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La democracia ha prevalecido, pero, exige: ¡Ajuste de cuentas

La democracia ha prevalecido, pero, exige: ¡Ajuste de cuentas!

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Presidente Joe Biden y su esposa Jill Biden, el 20 de enero de 2021, al llegar a la Casa Blanca, donde residirán los próximos 4 años

Un compromiso por reconstruir relaciones multilaterales, la política de inmigración, retomar el Acuerdo de Paris, medidas para revertir la crisis de la pandemia; 100 millones de vacunados en cien días, uso obligatorio de cubre bocas, medidas para fortalecer la economía, el empleo y el comercio, un aliento para las clases medias y los trabajadores

La democracia ha prevalecido, pero, exige: ¡Ajuste de cuentas!

Presidente Joe Biden y su esposa Jill Biden, el 20 de enero de 2021, al llegar a la Casa Blanca,

Un compromiso por reconstruir relaciones multilaterales, un giro a la política de inmigración, retomar el Acuerdo de Paris, medidas para revertir la crisis de la pandemia; 100 millones de vacunados en cien días, uso obligatorio de cubre bocas, medidas para fortalecer la economía, el empleo y el comercio, un aliento para las clases medias y los trabajadores

Por el Dr. Héctor San Román A. Análista Sociopolítico

Los infinitos abismos pascalianos, persisten en trastornar nuestro pensamiento y nos hacen dudar que la razón humana pueda algún día descifrar el universo; en sus Meditaciones pascalianas, Pierre Bourdieu habla del hecho de que “los obstáculos para la comprensión, sobre todo quizá cuando se trata de asuntos sociales, se sitúan menos del lado del entendimiento que del lado de la voluntad”.

Joseph R. Biden Jr., al pronunciar su discurso de inauguración como Presidente 46 de los Estados Unidos de América

Pascal dice, “Es necesario que haya desigualdad entre los hombres, pero, una vez aceptado esto, he aquí la puerta abierta no sólo a la mayor de las dominaciones, sino también a la mayor de las tiranías“ .

Una de las observaciones de Blaise Pascal es la que se refiere al hecho de qué a diferentes méritos se restituyen diferentes deberes y que la tiranía consiste en exigir para una forma de mérito un deber que en realidad sólo le incumbe a otro: “La tiranía consiste en el deseo de dominación, universal y fuera de su orden”. En ese sentido se puede hablar de una tiranía del poder....Y no por que se ejerza de manera más o menos dictatorial. Lo que hace de él una tiranía es su deseo natural de dominio en todos los órdenes, lo que por desgracia ocurre cada vez más y sin encontrar una verdadera resistencia.

En las tiranías, el discurso se difunde y se desvanece por la fuerza; en las democracias, la fuerza se difunde por medio de la palabra. En el sistema democrático no se eligen maestros sino dirigentes políticos; y eso es una diferencia importante. Y más importante es elegir ese verdadero dirigente político.

En una democracia, ningún crimen es mayor y ningún delito menor que la traición. Donald Trump deberá enfrentar el juicio político por traicionar su juramento como presidente. Y lo más importante se le debe impedir que pueda ocupar un cargo público en el futuro y, en caso de que alguien se propusiera imitarlo con seductora amenaza, debe servir como ejemplo la firmeza con la cual una democracia con más de dos siglos de historia llame a un ajuste de cuentas, castigando al autócrata que incitó a sus turbas fanáticas a la insurrección, un asalto a la democracia y al orden constitucional.

Trump puso en grave peligro la seguridad de Estados Unidos y sus instituciones. Amenazó la integridad del sistema democrático e interfirió en el traspaso constitucional de poderes, un deplorable ejemplo para quienes desde el poder se dicen sus amigos. La salida de Trump y su juicio, supondrá un mensaje muy fuerte para la obsesión de líderes populistas en Hungría, Turquía, Filipinas y en particular a quienes con mentiras y autoritarismo repudian las instituciones en nuestra región. Si las enfermedades físicas han tenido efectos tan importantes en la historia de la humanidad ¿que podemos decir de los trastornos mentales de quienes determinan la construcción de la historia de sus países como gobernantes populistas.

Más allá de las etimologías griegas, motivos y razones, estos fenómenos políticos, muestran cuán corto y delicado es el lapso entre la democracia y la demagogia; de la soberanía del pueblo al populismo y del populismo a la tiranía.

Vamos a ver hasta qué grado de indiferencia e irresponsabilidad política hemos llegado que permitimos actuar sin rumbo a quienes se han aprovechado de nuestro marasmo para hacer sentir más y más el pesado lastre del populismo titubeante y mitómano sobre nuestros países agobiados por la incertidumbre que ha sembrado la pandemia.

No está por demás acentuar en que si las instituciones se desquician y de la ley se hace un arma de dos filos, no somos del todo culpables. Los gobiernos populistas acostumbran dar a sus actos un barniz de legalidad que para los ciudadanos poco o nada observadores pasan como acciones aceptables cuando, en justicia, merecen la censura enérgica, si no es que un proceso judicial o político, por la responsabilidad oficial que conlleva.

El populismo ha sido entendido fundamentalmente como una respuesta ideológica y política a los problemas que de manera inevitable plantea toda modernización económica y política de un país. Es una manera de entender y reaccionar a los traumas, tensiones y divisiones sociales que el proceso modernizador acarrea y provoca. Pero es una manera ambivalente, a medias, titubeante, que no logra ubicarse en la transición y no se decide claramente por el cambio, y claramente ineficaz para la crítica situación que está dejando la pandemia.

El punto de partida del populismo es el dolor social; la pobreza, la ignorancia,

el desempleo, la desigualdad del ingreso, la disparidad de oportunidades de vida, pero no se preocupa, como muchos otros movimientos sociales y políticos por encontrar honesta y razonada respuesta a los males del mundo, al dolor de la humanidad, a la existencia vulnerable de sus pueblos hundidos en la pobreza. Porque su línea de respuesta es bifronte, oscilante, de doble lenguaje y actitud. Por un lado, reconoce que son mayores y mejores las posibilidades de vida que despiertan la educación, la salud, la industrialización, el desarrollo.

Por otro lado, paradójicamente se resiste a hacer suyas esas posibilidades, las reglas de comportamiento y el modo de ser del mundo real. Le resultan inapropiadas las instituciones, hostiles e injustas las normas que dirigen y estructuran el mundo moderno: las normas jurídicas, la tecnología, la protección del medio ambiente, las reglas técnicas de productividad, la disciplina organizacional, el pluralismo ético y político, los teoremas desencantadores de la ciencia. Y, más sorpresivamente, imputa directamente a las reglas del Estado, a la política democrática y a las instituciones creadas en un pasado reciente, de todos los males minando la fe en valores e instituciones que otrora creímos permanentes. Aunque nunca podrán borrar la historia; La política no tiene que ser un infierno, destruyendo todo en su camino.

Si la estrategia para sumar o restar fuerzas se limitarán sólo al campo de contienda con los adversarios políticos, no habría mayor motivo de preocupación por el desenlace, pero ese juego de suma resta que vemos a diario desborda ya el campo de las rivalidades políticas y el resultado final puede llevar al país a un desorden mayor con las destructivas consecuencias que trae consigo el enfrentamiento y la desconfianza. Esas jugadas de resta y de canibalismos verbal que se llevan a cabo en el tablero político desestabilizan las instituciones y las jugadas seductoras con una clientela electoral fanática conducen a la ingobernabilidad, por ello las arcas públicas no debe servir para pagar las luces más deslumbrantes con que se adornan las mentiras, las ofensas y las calumnias.

Te sometes a la tiranía cuando renuncias a la diferencia entre lo que quieres oír y lo que oyes realmente. Esa renuncia a la realidad puede parecer natural y agradable, pero la consecuencia

es tu desaparición como individuo, y por consiguiente el derrumbe de cualquier sistema político que pueda considerarse democrático.

En el totalitarismo la verdad muere cuando se manifiesta hostilidad a la evidente realidad y se impone la forma tramposa de presentar las invenciones y las mentiras como si fueran verdad absoluta. Pero renunciar a los hechos es renunciar a la libertad.

Si nada es verdad, nadie puede criticar el poder, porque no hay ninguna base sobre la que hacerlo. Si nada es verdad, todo es espectáculo, entonces los aplausos llevan el sello de la complicidad hipócrita. Y todo ello nos involucra: Por lo tanto, tenemos que descorrer el velo de la ignorancia, ya sabemos que el populismo

es el origen de nuestros males no podemos seguir un comportamiento de inmadurez política que raya en el sadomasoquismo. Como nos señala Erich Fromm, solo quienes no se han interesado por esos asuntos podrán pensar que el sadismo y masoquismo son aspectos de la estructura de un carácter o de una personalidad en abierta oposición a otros. De hecho, están estrechamente relacionados y a menudo se unen en un nudo sadomasoquista

Presidente Joseph R. Biden Jr., al sentarse por primera vez en el escritorio presidencial en el Salón Oval de la Casa Blanca, para firmar varios decretos que anulan las disposiciones del ex Presidente Donald Trump

Al tomar posesión Biden, escuchamos la voz de un hombre experimentado un mensaje de Unidad, de Paz, progreso, prosperidad y reconciliación Revirtiendo las descabelladas políticas emitidas por Trump. Inicia olfateando lo social Tenemos que descorrer el velo de la ignorancia, ya sabemos que el populismo es el origen de nuestros males no podemos seguir un comportamiento de inmadurez política que raya en el sadomasoquismo

El Presidente Joseph R. Biden Jr. y la Vice Presidenta Kamala Harris, al depositar una ofrendar floral por los soldados caídos en guerras pasadas

precisamente porque proceden del resentimiento, la maldad, el temor a la soledad, la venganza, el rechazo a la realidad y el aislamiento. Habida cuenta de que muchos individuos débiles consideran que la libertad se alza desnuda e indefensa ante un mundo oscuro y hostil, la única forma de salvarse asimismo es romper el ánimo del contrario, o bien la propia personalidad.

La personalidad autoritaria crea ese tipo de conducta. Es su venganza hacia el mundo y la dialéctica en relación con la obediencia y el poder, es su alegría de degradar a otros y a uno mismo.

La función de la democracia en la prevención de la violencia comunitaria depende de la habilidad de los procesos políticos incluyentes e interactivos para meter en cintura al fanatismo resentido con pensamientos comunales divisionistas. Esta ha sido una importante tarea en países independientes, en especial durante períodos de luchas sociales y violencia.

El éxito de la democracia no consiste únicamente en disponer de la más perfecta estructura institucional imaginable. Depende ineludiblemente de nuestros patrones reales de conducta y del funcionamiento de las interacciones políticas y sociales. No hay esperanza de confiar el asunto en manos seguras del virtuosismo puramente institucional. La operación de las instituciones democráticas, como toda institución, depende de las actividades de los hombres y mujeres que utilizan las oportunidades para los cambios razonables.

Un régimen democrático seguro y durable, para que no esté dividido por credos doctrinarios y clases sociales hostiles entre sí, debe tener el consenso libre y voluntario de por lo menos una mayoría sustancial de ciudadanos políticamente responsables con sus derechos y obligaciones.

Y para que sirva de base pública justificada en un régimen constitucional, su concepción política de la justicia debe ser tal que puedan suscribirla quienes profesan diversas y opuestas, razonables doctrinas.

Un radicalismo, o maximalismo, que sólo queda satisfecho si todos sin excepción hacen suyo el intento de transformación fantasioso y absurdo del país, es una planta exótica en el terreno democrático. Sin embargo, habrá siempre un buen número de ciudadanos que se resistirán contra la necedad, la utilidad o la bondad de poner el país de cabeza, hacer tabla rasa del pasado (negando los esfuerzos evidentes para legar un país de instituciones.) pretendiendo rehacer el país desde sus bases como si en toda nuestra historia nunca hubiéramos superado la condición tribal. En la democracia, las mayorías vencedoras no ganan nunca todo, enteramente, porque no podrán contar jamás con todo el consenso ni con el absoluto apoyo de todos los ciudadanos. No hay nunca la victoria aplastante de un juego final. Hay mayorías y minorías que regresan como las olas del mar. ¿Es necesario avanzar hasta el punto de hacer un elogio de la mentira política? Sería necesario aconsejar a quienes hacen de la mentira su arma favorita, aunque difícilmente el mentiroso o calumniador preste atención a semejante consejo, ya que se oculta detrás de una máscara demagógica como hijo perverso de la democracia renegando contra todo lo que representan las instituciones, la constitución nacional y el orden, con tal de engañar para conquistar y luego aferrarse al poder.

Lo saben muy bien los tiranos, que en su obsesión por detener la marcha del tiempo a fin de perpetuarse en el

poder, se oponen —incluso por métodos bárbaros— a cualquier crítica razonada en los Estados nacionales dominados por alguno de ellos. El déspota, hijo de la traición, aterrado por las conmociones de la vida, se apresura a proscribir tal marcha y, con ella, todo movimiento de libertad. ¿Y cual es su secreto, sino la mentira? La mentira por omisión es mentira al final y saben que todo esto entraña un “riesgo” al jugar a la fatalidad. ¡Y qué riesgo! Convertirse en objeto de discordia, es decir, volver atrás el proceso qué, a partir de la gran traición, permitió al hombre

construir su humanidad. El pintor barroco Jacques Grief, conocido como Cleuw, mostró bien tal intención al poner un cráneo en el centro de su cuadro titulado Vanidad. Para así demostrar que lo que el déspota quiere poner de moda es la muerte.

Por razones no menos políticas, los pillos en el poder conocen el arte de mentir, encuentran mil astucias para justificar su seductor engaño al pueblo, saben que no pueden aplicar políticas exitosas del pasado porque sería lo mismo que hacerse azotar y dar la razón a quienes les critican. Así la manera de mentir es una cuestión importante. Pero en su estilo, nos permite reconocer a cada traidor.

Así procede el político falaz ante los cambios que introduce autoritariamente al país, el hombre de la realpolitik; no puede tener las manos limpias sin ensuciarlas. No responde al tiempo sin traicionar. No muestra su rostro bifronte sin vestir los hábitos del traidor.

Y como lo demostró la caída de la república romana —porque en toda la historia humana, solo en las repúblicas existe el desarrollo de la política y la retórica—, ¡ay de los retóricos, ay de los verdaderos traidores! Las tiranías no carecen de cinismo hipócrita ni de estilo.

Y para inscribir su vivir funerario en la política, el populista, el hipócrita, viste los hábitos del traidor. Bajo su capa asoma una caja. Luego de convencernos de que contiene un mundo maravilloso, nos incita a abrirla. Nos sentimos atraídos como Pandora, pero apenas alzamos la tapa he ahí que se vierten mil males sobre el pueblo, mil males que dan lugar a un estilo y forma autoritaria de gobernar. ¡Pero que forma!

En las antípodas del despotismo, la

traición es, una idea permanente que, a diferencia de la cobardía, evita la ruptura y las fracturas y permite garantizar la continuidad de las comunidades democráticas al flexibilizar en la práctica los principios preconizados en la teoría. Con todo ello es una puerta abierta al oportunismo: en efecto, la traición encuentra sus límites en la elección. Cuando deja de ser pragmatismo gubernamental y se convierte en mera práctica para perpetuarse en el poder, cuando vuelve la espalda a los reclamos del elector, sufre una sanción. Así, entre traición y elección se establece un equilibrio frágil con el cual los políticos no pueden jugar impunemente.

Es sin duda en esta combinación incierta que el arte de la política encuentra su nobleza. Ejercicio peligroso para el que la práctica, la alquimia traición-elección camina siempre por el borde del precipicio y el abismo de la irracionalidad. Todos los ejemplos que brinda la historia cercana confirman la verdad de esta dialéctica.

Para Maquiavelo el estudio del Estado, la manera como se origina, cómo se conserva o se destruye, ha de llevarse a cabo desde un punto de vista realista que tome en cuenta cómo es el hombre y no cómo debe ser; que parta de los instintos naturales que lo mueven y han movido a través de todas las épocas históricas y no de los ideales que ha tratado de realizar; que describa su conducta y sus auténticos móviles no conforme a las diversas teorías con las cuales se le trata de justificar y se pretende ocultar las fuerzas que mueven la política, las fuerzas que luchan por el poder.

Por fin llegó el día 20 de enero 2021: Toma posesión el cuadragésimo sexto Presidente de los Estados Unidos, Joseph

Robinette Biden Jr. y la primera mujer como Vice presidenta, Kamala Devi Harris. Escuchamos en la voz de un hombre experimentado un mensaje de Unidad, de Paz, progreso, prosperidad y reconciliación, un compromiso por reconstruir relaciones multilaterales, un giro a la política de inmigración, retomar el Acuerdo de Paris, medidas para revertir la crisis de la pandemia; 100 millones de vacunados en cien días, uso obligatorio de cubre bocas, medidas para fortalecer la economía, el empleo y el comercio, un aliento para las clases medias y los trabajadores.

En síntesis, ha iniciado el trabajo un hombre de Estado, revirtiendo las descabelladas políticas emitidas por Trump. Inicia olfateando lo social, incluyendo lo que puede tener de más nauseabundo para alguien que ha conservado ciertas exigencias morales e intelectuales, analizando el conocimiento real de los mecanismos que lo gobiernan por medio de métodos que no tienen nada de natural e inmediato; un conocimiento que no sólo es deseable sino indispensable para restaurar lo que sembró el odio y la mentira en cuatro años de insensatez.

El éxito de la democracia no consiste únicamente en disponer de la más perfecta estructura institucional imaginable La operación de las instituciones democráticas, como toda institución, depende de las actividades de los hombres y mujeres que utilizan las oportunidades para los cambios razonables En la democracia, las mayorías vencedoras no ganan nunca todo

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