Colombiano es...
Colombiano es... Textos: Eduardo Arias y Olga Lucía Lozano Fotografía: Nicolás Achury
Conexión Colombia agradece a: Avianca, DHL, Organización Internacional para las Migraciones –OIM–Federación Nacional de Cafeteros, Colombina, Marketing Directo, Caracol Televisión, Teleférico a Monserrate S.A., Ministerio de Relaciones Exteriores por haber hecho posible la primera edición de Colombiano es…
Textos: Olga Lucía Lozano y Eduardo Arias Investigación periodística: Andrés Wiesner, Marcela Peláez, Verónica Rodríguez, Natalia Villegas, Carolina Dueñas, Miguel Olaya y Juan Aguilera Corrección de textos: Adriana Delgado Fotografía: Nicolás Achury Asistente de fotografía: Alberto Rodríguez Producción de fotografía: Lucía Sotelo Fotos adicionales: Federación Nacional de Cafeteros: 84; Teleférico a Monserrate S.A.: 112; Avianca: 184, 220 y 224. Diseño y diagramación: Adela Martínez Camacho Coordinación del proyecto: Paula Andrea Ramírez Preprensa: XXXXXXXXX © 2006, Conexión Colombia Calle 36 No. 21 - 10 Piso 2 Línea gratuita: 01 8000 51 50 54 www.conexioncolombia.com © 2006, Editorial Planeta Colombiana S. A. Negocios Corporativos Calle 73 No. 7 - 60, Bogotá www.editorialplaneta.com.co Primera edición: agosto de 2006 ISBN 958-42-1477-2 Impresión y encuadernación: Impreso en Colombia – Printed in Colombia Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin permiso previo del editor.
Gracias
A Don Cicerón en la gallera La Unión en Melgar. A Ana Milena Barrios, vendedora ambulante de maní, y a todos los trabajadores ambulantes. A Sebastián, David, Érika, Ángela, Laura, Santiago, Manuel, Juan Camilo y Toñito en el Neusa. A Julián Marín de Milartes y Navideños. Al Cementerio Central. A las plazas de Paloquemao y Corabastos. A Fabio de la Peña de la eroteca.com. A los Mariachis de la Playita. A Alejandro Convers, Myriam Alvarado, Blanquita y Noel. A Mauricio Achury y Flora García por darnos sede en el Tolima. A los fotógrafos de la plaza de Bolívar y de todas las plazas del país. A D’combita Sastrería. A toda la gente que nos abrió sus puertas dondequiera que estuvimos. Gracias a Colombia por escapar a las definiciones.
Ăndice
Presentaci贸n Corte y confecci贸n
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Rifas, juegos y espect谩culos Chicle, chocolate, Charme...
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Animalandia Mercado de la fe
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La cava criolla Academia Colombiana de la Lengua
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Decoraci贸n de interiores Leyendas urbanas y rurales
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El rebusque Lobo Publicidad
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Parque automotor
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Zona franca 188 Tradiciones populares 196 Colombia al instante 220 Cinemateca y televisora nacional 228
Presentación
Hace un poco más de cuatro años nació la idea de lo que hoy es Conexión Colombia. En ese momento yo era editora de Semana.com y un domingo cualquiera, al mandar un mensaje a los lectores recomendando los artículos más destacados de la semana, éste se fue cargado espontáneamente de la inevitable melancolía que tienen los domingos lluviosos en Bogotá. Al día siguiente había seiscientas respuestas nostálgicas en mi buzón, todas de colombianos que viven fuera del país. Entonces creamos una sección de contenido dedicada a la diáspora que incluía desde recetas de cocina hasta Sancocho, un producto en audio creado por Eduardo Arias y que hoy es la sección más visitada de nuestra página web. Pocos meses después, esta sección no sólo contaba con una gran cantidad de visitas, sino que se convirtió en un punto de encuentro entre los colombianos que están en el exterior y su patria. Además, despertó la solidaridad de muchos colombianos alrededor del mundo e hizo que varias empresas se unieran para crear una fundación que en menos de tres años ha recogido tres millones de dólares en dinero y en especie para proyectos de alto impacto social, lo que hace de Conexión Colombia un proyecto modelo a nivel mundial al crear un canal para que la diáspora aporte al desarrollo social del país. También es un proyecto pionero que pretende crear una red de apoyo para todos los compatriotas que quieran ayudar a construir una sociedad más solidaria. Este proyecto ha sido posible gracias a la alianza entre importantes organismos de cooperación internacional (Organización Internacional para las Migraciones –OIM–, la Corporación Andina de Fomento –CAF– y la Agencia de Estados Unidos para la Cooperación Internacional –USAID–), medios de comunicación (Publicaciones Semana, Caracol Televisión, Caracol Radio, La W, Terra), empresas privadas de diversos sectores (Visa, DHL, Leo Burnett, Guiomar Jaramillo Comunicaciones, Live Events, Avianca), fundaciones sin ánimo de lucro (Compartamos con Colombia y Banco de Tiempo) y entidades gubernamentales (Programa Colombia nos Une –Ministerio de Relaciones Exteriores– y la Agencia Presidencial para la Acción Social y Cooperación Internacional –Acción Social–).
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Más allá de los aportes materiales que se han recibido, con esta aventura común se ha demostrado que es posible derrotar el escepticismo y la falta de confianza con la que los colombianos hemos construido una armadura. Los solitarios han descubierto que pueden ayudar y que cada aporte que hacen es una generosa puntada para la construcción de una sociedad más equitativa e igualitaria para todos. Y con ella hemos entendido que la colombianidad no es un territorio físico, sino un sentimiento que se lleva en el corazón. La importancia de este libro radica justamente en que representa momentos, situaciones y personajes que sólo pueden reconocer los colombianos. Los recuerdos gastronómicos, asociados con cálidas instantáneas de vida son el tesoro que guardan con más aprecio aquéllos que han salido el país. Este libro nos permite hablar de nosotros mismos. Está dedicado a todos los que se han ido, pero no hay que verlo como una fuente inagotable de nostalgia. Más bien, busca convertirse en un paliativo de la añoranza para quienes se aferran a esa bandera tricolor que pesa tanto y que adquiere un sentido tan profundo cuando se está afuera.
CLAUDIA GARCÍA JARAMILLO Directora Ejecutiva Conexión Colombia
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Corte y confecci贸n
La bota imitación Reebok Para bailar al mejor estilo de las Flans, a mediados de los años ochenta, los colombianos estandarizamos el uso de la bota Reebok de cordón y dos tiras de velcro, ojalá tricolor: amarillo, azul y rosado pastel. Pese a ser una tendencia mundial, la bota se convirtió en un icono criollo al entrar a ser parte de la historia de la industria del “chimbeo” nacional. A aquellos que no pudieron satisfacer su anhelo de tener la original, el ingenio colombiano les ofreció la mejor imitación a un excelente precio: la bota Redbrook o la Keeber en su defecto. Estamos seguros de que por lo menos un par de muestras de este precioso calzado estuvo en su clóset.
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El guardatodo
Aunque nadie sepa con exactitud quién lo inventó ni quién masificó su venta en las playas, paseos a río y piscinas colombianas, este es un digno accesorio de la colección verano de la industria nacional. Descrito técnicamente como un tarrito cilíndrico, resistente al agua, fácil de abrir y cerrar y cuya variedad cromática incluye diversas tonalidades fosforescentes, el guardatodo ha adornado por años los cuellos de los más desconfiados veraneantes locales. En su interior puede guardarse casi cualquier cosa, siempre y cuando tenga el tamaño adecuado, y hasta hoy ningún usuario se ha quejado de esta versión acuática de la caja fuerte.
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El carriel Es el símbolo paisa por excelencia. El carriel se usa en Antioquia desde tiempos inmemorables y llegó con los arrieros al eje cafetero. Hace más de cien años tenía tres bolsillos, pero con el tiempo se ha llegado al récord de dieciocho. Uno moderno tiene nueve, contando las tres “secretas” (bolsillos disimulados entre los forros). Esta versión autóctona del desaparecido neceser sirvió de refugio a cartas de amores lejanos y mechones de pelo impregnados de perfume. Hoy es uno de los elementos más representativos de la cultura colombiana. Sin ir más lejos, fue el último regalo que el papa Juan Pablo II recibió de manos del presidente Álvaro Uribe. 16
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Tanga narizona Resultado de la tendencia impuesta por héroes como Tarzán, Batman y Supermán, la tanga narizona dominó el gusto masculino por varios años. Acompañada usualmente por la desproporcionada barriga de quien la luce, esta delicada prenda playera despierta una inagotable gama de sentimientos entre el público colombiano. Adjetivos que van desde grotesca hasta divina (palabra acompañada por un suspiro), han sido utilizados por las féminas nacionales para calificar la diminuta pantaloneta que tiene como fin resaltar notoriamente algunos atributos masculinos. Conocida también como “tanga gato”, vaya uno a saber por qué, sus creadores sospechan que de su 18
uso se desprende el fino piropo nacional: “Rica y apretadita”.
Camiseta del Hotel Irotama y pantaloneta micro Esta exquisita combinación de prendas resalta el concepto ecléctico de los hombres colombianos a la hora de elegir su ropa. Visible especialmente en balnearios cercanos a grandes ciudades, ocupa el primer lugar en el top de las galas propias de los puentes festivos, la Semana Santa y las vacaciones de fin de año. Es posible que quien la luzca jamás haya visitado el promocionado Hotel Irotama de Santa Marta y por tanto nunca haya recibido una camiseta como souvenir. Muy seguramente tampoco habrá pisado una cancha de microfútbol y mucho menos usado un uniforme de equipo barrial. Pero sin saber cómo, las dos prendas se las arreglan siempre para llegar y permanecer en el armario masculino. Una pareja inseparable, al mismo nivel de tabaco y Chanel.
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El Kilométrico Descrito como “El bolígrafo simpático a precio milimétrico”, el Kilométrico es el rey nacional de la escritura. Inicialmente, este fuerte competidor de Mont Blanc y Lamy contaba con un único modelo, cuya versatilidad se resumía a su oferta cromática: azul con tapa blanca (tinta azul), rojo con tapa roja (tinta roja), negro con tapa negra (tinta negra). Varias generaciones vivieron sus años de escuela al lado de uno de estos tres Kilométricos y sus constantes derrames de tinta. Hoy, la evolución del mercado ha llevado a la aparición de nuevos y variados modelos retráctiles, con tapa, sin tapa, con tintas especiales, con borrador incluido. Sin embargo, el clásico es y seguirá siendo el más amado.
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La ruana La ruana es a los colombianos lo que la silicona a Pamela Anderson: sin ella no seríamos los mismos. Basta escuchar el sentido texto de homenaje que le rindió Luis Carlos González en el bambuco del mismo nombre para así corroborarlo: “La capa del viejo hidalgo/ se rompe para ser ruana (...) Porque tengo noble ancestro/ de Don Quijote y Quimbaya...”. Utilizada en nuestros territorios desde hace varios siglos, los diseñadores nacionales la han convertido en el reemplazo perfecto del abrigo o cualquier otra prenda que pretenda proteger de las heladas temperaturas de Boyacá y otras zonas colombianas. Existen varias referencias, y aunque en climas menos fríos se impone el poncho coquetón, la ruana ha hecho gala de una versatilidad tal que hoy es la reina de festivales y celebraciones como el Ruana Fashion, el Mercado de la lana y el macramé y el Reinado de las ovejas. Tejida de manera cuidadosa por cientos de artesanos en el país, las favoritas son las de lana en tonos que van del beige al café intenso.
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Camiseta de político En contravía del dicho que reza: “Todo lo del pobre es robado”, el uso generalizado de esta prenda indica que también puede recibirse, junto con un sánduche, una cerveza y un paseo en bus a la mesa de votación, a cambio de un voto para Concejo, Asamblea Departamental, Cámara, Senado o Presidencia de la República. Parte del traje típico de los colombianos, en especial de aquellos que habitan zonas cálidas, la camiseta originalmente creada para promocionar las campañas políticas se convierte con el paso de los años en traje de diario. No importa qué tan feo sea el rostro estampado en la prenda, si se está de acuerdo o no con la ideología que difunde o si el personaje en cuestión ha sido acusado de peculado, concierto para delinquir o tenga vínculos con guerrilla, paramilitares o narcos. Su encanto fashion sobrepasa cualquier discusión de tipo estético o político. Algunas incluso se han convertido en verdaderos clásicos de la moda nacional y son objeto de culto por parte de los admiradores de la tendencia retro.
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Sombrero vueltiao Símbolo de tierras caribes, en los años más recientes ha ganado estatus y se ha transformado en reflejo del exquisito gusto de quien lo luce. Conocido también como sinuano, el sombrero vueltito es fabricado con caña flecha, al igual que las pulseritas que ahora comercializan los hijos del presidente Álvaro Uribe. Su diseño combina fibras blancas y negras que conforman, según la destreza del artesano, figuras inspiradas en la iconografía de los zenúes, a quienes se les achaca su invención. Fue declarado símbolo cultural de la nación.
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Media de lana en la playa
Producto del desconocimiento de la sandalia y la chancla playera, los cachacos decidieron exportar a las costas colombianas sus más acérrimas costumbres para cubrir el tobillo. De esta manera dieron vida a un magistral contraste de texturas y colores. Luciendo sus cuerpos pálidos es posible observarlos con zapato de material (negro casi siempre) y media tobillera de lana (blanca, obviamente) caminar por las sinuosas arenas de las playas mientras comentan los atributos de las veraneantes de turno. Cuando los nativos del lugar les cuestionan el estilo, la disculpa siempre es la misma: “Si salgo sin medias se me endurece el callo y se me brota la ampolla”.
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Impermeable de motociclista Conjunto armonioso de prendas realizadas en hule o algún material plástico que resaltan ante la mirada de cualquier observador desprevenido gracias al intenso y despiadado color amarillo o naranja encendido que las caracteriza. Por ser una prenda de características clásicas, sus fabricantes no gastan mucha neurona en su diseño. La armonía de sus formas deviene en un traje de dos piezas, de cortes rectos, lo suficientemente ancho para que quepa cualquier hijo de vecina y le sobren algunas tallas. Su objetivo concreto: proteger de alguna ola invernal a los conductores de vehículos descubiertos, ya sean mensajeros con moto, repartidores de domicilios o, en algunos casos, pichones de harleystas con novia en el portapaquetes. Esta pinta, combinada con el chaleco reflexivo, ahora adornado con el número de la placa del vehículo, y el casco protector, nos invita a pensar en la versión criolla de El imperio contraataca o Barbarella. 25
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Tenis blancos Croydon Los tenis Croydon dejaron de ser un antipático monopolio hace ya varios años y, desde entonces, entraron en la leyenda. Ahora forman parte de la nostalgia. Los blancos, en particular. Evocan enfermeras, personal de aseo de establecimientos de grandes superficies, clases de educación física, manchas de barro que dan fe de recreos y horas libres con los amigos, felices entre los charcos. Evocan también a su álter ego que les devolvía la blancura natural luego de una dispendiosa lavada: el betún Griffin.
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Rifas, juegos y espectรกculos
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La pelea de gallos Tal vez por la inclinación del costeño al juego y a la apuesta, la pelea de gallos es una costumbre salvaje y criminal especialmente arraigada en el Caribe. La repugnante tradición se extendió desde la sabana grande pero es tanta la fanaticada que prácticamente en toda Colombia, de Puerto Asís a Santafé de Ralito, de Bogotá a Punta Gallinas, se celebran peleas. En Montería se llevó a cabo hace poco el primer mundial, y durante el festival vallenato se realiza sin falta una competencia latinoamericana. La lidia de estas aves de combate, al igual que la de los toros, fue traída por los españoles poco después del descubrimiento, y gustó tanto que desde México hasta Chile los gallos son afición. Quien no haya ido a una pelea se ha salvado de un espectáculo plumoso y sangriento, donde se juega en la arena el honor de amo y animal, y hasta la ropa se puede perder en menos de tres minutos. La gallera también se ha visto como un lugar de conspiración política, y no sin razón se asocia con la riña y el revólver. Por eso en muchos países las han prohibido (sin éxito, claro). No son pocos los que han muerto por un gallo. 31
El rin rin corre corre Ha pasado de generación en generación como el yermis o los ponchados. Nadie sabe quién se lo inventó, pero lo cierto es que el rin rin corre corre es una tradición nacional y la manera más barata de pasar el tiempo en las vacaciones. La estrategia es simple: reunirse con los amigos de barrio y planear la emboscada. El que se las da de valiente o el que no se la deja montar es el encargado de la misión principal. Los demás se esconden, el personaje timbra en la puerta de algún vecino y todos salen corriendo. Aunque a veces toca soportar los madrazos del ofendido, el riesgo es mínimo.
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Súper pelota loca Venía empacada en un cucurucho transparente al que rodeaba un anillo imitación Saturno. Por aquella bola, del tamaño de una de béisbol, tal vez un poco menor, cobraban un dineral. Como dieciséis o diecisiete pesos de 1970. Era una bola de goma dura, ordinaria, que si se lanzaba con algo de efecto rebotaba para cualquier lado. No tenerla era vergonzoso. Eso sí, una vez pasó la moda, las súper pelotas locas se conseguían como a dos pesos en las cestas de juguetes del Tía. Seguían siendo igual de divertidas, pero uno sólo las veía mordisqueadas y babeadas en casas donde tenían perro.
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El reloj de Jerusalén... “...da las horas siempre bien, da la una, da las dos, da las tres”. Mientras tanto todos los niños se tomaban de las manos formando una gran rueda que giraba en el sentido de las manecillas del reloj y así continuaba el conteo hasta la hora acordada entre el gato y el ratón. El primero tenía la misión de coger al segundo, a quien todo el círculo tenía la misión de proteger. Esta ronda infantil ha acompañado la niñez de muchas generaciones colombianas, que aunque con el pasar de los años pueden olvidar las estrictas reglas del juego, nunca olvidan la canción que lo acompaña, esa que ya hace parte de la memoria colectiva de todo el país.
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Lunática A comienzos de los setenta también hizo furor este ingenioso ensamble que consistía en una raqueta pequeña de plástico a la que iba atada, mediante un elástico muy delgado, una pequeña bola de goma. Al igual que con el yoyo Russell profesional, los expertos en la materia realizaban, con una lunática en cada mano, malabares imposibles de describir en este pequeño apartado. Una vez pasó el furor y la moda, las lunáticas dejaron de venderse empacadas y pasaron a engrosar los cestos de juguetes baratos al lado de la súper pelota loca.
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Las piquis o canicas Antes del Atari, el Nintendo, el Super Nintendo, el Gameboy, el Xbox y el PlayStation, cuando todavía los niños no eran adictos a la tecnología y aún socializaban en vivo y en directo y no por medio de la pantalla de un computador, existía un juego que se practicaba por temporadas y estaba hecho para los valientes. Cuando el timbre del recreo sonaba, cada niño tomaba una bolsa con su tesoro más preciado: sus piquis. Como pequeños capitalistas, los infantes se preparaban para dejar sin nada al más débil y enriquecerse a punta de estrategias pulidas por el tiempo y la experiencia. Este juego era todo un mundo en sí, con normas que comenzaban con el léxico: “Piquis ahoguis de cuántos tiros quiera un dedo para mí diez cuartas para usted...” o “se vale arañis pero esta vez no se vale sucis”, hasta una basta catalogación de tamaños, estilos y colores: desde la pingua (en Manizales le decían chilindrinas), hasta la súper pota (“boloncho” en manizalita), o la mara cereza, la lupa gasolinera, la espagueti, la ojo de gato o la tricolor colombiana. Tener las más raras, las que no se conseguían en las misceláneas de los barrios y, ya en los años ochenta, en La Gran Piñata, era cuestión de estatus, poder y honor. Seguramente la primera fortuna que amasaron los magnates de nuestro país fueron sus piquis.
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Tejo Se estaban demorando las autoridades gubernamentales en declararlo el deporte nacional. Y es que quinientos años de práctica son tiempo suficiente para ganarse la mención. Desde aquellos días cuando los habitantes de Turmequé, en el altiplano cundiboyacense, lo inventaron bajo el auspicio del príncipe Guatabita, indígenas, campesinos y ahora universitarios y gomelos afinan su puntería en busca de una mecha o moñona. Y aunque desde 1954 es una disciplina incluida en los Juegos Nacionales, lo que caracteriza al tejo es ser un deporte para pasar el rato con los amigos y compadres al son de las rancheras, la pola y los huesos de marrano.
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Yermis En un intento por mezclar el béisbol, el juego de la lleva, los ponchados y el lego surgió el yermis. Un juego de dos equipos en el que uno de ellos se arma de palos (no bates de béisbol) y una pelota con la que ponchan a sus contrincantes con el único objetivo de no permitirles armar una torre de tapas de gaseosa. ¿Alguien pudo en medio del juego armar una torre que se mantuviera en pie más de cinco segundos? 38
La lleva La campana del recreo sonaba y todos los niños salían para jugar a la lleva. La lleva se convirtió en un juego tan famoso en los colegios colombianos que nacieron varias modalidades de este, como la lleva de colores, la lleva mantequilla y la lleva televisión. El juego era muy simple: se escogía a alguien que sería la lleva (qué era la lleva, ¿un animal, un espíritu, una máquina?) y que debía “ponchar” a los niños, que a su vez debían ser “desponchados” por alguien más para no pasar a ser la lleva. En la lleva mantequilla cuando alguien era ponchado, se tenía que derretir y si nadie lo tocaba hasta que estuviese completamente derretido, era la lleva. En la lleva de colores se desponchaba diciéndole un color al afectado, y en la lleva televisión, el desponchador debía pasar por debajo de las piernas del ponchado diciéndole un programa de televisión. Un gran juego de infancia que seguramente las nuevas generaciones no recuperarán, pues para los nuevos infantes este juego resulta más chavo que cualquier otra cosa.
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El caucho “Chicle, chicle americano, me meto, me abro, me cierro y me salgo...”. Una y otra vez se repite la canción mientras una niña salta y dos tienen el caucho con las piernas cada una a un lado. Para este juego, típico de los noventa y sólo para mujeres, se necesitaba un caucho de modistería de los que usan para resortar pantalones y unos riñones de acero que soportaran los constantes saltos. La feliz ganadora, quien tendría el prestigio de ser la mejor jugadora de caucho, sería la que lograra terminar primero llegando al máximo grado de dificultad cuando este quedara en las manos de las que lo sostenían.
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Yoyo, trompo y coca ¿Qué más propio, más autóctono, más colombiano que un trompo o una coca? ¿Qué colombiano en su infancia no dominó la ciencia de estos dos elementos lúdicos e hizo el perrito, el columpio, la torre Eiffel y la vuelta al mundo con el yoyo? ¿Con el yoyo de Coca Cola? Pero a la vez, ¿qué más complicado que cogerle el tiro a la coca (esta última composición léxica puede resultar un poco confusa y aterrorizante para un extranjero que lea estas líneas), lograr la tensión perfecta al enrollar la pita al trompo para dejarlo ir con elegancia y soltura para que luego se deslice por la palma de su mano, o hacer el “teleférico” con su yoyo miniatura. Esto es arte, señores. Arte y destreza nacional.
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Cinco huecos Muchos lo llaman la ruleta de los pobres. Este popular juego consiste en lanzar una moneda desde una prudente distancia y “embocholarla” o, en su defecto, dejarla muy cerca de pequeños huecos que se hacen en la calle. Si pega en otra moneda se repite la ronda. Si no hay huecos, simplemente gana el que deje la moneda más cerca de la pared. En una buena jornada, el ganador se puede hacer hasta quinientos mil pesos. El mejor estilo de lanzamiento se encuentra en las obras de construcción y en zonas populares donde el movimiento de cadera coordina con el estilo del brazo a la hora de lanzar.
Otros clásicos “Oa, con un pie, con el otro, sin reírme, sin hablar...”. “Hato, hato, materile rile ro. ¿Qué quiere usted? Materile rile lo. (...) ¿Y qué nombre le pondremos? Materile rile ro. Le pondremos Ranasucia, materile rile ro. Ese nombre no nos gusta, materile rile lo. Le pondremos Estrellita, materile rile ro. Ese nombre sí nos gusta, materile rile ro”. “El puente está quebrado, con qué lo curaremos, con cáscara de huevo, burritos al potrero, que pase el rey, que ha de pasar, que uno de sus hijos se ha de quedar”. 42
Lazo El sonido seco y rítmico del grueso lazo golpea el piso. Una fila india de niñas espera el turno para sintonizarse con el movimiento ondulatorio que se le propone y saltar sin enredarse antes de salir por el otro lado. Un coro repite incansable mientras una a una pasan la prueba: “Los meses del año son: enero, febreo, marzo, abril...”. A veces, cuando la que va a saltar le cae gorda a una de las encargadas de batir el lazo, el ritmo cambia de manera inesperada y se corta el circuito. En ese momento comienza una discusión entre la ofendida y la culpable que no logra del todo disimular la risa. La discusión puede terminar con arañetazos, jaladas de pelo y seis meses en los que el par no se volverá a dirigir la palabra.
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Chicle, chocolate, Charme...
Maíz, huevo y mucho aceite son los ingredientes de este típico plato costeño digno de admirar, pues meter un huevo frito en la masa de arepa no es tarea fácil. Para la fritura se necesita más o menos un galón de aceite, lo que la hace no apta para quienes tienen el colesterol alto. Las expertas en su elaboración son generalmente esas cocineras costeñas con
Arepa de huevo
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énfasis en bollo limpio, carimañola o butifarra, pero para comerla son aptos todos aquellos que disfruten de esas combinaciones gastronómicas colombianas.
Frunas La palabra Frunas no necesita mayor explicación. El popular caramelo blando de sabor es inconfundible, incluso la marca se ha vuelto genérica (como los Kleenex o los copitos) para todos los de su clase. Llegaron a Colombia hace más de sesenta años pero ya son consideradas netamente nacionales. La receta la trajo un alemán que se la vendió a Industrias Noel y, aunque hay muchas imitaciones, la original sólo la conocen tres personas. Más que por el mercadeo las Frunas son famosas por lo fáciles de conseguir: en los buses, semáforos, tiendas de barrio o supermercados. Y por su precio resultan una buena entretención para masticar de vez en cuando.
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Chocolatina Jet Esta legendaria golosina, una de las primeras que no fueron hechas de panela en el patio de una casa, ha sido saboreada por cuatro décadas. La barra de chocolate con envoltura de aluminio debe su nombre a la novedad de los jets que por entonces llegaban al país (1961) y que en principio sólo se distribuían como degustación en estos aviones: hasta la técnica de mercadeo era una innovación. Pero la Chocolatina Jet no ha estado sola. Desde hace 37 años viene con las monitas, caramelos o láminas (depende de la región donde se encuentre), para el Álbum de Historia Natural del que seguramente alguna vez hemos visto alguno de los 6.367.000 ejemplares que se han publicado.
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Arepizza, salchipapa, perro caliente hawaiano (o con salsa chantilly) y similares Representan el ingenio del rebusque y la imaginación al servicio de clientelas callejeras en plan de desenguayabe que buscan siempre algo diferente. Ingenio que a veces ha llegado a expresiones de dimensión galáctica, y que, recién hoy, comienzan a adquirir estatus gracias a la llamada ¨comida de autor¨, que sugiere este tipo de combinaciones pero en espacios excluyentes de lujo y confort.
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Salchipapa51
Hormiga santandereana Un cálido y merecido homenaje al valor proteínico de los insectos, primos al fin y al cabo del langostino, el cangrejo y la langosta. Es un alimento oriundo del departamento de Santander. Los que las han probado dicen que sabe a maní y los que no, se mantienen en su posición, pues aun después de preparadas conservan la forma original de cuando caminaban con alguna hoja sobre su espalda rumbo al hormiguero que con tanto trabajo construyeron como refugio, para no terminar siendo plato de segunda mesa. 52
Liberal con Boli Por su color al liberal le tocó ese nombre. Es un panecillo pintado de rojo, quién sabe con qué, y en una época iba acompañado con el popular Boli (agua con anilina congelada empacada en un plástico cilíndrico). Combinación ideal para las onces o el ¨algo¨ —como le dicen en Antioquia—, el recreo en el colegio o la salida del ¨camello¨ en el caso de los obreros. Con el tiempo, el liberal ha dejado de gozar de prestigio pero aun así se consigue en más de un carro de dulces o panadería de pueblo. El Boli, por su parte, evolucionó. Pasó a ser más tecnificado en su preparación, con una estética más detallada y un nombre más elaborado, más anglosajón, molto chic: Bon Ice.
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Raspao con abeja Lo más común es ver esos carritos donde venden los raspados recorriendo las playas de la costa Caribe colombiana. El señor dándole vueltas a una palanca casi oxidada para que el plato con dientes filudos raspe el hielo, después haciendo la forma redondeada sobre el cono de papel con una cuchara grande, echándole el líquido rojo (cola) y verde (limón) y, por último, dejando caer la leche condensada en razonadas cantidades. Pero lo que convierte a los típicos raspados colombianos en productos aun más particulares es su inseparable compañía: las abejas que se meten entre los tubos por donde sale el líquido de colores y que posan sus patas en donde quiera que encuentren dulce. Ya sea en la costa o en cualquier pueblo de tierra caliente del país, para quitar la sed siempre va a existir el raspado con abeja.
Creación suprema, crisol de sabores que se contradicen y a la vez se complementan. Está un escalón más arriba de otro clásico: la oblea con arequipe, que desde hace unas pocas décadas intenta
Herpo
igualar al herpo con adiciones de mermelada de mora. Buen intento, oblea, sigue participando, pero nunca invadirás las loncheras escolares ni el mecato de paseo en flota.
Ponqué Ramo Doña Gloria Valencia de Castaño volvió himno generacional un cántico de cumpleaños referido al ponqué Ramo. Un himno contemporáneo y tan importante como el ¨Satisfaction¨ de los Rolling Stones y el ¨My generation¨ de The Who. De esa cabeza de playa cultural salieron otros productos que se han vuelto casi que indispensables en las despensas y loncheras de Colombia: achiras, panderitos, gansitos y el producto supremo de esta empresa, el Choco Ramo.
Pandeyuca, almojábana y pandebono Estos amasijos de harina, queso y almidón de yuca son los preferidos para acompañar una buena taza de café o chocolate, no importa si es hora de desayunar, tomar el algo o de engañar al estómago. En forma de media luna (los pandeyucas) o gorditos y abultaditos (las almojábanas y pandebonos), calienticos son un manjar.
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Buñuelos Hay diversos tipos de buñuelos. Pero el real se describe así: masa de harina frita, grande y redonda, de color anaranjado, hecha a base de queso y a menudo endulzada con miel de panela. Ese mismo que en Colombia, como en México, es un símbolo de la Navidad, pues durante esa época no pueden faltar en la mesa de los colombianos un plato lleno de buñuelos con su inseparable compañera, la natilla, ambos decorados con almíbar y uvas pasas.
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El corrientazo El hambre del mediodía tenía que ser satisfecha por una opción buena, bonita y barata. Por eso, los dueños de los restaurantes inventaron un almuerzo con sopa y seco que recargara la energía de los trabajadores urbanos. En un principio lo llamaron ejecutivo, que en el diccionario quiere decir lo que no da espera. Sin embargo este nombre era mucho para obreros, policías, secretarias, estudiantes y mensajeros que acuden a sus servicios, y muy poco para gerentes, directores y presidentes que lo prefieren antes que un plato a la carta. Entonces decidieron bautizarlo corrientazo. Su composición exacta es: un cincuenta por ciento de harinas y granos, veinte por ciento de verduras, quince por ciento de carne y quince por ciento de bebida, en la mayoría de los casos jugo de guayaba un tanto aguado. Algunos, por módicos quinientos pesos, le añaden huevo. Su precio varía entre cinco y diez mil pesos, dependiendo del sector y si es anunciado por un colorido payaso que promete postre a la salida.
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Quien quiera comer fritanga podrá escoger alimentos de un espectro que comprende desde papitas criollas hasta corazón de vaca o pollo, pasando por mazorca, lomo y patas de cerdo, longaniza, chorizo, chicharrón —totiao y frito—, morcilla y
Fritanga
chunchullo. Pero su exquisitez no se basa tanto en lo que lleve, que al fin y al cabo es lo que uno termine pidiendo, sino la cantidad de grasa que contenga. Con seguridad, todo lo que tradicionalmente la compone podría cocinarse con menos grasa o en mejores condiciones de aseo, pero dejaría de ser fritanga y pasaría a ser una vulgar fritada, que a todas luces es otra cosa. La fritanga se sirve por porciones para cinco, diez, veinte y tal vez más personas. Tradicionalmente los puestos donde la venden están a la salida de Bogotá —los más queridos en la autopista a Medellín—, en las plazas de mercado y al lado del estadio El Campín. Y para seguir aumentando la cintura, acompáñese con cuanta cerveza o refajo aguante el organismo.
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Bocadillo veleño, tumes, manjarblanco, cuajada con melado, brevas con arequipe El sabor de la guayaba... el mejor uso posible que puede dársele a la leche... excesos de azúcar que un queso campesino y una fruta de árbol de solar no alcanzan a mitigar... esta es la Fania All Stars de la repostería colombiana.
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Bon Bon Bum El tradicional es el rojo. Al principio la cubierta es pegotuda, medio blandita. Después de quince minutos, cuando ya está más pequeña la bola de dulce, esa que uno piensa que en cualquier momento le puede producir un ataque de hipoglicemia, se vuelve cristalizada. Y al final se encuentra el premio mayor a la constancia: una gran masa de chicle. Pero la diversión no termina ahí. El eterno chicle del Bon Bon Bum es tal vez el que permite hacer las bombas más grandes. Después del rojo vinieron el morado y el naranja. Y después de eso, en los últimos años han sacado cualquier cantidad de sabores: fresa intensa, lulo, mandarina, X-treme, entre muchos otros. Pero el rojo siempre será el original. El que deja lengua y labios teñidos de un rojo intenso digno de cabaretera del barrio Pigalle de París. Ese que se convirtió hace muchos años y por alguna razón en la colombina de los colombianos. 64
Los Chitos Increíble... aire atrapado en una fina película de harina sazonada con químicos de desconocida procedencia ha dado como resultado un pasaboca que ya forma parte del patrimonio gastronómico de las ciudades colombianas. Está en loncheras escolares, en mesas de centro durante las reuniones familiares o de amigos, en supermercados y tiendas, en cines y estadios... Su sabor indeterminado tiene la maldita cualidad de enviciar, así que, una vez abierto el paquete, el comensal no queda contento hasta verlo desocupado, así no tenga nada de hambre.
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Empanada
Un día alguien dijo: ¨¿Qué negocio montamos ahora?¨ y otro respondió: ¨Empanadas, que es lo que más se vende¨. Sensata respuesta. Nada es más versátil que la empanada en cuanto a tamaño, sabor y textura, porque sencillamente cualquier cosa comestible puede meterse en una carcasa de pan. Hay tantas variaciones sobre el tema de la empanada que resulta difícil repetir alguna. Pero uno siempre quiere la que sabe exactamente igual a las que hacían en la casa, en la cafetería del colegio o en la tienda del barrio. Toda la vida se añora la ideal, esa que siempre tenía el sobrante de aceite que bastaba para dejar empapada la servilleta. En Colombia las empanadas más tradicionales tienen masa de maíz y van rellenas de carne de res o cerdo, papa o garbanzo, a veces huevo y guiso. Así son, tradicionalmente, las bogotanas, las antioqueñas y las vallunas.
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Claro, el pan francés, como es obvio, no es un invento nacional. Pero esta mezcla maravillosa, que antecedió a cualquier matrimonio gastronómico digno de ser endiosado, es resultado del más fino sentido del gusto patriota. La Colombiana, bebida gaseosa de color indescriptible, y el pan endurecido o crocante, dependiendo del tiempo de estadía en la vitrina, promocionado como auténtico francés, son el resumen de un plato típico que va bien a la hora del desayuno, la ¨medianueve¨, el almuerzo o la ¨once¨. Por un precio bastante razonable, obreros, mensajeros y cualquier colombiano varado puede alimentarse en una panadería cualquiera y pasar el día sin que las tripas lo amenacen.
Francés con Colombiana
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Queso de cabeza Se dice que la comida entra por los ojos. De ser eso cierto, NADIE comería queso de cabeza. Pero esta es de esas cosas que el papá le obliga a probar al hijo, porque hay que probar de todo, aprender a comer y no hacerle mala cara a la comida. Pero poniéndonos serios, ¿alguien ha visto cosa más desagradable que el queso de cabeza? Aunque la chanfaina, la changua y el resto de comidas que empiezan por CH podrían ser fuertes competidores del primer puesto al más desagradable. ¿Quién fue acaso el creativo que se inventó —más aun—, quién fue el valeroso que probó por primera vez este producto que no es ni queso, ni es hecho de cabeza, ni se sabe qué demonios es, y para completar tiene apariencia de cerebro? Asqueroso o delicioso, el queso de cabeza es un digno representante de nuestra comida criolla, cuyo objetivo es aprovechar todo el animal sin dejar vestigio alguno de su corta y miserable existencia.
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Quesadillo Otra sublime combinación: se puede servir frío o caliente, el bocadillo puede ir líquido o sólido, el queso puede ser fresco o llevar en su dermis la tiesera que refleja los varios días que lleva en una vitrina o en la bandeja del vendedor callejero de chito-chicle-charme-manimoto.
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Changua En esta bebida caliente de raĂces muiscas tienen cabida los elementos mĂĄs simples del arte culinario: agua, leche, cebolla, sal y huevos. Si individualmente estos ingredientes son la base de exquisitos platillos, mezclados y espesados al calor del fuego resultan un remedio eficaz contra el guayabo. AcompaĂąada del tradicional calado, la changua no puede faltar en los desayunos dominicales bogotanos o boyacenses.
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Gallina radioactiva Además de hermosos paisajes, las carreteras colombianas están adornadas con gallinas. Pero no la dulce gallinita que cacarea y pone huevos, sino la gallina radioactiva. Esa que se exhibe en las vitrinas de los paradores de carretera con un color amarillo intenso casi verdoso, kriptonítico, algunas veces tirando a naranja y con un bombillo iluminándola. El muslo, la rabadilla, algunas con huevitos cocinaditos y lo mejor: el pescuezo. Este plato es para muchos de consumo obligado en cualquier paseo.
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Lechona El marrano se desangra al matarlo, luego se cuelga y se guarda la sangre para hacer las morcillas. Después de removidas las vísceras se procede a sacar las carnes y los huesos, dejando una capa uniforme de un centímetro de grosor del tocino pegado al cuero. Se sala generosamente por dentro: esto es importante para que se tueste el cuero y coja un color dorado. Se rellena de arroz, papa y arveja y, cuando está listo el apetitoso marrano, se expone sosteniendo una manzana con su boca, nadie sabe para qué. A pesar de ser oriunda de Tolima, Huila y Santander, la lechona es el plato típico de diferentes escenarios colombianos. Recomendado de la casa para los hambrientos hinchas que acuden al estadio el Campín, comida rápida para compradores y comerciantes de Sanandresito e incluido en el premio gordo de un triunfo de Tejo, la lechona es testigo de los más notables acontecimientos del día a día colombiano.
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Los principales ingredientes de esta especie de galleta dulce, redonda y aplanada son la harina de trigo y la panela. En cada pueblo colombiano o en el centro de cada ciudad, las cucas hacen presencia en los carritos ambulantes y en las vitrinas
Cucas
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que adornan las fachadas de las tiendas. Tanta acogida tienen estas galletas cafĂŠs que ya no sĂłlo las venden en bolsas de papel amarillo, tambiĂŠn las comercializan en lĂmpidos paquetes, todas en orden, de diferentes marcas nacionales.
Tamal El resultado de la mezcla de quinientos gramos de costilla de cerdo, un atado de cebolla larga picada, tres dientes de ajo machacados, media libra de arroz cocido, arveja seca, papa picada, zanahorias cortadas en rodajas y tres huevos cocidos cortados en cascos, todo envuelto en hojas de plátano soasadas y amarrado con una cabuya, es un delicioso tamal. Claro, si el tamal es tolimense agregue quinientos gramos de pollo y quinientos gramos de carne de res. Este plato es uno de los más típicos de nuestro país. Su consumo no está vinculado a definiciones horarias, pues para muchos es el mejor desayuno, para otros un nutritivo almuerzo y para los demás una elegante comida. Vale en Navidad, en cumpleaños y en cualquier tipo de celebraciones. Es la moral de los soldados los domingos en el batallón. 75
Ajiaco Esta sopa de papa es el supremo orgullo del cachaco, del rolo. Su combinaci贸n de diversos tipos de papa, que exigen una muy dispendiosa cocci贸n para dar con la viscosidad adecuada, m谩s el imprescindible agregado de guasca hacen que no cualquier sopa de papa sea un ajiaco. Tal como ocurre con los sancochos, el secreto del ajiaco consiste en la gran cantidad de elementos que se le agregan, entre ellos pollo desmechado, alcaparras, aguacate, crema de leche, mazorca... Incluso algunos herejes lo confunden con la bandeja paisa y el sancocho valluno y le agregan arroz, arvejas... por favor, j谩lenle al respetico, ala.
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Salpicón El inventor del salpicón es un genio. Lograr que en un mismo vaso, por lo general un desechable de plástico ya sea transparente, traslúcido u opaco, convivan los sabores del trópico y las regiones templadas es un golpe de ingenio difícil de superar. Dulce gracias al aporte sólido y líquido de la patilla, ácido merced a la naranja, consistente por cortesía del plátano, fibroso por el mango... el salpicón tiene la extraña cualidad de calmar el hambre y quitar la sed al mismo tiempo.
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Las marquesitas Aunque son típicas de Boyacá, las marquesitas, ¨suaves, esponjosas, dulces, cremosas y deliciosas por tan sólo doscientos pesos¨, son unos dulces que se encuentran en las esquinas y parques de Bogotá. De colores pasteles y chillones, estos dulces cristalizados por fuera y esponjosos y cremosos por dentro pasaron de ser una receta navideña a convertirse en el postre preferido de los ejecutivos después del corrientazo. 79
Salchichón de tienda Heredero indirecto del prosciuto y del jamón serrano, el salchichón de tienda no desmerece para nada a sus encopetados parientes del Mediterráneo. No es duro ni blandito, no está fresco ni viejo, es un eterno intermedio siempre listo a saciar el hambre del transeúnte. Porque, más allá de los estratos y los ascos adquiridos... ¿quién se resiste a una tajada de salchichón de tienda?
Pelanga Es lo mismo que la fritanga sólo que un poco más económica, para otros más exclusiva. La papa criolla se complementa con bofe, la sangre de la morcilla baña los ojos de la vaca, el chorizo se cambia por un poco de ubre y el guacamole por garra y riñón. Cuando en las carreteras de Colombia, sobre todo de la zona cundiboyacense, vea un letrero que dice: ¨Sí hay pelanga¨, no lo dude, entre y coma todo lo que le ofrece una olla tamaño familiar con un revuelto de comida que va desde la tripa hasta el intestino de la vaca, anaranjada por el colorante que utilizan quienes la cocinan para mejorar su aspecto, y sudada para hacer único su sazón.
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Aguapanela con queso Típica bebida colombiana, hecha de panela desleída y cocida en agua. El toque especial siempre serán los trozos de queso que poco a poco se derriten en el fondo de la taza hasta que con la ayuda de una cuchara salen a flote para ir directo a la boca del consumidor. No sólo se toma agua de panela (como es llamada en muchas regiones del país) para evadir el frío. También se hace con limón para la gripa, con aguardiente para hacer canelazo y hasta existe una creencia popular que dice que si se le da a las mujeres que han dado a luz, estas podrán aumentar la producción de leche para la alimentación de su hijo.
Corchos Producto típico de Neira, Caldas, reconocido en toda la región como parte de su cultura. Se trata de una especie de gelatina de panela que bien se asemeja a un masmelo anaranjado. Todos sus fabricantes —alrededor de quince familias neiranas— dicen tener la receta original, pero al momento de preguntar por ¨los de siempre¨ nombran a Sigifredo González, quien continuó con una tradición familiar que viene desde su abuela. Los corchos se encuentran en todas las calles de Neira, en varios puntos de venta alrededor de la región, en algunos lugares escasos en ciudades como Bogotá y han llegado en algunas ocasiones hasta Japón en manos de viajeros colombianos.
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Animalandia
Juan Valdez Nació como una estrategia publicitaria de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, en 1959, para convencer al mundo de la calidad del café colombiano y salvar así a los caficultores de una inesperada crisis. Con el paso de los años, este campesino representativo de los caficultores colombianos y su inseparable mula Conchita se consolidaron como la pareja más famosa del país, por encima de la Niña Mencha y el Gallito Ramírez en los ochenta. El éxito de Valdez llega a límites insospechados. No en vano es el único personaje nacional que se ha dado el lujo de compartir escena con el Todopoderoso Jim Carrey y uno de los pocos que ha recibido respaldo presidencial en un Consejo Comunitario. Quizás la intervención uribista a favor de nuestro caficultor tuvo efecto, pues en septiembre de 2005 derrotó en franca lid al conejo de Energizer y a Ronald McDonald, entre otros, y se convirtió así en el icono publicitario más popular entre el público de Estados Unidos. Ah, y como paisa que se respete, ahora tiene tienda propia.
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Jorge Barón La biografía de Jorge Barón es tan extensa y alucinante que seguramente él mismo tendrá que escribir sus segundos cuarenta años para dar terminación a su primera obra literaria. Ser el creador de El show de las estrellas, el pateador de la buena suerte por excelencia, el impulsor del entusiasmooooo, el defensor de los recursos hídricos para su gente y el presentador eterno de cuanto programa y noticiero patente como director lo consagran como el showman nacional. Permanecer más de treinta años en las pantallas y ser dueño de su propia programadora han permitido que los colombianos conozcan de memoria sus smokings y últimamente su impecable traje blanco, pero también lo han convertido en el personaje más popular del país. Sus recorridos geográficos por las diversas regiones nacionales y algunas ciudades extranjeras han hecho más felices a los colombianos que la posibilidad de ganarse el Baloto.
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Rosemberg Pabón y la Chiqui Fueron héroes populares durante el Turbayato. Los héroes de la toma de la Embajada Dominicana, cuando el M-19, a pesar de los secuestros y asesinatos atroces que ya había cometido en los setenta, aún gozaba de la fama de ser una bacanería contestataria. “Revolución con piña colada”. Eran chiquitos y bajitos; las gafas de Rosemberg eran toda una boleta. Fueron los héroes que fueron capaces de doblegar al presidente del Estatuto de Seguridad, de las torturas y las desapariciones.
Pablo Escobar Su nombre es uno de los que más genera búsquedas en Internet y las camisetas con su rostro son muy apetecidas en Europa. Para bien o para mal partió la historia nacional en dos y se constituyó en el símbolo universal del narcotráfico. En torno a él se tejieron decenas de leyendas urbanas, pero la realidad de su existencia supera las fantasías de cualquiera: dominó el ochenta por ciento del mercado mundial de cocaína, llegó a ser el séptimo hombre más rico del mundo en 1989, incursionó en el mundo político como suplente en la Cámara de Representantes en esa misma década y tuvo injerencia directa en la muerte de cinco mil personas. Abatido por las autoridades en diciembre de 1993, en su tumba reza: “Mientras el cielo exista, existirán tus monumentos y tu nombre sobrevivirá como el firmamento”. Aun hoy, y sin importar que Escobar sea el icono absoluto de la ilegalidad, cientos de personas en su natal Medellín visitan su tumba en el cementerio de Montesacro con la idea de pedirle algún favorcito en el más allá. 86
El Indio Amazónico En un tiempo en que el profesor Salomón era un absoluto desconocido y en que los profesores que dan el número de chance en las emisoras del A.M. eran personajes de ficción, el tesoro del saber reposaba en manos de un único guardián y conocedor de los poderes y secretos milenarios del infinito: el Indio Amazónico, aunque las malas lenguas dicen que del Amazonas ni la partida de bautismo. Según su propia versión autobiográfica, Trymurty Chindoy Mutunbanjoy leyó las primeras manos en la selva amazónica y luego se teletransportó a la avenida Caracas con calle 39, en Bogotá, en donde abrió un local que casi iguala en metros cuadrados a los almacenes Only. Hoy tiene más de quince locales por todo el mundo, ha visitado cincuenta países, ha atendido más de cien mil personas y sus devotos pagan hasta doscientos dólares por sus consejos. Las cifras no mienten, el avatar de la Nueva Era es oriundo de nuestra tierra.
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Marbelle La diva de los barrios populares, la Selena colombiana, la reina de la tecnocarrilera, la Shakira de los pobres o simplemente Marbelle. Cada cual la llama como quiere. Sin embargo, ella es Muren Belky Ramírez, la niña a la que le sonó la flauta con el collar de perlas finas pero que fracasó en las mil liposucciones a las que se sometió. Ella fue la musa inspiradora de la patadita de la buena suerte de Jorge Barón, aunque parece que en su existencia tuvo el efecto contrario. Su vida ha estado llena de tintes trágicos. Perdió a su madre, impulsora central de su carrera, su marido terminó en la cárcel y, en medio de los chismes de la prensa amarilla, decidió separarse de su adorado tormento. Regresó a la escena nacional en 2005 con un nuevo disco y como jurado de un
reality. Esta última participación ha cumplido una de las más demoníacas profecías nacionales: un día Marbelle tendrá el poder.
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Claudia de Colombia Como ella misma lo pregona a los cuatro vientos, es la antecesora de cuanta estrella musical brilla hoy en el firmamento colombiano. Cantó vallenatos antes que Vives (“El río Badillo...”), invadió el mercado latinoamericano antes que Shakira y tuvo aires de diva displicente antes que cualquiera. Gladys Caldas, conocida como Claudia de Colombia, surgió en un tiempo en que el “nombre artístico” todavía se usaba y en que el país se derretía ante historias tipo novela mexicana: la niña humilde que con esfuerzo y talento es capaz de alcanzar el estrellato. Su vida se ajustaba a ese estereotipo. Venida de una familia no muy afortunada, Claudia se consolidó en los años setenta y ochenta como una de las voces más importantes del panorama nacional. Luego de grabar varios larga duración y de compartir parte de su vida con el hijo de Omar Torrijos, la diva nacional incursionó sin mucho éxito en el mundo del cine, en donde, como era de esperarse, se dedicó más a cantar que a actuar.
Diomedes Díaz Diomedes Dionisio Díaz Maestre es conocido también como “El Chivato” o “El Cacique de la Junta”, como lo bautizó Emilio Oviedo después de su primer éxito “Cariñito de mi vida”. Idolatrado por muchos y odiado por el resto, El Cacique encontró su espacio en la historia nacional no sólo por ser el vendedor número uno de discos en Colombia durante varios años, sino por el diamante incrustado en su diente, por sus adicciones y por ser el principal devoto de la Virgen del Carmen. Si bien el público le perdonó por casi dos décadas sus extravagancias y su incapacidad nata para llegar a tiempo a los conciertos y cumplir con sus compromisos, fue inflexible con él cuando resultó involucrado en la muerte de Doris Adriana Niño, una de sus fanáticas. Tras salir de la cárcel, Diomedes habla de renacer. Veremos si cumple su palabra. 89
El Cole Los asistentes al partido entre Colombia y Emiratos Árabes en el mundial de Italia 90 se llevaron una sorpresa cuando vieron un pájaro humano colgado de las barandas del estadio. El avechucho lucía un mechón amarillo y en su cuerpo reposaban los colores de la bandera colombiana. Desde ese día, “El Cole” se convirtió en la mascota oficial de la Selección Colombia. Aunque supuestamente el traje está inspirado en el cóndor de los Andes, este peluquero barranquillero más parece una Marimonda en pleno carnaval de Barranquilla. Actualmente, algunas empresas privadas patrocinan sus viajes para acompañar a la Selección Colombia, sin importar que muchos insistan en que es, por encima de todas las cosas, un ave de muy mal agüero.
Virginia Vallejo Vedette, diosa, diva... En la década de los ochenta todos los adjetivos parecían insuficientes para referirse a la Vallejo. Presentadora, modelo y actriz, la prensa del espectáculo convirtió a la estrella en el centro de la atención nacional más por su agitada vida sentimental que por sus múltiples talentos. Pese a ser recordada por ser la imagen oficial de las medias Ritchi, el dato más llamativo de su existencia fue su relación amorosa con Pablo Escobar, a quien no tuvo reparo en describir varias veces como “el Robin Hood criollo”. Su retiro de la escena pública a comienzos de los noventa generó una ola de especulación que dio lugar a algunas de las leyendas urbanas más bizarras del país. Por años los colombianos repitieron, por ejemplo, la historia de una Virginia atacada por un amante, el cual en venganza por alguna traición no tuvo reparo en desfigurarle el rostro. Claro, al final del cuento la Vallejo se sometía a cirugía plástica y cambiaba por completo su apariencia. La versión oficial señala, fría y escuetamente, que se retiró para atender negocios personales.
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Noel Petro Repitiendo la historia de otros grandes personajes de la humanidad, es bien complicado definir el lugar de origen del excepcional “Burro Mocho”. Como en el caso de Cristóbal Colón, dos ciudades se pelean ser la cuna del ilustre compositor y torero costeño. Aunque la mayoría de las versiones aseguran que nació en Ovejas, Sucre, hay quienes dicen que proviene de la provincia de Buenos Aires, en el departamento de Córdoba. Venga de donde venga, lo cierto es que Noel Petro es uno de los personajes más ilustres del panorama nacional. Dejando de lado sus dotes para la tauromaquia, hay que reconocerlo como el papá de la música electrónica en el país, le guste o no a las bandas contemporáneas. Con su requinto eléctrico y éxitos como La reina de las cruces, tema que le dedicó a su adorada Claudia de Colombia, el Burro Mocho se consagró como uno de los mejores compositores del siglo XX y convirtió en frase célebre su grito de presentación: “¡Mamá, estoy triunfando!”
Luz Marina Zuluaga Su carrera en el mundo de las reinas arrancó apenas con un segundo lugar. Sin embargo, la renuncia de Doris Gil Santamaría al título de Señorita Colombia llevó a la candidata del departamento de Caldas a convertirse en la soberana nacional. El 25 de julio de 1958, Zuluaga se convirtió en la primera y única Miss Universo colombiana. Recibió su corona en Long Beach, Estados Unidos, y desde entonces es al ejemplo de miles de mujeres en un país de reinas. 91
Regina 11 Luego de su confirmación se contactó con su maestro espiritual. Desde entonces, y por indicación de él, dejó de ser Regina Betancourt y se convirtió en la mentalista Regina 11. Por ese nombre la conoció el país años después. Sin embargo, entre uno y otro momento su vida estuvo plagada de llamativos y variados sucesos. No en vano va por el segundo tomo de su autobiografía y por su tercer matrimonio. En los ochenta, Regina ya era la bruja más conocida del aquelarre nacional, así que con un número respetable de seguidores (quienes asistían a sus encuentros los 11 de cada mes a las 11:00 a.m.) saltó a la política. Fundó el Movimiento Unitario Metapolítico y prometió barrer con su escoba a los corruptos. Como por arte de magia pasó por el Senado, la Asamblea y el Concejo de Medellín y Bogotá, y aspiró dos veces a la Presidencia. Su vida política terminó cuando fue ella quien perdió la investidura. Aun ahora, que vive en Estados Unidos, sigue dando de qué hablar. Tras casarse por tercera vez con alguien a quien conoció en Internet, regresó para consumar la boda mediante un rito metafísico en el esperpéntico Taj Mahal del Parque Jaime Duque en Briceño, Cundinamarca.
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Julio César Turbay Ayala Presidente de Colombia entre 1978 y 1982. Llegó al cargo tras definirse como un político de centro izquierda, pese a ello, una de sus primeras decisiones como mandatario fue dictar un estatuto de seguridad. Esta fue y sigue siendo la decisión turbayista más criticada de todos los tiempos dentro y fuera del país. Llamado por algunos el “estatuto del terror”, el mecanismo represivo fue, sin embargo, incapaz de impedir el robo de más de cinco mil armas del Cantón Norte de Bogotá por parte del M-19, la toma de la Embajada de República Dominicana en Bogotá por el mismo grupo, el recrudecimiento del secuestro y el nacimiento de la agrupación armada Muerte a Secuestradores (MAS). Tristemente célebre por esos hechos, no obstante, Turbay, quien falleció en 2005, es también recordado por asuntos menos graves como su inseparable corbatín, su nasal tono de voz y los mil y un chistes de los cuales es protagonista.
Pacheco Presentador, locutor, entrevistador, cantante, actor, comentarista de boxeo y toros. Súper Pacheco es, sin duda alguna, uno de los grandes iconos de la televisión nacional. Colombiano por adopción, hizo que cientos de colombianos regresaran a sus casas con una platica extra para pagar sus culebrones, una nevera nueva o un carro cero kilómetros. Aunque también incursionó en la actuación, el canto, el paracaidismo y el periodismo, Fernando González es en la memoria el hombre que vendía la orquesta o que en Animalandia les pedía a las loras que repitieran: “A mí, Gelhada o nada, ruuaaaaa”. Por años, y como imagen de una lotería, prometió a los colombianos que se convertirían en millonarios con “los mismos quinientos pesitos”. 93
Pambelé La vida del pugilista más recordado en Colombia es un ir y venir entre la gloria y la desgracia. Después de retener veintiún veces el título mundial de boxeo en la categoría welter junior, bailar al lado de las reinas y codearse con los presidentes de la patria, Antonio Cervantes “Kid Pambelé” terminó inmerso en un panorama tan oscuro como su propia piel. Tras perderlo todo, como resultado, entre otras cosas, de su adicción a las drogas, ha protagonizado diversos escándalos, los cuales suele concluir con un: “Yo soy el único campeón mundial”. Para acabar de rematar, es el personaje que más veces ha muerto en territorio colombiano: la prensa lo ha matado cerca de nueve veces, pero él siempre reaparece como en la canción: “No estaba muerto, andaba de parranda”.
Lucho Herrera Como si se tratara de un mártir contemporáneo, su rostro apareció ensangrentado en medio de las montañas francesas. Hasta ese día, Lucho Herrera era sólo uno de los cientos de colombianos que sueñan con salir de la miseria a punta de cabalgar su caballito de acero, pero esa imagen que daba cuenta de su hazaña en el Tour de Francia en 1985 lo convirtió en héroe nacional al llegar solitario a la meta en St. Etienne. Su inolvidable conquista de L’Alpe d’Huez, un año antes, fue sólo un capítulo en la historia de este hijo de Fusagasugá. Ganador indiscutido de la montaña en tierras francesas, “El Jardinerito” se convirtió también en flamante campeón de una Vuelta a España y varias vueltas a Colombia.
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Luis Carlos Galán Ministro de Educación a los 27 años de edad, embajador en Roma, senador durante siete años y codirector de la revista Nueva Frontera. Fundador en 1979, junto con Rodrigo Lara Bonilla, del Nuevo Liberalismo, un movimiento disidente del entonces acartonado Partido Liberal. Fue asesinado por sicarios en agosto de 1989 en Soacha, Cundinamarca, cuando era el candidato más firme para ganar las elecciones presidenciales de 1990. Su muerte significó también la muerte de la inocencia de un país que a veces creía poder convivir con los malos. En un lugar donde los políticos no suelen ser apreciados o admirados, Galán es uno de los pocos que sobrevive en la memoria de los colombianos gracias a su lucha por renovar una nación atada a viejas maquinarias y fórmulas políticas, sociales y económicas.
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Guri Guri Aunque nadie sabía si se trataba del Yeti tercermundista o de la versión tropical del amado Alf, este enano peludo logró convertirse en el muñeco favorito de los colombianos gracias a su participación en Calamar, una telenovela de espacio triple A. Si bien se logró descubrir que la voz del amado Guri Guri pertenecía en realidad al actor y músico colombiano Moisés Angulo, muchos pasamos varias noches en vela tratando de develar si en su blanco cuerpecillo se escondía algún enano simpático o si su interior era poseído por un espíritu maligno deseoso de fama, dinero y éxito sentimental.
Julio E. Sánchez Vanegas “Hoy aquí, mañana desde cualquier lugar del mundo”. A Julio E. Sánchez Vanegas lo oímos durante más de 35 años repetir el mismo sirirí, que se convirtió en su eslogan personal. Desde que fue maestro de ceremonias en el estreno de la televisión colombiana, su rostro se volvió familiar para los colombianos. Entre sus hazañas personales están: ser el primer presentador de la pantalla chica, aparecer cada año en las transmisiones de Miss Universo, ser maestro de ceremonias del premio Oscar, ser anfitrión de Concéntrese por varias décadas y decir: “Producciones Jesssss”, en vez de Jes. 96
René Higuita “El Loco” es el arquero más popular en la historia del país. Bien fuera por sus salidas al centro del campo, sus remates a la portería contraria o los cuatro penaltis que tapó para que Nacional lograra consagrarse campeón de la Libertadores, Higuita se hizo reconocible para todo el país. Su consagración llegó con el famoso escorpión en el estadio de Wembley. Sin embargo, más que por ser un ídolo deportivo, a principios de los noventa el guardametas paisa se convirtió en objeto del interés nacional por su relación con Pablo Escobar, a quien visitó en la Catedral, y por pagar seis meses de prisión tras mediar en un secuestro. Llegado el nuevo siglo, René Higuita parece haber dejado su controversial pasado atrás. Después de participar en La
isla de los famosos decidió someterse a un Cambio extremo con la idea de parecerse más a la Barbie y menos al abominable Hombre de las Nieves.
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Jaime Garzón Néstor Elí, Dioscelina Tibaná, Émerson de Francisco, John Lenin, Heriberto de la Calle... ¿Cómo olvidar a Jaime Garzón, sus personajes, cómo olvidar Zoociedad y
Quac? Conoció por dentro muchos tipos de poder (academia, guerrilla, Estado, medios de comunicación) y con base en su constante aprendizaje armó un proyecto de país civilizado y sensato que alcanzó a reflejar en parte mediante sus personajes. La violencia truncó su sueño y de paso mató el sueño de millones de colombianos que jamás soportamos ni hemos aceptado su muerte.
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Rafael Escalona y Alfredo Gutiérrez Son dos de las leyendas vivas del vallenato. A sus doce años, Escalona compuso sus primeros versos y arrancó una carrera como compositor que lo llevó a ser un fiel intérprete de los más profundos sentimientos de su región. Alfredo Gutiérrez, por su parte, ya tocaba el acordeón a los cuatro años y a los dieciséis grabó su primera producción. En más de cuarenta años de vida artística, en los que ha realizado 104 trabajos musicales, se ha consolidado como un gran juglar vallenato. Capaz de tocar el acordeón con los pies y realizar diversas contorsiones durante sus conciertos, Gutiérrez ha sido tres veces coronado rey de este género. Por interpretar el himno de Venezuela en acordeón desató la ira de unos guardias del vecino país que lo castigaron con el revés de sus machetes. Fue el primero que impulsó el vallenato romántico sin perder nunca la esencia de la música de Francisco el Hombre.
Carlos “El Pibe” Valderrama En dos ocasiones fue distinguido como el mejor jugador de América. Por siete años fue el capitán de la Selección Colombia y mientras estuvo vinculado a ella lució sin discusión el número 10. Pasó por diversos equipos colombianos, europeos y norteamericanos. Todo eso es suficiente para decir que ha sido el mejor futbolista de Colombia. De su mano la selección clasificó por fin al Mundial tras veintiocho años de frustraciones y las pelucas que imitaban su inmanejable melena rubia fueron el invento más lucrativo en la historia del rebusque nacional. Se despidió de las canchas en 2004, durante un partido al que asistió Maradona y en el que compartió gambetas con otros grandes del fútbol. Desde entonces este samario anda de todero: se le ve en cuanto reality aparece, protagoniza campañas publicitarias, habla de su restaurante y encima coloniza la industria vinícola. 99
El gozque Es un can que alguna vez empezó siendo un labrador, un pastor alemán o un siberiano y después de un sinnúmero de cruces indiscriminados entre perros de cualquier estirpe termina convertido en un despreciado gozque. El término describe a ese perro fiel colombiano que durante años ha sido objeto de la lucha de Gegar Kennels, entidad que aspira a que alguna vez se le considere una raza pura. Esta mascota se mueve en diversos hábitats, pero indiscutiblemente prefiere las tiendas, los talleres mecánicos, las zorras, las terrazas de concreto y pared de ladrillo tolete o bloque de las casas de los barrios populares y las obras en construcción. De oreja gacha, cola cortada, corta estatura y pata atropellada, el gozque se merece un continuo homenaje, por enseñarnos que a pesar de ser mezclados (porque hay que aceptar que nosotros también somos gozques), no hay valor igual a la fidelidad.
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Hernando Casanova “El Culebro Casanova”, como lo conocía el público colombiano, falleció en 2002 después de ser sometido a una cirugía de corazón abierto. Sin embargo, su nombre está ineludiblemente atado a la historia de la televisión nacional. De hecho, el apodo de “El Culebro” se lo ganó cuando interpretó ese papel en la mítica comedia Yo y tú. Como actor participó en producciones de los más variados formatos. Fue Eutimio en
Don Chinche, el león de la Metro en El Show de Jimmy y el malo de varias telenovelas. Para muchos, su actuación más memorable tuvo lugar al encarnar al mismísimo Tarzán en tanga. Su última participación en un programa nacional se dio en los años noventa, cuando interpretó a Vicente en la telenovela Amor a mil.
Édgar Perea Es sin duda el narrador deportivo que más seguidores y detractores tiene. Además de brillar por sus pintas tropicales y sus encarnizadas discusiones con otros colegas, es conocido por ser la encarnación del hincha típico del “Junior de Barranquilla... Tu papá”. Su vena política se desató cuando llegó al Senado, durante la presidencia de Andrés Pastrana, y se declaró opositor de éste. Aspiró también a la alcaldía de Barranquilla, pero los votos no le alcanzaron. Tuvo que despedirse entonces del mundo político como lo hace al final de sus transmisiones: “Sigan siendo felices, Édgar les dice”.
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Fanny Mikey Su voz chillona y latosa se volvió emblemática en cuñas de radio aun para quienes jamás han pisado una sala de teatro: “Invita Caracol”. Aunque nació en Argentina, Mikey se ha convertido en la vocera más promocionada del “teatro nacional”, al ser la líder visible del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, un evento definitivo para que los bogotanos dejaran de avergonzarse de su ciudad y se sintieran identificados con ella.
Gloria Valencia de Castaño Conocida como “La primera dama de la televisión colombiana”, Gloria Valencia llegó a la televisión cuando ésta apenas arrancaba en el país. Renunció a ser actriz, según ella, porque la memoria no le daba para tanto y se dedicó a lo suyo: la presentación. Condujo diversos magazines, concursos y certámenes de belleza. Sus cincuenta años en las pantallas nacionales le alcanzaron además para inmortalizar el cántico de ponqués Ramo para celebrar los cumpleaños, compartir honores con un koala en Naturalia, hablar de moda y heredarnos a su hija Pilar Castaño. 102
Antanas Mockus Saltó a la fama nacional gracias a su trasero, cuando en su papel de rector de la Universidad Nacional decidió conjurar un sabotaje estudiantil bajándose los pantalones. La acción le costó el cargo en la universidad, pero lo llevó a la vida pública y a la Alcaldía de Bogotá por elección popular. Ocupó ese cargo dos veces y durante ese par de administraciones consiguió sanear las finanzas públicas, bajar las tasas de homicidio y disminuir las víctimas de la accidentalidad vial en la capital, entre otras cosas. Su programa bandera, Cultura Ciudadana, se convirtió en un modelo para otros lugares del país y del mundo. Es uno de los pocos académicos (filósofo y matemático) que ha logrado demostrar que la filosofía tiene una aplicación práctica en la conformación de una sociedad más justa y menos violenta.
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Mercado de la fe
El Santuario de las Lajas Además de despertar el fervor de cientos de católicos, la “ojona”, “mestiza” o, simplemente, la Virgen del Rosario, patrona del santuario, despertó en una época los celos entre colombianos y ecuatorianos que la reclamaban como propia. Si bien el primer milagro que se le conoce es el de haberle devuelto los sentidos —y más adelante la vida— a una niña sordomuda, parece que su mayor logro es sostener en pie una estructura neogótica impresionante justo en medio del cañón del río Guáitara, en los Andes colombianos.
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El escapulario Si los colombianos tuvieran un uniforme establecido, los escapularios serían los accesorios oficiales de la pinta nacional. Sin importar el estrato, la profesión o las razones que promueven su uso, lucir imágenes sacras en cuellos, muñecas e incluso tobillos es una vocación del país. Hoy, cuando los diseñadores se han apropiado del tema y los venden por diez veces más de lo que cuestan en el mercado tradicional, nadie sabe si en realidad cumplen su función original: proteger al que lo usa. Según la tradición religiosa, la Virgen se lo dijo a la comunidad religiosa de los Carmelitas: “Quien muera usándolo no sufrirá el fuego eterno”.
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Divino Niño No nos inventamos la devoción al Divino Niño. De hecho, llegó al país proveniente de Portugal. Pero fue en el patio de una casa en el barrio La Candelaria, Bogotá, en donde su icono tomó la forma definitiva que el país conoce hoy. Con barrio propio en la capital, el 20 de Julio, y varias iglesias consagradas a él, los colombianos le deben más favores al “Divino Baby” que a cualquier otro personaje sacro. Ello explica que haya reemplazado al Sagrado Corazón de Jesús en el gusto de los fieles y que haya monopolizado el mercado religioso. Convirtiendo en realidad su eslogan (“Yo reinaré”), su imagen reina en cuanta camiseta, escapulario, calcomanía, colectivo y veladora que se comercialice en el país.
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La novena Navideña Ningún sacerdote colombiano alcanzó el estado de éxtasis necesario para escribir la Novena de aguinaldos. Así que no es una costumbre mantenida a la fuerza por algún falso orgullo patrio. Sin embargo, Colombia es uno de los pocos países donde la tradición de rezarla se conserva aunque no precisamente por la vocación católica de los fieles. En realidad la Novena es una justificación para atragantarse de buñuelos, hartarse de natilla, cantar con pandereta, bailarse a las sobrinas, tomarse unos guarilaques y, si es posible, pintar un Papá Noel en toda la mitad de la cuadra.
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El Sagrado Corazón El clásico almuerzo de la familia colombiana lleva sopa, principio, seco (con dos o más carbohidratos y una proteína sancochada), jugo en leche con mucho azúcar, ensaladilla (cebolla, lechuga blandita y tomate arenoso), dulce de alguna fruta con tajada de queso o cucharada de arequipe y, naturalmente, individual tejido en croché por la tía Gladys. Nuestra identidad cultural, algo confusa, algo borrosa, algo desteñida y, sobre todo, casi imposible de definir, se consuma en el descrito almuerzo sólo si en alguna de las paredes del comedor de la casa de dos pisos y tres baños, con garaje abierto a la sala y que comunica a la cocina hay un cuadro del Sagrado Corazón. Un tour por esta casa nos explicaría por qué sus dueños comen delante de una imagen sagrada, ya que el cuadro y la decoración de la casa son incluyentes. Es decir que sólo quienes en el baño de la visita tienen siete toallas de colores pastel, le ponen vestido al papel higiénico de repuesto, se lavan las manos con jabones en forma de concha marina y tienen autoridad para sorber la sopa, entienden el verdadero poder de ese cuadro que protege el hogar. Colombia CREE en el Sagrado Corazón de Jesús. Colombia ES el país del Sagrado Corazón.
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Señor Caído de Monserrate Es la casa del Señor Caído. Pero también el punto de llegada de cientos de deportistas madrugadores, el destino favorito de los turistas que visitan la capital del país y el desvare de mercaderes. El cerro de Monserrate es el Pan de Azúcar nacional, sólo que su versión de Cristo es muchísimo más pequeña y encima no está de pie. Ello no impide que los fieles colmen la iglesia el domingo, que las familias de doce miembros suban trabajosamente las escalinatas para llegar a su cumbre y solicitar una petición o que los más perezosos tomen el teleférico o el funicular para visitar al hijo de Dios. Parece que el esfuerzo físico vale la pena; los devotos insisten en que todo lo que se pide allí arriba se cumple abajo.
Veladora con bombillo
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La veladora con bombillo —que se prende al introducir una moneda— es una realidad en las iglesias más high tech del país. Estas han preferido implementar el novedoso sistema y así evitarse la limpiada de la cera que, además de ser una tarea dispendiosa, cuesta. Otra ventaja que tiene el sistema es que el valor de la moneda que usted introduzca para que se le haga el milagrito es proporcional al tiempo durante el cual la veladora transmitirá su petición. O sea que si usted pone cien pesos, pocas posibilidades tiene de que su petición sea escuchada y mucho menos otorgada, mientras que si introduce dos de quinientos tendrá altas posibilidades de éxito.
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Semana Santa Echarse al hombro imágenes de una tonelada de peso para recorrer las adoquinadas calles de Popayán, agarrarse a físico látigo en la plaza principal de Sáchica, subir de rodillas y en pantalón corto a Monserrate... La Semana Santa es el momento en el cual decenas de miles de colombianos se castigan de mil maneras distintas en nombre del mensaje de bondad y benevolencia y la dulzura de Nuestro Señor Jesucristo.
Señor de Buga Por la basílica del famosísimo Señor de los Milagros de Buga han desfilado desde humildes campesinos, que fervorosos piden salud o auxilio económico, hasta el actual presidente de la República que rogó para que “no le temblara la mano en su objetivo de alcanzar la paz”. El Milagroso también ha inspirado sonoras canciones que, a ritmo de salsa, cuentan cómo una india lavandera encontró el crucifijo en el río Guadalajara y una vez lo llevó a casa vio cómo crecía y crecía de la misma manera que crece la venta de símbolos religiosos en los alrededores de la iglesia.
La cava criolla
Cherryzano, vino Rivelino, Sprint 18 y similares Con un eslogan tan provocativo como: “¿Sabe quién vino? Vino Rivelino”, los vinos dulces de bajo presupuesto se han constituido en todo un símbolo de la embriaguez barata en el país. Agrupadas en una familia en la que se hermanan desde el famoso vino de consagrar hasta nombres tan exóticos como Sansón, Leche de la Mujer Amada, San Rafael y Cherryzano, estas bebidas son las responsables de la mayoría de borracheras colegiales y universitarias (por el asunto de la plata), y son un recuerdo permanente del traguito mañanero de las abuelas en Semana Santa, eso sí, acompañado con galleta wafer de vainilla. Desafío inalcanzable para los catadores más refinados, su sabor puede ser definido como una mezcla entre jarabe para la tos fermentado y gaseosa sin gas.
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Aguardiente Es el supremo protagonista de la primera estrofa de uno de los himnos nacionales alternativos de Colombia: “A mí sírvame un aguardiente de caña... De las cañas de mis vaaaaallleeeeeees... y el anís de mis montá-a-a-añás... No me den trago extranjero, que’s caro y no sabe a bueno...”. Muchas borracheras y guayabos de nuestra vida se las debemos a Cristóbal Colón. Fue él quien trajo a América la caña de azúcar, materia prima indispensable a la hora de fabricar el aguardiente, bebida alcohólica que reemplazó en el gusto nacional a la chicha y otros traguitos prehispánicos aun más autóctonos. Está entre los licores más baratos y entre los que más gusta una vez se toman dos tragos. El primero va acompañado de una mala cara, pero cuando se entra en confianza el bebedor de guaro no puede parar. Su consumo puede ocasionar inconvenientes, tanto así que en época de reyes fue acusado de promover asesinatos, robos y faltas a la moral.
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Pielroja Llegó a los expendios nacionales en 1924, cuando las campañas en contra del cigarrillo no habían sido patentadas. En su interior vive el auténtico sabor del tabaco santandereano, sin adornos ni aditivos, por ello fumador que se respete sabe lo que significa “echarse un indio al pulmón”. Producido por Coltabaco, el Pielroja sin filtro es el único cigarrillo colombiano capaz de alcanzar el estatus de símbolo nacional y el único cuya imagen, diseñada por el legendario caricaturista antioqueño Ricardo Rendón, supera en fama y popularidad a la de la mismísima Coca-Cola. Su posicionamiento en el mercado colombiano alcanza tales niveles de adicción que, como cuentan en Coltabaco, ante una huelga de la compañía en 1967 y la subsiguiente escasez de Pielroja, se desató una verdadera crisis nacional. Para aliviar en algo la ansiedad de sus fieles consumidores, algunos cafés en Medellín vendían la aspirada a diez centavos. Las últimas noticias, para tristeza de muchos, señalan que el indio tenía precio y que la Philip Morris lo pagó. Así las cosas, nuestro tradicional aborigen emplumado entró a hacer parte de la familia del vaquero Marlboro. Algo así como una nueva versión del Llanero Solitario y su fiel Toro. 123
Pony Malta Descrita por algunos como el sabor de la niñez, la “bebida de campeones” es un emblema nacional. Producida por Bavaria desde hace varias décadas, esta exquisita mezcla de malta, gas carbónico, color, caramelo y varias vitaminas ocupa un lugar destacado dentro de la refinada gastronomía nacional. Es un excelente acompañante para otras delicias típicas como el liberal, el buñuelo, la empanada grasosa y la mantecada, los cuales sin el dulce sabor de la Pony Malta vivirían incompletos. Hoy, la bebida sin alcohol más apreciada del país ha traspasado las fronteras y es exportada a países como Ecuador, además de ser patrocinadora de diversos eventos y equipos deportivos.
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