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La Sierra/serrucho Habladora

El serrucho hablador

HORA DEL CUENTO: HISTORIAS PARA NIÑOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE PERSONAJES

Sam estaba usando su herramienta favorita. Mientras empujaba el serrucho hacia adelante y hacia atrás, veía que los dientes mordían la tabla uniformemente. Sam y Joe estaban construyendo una casa para pájaros. El papá de Sam les había ayudado diseñando los planos y les había dicho a los niños que podían usar sus herramientas para construirla. “¿Dónde podemos colocar la pajarera cuando la hayamos terminado?”, preguntó Sam. “Podríamos ponerla sobre aquel pino cerca del garaje”, sugirió Joe.

En ese momento la madre de Sam llamó, “¡La cena está lista, Sam!” Sam se enderezó con la mano en el serrucho. “Tenemos que parar ahora y guardar las herramientas”, dijo. “Le prometí a papá que tendría cuidado con sus herramientas y las pondría en su sitio”. “Deja el serrucho”, dijo Joe, “yo terminaré de cortar esa tabla. Guardaré el serrucho cuando termine. También tengo que irme a casa”.

“De acuerdo”, replicó Sam. Y dejó a Joe para que terminara el trabajo en la tabla y guardara el serrucho.

Después de la cena, Sam hizo su tarea y se preparó para ir a la cama. Justo cuando se estaba lavando los dientes empezó a llover afuera. Era sólo un poco de agua, pero Sam pensó en el

Reproduzido com permissão. La Sierra/serrucho Habladora. Em Hora da História: HISTORIAS PARA NIÑOS na construção do caráter. Copyright 2008, Pacific Press.

serrucho. Joe dijo que lo guardaría¸ pensó para sí mismo. Seguro que lo hizo. Joe era el mejor amigo de Sam, pero Sam sabía que no siempre Joe hacía lo que había dicho que haría. Casi fue al garaje para asegurarse de que el serrucho estaba en su lugar, pero era tarde. Y después de todo, Joe había dicho que se encargaría de eso.

A la mañana siguiente Sam salió por la puerta trasera de camino a la escuela. Para su sorpresa, allí yacía el serrucho, en el escalón trasero, exactamente donde él y Joe habían estado trabajando la tarde anterior. Debería haber sabido que no podía depender de Joe para guardarlo. Pensó Sam. Estaba enfadado con Joe, pero también sentía que era culpa suya porque no había guardado el serrucho cuidadosamente. Después de todo, le había prometido a papá que cuidaría bien de sus herramientas. Sam tomó el serrucho y lo miró de cerca. Estaba seco y parecía estar bien. Voy a guardarlo ahora, y papá nunca sabrá que estuvo afuera toda la noche, pensó para sí mismo. Después de la escuela, aquella tarde, Sam y Joe estuvieron ocupados una vez más trabajando en la pajarera que estaban construyendo. Clavaron los trozos de madera juntos, y pintaron la pajarera de un azul brillante. Cuando la pintura estaba seca el padre de Sam salió a ver su trabajo.

“¿Podemos ponerla en el pino, al lado del garaje? Preguntó Sam. “Está bien”, dijo papá. “Veamos cómo se ve allí”. Él sostuvo la pajarera contra el tronco del pino. “Eso se ve bien”, 35

36 dijo Joe. “Pero necesita ir un poco más alto, justo donde está creciendo aquella ramita”. Dijo Sam. “Podemos cortar esa rama y luego clavar la pajarera al árbol”.

“Voy a cortarla”, se ofreció el papá de Sam, y fue al garaje para traer su serrucho. En un momento estaba de vuelta. Con el ceño fruncido miraba el serrucho en su mano. “Pensé que iban a cuidar bien mis herramientas”, dijo. Sam miró a Joe, y Joe miró a Sam. Entonces ambos miraron al suelo. Ni uno de los dos dijo una palabra. Finalmente, Sam dijo, “el serrucho quedó afuera toda la noche. Llovió un poquito, pero el serrucho estaba seco esta mañana. No pensé que le haría daño, así que no te lo dije. “¿Quién te contó papá?”

Su padre levantó el serrucho para que Sam y Joe pudieron verlo. Había pequeños puntos de óxido rojo por toda la hoja. “El serrucho me contó”, dijo el papá. “Puedo limpiarlo y aceitarlo y estará bien. Pero recuerda: “Cuando haces algo que no deberías haber hecho, siempre es mejor admitirlo y no tratar de encubrirlo. Ahora, ¡vamos a atar esa pajarera en el árbol!”.

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