UN PSICÓPATA EN LA GUERRA CONTRA VENEZUELA Dos victorias consecutivas, en la antediluviana OEA y en el Consejo de Seguridad de la ONU, confirman el rotundo fracaso de los EEUU en su intento por derrocar al gobierno de Nicolás Maduro a través de un golpe de estado. Los 17 países, en comparsa con las ambiciones imperialistas de reincidir en su historial de agresiones con golpes sangrientos o blandos en la América Latina, junto a toda esa maraña de maniobras leguleyas, en la Venezuela Bolivariana se toparon con un muro inexpugnable. EEUU y sus países satélites una vez más se quedaron perplejos con las manos vacías. Toda la tramoya pseudolegal se les vino abajo. El mundo se ha decidido por la soberanía y la autodeterminación de Venezuela en contra de esta nueva tropelía de EEUU. Acudir al Consejo de Seguridad por recomendación de Mike Pompeo, quien ya recibirá su merecido de parte de su propio gobierno por tamaño error, no ha sido sino una muestra más del oscurantismo político de estos líderes yanquis en medio de los embrollos políticos y sexuales que sacude la Casa Blanca. El jefe de campaña de Trump, Paul Manafort, está preso y es probable que pase el resto de su vida tras las rejas, sino lo indultan, por supuesto. El abogado de Trump, Michael Cohen, pagó 120 mil dólares a dos prostitutas para que no abrieran la boca acerca de los devaneos sexuales del presidente. Está preso y seguro esperando el indulto. Hace unos días, el Fiscal Especial norteamericano, Robert Mueller, acaba de detener a uno de los excolaboradores más cercanos a Trump: Roger Stone, a quien se le imputan varios delitos graves entre ellos perjurio, obstrucción a la justicia, manipulación de testigos, etc, etc. Es de la mano de esta banda de delincuentes, como asesores y abogados, que Donald Trump arremete contra Venezuela. ¿Entonces, con qué moral puede Trump, Marcos Rubio o John Bolton acusar a Venezuela? Todo señala que ciertos sectores de la oligarquía yanki más sensatos, se preparan para el impeachment de este empresario de concursos de bellezas y de casinos en Las Vegas, que pretende dar órdenes al mundo como si se tratase de los administradores de sus propias empresas. Ante la pifia de reconocer en Venezuela a este muchacho violento y ciego como “presidente interino”, Trump, fiel a su propósito de intervenir militarmente en nuestro país, da un segundo paso al nombrar nada menos que a uno de los más conspicuos neofascistas yanquis: Elliot Abraham, quien armó la estrategia para la invasión a Irak que dejó un millón de muertos; quien llevó la guerra de exterminio a El Salvador y Nicaragua en los años ochenta; quien fue el artífice de la operación Iran-contra para entregar armas a los contra revolucionarios nicaragüenses, que el Congreso norteamericano había prohibido. Abraham fue enjuiciado, declarado culpable, condenado y encarcelado...Pero por supuesto luego fue indultado por Bush como parte de un arreglo. Este siniestro sujeto es uno de los responsables del recrudecimiento criminal de la guerra en Centro América, de los miles de desaparecidos, de los asesinatos en cadena, de las torturas y de los sanguinarios escuadrones de la muerte en El Salvador; es responsable además de extorsionar a países vecinos para obligarlos a dar alojamiento, colaboración logística y militar a aquel ejército ilegal creado por Ronald Reagan contra Nicaragua. Abraham ha llegado a Venezuela como una palomita de la paz, afirmando que es necesario evitar la guerra civil, cuando fue nombrado justamente para promoverla y organizarla, tal como lo hizo en América Central. Abraham se encargará de intensificar esfuerzos para ensangrentar el país, reforzar todas las acciones de
guerra sin freno, prescindir de las ineficientes guarimbas y de estos dirigentes de la derecha inútiles e inexpertos. Sigue los pasos de su jefe Trump, quien ha tomado en sus propias manos la guerra contra el país bolivariano, ante los repetidos fracasos de la derecha criolla. Abraham es un hombre de guerra con experiencia en Irak y viene con la euforia propia de un psicópata neofascista. Pero Abraham debe recordar que fue justamente en Venezuela donde sufrió la primera derrota en el año 2002, porque fue él uno de los estrategas del fracasado golpe contra el Comandante Hugo Chávez. Trump y Abraham intentan obviar de manera irresponsable la unidad monolítica que la República Bolivariana de Venezuela tiene en su Fuerza Armada Nacional
Bolivariana, bien armada y
perfectamente entrenada, con una capacidad de defensa antiaérea extraordinaria, con más de 120 mil efectivos militares bien disciplinados y preparados militarmente, con potencias aliadas firmes y confiables en el mundo y con un pueblo decidido a enfrentar cualquier aventura yanki junto a un millón y medio de milicianos dispuestos a dar la vida por la patria. Serán los esfuerzos por la paz los que doblegarán las sangrientas ambiciones de Trump y Abraham, los que lograrán convencerlos de que invadir a Venezuela significará el último pataleo del imperialismo norteamericano en la Patria Grande de Bolívar, San Martín, O’Higgins, Chávez... ¡y Nicolás Maduro Moro! AL