Adela Tapia Roa, ex teniente coronel del Ejército y publicista:
El Frente cambio mi vida para bien
Al ver a Adela Tapia Roa, uno no se imagina que aprendió a disparar Juan José Membreño
cañones 57mm y morteros 82 y 120 mm, que durante la guerra de liberación contra la dictadura somocista fue artillera en el Frente Sur y que llegó a ser una de las primeras tenientes coroneles del Ejército Popular Sandinista. Su apariencia es de una mujer ejecutiva con modales suaves que nada tienen que ver con asuntos y actuación militares.
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in embargo, el trabajo que desarrolló en las filas del Ejército durante 10 años le dio una gran experiencia para dedicarse a la publicidad después de pasar a retiro en 1990. En su oficina de Hilo Publicidad, muchos años después y muy lejos de la vida castrense, Adela asegura sentirse orgullosa de todo lo que ha hecho en su vida y que de volver a nacer lo volvería a hacer exactamente igual, desde que se integró al Frente Sandinista cuando era una joven de 23 años. “El Frente cambió mi vida totalmente para bien, porque me hizo más desarrollada, más liberada, más persona”, dice, tras remontarse a sus orígenes. Hija de don Constantino Tapia y doña Rosa Emilia Roa, nació en Managua pero se crió en Masaya desde que tenía cuatro años. Es la tercera de ocho hermanos, cinco mujeres y tres varones que fueron educados con lo que ganaba su papá como agente viajero. “Viajaba a los departamentos vendiendo joyas”, recuerda. Luego de estudiar la primaria en el colegio Santa Terecita, se graduó de maestra de primaria en la Escuela Normal de Masaya y consiguió su primer
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trabajo como bibliotecaria en el Instituto Nacional de Masaya, donde tiempo después impartió clases de español y en el Instituto Primero de Mayo de Managua, pues había estudiado la carrera de Español en la Unan-Managua.
Adela Tapia Roa.
Viajaba a diario de Masaya a Managua para dar clases. A estas alturas ya estaba casada con el padre de su primera hija y tenía una vida normal y sin preocupaciones hasta que un día de 1976, su hermano Ulises la empezó a cuestionar que “si no pensaba hacer nada”. Fue en ese momento que se dio cuenta que él era miembro del Frente Sandinista.
De su casa a Octubre Victorioso
“Me dijo que porqué no me metía al Frente, que él me podía contactar y me planteó que mi casa fuera casa de seguridad”, agrega. Dos razones la motivaron para aceptar inmediatamente la propuesta de su hermano menor: porque era con el que mejor se llevaba y por el antisomocismo de su familia. “Mi papá no militaba en ningún partido porque decía que eran integrados por un montón de sinvergüenzas”, refiere Adela. Por el contrario, añade, su padre era un gran admirador del General Augusto C. Sandino y de Rigoberto López Pérez; incluso, “cuando la guardia mataba a alguien del Frente Sandinista, él escribía poemas”. Entonces, aceptó colaborar sin la menor vacilación y muy
consciente de las consecuencias que podrían acarrearle en el futuro.
A partir de ese momento, por su casa en Masaya comenzaron a llegar compañer@s del Frente a quedarse por determinados tiempos. Adela se encargaba de alojarlos, darles de comer y apoyarlos de cualquier manera. Muchas veces le orientaron trasladarlos a otros lugares. Mientras tanto, seguía dando clases y aparentando llevar una vida de lo más normal posible. En su casa estuvieron Leticia Herrera, Alvaro Baltodano, Israel Lewites y Juan Carlos Herrera, entre otros. De esta forma fue pasando el tiempo hasta que llegó el mes de octubre de 1979, cuando se desató un accionar
guerrillero que pasaría a la historia con el nombre de Octubre victorioso. Una de estas acciones se efectuó en Masaya el 17, protagonizado por un grupo de muchachos que intentaron tomarse por asalto el cuartel de la
guardia de la ciudad para insurreccionar a los pobladores. Hasta un día antes de este evento histórico, todos los guerrilleros que iban a participar habían permanecido en la
En México y Cuba Adela también dejó la casa ese mismo día, no sin antes dejar a sus padres el cuidado de su pequeña hija. Se dirigió a Managua con la orientación de ir a la radio El Fabuloso 7 para entregar un comunicado del Frente Sandinista al periodista César Cortez (qepd). Tal como estaba previsto, los muchachos atacaron el cuartel de la guardia, dejando muchos de ellos su vida en ese acto de heroísmo. Mientras tanto, en Managua Adela se enteraba por radio del enfrentamiento armado que un pequeño grupo de guerrilleros estaba sosteniendo con la guardia en el kilómetro 14 de la carretera a Masaya, en un intento por detener los refuerzos de la genocida. “Los compañeros creían que en Masaya estaba la gente combatiendo, pero desde las 8 y media de la mañana ya no había nada”, comenta. “Ellos murieron con dignidad y estoicismo”, destaca, recordando con mucha admiración a los hermanos López y a Manuel Sánchez, quien “cuando estaba en mi casa me decía que él también tenía una hija de cuatro años como la mía”. Ese mismo día 17 y en la misma carretera hacia Masaya, por coincidencias de la vida, cayó el comandante Pedro
casa de Adela, entre ellos Israel, Alvaro, su entonces esposo Sebastián Escobar y su hermano Constantino. “Todos ellos se fueron el domingo 16, pues al día siguiente se iba a dar el asalto a las 6 de la mañana”, rememora.
Arauz (Federico), uno de los máximos dirigentes en ese entonces de una de las tendencias del FSLN, la GPP. Todavía no se había dado la unidad del Frente, y Federico no estaba enterado de las acciones que emprendería la tendencia Insurreccional en la que estaban integrados los protagonistas de Octubre Heroico. De un día para otro se quedó sin casa. La guardia la allanó, publicó su foto en los periódicos y se llevó presa a toda su familia. Entonces decidió asilarse en la embajada de México, de donde dos semanas después partió al país azteca junto con diez asilados más. Aquí se integró a trabajar con el comité de solidaridad por espacio de ocho meses y luego la trasladaron a Cuba a recibir entrenamiento de artillería. Durante mes y medio estuvo en la Isla aprendiendo el manejo de cañones 57mm y morteros 82 y 120mm. “Era la única mujer entre 15 varones que eran menores que yo que tenía 24 años”, indica. Por Panamá vino el grupo ya entrenado que poco tiempo después pasaría a formar parte del Frente Sur, en la unidad de artillería. Desde Mayo hasta el 19 de julio de 1979, como jefa de pieza, permaneció en la zona de Peñas Blancas en medio de lluvias de bombas de morteros lanzados por la guardia, mientras ella hacía lo mismo desde su trinchera.
“Ulises estaba feliz de pasar a la clandestinidad” “Cuando triunfó la Revolución todavía seguíamos en esa posición”, dice. El 20 de julio el Frente Sur encabezado por el comandante Edén Pastora entró a Managua y se dirigió a la Loma de Tiscapa. Adela se quedó en Artillería por cuatro meses y después la trasladaron a Montelimar. Posteriormente fue nombrada jefa de la Dirección Política de la Escuela Carlos Agüero, donde también impartía la Cátedra Política a los miembros del nuevo Ejército.
requisitos para ir ascendiendo. Empezó como teniente y ya había llegado al grado de teniente coronel en 1990, año en que participó en la selección de los que iban a salir de las filas del Ejército dentro del primer Plan de Retiro. “Yo misma me retiré, asegura.
Tiempo después fue nombrada jefa de la Dirección Política del Ejército y luego de la Dirección de Propaganda del mismo, mientras estudiaba periodismo en la UCA.
Con la experiencia acumulada de sus años como profesora de español primero y después como instructora política y educativa en el Ejército, Adela acogió la propuesta de un amigo de trabajar en su agencia publicitaria Hilo publicidad, en la que se ha quedado hasta la fecha. En tanto, ha impartido clases de Publicidad en la Unica y actualmente lo hace en la UCA. Es madre de dos hijas y un hijo y abuela de “dos nietos bien lindos”.
Durante los 10 años que permaneció en la institución, Adela cumplió todos los
Adela es parte de las miles de familias que perdieron a sus seres queridos
luchando por un porvenir mejor. Ella perdió a su hermano Ulises el 10 de septiembre en la insurrección de Masaya de 1978, cuando se encontraba asilada en México. Le guarda una enorme admiración y un gran respeto, al igual que a todos los héroes y mártires por el ejemplo de entrega y sacrificio que dejaron. “Recuerdo que mi hermano era un joven tan convencido de sus ideales que cuando le dijeron que pasaba a la clandestinidad, estaba feliz”. Por eso ella reconoce el empeño del FSLN y del gobierno sandinista de que las nuevas generaciones no olviden el ejemplo de los héroes y mártires. Por eso, reitera sentirse orgullosa y satisfecha con todo lo que ha hecho en su vida, pues “lo hice completamente convencida de estar contribuyendo a una causa justa”.
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