Reflejos No. 14, 2016 - 2017

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WA K E

FOREST

UNIVERSITY

R E F L E J O S DEPARTMENT OF ROMANCE LANGUAGES

No. 14 2016 - 2017

R E V I S TA E S T U D I A N T I L

D P TO . D E L E N G U A S R O M A N C E S


Reflejos is a student publication in Spanish by Wake Forest University students. We publish original work by undergraduates written in Spanish as well as original artwork that has been inspired by Spanish classes and/or the Hispanic speaking societies we study. All submissions are reviewed by a committee of faculty members in the Department of Romance Languages. Works are chosen for publication on the basis of their creativity, originality, and appropriateness to the journal's vision, regardless of the level of the student. Our goal is to encourage cultural awareness through the recognition of artistic achievement in Spanish. The journal is currently published annually, online.


Agradecimientos Agradecemos a los estudiantes que contribuyeron sus obras para este noveno volumen de Reflejos, a los profesores que lo promocionaron en sus clases, y especialmente a los doctores Candelas Gala, Anne Hardcastle, Woodrow Hood, & Rick Matthews por el apoyo que hoy hace posible la realización de esta revista estudiantil.

COMITÉ EDITORAL Karina A. Bautista, Ph.D. Claudia Francom, Ph.D.

CONSEJO ESTUDIANTIL Kaly Epps Zach Searle Jessica Morales

©Department of Romance Languages Wake Forest University, 2016 All rights reserved


ÍNDICE NARRATIVA

POESÍA

CUENTOS

Un árbol de ramificaciones Rupert Congmom 41

El despertar Briana Sumpter Un amor mortal Carolina Horne Memorias del extranjero Ashley Sadocha ENSAYOS Si yo fuera Camila Vallejo Gilbert McGregor

7 Dibujos, pinturas y fotografías 11 Vendedora de frutas Julia Haines

43

18 Fresa sangrienta Eli Groves

44

Parque Güell en la ventana 25 & Salamanca en el reflejo Samantha Dienesch-Calamari 46

Las consecuencias de ser diferente: Efectos de un estigma Michael Brown

27

Si sólo lo hubiéramos sabido Kate Lorenz

30

Entre el océano y la razón maternal Ashley Sadocha

34


N A R R AT I VA



Briana Sumpter

El Despertar Miraba fijamente el montón de tierra, ahí, delante de mí, mientras trataba de contener las lágrimas que amenazaban caer. Ya habían pasado horas desde de que habían puesto su cuerpo en esa tumba y todo el mundo se había ido, sólo quedaba yo. Todavía estaba tratando de entender que mi mejor amigo estaba muerto. Él era ahora sólo un cadáver rígido seis pies bajo tierra. Recordaba lo animado que era, lo brillante que eran sus ojos marrones cuando estaba emocionado, la forma que tomaban sus labios cuando compartían una broma. Todo eso, todo lo que hacía Luis, todo lo que hizo que me enamorara de él desaparecía en un abrir y cerrar de ojos. Todo se lo llevó ese tirón del gatillo, y ese breve instante cambió mi mundo.


La sensación de culpa era sofocante, la sentí entrar en mi poco a poco. Luis estaba muerto y era mí culpa. Me quiso proteger y lo mataron. Recordé esa noche claramente, la pesadilla grabada en mi cerebro, el camino que recorría esa noche para encontrarme con Luis. El momento en que llegaron. “Bueno, pues, si no es el pequeño maricón,” Rafí se burló de mí, y sus matones riendo detrás de él. “¿En camino a encontrarte con tu novio?” él continuó. Apreté los puños y traté de moverme, pero me bloquearon el paso. “¿Qué quieres?” dije entre dientes. “¿Qué quiero? Lo que quiero es que desaparezcas. Quiero ser el que hará que desaparezcas.” Traté de pasar, pero él me empujó hacia atrás. “Eres patético y débil y vas a terminar como tu padre con mi cuchillo entre las costillas.” Traté de correr, pero antes de tomar dos pasos, los amigos de Rafí me agarraron y me sostuvieron, golpeándome con sus puños. Le llamé Luis a gritos, con la esperanza de que me oyera.


“¡Cállate!” Rafí escupió en mi cara. No lo escuché, seguí gritando. “Cállate antes de que te corte esa lengua,” de repente sacó una navaja y me la puso en la garganta. Inmediatamente dejé de gritar, quedé totalmente quieto. Rafí presionó el cuchillo en mi garganta y sentí gota a gota la sangre de mi cuello. Él me sonrió, levantando el cuchillo y deslizándolo amenazantemente por mi mejilla. Cerré los ojos, preparado para sentir el picotazo de la cuchilla, pero nunca vino. Abrí los ojos, vi a Luis sentado en las piernas de Rafí con el cuchillo en su garganta. Todo sucedió tan rápido entonces. Los muchachos me soltaron para ir ayudar a Rafí. Entre los gritos, escuché un tiro ensordecedor. Quedé congelado ante esa escena, ante la imagen de Luis cayendo en el charco de sangre que iba formándose en la calle y sus ojos llenos del impacto. Entonces Rafí agarró la pistola del muchacho y le disparó otros tres tiros en el pecho a Luis. Él entonces levantó la pistola hacia mí, pero se detuvo cuando oyó las sirenas de la policía. Comencé a correr hacia el cuerpo inmóvil de Luis, al mismo tiempo que los otros muchachos se escapaban de la


escena sangrienta. Cuando llegó la policía, lo pronunció muerto en la escena del crimen. Observé como se lo llevaban en una bolsa de plástico, sentí la impotencia ante la realidad de que los asesi-nos estaban libres y que la policía era indiferente hacia la vio-lencia de las pandillas. Cada uno de esos policías eran felices con la idea de dejar que nos matáramos los unos a los otros. Aún podía oír la voz de Luis en mi cabeza diciendo, “No nos protegen. Nos matarían como animales si pudieran. Julián, nadie en este mundo se preocupa por ti. Todos quieren verte fracasar. En esta vida, la única persona en la que puedes confiar es en ti mismo.” Me sequé las lágrimas de los ojos mientras me apar-taba de su tumba, y sentía las palabras de Luis retumbar en la cabeza.


Caroline Horne Un amor mortal


Un amor mortal Caroline Horne Sara

se

despertó

de

repen-te, a la medianoche, empapada de sudor y el corazón latiendo con fuerza. Con pánico, caminó rápidamente hacia el baño para verse en el espejo y verificar que era sudor, no sangre sobre su cuerpo. Aliviada, Sara vio que no era sangre, sino simplemente había tenido una pesadilla; por eso, regresó a la cama, pero no pudo dormir. Normalmente, ella no tenía pesadillas, sin embargo en ese último año eran constantes. Esto empezó hace siete años, cuando Sara conoció a Marco en la Universidad de Georgia. Ella tenía una clase de biología y el asistente del profesor de esa clase era Marco. La clase era muy difícil para Sara; por eso, un día después de clase le preguntó a Marco: – ¿Podrías ayudarme con el material de esta clase? Añadió: – Quiero recibir una


buena nota en la clase, pero no comprendo algunos temas. Marco le respondió: – ¡Sí, puedo ayudarle a estudiar! Como los dos pasa-ron mucho tiempo estudiando juntos, se hicieron amigos y, con el tiempo, comenzaron a salir. Desde entonces, se enamoraron y habían sido inseparables. Se casaron cuando Sara se graduó dos años más tarde y se mudaron a su ciudad natal. Por casualidad, Sara y Marco eran de la misma ciudad en Florida, pero él era cinco años mayor que ella y asistió a un colegio que estaba en la otra parte de la ciudad. También, Marco y sus padres se mudaron a Mississippi cuando él tenía 17 años y por estas razones los dos nunca se conocieron. Sara y Marco tenían una buena vida y Sara no podía ser más feliz. Él era el dueño de un taller de reparación de coches y ganaba mucho dinero mientras que ella era una apasionada decoradora de interiores. Tomaban vacaciones dos veces cada año; durante el verano iban a España y en el invierno a Fiji. En definitiva, Sara estaba muy contenta con su estilo de vida y le gustaba mucho vivir en la ciudad de su niñez porque podía estar más cerca de sus recuerdos y de su


familia. Aunque, en realidad, no tenía ninguna familia porque estaban muertos. Cuando sólo tenía doce años, sus padres y su hermana menor fueron asesinados, y por eso, Sara vivió con sus abuelos, quienes vivían en Florida, unos 150 kilómetros al sur. Aquella trágica noche, Sara estaba en su habitación y a punto de acostarse porque era un martes y tenía que ir a la escuela al día siguiente. Sus padres estaban en la planta baja y su hermana menor, Julia, dormía en su propio dormitorio. Sara oyó que alguien tocaba la puerta y luego el timbre; entonces, salió de su habitación para mirar las escaleras. Vio a su padre que abría la puerta, pero no había nadie afuera, así que regresó a su habitación. Al regresar, oyó un estallido seguido de muchos gritos y ruegos de sus padres. Con miedo, se escondió en el fondo de su armario y oyó ruidos que parecían tiros de un arma. Cerró los ojos y se cubrió las orejas con las manos, pero todavía podía oír los gritos de sus padres y las pisadas del asesino en las escaleras. Después de


un momento, oyó las sirenas de la policía, seguida por la imagen de los oficiales ayudándola. Desafortunadamente, el asesino había escapado y toda la familia de Sara había sido asesinada. Sus abuelos llegaron esa noche y, desde ese momento, Sara vivió con ellos. Por los próximos tres años, tuvo pesadillas con los ruidos que escuchó esa noche y con las imágenes de su familia. Después de años de reunirse y conversar con un terapeuta, Sara se recuperó del incidente y siguió adelante en su vida. A ella le gustaba vivir en su ciudad natal con Marco porque podía visitar con facilidad el cementerio en el que su familia estaba enterrada. Marco le producía sentimientos de seguridad y, aunque el asesino nunca había sido capturado, no hubo ningún asesinato desde el de su familia. Mientras que su matrimonio continuaba y celebraban su séptimo aniversario, Sara comenzó a ver cambios en el comportamiento de Marco. Generalmente era feliz y románti-co, pero pasaba más y más tiempo en su trabajo y poco a poco se volvía más hostil.


Un día, cuando Sara estaba limpiando la casa, encontró un álbum de recortes que estaba sobre el piso, cerca de la cama. Lo abrió para ver lo que era y se le cayó el alma a los pies. Dentro del álbum estaban todas las publicaciones de los asesinatos del hombre que mató a su familia. Cuando miraba esas imágenes de su pasado, la puerta de la casa se abrió y Marco gritó: – ¡Sara, estoy en casa! Con rapidez, Sara puso el álbum debajo de la cama, bajó y saludó a su esposo normalmente. Trató de olvidarse del álbum, pero no pudo hacerlo. Por eso, mientras Marco estaba en el trabajo, buscaba otras pistas en la casa que pudieran explicarle por qué su marido tenía ese álbum de asesinatos. Después de dos semanas, Sara no encontró nada y casi se dio por vencida porque pensaba que se volvería loca. Estaba poniendo la ropa de Marco en los cajones de la cómoda cuando vio que el fondo del último cajón sonaba hueco. Al mirar detenidamente, se dio cuenta que el cajón tenía doble fondo. Adentro, había una caja que contenía muchas baratijas y unas medicaciones prescritas para un trastorno de personalidad. Al principio, estaba confundida; pero, después de un momento,


vio una foto de la casa de su niñez. Se puso nerviosa, pero continuó buscando en la caja y luego encontró una pulsera. No era simplemente una pulsera, sino la misma que les dieron sus padres a Sara y a Julia. Sabía que no era suya porque la llevaba todos los días, entonces tenía que ser la de su hermana. Asociando los hechos, Sara se dio cuenta que Marco tenía un trastorno de personalidad y era el asesino que mató a numerosas personas hacía muchos años, incluyendo a su familia. De repente, Marco apareció con una mano detrás de la espalda y le echó una mirada asesina. Le preguntó a Sara en voz baja: -¿Qué estás haciendo? Ella le respondió tartamuda: -- n-nada, solo ponía la ropa en la cómoda. Se enojó bastante y empezó a acercarse a Sara mientras revelaba la cuchilla que escondía detrás de su espalda. Ella estaba arrinconada y corrió al armario como lo hizo cuando tenía 12 años, pero esa vez no iba a ser vencida porque estaba preparada. Cuando Marco finalmente abrió la puerta del armario, Sara estaba sentada en el piso con un arma que había guardado en una de sus botas. No haciendo caso del arma, Marco trató de apuñalar a Sara, por lo tanto ella le dio cinco tiros hasta que Marco murió. Sus ve-


-cinos llamaron a la policía cuando oyeron los disparos y después de mucha investigación se confirmó que Marco era el asesino que mató a la familia de Sara. Ella no fue a la cárcel porque sus acciones fueron por defensa propia. Resultó que Marco tenía un trastorno de personalidad y cuando no tomaba la medicina, la otra personalidad salía a flote. Sus padres descubrieron la otra personalidad hacía 34 años (cuando Marco tenía 17 años) y se dieron cuenta que fue Marco quien asesinó a las personas en la ciudad. Por eso, se mudaron a Mississippi y le dieron la medicina para ayudarlo. Después de muchos años, el medicamento ya no tenía el mismo efecto; por lo tanto, su comportamiento cambió poco a poco. A pesar de que ella está segura ahora y que se ha vengado del asesinato de su familia, todavía tiene pesadillas sobre el acto de matar a su esposo. Por eso, a veces tiene pesadillas tan reales y tan escalofriantes que se despierta a la medianoche con pánico. No obstante, Sara continúa con su vida y cree que superará esta situación, al igual que hizo con la muerte de su familia.


Memorias del extranjero Ashley Sadocha

La semana pasada, aprendí a creer en el refrán: “Todo sucede por una razón”. En mi casa pasé dos horas hablando con mi amiga Cristina. Ella me contó que su experiencia en el extranjero no fue el viaje típico de un estudiante. Cristina me contó lo que le pasó cuando tenía diecinueve años, antes de llegar a Australia para estudiar un semestre. Lo que voy a contarle, querido lector, le parecerá difícil de considerar verdadero, pero use su creativa imaginación y podrá creerme. Todo comenzó en el aire oscuro y ventoso que circula arriba del silencioso mundo y que da paso a la tierra de los canguros y los koalas. Eran las dos de la mañana cuando Cristina oyó la voz del piloto en el intercomunicador que les mandaba a


los pasajeros que se pusieran el cinturón de seguridad inmediatamente, pues había una emergencia con el avión. Aquella mañana, solamente estaban a tres horas de su destino. Cristina estaba durmiendo al lado de sus amigas Caterina y Sofía cuando el avión empezó a temblar. De golpe muchas personas miraron a su alrededor para ver lo que estaba pasando, pero nadie sabía cuál era el problema. Cristina y sus amigas estaban asustadas y con lágrimas en los ojos porque sabían que algo malo iba a suceder. Tenían razón porque el avión de repente descendió en medio del océano Pacífico. A oscuras, los pasajeros dejaron atrás todas sus pertenencias y nadaron nerviosamente hacia la costa de una isla. Se sentían olas ásperas y el avión estaba muy lejos de la costa. Fue por eso que la mayoría de los pasajeros se ahogaron. El piloto y los miembros de la tripulación les gritaron: —¡tengan cuidado! Cristina pensó que aunque nadara mucho y pudiera manejar la corriente, que moriría. Afortunadamente, Cristina era de Florida y había nadado muchas veces con su hermana, no era un nuevo pasatiempo para ella. Al poco rato, llegó a la isla, pero en el acto


Cristina se desmayó y cuando se despertó hacia las ocho de la mañana siguiente estaba sola sin saber dónde estaban los otros pasajeros o los habitantes de la isla, de ha-ber alguno. Aquellos días, el sol brillaba sobre la abundante arena y hacía calor. Además de la pintoresca playa, Cristina se enamoró del aire fresco y del océano azul almirante. Ella quería encontrar a sus amigas porque se sentía muy solitaria y no sabía cómo sobrevivir en la naturaleza sin comida casera o su teléfono celular. Por desgracia, sus amigas no sobrevivieron. Cristina le gritaba a Dios con pena: —¡Qué horror! No lo puedo creer. De noche y de día, tuvo que buscar comida y bebida por toda la isla, encontró unas bayas, bananas y agua fresca en un lugar oculto en el centro de un grupo de árboles grandes. Ya que Cristina tuvo que defenderse por sí misma, poco a poco empezó a pensar que moriría y nadie lo sabría. Pero un día, cuando estaba bañándose en el océano con los peces, de improviso vio a un hombre. Él estaba bronceándose hasta que captó la imagen del tranquilo cuerpo de la mujer. En seguida, caminó hacia ella con mucho interés. Cristi-


na exclamó con sorpresa: — ¡ay! Dios mío. Le pidió al hombre que no la lastimara. El hombre, comprensivamente, se presentó y le explicó a Cristina que no era una persona peligrosa, sino otro pasajero del mismo vuelo; solamente estaba buscando a los otros sobrevivientes. Se llamaba Matt, era un australiano amable y guapo que no pudo volver a casa debido a la emergencia del vuelo. De todas maneras, ese día le hizo a Cristina sentirse muy afortunada porque si Matt no se hubiera presentado, Cristina podría haber muerto sola. Los dos sobrevivientes pasaron muchos días juntos, por la mañana y por la noche. Prepararon comida con lo que pudieron encontrar y se divirtieron en los estanques de agua y en las cascadas. Todavía no puedo creer lo que le pasó a Cristina, aunque por los detalles de su historia la isla parecía un lugar mágico, lleno de belleza y aventura. Ella también me explicó que vivió entre animales como serpientes, tucanes, monos y tortugas de mar. Cristina los consideró sus amigos. Todos los días Cristina se bañaba en el océano, comía plantas, frutos y aprendía a surfear. Usaba las grandes hojas de palma de dos maneras, como ropa y como una tabla de surf. Aprendió a pescar con la


ayuda de Matt y a cómo sobrevivir sola sin posesiones materiales. Necesitaba encontrar y preparar su propia comida, aunque Cristina no estaba muy feliz de hacerlo. Se adaptó a una manera de vida muy extraña, pero con un nuevo amor que hizo su experiencia más fácil de soportar. Todos los días que estuvieron en la isla, no encontraron a nadie y es por eso que hoy Cristina está muy agradecida por su vida porque ella y Matt fueron los únicos pasajeros que habían sobrevivido la emergencia. Después de muchos días solitarios, Cristina no supo cuántos pasaron, los dos, por casualidad, vieron un avión en la distancia, pero Cristina había dejado su palo largo y unos cocos en la cabaña que ella construyó con unas hojas de palma. Fue por eso que no pudieron llamar la atención del piloto. Pocos minutos después, el avión estaba más cerca de la isla y finalmente el piloto vio a Cristina y a Matt. Aterrizó encima de la arena cremosa donde estaba la cabaña de Cristina y les dijo que en la costa del otro lado de la isla, había pocas pertenencias del avión destruido que las olas arrastraron a la orilla. Cuando las buscaron, Cristina encontró unos pocos artículos


de su ropa, su pasaporte y su fe. No podía creerlo, después de todos los días que habían pasado aventurándose en la isla nunca los vio. El piloto les explicó que sabía lo que había ocurrido con ese vuelo por las noticias que había dado el noticiero diez días antes. Al fin y al cabo, abordaron el avión para los Estados Unidos aquella noche. A bordo del avión, Matt le propuso matrimonio. Cuando llegaron a su destino la madre de Cristina lloró y Cristina se dio cuenta de que el mundo era un lugar peligroso lleno de misterios y sorpresas. Aprendió unas lecciones de vida en vez de conocimiento académico. Si Cristina hubiera tenido un vuelo ordinario, no habría conocido a su amor Matt. Su caso fue uno que me enseñó a apreciar y a sentirme agradecida por mi vida. –Cristina, si te casas con Matt, te visitaré en Australia.


E N S AY O S


Si yo fuera Camila Vallejo Gilbert McGregor

Si yo fuera Camila Vallejo, la activista chilena, mejoraría el sistema educativo. Creo que todos los estudiantes en los Estados Unidos merecen la oportunidad de tener una buena educación. Desde mi punto de vista, el problema más grande en este país es la discrepancia entre la calidad de la educación de los estudiantes afortunados y la de los estudiantes que viven en la pobreza. Este problema afecta a los niños en las escuelas elementales y a los estudiantes en las universidades. En mi opinión, esta discrepancia es causada por los muchos problemas en el sistema educativo, como el costo. El precio de la educación privada es muy alto y aunque esta educación tiene muchas ventajas, muchas personas no pueden pagar su alto precio. Por otro lado, el costo de la educación pública es más razonable, pero hay universidades públicas que cobran mu-cho por la vivienda. Si fuera Vallejo, lucharía por bajar el precio de la educación y dar más


incentivos para los estudiantes con buenas notas. Como el problema empieza en las escuelas primarias, empezaría la reforma en estas escuelas. Mi meta principal sería lograr una educación gratuita para todos los estudiantes que tengan buenas notas y quieran asistir a la universidad. Para poder dar una educación gratuita a los estudiantes de las universidades públicas, sería necesario usar el dinero de los impuestos. Creo que el gobierno, por ejemplo, actualmente

no

usa

este

dinero

eficazmente.

Estas

universidades públicas están afiliadas al gobierno, por tanto un sistema gratuito podría ofrecer un mejor futuro para los jóvenes y también ser una mejor inversión para el gobierno. Si nosotros, los estudiantes, lográramos nuestras metas, muchos problemas en este país serían resueltos. Tendríamos un mejor nivel o tasa de alfabetización, habría más individuos preparados para trabajar y tendríamos menos crimen y violencia. El conocimiento es poder y la educación es la clave, por lo tanto, me gustaría ser un poco como Camila Vallejo para luchar por los derechos de todos los estudiantes.


Las consecuencias de ser diferente: Efectos de un estigma Michael Brown

Hay muchos problemas del mundo que la gente sufre a través de los tiempos, el hambre, la pobreza y las frustraciones relacionadas a la identidad y la vida profesional, son ejemplos de dificultades que están presentes en casi todos los lugares – en las metrópolis más grande y en los pueblos más pequeños. Estos problemas son a veces el resultado de la corrupción y el maltrato de gente específica, como los homosexuales. Pero ¿qué exactamente pasa cuando el estigma de la homosexualidad, por ejemplo, afecta sus posibilidades de vida? ¿cómo reacciona la gente a la idea de la homosexualidad? Hay una conexión muy interesante entre las causas y los efectos de los estigmas sociales y cómo estos se asocian a la homosexualidad, específicamente en los hombres. Imagine a un chico de 17 años, quien ha sabido que es un homosexual su vida entera. Su familia es muy religiosa y el chico no puede


decirle la verdad. ¿Por qué? ¿por qué siente terror sobre su propia vida? La respuesta es fácil, pero muy triste. Los Estados Unidos es un lugar en donde los homosexuales no pueden tener libertad de expresión y por esta razón, los ellos enfrentan muchos problemas con su entorno, y estos conflictos muchas veces los lleva al hambre, la pobreza y la frustración personal y profesional. Es horrible que esta comunidad de personas cuando es religiosa, no puedan tener la esperanza de encontrar una solución a los problemas fundamentales de su vida. Desafortunadamente, hay mucha gente que quiere mantener una situación de opresión con los homosexuales, jóvenes y adultos, que no pueden ser honestos con ellos mismos sin el riesgo de vivir consecuencia específicas. Aunque esto no es siempre el caso, el hecho de que exista esta alta probabilidad es trágico. En mi experiencia, he presenciado a muchos hombres en el ambientes profesional oprimiendo sus emociones y tratando de operar en un espacio que obviamente se oponen a su forma de vida. Durante una práctica de verano, conocí a un hombre que tenía una increíble ética de trabajo y una mente brillante; sin embargo, vivía con tanto miedo de mostrar su verdadera naturaleza que sin duda limitaba su trabajo. En los meses que trabajé con él, él confió en mí , me contó con algunos de sus miedos, miedos que compartí en casi todos los sentidos. Era devastador ver a una persona tan fantástica golpeada simple-


mente por por ideas y estereotipos que dominaban los valores generales del lugar. En los campos de trabajo, es casi imposible para alguien “salir de armario” sin la consecuencia de experimentar las malas reacciones de otras personas. Hay casi siempre una alta posibilidad de enfrentar muchos obstáculos que hacen el trabajo muy difícil. A la gente en la oficina o en la fábrica, etc., usualmente no les gusta la idea de trabajar con una persona tan diferente, así que en ocasiones el homosexual tiene que sobrevivir con muchas amenazas, violencia, o simplemente la ausencia de conversación e interacción con otros. Como resultado, muchos homosexuales, especialmente los hombres para quienes el tratamiento negativo es peor, no pueden manejar bien estas malas condiciones y pierden sus trabajos y la posibilidad de avanzar. Un efecto de estas practicas es que los homosexuales frecuentemente experimentan ocasiones en las que no tienen la habilidad de pagar por sus necesidades. Un resultado muy trágico de esta situación para los hombres homosexuales es que en nuestra sociedad se ha creado un estigma general de estos hombres como desinhibidos y casi peligrosos, dos características que solamente hacen el tratamiento de los homosexuales peor y crea un problema sistemático para este grupo.


Discuto aquí esta situación porque espero que ayude a concientizar sobre la realidad de esta comunidad, y ayude a los homosexuales a tener oportunidades de libertad, justicia y trabajo. Mundialmente, hay un movimientos de personas que piensan críticamente sobre las consecuencias de acciones que afectan a otros grupos de gente. Estos movimientos culturales y políticos son muy importantes porque, por primera vez, las sociedades del mundo están trabajando juntas hacia un objetivo de igualdad. En mi caso, mi plan es ayudar a crear consciencia sobre los estigmas que hieren a per-sonas como los homosexuales, y a luchar por el derecho de vivir con éxito una vida abierta.


Si sólo lo hubiéramos sabido Kate Lorenz

Era el verano de 2008 y mi familia estaba tomando unas vacaciones en Grecia. Habíamos disfrutado algunos días muy relejados y tranquilos en la Isla de Santorini, pero llegó la hora de viajar al siguiente destino de nuestras vacaciones, la isla de Creta. Por lo tanto, hicimos nuestras maletas y embarcamos en el transbordador de Santorini a Creta, emocionados por las aventuras del nuevo destino. Si solo hubiéramos sabido las aventuras que nos aguardaban al otro lado del viaje. Después de un bello viaje en barco por el Mar Mediterráneo, desembarcamos del transbordador y buscamos el apellido ‘Lorenz’ entre los millones de letreros, todos sujetados por los taxistas. Finalmente encontramos al taxista y entramos en la furgoneta, entusiasmados por llegar y observar el excelente paisaje del lugar que nos esperaba. Nuestras investigaciones por internet nos habían informado que el hotel estaba muy cerca al puerto, entonces, cuando habíamos conducido más o menos veinte minu-tos, el vehículo se detuvo y pensé que habíamos


llegado al hotel. En realidad, entrábamos en una situación muy diferente e inimaginable. De hecho, el con-ductor se había desviado hacia la cuneta de la carretera. No solo estacionó el vehículo sino también salió de él para hacer llamadas telefónicas. Curiosa sobre la situación, traté de escuchar la conversación del conductor, pero todo lo que dijo, lo dijo en griego. ¡Griego! Esto no ayudó en lo más mínimo. Y más aún, el conductor no nos prestaba atención y continuaba haciendo llamadas telefónicas. Fue como si mi familia no existiera. Inmediatamente, mi familia entró en un estado de confusión. En aquel momento, por lo que supimos, estábamos subiendo la montaña, bien lejos de cualquier hotel o playa. Todavía tratábamos de mantener la paciencia. Finalmente, el conductor colgó el teléfono y tuvimos la oportunidad de preguntarle qué estaba ocurriendo. Nuestras paciencia y ansiedad estaban aumentando cada minuto. Solamente queríamos saber por qué estábamos detenidos en el bordillo. Desafortunadamente, en vez de explicarnos la situación, abrió el maletero y empezó a poner nuestras maletas en la calle. Mi papá


le gritó al conductor: - ¿Señor, señor, perdón?, pero el conductor nunca respondió. Asustados de que íbamos a quedar tirados en la calle, esperamos ansiosamente un milagro. Repentinamente, otra furgoneta apareció y, para nuestro terror, el conductor de la segunda furgoneta empezó a cargar su maletero con las maletas. Las palmas me estaban sudando, mi ritmo cardiaco subía, y la expresión de inseguridad en la cara de mi papá no me ayudaba. Mi papá le preguntó al conductor si podía llamar al hotel para confirmar lo que estaba pasando, pero el conductor le respondió a mi papá que no era necesario. Así, para permanecer con nuestras maletas, continuamos el viaje con el nuevo conductor, sin

explicación,

simpatía

y

ni

una

llamada

por

teléfono. Además, el segundo conductor nunca había oído de nuestro hotel. ¡Qué inquietante! Estaba aterrorizada y, por primera vez en mi vida, creí que podría morir. Cada momento del viaje, el cielo se veía más y más oscuro y mi corazón latía más y más rápidamente. No podía quitar los ojos de la ventana porque no sabía lo que vendría del viaje, y quería estar consciente y preparada para todo.


Después de lo que pareció una eternidad, llegamos al hotel y brinqué del vehículo. El viaje que debía haber toma-do treinta minutos, tomó una hora. Finalmente, estábamos seguros. Los porteros que nos recibieron nos dijeron: -- Oímos que tuvieron un viaje interesante. Resultó que el hotel y los porteros estuvieron en contacto con los conductores todo el tiempo, pero tanto la barrera idiomática de los conductores como sus personalidades pocos amigables los había prevenido de comunicarse con nosotros. Los porteros nos explicaron que había habido un problema con la primera furgoneta y por eso habíamos necesitado cambiar los vehículos. En aquel momento, todo pareció lógico. Si solo lo hubiéramos sabido.


Era un boni-

Entre el océano y la razón maternal

to día de

Ashley Sadocha

julio de l2014, en Juno Beach, Florida, en

la hermosa costa este del ‘estado del sol’. Ese verano fue fantástico. En la playa, me reuní con mi amiga Carolina para surfear y divertirnos. Los surfistas nos dijeron que no le debíamos temer al océano porque nada nos sucedería. No había nada más falso, como lo que experimenté ese día, cuando tenía 18 años de edad. Había ido a la playa muchas veces y siempre veía colores como el azul y el amarillo debajo del agua clara, pero aquel día me encontré con una oscura sombra. Mi amiga nos invitó a mi hermana y a mí a surfear y a broncearnos en la playa. Antes de llegar a la playa, compramos helado y fue por ese sabroso momento que mi hermana me dijo que iba a ser un excelente día. Salimos de Ashdans, la heladería, y fuimos a la playa con dos toallas, el bloqueador de sol y


nuestras tablas de surf. No pensaba que un terrible evento iba a ocurrir en las cuatro horas siguientes. Había surfeado varias veces con mis amigas y mi hermana, no era una nueva pasión para nosotras. Me gustaba surfear y siempre me divertía. Llegamos a la playa alrededor de las dos de la tarde y nos bronceamos por muchas horas antes de que nadáramos en el mar. Al sudar, decidimos entrar al océano para finalmente surfear en las grandes olas. No había muchas personas en la playa o en el océano debido a la hora del día. Ese día había hecho sol y buen tiempo, pero el evento que pasó no fue tan brillante. Eran las cinco de la tarde, el tiempo de alimentación para los peces. Las olas crecían mientras el sol se ponía. Típicamente surfeábamos alrededor del mediodía, cuando el sol brillaba y muchos surfistas y personas jugaban en el agua, pero esta vez no. Aquel día mi madre nos advirtió a mi hermana y a mí que tuviéramos cuidado en el océano porque había tiburones alrededor de la costa, según las noticias, pero no la escuchamos. Surfeamos en las ásperas olas que crearon una peligrosa situación, era difícil ver lo que había debajo de nuestras tablas de surf y, para colmo de males, estábamos en el océano cuando los peces


buscaban comida. El salvavidas empezó a gritar y trató de llamar nuestra atención porque vio una oscura sombra en una ola alrededor de nosotras. Mi hermana tenía miedo pero no pensó que necesitáramos salir del océano. Cuando el salvavidas nos advirtió que había algo en el océano, me puse nerviosa y busqué a mí alrededor la misteriosa sombra. Él nos gritó: –¡tengan cuidado! –Sí, le contesté, aunque surfeo mucho y puedo manejar la corriente. Por lo visto, no comprendí lo que él nos dijo. De golpe muchas personas corrieron hacia la costa para ver lo que estaba pasando, pero todavía nadie sabía lo que había en el océano. De improviso, vi algo negro y grande en una ola delante de mí, y tuve miedo, además de lágrimas en los ojos porque entonces sabía que había un tiburón. En seguida, nadamos rápido, pero calmadas, hacia la arena donde había muchas personas preocupadas que esperaban nuestro regreso. Cuando llegamos a la arena, los salvavidas nos informaron que el tiburón nos habría atacado si no hubiéramos regresado a la playa. Estábamos sin aliento, pero tuvimos suerte de regresar sanas y salvas. De todas maneras, ese día me sentí muy afortunada


porque si el salvavidas no nos hubiera gritado que regresáramos, podríamos haber muerto. Aprendí dos lecciones: que necesitaba tener cuidado mientras surfeaba en el océano, y que tenía que escuchar a mi madre. Aún más, aprendí a ser consciente del entorno. Me di cuenta de que el océano es un lugar peligroso lleno de misteriosas criaturas, especialmente durante el anochecer cuando los peces comen. Ver al tiburón fue algo extraño, sorprendente e inesperado porque nunca me imaginé que ese momento ocurriría. Cuando mi madre oyó lo que nos sucedió, se enojó y nos informó furiosamente que no podíamos nadar en el océano hasta el mes siguiente. Ese día me enseñó a apreciar y a sentirme agradecida por mi vida.



RUPERT CONGMON


Un árbol de ramificaciones ¿Qué será del futuro? ¿Será como nuestros sueños o nuestras pesadillas? Las varias posibilidades son tan numerosas como las estrellas en el cielo, como la arena en la playa. Como un árbol que se está ramificando, el futuro es desconocido. ¿Qué sucederá con mi familia? ¿Me dejarán mis amigos y me moriré solo? Nuestras relaciones pueden reforzarse o romperse. yo no sé y nunca lo sabré. Ganamos para perder y perdemos para ganar; esa es nuestra vida. Siempre nos dicen que nuestros problemas mejorarán al día siguiente. Siempre nos piden que maximicemos nuestras oportunidades. ¿Pero dónde están aquellas promesas vacías ahora, en medio de todo lo que está sucediendo? ¿Cuál es el resultado de esas palabras traidoras? Nada, miedo. *tic tac, tic tac* El reloj siempre progresará y nunca parará. El tiempo tiene un principio y un fin que no comprendemos, aunque pretendemos entenderlo. Los humanos, la especie más orgullosa del universo, intentan controlarlo y manipularlo como un dios, pero no podremos y no sabremos qué pasará después. Como un árbol que se está ramificando, el futuro es desconocido. La política, la economía, y el gobierno son los que nos controlarán. ¿Serán imparciales? ¿Se convertirán en equilibrados y conseguirán la paz mundial?


Las estadísticas quieren decir “sí.” Pero el enfrentamiento, la sangre y la gente gritan “NO.” ¿Nos estamos reuniendo? ¿Nos reuniremos? ¿Dónde está la unidad por la que ya luchamos antes y estamos luchando ahora mismo? ¿Por qué cuando miro la “igualdad” que tenemos, solo veo un espejismo? Realmente, todo lo que veo es un corazón sangrado, donde todo es una batalla por el poder. De minutos a horas, de años a épocas. Nuestra historia se alarga mientras nuestros alientos se acortan. ¿Qué será del futuro? No sé. Como un árbol que se está ramificando, el futuro es desconocido.


DIBUJOS, PINTURAS Y FOTOGRAFÍAS DE ESTUDIANTES


Julia Haines creó la pintura, “Vendedora de frutas”, como parte de un proyecto de clase sobre el poema de Pablo Neruda, The United Fruit Co. Esta estudiante está interesada en las matemáticas, estadísticas, y en la informática. En el campus de la Universidad de Wake Forest, ella ayuda a la comunidad, provee servicio para las fraternidades APO, y trabaja con el periódico Old Gold & Black.


Eli Groves estudia economía. En esta pintura, que titula “Fresa sangrienta”, critica la corrupción de la

United Fruit Company, en América Latina . La fresa está salpicada de sangre, para resaltar el derramamiento de sangre de los trabajadores que explotó esta empresa.


Samantha Dienesch-Calamari Estudió en el programa de Salamanca, la primavera de 2016. A continuación verán dos fotos de su viaje y aventura por España.


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Salamanca en el reflejo


Parque GĂźell en la ventana


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