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Leonel Espinoza, participante de la acción del 24 de diciembre de 1974

Teníamos

motivaciones de fe La noche del 27 de diciembre de 1974, el Frente Sandinista empezó a escribir una de las páginas de su historia y de Nicaragua al protagonizar una acción político militar que lo daría a conocer a nivel internacional: la toma de la casa de un connotado somocista por el Comando Juan José Quezada, para liberar a los presos políticos, entre los que se encontraba el comandante Daniel Ortega.

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no de los que contribuyó a escribir esa página de la historia fue Leonel Espinoza Linarte, pues formó parte del engranaje que se echó a andar para que la peligrosa operación tuviera éxito, y con la cual el FSLN rompería su etapa de acumulación de fuerzas en silencio. 38 años después de esta acción, al ver retrospectivamente las causas y consecuencias que le tocó vivir, él considera que todo fue producto de una gran motivación ideológica.

Juan José Membreño

“Casi diría que de fe, porque en circunstancias normales de la vida social

Leonel Espinoza Linarte

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probablemente uno no lo hace, aunque hubiera tenido ideas progresistas y evidentemente una fundamentación ideológica”, agrega este leonés, hijo de Norberto Espinoza (qepd) y Antonia Linarte. “Mis padres son de origen campesino”, señala, añadiendo que su papá sembraba algodón en 200 manzanas de su finca.

Por eso tuvo posibilidades de estudiar la primaria y los primeros años de la secundaria en el colegio Calasanz, y bachillerarse en el colegio Pedagógico de Diriamba. Luego se fue a Costa Rica, donde estuvo estudiando Química en la universidad, pero después la dejó y se decidió por estudiar Economía. Durante uno de sus viajes de vacaciones a Nicaragua, conoció a Charlotte Baltodano, su primera esposa y madre de su primera hija. Como en ese entonces, ella estudiaba en la Universidad de Berkeley de California y él en la Universidad de Costa Rica, “nos comunicábamos por teléfono y por cartas”, recuerda. Al cabo del tiempo se casaron en Managua y se regresaron a Costa Rica. Aquí, ella le propuso integrarse al Partido Comunista, pero no aceptó. No obstante, y como se dedicó a estudiar libros de filosofía de Marx, Engels y Hegel, entre otros filósofos, se integró a Vanguardia Popular. Corrían los primeros meses de 1973, cuando decidieron irse a Chile a vivir la experiencia socialista del gobierno de Salvador Allende.

ConelMIRenChile

Leonel se puso a estudiar en la Universidad Latinoamericana y formó parte de una célula estudiantil del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), una de las organizaciones que conformaban el Gobierno de Unidad Popular. El Golpe militar acaecido el 11 de septiembre del 73, no lo tomó por sorpresa porque “ya se miraba venir por el ambiente que se vivía. “El MIR nos recomendó que nos fuéramos a nuestro país para escapar de la enorme represión que estaban desatando los militares”, dice. De ahí que él y Charlotte decidieron irse a la Embajada de Nicaragua. “Llegamos como 70 nicas”, comenta. Tres meses después, todos arribaron al Aeropuerto Internacional de Managua, donde los estaba esperando la seguridad somocista. Uno a uno fue bajando del avión e inmediatamente los pasaban

a un cuarto para interrogarlos y tomarles fotos. Dice Leonel que cuando la guardia descubrió a los que participaron en y para la acción del 27 de diciembre de 1974, la foto que le habían hecho estaba en todos los cuarteles. Tenía poco tiempo de estar en el país, cuando a principios del 74 Omar Cabezas, que era dirigente del movimiento estudiantil revolucionario en ese entonces, le propuso integrarse al Frente Sandinista. En Chile Leonel se había relacionado con militantes sandinistas que también allí estaban estudiando, y por eso no dudó en aceptar la propuesta. Empezó a trabajar con Bayardo Arce en Managua, y posteriormente con Eduardo Contreras. Sus primeras tareas las hizo dentro de una célula de logística, “Hacíamos labor de inteligencia, trasla-


dábamos a los clandestinos a cualquier lugar y manejábamos casas de seguridad”, resume. Con tanto movimiento a tiempo completo, ya no pudo concluir su carrera universitaria.

Los meses fueron pasando hasta que en agosto de ese mismo año, le orientaron trasladar a los dirigentes clandestinos que estaban en la montaña a una reunión que se iba a celebrar en Las Jagüitas, en Mana-

Y empezaron con los preparativos. Por orientaciones de Eduardo de buscar una casa en las afueras de la capital, la célula de Leonel encontró una finca en Las Nubes y la alquilaron. Mientras Charlotte se encargaba de la casa, él se dedicó a trasladar a los combatientes elegidos para la operación. “Fueron concentrados desde los primeros días de octubre para recibir entrenamiento político-militar”, apunta.

gua. Participaron el comandante Tomás Borge, Eduardo Contreras, Pedro Araúz y Germán Pomares, entre otros dirigentes. “Allí es donde se decide la operación para liberar a los presos”, narra Leonel.

clandestinos que estaban dentro de Managua no sabían absolutamente nada”, asegura, consciente que él también pasaría a ser clandestino al día siguiente. Al mismo tiempo que el comando sandinista salió de la casa de Las Nubes a emprender la operación, también lo hicieron Leonel y Charlott.

Clandestino después de histórica acción

Antes del 27 de diciembre, hubo varios intentos para realizar la acción. Uno de ellos fue a principios del mes en ocasión de un cumpleaños del dictador Somoza que se lo iba a celebrar uno de sus primos Pallais, en su casa ubicada en la Carretera Sur. “Todos bajamos en tres carros para ver si se podía controlar a la gente pero como la casa estaba repleta, se decidió que era demasiado riesgoso”, dice. Al fin llegó el día luego que Germán Pomares escuchó por la radio que Chema Castillo Quant iba a dar una fiesta en homenaje al embajador estadounidense. Pronto empezaron a alistarse. “Muchos le plantearon a Eduardo que yo fuera con ellos, pero él y Pedro Araúz tenían otros planes, porque los

“Esa misma noche saqué a todos los clandestinos y los trasladé a zonas rurales porque sabíamos que venía una tremenda represión”, recuerda. El se fue para León para informarle al comandante Araúz sobre la operación. Al día siguiente, ya clandestino, Leonel se fue a una casa de seguridad en Telica, y poco después a San Jacinto Tizate a recibir entrenamiento. Meses más tarde lo trasladaron a Ocotal, donde haciéndose pasar como Delegado de la Palabra, realizó trabajo político-militar, atendiendo las zonas campesinas del departamento. “Por lo general siempre andaba solo, como ermitaño, dando vueltas amparado con una biblia del Nuevo Testamento”. Cuando en 1975 el FSLN se dividió en tres tendencias, él optó por la Proletaria y se fue para Costa Rica.

Siempre con aspiraciones En ese país estuvo haciendo trabajo político con los universitarios, los joyeros y los zapateros. Posteriormente regresó a Nicaragua y se quedó un tiempo en Carazo, para luego trasladarse a Chinandega y después nuevamente a Carazo, donde “me agarró el triunfo de la Revolución”. A partir de entonces, Leonel aplicó toda su experiencia en distintos cargos y puestos en que lo nombraron. Fue miembro de una comisión política para fundar y organizar el diario Barricada; jefe de la sección política del Ministerio del Interior; jefe de la sección de Medios del Departamento de Propaganda y Educación Política del FSLN; jefe de la Seguridad de Estado en la Región del Atlántico Sur; y segundo

jefe de la Dirección Política del Ministerio del Interior. Al mismo tiempo se dedicó también a estudiar Derecho en la UNAN de León. En 1989, en comisión de servicio, fue representante legal del Frente Sandinista para las elecciones. Tras la derrota electoral en 1990, regresó al Ministerio del Interior como jefe de la Policía de Chinandega, luego pasó ser jefe de Orden Interior en la II Región y por último estuvo en las estructuras generales de la Policía, hasta 1994. De esta fecha a la actualidad, se ha dedicado a trabajar de abogado y administrar una empresa de vigilancia. Además, desde el 96 he sido fiscal nacional suplente para las elecciones.

Con todo lo que ha hecho y vivido, Leonel asegura que no se siente satisfecho, porque “uno para poder vivir debe tener siempre aspiraciones, objetivos, y hoy mi objetivo básico es tener una vida madura tranquila en la medida de lo posible, buscar un nivel de vida que me permita vivir decentemente; uno quiere que sus hijos vivan mejor, que se eduquen”. Militante del FSLN, Leonel está convencido que en esta segunda etapa de la Revolución, está consiguiendo ese objetivo con la política que está llevando a cabo el gobierno sandinista, pues “el presidente Ortega y Rosario han abierto espacios para darle oportunidad a un montón de gente”. Para él, con esa apertura “nunca nadie puede haberse sentido mejor”.

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