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A carne viv a.

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A carne viv a.

A carne viv a.

Poesía : Violeta Serruya

Ilustración: Victoria Marelli

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Que muera tu voz, que muera tu llanto que mueran todos tus intentos fallidos. El futuro, que muera el futuro que se cierre el abismo y que luego se vuelva a abrir.

Que muera Roma, que vuelva a arder. Que mueran aquellos perdidos y que mueran también los encontrados.

Que lloren tus cosas, que sufra tu gente que lloren tus intentos completos.

El pasado, que llore el pasado.

Que llore el mismo duelo de cara a cara con la muerte.

Que llore la ausencia, que llore nuestra presencia.

Que sangren las espinas, que caigan los pétalos que sangren tus lágrimas, que sangre tu casa.

Que sangre lo escrito, que sangre todo lo no dicho que sangre lo escuchado, que sangre lo ignorado.

Que sangren los gritos, que sangre la garganta ronca.

Que muera, que llore, que sangre.

Que sangre, todo lo que tenga que doler.

Que muera todo lo que merezca morir.

Y que llore todo aquello que se quedó aquí.

Una vez más que los músculos de mi garganta se mueven para tragar casi sin esfuerzo como si eso no significara una vez más de no reconocerme en los gestos de los demás ni tampoco encontrarme en mis propias sábanas.

Anidar en tu sangre ya no es posible y se llenaron de óxido todas las plegarias de la humanidad para que el segundero vuelva a correr hacia la derecha y si el escribir es nunca esperar una reacción más que el grito en el oído más que el enojo en el espejo.

Cuando el frío te agarre desprevenido y en tu ser se fragmenten la idea y la palabra.

Cuando los dedos de tus pies sobresalgan de la cama y en tu estómago revivan los cadáveres de un pasado brillante y eufórico.

Cuando detrás de tus ojos la escritura se enrede con todas tus morales cambiantes. El reloj ya habrá marcado mi partida y los gritos pidiendo por mi nombre serán el murmullo donde comienza el lejano futuro.

5 Vestirte de tu color favorito y mientras repiqueteas tus pies esperas ansiosamente por la noche de gala. Tu condena siempre será más grande que nuestro rencor.

Los dedos enfurecidos entumecidos la falta de costumbre que ya se vuelve un ritual enfrentarte es la tarea de todas las noches. ya no quiero jugar más a ser la inexperta y que el propósito de encontrarte sea creer que no me equivoqué.

Y en los momentos de alivio la vida se presenta como un refugio seguro la tarde soleada de septiembre ideal proceso de confrontación con aquella yo guardada en el rincón más oscuro recóndito de la existencia.

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