cultura
Mร STICA
UKELELE
Un instrumento amigable y alegre conecta las historias cuasi mรกgicas de quienes lo tocan.
Texto: Leyla Lรณpez Fotos: Valeria Reyes
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aniel Beteta notó que la cuerda de uno de sus ukeleles estaba rota. Le resultaba extraño y se preguntaba cómo habría sucedido. El instrumento llevaba un tiempo colgado en la sala de su casa, no pasaba aire por ahí y la presión de las cuerdas siempre había estado bien. Así que llamó a su creador: José Falcón Salcedo, un descendiente de la familia Falcón García, legendarios fabricantes de guitarras y otros instrumentos de cuerda. No hubo respuesta. Entonces, Daniel fue a tocar la puerta de su taller. El resultado fue el mismo. Resolvió dejar una nota por debajo de la puerta y se fue. Días después, recibió una llamada. Era Mila, la hija de José. Su padre había fallecido hacía un mes. “Fui donde ella y le conté esta historia. Le comenté que habíaencontradolacuerdarota y lo sentí como un mensaje, un vínculo. Creo que era la energía de José transmitiéndose a través de su creación. Fue como una carta de presentación de José para mí ante su hija”, relata Daniel.
“Lo sentí como un mensaje, un vínculo. Creo que era la energía de José transmitiéndose a través de su creación" Daniel Beteta
José elaboró unos cuantos ukeleles más antes de fallecer, entre ellos estaba aquel de la cuerda rota. El cual pudo bien haber sido el primer ukelele en el Perú. Meses después sería una cuerda rota la que guiaría de vuelta a Daniel hacia el taller Falcón Salcedo, ahora administrado por Mila.
LA CUNA DE CUERDAS A unas cuadras del Parque de la Exposición, en el distrito de La Victoria, la casa 460 del estrecho jirón Huascarán esconde un corazón hecho de madera y cuerdas. Sin timbre, el ladrido de los perros anuncia la llegada de un visitante. Ya adentro, Luzmila Falcón, Mila, nos recibe con una sonrisa. En el cuarto principal del taller, una manta de polvo cubre las creaciones colgadas en fila, mas no las desluce. Guitarras de todas las formas y tamaños al lado de otros instrumentos de cuerda como mandolinas, cuatros venezolanos, charangosymás.Sedesenvuelvenenmedio de ese desorden caótico y encantador a la vez. En una de las mesas, y aún sin cuerdas, descansa un ukelele. Han pasado sólo nueve meses desde que falleció su padre y ahora ella, la segunda hija de cinco hermanos, ha quedado como administradora del taller. Fue la elegida para continuar con el trabajo que su padre realizó por más de 50 años. Los recuerdos la llevan hasta la edad de cinco años cuando ayudaba a ‘Pechito’, su papito, hasta altas horas de la noche. Hoy, dedicada de lleno al taller, se encuentra estudiando el proceso de fabricación de los instrumentos a profundidad. “Tengo 45 años y creo que nunca es tarde para aprender. Más o menos sé el proceso, así que ahí voy. Te he separado aquí algunas piezas”, menciona Mila, mientras me muestra las plantillas que posee para la fabricación de un ukelele. José planteó las medidas necesarias para empezar con la producción de este instrumento. Ahora, su hija muestra parte del trabajo que lleva realizando: el mango, el diapasón, las tapas, el respaldo y los aros; todo gira en torno a las plantillas tomadas de un modelo. Hacer un ukelele tarda entre 20 y 30 días. Que sea más
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Daniel le explica los acordes básicos a Guillermo, en su primera clase de ukelele.
pequeño no quiere decir que sea menos trabajoso. El tratamiento de la madera es muy importante para llegar a cumplir con todas esas curvas que toman su tiempo. La calidad de los instrumentos Falcón Salcedo surge de la labor artesanal que se realiza en el taller; pero nace de la madera con la que trabajan. En el caso del ukelele, las tapas están hechas de pino báltico y oregón; para la caja se utiliza caoba. “Como es un instrumento pequeño de caja chica, la caoba tiende a generar una buena calidad de sonido”, dice Mila como una experta. Ante la pregunta de cómo así su papá decidió iniciar con la fabricación de ukeleles, Mila sonríe y admite: “Eso, es culpa de Daniel”. ESCUELA DE UKELELE “¿Guantanamera, Twist and Shout o La Bamba?”, es una de las primeras preguntas que Daniel realiza al iniciar su clase. Son tres canciones con tres acordes
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muy sencillos que pueden aprenderse en una sola sesión. El sonido aparece lento e imperfecto. Pero, conforme avanza la hora, los dedos empiezan a caer más rápido en el lugar correcto. Las melodías fluyen y crean el vínculo alumno-profesor, uno a uno, como una pelea que en vez de puños tiene uñas; y en vez de golpes, rasgueos. Para Daniel, llegar a consolidarse como profesor no fue un camino sencillo. Admite que nunca ha tenido temor alguno en tocar todas las puertas que fueran necesarias para crecer. Después de todo, ya lleva alrededor de siete años con Waikiki, la Escuela de Ukelele de Lima. Daniel conoció el ukelele por primera vez en el 2009, junto al grupo Beirut. Ideó un plan y, mediante Facebook, juntó a un grupo de músicos desconocidos en su casa. Los obligó a tocar las canciones de su entonces agrupación preferida y, así nació su banda tributo: The Flying Beirut Orchestra. Tras cada concierto, más y más
personas se le acercaban a preguntarle sobre el ukelele. Aquellos curiosos se volvieron en sus primeros alumnos. Comenzó brindando clases gratuitas a una o dos personas por semana. Ahora, dicta 20 clases particulares, además de enseñar en talleres del colegio Trener y de la Pontificia Universidad Católica (PUCP). “Quiero mostrarles a las personas que no necesitas ser un súper dotado para aprender música; simplemente tienes que tener las ganas, la motivación y una hora a la semana,” agrega con una sonrisa Daniel.
“Le das una guitarra a un niño y ni siquiera puede cargarla, en cambio, le das un ukelele y es un juguete más” Daniel Beteta
El instrumento está de moda, sí, pero su historia se remonta a finales del siglo XIX, cuando una embarcación portuguesa de Madeira arribó a las costas de Honolulú en Hawai. Los tripulantes llevaban consigo el cavaquinho, el padre del ukelele. Con los años se expandió a Centroamérica e, inevitablemente, a Estados Unidos. Llegó para quedarse en la escena musica. En algún momento pasó por la manos de Elvis Presley, John Lenon, Adam Sandler, Tom Hanks, y muchas otras leyendas. Su pequeño tamaño facilita su portabilidad. Es común verlo al aire libre, en parques y playas, siempre entre amigos, y, en estos días, aparece más seguido. Cada vez son más personas quienes se pierden entre sus cuatro cuerdas y la prueba es el aumento progresivo de estudiantes que ha tenido Waikiki. Sin embargo, el tamaño no es su única ventaja: la versatilidad y la facilidad en su aprendizaje son vitales. “Es demasiado fácil. Las personas no le tienen mucho miedo. Le das una guitarra a un niño y ni siquiera puede cargarla, en cambio, le das un ukelele y es un juguete más”, asegura Daniel, al mismo tiempo que lanza una promesa: se puede aprender una canción tan solo en la primera clase. “Todos aprenden, todos salen contentos”, jura.
“Simplemente tienes que tener las ganas, la motivación y una hora a la semana" Daniel Beteta
Y lo mejor es que con el ukelele se puede tocar una canción de cualquier género. “Es muy versátil. He visto todos los géneros con ukelele: jazz, metal, punk, bossa nova, valses criollos, reggae, música clásica, chicha. Y siempre suena bonito, pongas tu dedo donde lo pongas”, comenta el profesor.
El ukelele es didáctico y versátil, como Danielysunuevoalumno.ElactorGuillermo Castañeda, ha decidido aprender a tocar el ukelele en su tiempo fuera del teatro. “Me parece un instrumento práctico y portátil. Hago stand up ya hace varios años y, creo que vi un comediante en Argentina que usaba el ukelele. Desde allí dije: yo también lo quiero. A futuro quisiera ser uno de los primeros comediantes [en Perú] en utilizar música en mis monólogos”, dice el miembro del elenco de ¡Oh Por Dios! Daniel también se ha reunido con otros artistas que empiezan su viaje con el ukelele. Hace poco más de un mes, recibió la llamada de Luis Buckley, miembro de una de las bandas peruanas más populares actualmente. El ukelele había caído de imprevisto en nuevas manos. UN LUGAR EN LA MÚSICA Luis Buckley, el bajista de We The Lion, ahora también posee el título de ukelelista. El primer disco de su banda fue evolucionando por tres años. El “uke”, como le dicen Luis y todos quienes lo tocan con cariño, apareció durante el camino del grupo por mera casualidad. Luis fue investigando y aprendió a tocarlo solo. En su recorrido llegó a una conclusión: puede ser sencillo aprenderlo, pero no necesariamente entenderlo. “La enamorada de nuestro productor tocaba el uke. A veces venía mientras la banda estaba componiendo el disco. En una ocasión lo dejó. Se quedó ahí como tres semanas. Al verlo, y ser un instrumento nuevo, empiezas a tratar de sacarle algo. Entonces lo comenzamos a considerar dentro de las canciones”, explica Luis. We the Lion es una banda indie folk peruana que canta en inglés. El trabajo de tres años les ha permitido despegar el pasado verano con su primer disco: "Violet". El concepto de su primer trabajo gira en torno a una historia de amor a través de once sencillos. “Nos dimos cuenta que le daba una onda bien cálida a la música. Lo utilizamos para algunas canciones en específico. Primero llegó para You and Your Heart, que es como una canción de cuna. Conceptualmente en ese momento de la historia el personaje le
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canta a la chica cuando ella está dormida. El sonido del uke venía perfecto. Con su melodía no se despertaría,” cuenta Luis. El instrumento también es utilizado en las canciones Found Love y Gone.
“Creo que en el futuro podría haber una fuerte generación de ukelelistas" Luis Buckley
En general, Luis considera que le aporta alegría y calidez. Además, está de moda, suena actual, y eso atrae a otros. Luis cree que muchos niños se están metiendo en el mundo ukelele y que en futuro podría haber una fuerte generación de ukelelistas. Un pequeño ejército que tendría al uke como principal arma. “Creo que su sonido es ya característico en el concepto que tienen las personas de We The Lion. Ahora paso más tiempo con
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mi uke. Hago inventos con el instrumento. Ya es parte de mí”, afirma Luis. Historias fantásticas parecen unir a quienes han cruzado caminosconesteinstrumento. Su magia va más allá de la melodía cálida y alegre, como si una mística especial lo rodeara. Tal vez lo que enamora del uke no se encuentre en su madera o en sus cuerdas, sino en cada historia que hay detrás de él. Paradójicamente, el uke actúa en silencio, creando ramificaciones entre quienes lo tocan, sus oyentes y los curiosos que lo rodean. Mila, Daniel y Luis son sólo tres vínculos que se han creado en el camino de la música peruana, una ruta que el ukelele ya empiezó a conquistar. n