Textos de las estaciones

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TEXTOS DE LAS ESTACIONES Wilfredo Carrizales 2005


TEXTOS DE LAS ESTACIONES 1 Me sumerjo en el fluido de verano de las hojas de bambú y siento en el paladar la textura de los tallos al doblarse, el rumor de la brisa y el movimiento de las raíces que avanzan bajo el agua para encontrarse consigo mismas. Desde el “Pabellón de la Grulla Amarilla” en Wuhan contemplo al Yangtse y decido unir mi destino a los nudos de esa planta gramínea. A partir de aquí, qué puede pasar que no sea el alborozo de la propagación constante? 2 Se abre la tierra por instantes y permite ver la armazón que la sustenta. Cáscaras, huesos de animales y el sudor tardío del otoño. Una simple ojeada da cuenta del traslado y de los ajustes de la materia rocosa a la naturaleza de Shanxi. Sin más miramientos lo tectónico se impone sobre las capas del vivir campesino. 3 En el tren, durante unas noches invernales, me hice acompañar por las retículas de la luna y entonces el viaje hasta Yunnan se hizo sidéreo. Sólo existía un reposar silencioso, una tendedura sin propósitos y posibles enmiendas a un itinerario que se complacía en sus derroteros. Me bastó el permanente entrecruzamiento de líneas para toparme con la alborada. 4 Puedo afirmar que me gustó estar en breve labor de subida con el estío de Qingdao. (Tal vez hubo un temor a una repentina bajada y quedar a perpetuidad atrapado entre las corrientes frías del Mar Amarillo y sus especies). Mis pies se encargaron del recorrido correcto hacia las fronteras que el paisaje y la mente proponían. No aconteció prisa ninguna y el efecto de las colinas movidas por las nubes tuvo su repercusión al interior de los sueños. Los pinos trastabillaron un poco, pero esto redundó en la contemplación de un inusitado fenómeno. 5 Tanteé a la primavera en medio de la oscuridad de un callejón del viejo Peking. Descubrimos ambos que nuestros ropajes eran los más apropiados para salir al mundo. No perdí la perspectiva que me permitió alcanzar la cintura de las flores, sin menoscabo de la apetencia de los pájaros enjaulados y conducidos en bicicleta.


Alcancé a preguntarle a ella, la efímera pasajera, adónde piensas llevarme cuando decrezcas? A tu tiempo de imperfecciones? 6 El otoño aplaudía las señales que le enviaba la mortecina de los árboles. Sobre las “Colinas Perfumadas” el aliento de los Budas descendía con las hojas de los arces. El momento era aprovechado para estimular los paladares. La sangre trotaba con mucha mayor esperanza. La ruta de las aves que habitan aquellos parajes sigue, a discreción, la trazada por los vientos de otras eras. Extintas las aguas, no abrevaron los luceros. Durante las mañanas, cantos de reconocida certidumbre, se localizan al pie de árboles longevos. 7 El invierno no se disimuló en la antigua ciudad de Pingyao y desembocó en una situación de nieve y de soledad en las estrechas calles. A la vuelta de cualquier esquina te atrapaba el olor de las comidas. El estómago bullía y fluía por donde estaba su azar. Acaso no fue el primero en alcanzar una conclusión? Un arrebato de imágenes del pasado hizo en la memoria un salto portentoso. Olvidados iconos regresaron para exponerse a la permanencia de los cambios. Los ancianos y los niños asumieron sus variantes en las callejuelas andadas y recurrieron o echaron mano a fórmulas mágicas que preservaran la grandeza de los patios. Sólo un comerciante decidió marcharse y montó en su cortejo fúnebre. 8 La proposición de la canícula le llegó a los viandantes en medio del río, después del cántico triste de los cormoranes. Quiso la corriente intervenir para evitar males mayores, pero el descalabro se había hecho sentir décadas atrás. Por más que las montañas de extrañas formas intentaron frustrar el plan, éste se desarrolló como estaba esbozado. Los peces se vieron obligados a salir al aire y provocaron la aparición de fuegos de mediodía. Los motivos para tal acechanza de la canícula nadie los aclaró. Importancia de menos o de más, el calor logró plegar los orgullos y arrinconados los dejó. Después sobrevinieron hitos con apariencia de milenarios árboles y en los confines más lejanos algunos sortilegios fueron recordados a deshora. 9 Con toda seguridad el piar de los gorriones en fuga se oyó a kilómetros de distancia. El verano golpeaba fuerte por intermedio de sus espantapájaros.


Los niños se dedicaron a componer estribillos que recogieran esos hechos y que pusieran a danzar los cuerpos en abierta cercanía placentera. Los detalles de los eventos rurales los memorializó aquel quien posee la clarividencia por herramienta de lujo. En la nocturnancia unos sueños se amoldaron a otros sueños y así todos los ojos supieron para qué servían los girasoles. Si acontecía un estado de alerta en la aldea venía dado por el espíritu de los perros hambrientos y por las heridas que causaban en los bosques las rondas de hachas. 10 Entre un abrazo de los vientos aullantes las estaciones más propicias me protegieron con sus hojarascas y su parquedad. Una anciana de imperturbable edad, quien parecía maga o adivina, oía con atención cómo avanzaba mi destino en medio de su fragor. Cualquier incidente al margen era notado por ella e insinuaba una sonrisa que mucho tenía de enigma y sugestión. Los mejores sentimientos de aquellos días flotaron en las aguas que corrían bajo innumerables puentes. Lo sorpresivo aupó a los recuerdos. Al final todo desembocó en luces que no cesaron sino tras el desenlace de los faroles. Además del esforzado verano que caracteriza a las apartadas comarcas del sur, hay que contar también con la ejecución que, en libertad, realiza el común de los estíos. 11 La primavera porta las llaves y las coloca con justeza en apropiadas cerraduras del deshielo y de la eclosión de los instintos. Las inconformidades de ciertas puertas plantea problemas que requieren solución más allá de la intrínseca naturaleza de las maderas y sus conexiones. A veces no acontece que no somos capaces de encontrar la casa estacionera que nos conviene y debemos recurrir a la duplicidad de moradas en atemperación? Tras el regreso de los colores avanzan las permeabilidades que se destinan a un fin que se sabe único. Empero, un ojo resulta inútil si es rebosado por los fulgores. Por qué tiene que ser imperativo sacar a asolear los relojes, a despecho de la falta de cordura de las montañas que retrasan las primaveras? 12 En el baile del equinoccio vernal uno se hermana a lo más esencial de la música que vibra en el subsuelo. Algo toca las fibras que humanizan y luego las deja a su albedrío para el cumplimiento necesario.


El sol despertado no procura ninguna llamada a los tirantes que estabilizan el paso de los días. Los pedazos de terreno se aprestan a los lloros al percatarse de las sonrisas malévolas del cielo. Adónde deberán trasladarse los brillos que apenas han comenzado a insinuarse? A cuál nivel estacional se obligará a dejar su herencia para los amantes en ciernes? A cuánta prolongación sin olvido? 13 Para todo lo que yo conozco del invierno habrá un corazón con certidumbre ardiendo en la gallardía de enfrentarlo. La fecundidad bajo la nieve acaece enlazada a lo indubitable, lo vehemente y lo transgresivo. Al preludiar el inicio de las ventoleras ya deja de percibirse el objetivo de los encumbrados nombres. Y es más que el resumen de la pluralidad de ausencias! Cuánta extensión le cabe al existir para que conlleve a un seguro tiempo de hibernación? Mis yoes se proyectaron sobre el agua congelada de los lagos y a sabiendas de que las formas cristalizadas del hielo no les convenían, optaron por intensificar su dureza. 14 En un vuelo hasta la comarca del otoño del mediodía maté a sus hijos en su propio desperezo y no derramaron ninguna gota de savia, de tanta que tenían! Así dejé pasar esa novedad sin registrarla en documento alguno. El Río Rojo fue despojando de cortezas aquel recuerdo. Caminé entonces por veredas provincianas y no sentí remordimientos. “Ven conmigo”, le dije a la memoria y andamos, hombro con hombro. Para el alma que octubra, el mejor banquete son los nombres que tuvo a lo largo del año. Con qué fuerza los devora y los hace crujir entre deleites! 15 Encontré, en el arquetipo del azul, a la muchacha que entonaba vernales baladas. Juntos, pero solitarios, nos tornamos sentimentales y más y más creció nuestra pugnacidad por aprehendernos. Naufragaron por nosotros los ríos de las nocturnidades y si no se enmendaron fue a causa de pérdidas en las corrientes. La muchacha, oriunda de la planicie mongola, se acostó desnuda sobre las mantas que el cielo había depositado en la extensión verdeada de ondas. Me mostró sus nalgas esplendorosas y yo le hablé del serrallo de Kublai Khan. Luego, me aposenté en ella con mi caravana de camellos de tela. Su llamada de apellido me supo a reino y a kumis que se adormila.


Desde hacía centurias la luna no giraba con tal vértigo por aquellos contornos y ya se la echaba de menos! 16 Una tarde el sol danzó en su pista amplia de nubes veraniegas y en medio de su frenesí se olvidó de ocultarse por su oeste. Una corta narración con ese tema se descubrió escrita en el fondo de antiguas vasijas de bronce. Los trazos iban libres y rasgaban las ilusiones que alimentaron a muchas dinastías. No correspondió a los arcanos de los dioses locales pulsar las cuerdas que movían al sistema de los elementos dormidos! Las palabras afirmaron que semejantes fenómenos se movilizaban con el quehacer de las tortugas y que la pérdida de naturalidad de un grupo de locuciones se le podría achacar al desgaste de su sustento! 17 Vi, desde lo alto de la montaña Hua, la vieja vestimenta de los musgos. La montaña comenzó a abrirse y mostró su cauce de nubes que lloviznaban. El viento danzó pegado a los matorrales. En los riscos, rodaron piedras y ahuyentaron a las ardillas que mordisqueaban las curvaturas de los pinos. Un viento silvestre y enigmático gimió con ondas de masculinidad. Debí enarcar las cejas para proyectarme grande y fluir con los adentros de la topografía erizada. Luego, liberé a mi habla de una corteza que arrastraba desde otros caminos. La ley de la luz , entonces, orientó su fuerza hacia los nombres que descubrió bajo mi aspecto. Allí, el terreno se elevó aún más y supo de la función de los altares taoístas. Nunca resultó necesario proponer un trago que aquietara los labios para que la sed fuese asunto sin memoria. 18 La cola del faisán brillaba alejada del sol que se despabilaba. Sin noticia previa, se pronunció un atisbo de longevidad manifestado en el borde de las plumas. La carne del ave se encontraría en remota zona de primavera y engordaría con sus propósitos? Sus patas conjurarían el ruido que en el misterio de la hojarasca en putrefacción se torna gravedad y lugar de asilo? De este a oeste se cruzaron torbellinos para ahuecar las piedras que vigilaban las entradas secretas de las ensenadas. El mar casi careció de sentido o, aún, de emoción. Diversos seres alados depositaron sus corazones al margen de las circunstancias y, en un círculo de pretendido constreñimiento, se aseguraron la hilvanación de los contrastes. 19


Hice míos aquellos rincones del “Monasterio del Caballo Blanco” que nadie visitaba. Las palomas salvajes(entrevistas en muchos sueños) organizaban sus zureos en las copas de los pinos, a despecho del incienso de los budistas. Maitreya se apareció con su hinchazón de arroz y en su pensamiento los otoños adquirieron formas de otros cuerpos, leonados o de displicentes dragones. Junto a las plegarias y a las rogativas de los creyentes el mediodía se enfebrecía y yo intuí una salpicadura de ocio en la máscara de un dios protector. 20 Los cuervos volaron hasta el interior del jade en su inminente ocaso. Me llevó tiempo asimilar aquella aberración de abril. Lo numinoso no admitía transacción. ( Más tarde supe que el cielo subía su cremallera sólo por fastidiar). Ahora las puertas son demasiado pequeñas para que ingresen los qilin. Ya no hay sabios que se encumbren en las murallas y del otro lado los colores se amilanan con lo que ven. La promesa de un próximo pintor hará brotar en los cascos de los caballos las mariposas que ganaron el concurso? 21 Los pájaros que quisieron ser olopendras comían la tierra amortajados por sus parientes. También amasaban sus huellas con limo de monedas perforadas. Algo indescifrable aconteció en el ínterin. Sucedió que en las distancias se desencadenó un alborozo por las estaciones más explícitas consagradas al otoño o al invierno. Notoria resultó la incertidumbre en los hechos relacionados con el pasado. Los vuelos terminaron por paralizarse y únicamente los eventos de probada terrenidad tenían privilegio de itinerarios. 22 Jamás pude precisar porqué se acercaron a mí, en cada marzo, los animales nefastos de antaño. Creía que esos acaecimientos estaban clausurados en las cronologías. Múltiples esfuerzos fueron hechos para que los días presentes se alojaran en la virtud. El regocijo cruzó el borde superior de mi corazón y revirtió un golpe que había sido arrojado desde las alturas. Pronto oí susurros de la primavera agazapada. Tuve la certeza de su tránsito que no conocía demora. Llevé mis pasos hasta la moldura original que los produjo. En tal contorno avoqué en mí un silencio de libélula tras las espigas. Deduje, exánime el razonamiento, el beneficio que se derivaba de mi completa adherencia al compás de las mudanzas. 23


Los pescadores conducían pedazos del terruño en sus recuerdos dominicales. La luz del sol no entraba en sus mientes. La bruma incomodaba sus vidas con diversas argucias. Los fuertes poderes de la sombra se vieron aumentados, pero no pudieron evitar un cansancio que hizo torcer todos los destinos. (La apropiada estampa de un campo de trigo en notable captura de uno que otro otoño no se produjo). En lo lindo de los deslices, las criaturas que descuidaban sus ombligos preferían depositar las confianzas en pronósticos más que reservados. A quién le daría su movimiento oculto la sonrisa estúpida del viento? Debajo de los escombros de barcazas alguien encontró los memoriales que esclarecían cómo vadear las corrientes en estación de preñez y buenaventura.

24 En la aldea aminoraron las llaves y las puertas no alcanzaron. A propósito de las alcancías, se hicieron demasiadas preguntas y nadie supo responder cuándo brotaría la abundancia. Los aprestos para somatizar a la estación más propicia estuvieron listos antes de tiempo. Pero una conversión inesperada descalabró lo mejor del plan. Acaso no fue el más anciano de los aldeanos a la caza de su propia desventura? Sus lágrimas no ahuyentaron al sitial de las lluvias? Muy escasos cánticos de invierno sobrevivieron a tanta incertidumbre. Ni los silos ni los estanques quisieron convertirse en ecos de la desesperanza. Los panecillos cocidos al vapor apenas tocaron al celaje de las mandíbulas en ejecución que entristecía! 25 Mi territorio fue por un corto tiempo una plaza inexistente. Elongado en ella, iba y venía con coraje de cuervo fortuito. Acaso en la conveniencia me complacía! Me resultó muy difícil olvidar mi procedencia de arbitrajes otoñales. Pude tomar el agua clara del té después de mucho esquivarla. Esa historia siempre me perteneció, a pesar de los datos en contra. Encontré a mis manos aproximadas a una soledad y al aire de sus intenciones, enjuto y casi sin aromas. Hubo otros cielos? Los que sonaron con sus tambores y que atrajeron hasta lo que había sido mi efímera heredad, la distancia por mí perseguida! 26 A la vera del camino hacia las tumbas de la dinastía Han conquisté, de nuevo, la visión de un paisaje borrajeado por los niños sobre las paredes de tierra. La primavera se permitía todo tipo de atributos y exenciones y no prestaba cuidado alguno a los instintos de las bestias.


Yo me sentí asaz exultado al mirar cómo flechaban a los ciervos de la antigüedad y su sangre continuaba tiñendo las pinturas murales ocultas en el subsuelo. En mi costillar se organizó una alegría para mí. Creí llegado el momento de la danza. Unos chiquillos se acercaron a verme y su curiosidad se lavó en los pozos. El sol entorpeció su ocaso. Di al avance lo que le correspondía. Derecho proseguí con los flancos seguros y fui donde estuve! 27 Lluvia afuera los búfalos de agua contenían su sapiencia. Se movían con lentitud y el barro modelaba sus mansedumbres. La ventisca olía, por momentos, sus patas y ellos se mimetizaban en el deslave de los surcos. La costumbre que imponía el verano carecía de sumario. No obstante, los vahos se elevaban al avizorar la luna llena y contradecían la buena marcha. Más hacia el sur, los colores púrpuras se envalentonaban y creaban sobre las raíces caracoles de un solo soplido. El retorno de la medianoche siempre desconcertaba a los fantasmas reunidos frente a sus túmulos. 28 El río Ou se endulzaba con las yerbas que le arrancaba a las islas. Esto le servía de augurio en sus encuentros con el mar y sus ojos de peñascos. Un bonzo sacudió del verano su amarillo y junto a sus flores combatió contra el tifón. De noche, las estrellas se desparramaron sobre su sopa de fideos. En su cuenco, tardíamente, apareció la fragancia nunca aguardada. El agua de un estanque preludió un silencio. Los beneficiarios fueron aquellos peces dorados que convivían con los sutras y fluían sin mayor devoción. 29 Con frecuencia las verduras caían desde las ventanas a la corriente de los canales. Un cubo de madera era lanzado al rescate y obtenía apenas un mediano recuerdo. En la aldea Zhou las luciérnagas flotaban sobre las aguas y terminaban siendo lámparas para el recorrido nocturno de los infantes. Banderolas y estrellas; escobas de ramas y puentes: una colección sobre los hombros de los abuelos. Sentado en un portal, un buhonero remató sus gallos de papel y arcilla. Cada niño adquirió uno e imitó al canto del ave. De madrugada, el sol fue despertado con mucho adelanto y en su enojo se divorció del verano. 30 El tigre rugió de nuevo en su fuente porque el memorialista lo recordó. Camarones que no sabían de sueños se alocaron bajo las piedras. Señales que pronosticaron los futuros desconciertos en las historias. Y si el invierno entrara de repente en el ámbito de la fiera?


Ningún conjuro serviría de nada. El lomo del tigre sería festín de horcajadas y envites que lo acorralarían hasta conducirlo al desmedro de su pelambre. Todo el alto techo del bosque bajaría con sus animales y, mordisco a mordisco, haría del tigre un invisible demonio en fuga. 31 Un dedo de primavera apuntó hacia el horizonte e inició una historia. Luego, un cúmulo de miradas siguió lo señalado por el dedo y se perdió en lontananza. Quién leyó en el lugar de los orígenes las minucias de aquella relación de hechos? A cuál veedor le fue propuesta la permanencia sin fechas? Los manuscritos se acercaron a los cirios incendiados. En humo se envolvieron los asuntos. Las pretensiones para el olvido quedaron colgadas de los aleros que acostumbraban desplomarse al sentirse maduros. 32 Bebí las sustancias de las cabras, a sorbos, en tazas de reconocida celebración. Pude determinar cada una de sus cualidades al poner en sobreaviso a la estación veraniega que se aproximaba. Más tarde me apliqué al estudio de mis huesos que sobraban. Di por sentado que ningún paréntesis de calcio se alojaba en su estructura. La contrariedad no se manifestó sino a través de alusiones cargadas de ambigüedad. Durante las cenas me comía los descargos. Reía, ironizaba y me disolvía. A placer buscaba un sucedáneo! El viento húmedo atrancaba las puertas. Yo corría para impedirlo y encontraba la herrumbre faenando con su lengua a las cerraduras. Eso no me amilanaba, pero la sospecha me espiaba desde el otro lado. Lancé palabras entroncadas a la corrosión y lograron méritos para la venganza. Al término de las semanas tuve la potencia para optar por un descanso entre los sueños. 33 La brusquedad del frío apartó mis contactos personales hasta las fronteras donde los osos merendaban los chascarrillos del invierno. Con cinismo, observé la posteridad y sus trastornos de nieve, el devenir, más que efímero, de un paisaje apostillado y los acontecimientos que encumbraban las sombras para perderlas. Me doblé de la risa y expulsé mis resultados. La previsión comenzó a pertenecerme. Cuál otra aspiración sería capaz de resarcirme? Suavemente introduje los dedos en mi boca. Palpé la dentadura. Convencido quedé de mis afinidades con los animales de presa que vagan en soledumbres. 34


Al último soplo de una brisa de otoño respondieron los árboles con una asonada de hojas atravesadas por una muerte que no les correspondía. Ya en su descenso; ya en la constitución de un manto imperfecto. Las diversas tierras las absorbieron y pintaron un mutismo en su concepción. Residuos de la savia establecieron un límite entre la porosidad y las nervaduras. Acosada por saltos, contactos y derrumbes la materia foliácea delegó en su dobladura el tiempo de sus carencias y la estadía que la pudre. Los corpúsculos de luz voltean al humus y lo acompañan en sus andanzas tras las pistas de los escarabajos. Entonces, nuevos atisbos de hojas se asignan sus efemérides y corren los albures! 35 Quién vino a rasguñar en la ventana mientras dormía en Weichang? Fue la montaña rocosa de enfrente o la nieve que sucumbía a los adioses? Sólo lo sabré si la mujer manchú que me ama me otorga sueños con mariposas! Mis ojos convinieron en el estadio que iniciaba los verdores y mis oídos también y las golondrinas rasaban las ondas en su despertar. Desde la tarde opacada recibí un sobrio entusiasmo muy parecido a los avatares de un inexistente arcoiris. Trepé a los puentes para mirarme en ellos. Lo hermoso me acució de plano. Amalgamé una alegría y me precipité con audacia dentro de ella. Extraje la recompensa que ahora me conduce hasta el urgente deseo de la primogenitura. 36 Con su talismán de hojas la mujer de Suchou me propuso una mirada. La convoqué a uno de los kioscos del “Jardín del Maestro Redero” y la blanca seda de su vestido cayó en la luz destinada a los movimientos del agua. La Estrella de Oro chispeó en otro horizonte que no era el suyo. Eché la tierra de las macetas a mis espaldas y un granado doble me ganó para sus sonrisas. (Oí que el firmamento se deslizaba en un beso de otoño!). En la intimidad de la escritura solicité de un ave su espejo y la introspección se ubicó de cara al destino y con los trazos sugeridos por el conocimiento de la oscuridad. 37 Caminé, junto a Elsa Xie, encima de la sobriedad de un mes alejado de las peonías y nosotros aclimatados a los adustos rostros de las grutas de Longmen. Las nubes cedieron un poco de su color al cauce del río I. Dormía la paz en su lugar de costumbre.


En las mejillas de Elsa avanzó un tinte con premeditado nacimiento. Alguien tomó fotografías y la índole del brillo fue en busca de su mitad para completar la toponimia. A la escala de la serenidad trajimos a la memoria versos de Bai Ju-yi. Los rumores humanos, molestarán al poeta en su tumba? No son las flores amarillas la garantía del alcance a la fuente que perpetúa los sentidos? Un orden trajo un recuerdo y las pisadas de las hormigas también crecieron en importancia ante los ojos de los budas.

38 Me desviví por superar la cotidianidad del Palacio Imperial y aparecer ante sus fosos con un colmillo que recién empezaba a despertarse. El azar salió en pos de mí. Traía la fórmula al uso del verano y la capital así lo prescribió. Poco tiempo después, consideré que no me encontraba donde me lo había propuesto. La magra quietud asimiló la consecuencia y me desplazó hasta la Blanca Pagoda. Un sol abrió sus fauces y laceró mis pellejos protestantes. Este vínculo me estrechó, pero su proveniencia se mantuvo en un laberinto. Resultó una pena que al final se determinó una sucesión eslabonada de adentro hacia fuera. La hostilidad del estío aceleró mi evasión. Propicié un guiño y la ocasión permitió el desquite de unas lágrimas desvirtuadas. 39 A muchas crisis asistió el crujido del otoño. La elegancia con la cual hacía aparición temprano se asentó en los anales. En las majadas existía la inclinación a cultivar aquellas normas. Predilección y recados postreros! Acaso una penumbra acontecía y la rabia practicaba una sobrecarga que trasponía, a veces, las erratas menos intencionadas. Las arañas pendían de sus zarcillos hechos de metales baratos. Malos tiempos que afrontaba la gallardía por vía de un prestigio pésimamente concebido. Murmuraron los muros y bajo la cubierta de sus nombres olvidados bullía una sinopsis de comercios entre lo vegetal y lo inusual humano. 40 A qué los pájaros del trueno? Asidos a la exasperación? En pleno invierno y con frutas de nevascas?


Eslabonado al vino de arroz el descanso se le propone a los muebles del hogar y las manzanas celan lo rubicundo en una otra tez. Un hombre miraba hacia arriba, mientras, a su lado, una pareja se besaba. Nevaba sin el menor asomo de displicencia y era el gozo! Los coautores de nuestros días definían un aleteo que iba más allá de la costumbre del sólo posarse a contemplar el nidal. Del juego del tiempo derivó un espíritu emplumado que sabía con exactitud el punto de llegada de todas las voces.

41 Las altas luces alcanzaron el rango de mordeduras en las montañas Yan. Yo me responsabilicé por el rojo velado de la luna llena y Zhang Die consintió en ello. El vehículo iba a mitad de camino entre el invierno y la primavera. El servicio y el valor de mis botas de campo despojaron a la orografía de su arbitrariedad. Luego, los faisanes cantaron ocultos entre los pinos y el monje Ma Xiang alargó su mano desde su tumba y continuó cincelando su gruta. Una escena mental salió a relucir y ya el paisaje no fue el mismo. No hubo manera de colocarle fechas a los eventos. Únicamente nos quedó volcarnos hacia las faldas de la sierra y atrapar a los vientos con una gorra. 42 El corazón del río Yangtse procedió a presentar el espectáculo largamente preparado. Pegados a los transbordadores los bagres blancos se acoplaban al compás del ruido de los motores. La corriente amarillenta admitía en su seno la multiplicación de los cienos y la isla se autonombraba con cierto carácter de urgencia. (La primavera apenas estaba insinuada en un calendario roto). En las riberas viajaban pedazos de sillas y se les notaban las sombras de sus antiguos dueños. Ola tras ola se desplegaba un extenso texto que no culminaba frente a nuestros ojos. La entrada a esta historia carece de nomenclatura. 43 El campo labrantío anuló al caballo y a su beneplácito. Alguna de sus hambres se alimentó de hojas que se agostaban. Obtuvo la voluntad de los aconteceres sólo cuando las yerbas se hicieron dueñas de sus floraciones. Las sombras de la noche resonaron y provocaron un cambio en el aire de las lápidas. Las montañas cercanas tendieron hacia la extrañeza con el ajuste de las raíces que envolvían minerales.


Arriba y abajo del horizonte iba a la estampida un destino mezclado con una oportunidad de polvo. Los carruajes representaron a los caballos en las certezas de los correajes. Habrá existido algún temperamento que pudo volcarse a lo violento al cese de la tormenta de verano? 44 El camino que conduce a la nevada “Montaña del Dragón de Jade”, inexorablemente, fue engullido por la voracidad de unos viajeros con hombros de monedas. Adonde se movían las curvas, allá se dirigían los tránsitos precipitados. (Un ojo de mujer permaneció atento en la enclavadura del oeste a los inquietantes signos que se desplegaban). El ciclo se cerró al proveer los vagabundos las condiciones para que los cruces y los desvíos se tornaran indóciles y dispuestos a la más añorada sedición. Si algo faltó por enmendar, el invierno de la altitud lo resolvió con su hálito magistral. 45 La diosa Guanyin comentó, al pie de su templo, que el grillo esmaltado por el fuego del último otoño saltaba su impaciencia entre los breñales. Su chirrido perforaba los solsticios y él se acrisolaba en su sangre que creía sagrada. Se ofreció la diosa a medirle la razón, pero el grillo no aceptó y se enfundó en su orgullo. Con el tiempo, el insecto se convirtió en devorador de transparencias, gran saltador con las patas pegadas a los costados y ofendedor por excelencia. Su mirada demostraba que era proclive a los asuntos del duelo. Para fortalecer su cuerpo oficiante el grillo introdujo los inviernos y entonces se ocultaba bajo rocas blancas. Postrado ante su propia imagen compareció el grillo con su linaje y la majestad de su símbolo ya no cupo en el fulgor que le fue lanzado en las postrimerías de una noche. 46 La primavera trajo consigo pelusillas albas que flotaban en el viento esterilizado de su enfermedad. Peking cubrió su rostro con mascarillas y le costó trabajo respirar y, por momentos, ella se quedó sola en su incertidumbre. Las pelusillas chocaron contra mis vitrales y llamaron mi atención acerca de lo que ocurría afuera, muy lejos de mi cerveza y de mi pañuelo azul. (Los sauces dejaron pasar su tristeza y lloraron sobre la quietud de los lagos).


47 Una ardilla barbada, a simple vista, puede parecer asunto poco creíble. Pero, en los bosques cimeros, se mueve con rapidez esta maravilla. El pelaje de esos roedores suele poseer el color de las semillas que se ensucian con la tierra. Con cierta repugnancia a los cambios bruscos, las ardillas procuran estabilizar por largo tiempo su permanencia en un mismo lugar. Cuando ellas mueren, sus espíritus se transfunden a los árboles y continúan saltando y moviendo la cola hasta que, finalmente, las savias de las estaciones los incorporan a su cometido. 48 La llama de la estación que se enciende le es entrañable al gallo rojo que vi oculto en la cresta. Él sopesaba su coraje y medía su poderío. La herida de una chispa abrasó al gallo y la luz producida fue más grande que la sangre en su acomodo. El animal salió fortalecido y muy dispuesto en sus espuelas. Su canto delimitó las simetrías; su corazón, las esencias desenvueltas. Los amaneceres entendieron cuál era el reflejo de sus intestinos y cuáles las convocatorias de sus lenguajes. El ave optó por un segundo nombre: gallocresta o porvenir emplumado. A fuego o a sol el gallo cocinaba sus combates! 49 Si el otoño permanece sobre la superficie de un estanque pulsa sus fibras y deriva en hoja de loto atrapada entre espinos sumergidos. El agua inicia una ronda destinada al muermo de las nervaduras. Se destroza el encanto; se separan las intangibles texturas; flotan los diminutos círculos que una vez transmitieron vida. El elemento del barro queda con su propio estremecimiento. Escucha, momento a momento, la inocencia que controló la ambición de prolongarse. (Debajo, las piedras golpean a los peces muertos). A la postre, lo ambiguo se apropia del espacio y despliega una validez que equidista del alga más hundida y de la espina que anhela su insecto. 50 Lloviznaba desde los cometas y la isla se amparaba bajo sus ramajes y sus leyendas. Una bandada de palomas quiso volar y el general del cielo se lo impidió. Se elevó un pedazo de periódico y la noticia se leyó en medio de las nubes. En la distancia, un punto negro tremolaba, impávido.


La “Pagoda del Este” tuvo miedo de la ventolera. (Ya su cabeza había caído en otra historia lejana). Una paloma le aportó tranquilidad posada en su árbol inmediato. Su impoluta presencia hablaba de un sagrario en todos los nichos y de velas encendidas en las noches de los naufragios.


BREVE CURRICULUM VITAE WILFREDO CARRIZALES

Cagua,estado Aragua; Venezuela; 1951. Poeta, cuentista, fabulador de textos breves, minicronista, actor monologista, sinólogo, traductor, editor , conferencista y animador cultural. Realizó estudios de la lengua china, clásica y contemporánea, y de historia y cultura de China en la Universidad de Peking(1977-1982). En diversas instituciones venezolanas(universidades, museos, casas de la cultura, ateneos) ha dictado cursos, charlas, talleres y seminarios sobre diversos aspectos de la cultura china: filosofía antigua, pintura, poesía, literatura clásica, historia, etimología... Ha colaborado en importantes revistas y suplementos culturales de Venezuela. Desde junio de 1992 hasta agosto de 2001 fue el Coordinador de Eventos Literarios y Publicaciones de la Secretaría de Cultura del estado Aragua de Venezuela. A partir de septiembre de 2001 ejerce el cargo de Agregado Cultural en la Embajada de Venezuela en la República Popular China. La casi totalidad de su obra permanece inédita(poemarios, libros de cuentos y crónicas). Ha publicado: “Ideogramas”(poesía); 1992; “Calma Final”(relatos); 1995; “Mudanzas, el hábito” (poemas); 2003; “La casa que me habita”(poemas en prosa); 2004; “Postales” (poemas en prosa); 2004; “Desde el cinabrio” (brevedades); 2005; “Textos de las estaciones” (prosa poética); 2006; “Vestigios en la arena” (prosa poética); 2007; “Intromisiones, radiogramas y telegramas”; (poemas y fotografías); 2008; “Merced de umbral” (poemas con fotografías); 2009.

Traducciones: “Mi infancia”(novela china moderna); Peking, 1980; “Vida sobre las cuerdas”(antología de cuentos chinos contemporáneos); Peking, 1982; “Arribo a la madurez”(novela china contemporánea); Peking, 1985; “Antología de Jóvenes Poetas Chinos”; Caracas, 1988; “Estrategias de los Estados Combatientes”(selección); Maracay; Venezuela, 1997;


“Antología de Cuentos Chuanchi”(Dinastías chinas Ming y Qing); Maracay; Venezuela, 1998. “Libro del amor” de Feng Menglong; 2008.


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