historias mínimas

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Navidad 2010


Alguien deja mensajes en las paredes dónde tomo café Sé que son para mí, porque nadie más los lee


Madrid 2008

A fuerza de a単orar el mar, me han crecido peces en las ventanas que asustan a las vecinas con sus bocas abiertas como corazones rotos


Soy un patio de recreo donde juega al escondite una ni単a sin besos Soy un paisaje apacible con volcanes dormidos en las esquinas


Cuando me desaguo, las lĂĄgrimas se suben a las pestaĂąas y se arrojan salvajes a los huecos de mi cuello


Mi corazón trepa por las paredes, late a deshora, asusta a los fonendos y se cree un pájaro carpintero desganado, tic, tac, tic, tic, tac…tic… Mi corazón duerme la siesta en una hamaca colgada en las costillas y se hidrata con las lágrimas que le roba a los nudos de la garganta Mi corazón se viste de amapolas cuando me besas


Dios hizo al hombre de barro lo dej贸 secando al sol y todav铆a no ha regresado


Edificaron una torre hasta el cielo para ver a Dios Pero cuando llegaron, Dios no estaba allĂ­ Dios no estĂĄ en ninguna parte


Tiendo una rima húmeda entre dos anhelos un agobio y tres silencios Mis pensamientos tienen arrabales por los que nadie transita‌ Un día de repente, zas, se rompe el corazón y la sonrisa se niega a salir de casa


Atravieso el cielo a nado La calle donde vivo tiene nombre de playa Me doblo en tres, me guardo en el armario y lloro porque me da la gana


Los soñadores de día son esos tipos raros a los que les gusta imaginar… …que el tendero de su barrio es un visir camuflado y la pescadera una sirena que se estremece por debajo del mostrador mientras corta la merluza en rodajas


Me inspiran los chicos duros de coraz贸n tierno

las luces y las sombras las flores amarillas, la lluvia la m煤sica de Mozart los azules crujientes y el silencio


Llueve… …y la mujer atrapada en el barro sueña con estar lejos Hay un nuevo sonido en el parque cuando la lluvia resbala sobre la tela encerada del paraguas

Zipsss, zipsss, zipsss…


Llueve… …y se borran los hombres y el paisaje Regreso a casa sin ropa, sin carne, sin huesos, sólo las brumas de mi alma empapada Mientras invento otra vida, otro cuerpo, otro paisaje… …llueve


Por las noches escalo los patios traseros de mi memoria Te oigo respirar‌ mientras en los tejados los gatos lloran y las golondrinas sueùan con gusanos de nåcar para sus polluelos


Futuro perfecto Cuando el agua conquiste las orillas a los hombres les crecerรกn las piernas y a los perros branquias para librarse de sus correas


Nina 12 de abril de 2010

Nina aguardaba con paciencia felina a que me quitara los zapatos y me pusiese la ropa cómoda de andar por casa para obsequiarme con un ronroneo especial que había ensayado mientras me añoraba Ahora, que ya no está, soy yo la que la añoro todos los días


Adrià

Un día como otro cualquiera. Lluvia y frío. Qué asco de invierno. No tenía ningún plan cuando metió sus cosas en la mochila. Puso en marcha el ordenador. Encendió un pitillo. La pantalla del portátil le pareció más pequeña que cuando escribía sus pensamientos, sus poemas sin rima y sus canciones Me voy. Aún no sé adónde. Ahí fuera, al mundo. Adiós, mamá

La impresora escupió la hoja. La dobló después de soplar la tinta. La dejó encima de la mesa del comedor sujeta con un cenicero. Acarició a la gata que salió a despedirlo como siempre Ahí fuera sigue con su música sus sueños y su princesa


Laura

Cuando era pequeña adoraba a su hermano, la chatarra, los coches heridos de los desguace, trasnochar y jugar a las maestras regañonas, aunque no le gustaba ir al colegio, Le chiflaban los cuentos de brujas, Jim Botom y Lucas el maquinista, las muñecas pelonas las barriguitas negras, saltarse las normas, ir a su bola y llevar la contraria Odiaba por este orden: quedarse en casa, que le fallaran los amigos, hacer deberes, la verdura, la sopa, el color rosa, llevar gorro en invierno, su pelo, que le dijeran que tenía los ojos bonitos… Me siento feliz cuando sonríe


Xavi

Mi amante, mi cómplice, mi amigo, mi contrario, mi equilibrio, mi desasosiego por perderlo El es cálido, sólido, inteligente Me mima, me entiende, me acepta No me invade… Yo le hago reír y le amo Los huecos de su cuerpo coinciden con los relieves del mío No tiene que ver con el tamaño ni con los volúmenes Es como tener o no ritmo para bailar


Té con pastas para don Vito, que se ha tachado un ojo en señal de protesta. Quiere ser un chucho, llevar vida de perro y tener amoríos con Canela…


Canela‌ nariz de charol, lengua de caramelo. A don Vito le han crecido margaritas en el corazón que se mecen cuando suspira pensando en ella.


El sij

Caminaba con el mundo a cuestas sin apenas levantar los pies del suelo, deslizándose… Se paró. Giro la cabeza Proyectó sus ojos más allá del barrio de historias rotas y calles estrechas donde ahora sobrevive El sol iluminó su cara y el turbante con el que cubre su moño y su añoranza Un encuentro, la luz, su mirada, un clic, un instante… … un hombre solo


La rutina aferrada a su tobillo le impedía alzar el vuelo hasta que en una de sus alas inútiles abrió una ventana para asomarse a los sueños


Ella se siente muy sola entre caricia y caricia


Desde su pecera con vistas a la calle comercial, la sirena sue単a con zapatos mientras mueve su cola de pescado entre bolsos a juego cinturones de charol y pa単uelos de seda que imitan las olas del mar


Dibujo de Pat Andrea con fotomontaje de tesa

Estudio de árbol desde la ventana con mujer al fondo

Siente la cabeza como si se la rebañaran con una cuchara de bordes afilados. Sólo recuerda que se emborrachó para olvidar el desequilibrio del vaso sin su cepillo de dientes La almohada tiritando sin el calor de su aliento El espacio vacío de su ausencia Los cajones añorando el caos de sus calcetines sin pareja Las perchas balanceando sus hombros desnudos y precipitándose en el estante depresivas


Cree que bajó al jardín, bailó con las farolas, besó a un gato negro de ojos amarillos y se tomó unas pastillas que prometían el Paraíso Amaneció como cualquier otro día

Hopper con fotomontaje de tesa

Él se ha ido; el estudio ha quedado inconcluso El árbol continúa frente a su ventana, y la mujer del fondo, ha tocado fondo Una hormiga muerde su tobillo con saña. La pareja de tórtolas intercambia su arrullo lastimero y machacón Puta primavera, que la sangre altera


Me gustaría abrazarte para disipar la tristeza de tus ojos Me gustaría…qué la esperanza te hiciera sonreír. Que ames, que améis, que os amen Que tu abatimiento y su cansancio no se deban a un salario mísero Que tengas con quien hablar cuando llegues a casa. Que tengáis casa y amigos Me gustaría ser el mago de la lámpara, que Dios existiera, abolir la indiferencia y restaurar la empatía Me gustaría…hablarte, hablaros, deciros que la luna y las estrellas son las mismas en todos los lugares, que el horizonte es una ilusión óptica igual que las fronteras dibujadas en los mapas de colores Me gustaría decirte, deciros, que hice esta foto para no olvidarte, no olvidaros, pero sólo fue un impulso de llevarme a casa tu tristeza, su cansancio y un encuadre sugerente.


Cuento de Navidad

Con un mohín de asco, la mujer tira un euro en la fiambrera del mendigo Lleva un perfume de setenta. “Por los perros”, aclara, arrebujándose en su visón antes de perderse en el centro comercial Disparo la cámara mientras imagino que el perro del revólver la liquida de un tiro certero por la espalda o que el otro la conduce esposada a la perrera Cuando cree que nadie lo observa, el mendigo trata mal a los animales Me gustaría robarle la recaudación y llevarme a los perros al Mcdonals, pero me invade el espíritu de la Navidad y le tiro una moneda. El próximo año me vacuno contra el buenismo navideño


Despierta ParĂ­s y las gĂĄrgolas regresan a sus esquinas de piedra llevando en sus bocas los gritos de los arrabales .


Al amanecer los hombres vomitan su soledad por las esquinas de Pigalle. Acabada la farsa, la fachada parece tan irreal como los paraĂ­sos que promete.


A la ciudad reciĂŠn llovida le crecen espejos en el asfalto donde las farolas se miran haciendo el pino y las ranas se baĂąan desnudas a la luz de la luna


Cuando los charcos se cuelan por las rendijas de las aceras, las palomas salen a la caza de tesoros remojados en lluvia: ramitas, bayas, alguna pipa, una hormiga exhausta, el corazón de una oliva, un pistilo, un osito de fresa‌ Corren inquietas con sus patitas de alambre rojo dibujando sus sombras en el asfalto brillante


Guadarrama 1959

Sólo tengo cinco años y me muero. Estoy en el centro de la cocina sentada en una banqueta. Los pies dentro del barreño de cinc. Hay un estropajo de cuerda nuevo y un trozo de jabón que parece un caramelo de miel. Antes de empezar a morirme, Adela dijo que iba a la tienda hacer un mandado, que no me moviera ni jugara con el agua y lo pusiera todo perdido como era mi costumbre. Mis pies se alejan, arrugados como dátiles secos. Un escalofrío recorre mi espalda desnuda de niña pequeña. El agua gris con rastros blancos de puntillas deshilachadas se mueve. Entre mis dedos naufraga un pez de nácar. Quiero salvarlo, pero no sé donde he dejado mis manos ni mis brazos. Tengo sueño. Adiós pez, lo siento. Me muero. Trata de escapar, salta por la ventana. Detrás de los álamos está el río.


Lo primero que veo es a mamá con la mano en el pecho y la expresión de heroína de película muda. Oh, gracias Dios mío, le reza a la bombilla sin lámpara de mi habitación, en aquella casa en la que me cuidan o descuidan y que no es mi casa. Antes de que mamá regrese al hospital donde trabaja y vive entregada a sus enfermos terminales le pregunto si han encontrado un pez en el barreño. Un pez de nácar. -Trata de descansar, hija, ¡vaya susto nos has dado! Insisto. - No, no había ningún pez, me sigue la corriente. - Adela, cualquier cosa, me llamas. Y no vuelvas a poner esa estufa. ¡Por dios!, es un peligro. Cierro los ojos. El pez de nácar baila con una medusa naranja. Estoy viva.


.

Los gigantes tuvieron miedo de la señora diminuta que les miraba fijamente sin soltar el bastón y activaron la alarma de su urna blindada Las autoridades acusaron a la mini señora de provocar a las tradiciones El abogado de la señora pequeña pide el sobreseimiento de la causa alegando abuso de menores


El hombre no puede saltar fuera de su sombra, dice un proverbio รกrabe Resulta inquietante no poder huir de una misma Suerte que el humor estรก salvando nuestra relaciรณn impuesta


Él va a su encuentro con el corazón batiendo a la velocidad de los paisajes que corren paralelos a la vía y dejan su pronta en las ventanillas el tiempo justo para ser aùorados


Entre 茅l y Ella s贸lo hay un ukelele rojo, tres estaciones, una tienda de chinos que abre 24 horas, cinco pisos sin ascensor y la incertidumbre de la primera cita


Cuando era niña nos asustaban con el hombre del saco, un tipo multiusos como una navaja suiza, que igual te chupaba la sangre que te sacaba la manteca o te raptaba en su enorme saco Lo imaginaba mugriento y desaliñado. De mirada turbia y boca babeante, con una ristra intermitente de dientes amarillos También flaco y viejo En el saco llevaría un trozo de tocino humano, un cuchillo mellado, trozos de cuerda y una manta áspera con muchos piojos


Los hombres del saco de ahora, son negros, jóvenes, guapos, fuertes y con los dientes como un piano recién desembalado. Se parecen más a los Reyes Magos que al sacamantecas de mi niñez Llevan en sus sacos imitaciones baratas de complementos de lujo. “Diseño” al alcance de todos los bolsillos Los hombres del saco de mi ciudad son náufragos de asfalto que sueñan con un puesto en cualquier mercadillo del que cuelgue una licencia municipal


Un taller informal de literatura en una cárcel de Madrid, conozco a Luis, cincuenta y tantos, callado, ensimismado, tímido, y que según sus propias palabras nos espera ya nada de la vida

El relato de Luís para el taller: El ritmo de la lluvia Siempre me gustó la lluvia. Cuando llueve mis biorritmos se acomodan y aparece un sosiego interior que me mueve a mirar a mí alrededor de forma distinta. Arreglo la casa, quito el polvo, hago la cama, labores que casi nunca realizo, y, sobre todo, apago la música. A veces, venciendo mi timidez, ensayo con la lluvia, cojo la guitarra y la acompaño.


Aquel día nos salió mejor que nunca. Había tormenta, mejor que mejor. Al lado de la anárquica percusión de los truenos y el furioso viento de los violines, de los solos de piano del restallar del agua en los cristales de las ventanas, destacaba un sonido profundo, solemne y cadencioso que interpretaba un blues glorioso, improvisado y loco. Era la lluvia cautiva en el caño al caer en la cisterna de debajo de la casa, marcando el tempo profundo del contrabajo. Un sonido inolvidable”.

Cuando Luís descubrió que era capaz de contar historias me escribió:

Gracias, Tesa, urdidora de este reciclaje espiritual que me va a deparar una madurez emotiva y plena, porque descubrir que soy capaz de contar historias ha cambiado mi vida. Gracias, muchacha, te debo una…” Luís


Sólo los niños saben lo que buscan – dijo el principito. Los transeúntes indiferentes pasaban de largo, sólo la niña parecía conmovida por la música

“¿Por qué tenemos que quedarnos todos tan solos?… Hay tantísimas personas en este mundo que esperan, todas y cada una de ellas, algo de los demás, y que, no obstante, se aíslan tanto las unas de las otras… ¿Se nutre acaso el planeta de la soledad de los seres humanos para seguir rotando?” (Spunik, mi amor, de Haruki Murakami)


Levantó un muro para protegerse de los otros y la falta de luz y calor le heló el corazón Ahora camina solo por las sombras que construye con sus miedos

“…La tierra es redonda y nuestra historia también. ¡Ignoremos la cronología! Hoy estás tan solo como en tu adolescencia cuando todo era auténtico y de color de rosa, y tú, con tu energía e impaciencia, eras un joven insoportable… …Nada se detiene, todo recomienza: las historias y los que las cuentan…” (La noche del pecado, de Tahar Ben Jelloun)


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