magnitudes se mantenga en el proyecto que el joven director está a punto de rodar: Batman Year One. La estética gótica de Batman con el estilo inconfundible de Darren Aronofsky. ¿Quién da más?
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El barrio neoyorquino de Brooklyn ha sido desde su nacimiento la cuna de grandes movimientos artísticos. De ese hervidero vital en el que huele a especias y el eco de las voces suena a hispano y a hiphop, salió Darren Aronofsky. El joven director quedó finalista a nivel nacional en los Student Academy Awards de 1991 con su proyecto fin de carrera Supermarket Sweep. Desde entonces se ha proclamado Mejor Director en el festival de Sundance de 1998 con Pi su ópera prima, y con su siguiente película: Requiem for a dream volvió a triunfar consiguiendo entre otros galardones una nominación al Oscar como mejor actriz para Ellen Burstyn.