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Alejandra y Rafael

ALEJANDRA Y RAFAEL EL VESTIDO SOÑADO

Rafael y Alejandra son de la misma ciudad, una ciudad fronteriza llamada Reynosa. Estudiaron juntos en la secundaria en distintos grados, pero jamás se dirigieron una palabra. Solo sabía de él que era el hermano mayor de un compañerito de clase. No volvió a saber de él hasta sus años universitarios, puesto que se mudó a la ciudad de Monterrey para seguir sus sueños profesionales. Le sorprendió verlo alto y muy guapo, pero tampoco cruzaron palabra. Pero por ser ambos de una ciudad no tan grande y tener muchos amigos en común, se tenían como contacto en Facebook.

Alejandra estaba estudiando ya la maestría, cuando empezó a escribir en un periódico. Primero reseñas de lugares que visitaba y, poco a poco, su experiencia profesional le fue dando la oportunidad de escribir artículos de opinión política. Dice Rafael, que él empezó a leer todos sus artículos y después de leerlos solía ver sus fotos, hasta que llegó a la conclusión de que, aunque no la conocía, porque en realidad no la recordaba, Alejandra le gustaba, y le gustaba mucho.

Empezó a recibir mensajes de Rafael, queriendo iniciar una plática y al inicio su reacción fue el rechazo. Seguía insistiendo, deseando los buenos días y noches, pero la percepción de Alejandra era que no estaba dimensionando el tipo de persona que era, feminista, obstinada, enfocada a los estudios y el trabajo y, que al conocerla realmente, perdería el interés como había pasado con otros chicos de la ciudad, ya que su manera de pensar y la de Rafael no empatarían.

Un día, Rafael decidió darle una réplica sobre unos de sus artículos, y además de que dio en el clavo, precisamente ese día… Terminaba sus traba-

FUERON TRES AÑOS DE NOVIAZGO A LA DISTANCIA

jos finales de la maestría y un proyecto pesado del trabajo. A partir de ahí no dejaron de hablar un solo día.

Alejandra descubrió que Rafael ya no vivía en Monterrey, sino que tenía años que se había mudado a una ciudad fronteriza de los Estados Unidos. Es emprendedor, comerciante, vendedor, y un ratón de biblioteca y oficina, pero coincidían mucho y tenían pláticas interminables. Un día Alejandra recibió en su departamento un ramo de flores de su parte con una nota, y con eso supo de sus intenciones.

Fueron tres años de noviazgo a la distancia, pero desde los tres meses Rafael le dijo firmemente, que se casaría con ella. Durante estos años, crecieron como personas, como novios, él creció como comerciante y ella inició un doctorado el cual culminó ya casada.

Durante su doctorado, Alejandra obtuvo una beca para estudiar en Francia y, estando en el viejo continente, visitó a su amigo Silvano en Salamanca, quien le dijo que España seguramente tenía un vestido para ella, pues cada fin de semana era testigo desde la plaza principal de como hermosas novias descendían de los coches con vestidos bellos y clásicos.

Cuando Alejandra fue a probarse los vestidos, llevaba en su mente cuatro cosas: sencillo, clásico, ligero y, como me le pidió Rafael muchas veces, que fuera un vestido que le permitiera bailar toda la noche.

Al medirse ese vestido, ella supo que era el suyo, que justo así esperaba verse, la chica que la atendió y

el amigo que la acompañaba, vieron su sonrisa y dijeron: “ese es”. Alejandra regresó a Francia, a sus deberes, aún sin dar el rotundo ¨Sí¨ al vestido, puesto que tenían que planear, como llevarlo a México, el tiempo que se llevarían en elaborarlo... Desde el taller de JESUS PEIRO le informaron que dadas las circunstancias harían una excepción y tendrían listo el vestido antes para que su amigo Silvano, en su regreso, pudiera llevarlo hasta México. Y así fue. En el acometido de traer el vestido, Silvano tuvo varios percances, aduanas, paqueterías, vuelos… pero el vestido llegó intacto a manos de la novia.

El día de la boda, Alejandra no pudo sentirse más cómoda e identificada con el vestido que lucía. Bailó toda la noche, como lo habían previsto.

ALEJANDRA NO PUDO SENTIRSE MÁS CÓMODA E IDENTIFICADA CON EL VESTIDO QUE LUCÍA

Celebraron una boda mexicana, llena de color que contrastaba con el marfil de su vestido. Fue una noche inolvidable, no solo para los novios, para los invitados también, puesto que lograron cosas tan simples de su cultura que les hizo felices como: una fruta con chile en la plaza, aguas frescas, un churro relleno de cajeta, comida casera, un buen guacamole, cerveza nacional y unos ricos hot dogs que, como buenos mexicanos, les gustan después de una noche larga de baile y tragos

Es fecha que Alejandra sigue hablando con tanta emoción de su boda y la disfrutaron tanto, que ya están pensando en renovar votos con una fiesta similar.

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