MANIFIESTO: Matar la Educación

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MANIFIESTO ______________________________________________ ESAS FÁBRICAS LLAMADAS ESCUELAS ______________________________________________ Centro de Educación Experimental de Arica.

Nuestra educación está basada en el paradigma cartesiano. El famoso libro “El Discurso del Método” del filósofo y matemático francés René Descartes es uno de los promotores del método científico. A él -y a tantos otros- les debemos la idea de que el ser humano es eminentemente un ser racional. Su conocida frase “pienso, luego existo” da cuenta de un racionalismo radical. En base a esa concepción cartesiana, la educación la hemos convertido en una carrera desenfrenada por llenar de contenidos a nuestros niños. Se trata de quien pasa más rápido los contenidos. Nuestra educación está presa de su curriculum, y con esto, está presa del aburrimiento. Se ha instalado, entonces, una dictadura pedagógica. Coherente con aquello, el racionalismo radical ha intentado asimilar nuestras escuelas con fábricas, donde los niños son cajas vacías que deben ser llenadas de conocimiento a lo largo de la “cadena de producción”. Al más puro estilo de Henry Ford y su idea de división del trabajo, cada profesor es un operador en la línea de montaje. Si la fábrica hace bien su trabajo, todas las cajas deben salir iguales: mismo porte, mismo contenido. La diferenciación, la diversidad y los talentos distintos son un error del sistema. Un sistema de educación estandarizada. Para el cartesianismo la educación consiste en la mera transmisión de conocimiento. Bajo ese modelo, educar tiene que ver con la cantidad de información que un niño pueda procesar en la cabeza. Esa manera de entender el aprender, iguala al ser humano con las maquinas. Un niño debe ser capaz de procesar y computar datos e información, tal como lo hacen los computadores. En pocas palabras: una educación mecánica. En ese escenario, de esas fábrica llamadas escuelas, no puede florecer otra cosa que el aburrimiento generalizado. Un sistema estandarizado, que promueve la uniformidad para educar y aprender, no puede otra cosa que matar la creatividad. Los niños son las primera víctimas de esto, pero no son las


únicas. También lo son los profesores que presos del agobio ven frustrada su vocación por educar. Todo esto es lo que queremos combatir y cambiar. Nos gobierna la esperanza de que las cosas están tomando un rumbo distinto. Los últimos aportes de la neurociencia han mostrado que el ser humano, y por tanto la educación, es muchísimo más compleja que la reducción racionalista. Aportes como el de los científicos chilenos Francisco Varela y Humberto Maturana dan cuenta de una nueva interpretación de lo humano, centrando la distinción no sólo en la racionalidad, sino sobretodo en la dimensión emocional. Las emociones van construyendo nuestra definición como personas desde los primeros años de vida. Por ello, cada vez más estudios están corroborando que la enseñanza de la gestión de las emociones básicas y universales debería preceder a la enseñanza de valores y contenidos académicos. La habilidad de llegar a conocer y controlar las propias emociones es fundamental para que las personas aprendan mejor. Son muchos investigadores, en muchas latitudes del mundo, los que han contribuído con diversos estudios a resaltar la importancia del aprendizaje social y emocional en las escuelas, especialmente si estos se producen antes de la adolescencia, dadas las características de flexibilidad aún presentes en el cerebro. De lo contrario, los hábitos emocionales perturbadores que se instalan en la mente interferirán con la capacidad de aprender que tenga cada individuo a lo largo de toda su experiencia educacional. Cada ser humano tiene derecho a abrazar las creencias que estime conveniente y no debe dar cuenta de éstas al resto de la sociedad. La educación debe promover el libre pensamiento en cada niño, para hacerlo un individuo autónomo que –con su propio criterio- defina su identidad cultural, política, religiosa, etc. Sin embargo, además de este cultivo de la individualidad, la educación debe promover la “ética secular”, tal como lo ha propuesta el Dalai Lama. Es decir, aquellos valores transversales a las creencias particulares y que garanticen la convivencia pacífica y democrática entre todos los miembros de la sociedad. Nos referimos a los valores universales y humanistas de respeto al otro, de compasión, de tolerancia en la diversidad, de fraternidad, entre otros. Todo lo anterior no es necesario sólo por los niños del mundo, sino por el mundo mismo. Si te sientes en la misma, súmate a esta exploración! FELIX MILANES


Coordinador Centro de Educaci贸n Experimental Arica VLADO MIROSEVIC Diputado por Arica y Parinacota.


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