El camino de las pintoras a lo largo de la historia ha sido lento y difícil, la sociedad no aceptaba a las mujeres pintoras, ese era un mundo reservado para los hombres.
Una dama no se debía ensuciar con carboncillos y oleos, y mucho menos pintar desnudos del natural, como se hacia normalmente en las academias de arte.
Las clases humildes no tenían tiempo para dichos menesteres, el cuidado de la casa y los hijos se lo impedían, por el contrario la clase burguesa que si lo tenían no veían esa ocupación con agrado, llegando ese pensamiento en algunos casos hasta bien entrado el siglo XX.
Una alumna aventajada de Romero de Torres, Aurora Navarro ingresó en un convento, otras muchas tras casarse abandonaban el arte.
Por suerte a mediados del XX la sociedad ya está completamente renovada, se puede decir que es entonces cuando la mujer mayoritariamente se despoja de prejuicios y se integra en el arte
con pleno derecho.