2 minute read

Textos Literarios Inés Arredondo

Arredondo, Inés

([Archivo familiar], s.f.)

Advertisement

Inés Amelia Camelo Arredondo, mejor conocida como Inés Arredondo, nació un día primaveral de marzo de 1928 en Culiacán, Sinaloa (Espejo, 2011). Fue la mayor de 9 hijos y a pesar de los problemas familiares que la agobiaban, fue una alumna distinguida durante toda su vida académica. Se dice que Inés eligió firmar con el apellido materno, puesto que una autora seria y profesional no se podría llamar Camelo. También eligió su infancia, esa que tuvo con sus abuelos, en una hacienda cercana a Culiacán, llamada Eldorado, escenario que tomaría vida en algunos de sus cuentos más famosos como Las mariposas nocturnas.

Fue la única mujer escritora perteneciente a la Generación de Medio Siglo, también conocida como la Generación de La Casa del Lago, participó en la elaboración de los primeros números de la Revista Mexicana de Literatura, escribió guiones cinematográficos y reseñas literarias. Todos sus cuentos se encuentran publicados en tres compilaciones, La Señal (1965), Río Subterráneo (1979) y Los Espejos (1988).

Arredondo falleció la noche del 2 de noviembre de 1989 en la Ciudad de México, a lado de su segundo esposo (Espejo, 2011); las últimas fotografías la muestran reposando en una silla de ruedas, con las marcas físicas y emocionales que los hospitales, las pastillas, las lecturas, las cirugías, los hijos, las muertes y la vida dejaron en ella.

Uno de los cuentos más bárbaros de la obra de Arredondo, sin duda es Apunte gótico (1979), en el cual la escritora, haciendo uso de párrafos ambiguos y descripciones tan góticas como bellas, nos cuenta la historia de incesto entre un padre y su hija.

“Mi madre dormía en alguna de las abismales habitaciones de aquella casa, o no, más bien había muerto. Pero muerta o no, él tenía una mujer, otra, eso era lo cierto. Era la causa de que mi madre hubiera enloquecido. Yo nunca la he visto” (Arredondo, 1979). La atmósfera del cuento es oscura, apenas alumbrada por la tenue luz de una vela e invadida por ratas y la sospecha de estar junto a un cadáver. El incesto no es textual, es entre líneas, entre la relación de poder sobreentendida, Arredondo la disfraza y la oculta en “algo dulce y espeso, en el centro, que hacía extraño mi cuerpo y singularmente conocido el suyo (…). Me mira y no me toca: no es muerte lo que estamos compartiendo. Es otra cosa que nos une” (Arredondo, 1979).

This article is from: