Noam Chomsky Chomsky fue el creador de un nuevo modelo lingüístico, la gramática generativa, que expuso por primera vez en su libro Estructuras sintácticas. Estableció una diferencia entre el conocimiento innato y con frecuencia inconsciente que los individuos tienen de la estructura de su lengua y el modo en que utilizan ésta diariamente. El primero, al que llamó “competencia”, permite al hablante distinguir las oraciones gramaticales de las que no lo son, así como generar y comprender un número ilimitado de oraciones nuevas. El segundo, que llamó “actuación”, es la manifestación de la competencia, las oraciones realmente emitidas por el hablante en los actos de habla concretos. Para Chomsky, la lingüística también debe ocuparse de las estructuras profundas, del proceso mental que subyace bajo el uso del lenguaje. Chomsky situó la lingüística en el centro de los estudios sobre la mente. Para él , cualquier individuo dotado de la facultad de hablar es capaz de expresarse en su propia lengua con corrección e interpretar y entender lo que otro individuo de su comunidad lingüística le pueda comunicar. Es decir, como el ser humano posee la facultad de hablar y conocer la lengua, entendiendo por conocer la lengua, no los conocimientos científicos sobre la misma, sino los mecanismos necesarios para expresarse en su lengua. Es a lo que llama Chomsky la “competencia lingüística”. Según él, la teoría lingüística debe dar cuenta de la gramática universal, del conocimiento innato común a todos los miembros de la especie humana; debe igualmente explicar el hecho de que los niños aprenden a hablar con fluidez a una temprana edad, a pesar de los escasos datos y la poca experiencia con los que cuentan. De estas exigencias deriva su contribución a las ciencias cognitivas, que pretenden comprender el modo en que piensa, aprende y percibe el ser humano.
Michel Petit La literatura debe considerarse no sólo como un instrumento de comunicación sino también como un instrumento de poder; una herramienta para nombrar, conocer, explorar, descubrir diversidad cultural y ampliar un mundo imaginario. La frase “caminante no hay camino se hace camino al andar” nos da idea de que para imaginar debemos recorrer un camino literario y crear un propio itinerario de lectura. El imaginario se elabora y se enriquece a medida que el lector se aventura y se desafía a conocer nuevos textos, que se irán complejizando para permitir un crecimiento personal y le permitirán el paso de lector ingenuo a lector crítico. Si se piensa en un lector niño no se debe olvidar que será necesario el acompañamiento de un lector adulto que ame la lectura y transmita deseo, pasión, placer por disfrutar un buen libro. -En contextos de crisis, la literatura nos da otro lugar, otro tiempo, otra lengua, una respiración. Se trata de la apertura de un espacio que permite la ensoñación, el pensamiento, y que da ilación a las experiencias Una crisis es como una ruptura, un tiempo que reactiva todas las angustias de separación, de abandono, y produce la pérdida de ese sentimiento de la continuidad que es tan importante para el ser humano. Las narraciones, entre otras cosas, nos reactivan ese sentimiento,
no sólo porque tienen un comienzo, un principio y un fin, sino también por el orden secreto que emana de la buena literatura. Es como si el caos interno se apaciguara, tomara forma. Escribir es lo que tenemos que hacer, en una marcha interminable donde se repite el acontecimiento que no tuvo ni tiene lugar. Es decir: el acontecimiento no tiene lugar en la historia sino en su narración. De nuevo, Certeau: Lo que un texto quiere decir tiene que ser callado: indefinidamente rechazado y, sin embargo, tiene que decirse. La historia siempre da la callada por respuesta, designando por medio de su mutismo, echando luz sobre lo que calla, como esos carteles y emblemas que, en ciertos lugares críticos. Esto lleva a la inversión del vínculo entre historia y ciencia. Son las ciencias las que se dan en la historia y no al revés. La historia sirve, entonces, de crítica respecto a las ciencias particulares y constituidas. De esta crítica debe excluirse ella misma, para que el juego funcione. ¿Cuál es, entonces, la lógica de la historia, si no lo es la ciencia? Certeaux contesta: la literatura, la ficción que la hace pensable. No cualquier género literario, entendámonos, sino el que excita el saber del otro, el lector, y su poder que hace verosímil/inverosímil lo que lee, lo autoriza, lo torna fiable y verificable. El historiador, más que explicar un acontecimiento, lo identifica y lo describe como hallazgo (en términos clásicos: lo inventa), haciendo hablar al fantasma que lo habita, un fantasma que toma cuerpo en el lector. El pasado, animado por ese fantasma, deviene, entonces, la Ley del Otro: la puesta en escena de un deseo. Tenemos historia porque, ante todo, deseamos tenerla. Y tenemos pasado porque, convertidos en fantasmas, los muertos, que ya no desean nada, sin embargo nos dicen algo, porque somos los herederos, las víctimas o, nada menos, el resultado de los deseos que protagonizaron en vida.
Giles Deleuzze Estas cuatro tesis son para Deleuzze “criterios” que debe cumplir un verdadero escritor: “Si consideramos estos criterios, vemos que, entre aquellos que hacen libros con pretensiones literarias, incluso entre los locos, muy pocos pueden llamarse escritores.” Criterio 1 : “escribir es devenir” Escribiendo, dice Deleuzze, se deviene, no cualquier cosa, sino que se deviene, mujer, animal o vegetal, molécula. Es decir, entidades menores u oprimidas. No se deviene hombre porque esa es precisamente la posición de poder, en el devenir hombre se reconoce la hegemonía del significante. La idea de devenir se opone a toda mímesis. Criterio 2: “Escribir no es contar los recuerdos, los viajes, los amores y los lutos, los sueños y las fantasías propios”. Hay una mala literatura que transforma en personal todo lo indefinido, que encuentra un yo detrás de cada pronombre indefinido: “Pegan a un niño” se transforma en “mi padre me pega”. Se trata de la típica triangulación edípica del psicoanálisis. Sin embargo, la gran literatura se basa en la potencia de lo impersonal, lo indefinido. Opera de forma inversa, de lo personal a lo indefinido.
Criterio 3: Escritura, literatura, es salud; y esa salud consiste en inventar un pueblo que falta. “No escribimos con los recuerdos propios, salvo que pretendamos convertirlos en el origen o el destino colectivos de un pueblo venidero todavía sepultado bajo sus traiciones y renuncias.” La traición, sin embargo, es lo que hace libre en literatura. Un pueblo impotente se convierte en potente gracias a la traición. Se trata, por supuesto, de traicionar la propia novela familiar. Se toman los elementos familiares y se los utiliza en la construcción de ese pueblo menor y bastardo destinado a destruir el triángulo edípico. Criterio 4: Esta tesis está recogida directamente de Proust: “toda gran obra literaria está escrita en una lengua extranjera”. Parece poco probable que la creación de ese pueblo que falta pueda hacerse en la lengua del enemigo. Escribir por el pueblo que falta exige acuñar una nueva lengua, distinta de la materna aunque construida sobre ella. Así como se traiciona la novela familiar es necesario hacerlo también con lo maternal de la lengua; abrazar en ella una lengua extranjera. Una sintaxis misteriosa grabará en la superficie de la lengua materna una lengua nueva que no por entendida dejará de ser completamente extranjera.
Literatura según Borges La literatura no puede reflejar todo lo negro de la vida. La razón principal es que la literatura escoge y la vida no. El deber de cada uno es dar con su voz. El de los escritores, más que nadie. Descreo de los métodos del realismo, método artificial si los hay; prefiero revelar de una buena vez lo que comprendí gradualmente. El salteado trabajo del narrador es restituir a imágenes los informes. No hay versificador incipiente que no acometa una definición de la noche, de la tempestad, del apetito carnal, de la luna; hechos que no requieren definición porque ya poseen nombre, vale decir, una representación compartida. Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo; hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos.
Kant - La literatura, es una función lúdica del espíritu, en la que el escritor juega con el lenguaje, creando imágenes para recreación de los lectores. Para este filósofo alemán la finalidad estética que caracteriza a la belleza es la de poner en movimiento, en un juego libre y armonioso, las dos facultades que constituyen la estructura del sujeto consciente: el intelecto y la fantasía. Ello se produce por la contemplación de la forma. Se entiende pues que esto se produce en el plano de lo sensorial: la obra opera sobre los sentidos. Y ello con independencia de los conceptos que puedan estar vinculados a esa forma: “el placer que proporciona la belleza, es tal que no presupone ningún concepto, antes bien está directamente unido a la representación mediante la cual el objeto es dado. Dicho de otro modo: la propia representación del objeto es la que proporciona la belleza, la forma (figura, textura, sonoridad, etc.), en la cual él se nos presenta, independientemente de su sentido, de la interpretación que
pueda hacerse de él. Porque toda interpretación y todo sentido supone un proceso de codificación (significar o interpretar a partir de un código, por ejemplo el del idioma), y eso, según Kant, no es lo que proporciona belleza.
Mario Vargas Llosa La literatura tiene como primera función "enriquecer la vida de las personas, hacerlas más inquietas y libres". Esta misma es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional. " la literatura ha tenido como primera función hacer vivir a los lectores una vida paralela a la real, enriquecer sus vidas con una dimensión imaginaria a través de la cual los lectores pueden vivir experiencias, emociones, aventuras que la vida real jamás podría darles o con la intensidad y variedad con la que una obra literaria bien lograda les ofrece".