Este es un libro de fotografías. Aunque todavía haya quienes lo consideren así, las fotografías no tratan sobre la muerte sino acerca de la vida de quienes puedan aparecer en ellas, de la vida de quien las hizo, y sobre todo de la vida de quienes las contemplan. No obstante, y teniendo en cuenta que estas fotografías se realizaron hace cuarenta años, y que en los lugares en donde se hicieron, la esperanza de vida de sus habitantes se sitúa en torno a los treinta y ocho años, la mayor parte de quienes en ellas aparecen es muy probable que ya hayan fallecido. En realidad, sin embargo, si usted viaja por el Perú los encontrará a todos vivos. No era exactamente a esto a lo que se refería en 1980 Roland Barthes al comentar en La Cámara Lúcida la fotografía Ernest, París, 1931 de André Kertész: “Es posible que Ernest viva todavía en la actualidad (pero ¿dónde’, ¿cómo? ¡Qué novela!)”. La pregunta es ¿de qué vidas y de qué muertes estamos hablando? Personalmente prefiero inclinarme a hablar acerca de la presencia y no ya de la ausencia ya que incluso al tenerse en cuenta una ausencia esta deja de encontrarse del todo ausente para hacerse presente en la representación. Hace cuarenta años que yo no vivo en el Perú pero esto no quiere decir que el Perú únicamente viva en mi memoria. Ciertamente, luego de verlas, no creo que ahora pudiese hacer estas fotos. Para mí no han perdido la presencia que tuvieron en su día pero es recién ahora que me veo animado a publicarlas. Más adelante quizás pueda explicar por qué.
Entre la más reciente y más lejana de las fotografías de este libro median seis años en los que yo aún no conocía el trabajo de Martin Chambi ni las fotografías que Robert Frank había hecho en el Perú. Entre 1971 y 1977 todavía no existían las maravillosas fotos que fotógrafos amigos, como los peruanos Fernando La Rosa, Billy Hare y Javier Silva, el norteamericano Edward Ranney o los españoles Castro Prieto y Cristina García Rodero habían realizado en el Perú. Para mi era tan extraño el medio fotográfico como los aspectos de la realidad a los que prestaba atención cuando fotografiaba. Cuarenta años después encuentro que estas fotografías, que por mi ignorancia y falta de referentes, no merecía entonces, tampoco ahora puedo considerarlas del todo mías salvo que, como un regalo que por algún extraño motivo recibí, deba ahora por ello compartir. Desde abril de 1975 hasta diciembre de 1976 viví una temporada en Europa y luego de volver por unos meses al Perú pasé un tiempo en Nueva York antes de instalarme definitivamente en Barcelona a finales de 1977. Desde entonces mi pasión por la fotografía ha sido mayor que aquello que pueda servirme de pretexto para fotografiar. Los peruanos sin duda amamos nuestro país pero al menos hasta donde yo comprendo su realidad, no puedo ignorar el encanto y el desencanto que para mí supone reflejar y/o proyectar su imagen. Obviamente me refiero a la conciencia de un mundo. Un mundo al que a pesar de que no he querido pertenecer del todo me brindo y se brinda a mí. Sé que este sentimiento extraño lo comparto con muchos peruanos. Lo que me gustaría decir con toda libertad es que, justamente porque somos libres, no nos encontramos incomunicados. En el fondo nos conocemos a fondo. Es a través de esta pequeña obra que lo he querido reconocer y compartir.
Diez im谩genes originales de esta publicaci贸n forman parte de la colecci贸n de fotograf铆as del MoMA de Nueva York desde setiembre de 1989.