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Proyecto Aniétate

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POR _Rodrigo Samayoa, estudiante de Ingeniería Comercial de la UC y director del proyecto. | resamayoa@uc.cl

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¿aLguna vez te has anietado?

Quiero contar la historia de la señora Margarita. Pobre, viuda y con seis hijos, todos adultos. La visitamos por primera vez en mayo de 2016, una semana después de que su hijo mayor hubiera fallecido por intoxicación alcohólica. Intentamos reconfortarla como pudimos, con nuestra compañía y un regalo: dos selfies enmarcadas que nos sacamos con ella. Un sábado de octubre, entré a su casa y me encontré con un ataúd. Margarita había fallecido dos días antes. En una esquina de la pieza, su familia le había armado un pequeño altar con una imagen de la Virgen de Lourdes y, a sus pies, las dos fotos que le regalamos. Fue desgarrador. Parecía que mis amigos y yo, los de las fotos, habíamos sido parte de su familia durante los últimos meses de su vida.

“¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos!”1. El proyecto Aniétate —hazte nieto de— nació en abril de 2016, Año de la Misericordia. Partimos en la población La Pincoya, en la comuna de Huechuraba, al norte de Santiago. Ahora operamos en Providencia y, próximamente, Las Condes.

Nos preocupa que la soledad sea una realidad imperante entre los adultos mayores. En abril de 2017, un estudio de la Universidad Católica2 estimó que más de 330 mil adultos mayores viven solos en Chile, y la Universidad del Desarrollo3 estimó dicha cifra en 410 mil para septiembre de 2018. Si asumimos que la tendencia continúa, medio millón de adultos mayores vivirían solos justo ahora en nuestro país.

En Aniétate proponemos que, a través de visitas frecuentes, un joven universitario pueda crear una relación de afecto con un adulto mayor, visitarlo en su casa, sea esta particular o un hogar de reposo, y que, como un “nieto”, vele constantemente por su “abuelo”. Da la impresión de que el más beneficiado será el adulto mayor, pero resulta que es el joven universitario quien tiene a su disposición una abundancia de consejos basados en la experiencia de muchas décadas y esto es de un valor incalculable.

Durante los cuatro años del proyecto, los voluntarios han fluctuado entre cinco y veinte en cada momento. Aun cuando es difícil pedirle a un joven que salga de su zona de confort, el papa Francisco se atreve a llamarnos enérgicamente: “Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella”4. A los voluntarios se les invita a que, según su disposición y disponibilidad, se comprometan a visitar a un adulto mayor una vez a la semana durante un período definido, el cual puede ser un semestre o incluso un año.

En los últimos meses, nos hemos centrado en la creación de un sistema web para llevar los registros de las visitas y conocer qué “nietos” han cumplido su compromiso y con qué calidad. Esto nos permitirá crecer, puesto que el buen manejo de la información nos dirá dónde hay que invertir más tiempo y esfuerzo. Sin embargo, la pandemia nos pegó fuerte como proyecto. Sin poder hacer visitas presenciales, hemos intentado contactar por teléfono a adultos mayores de distintos asilos, lamentablemente, sin éxito. Siempre es difícil el inicio, pues hay que romper el hielo y luego construir un lazo de confianza entre los abuelos y los nietos, pero ahora la dificultad es mayor. Tenemos fe en que la situación mejore prontamente. Mientras tanto, seguiremos intentándolo por el medio telefónico.

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