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ABUELA REGUETONERA
Cuando llego de la escuela, ahí está mi abuela Zulma cocinando, doblando ropa o regando las plantas del comedor con los auriculares puestos, moviendo la cabeza para adelante y para atrás cantando:
Si todavía me amas como ante’
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Ya nada me parece interesante
Yo sé que en el amor soy un farsante
Yo sin ti no vuelvo a enamorarme, bebé
Lo más gracioso es que agarra el acento de Ozuna y canta: “Yoséquenelamolllllsoyunfallllsanteeee”.
Lástima que la pobre desafine tanto. Hace tiempo que anda juntando plata para irse con las amigas a un recital de él, que va a dar en no sé qué país.
Las amigas y ella se compraron remeras con la palabra “Criminal”, que es otro de los temas preferidos de mi abu.
Mi amiga Julia dice que es demasiado raro que a un abuelo le guste el reguetón. Pero a mi abuela no solo le gusta, sino que ¡la enloquece! Y a veces se cree que es cantante y copia los pasos frente al espejo que tenemos en el dormitorio que compartimos.
La abu Zulma es la madre de mi madre. Se vino a vivir con nosotros desde que se divorció de mi abuelo Carlos, cuando yo era bien chiquita.
A mi abuelo no lo veo tan seguido, pero dos por tres viene a casa y me trae regalos que no me gustan para nada: disfraces de princesas, coronitas, zapatos de plástico rosa con taco y pompones...
Mi abuela Zulma se enoja, le explica que yo no soy de usar esas cosas, pero a él no le entra en la cabeza, y me sigue trayendo regalos así.
Mis padres dicen que lo que cuenta es la intención. Que el abu Carlos es de otra época y que por eso cree que a todas las niñas les gustan las princesas.
La abuela Zulma termina admitiendo que es verdad, que el abu Carlos es de buen corazón y que, por eso, a pesar de estar divorciados, siguen siendo muy amigos.
Una vez le pregunté por qué se había separado, porque cuando el abu viene a verme, ellos se sientan juntos, charlan de lo más contentos y se ríen un montón.
La abu me explicó que hubo dos motivos: uno, que el abuelo se pasaba demasiadas horas mirando fútbol, y otro, que ronca demasiado seguido y demasiado fuerte.
Probó varios métodos que le dijeron que funcionaban para que una persona dejase de roncar: desde hacer dormir al abuelo Carlos con un palillo apretándole la nariz hasta colocar una cebolla cortada al medio y espolvoreada con sal en la cabecera de la cama.
Ese último mecanismo no solo no evitó que el abu Carlos siguiese roncando, sino que provocó que la abuela Zulma se pasase llorando durante todita la noche, se levantase con terrible malhumor y con los ojos como en compota.
La peor noche fue una en la que el abuelo Carlos roncaba tanto y tan alto que de repente se ahogó con uno de sus propios ronquidos y mi abuela se despertó de golpe, creyendo que había explotado la garrafa de la cocina.
Jura y perjura que la cama saltó por los aires.
Creo que mi abuela exagera. La cama no puede saltar, y menos con el abuelo Carlos encima, que es grandote y gordo.
Fue el día en que decidió divorciarse.
Bah, eso me dijo ella, que se piensa que me creo cualquier cosa porque soy chica. Es obvio que se separaron por algún otro motivo, ¡no porque mi abuelo ronque fuerte!
Eso de que te ronquen al lado es horrible, yo lo sé bien porque la abu ronca.
Para mí que ella no sabe que ronca, y me da no sé qué decírselo, porque a lo mejor piensa que quiero hacerla sentir culpable para que se vaya y tener el cuarto para mí sola.
¡Pero nada que ver! ¡A mí me encanta que mi abuela duerma al lado mío, aunque ronque! Me siento acompañada y no me da tanto miedo si tengo pesadillas.
Además, cuando se hace tarde y ninguna de las dos se puede dormir, me cuenta anécdotas de cuando tenía mi misma edad, y me encanta saber que era igual de charlatana que yo. Los padres la rezongaban mucho porque no dejaba hablar a los hermanos, y una tía vieja que iba a visitarlos le decía siempre que se iba a enfermar por hablar tan seguido sin casi respirar. Una noche recordó cuando era adolescente y fanática de Bob Marley, un cantante de reggae que usaba pelo largo y rastas. Me lo mostró en su celular.
Después sacó del placar una peluca con rastas larguísimas de plástico, idénticas a las que usaba el cantante en sus videos, se la colocó y se puso a cantar (con su voz desafinada) simulando tocar una guitarra imaginaria.
¡Pensé que me iba a dar un paro cardíaco del dolor de barriga por reírme tanto!
¡Encima mamá y papá golpearon la pared para que nos callásemos!
¡Estuvo buenísimo!
Dormir Como Un Lir N
Si hay alguien abajo, ya no tengo tanto miedo de entrar al escritorio. Así que tomo coraje y bajo las escaleras con cuidado. La puerta está entornada. La abro y la dejo abierta de par en par, mientras escucho el canto desafinado de la abu.
Entro con la espalda derechita, sin mirar el portarretratos, y cuento hasta cinco antes de pegar dos saltos largos hasta la silla giratoria.
¡Uf! Ya estoy frente a la compu.
Muevo el mouse y se enciende la pantalla.
Siento un cosquilleo en la nuca. Sé que los bisabuelos me están mirando, pero me hago la distraída.
Busco rápidamente la palabra “lirón” y me aparece esto:
¡Quétiernooo!¡Jamásmehubieseimaginado que un lirón era un ratón! Hago clic en el enlace y leo:
El lirón es una especie de pequeño roedor de tamaño mediano cuya longitud, sin contar la cola, oscila entre los 10 y los 17 centímetros. Son animales regordetes, simpáticos, que presentan dos orejas prominentes que destacan en su pequeña cabeza junto a sus características manchas negras en los ojos, que se extienden hacia atrás, como si de un antifaz se tratara. Son ágiles y viven generalmente en zonas de bosque, pues les encanta trepar por los árboles. ¿De dónde viene el dicho “duerme como un lirón”? Del hecho de que este entrañable animal hiberna profundamente una media de 7 meses al año. Y cuando acaba su período de hibernación, de todas formas, duermen mucho: unas 16 horas al día.
¡Ahhh!, ¡con razón! Ahora entiendo el dicho.
Me levanto de golpe, salgo a las apuradas subiendo los escalones de dos en dos.
Escucho que mi abuela me grita que tenga cuidado.
Ya estoy en mi cuarto, sana y salva.
Me tiro en la cama y cruzo las manos bajo mi cabeza. Espero que mi corazón baje un poco el ritmo loco de los latidos.
Tengo que pensar con claridad: necesito moverme libremente en mi casa.
¡No puede ser que esa habitación me deje en este estado!
¿Y si le pido ayuda a Joaquín, que es terrible inventor?
A lo mejor puede fabricar algo que haga que los ojos de mis bisabuelos en la foto se queden quietos.
Es que no quiero pedirle a mi padre que saque el retrato, porque son sus abuelos y no sería justo. Se pondría triste.
Pero tampoco quiero seguir sintiéndome así de observada…
Capaz que a Joaco se le ocurre algo.
Cuando lo vea en la escuela voy a hablar con él.