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La Ventana

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SENTIR UN ESPACIO

Durante los últimos años, los valores con los que identificamos el concepto de lujo han cambiado sustancialmente. Hemos pasado del poseer al disfrutar, del consumo desenfrenado de bienes y recursos al respeto por el entorno y la vuelta a la individualidad. Volvemos la vista a nuestro interior buscando la paz interior en el equilibrio con el mundo que nos rodea que ya es, de por sí, bastante frenético. Este cambio de valores comporta una visión absolutamente nueva de lo que entendemos como bien escaso que es, en definitiva, lo que tradicionalmente define al lujo. Escasos son todos aquellos elementos que nos hacen sentir en buena relación con el entorno, que nos aportan calma y la sensación de que estamos jugando limpio en nuestro paso por el planeta. Escasos son el espacio libre, la calma y el tiempo Si la arquitectura trabaja con el espacio y lo modula para hacerlo habitable, el interiorismo lo gestiona para que evolucionemos en él, para que nos permita crecer y mejorar como personas, para facilitar la relación con los nuestros y sumar en todos los sentidos. Disponer de un espacio amplio para vivir y respetarlo equipándolo con inteligencia y dejando que hable en nuestro mismo lenguaje es el mayor lujo que nos podemos permitir hoy. El lujo bien entendido, en el mundo del interiorismo, es un concepto que apela a nuestra sensibilidad. Es el aprecio por las cosas que perduran y que se convierten en parte de nuestra vida. El amor por los muebles y objetos bien construidos, bien acabados, con la exclusividad que aporta la mano del artesano, con materiales de gran calidad, obtenidos de la naturaleza y elaborados para volver a ella. La idea de autenticidad, como hemos visto en el Salone de Milán, este año atrasado al mes de junio por temas sanitarios, deviene la síntesis de lo que entendemos por lujo en un espacio interior. Diseños que se muestran honrados en su relación con las personas, que no quieren aparentar más de lo que son ni prometer paraísos artificiales. Que extraen la belleza de las texturas y el atractivo de la simplicidad; que saben envejecer con dignidad añadiendo a su piel una pátina desgastada encantadora. El diseño se adelanta a los acontecimientos y muestra el camino a seguir en relación con el mundo que nos rodea. Si alguien sigue pensando que las aportaciones del diseño actual son valores añadidos sin más objetivo que marcar la diferencia y construir los signos externos de la nueva riqueza, es que no sabe nada de lo que está pasando en este momento. Su papel, más bien al contrario, es enseñarnos a mirar las cosas con otros ojos, a apreciar las calidades intrínsecas de la madera y los tejidos, del trabajo artesano y del industrial, de lo efímero y de lo que está llamado a perdurar. Los fabricantes nos hablan a través del lenguaje de las materias nobles, del reciclaje y del respeto a la naturaleza, lo que nos parece el discurso más honesto que el nuevo diseño ha propuesto desde que los pioneros creyeron que habían descubierto una forma de democratizar los objetos de uso a través de la producción industrial y la belleza de lo funcional. El lujo bien entendido no es poseer, sino sentir en un espacio equilibrado.

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