Periódicos en papel desaparecen

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EL FINAL DE LA PRENSA ESCRITA EN PAPEL

MIRROR magazine presenta su nuevo suplemento


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La desaparición del tabloide o el periódico clásico, tal y como lo conocieron nuestros abuelos y padres, ha sido tan sorpresiva como veloz. Ya casi no quedan ejemplares en los quioscos de las principales ciudades y solo sobreviven aquellos periódicos que se cimentan en un sólido capital acumulado a través de los años o del aporte de los socios empresariales


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“¿Por quién (o qué) Doblan las Campanas?” Lo más extraordinario es eso: que no sabemos lo que ocurre. Suceden cosas. Existe una gigantesca confusión alrededor del periodismo, del peso específico de los periódicos, del valor de la información, de cuál es su sitio en el paisaje social, su influencia en el conflicto. Nada de todo lo que fue sagrado se sostiene. Y aun así hacemos periódicos. Creemos en los periódicos. Les exigimos lo que nos daban antes de que la crisis los vareara. El periodismo no suma todo el problema, son los periódicos los que han perdido compás y energía. Pero aún los tenemos como la fuente de una cierta transparencia. Incluso como el primer borrador de la Historia. Esto último lo sostiene Martin Baron, director de The Washington Post, considerado por muchos como el mejor director de periódicos del mundo. Un hombre sin dudas sobre el futuro de la prensa tradicional: «Los periódicos en papel no van a sobrevivir. Vivimos en un mundo digital dominado por el teléfono móvil. La gente lee las noticias mientras camina por la calle, mientras espera el autobús, mientras hace cola en el supermercado... La mayoría de ciudadanos, y especialmente los jóvenes, recibe la información de manera digital y a través de la redes sociales. Esa es la realidad, y tenemos que vivir en la realidad. Obviamente los periódicos existirán por un tiempo, pero lo cierto es no hay muchas evidencias de que el papel vaya a ser el futuro. Y sin embargo, sí que hay muchas evidencias de que el papel puede no ser el futuro. Ha llegado el momento de reconocer que nuestro sector está cambiando a fondo y rápidamente. Tenemos que lidiar con esa realidad». Martin Baron impulsó la investigación sobre los abusos a menores por parte de miembros de la Archidiócesis de Boston cuando estaba al frente de The Boston Globe, una de las grandes hazañas periodísticas de las últimas décadas que fijó después la película Spotlight. Pero esta es otra historia. Tiempos mejores. Nunca antes se ha hablado tanto del oficio desde el oficio mismo. Con igual empeño y con tan delgada prudencia. Y tampoco antes se han tenido tan


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escasas alternativas, pero tan históricas razones para mantenerlo, para revisar las bodegas, para intentar reemprender cuanto antes la travesía. ¿Qué futuro les queda a los periódicos en papel? Esa es una de las cuestiones. Y nadie acierta en la predicción. Bill Gates, en los años 90 del siglo XX, les auguró una década más. Falló. Y desde entonces gurús, videntes del negocio, chamanes de la causa, santeros del medio y también algunos profesionales solventes especulan sobre la caducidad de la celulosa. Pero nadie encaja todavía con precisión la fecha en su columbario. Arcadi Espada, articulista de EL MUNDO (de España), y coautor de El fin de los periódicos (2009) no cree que la pregunta a despejar sea el futuro que le queda al papel prensa, sino por cuánto durará el concepto: «Lo que interesa saber es si el periódico, ese resumen del día, ordenado, jerarquizado, meditado, es todavía útil. Para mí es absolutamente imprescindible. Yo me precio en distinguir a las personas que leen periódicos de aquellas otras que sólo leen noticias. Las primeras suelen tener la cabeza amueblada». El 26 de marzo de 2016 el diario británico The independent cumplía 40 años de aventura cerrando su edición impresa. El titular de portada era tan luctuoso como exacto: «¡Paren máquinas!». Un grito que antes evocaba exclusivas voraces de última hora y que ahora delata el fin de la expedición. The Independent había alcanzado tiradas de 400.000 ejemplares al día en la década de los 90, pero cuando la crisis económica estiró su zarpa (en 2008) y hasta el día en que abatieron las mariposas de la rotativa llevaba perdidos al 85% de sus lectores en papel. Son cifras desapasionadas. Es exactamente lo que sucede. El Informe Anual de la Profesión Periodística centrado en 2015 y elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) cifra en 375 los medios de comunicación que han cerrado en España desde que se instaló la crisis. Más de 12.000 periodistas perdieron el trabajo. En EEUU la cifra abulta algo más, aunque no es tan devastadora. La compañía de medición Nielsen Scarborough detectó una caída del 21% de los ingresos por publicidad en el


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tercer trimestre de 2016 en tres cabeceras principales: The Wall Street Journal, un 21%; en The Times, un 18%; y en The New York Times, un 18,5%. En esa histeria se acomoda la realidad del periódico impreso. La convulsión negativa obliga desde hace años a plantear estrategias a las empresas de comunicación. Nunca antes una desconfianza de este empaque había sido tan contagiosa ni tan titular a cinco en el sector. Está en toda su potencia la desconfianza sobre el oficio. El papel, ahora sí, nos hace más caducifolios. En este sentido, Álex Grijelmo, periodista de El País (también de España), (responsable del libro de estilo del diario) y ex presidente de la Agencia EFE, acude al rescate del periódico: «Los diarios han perdido influencia porque se ha extendido la opinión general de que uno se informa mejor por sí solo a través de internet o las redes sociales. Estamos ante el desprestigio de los intermediarios. Pero en la vida real necesitamos intermediarios: el médico, el arquitecto, el carnicero... Creo que se volverá a necesitar como intermediario al periodismo reflexivo y prestigioso, que jerarquice la realidad y la interprete con honradez. Las noticias nos saldrán por las orejas y necesitaremos alguien de confianza que nos las explique y nos diga por qué suceden las cosas y qué pueden desatar. La alternativa al papel es un maremágnum en la Red de noticias falsas y verdaderas a las que a menudo se llega desde Google o desde las redes sociales sin haber percibido su jerarquía, su importancia, su seriedad. Es información desestructurada. Si el lector tiene una cabeza estructurada, no hay problema. Pero si no, la manipulación se facilita mucho». Ahora sucede esto: los periódicos han perdido la atención de los lectores, su capacidad de brújula, su sex appeal. No son la aduana entre la realidad y la realidad, sino un viejo mapa de época para una época aún por contornear. La posición de la prensa frente a las mutaciones políticas de los últimos meses ha generado esa sensación feroz, obstinada, de naufragio. Ante el referéndum del Brexit la prensa jugó un papel modélico de promiscuidad inútil. Ante la avalancha de la carrera electoral del presidente Trump, igual.


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La mayor parte de la prensa diaria convencional en EEUU fibriló tras la victoria del empresario. Un outsider de la política había revocado dramáticamente los augurios periodísticos enclavijados a los principios esenciales de rigor y asentamiento democrático. Nada sirvió de nada. The Washington Post tituló así el 9 de noviembre de 2016: «El desprecio de los votantes por el 'statu quo' impulsa la derrota de Clinton». Pero la otra verdad (¡incluso el fact check!) de ese titular podría ser esto otro: «El desprecio de los lectores por el 'statu quo' del periodismo impulsa la derrota de la prensa». Aunque tampoco es así exactamente. El votante de Trump no es lector, ni urbano, ni asume el periodismo como cimiento del Estado moderno. El votante de Trump es amurallado, altamente supersticioso, replegado, obediente. Pero esto no lo explica todo de la caída de la prensa. Tan sólo apunta un motivo más. El articulista de La Vanguardia Enric Juliana considera que la pérdida de influencia de los periódicos frente a las estrategias sobreabundantes de las redes sociales se debe a una suma de factores: «Sin duda, internet es el más importante de todos ellos. No leo el Brexit y la victoria de Trump como una derrota de los periódicos en sí misma. En ambos casos los periódicos han defendido los intereses de sus lectores (ediciones impresas y digitales), público urbano y profesional en su mayoría. En el Brexit y en Estados Unidos el público urbano y profesional ha sido derrotado. Londres votó a favor de la UE. Las grandes ciudades norteamericanas han votado mayoritariamente a favor de Hillary Clinton. Han perdido los periódicos y su público. Hasta ahora siempre ganaban». Pero no es tiempo de triunfos ni de certezas. Aunque Juliana advierte de que el modelo se deshace: «El periódico quizá sea un producto irrepetible: publicidad y lectores dispuestos a pagar por una información más o menos fiable. Esa unidad dialéctica se está rompiendo. Por lo tanto, la cuestión es si en el futuro habrá periódicos. No periódicos impresos, sino periódicos impresos y digitales con la suficiente fuerza editorial e independencia política para mantener a su alrededor una comunidad de lectores heterogénea y estable. Eso es lo que está en peligro. El público se está atomizando. La propaganda le está ganando la batalla a la información. Puede ocurrir que la


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propaganda gane esa batalla y que el periodismo quede en minoría en la sociedad. Puede vaporizarse como categoría cultural. Esa batalla se va a librar en Estados Unidos estos próximos cuatro años». ¿Hasta dónde llega el tiempo de descuento de los periódicos? ¿Hasta cuándo es posible su reconversión, su partido de vuelta? ¿Por qué los necesitamos? ¿Cómo gestionar desde el papel el flujo continuo de la información? Las redes sociales son el nuevo proveedor de titulares (apenas esto). El buril que graba las viejas nuevas rutas de la opinión pública. Los agregadores de noticias (el extinto Google News y los activos Yahoo News, Meneame, Bing News...) han reventado el pacto que existía con el lector en el ámbito del modelo tradicional. Diríamos que han rebajado la ambición de los medios. Un punto de fuga que ya habían inaugurado cientos de miles de lectores adelgazando su confianza en los periódicos. En los últimos 12 años, por ejemplo, han desaparecido más de 5.000 quioscos, según cifras de Covepres (Confederación de Vendedores de Prensa de España). Antonio Fernández-Galiano, presidente de Unidad Editorial, cree que el papel es algo más que producto de almoneda sentimental: «A los periódicos de papel les quedan innumerables retos. El primero, digerir la revolución tecnológica que ha afectado a tantos otros sectores. Los periódicos deben hacer un esfuerzo de calidad, deben convertirse casi en productos de culto. Esa será la única forma que los haga indispensables aunque sólo sea para una élite intelectual influyente y con vocación para introducir cambios en la sociedad. Si lo pensamos, ese ha sido siempre nuestro papel. La ventaja que tienen los periódicos es que pueden ofrecer al lector la Historia de cada día, ordenada, jerarquizada, interpretada y filtrada por un determinado ideario. Eso significa ser una referencia, eso significa ayudar al lector a encontrarse en el mundo». Pero también, más allá de los encajes de la tecnología en el ámbito de la información hay otros puntos que delatan un cierto cansancio del oficio en quien lo ve desde fuera (y también en otros muchos que lo conocen desde dentro). La exposición desmesurada de los


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periodistas en la vida pública, en semejante horizonte de presencia que los políticos, ha favorecido a que sea más amplio el costurón del traje. Una encuesta del CIS realizada en 2013 situaba a jueces y periodistas como los profesionales peor valorados. Pero debajo de esa desafección hay algo importante: el exhibicionismo de una parte bling bling del oficio al ondear sus relaciones con políticos. Eso activa la sospecha del lector (aún lector más que usuario) sobre si flaquea la independencia de los diarios. El mamoneo y la arrogancia de unos pocos ha consumido el crédito de casi todos. Y más deficiente es el paisaje en el momento en que las empresas de comunicación de medios impresos acumulan sobre todo grietas en sus balances. Así que la ecuación es elemental: los diarios flaquean en su independencia (y apuestan por la superficialidad) cuando flaquean en su economía. La información es cara. La independencia aún es más cara y hasta melodramática, pero no se puede sostener el negocio por mucho tiempo sin aceptar que hacerse entender en periodismo es levantar buenas historias propias, con recursos propios, quizá deficitarias (aunque todo beneficio de calidad es beneficio general), veraces más que verosímiles, pensadas no desde la excepción bidimensional (papel y web) sino con ésta como única alternativa ante el hyperloop del contexto digital. Aquí es donde el pulso alcanza uno de sus puntos de emergencia. Lo descifra Nacho Escolar, ex director de Público (papel) y fundador/director de Eldiario.es: «La prensa digital está funcionando en todo el mundo. Gana dinero, crece, aumenta sus plantillas... Pasa fuera de España y pasa aquí; nos pasa en Eldiario.es. Para mí el problema no es tanto que no se generen alternativas -que ya existen en la web- sino que los nuevos medios no seamos capaces de ocupar el espacio que deja el papel en su derrumbe. Imaginamos el cambio en el ecosistema de medios como si fuera la historia de la evolución a cámara rápida: mueren los dinosaurios del papel, nacen los mamíferos de internet y el mundo sigue girando. Pero el riesgo real es que los viejos medios no puedan revertir su decadencia y reinventarse de dinosaurios a pájaros, mientras que los nuevos tampoco logremos superar el tamaño de pequeñas ardillas. Y que en esa transformación inconclusa quienes pierdan sean todos los ciudadanos».


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Hay dos generaciones que ya no se enganchan a los periódicos. Nacieron sin ellos. Unos de parto natural, otros porque el papel les suena muy siglo XX: es ruidoso y lento. Da igual que pueda ser más fiable, incluso más seguro. Y hay una tercera generación (ya muy esquilmada) que se va desconectando con cierta alegría de andar en favor de la pantalla. Aun así, los diarios suben poderosamente sus usuarios únicos mientras que las versiones en papel pierden cada vez más difusión. Los datos de la Asociación de Editores de Diarios Españoles (Aede) se agarran a la arteria como el colesterol malo. Las cifras oficiales de difusión controlada de OJD indican que se mantuvo en 2016 en 2.149.821 ejemplares (diarios generalistas de tirada nacional, regionales, deportivos, económivos y regionales). Pero en 2001 la difusión media del mismo sector dejaba la cifra de algo más de 4,2 millones de ejemplares de difusión. En estos 15 años la caída es de más del 50%. El periódico no engancha con nuevos lectores y además ha jibarizado su intensidad. Es un artefacto refinado que exige ser sostenido con las dos manos, gozar de cierta calma, básicamente de tiempo. Esta saeta que entonan los periódicos no se alcanza por una conspiración, sino larvando un descontento del ciudadano con nosotros. Un desinterés. Una desgana. Un despreocupado compromiso en favor de la falta de responsabilidad de las redes, de la urgencia de las noticias que proponen espectáculo. De la escasa vocación de exigencia. De la ansiedad por captar nuevos lectores no seduciendo exactamente por la exigencia del contenido, sino aceptando con mucho de vasallaje sus condiciones rasantes. Ahora, sin embargo, es cuando más excita restaurar la sesión de la prensa. El filósofo José Luis Pardo, Premio Nacional de Ensayo por La regla del juego y autor, entre otros, de Estudios del malestar, incide en esa grieta. «La cuestión, probablemente, vuelve a ser si los medios alternativos son un vehículo de información (en el mismo sentido que los periódicos) o son otra cosa, donde no hay elementos deliberativos o racionales para la formación de la opinión sino más bien instrumentos emocionales y egóticos. Hay alternativas al papel. Pero no estoy seguro de que haya alternativas a los periódicos, sino más bien un modo de liquidarlos. La pregunta interesante sería quizá esta: ¿qué futuro les espera a los periódicos digitales? Porque nadie


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ha descubierto aún el 'nuevo modelo de negocio' que auguraban, a pesar de que toda la profesión está volcada en el asunto. Y seguramente hay otra pregunta todavía más interesante, porque no se refiere al futuro y por tanto no necesitamos la bola de cristal para responderla: ¿los periódicos digitales son periódicos en el mismo sentido en el que lo son los de papel, o son otra cosa? Porque si son otra cosa (y yo creo que, al menos parcialmente, lo son), entonces puede que estemos discutiendo sobre formatos (papel, digital) y olvidándonos de la cuestión principal, que sería la desaparición de los periódicos como tales, como institución». En los años de bonanza los conglomerados mediáticos levantaron varios imperios que se repartían el espectro de la prensa. Aquello se deshizo rápido cuando la crisis hizo sonar los timbales. Entonces entraron a jugar en las empresas esquilmadas los bancos, los fondos de capital de riesgo y otras especies del capitalismo de casino que aprovecharon el momento con expectativa de negocio sobre las debilidades y las ruinas. Ya no habrá en los periódicos nuevos momentos de expansión. Ya no. Pero sí deben de quedar periódicos, papel prensa, porque aún son capaces de traducir con cierta solvencia la complejidad de la actualidad. Incluso las perspectivas del lector medio, ese que ha rebajado su fe en los periódicos, según Edelman Trust Barometer. Sus preocupaciones. Su escasa convicción. Su activo desconcierto. Y en esto mantiene la defensa Pedro G. Cuartango, director de EL MUNDO: «El futuro no está en ganar pinchazos ni páginas vistas a corto plazo, sino en hacer un producto informativo solvente. Eso es lo que van a valorar los lectores y eso cada vez será más importante para que el negocio de la información sea viable, lo que implica generar ingresos para mantener sus plantillas. Los periódicos hemos perdido influencia, pero no tanto por las redes sociales sino por la caída de los niveles de lectura. Aun así, la prensa escrita, que no la digital, sigue teniendo una fuerte influencia en la agenda política, cuyos contenidos son amplificados por la televisión, la radio y las redes sociales. Probablemente ya no somos el cuarto poder, pero somos todavía el quinto. La prensa conserva poder para acabar con la carrera de un político».


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Así que estamos entre la falta de credibilidad y la pereza. Pero los periódicos en papel resultan aún necesarios porque establecen una cierta pauta de comprensión. La vieja baraja conceptual de la prensa debe ser releída, reelaborada, recuperada: credibilidad, independencia, rigor, verdad, calidad, análisis... No es fácil. Empezando por la maleada independencia. Pero en esto apunta bien Arcadi Espada: «El periódico tiene que vivir una revolución. ¡Tal vez sea lo único que deba vivirlo! Hacemos los mismos periódicos que en el XIX, sometidos incluso a la enfermedad infantil del periodismo, que es el perrodismo, es decir, aquella definición un poco animal de la noticia. Las compañías de noticias creían que bastaba con cambiar la piel de sus productos. Grave error que nos ha abocado una crisis aún mayor de lo que objetivamente era inevitable». Aún tenemos en los pliegos de los periódicos un safari de buenas piezas. Nunca faltan. Aún es posible rastrear la realidad del mundo en ellos. Enterarse de en qué hora se vive, aunque cada vez estemos más peligrosamente cerca respecto a los lectores de ser mitades de un mismo reloj a distinta hora. En las páginas de los periódicos se escribe como siempre y como nunca. No digo que haya una euforia por el papel, pero aún el noticiario del mundo quedaría incompleto sin ellos. Somos aún lo que somos, la parte verosímil de un oficio que entre unos y otros hemos reconvertido en altamente inverosímil. Cada vez pesa más la súbita incrustación de la mentira que la demora de una estricta, contrastada y comprobada verdad. Eso se entiende casi todos los días en la relación humillante que (a veces) establecemos con la política, por ejemplo. Parte de esa culpa también es nuestra. Entre otras tantas. Pero aún parece excitante pagar para leer. Algo de vida le queda a este animal.


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La Agonía de la Prensa Escrita en Papel (Periódicos) Deviene desde el 2017 La desaparición de la prensa es una de las cuestiones que suelen aparecer en la mayoría de los encuentros periodísticos y sobre él se viene escribiendo desde hace ya muchos años. Como en todos los debates, existen posturas más o menos pesimistas en torno al futuro de la prensa. En la línea de quienes ven clara la muerte de los periódicos impresos encontramos un reciente estudio que sitúa en 2040 la extinción de la prensa tradicional. El informe, elaborado por Ross Dawson, especialista en este tipo de cuestiones, tiene dos apartados: una infografía sobre los países donde irá desapareciendo paulatinamente la prensa y un ideario con las razones que explican este proceso de extinción. En el primer capítulo, el estudio ve a los periódicos de Estados Unidos como las primeras víctimas del proceso. Les seguirán los de Reino Unido, Islandia, Canadá y Noruega. En el caso de la prensa española, según la investigación, ésta desaparecerá en el año 2024, junto a la de Nueva Zelanda, República Checa y Taiwán. Los más rezagados son los periódicos de Sudamérica, África y el sur de Asia, entre otros motivos porque éstas ahora están atravesando por uno de sus mejores momentos.


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Sobre las causas que explican por qué se extinguirán los periódicos impresos, Dawson señala: 1. El incremento del uso y de la función que se le atribuye a los teléfonos móviles; 2. Relacionado con lo anterior, el aumento del consumo de tabletas y e-readers; 3. Los cambios en los costes de producción e impresión de los periódicos; 4. Se observa otras tendencias en la inversión publicitaria (las estadísticas apuntan a un traslado de la inversión a otros medios, especialmente internet); 5. Desarrollo de plataformas abiertas; 6. La adopción de nuevos mecanismos de monetización; 7. El desarrollo del papel digital Para la realización de este estudio se han tomado en cuenta varios elementos como la penetración de los medios digitales, la situación demográfica de cada país, la política que desarrollan los gobiernos hacia la prensa, los programas de alfabetización con los que se cuenta, el comportamiento del consumidor, especialmente, su disposición a pagar por las noticias, el estado actual de la industria de los medios y la situación económica de cada país y su nivel de adopción tecnológica.


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¿Muere el diario en papel? "Sólo sobrevivirá el periódico del domingo", dicen expertos La Asociación de Periódicos de EEUU cambia mañana su nombre y reemplaza la palabra "diarios" por "medios". Los principales CEOs norteamericanos dicen que el concepto ya no representa a la nueva industria digital. Una nota de The New York Times, levantada por Infobae en nuestro país, puso la lupa sobre una decisión que revivió la polémica sobre el futuro del diario de papel, contra la explosión que han tenido los medios online en todo el mundo. La columna resalta un detalle que no es menor: la Newspaper Association of America (Asociación de Diarios de Estados Unidos), la principal institución de periódicos del país desde 1887, quitará este miércoles 7 de septiembre la palabra "newspaper" de su nombre. En otras palabras, la entidad ya no utilizará la palabra "diarios" en su nombre y, según anticipa Jim Rutenberg, especialista en medios del NYTimes, la NAA cambia su nombre por News Media Alliance (Alianza de Medios de Noticias). Por supuesto esto no es casualidad, sino causalidad. Al hablar del tema, Rutenberg no se hace a un costado y publica conceptos de directores de periódicos de Estados Unidos que le dan unos 20 años más de vida al diario de papel en su edición dominical. O sea... solo los domingos. "El resto de las ediciones perecerán antes", ha dicho la mayoría de los hombres de medios consultada.


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Desde un diario que nació digital (nativos online, nos llaman) no podemos desconocer el suceso. Los lectores de noticias buscan, cada vez más, estar al día de lo que sucede en el lugar en el que viven: su provincia, su país y del mundo entero. Internet, la verdadera aldea global, ha convertido eso en una realidad instantánea. Hoy, y en sólo segundos, una noticia recorre el espinazo editorial del mundo digital y llega a todos los rincones del planeta. Hace sólo 20 años, esa misma noticia podía ser medianamente instantánea gracias a los boletines radiales (porque en los diarios aparecía impresa al día siguiente) y este hecho, hay que aceptarlo, ha cambiado no sólo la forma en que consumimos información sino la manera en que enfrentamos la vida desde múltiples opciones: estudiamos carreras gracias a internet; los profesionales hacen cursos online y se capacitan en red con colegas de distintos países; la gente busca trabajo en bolsas de clasificados en línea; y hasta en el contacto diario -con la familia, los amigos o los padres de la escuela de nuestros hijos.

Esto no es una polémica, ni siquiera un debate. Es una realidad y, como tal, está siendo profundizada desde múltiples visiones porque habla de visiones más profundas que tienen que ver con las sociedades: consumo, interacciones, intereses, valores, qué se elige y cómo se elige, son algunos de los datos que arrojan las encuestas que hacen los medios cada día.


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La inmediatez "engulló" al papel que ha ido perdiendo lugar y sobre todo lectores, que han migrado a las pantallas. El placer de leer diario en papel es algo que no se puede comparar, pero tal vez nos ocurra a generaciones que nos criamos con ellos. En los últimos cinco años, a nivel mundial, no han ayudado las diversas crisis económicas por las que han transitado países de la Unión Europea, Estados Unidos, Brasil y ahora Argentina que han llevado a la gente a buscar contenidos gratuitos y que terminan siendo similares a la hora del resultado final de informarse. Sólo sobrevivirá el diario del domingo En la nota de The New York Times David Chavern, presidente de la Asociación de Periódicos de América -la misma que ahora pasará a llamarse Alianza de Medios de América- ha dicho que la palabra 'diario' es un sinsentido para referirse a muchos de los socios, incluidos The Washington Post y The New York Times. "Estos pueden tener diarios, pero gran parte de sus lectores acceden online", indicó.

para describir a la industria", explicó Chavern. "El futuro de la industria es mucho más amplio". "No podemos ser el almacén de ramos generales que solíamos ser", le ha dicho Stan Wischnowski, director ejecutivo del Philadelphia Inquirer y Philly.com a Rutenberg.


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"La palabra DIARIO ya no es suficiente para describir a la industria", explicó Chavern. "El futuro de la industria es mucho más amplio". "No podemos ser el almacén de ramos generales que solíamos ser", le ha dicho Stan Wischnowski, director ejecutivo del Philadelphia Inquirer y Philly.com a Rutenberg. Michael Klingensmith, director ejecutivo de The Star Tribune de Minneapolis fue mucho más allá: en su opinión los diarios del domingo sobrevivirán por unos 20 años más, pero no está seguro de poder decir lo mismo de las ediciones del resto de la semana. "La edición impresa de los diarios del domingo podrán tener unos 20 años más de vida, pero no creo que esto suceda con los periódicos del resto de la semana", dijo quien es además vicepresidente de la nueva Alianza de Medios de los Estados Unidos. Esto no es una polémica, ni siquiera un debate. Es una realidad y, como tal, está siendo profundizada desde múltiples visiones porque habla de visiones más profundas que tienen que ver con las sociedades: consumo, interacciones, intereses, valores, qué se elige y cómo se elige, son algunos de los datos que arrojan las encuestas que hacen los medios cada día. Actualizarse cada día, a cada segundo, al ritmo que el nuevo consumidor digital lo hace es el gran desafío de los medios de comunicación. Sobre todo porque ya no somos medios "informativos" sino que, por fin, el ideal de lograr un feed-back con los lectores ahora es posible y, día a día, vemos como la gente comenta las notas, las comparte, las critica y las vive en carne propia.


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El fin de los diarios impresos: caída en picado o lento aterrizaje Nos encaminamos hacia la desaparición de los periódicos en papel. Por supuesto que esta frase no les habrá pillado de sorpresa. Desde la popularización de internet a mediados de los 90, todos sabíamos que cada vez más la gente tendería a obtener su información directamente en soportes digitales. La marcha fúnebre de la era de los diarios ya está sonando, al igual que todos somos conscientes de una u otra manera de que nos encaminamos hacia el final de los coches de gasolina, de la industria musical y del sushi con atún rojo. Lo que ocurre es que no sabemos cuánto tiempo le queda –a los periódicos en papel y a todo lo demás– y los propietarios y empleados de estos negocios con fecha incierta de caducidad nos aferramos a la esperanza de que el cambio de modelo nos pille confesados. Es decir, que tengamos tiempo suficiente para sustituir nuestros viejos productos por la alternativa (periódicos sólo digitales que puedan ser rentables manteniendo niveles dignos de información propia, coches eléctricos a precios competitivos y con autonomía suficiente, atunes de piscifactoría engordados durante años con toneladas de pescado, pero que aún así sean baratos y sepan a algo, etc. Frente a la idea catastrofista de que el modelo de negocio de la prensa diaria se encuentra en caída libre, los editores confían en conseguir «un aterrizaje suave». Pero no se trata ya de una añoranza por el formato de periódico existente en los últimos cuatro siglos. Inmunes a la nostalgia, los accionistas de los periódicos estarían encantados si dejaran de necesitar invertir en rotativas, planchas, tinta y papel, cansados de tener que organizar una compleja logística para repartir su producto en miles de dispersos puntos de venta. Un diario recopila información y la procesa para darle acceso a los lectores, de una manera entendible, atractiva y es de esperar que con el


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enfoque ideológico que le resulte más afín. Más allá de eso, en la era digital actual el soporte es secundario. Pero sencillamente aún no se ha logrado que las ediciones web de los diarios impresos sean rentables de manera independiente. Desde hace 15 años, pocos diarios han logrado tener algún éxito en su intento de que los lectores paguen por los contenidos, aunque ahora algunos periódicos de vocación global como el New York Times vuelvan a intentarlo. Pero aún no parece que hayan noticias alentadoras: días después del cierre del acceso gratuito a la web de The Times, hace justo un año, el diario llegó a perder un 90% de lectores. Y si los planes de hacer que el lector pague por la infomación online no han logrado prosperar por ahora, la esperanza de que la publicidad cubra con los gastos, tampoco. Los anunciantes no están ahora mismo para muchos trotes, aunque vayan confiando cada vez más en internet para promocionarse. Pero su inversión aún no se aproxima a la versión impresa bajo el argumento de que entre el océano de impactos visuales simultáneos que reciben los internautas sus anuncios pasan mucho más desapercibidos que en el contexto calmo de la lectura tradicional. La realidad es que las industrias periodísticas, por grande que sea su apuesta por la migración hacia la web, necesitarán los periódicos en papel a medio plazo. Según un informe de esta misma semana de Deloitte, «la venta de publicidad en papel y la venta de ejemplares, seguirá representando el 68% del total de los ingresos de las cabeceras nacionales en 2014 y un 80% en las regionales.» Porque si aún los grandes periódicos nacionales con millones de usuarios no han logrado hacer rentables sus operaciones en internet, es obvio que el camino para los pequeños diarios regionales será mucho más largo. En España se publican a diario 140 periódicos. Decenas de ellos son pequeños diarios regionales y locales con menos de 10.000 ejemplares. Un diario medio puede tener entre 30 y 50 periodistas recabando información de


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proximidad, generando cada día una cantidad ingente de información propia que alimenta su edición impresa y la web. ¿Sería viable un periódico regional tan solo online? ¿Capaz de pagar esa plantilla de periodistas tan solo con los ingresos de publicidad de la web? Por ahora me temo que no. En el mejor de los casos podría tener una plantilla ajustada que genere comentarios, información de agencia que todos tienen y noticias redireccionadas desde otros medios. Pero con ello no lograría la información local en profundidad, la capacidad de influencia y la penetración en el mercado equivalente a la que actualmente aún mantiene la prensa de proximidad. EL SALTO ADELANTE DE THE GUARDIAN Sin embargo, esta visión cautelosa de la transición del papel a digital no se vive igual en todos los periódicos. Los diarios más grandes, con vocación internacional, son obvios candidatos a situarse al frente de las operaciones digitales. El pasado 16 de junio el diario británico The Guardian informaba a sus lectores del giro definitivo en las prioridades de la empresa: su nueva estrategia, bautizada como ‘digital-first’, supeditaba definitivamente la edición en papel frente a la digital y establecía el punto de partida (aunque aún no de llegada) a la paulatina desaparición del periódico en papel. Para adaptarse aún más a las necesidades de los lectores actuales, se anuncia para finales de año un cambio profundo en la edición de lunes a viernes, en la que ahondaría más en los análisis y reportajes y se retiraría espacio para la actualidad inmediata, espacio natural de la edición digital. Declaraciones de intenciones parecidas hace tiempo que se escuchan, pero The Guardian da un paso más alla no solo apostando por su edición de internet, sino cercenando de manera deliberada las ventas y la influencia de su edición en papel, tras anunciar que cesa la publicación de sus ediciones internacionales –17.000 ejemplares al día–, a partir de octubre.


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Es decir, que las manecillas del reloj, que ya hace años que habían comenzado su cuenta atrás, parece que se están acelerando. Quizás más rápido de lo que vaticinaba Philip Meyer, que situaba en el primer cuatrimestre de 2043 el último ejemplar impreso de un diario norteamericano, pero seguramente más lento que lo que auguraba el CEO de Microsoft, Steve Ballmer, que en 2008 cifraba la esperanza de vida de los diario en papel en apenas una década. En estos tiempos convulsos es difícil afinar tanto con las previsiones; el mismo Ballmer había vaticinado en 2007 que el iPhone sería un fracaso, asegurando que nadie querría un teléfono sin teclado. Pero mientras esperamos el cierre definitivo de las rotativas, es bueno recordar que este precoz movimiento de The Guardian servirá de ejemplo para muchos diarios, (es uno de los diarios más influyentes del mundo por contenido y por continente), pero que pocos podrían imitarlo en estos momentos. The Guardian está en primera línea en internet con un público global e influyente, mientras que en papel, con sus 265.000 ejemplares de venta diaria, no deja de ser un “tercer periódico”. Daily Telegraph vende 625.000, The Times 450.000 y el Financial Times 390.000. Y hay periódicos sensacionalistas como The Sun que venden casi tres millones de ejemplares diarios. Y mientras The Guardian logra 1,1 millones de lectores en papel, su edición web ya alcanza los 2,8 millones de usuarios al día, gran parte de ellos en Estados Unidos debido a que su carácter europeo, crítico y progresista aporta un enfoque distinto al habitual en la prensa norteamericana. Así que con casi tres cuartas partes de sus lectores diarios en internet, con una vocación decidiamente global, y escrito en el idioma más influyente del mundo… está claro que el verdadero negocio de The Guardian está en la red mundial y no en el papel y que es bueno ir soltando lastre con la esperanza de que la sustitución paulatina del soporte no se lleve por delante a la mayor parte de sus 650 periodistas.


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Pero como ya comentamos anteriormente esa circunstancia no es extrapolable a la mayoría de los periódicos, al menos en España. Un ejemplo cercano para muchos lectores valencianos de gràffica: el diario LevanteEMV vende de media 33.607 ejemplares (OJD 2010). Sin embargo, según la EGM 285.100 personas afirman leerlo a diario, lo que indica que cada ejemplar que se vende es leído por ¡8,48 personas! Quizás lo compartan en el trabajo, en casa, pero sobre todo en los bares. El ritual de la lectura del diario compartido entre los clientes junto al café de la mañana es una característica diferencial de la prensa española que parece amortiguar de una manera digna el descenso (entre un 5% y 10% anual) de ventas reales de ejemplares. Sin embargo en la edición web, Levante-EMV tiene 89.622 lectores diarios, una tercera parte que la edición impresa. Y la distancia en ingresos publicitarios es abismal. Así que está claro que el momento de cambiar las prioridades de la empresa en éste y otros tantos diarios regionales está bien lejos de aproximarse al de The Guardian. LOS «TERCEROS PERIÓDICOS», LOS PRIMEROS EN CAER Lo cierto es que el crecimiento de la lectura de prensa en internet acelera a buen ritmo, y el de lectura en papel desciende al unísono. Pero por ahora la gran responsable de la desaparición los periódicos en papel no está siendo la web, sino la crisis económica (o la torpeza, como en el News of The World). Y ante la segmentación excesiva del mercado español, es obvio que muchos diarios en papel tendrán que cerrar. El tamaño tampoco es una garantía: los grandes periódicos deben hacer grandes inversiones para mantener su posición y la excesiva deuda también les puede hacer caer, solo que con más estruendo. No hay que olvidar que en Estados Unidos han cerrado diarios como el Rocky Mountain News en 2009 con más de 200.000 ejemplares diarios.


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Aún así es de esperar que las primeras víctimas en España sigan siendo los “terceros periódicos”. En la prensa regional aún hay espacio para un líder y parece necesaria la alternativa de un segundo diario, que refleje en cierto modo una rivalidad ideológica. La ley del mercado no muestra más piedad que la ley electoral y el bipartidismo parece que también se abre paso en la prensa regional. Huérfanos en ocasiones de las subvenciones y apoyos políticos del pasado, negro futuro les queda a los diarios más pequeños, en ocasiones muy jóvenes, que pretendieron alterar ese ‘status quo’ en las últimas décadas. En lo que va de año ya han cerrado Galicia Hoxe (28 de junio de 20011), Aquí Cantabria (1 de junio de 2011) yLa Tribuna de Salamanca (12 de abril de 2011). Avui anuncia su fusión con El Punt para el próximo 31 de julio, e incluso algunos diarios como el republicano La Voz de la Calle murieron antes de nacer (previsto para el 1 de abril de 2011). En contraste, el aparente éxito del catalán ARA, nacido el 28 de noviembre de 2010, que por ahora parece haber encontrado su hueco en el mercado. Pero de un tiempo a esta parte la desaparición de un periódico en papel no supone en principio un cierre definitivo de la actividad informativa, sino que se disimula como un cambio de estrategia hacia internet. Aunque por ahora, en el caso español, no logra buenos resultados. Un caso emblemático es el de Valencia hui, que dejó de imprimirse el 29 de junio de 2008 tras menos de dos años de vida. Tras prescindir prácticamente de toda su plantilla,anunció a bombo y platillo que el diario no desaparecía, sino que sencillamente pasaba a publicarse solo en internet: “Vamos a seguir haciéndolo, con la misma ilusión y tesón de siempre, pero desde la red”, escribió entonces el director Baltasar Bueno, que aprovechó para sentenciar definitivamente al papel: “Los periódicos están en su ciclo bajo, en agonía”. Con prácticamente toda su plantilla despedida, su actividad en la web pasó completamente desapercibida. Apenas un año después también dejó de actualizarse su edición digital.


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Por ahora la migración digital no es una alternativa, pero por supuesto veremos incrementarse los saltos del modelo mixto papel-web a solo online en los próximos años y por la cuenta que les trae pronto habrá diarios que lograrán sobrevivir con cierta solvencia tan solo con sus operaciones digitales. Muchos periódicos deberán subirse a toda prisa al globo de internet no porque este haya cogido realmente vuelo, sino porque la tierra firme que pisaban se está desmoronando y a algo habrá que agarrarse. Pero no todo son malas noticias para los diarios pequeños. También es cierto que en principio el éxito en el quiosco –y por lo tanto la importancia de la marca, la proyección social y la fuera de la tradición–, se ha solido reflejar en el ranking de la web y los diarios con más éxito en papel en un mercado acostumbran ser también los más exitosos online. Pero está claro que a medida que el consumo de la prensa se desvincula del soporte físico, los criterios de relevancia varían. Veremos en el futuro si algunos diarios menores aprovechan el nuevo soporte para lograr el sorpasso que no se ha producido en los kioscos. El éxito en internet no juega exactamente con las mismas reglas que en el papel, al igual que las listas de «lo más leído» en internet poco tienen que ver generalmente con los temas de portada del periódico. Un ejemplo: Público es el diario nacional más pequeño en venta de ejemplares, pero el que más amigos tiene en el Facebook: 96.796. Quién sabe si esa «corriente de amistad» le será útil en el futuro. Cuando todo estaba en calma los dinosaurios dominaban la Tierra, cuando empezó a haber problemas solo los más pequeños pudieron amoldarse. LA TABLETA, ¿ES EL TRAMPOLÍN PARA LA MIGRACIÓN? Como el modelo de prensa en papel flaquea pero el digital no cubre con los gastos, la apuesta más notable en estos momentos por tender puentes entre ambos formatos y modelos de negocio se centra en la nuevas tabletas –las esperanzas depositadas por los periódicos en los ebooks han quedado K.O.– . Nadie se podía haber imaginado el impacto de iPad, que en tan solo un año


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en el mercado está revolucionando la distribución diarios y revistas. Gracias a una legible pantalla de alta resolución con un tamaño lo suficientemente amplio como para combinar fotos y textos (y también video y multimedia) con estructura y planificación gráfica. Los editores confían en él para «digitalizar» la experiencia del pagineo, la comodidad de la lectura estática sin scroll, el orden, la limitación de espacio, el ritmo, la estructura y la jerarquización de la información de los periódicos impresos, que aportan solidez editorial en un entorno de información líquida donde la lógica cronológica de la web acaba imponiéndose al criterio de relevancia que establece la visión periodística del diario. Y a diferencia de los portátiles, su reducido tamaño, su portabilidad, su rapidez de puesta y su discreción logra superar la prueba del café de la mañana sentado en la barra del bar. Fruto de esta idea, el jueves 14 de julio se puso en marcha Kiosco y más, una plataforma digital apoyada por 30 periódicos y 60 revistas (Prisa, Vocento, La Vanguardia…), que permite distribuir la versión impresa de cada publicación adaptada a la visualización principalmente de las tabletas, aunque también de los teléfonos móviles y de los ordenadores. Una mega alianza que hace frente a la aplicación pionera Orbyt de Unidad Editorial (El MundoMarca-Expansión) que lleva más de un año en el mercado. Ambas aplicaciones se basan en una versión del diario convencional en PDF, pero enriquecido. Igual en apariencia que la edición impresa, pero incluyendo hiperenlaces, interacción con las redes sociales, opciones de traducción simultánea, y a un precio muy competitivo respecto a la versión en papel (9,99 euros al mes por periódico en el caso de Kiosko y Más, 14,99 en el caso de Orbyt). Cierto es que el tamaño de la página del periódico se adapta peor que las revistas a las 9,5 pulgadas de un iPad, pero la sensación de navegación en un producto impreso está muy conseguida, y siempre se puede ampliar la zona que se desee leer.


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Sí esta apuesta tiene éxito quizás veamos una evolución de los periódicos impresos hacia formatos más pequeños que se acerquen a las dimensiones contenidas de las tabletas. Por razones económicas en los dos últimos años casi todos los diarios españoles han reducido su tamaño, generalmente de 41 cm de alto a 39 y cada vez más periódicos bajan a 37. Si los tabloides se redujeran a un formato arrevistado cercano al folio (como el portugués I o el español ABC, candidato ideal para la lectura en iPAD, aunque su ‘target’ lector no parezca el más propicio), facilitarían la adaptación visual a las tabletas con menor pérdida de proporción, afianzando la idea de un mismo producto, pero ofrecido a conveniencia en soporte convencional y digital. ¿Será la versión en iPAD/tableta un paracaídas eficaz? Los editores confían en que sí.Satisface buena parte de las cualidades de lectura del soporte impreso, (legibilidad, ligereza de transporte, lectura lineal, organización…), por lo que esperan convencer a muchos lectores/usuarios de que esa experiencia sí merece ser pagada. Y quizás acelere la migración de lectores de prensa convencional y digital a «solo-digital», ya que no hace falta bajar al quiosco, el precio es reducido y el diario está disponible a primera hora de la madrugada. En ese contexto el iPAD podría constituirse en una oportunidad para la supervivencia futura del concepto de periódico, perfeccionado en fondo y forma tras varios siglos de experiencia diaria. «La página web es lo que pasa, esto es lo que queda», sentenció Iñaki Gabilondo en lapresentación de Kiosco y Más. EL VERANO DE LA PRENSA ¿Y mientras esa migración se produce, cómo serán los periódicos? Quizás más parecidos a cómo serán en estas próximas seis semanas de verano. A medida que nos vamos acercando a agosto los periódicos en papel se vuelven flacos y desgarbados. Se reducen los lectores y anunciantes y los políticos se van de vacaciones. Los suplementos convencionales se cierran por un mes, los


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redactores toman su turno de descanso dejando adelantados reportajes atemporales y se publican los suplementos veraniegos, con ideas a veces más frescas, liberados de la presión de la actualidad diaria. Así que en el futuro parece que los periódicos en papel serán «más veraniegos». Menos papel, menos personal, para lectores menos ansiosos por la actualidad inmediata y más inclinados a la lectura reposada y profunda. Las ediciones entre semana perderán cada vez más fuerza; reducirán su paginación, mantendrán un precio bajo, incluso hay quien piensa que podrían ser gratuitas o dejar de publicarse algún día a la semana centrándose aún más en las ediciones dominicales. Desde el pasado 6 de junio el diario El Economista dejó de salir al kiosco los lunes parar ahorrar costes y ofrece gratis el diario de ese día en PDF hasta el 31 de diciembre. Quizás sea el primero de otros muchos pasos en esa dirección. Y es que nos encaminamos hacia la desaparición de los periódicos en papel, ya saben. Llevo 15 años trabajando en ellos así que será cuestión de ir haciéndose la idea. Pero afortunadamente, mal que bien, a algunos aún les queda un poco de tiempo. Con la esperanza de que uno de los supervivientes sea en el que yo trabaje, empiezo mis vacaciones mañana y retorno a las playas del Mediterráneo que me vieron nacer. Y a 35 grados a la sombra, con el bañador como único vestuario, es un alivio pensar que uno podrá dejar el portátil en casa y solazarse sobre la arena de la playa con un periódico en papel en la mano, arrugarlo bajo la toalla y retomar su lectura tras un chapuzón, con las manos pegajosas de bronceador, e indiferente a las gotas de agua de los chapoteos de los niños. Mientras no fabriquen iPads «waterproof», me temo que en la playa la migración digital aún queda muy lejos.


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