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Oportunidades de encuentro en el mundo digital

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Diego Gómez

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dgomezara@uc.cl Ingeniero Civil de Industrias, magíster en Ciencias de la Ingeniería por la UC, estudiante de doctorado en Computación y Comunicaciones por la Universidad Northwestern, Chicago. Profesor de la Facultad de Comunicaciones de la UC.

«La conectividad digital sigue dejando de lado a los más necesitados, quienes no han podido encontrar un espacio para ser escuchados».

ste 28 de agosto cumpliré dos años viviendo en Chicago, Estados Unidos. Desde aquí viví la visita del papa Francisco a Chile. No puedo negar que sentí pesar por no haber estado en mi país en aquel momento. Aún así, pude seguir su visita gracias a Twitter y las transmisiones online. Me emocionó verlo llegar y ser recibido por las autoridades, escuchar sus discursos en el Parque O’Higgins, en nuestra universidad y en el Centro Penitenciario Femenino. Todo aquello fue inmediato para mí, algo que 30 años atrás habría sido difícil y sólo habría dependido de las transmisiones televisivas.

En sus discursos, Francisco llamó a crear una cultura del encuentro que responda a las necesidades más profundas de nuestra sociedad. Estando a miles de kilómetros de distancia, reflexioné sobre cómo puede darse este espacio de encuentro en un mundo digital. Creo firmemente que hoy ello es posible, pues muchas de nuestras comunicaciones se dan de manera virtual.

Es parte de nuestra cotidianeidad mandarnos mensajes por WhatsApp, Facebook o Twitter. La Internet, los celulares y las redes sociales son parte de nuestro día a día. Y el papa Francisco no se queda atrás: lo siguen más de 40 millones de personas en Twitter, cuenta que utiliza frecuentemente para compartir el mensaje de Dios y escuchar a los usuarios. Lo individual desaparece dentro de estas plataformas que nos permiten conectarnos los unos con los otros.

En 2018, nos encontramos con un Chile más conectado, globalizado y visible ante el mundo. Lo digital nos ha abierto las puertas a otras realidades. Las redes sociales nos han otorgado visibilidad. Somos capaces de ver qué ocurre con otros: sus alegrías, tristezas, logros e injusticias. Somos testigos de diversos grupos y causas ciudadanas que han surgido de forma descentralizada y espontánea. Sin duda alguna, este mundo digital tiene el potencial de ofrecer nuevos espacios de encuentro; no tan sólo hacia el exterior, sino también para nosotros mismos. El poder de lo colectivo ha llegado a ser un nuevo espacio de encuentro y es así como también lo ha entendido la Iglesia.

Sin embargo, tal como dijo Francisco reiteradas veces, somos frágiles y este mundo digital también. La conectividad puede llevarnos a una alienación de nuestra realidad y hacernos eco de sólo aquello que queremos ver. La conectividad digital sigue dejando de lado a los más necesitados, quienes no han podido encontrar un espacio para ser escuchados. Sus problemas seguirán ocultos o serán de poco interés para la gran mayoría si no somos capaces de escuchar a nuestro alrededor.

Ante este entorno hiperconectado, Jesús nos llama a ingresar en otra dinámica, donde seamos capaces de asumir la fragilidad de nuestra condición humana: ir más allá de la división entre los buenos y los malos que usualmente se da en las redes sociales, para ser capaces de apreciar y entender nuestras diferencias, y con ello salir adelante1 .

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