JUGUEMOS JUGUEMOS AL FU T BOL CHICAS Una historia para las ni単as que jugamos futbol
¡Hola! Me llamo Valentina. Saben, la semana pasada fue maravillosa: ¡Por fin las chicas tenemos un equipo de futbol de niñas en la escuela! Era algo que deseaba mucho, pues a mí me gusta muchísimo jugar al futbol. ¡Es muy divertido! Además a mi papá le encanta. Me lleva al Estadio y los sábados juega conmigo y con unos primitos en una cancha aquí cerquita de mi casa. Y en mi último cumpleaños, mi papá siempre me regala unos guayos y un balón. A mi amiga Camila también le encanta jugar al futbol. En los descanso de la escuela, ella y yo a veces jugamos al futbol con otros niños y con algunas niñas… con muy poquitas niñas. A muchas no les gusta jugar al futbol. Dicen que eso es un juego solo para niños, no de niñas. No entiendo por qué dicen eso. ¿Por qué es sólo para niños? Niños y niñas tienen piernas para patear el balón, tienen cabeza para cabecear el balón y tienen manos para atraparlo. No me parece que sea sólo para niños, además es muy divertidísimo jugarlo.
Parece que algunos niños piensan también que las niñas no deben jugar al futbol. Unos amigos del barrio juegan ahí en la cancha cerquita de mi casa. A veces iba para ver si me dejaban jugar con ellos, pero un niño llamado Marcos no me dejaba; me decía lo mismo que las niñas de mi escuela: “el futbol es sólo para niños”. Pero luego de que comencé a entrenar con el equipo del colegio, me armé de valor, fui a la cancha y les dije que ya estaba en un equipo de futbol y que estaba entrenando, así que me dejaran jugar. Marcos inicialmente no quería, pero Andrés me dio la oportunidad, porque le faltaba un jugador para completar el equipo. Y me pusieron de arquera.
En el equipo de la escuela, mi amiga Camila es la portera: ella es muy alta y ágil, apenas para tapar. Yo, en cambio, juego como delantera. Siempre me ha gustado meter goles. Por eso, en el partido con los niños del barrio, me metieron tres goles. Marcos se burlaba de mí, me decía que era una coladera, pero no me deje desanimar por él. Le pedí a Andrés que me cambiara de lugar, que mejor me colocará de delantera, él acepto y adivinen… ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! Seis goles metí. El partido quedo 6 -3 y todos los de mi equipo estaban muy contentos, mientras que algunos niños del equipo de Marcos estaban aburridos y otros sorprendidos.
Entre todas la niñas de la escuela, al principio sólo siete se inscribieron; pero ahora somos 10. Sólo nos falta una para tener el equipo completo. Nuestra entrenadora es la profesora Marta y nuestro horario de entrenamientos es por las mañana. Todos los días me levanto muy temprano para ir a entrenar. Siento que me ha servido mucho el entrenamiento, pateo mejor el balón, mis pases son más precisos y me canso menos; pero no he vuelto a jugar con los niños del barrio porque mi papá me inscribió en una escuela de futbol por la tarde, así que no me da tiempo para todo. ¡Ah! Sin embargo, en la cancha cerquita de mi casa, juegan al futbol tanto niños como niñas; ya muchos de los niños no han vuelto a decir que es un juego sólo para niños desde la vez que anote 6 goles. Ahora dicen que no importa si juegan niños o niñas, lo importante es divertirse.