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Sobre la crítica

Sobre la crítica

Al oír al loro, el gentilhombre español, recién desembarcado en América, hizo una profunda reverencia y dijo: Perdone Vuecencia, yo creía que era pájaro.

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Es un secreto a voces que la crítica es el punto flaco de la literatura hispanoamericana. Lo mismo en España. No es que falten, por supuesto, buenos críticos. Sería ocioso recordar, entre los de América a dos excelentes: Anderson Imbert y Rodríguez Monegal (para no hablar de los más jóvenes, como el mexicano y Emmanuel Carballo o el poeta venezolano Guillermo Sucre). Pero carecemos de un “cuerpo de doctrina” o doctrina, es decir, de ese mundo de ideas que, al desplegarse, crean un espacio intelectual: el ámbito de una obra, la resonancia que la prolonga o la contradice. Ese espacio es el lugar de encuentro con las otras obras, la posibilidad del diálogo entre ellas. La crítica es lo que constituye eso que llamamos una literatura y que no es tanto la suma de las obras como el sistema de sus relaciones: un campo de afinidad y oposiciones.

Crítica y creación viven en perfecta simbiosis. La primera se alimenta de poemas y novela pero a su vez el agua, el pan y el aire de la creación. En el pasado, el “cuerpo de la doctrina” estaba constituido por sistemas cerrados: Dante se nutrió de la teología y Góngora de la mitología. La modernidad es el reino de la crítica: no un sistema sino la negación y confrontación de todos los sistemas. La crítica ha sido el alimento de todos los artistas modernos, de Baudelaire a Kafka, de Leopardi a los futuristas rusos. Inclusive se ha convertido en creación: la obra se resuelve en vocación de la negación (Un coup de dés) o en negación de la obra (Nadja). En nuestras literaturas, sean lengua española o portuguesa, hay pocos ejemplos de radicalismo: Pessoa y, ante todo, Jorge Luis Borges, autor de una obra única, edificada sobre el tema vertiginoso de la ausencia de la obra. La crítica como invención literaria, la negación como metafísica y como retórica. Entre los que vinieron después, fuera de Cortázar y algún otro, no encuentro por ninguna parte esa decisión de construir un discurso sobre la ausencia del discurso. El No es un obelisco transparente pero nuestros poetas y novelistas prefieren figuras geométricas menos inquietantes aunque no menos erguidas y perfectas. Contamos con obras extraordinarias fundadas en un Sí, a veces compacto y otras agrietado por las negaciones y las rupturas.

(Paz O. 2009. Corriente alterna pp. 39. México: Siglo XXI)

Piglia, Ricardo

(Mordzinski, D., 2002)

Ricardo Emilio Piglia Renzi llegó al mundo en 1941, el 24 de noviembre. Buenos Aires fue la ciudad que lo vio crecer y volverse uno de los escritores más relevantes de este siglo. Desde muy joven la literatura lo llamó y su interés lentamente fue creciendo y, años después, cuando su familia comienza a vivir en Mar de Plata, la escritura comenzó a ser parte de su vida a través de sus diarios, llenos de experiencias y pensamientos, los cuales fueron publicados posteriormente.

Sin dejar de lado sus estudios y graduándose como historiador, trabajó con diferentes editoriales y comenzó a escribir, publicando sus obras a partir de 1967 continuando hasta 2013, fecha en la que aparecería El camino de ida: su última novela. Un año más tarde es diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica y, a partir de aquí, decide editar y completar sus escritos pendientes.

La vida le otorgó 3 años más y, el 6 de enero de 2017 falleció, dándole una última despedida a la vida desde Buenos Aires (Montoya, L., 2019).

Muchas veces observamos los cuentos como simples narraciones y no analizamos de una forma más profunda que su historia puede llegar a ser más compleja de lo que parece. Un cuento conlleva más de una historia, y descubrir los pequeños indicios a lo largo del texto cuento hacen que el lector tenga que estar atento a los detalles, a las pistas que el mismo autor le otorga para descubrir la segunda historia dentro de la principal. Bien lo diría el mismo Piglia al remarcar que todo se encuentra en los pequeños detalles.

La Tesis del cuento parecerían instrucciones, o ciertos aspectos que los cuentos contienen, pues a pesar de que Piglia únicamente ejemplifica un par de cuentos a lo largo de este texto, tomar el ejemplo con cualquier otro cuento resulta un análisis profundo con el que verificaremos si realmente cuenta con los aspectos que definen a un cuento.

Con esto, descubrimos que no todo se encuentra a simple vista, se debe de indagar, de releer, de buscar en la profundidad de las mismas definiciones y de estar atento a las pistas que, una vez encontradas, parece que siempre fueron sencillas de encontrar. Las historias empiezan a cobrar más sentido y se tiene un análisis más profundo de los cuentos.

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