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elecciones

Un día despiertas, apagas la alarma, pero no te levantas; arrojas los dados, y te sale un par de unos en lugar del par de seis.

En tanto, en alguna realidad alterna, te despertaste antes de que sonara la alarma y saliste a correr desde las cinco de la mañana.

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De vuelta a este plano, luchas infructuosamente por desprenderte de los brazos de tu cama, y argumentas contigo mismo sobre la constitucionalidad de tu derecho al descanso; mientras que la otra versión de ti, la alterna, ya se dio una ducha y se dispone a desayunar algo saludable.

Dos líneas de tiempo que corren simultáneamente, la primera ineludible, pero remediable; la segunda, en tu mente.

La diferencia entre una y otra, son las elecciones; como esa primera elección del día: levantarse temprano, y la segunda, y consecuente en este caso, salir a correr; elecciones que pudieran resultar insignificantes, pero que pueden cambiar el panorama completo de tu jornada; y que, de repetirse lo suficiente se convertirán en hábitos, que terminarán por afectar tu realidad.

Es cierto que el primer mes del año es de prueba y transición, pues arrastra consigo el alud de cosas que no se concluyeron en diciembre, a causa de las vacaciones, las festividades y cualquier otra excusa; pero no es un argumento sostenible.

Un día de febrero me despierto; elijo apagar el sonido intrusivo de la alarma, y aún con ganas de seguir durmiendo me levanto; no hay cabida para argumentos en contra; me enjuago la cara, me arreglo con el atuendo adecuado, me asiento en la tierra, y salgo corriendo tan pronto mis pies tocan el suelo.

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