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No voy a hablar sobre el proyecto, de eso se ha hablado mucho. Prefiero hablar de historia y de los valores que están en juego.
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Esta ha sido una larga discusión durante el Chile republicano.
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Dos veredas: los conservadores + la Iglesia que falsearon la libertad de enseñanza con el objeto de mantener la jerarquía social: es decir, unos pocos bien educados en la élite y muchos en la oscuridad total.
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En la otra vereda los liberales, Lastarria, Valentín Letelier, Amunategui y otros, de los cuales nos sentimos parte: ellos entendieron a la educación pública como un espacio democratizador (insustituible) que asegura pisos mínimos de igualdad.
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Pero esos liberales del ayer no le tuvieron miedo al Estado, ¿por qué debiésemos temerle hoy día?, sino que le asignaron un rol de inclusión, de cancha pareja, que por sí mismo no iba a producir desde la educación privada.
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Leamos algunas de sus posiciones, muy parecidas a las de hoy:
Diputado Conservador Zorobabel Rodríguez dijo citando a Adam Smith (mal citando): “El Estado sólo debía otorgar educación primaria y que la educación secundaria y superior era un atentado contra el libre mercado, contra la libertad individual y una mala inversión de los dineros públicos, pues era contribución que los pobres pagaban para que educaran los ricos”. En cambio, entre la otra vereda, el diputado liberal Miguel Luis Amunategui, denunció que suprimir la educación pública era un plan aristocrático que contrariaba el principio de igualdad ante la ley y discriminaba en contra de los pobres. Y decía: “Si no se fundan escuelas con fondos públicos, provenientes de contribuciones, la sociedad queda dividida en dos clases rivales: la de la gente instruida y la gente ignorante; la de los hombres de la civilización y de los hombres de la barbarie, colocados frente a frente, lado a lado. En actitud
amenazante, sin que casi nunca sea posible a los individuos de la segunda pasar a la primera”. Entonces Presidente, ¿qué valores están en juego en esta reforma? Los mismos que estuvieron en juego en la Ley de Instrucción Primaria de 1920, donde tuvo una larga oposición de parte de los que no la querían. Esos valores liberales e igualitarios los resume bien el profesor Agustín Squella, dice: “Libertad e igualdad no entendidas como contrapuestas. De la misma manera que los derechos sociales no se contraponen a los derechos individuales, más bien los complementan, generando un espacio de libertad que originalmente no tenían”. Por eso Presidente, anuncio mi voto favorable de esta reforma, en homenaje a Lastarria, Letelier y Amunategui.