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al margen de la ley

por su elevado padrón electoral que supera los 12.5 millones de electores. Según las encuestas levantadas antes del inicio oficial de las precampañas, la candidata de Morena y aliados aparece arriba en las preferencias. Algo que no sorprende, si tomamos en cuenta que la maestra lleva varios meses trabajando su candidatura. Eso sí, de manera extraoficial.

En el caso de Coahuila, hubo sorpresa desagradable para Morena. Conforme a lo dispuesto por quien realmente decide en ese partido, la selección de su candidato se realizó mediante encuesta preparada, organizada, revisada y resuelta como secreto de estado. Con dos aspirantes de peso, auto destapados, la definición no fue fácil y quien se creía favorito de Palacio perdió la encuesta, según informó el dirigente de Morena, Mario Delgado, y se armó la gorda.

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Mientras el beneficiado por la encuesta, el senador Armando Guadiana, festejaba, su competidor y todavía, entonces, correligionario, el sub secretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía, no acababa de asimilar su derrota, ni ocultaba su molestia e inconformidad con el resultado. El dolor de cabeza para Mario Delgado fue más allá, pues el funcionario perdidoso renunció a su cargo y a Morena y encontró el apoyo del Partido del Trabajo para ser postulado para la gubernatura, en un acto de insubordinación inesperada.

Por si fuera poco, el otro partido aliado de Morena, el PVEM decidió participar en la elección de Coahuila, por su cuenta y aliado con un partido local, Unidad Democrática de Coahuila. Con lo que estos partidos ya no hicieron historia juntos y, cada quien contenderá con su propio candidato lo que, necesariamente, les afectará en su competitividad.

Para la Alianza va por México, el escenario no puede ser mejor. La decisión de su candidato de unidad se desarrolló sin problemas con la propuesta del priista Manolo Jiménez, que tiene un buen posicionamiento en su entidad.

Pero el tema de esta fractura interna en Morena, en tiempos anticipados de la gran sucesión, enciende un foco de alerta sobre lo que pudiera suceder en el caso de la candidatura presidencial. Y es que el actual dirigente de Morena no parece estar a la altura de las circunstancias. Seguir las indicaciones de Palacio ciegamente, sin manejo ni sensibilidad política, no garantiza resultados exitosos.

Como control de daños, los de la 4T decidieron incorporar oficialmente al senador Ricardo Monreal como cuarta corcholata, no se les vaya a salir del huacal, y, en franca violación a lo ordenado por la Constitución, le asignaron funciones de dirigente de Morena al propio secretario de Gobernación, para convocar a los gobernadores de ese partido, a su sede oficial, para invitarlos a que actúen como promotores de las corcholatas, los apoyen para hacer campañas y pedirles que haya equidad, piso parejo en la contienda. Se entiende que solo entre ellos, nada más. Todo un planteamiento estratégico morenista de campaña. Justo lo que está expresamente prohibido por la Constitución, en su artículo 134 que indica: “los servidores públicos…tienen en todo tiempo la obligación de aplicar con imparcialidad los recursos públicos que están bajo su responsabilidad, sin influir en la equidad de la competencia entre los partidos políticos.”

Pero como para los de la Cuarta Transformación no va eso de que la ley es la ley, y ante la posibilidad de que la fractura sufrida pueda crecer, Morena acomodará su actuación al modo que le convenga, con el aval de Palacio, aunque esto signifique una operación al margen de la Constitución.

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