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TATUAJES
MARINA MOLIST
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TRAS LA tinta
Joven, innovadora y universal. Repasamos la curva de la vida de la tatuadora más solicitada del momento
POR SANDRA SOTOCA
s un viernes de mayo de
E2015. Hace ya más de 30 minutos que la clase de catalán ha empezado pero Marina presta toda su atención a la mano de su amiga y compañera de mesa. Le dibuja encima de la piel -con precisión y paciencia sincronizadas con delicadeza- una flor de mandala utilizando un bolígrafo blanco que se compró en la papelería del pequeño pueblo donde vive. Empieza desde dentro y se extiende poco a poco hacia fuera. Primero un puntito; segundo un círculo que envuelve dicho punto; tercero líneas rectas que salen en paralelo; cuarto un nuevo círculo que recoge todo lo que ya ha dibujado y después los pétalos de la flor. Así y vuelta a empezar. Para cuando ha acabado -tanto la clase como el “tatuaje”-, Manela, la profesora, se acerca para recriminar qué es lo que han estado haciendo durante toda la hora. Lo que no sabían -ni Manela, ni Marina, ni su amiga- era que, en cinco años exactos, Marina Molist se convertiría en tatuadora con más de 55,2 mil seguidores en Instagram.
No se trata de una cuestión de suerte o de azar, sino de actitud. Básicamente, en la constancia. Esa es su arma de doble filo cuando le pregunto por su principal característica pero también su principal defecto. La respuesta es la misma: la constancia. Si ha llegado hasta donde ha llegado ha sido gracias a su lucha por conseguirlo, por llevarlo todo al día y organizarse, aunque a veces esa misma necesidad de tenerlo todo bajo control sea lo que más la colapsa. No es algo reconocible a simple vista, pero se lo noto en todos los movimientos que hace y todo lo que la rodea. Desde su postura recta pero relajada, su cama perfectamente hecha y con los cojines en orden hasta la agenda en la que me enseña toda la programación de su día de hoy. Cuando lo hace, le veo en la parte interna de la muñeca el tatuaje de un pequeño corazón de unos 3 o 4 centímetros: — ¿Ese es el primero que te hiciste, verdad? —ella asiente. Se coloca el pelo negro detrás de las orejas y me mira con sus cristalinos ojos verdes para volverlo a explicar, tal y como hace con sus seguidores de Instagram, donde es @m3.ink, cuando le preguntan por sus tatuajes durante los Lives. Se lo hizo junto con su prima y fue el regalo para su décimo octavo cumpleaños. Tiene un significado especial, pero la realidad es que, con 21 años, ya tiene aproximadamente unos 70 tatuajes en toda su piel -la mayoría de ellos autotatuados-. Es lo único que no tiene bajo control dentro de su vida: el número exacto de tatuajes que lleva.
Y es que, después de llevar 3 años dentro del mundillo como tatuadora, Marina Molist no cree en la clásica idea de que «todo tatuaje tiene que tener un significado profundo». No le gusta clasificar los tatuajes que hace en los que tienen significado y los que no. Simplemente deben corresponderse con tu personalidad y tus valores; con tu estilo y con tu esencia. Por eso también siempre intenta aconsejar para que el tatuaje quede lo más stético posible y el diseño sea lo que ellos quieren y no lo que ella busca.
Aunque en los últimos años del siglo XXI haya evolucionado, la concepción natural que se tiene sobre los tatuajes es la tradicional, la que siempre nos han metido en la cabeza. El oficio de tatuador se le asigna a un determinado grupo de personas, y la cultura de masas ha construido y perfeccionado esa imagen hasta tal punto que cuando nos lo mencionan, automáticamente pensamos en un hombre grande y robusto, muy tatuado por el simple hecho de ser tatuador, y que tiene un carácter rudo. De hecho, ya se encasilla a los hombres tatuadores en un estilo de tatuaje más grueso y realista, mientras que las mujeres están encasilladas en el estilo pequeño.
Las mujeres occidentales empezaron a tatuarse a finales de los años 80 y sobre todo lo hacían en la parte inferior de la espalda, un lugar donde el tatuaje no se veía. Jill Jordan, una de las tatuadoras más conocidas de la década, se refería a ese punto del cuerpo como el “lugar de las chicas”, mientras que los hombres se referían a ese punto como “objetivo” o “diana”, insinuando que eran mujeres fáciles. Hoy en día, sigue existiendo el estigma social de que la mujer, tanto tatuadora como tatuada, está sexualizada. La evolución del concepto se ha hecho a pequeña escala, de puertas para afuera y muy enfocada hacia los hombres. Al ojear revistas de tatuajes como Global Tattoo Magazine o TatuArte todas tienen algo en común. Las posturas sensuales y las modelos desnudas o semidesnudas que llevan minúsculos bikinis y que lucen tatuajes. A eso se reduce la mujer en el mundo del tatuaje: a un estereotipo más donde se saca provecho a su cuerpo. — ¿Hay alguna parte del cuerpo que no tengas tatuada? —En los dedos tiene pequeñísimos tatuajes que hacen que sus movimientos se vean elegantes; en los dos brazos tiene desde una mujer inspirada en ella y diseñada y tatuada por Buraka en París hasta la obra El primer beso de Bouguereau, tatuado por su pareja. Por no contar la planta del pie, la nuca o la espalda, donde
tiene un tigre que le tatuaron con cañas de bambú cuando visitó Tailandia. Eso sí, siempre, todos sus tatuajes, son de línea fina. — ¡La cara! ¡Si lo hago, mis padres me desheredan y me echan! —comenta entre risas. Después me enseña el tatuaje que se hizo en la uña del dedo pulgar y añade —Este de aquí es de los más recientes. Raro es que durante la cuarentena no me haya hecho más de los que ya llevo. Ha sido todo un reto. Raro es que durante la cuarentena no me haya hecho más de los que ya llevo. Ha sido todo un reto.
Y ahí aparece otra vez el estigma. Esa idea de que si lleva tatuada la cara, su entorno la rechazará. La verdad es que si se tatuara la cara pondría a prueba la lealtad de sus padres hacia ella, porque la apoyan en todo. Absolutamente todo. De hecho, su padre fue la primera persona a la que tatuó cuando le picó el gusanillo por saber lo que sería tatuar. Se intrigó por el tema cuando estudiaba Bachillerato Artístico, así que primero empezó a probar con tatuajes de henna a familia y amigos. Luego vino el cursillo veraniego de unas 3 semanas de cómo tatuar con tinta sobre piel, y por último llegó su máquina con una aguja 3RL de 0.25mm para empezar a practicar su nuevo hobby.
La primera vez que tatuó a su padre fue en su habitación -con su madre y sus cuatro hermanos pequeños alrededor grabándolo en vídeo- una figura geométrica de 6 puntas que representa cada miembro de la familia y el vínculo que forman todos juntos -son lo más importante en su vida-. Para ser ella, calmada y pacífica, estaba realmente nerviosa y en tensión. Esta tarde, sin embargo, vuelve al estudio de Barcelona donde trabaja desde hace dos años y donde ya no se pone nerviosa porque se ha convertido en algo mecánico y muy rutinario.
Todos los tatuajes que crea son de estilo minimalista, de línea muy fina, delicada, e inspirados en el arte griego y romano. Algo que se corresponde tanto con su físico como con su forma de ser. Le gusta lo sencillo y corriente, lo íntimo y familiar. Pero su esencia está sobre todo en los detalles: ofrecer pegatinas con sus diseños a los clientes, puntos de libro que ella misma crea o bolsas de tela de su propia marca. Una marca que ha podido crear y lanzar gracias a su éxito en Instagram. De hecho, a la gente le sorprende que estudie Publicidad y Relaciones Públicas, aunque sea gracias a eso que ha podido convertir Instagram en su propio escaparate para crear su marca personal. El mismo estilo simple pero meticuloso y el único cursillo de tatuajes que la han llevado al éxito, también la han llevado a aguantar críticas y “consejos” sobre su trabajo de puertas para adentro en la indústria. Los que más gracia le hacen son: «en unos años quizás puedes hacer otra cosa», «ya acabarás haciendo un brazo entero» o «cambiarás de estilo». No todo el mundo debe tener la misma ambición y lo que más se le repite es el «eso no es tatuar de verdad. No es real». — ¿Acaso hay algo más real que mantener conversaciones, compartir ideas y ver cómo expresan lo que sienten y lo que quieren mis clientes que yo les tatúe en la piel para siempre?— Así se defiende ella, siempre segura en lo que hace porque lo que más le enriquece es eso: el hecho de poder estrechar el vínculo que tiene con los clientes y crear juntos los tatuajes. El proceso de entender a la persona a la hora de tatuar, es lo más importante. Es a lo que dedica más tiempo porque es lo que va a llevar esa persona para toda su vida. A partir de una idea que le da el cliente, hace un primer boceto que luego el día de la cita pueden aceptar como definitivo o modificar. Algo de lo que está completamente en contra es de tatuar el diseño de una persona a otra. Todos los que hace son diferentes, algo que también le ha traído muchas críticas.
Si a su estilo le sumamos que es mujer y que tiene 21 años, es más infravalorado todavía. No es lo normal dentro del mundillo trabajar con agujas tan finas, sin sombras y sin colores pero es
Además de los tatuajes, Marina Molist tiene una gran pasión por el mundo de la moda. Todo ello queda reflejado en su Instagram, que ha convertido en parte de su vida
Fijarse en los detalles y cuidarlos es otro de los aspectos que caracteriza a la joven tatuadora
que además todos y cada unos de tus movimientos necesitan una explicación o justificación para ganar el respeto de los más amateurs. La verdad es que hacer línea fina y recta -y que quede bien- es difícil porque el margen de error es mínimo. El más pequeño error puede hacer que quede mal y no se puede solucionar al instante. Además, la sociedad estaba acostumbrada a tatuarse muchísimo con el estilo tradicional o realista -el encasillado por los hombres- porque aparentemente son más elaborados y laboriosos y porque existía el gigantesco mito de que la línea fina se borraba.
Los tatuadores más tradicionales y que llevan más tiempo, no entienden que pueda ser un estilo válido dentro del mundo del tatuaje. Tampoco entienden que Marina no quiera cambiar, pero sí que entienden que sea un estilo que ellos mismos encasillan por y para las mujeres. Al tratarse de algo pequeño, va acorde con la idea de mujer tatuadora.
Esa mujer tatuadora que hace líneas finas en la piel de otras mujeres -de hecho el 80% del público de Marina son mujeres- y que tiene mucho más cuidado que los hombres a la hora de ejercer su trabajo a diario. — Para mí los estilos no entienden de género, ya sea en el tatuaje, la literatura o la pintura, pero tengo que convivir con ello cada día. Yo sólo intento poner todo el sentimiento que puedo en lo que hago. Son obras de arte que creo con cariño para las personas que me escogen y que quieren tatuarse conmigo. Aunque los tatuajes que haga tengan más significado o no para ellos, para mí son todos importantes.
Me sonríe otra vez cuando acaba de hablar y se despide porque tiene que ir a comer con su familia, que sino no le dará tiempo a estudiar y luego ir hasta Barcelona para trabajar. Siempre ha sido muy risueña, incluso cuando la profesora Manela nos recriminó el tatuaje con bolígrafo que me hizo durante su clase, pero la indústria del tatuaje la ha convertido en una joven seria que si no se muestra segura, no conseguirá lo que quiere. Aunque ella solo quiere tranquilidad y estabilidad, todo de la mano de su familia.