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VENEZUELA: LA CRECIENTE AGRESIVIDAD TERMINAL DEL IMPERIO YANKI “No podemos descartar un fracaso sistémico y una depresión global. [...] Se corre el riesgo de un desplome del mercado, una debacle financiera y una depresión mundial”. (2008). Nouriel Roubini (Profesor norteamericano de economía) El pánico por la nueva crisis financiera en los EEUU, ya en puertas, que será aún más devastadora que la acaecida en el 2008, ha colocado a los gobernantes de ese país, de Europa y algunos de la América Latina, al borde del delirio esquizofrénico. La desesperación es tal que han optado por violar toda norma del derecho internacional con tal de recuperar el petróleo, el oro, los diamantes y el coltán venezolano que ellos suponen los pueden salvar de la hecatombe que se les viene encima. La sentencia del profesor Roubini en 2008 no hizo sino cumplirse ese mismo año. Se desplomaron los bancos a causa de la estafa planificada de los créditos hipotecarios llamados “créditos basura o tóxicos”, otorgados a personas de poca solvencia, que provocó el derrumbe de las dos mayores compañías hipotecarias norteamericanas, Fannie Mae y Freddie Mac, seguidas en cascada de prestigiosos bancos norteamericanos y europeos, como el Bear Stearns, JP Morgan, Indy Mac Bank, Bank of América, etc. Aquel terremoto financiero hizo caer al monstruo yanqui y banco más antiguo de inversiones: Lehman Brothers. En Europa, el gobierno británico nacionalizó al Northern Rock Bank. Tembló la tierra y temblará de nuevo. Este panorama del pasado provoca escalofríos en todo el Grupo Bilderberg, es decir a los banqueros, políticos de derecha, representantes de las monarquías europeas y los dueños de los principales medios de comunicación del mundo, quienes le han dado órdenes a Trump de echarle mano a los recursos de
cualquier país, entre ellos la Venezuela bolivariana, para intentar paliar el inexorable cataclismo que se avecina. En Venezuela se recurre a la cínica engañifa de “la dictadura” con todo el poder de los medios, cuando ha sido EEUU quienes han llenado de dictaduras y dejado un reguero de sangre por toda la América Latina durante el siglo 20 y parte del 21. Solo habrá que recordar el criminal asalto en Chile, confesado por el presidente Nixon y Henry Kissinger, para colocar a aquel asesino de Pinochet y mantenerlo durante 17 años acuchillando a su pueblo y a luchadores latinoamericanos a través de la “Operación Condor”. La sistemática propaganda montada para hacernos creer la existencia de una dictadura del Comandante Chávez y luego del Presidente Nicolás Maduro descansa en todo un andamiaje mediático para falsear los hechos a través de la guerra híbrida, la guerra de cuarta generación o la guerra postmoderna, neurotizando la vida cotidiana y en general a la sociedad en su totalidad mediante campañas que difunden el pánico a todo y por todos los lados. Theodoro Adorno nos ilustra en este sentido cuando, basándose en lo sostenido por Freud según la cual “tenemos una vida mental de la cual no tenemos conocimiento”, explica que al temor ancestral de las huellas pnémicas (Erinnerungsspur), como el miedo a la castración y al
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ostracismo; en la civilización contemporánea se le debe añadir el desmesurado miedo a la muerte (de ahí la violencia a través de los medios) o, al hambre, a la desocupación, a la desarticulación de la familia, a la violencia callejera, etc. Estos bolsones que están represados en el inconsciente provocan en la víctima la desarticulación con la realidad que Umberto Eco llamará la inversión de lo real. Cuenta Eco que cuando se le perdió la perrita Candy a Annie, la huerfanita, inocente criatura que militó en la persecución macartista en los EEUU, fue tal el desconcierto y la angustia provocada a través de la tira cómica, que estimuló el descenso de la producción en la maquinaria productiva de automóviles de Henry Ford quien se vio obligado a enviarle un telegrama público, a través de la prensa norteamericana, al dibujante de la cinta, Harold Gray, quien de paso tenía reposados vínculos con la familia Rockerfeller, que rezaba así: “Mr. Gray, ayúdenos a encontrar a la perrita Candy”. Ni la bendita perra, ni Annie existen en la vida real, pero modificaron la conducta psicológica de inmensas comunidades norteamericanas por algo inexistente. El uso de los “Fake news” se ha hecho habitual con un descaro inusitado. El caso de la supuesta joven kuwaití que corre entre ruinas para salvar a su bebé de las bombas de Sadam Hussein, resultó ser una monumental mentira al constatarse que la fotografía trucada se hizo en un estudio de Chicago y que aquella madre desesperada no era otra que una modelo, hija de un diplomático saudí. La más atroz mentira fue la que produjo un millón de muertos en Irak con el cuento de “las armas de destrucción masiva” que hizo clamar a Hans Blix, asesor del gobierno yanki, esta perla: “La habilidad de los servicios de inteligencia angloamericanos para mostrar evidencias falsas es sorprendente...”. Son solo algunas evidencias del verdadero sobresalto de las potencias imperiales que los ha conducido a echar mano a cualquier ardid canallesco para intentar salvar su pellejo a expensa de la sangre de los demás pueblos. En Venezuela se trata de forzar la idea de que hay una dictadura al desconocer las elecciones presidenciales del 20 Mayo de 2018. Es necesario saber que las elecciones fueron adelantadas por solicitud de la misma oposición de derecha. Se afirma con una extravagante ligereza que no se le dio garantías a la oposición cuando fueron las mismas con las cuales hicieron posible que esa misma derecha ganara las elecciones legislativas en 2015. Se invoca un “vacío de poder y un gobierno de transición”, inexistente en la Constitución, y se reconoce irresponsablemente a alguien que se autoproclama “presidente interino”, que baila entre lo ridículo y lo trágico, ante un micrófono en medio de la calle frente a un grupo de sus acólitos por orden directa de Donald Trump. En las elecciones del 2018 participaron 16 partidos políticos y sólo tres se opusieron y no participaron. No por esto el proceso se ha de descalificar. Junto a Nicolás Maduro se presentaron otros cinco candidatos. Pero el retiro de estos tres partidos estaba planificado de esa forma para después desconocer al presidente Nicolás Maduro que ganó con más del 67% de los votos. Hay que añadir que la Asamblea Nacional está en desacato por negarse a cumplir un mandato del Tribunal Suprema de
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Justicia a desincorporar a tres diputados sobre quienes pesaba una investigación sobre la validez de su elección. En las elecciones presidenciales de 2018 se invitaron a expertos para que asistieran a las elecciones, se invitó a la ONU a que enviara una comisión, igual a la Unión Europea, pero se negaron. Eran cómplices del plan. Pero vinieron 14 delegaciones de expertos en elecciones de varios países, además de los periodistas de diversas partes del mundo. Negarse a participar era el guion dictado desde Washington para descalificar las elecciones y catalogar a Nicolás Maduro como un “dictador”. Ninguno de los candidatos participantes, impugnaron los resultados. Son pocos los que objetan el sistema electoral que según el expresidente Gimmy Carter es “el más perfecto del mundo”, que es auditado permanentemente y además es público y televisado, donde es imposible que alguien que no esté registrado en el Consejo Nacional Electoral pueda votar, o votar varias veces, porque es un sistema electrónico que detecta de inmediato cualquier intento de alteración de los resultados. Los partidos de derecha que rehusaron participar sabían que serían derrotados. Sabían que después de haber salido de varios meses de violencia callejera donde incendiaron guarderías infantiles, universidades, unidades de transporte público, centro de salud popular, y haber quemado vivos a 19 personas por el sólo hecho de ser negros o mulatos y parecer chavistas, su popularidad estaba en el suelo. En realidad, y este es el problema neurálgico, con la llegada del Comandante Chávez y la Revolución Bolivariana, se conquista la plena soberanía petrolera. El primer paso lo marca la promulgación de la Ley de Hidrocarburos decretada por el gobierno del Comandante Hugo Chávez, que establece una participación mayoritaria del estado en el negocio del petróleo y que generó el golpe de 2002 auspiciado por los EEUU. La llamada “meritocracia petrolera” que dirigía a PDVSA estaba al servicio de las transnacionales petroleras norteamericanas. Tenían como objetivo evitar el control del estado para facilitar el negocio a las transnacionales e impedir que pagaran las regalías y el impuesto sobre la renta. El objetivo final era la venta de PDVSA a los EEUU. La Revolución Bolivariana con Chávez y Maduro a la cabeza, han impedido este proceso contra revolucionario y anti patria. Con el Plan Soberanía Plena se nacionalizó la Faja Petrolífera del Orinoco y se asentó la soberanía plena sobre el petróleo. La llamada regalía petrolera, una especie de impuesto por la extracción del crudo, era entregada a las transnacionales por los gobiernos anteriores de la derecha venezolana al 1%. Un verdadero descaro. El gobierno del Comandante Chávez la llevó al 33%. Se incrementó además el Impuesto sobre la Renta del 30% al 50%. Hasta el año 2010 se había recuperado para la nación mucho más de 300 mil millones de dólares con los que se financia la actual inversión social, es decir, la construcción de 2 millones y medio de viviendas populares, el pago de las pensiones a más de 4 millones de adultos mayores, la salud y la educación gratuita, etc. Se calcula que las transnacionales norteamericanas se llevaban anualmente más de 400 mil millones de dólares dejando a sus espaldas miseria, desempleo, escasez de viviendas para los
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pobres, falta de asistencia a la salud y ausencia de educación gratuita. El gobierno de Donald Trump se ha lanzado a la reconquista del producto de aquel pillaje, arrastra en sus apetitos a países satélites de la América Latina y a la Unión Europea que aspira participar en el prorrateo de aquel preciado botín. En ese mismo sentido lanza una trampa caza bobos como es la llamada “ayuda humanitaria”, como si el neofascista Elliot Abraham no hubiera utilizado semejante truco durante la guerra de Ronald Reagan contra Nicaragua, apertrechando las cajas de aquella singular ayuda con armas para el ejército de mercenarios creado, armado, entrenado por los EEUU en la guerra contra la Revolución Sandinista, que había liberado a aquel país de una de las más cruentas dictaduras, la de los Somozas, que duró más de 40 años en el poder al servicio de los interese norteamericanos. La democracia que propone el imperio norteamericano para Venezuela sólo encarna el regreso al saqueo despiadado destinado a recuperar los 400 mil millones de dólares mal habidos que se llevaban las transnacionales al Norte y apropiarse de otros recursos pertenecientes al pueblo venezolano. AL