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Juan Arvizu el periodismo fue el motor de su vida” Andrea Becerril

Juan Arvizu Arrioja

Por Andrea Becerril

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Para Juan Arvizu Arrioja, el querido compañero recién fallecido, el periodismo fue su motor de vida. A esa tarea, que el escritor Gabriel García Márquez definió como “el mejor oficio del mundo,” le dedicó más de cuatro de las seis décadas de su existencia.

Sus notas, entrevistas y sus crónicas parlamentarias y políticas retrataron aspectos torales de la historia de México, y son esa “literatura bajo presión”, a la que se refirió alguna vez el escritor y periodista Fernando Benítez.

Se graduó en la UNAM, pero fue en la calle, donde pudo ir adquiriendo, en el día a día, los secretos del periodismo, de “esa pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, como lo expresó también García Márquez.

Periodista de viejo cuño, fue capaz de adaptarse a las nuevas tecnologías, que de forma vertiginosa han cambiado las comunicaciones y aún cuando usaba su ipad y escribía muchas veces desde el teléfono, siempre llevaba en la mano su libreta, donde apuntaba las ideas fundamentales.

Juan Arvizu, amó y respetó al periodismo, sin protagonismos absurdos, porque siempre tuvo claro que los reporteros no son la nota. Bajo una estricta ética profesional, cubrió diversas campañas políticas, entre ellas la de Luis Donaldo Colosio y fue de los dos o tres comunicadores que estaban presentes en el mítin de Lomas Taurinas, donde fue asesinado el entonces candidato del PRI a la presidencia de la república.

Con un estilo objetivo, pero punzante, recreó las sesiones en ambas cámaras del Congreso. Me viene a la memoria la crónica de la aprobación de la reforma energética en el sexenio de Peña Nieto, en el Senado o la accidentada toma de protesta de Rosario Piedra, como titular de la CNDH. En los últimos tiempos, debido al reducido espacio en los medios impresos, eran menos frecuentes sus textos cronicados.

Durante su larga trayectoria, recibió diversos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Periodismo, en 1997 y la felicitación en abril del 2014, desde el pleno del Senado, por sus 30 años de trabajo ininterrumpido en El Universal. Muchas primicias logró y grandes satisfacciones, por los cientos de entrevistas a personalidades que llevó a cabo, pero tampoco faltaron los sinsabores en una profesión, a veces muy ingrata.

La honradez y la honorabilidad fueron otras de sus virtudes. Vivió siempre de forma modesta, al pendiente de sus familia, de sus dos hijos, a los que educó hasta convertir en profesionales brillantes. La mayor parte de sus colegas, fuimos sus amigos y disfrutamos de su charla, de ese sentido festivo con el que encaraba la vida.

Una tarde llegó riendo a carcajadas a la sala de prensa del Senado, ya en la sede de Reforma e Insurgentes. Había ido a comer con un funcionario, lejos de la sede senatorial y aquel mandó a su chofer a que los regresara a la sede senatorial. Al bajar del auto lujoso, una persona que iba en otro carro le gritó todos los insultos y leperadas que se le ocurrieron. ¿Qué le hiciste, le preguntamos y nos contestó: “Pensó que era un senador”. Con Juan Arvizu, el caballero que nunca dejó de usar traje y corbata, por respeto a su trabajo, se va una gran época del periodismo. Ojalá, en un merecido homenaje póstumo, El Universal compilara sus principales textos, los que escribió en casi 38 años de laborar en ese diario y los editaran en un libro, que sería una delicia leer, en un viaje por la historia política de este país.

Podría incluso servir de texto de estudio sobre los géneros periodísticos a los estudiantes de esta disciplina.

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