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El ignorante Riggs
Por: Manolo Torres
Extrañas y múltiples historias se han escrito sobre las malas experiencias laborales, las cuales muchas veces terminan en situaciones de fracaso. En la literatura podemos encontrar todo tipo de cuentos sobre detectives que deambulan por la ciudad buscando respuestas sobre algún crimen. Agotados por las extensas esperas nocturnas dentro de un auto, conservan la esperanza de resolver el misterio para conseguir dinero y cenar en las noches áridas. O relatos que hablan sobre boxeadores estadounidenses arruinados, que han perdido todo su dinero a causa del paso del tiempo; y en su triste vejez no poseen una pensión considerable con la cual sobrevivir en su día a día.
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Pero entre tantas historias extrañas, tenemos el caso del señor Leonardo Riggs, un incansable comerciante, trabajador desde muy joven y quien después de mucho tiempo de estar insistiendo en el mundo del periodismo y las editoriales, había logrado que lo contrataran para el puesto de administrador comercial en un periódico local de la ciudad de Villavicencio: una capital ubicada en uno de los departamentos de los Llanos Orientales de Colombia.
Lamentablemente para Riggs, quien, a pesar de tener mucha experiencia en el mundo de las ventas, desconocía completamente la dinámica corrupta con la cual se movían los medios de comunicación en las provincias de los países latinoamericanos. De hecho, Riggs era un obtuso e ignorante en muchos aspectos de la vida y solía desconocer datos culturales básicos como el nombre del papa actual o que la capital de Alemania es Berlín. Incluso no sabía absolutamente nada de música, de gastronomía, de cine, y por supuesto mucho menos entendía la política de su propio país. Sus neuronas eran como hámsteres bebés que babean luego de comer un maní. Leonardo Riggs era un tipo inculto que solo pensaba en conseguir dinero. Además, su forma de comer era grotesca. Era un hombre gordo, de ojos saltones y alta estatura, con el cuello rosado y abultado como el muñeco de la marca de llantas Michelin.
Todo lo que comía se lo bajaba con Coca-cola y prefería la comida chatarra como las cajas de arroz mixtos que traen todo tipo de carnes: vaca, cerdo, caballo y rata. O bueno eso dicen los pobladores de la región, debido a su dudosa procedencia. Y en medio de su desconocimiento cultural y de su pésima educación familiar, caía incluso en un estado absorto de ingenuidad, el cual no lo dejaba observar las verdaderas trampas del lugar donde empezaría a trabajar. Riggs inició su trabajo en aquel periódico local en el mes de enero del año 2020.w
Un año bastante crítico para la humanidad, ya que para el mes de marzo estallaría una pandemia mundial, la cual convertía a las personas en extrañas bestias peludas que luego morían en medio de una agonizante hemorragia que los hacía gritar desconsoladamente hasta que simplemente sucumbían ante la muerte. La persona podía contraer el virus y duraba 10 días con dolores en los músculos, huesos, piquiña en la piel y tosidos con sangre.
Luego, cuando los cambios en la piel de las personabas iniciaban, tan solo les quedaban 24 horas de vida en promedio. Mientras los vellos crecían y el rostro se transformaba en el de un animal salvaje, la hemorragia internaba aumentaba de manera progresiva. Algunas personas lograban resistir el día entero, otras tan solo 20 minutos. El virus actuaba dependiendo del metabolismo.
Pero Riggs inició sus labores sin acontecer este terrible destino que caería en contados meses sobre la humanidad. Antes de que llegue el virus Vortex 75, Riggs estaba desenvolviéndose con total fluidez y emoción en todas sus labores durante las primeras semanas. Pero luego empezó a notar que algo sucedía entre las relaciones y los métodos de trabajo de los periodistas. Riggs, impulsado por su ambición, decidió relacionarse más con ellos y aprender alguna estrategia que le pudiera generar una mayor fuente de dinero.
Fue así como se acercó a Alex Borda, el editor del periódico, quien era conocido por haber realizado acuerdos económicos con políticos regionales para publicar noticias fraudulentas y así incrementar la popularidad de los burgomaestres. El hombre había recibido grandes sumas de dinero y en alguna ocasión había tenido problemas laborales a causa de esto. Sin embargo, aunque Riggs quisiera producir más ganancias para él, también deseaba ganarse la confianza y una mayor cercanía con sus jefes, ya que él creía que podría llegar a dirigir la oficina principal, ubicada en Bogotá, la capital de Colombia. La ambición lo cegó, así que ideó un plan para ganarse la confianza de Borda y aprender más de las triquiñuelas que realizaba parapoder vender costosas notas a escondidas de la empresa.
Con invitaciones a beber cerveza y con comentarios aduladores en medio de las reuniones laborales, Riggs se ganó la confianza de Borda. Al estallar la pandemia, el periódico tuvo que cerrar, pero ambos sujetos continuaron hablando por medio de mensajes electrónicos, donde opinaban sobre las decisiones de la empresa. Tal parece que el jefe principal, Jorge Repudio Suárez los quería hacer firmar un documento, donde se libraba de toda responsabilidad sobre su salud en medio de la pandemia. Pero ninguno de los trabajadores lo había querido firmar. Ni siquiera el mismo Riggs, ya que le parecía absurdo que la empresa no los cuidara si el virus Vortex 75 los atacaba.
En medio de los chats virtuales, Borda le confesó a Riggs que él sí había firmado el respectivo documento, ya que esto era una forma de demostrar lealtad con la empresa y le permitiría conservar su puesto. Esto sorprendió a Riggs porque se dio cuenta del tipo de embustero que era Borda. De todas formas, Leonardo decidió continuar indagando más y también descubrió que Borda poseía una página propia, donde publicaba las notas que también escribía para el periódico. Claramente Borda cambiaba la redacción de los textos y no había ningún problema, sobre todo porque el editor, a pesar de ser un cretino corrupto y traicionero, entendía la dinámica del periodismo y sabía reescribir todo en otro estilo periodístico. Solía escribir los titulares más insensibles y ridículos en toda la ciudad. Pero nadie se atrevía a decírselo porque era el editor principal y qué pereza ganarse a Borda de enemigo. Con tantos problemas causados por la pandemia, Riggs sintió quesu capital se estaba extinguiendo y sabía que debía generar más ingresos para poder sobrevivir ante la crisis del virus y también de la empresa. Fue así como decidió que también crearía su propia página y además tomaría la valentía necesaria para conseguir pruebas y delatar a Alex Borda. Mientras tanto en las calles, las cifras de muertos se elevaban a millones y en los hospitales los cadáveres se acumulaban en los pasillos. Los cementerios no tenían cupo y tuvieron que recurrir a cremar los cuerpos. Las personas morían con apariencia de bestias y las ciudades enteras parecían un cuadro surrealista de Salvador Dalí, solo que con tonos más escabrosos y sangrientos.
Pero a Riggs esto le era indiferente, ya que como he mencionado, su ignorancia lo mantenía en una especie de burbuja que no le permitía comprender a profundidad las consecuencias de sus acciones o la tenebrosa realidad que se vive más allá del simple hecho de “producir dinero”.
A mediados del año, cuando la pandemia cesó y los trabajadores lograron volver a sus oficinas, lo hicieron bajo unas muy malas condiciones. El jefe Jorge Repudio Suárez, quien dominaba varias franquicias del periódico en el país, continuaba siendo un déspota que los obligaba a trabajar sin descanso los siete días de la semana y además no les bridaba los elementos de bioseguridad para protegerse del virus. Los periodistas y administradores eran explotados de maneras inconcebibles y tenían que hacerlo solo por obtener algo de dinero. El afán por controlar cada aspecto de los trabajadores y de someterlos a un sistema de amenazas y recompensas, llevó incluso a que el periódico local instalara un programa especial en los computadores para poder espiar todo lo que hacían los trabajadores.
Luego de dos meses de haber regresado de manera presencial, los periodistas empezaron a recibir denuncias sobre una página nueva en internet que estaba copiando de forma exacta todas las notas del periódico y las publicaba como creaciones suyas. Los investigadores de recursos humanos, quienes parecen demonios lascivos sin mente propia y con corbata, empezaron a rastrear los pasos virtuales del portal de noticias y descubrieron que el copión era Riggs, quien pensó que, obteniendo seguidores en su página, ganaría algo de dinero extra. Sin embargo, esto lo puso en la mira de sus empleadores, quienes lo empezaron a presionar para que borrara la página o de lo contrario lo expulsarían. Asustado por esta advertencia, Riggs accedió a la petición de sus contratantes y decidió ir a caminar al Parque Central de la Villa Bárbara para así tranquilizar su mente y tener claridad para hallar una solución. Mientras se rascaba los mocos de la nariz, Riggs tuvo una especie de epifanía religiosa. Un halo de luz lo iluminó desde el techo de la catedral principal de la ciudad y las palomas volaron a su alrededor. Una de ellas, planeó hasta llegar a un lado de Riggs. Era gris y con el pico torcido y morado. Realmente se veía muy sucia aquella paloma y parecía como si un ratón la hubiera atacado para intentar comerla. Por un momento Riggs escuchó que las campanas de la iglesia sonaron y olfateó un poco de incienso que al parecer brotaba de las puertas. Esto le pareció imposible, ya que todavía no habían autorizado celebrar misas por culpa del Vortex 75. - Debes delatarlo ante los jefes, dijo una voz chillona. Riggs volteó la mirada rápidamente hacia todos lados buscando el origen de la voz. - Aquí estoy, acá abajo. Riggs bajó lentamente la dirección de sus ojos hacia el borde del muro donde estaba sentado y observó a la paloma viéndolo directamente al rostro. - Si quienes salvar tu pellejo, deberás poner en la guillotina el de otro. “¿Me estaré volviendo loco?” Pensó Riggs para sus adentros. La paloma le estaba hablando y quizás le estaba dando el consejo que necesita. ¿Pero era una señal de Dios, era una ayuda divina? A Riggs no le importó hallar una respuesta. Si estaba alucinando o no, era el menor de sus problemas. Él tenía claro que debía mejorar las relaciones con sus jefes para ganar más dinero. Así que su ambición lo llevo a convertirse en un soplón. - Ve y hazlo, dijo la Paloma mientras emprendía vuelo. Riggs solo asintió con la cabeza y tragó saliva lentamente como si estuviera comiendo algo muy difícil de masticar. Al otro día llegó a la oficina muy temprano y a escondidas de los demás les tomó fotografías a los correos en el computador de Alex Borda. Luego envió las imágenes
probatorias de los engaños del periodista a los directivos principales. Creyó que, al revelar las malas intenciones de su compañero sobre la venta de notas clandestinas, sus jefes lo adorarían y lo llenarían de besos por salvar el honor y la dignidad del periódico más amarillista que había en Villavicencio.
Sin embargo, la reacción de estos fue contraria a lo que Riggs esperaba y en cambio lo señalaron de desleal y malintencionado. La ofensa fue tal, que la última oportunidad que le habían dado a Riggs para seguir en el puesto le fue quitada y al terminar la jornada de ese día, debía sacar sus cosas y entregar la carta de renuncia, si es que no quería recibir un memorándum de despido, lo cual mancharía aún más su hoja de vida.
Sin ventas y sin trabajo se fue Riggs al Parque Central nuevamente a buscar a su amiga la paloma. Riggs aguardó hasta altas horas de la noche, pero su amigo imaginario nunca apareció. Decidió irse para su casa, pero cuando se levantó para emprender camino le entró un ataque de estornudos que lo dejó casi arrodillado contra el suelo. “Los síntomas del Vortex”, pensó Riggs. Corrió a su casa asustado y se tomó un coctel de medicamentos para calmar sus preocupaciones. Estar despedido y enfermo resultaba ser el peor de los castigos para Riggs. Antes de dormirse, dejó una vela detrás de la puerta, ya que según las creencias populares esto espantaba el peligroso virus. Pero la ignorancia de este hombre, esta vez lo salvaba ya que lo más probable es que solo fuera un resfriado. Al otro día ya estaba pensando en dinero y rascándose los mocos luego de comerse unas empanadas grasosas en la tienda de su barrio. Provoca nauseas ver estas escenas del ignorante Riggs. Aunque es gracioso observar cómo sigue intentando hablar con las palomas. Esperemos que algún día consiga otro trabajo. Antes de que acabe loco, en la quiebra o muerto. O lo que sea que ocurra primero.
Pintura La miseria no acaba jamás Hair Leal
El ignorante Riggs