Primer paso Como todas las noches, luego del trabajo salí a caminar. Mi acompañante: un cigarro, que consumía lentamente y acariciaba mis dedos y llenaba mis pulmones de humo mortal.
Era una noche como cualquiera: los anuncios luminosos no dejaban de brillar; en las calles, chicos ansiosos por beber hasta embriagarse. Había una espectacular luna; si hubiese podido apagar todas las luces, aquel astro iluminaría todo sin problema. Seguí caminando. De pronto un hombre tropezó conmigo, me sacó de mis cavilaciones. Era un tipo sucio y ebrio. A punto estuvo de tirarme; se disculpó y yo no dí más importancia al hecho. Busqué en mi bolsillo un nuevo cigarro, me percaté de la falta de mi cartera. Rápidamente busqué al tipo, unos metros adelante lo vi. Corrí hacia él, pero se percató y emprendió la huida. Seguimos así por varias calles. La gente y las luces desaparecían poco a poco. El hombre dobló en una esquina para perderse en la oscuridad. Me detuve al darme cuenta que era... la calle de los zombies.