Franz Kafka
Capítulo II
S
olo al atardecer despertó Gregor de su pesado sueño, semejante a un desmayo. Sin duda, no hubiera tardado en despertarse por sí solo, porque se sentía suficientemente descansado, pero al parecer lo que le había despertado habían sido unos pasos furtivos y un cauteloso cerrarse de la puerta que daba al vestíbulo. El brillo de las luces de la calle palideces aquí y allá en el techo del cuarto y en la parte superior de los muebles, pero abajo, donde estaba Gregor, todo estaba oscuro. Lentamente se deslizó hacia la puerta, tanteando aun torpemente con sus antenas, que solo ahora empezaba a valorar, para ver qué había pasado. Su costado izquierdo parecía una única y larga llaga, desagradablemente tirante, y cojeaba en toda regla sobre sus dos filas de patas. Por otra parte, una patita se había lesionado gravemente en el curso de los acontecimientos de la mañana — era casi un milagro que solo fuera una— y se arrastraba sin vida. 34