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Opinión

Irlanda del Norte: Limbo

de la forma que tomaría la relación comercial entre las dos entidades. Habiendo Londres rechazado las formas que ya estaban en práctica en países que son europeos, pero no parte de la Unión Europea —Noruega, Suiza, Islandia —; es decir, adherirse a los estatutos implementados desde Bruselas y que gobiernan los nexos económicos y comerciales de la unión y sus estados miembros con terceros, las dificultades fueron haciéndose evidentes en la práctica.

La acumulación de transportes cargando bienes de consumo desde el Reino Unido destinados a la Unión Europea en puertos de salida debido a controles aduaneros que antes no aplicaban cuando este país era miembro del bloque, dieron al público británico una muestra visual de que las cosas no serían como antes. Las dificultades económicas británicas se manifestarían de manera exponencial, pues en esta nueva coyuntura —especialmente — se combinarían con la pandemia, los tranques en el suministro global y el arduo camino de reformular y reconstruir las relaciones comerciales del Reino Unido con el resto del mundo.

Este problema es especialmente agudo en Irlanda del Norte. A diferencia del resto del Reino Unido, esta se encuentra separada del resto de sus naciones por el mar de Irlanda. El accidente geográfico —la provincia se ubica en el cuadrante nororiental de la isla de Irlanda— se combina con sucesos históricos que marcan, entre otras cosas, la huella indeleble del imperialismo británico y la vocación y empeño de imponer su hegemonía a lo que llamamos en inglés The British Isles. Esto es: la lengua inglesa en detrimento del gaélico; el anglicanismo con el objetivo de desaparecer el catolicismo, y lealtad absoluta a la corona británica y sus instituciones en Irlanda e impuestas desde Londres, conjugado con la represión brutal a toda expresión de unicidad y nacionalismo irlandés. Quizá, su legado más perverso: poblar a Irlanda del Norte de protestantes leales a la corona británica, sembrando así la semilla sectaria que afectó el área por décadas.

Existe una paz precaria en Irlanda del Norte gracias al acuerdo de Viernes Santo, de 1998 —que cumplirá 25 años este próximo 10 de abril— mantenida estable por el hecho de que, hasta enero de 2021, cuando el Reino Unido se sale definitivamente de la Unión Europea, la frontera entre esta y la República de Irlanda se mantenía abierta. Naturalmente —la proximidad siempre será significativa— se formaron nexos de interdependencia compleja e inevitables lazos socioculturales en ambos lados de la frontera, muy a pesar de que los unionistas — norirlandeses fieles a la corona británica y contrarios a cercenar los lazos con esta— mantenían la ilusión de lazos políticos —cada vez más efímeros— con Londres. Entonces, vino el Brexit a colocar nueva realidad e incómoda perspectiva sobre el simulacro; los vínculos entre las dos Irlandas peligrarían.

La solución vendría en la forma de un protocolo especial para Irlanda del Norte. Protocolo que dicho sea de paso, menoscabó la dinámica económica de la provincia al pretender lo mejor de dos mundos: continuo vínculo político con Londres, y la persistencia de vínculos económico-comerciales con Dublín y por extensión con la Unión Europea.

No fue posible: la imposición de controles aduaneros que efectivamente separaban a Belfast del resto del Reino Unido angustió a los unionistas y se tornó insostenible para la prosperidad de la región y su cadena de suministro. De ahí el nuevo marco-acuerdo que se suscribió esta semana en Windsor: habrá ligereza —‘fast track’— para ciertos productos que no terminen en mercados de la Unión Europea; el resto de los bienes seguirán sometidos a controles aduaneros.

Todo ello es una solución temporera e insuficiente. Se asoma aquí la conclusión obvia e incómoda: reunificación.

Rol del maestro en los programas de lectura

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No es la primera vez que escribimos sobre la importancia de desarrollar programas de lectura efectivos. Es decir, programas que tomen en cuenta las concepciones teóricas actualizadas sobre la lectura y su enseñanza desde los primeros grados, y que propicien que todos los profesionales del centro docente — maestros, especialistas en lectura, administradores, bibliotecarios, consejeros— apoyen y trabajen para lograr poner en práctica la visión compartida de lo que es la lectura. Para nosotras, además, es muy importante que estos programas lleven a los alumnos a disfrutar el proceso de aprender a leer y a que desarrollen el gusto y el amor por la lectura. Sabemos que existen programas inefectivos y que los estudiantes terminan sin saber leer bien y con la idea de que leer está relacionado solamente con las tareas escolares.

Ahora bien, para que un programa sea efectivo, es importante señalar que las investigaciones indican repetidamente que la variable más importante en cualquier programa de lectura es el conocimiento y el peritaje del docente que tiene a su cargo su implantación (Duke, Pearson, Strachran, & Billman, 2010, 2011, https:// typeset.io/pdf/essential-elements-of-fostering-and-teaching-reading-1zyggi4isj.pdf.). org/2015/01/21/si-los-docentes-noleen-son-incapaces-de-transmitir-elplacer-de-la-lectura/): “es muy difícil que ese maestro pueda transmitir el placer [por la lectura] que nunca sintió y un interés por algo en lo que nunca se interesó” (para. 14).

Estos autores examinaron varios estudios que evidenciaban que el docente era la pieza clave para lograr el éxito de los programas de lectura. Tivnan y Hemphill (2005) citados en Duke et al., concluyeron que unos docentes de primer grado de unas escuelas en un distrito escolar de nivel socioeconómico bajo lograron que el 80% de sus estudiantes dominaran los requisitos de comprensión lectora del grado al finalizar el año académico. En cambio, otros en ese mismo distrito solo lograron que el 20% de sus estudiantes alcanzaran el nivel del grado.

Taylor, Pearson, Peterson y Rodríguez (2003) también citados en Duke et al., encontraron que grupos de estudiantes de segundo a quinto grado demostraron una dramática tasa de crecimiento en comprensión lectora en un año, dependiendo del docente que impartía las clases y de las diversas estrategias que estos utilizaban.

En otro estudio citado por Duke et al., (Show, Barnes, Chandler, Goodman, & Hemphill, 1991) se encontró que los estudiantes que provenían de hogares en los que no se promovía la comprensión lectora, lograban progresar adecuadamente si tenían buenos maestros de lectura por dos años consecutivos. Estos estudios citados por Duke et al. concluyen que los docentes son fundamentales en la enseñanza de tareas cognitivas complejas como lo es la comprensión lectora.

Además del conocimiento y el peritaje del docente para enseñar a leer y a comprender, nosotras añadimos que es importante que también los docentes sean lectores, ya que es prácticamente imposible que una persona a quien no le guste leer enseñe lectura. Ya lo ha expresado Emilia Ferreiro en una entrevista (https://canalcultura.

Por estas razones, nuestro sistema educativo necesita evaluar cómo se está capacitando a los maestros para implantar un programa efectivo de lectura y quiénes son los capacitadores. Se hace necesario que quienes capacitan sean especialistas en lectura; es decir, que posean los conocimientos sobre la adquisición de la lectura de acuerdo con las investigaciones recientes, así como de su didáctica y evaluación. A tales efectos asevera Dubois, destacada investigadora en el campo de la lectura (1994, El factor olvidado en la formación de maestros, en Rodríguez, M.E., Lectura y Vida, INTERAMER): “Se trata de ayudar al docente a construir una base científica sólida que le permita comprender el proceso de la lectoescritura y de su aprendizaje en toda su profundidad” (p. 57). Solo así, los docentes podrán implantar un programa de lectura comprensiva exitoso en sus escuelas.

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