Respuesta al Teniente Coronel (RA) Michel Plazas Vega Reciba un respetuoso saludo Sr, Plazas Vega de parte de un ciudadano de a pie y que ha cumplido toda su vida con sus deberes constitucionales como persona y miembro de la sociedad civil. Leyendo su Carta abierta, le respondo no como un partidario de ideologías políticas sino como un ciudadano que tiene criterio propio y que aprovecha esta coyuntura para tratar de “nivelar las cargas” y reclamar un trato justo a la verdad. Entendiendo su raigambre castrense, su devota entrega la milicia, es comprensible que reaccione de esta manera ante un comercial que de manera desatinada usó el Presidente Santos para promover su campaña reeleccionista. Aquí el meollo no es que lo haya pronunciado la campaña del Candidato Presidente, sino que en realidad los hijos no se prestan, ni como usted dice “se bendicen para ir a la guerra” pues ningún padre que tenga algo de sentido común y por supuesto amor por su propia descendencia, aprobaría (en el actual clima de conflicto social, con el separatismo enfermizo causado por los últimos gobiernos) el que sus hijos fueran felices a una guerra que nunca han causado y por la cual son los hijos de la población civil, los que terminan apareciendo en las estadísticas de víctimas fatales. Si lo miramos con ecuanimidad, ninguna familia quiere que sus hijos vayan obligados a prestar un servicio, menos empuñando armas cuando en la vida se les ha preparado para ello. Usted habla de una guerra pero se equivoca en los motivos que la han ocasionado y allí, se escuda (en oposición al valor que debería caracterizarle a un militar como usted) en que han sido gobernantes que le han entregado durante más de 60 años el país les han venido entregando “prebendas” a “los enemigos” (no es claro si suyos, de la patria, de la clase dirigente…) cuando desde Ospina Pérez, pasando por los gobiernos conservadores y liberales en los que prosperaron las clases caudillistas y los grandes capitales del país, y se fueron suprimiendo cada vez más las garantías jurídicas que los derechos humanos establecen a las personas, por “defender la democracia maestro”. Imagino que desde su juventud, buscando “terroristas cobardes y escurridizos” con la “altivez (que significa según el Diccionario de la RAE orgullo y soberbia) y gallardía” que lo caracterizaba, tal vez por esa misma soberbia y posiblemente el encono infundado no pudo ver algunos de los inocentes que por mostrarse inconformes con este Estado connivente (con la corrupción de siempre, con el populismo engañoso, con la usurpación del poder soberano de la ciudadanía) y terminaron siendo parte de la estadística fatídica de lo que ahora llamamos falsos positivos, o que tal vez en su época eran “subversivos”, porque en esta sucia guerra, ha habido tal estado de confusión que se refleja en el odio latente de una sociedad que actualmente se ha segregado entre “izquierda” y “derecha”, gracias a la mezquina y miserable propaganda que recientemente ha venido cundiendo en los medios, exacerbada irresponsablemente por ese tipo de dirigente que usted dice execrar, especialmente en lo últimos doce años. Lo curioso es que usted ahora los llama “narcoterroristas” cuando antes eran bandoleros, después insurgentes, después enemigos del Estado, delincuentes, etc (que finalmente no es claro si están incluidos los grupos paramilitares que participaron en viles masacres de esa ciudadanía donde
estaban los padres de nuestros soldados que en muchos de los casos terminan involucrados en estas acciones “terroristas” por obedecer órdenes de sus superiores). Estos calificativos son merecidos por supuesto, pero aquí se pone también sobre la mesa la discusión sobre la guerra que se está librando, sobre quiénes están realmente combatiendo en la vanguardia, cuando usted en la mayoría de los casos ha esperado en lugares estratégicos mientras las tropas, las que han conformado millares de hijos de cientos de miles de padres y madres que han maldecido a la guerra e incluso a sus agentes sin importar el bando, exponen la vida (y tristemente la pierden sea en combate o en la miserable práctica del secuestro) por una causa que en sus fines les ha sido totalmente ajena. Y si hablamos de la misión de mantener la democracia y la tranquilidad de los colombianos, hay que dejar claro que no es por la fuerza de las armas, pues ese argumento ha sido rebatido en toda esta historia de luchas intestinas, sangrientas y luctuosas, que no han producido más que odios renovados y viscerales, y se terminan por desbordar en las prácticas de las minas anti-persona, las pipetas bomba, los collares bomba, los corte de franela, los descuartizamientos con motosierra, la desaparición de civiles en una toma guerrillera, todo bajo la supuesta “defensa de la democracia”. Esas mismas prácticas que no han producido más que desgastes entre la población civil, en lo anímico, lo cultural y lo social, que no ha dejado más que un clima de separatismo, que ha incurrido en las recalentadas prácticas hitlerianas de la propaganda negra en las que todo aquel que tenga algo de criterio propio y esté en desacuerdo con esta violencia enferma y esquizoide no deja de ser un “nostálgico del terrorismo”. Ahora bien, cuando usted dice “los hijos no se prestan para la guerra, ellos van decididos a salvar la Nación de las garras de sus enemigos y se sienten plenamente orgullosos de hacerlo”, es una afirmación absolutamente relativa y si se mira con detenimiento, espuria. La mayoría (sino bien todas) las madres y los padres a quienes el Estado les reclama sus hijos, lloran por sus hijos porque la realidad en que vivimos, ningún joven que aprecie su vida y su libertad, acepta defender un sistema político en el que unos pocos detentan los privilegios mientras los muchos, incluyendo los hijos de los que usted habla, carecen de las oportunidades que por derecho debería garantizarles cada gobierno. No, lo que obtienen es un fusil, un trato miserable (porque he visto cómo reciben a los reclutas en los batallones, con maltratos, golpes, insultos y desprecio) y una carga que les inculcan con odio, de la que nunca están convencidos, pero que igual terminan defendiendo porque simplemente no tienen tiempo de asimilar que matar no es la forma de defender el derecho a la vida. Sólo hay que apuntar y dar en el blanco, acabar con el terrorismo, aniquilar a los enemigos de la patria… Así operan los ejércitos en los tres bandos. Finalmente, no sólo estamos ofendidos por el video (y en eso al menos estamos de acuerdo) sino por la manipulación que se pretende hacer con causas partidistas e individuales de ambos candidatos, y que usted se pronuncie, curiosamente como lo hace Arango Bacci, como si tratara de sacarle partido a esta coyuntura, sin detenerse en el impacto que sobre la opinión desprevenida de los que no han comprendido la compleja realidad que afrontamos, que termina por caldear los ánimos, incitar al odio irreflexivo y sectario, y a apoyar la guerra como solución a esta crisis que no es sólo militar sino fundamentalmente social. Finalmente respetado Coronel, son respetables sus razones (sobre el entendido de que son
genuinas), pero toda violencia es cuestionable: tanto la de los criminales que han secuestrado, masacrado, extorsionado y aterrorizado a nuestra nación, como la de quienes so pretexto de su defensa, han cometido delitos similares y diría yo peores (en el caso de muchos miembros de la fuerza pública que tristemente no son “simples casos aislados”), pues siendo los llamados para cuidar el orden constitucional y el Estado de derecho, terminan siendo cómplices y artífices de esta violencia execrable de la que deseamos librarnos por la vía del diálogo, el perdón y la reparación. Le invito a deponer su actitud separatista y desestabilizadora del orden constitucional, pues aun cuando usted no esté de acuerdo con el gobierno actual (a quien usted por su cargo y compromiso le debe obediencia y subordinación leal y permanente por haber pertenecido a la fuerza pública) al decirle al presidente “Usted no merece continuar siendo el Comandante supremo de las Fuerzas Armadas de Colombia” incita al levantamiento en contra de un mandatario que fue elegido popularmente por más de nueve millones de votos, y por quien no profeso admiración ni respaldo, pero a quien le debemos respeto, precisamente porque representa la voluntad de muchos padres y madres que seguramente no querrán prestar más a sus hijos para ninguna guerra en el futuro. Con todo respeto, Wilfredo Salinas Peñaloza Ciudadano comprometido con la paz y el cambio social de nuestro país.