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Historia del cine coreano El origen de la historia del cine coreano se remonta a 1903, cuando se proyectó en un almacén de Seúl una película japonesa. En 1908, se estrenó “La esposa del padrón”, también japonesa, pero de estilo kinodrama (tipo de teatro japonés que utiliza las fotos móviles para dar el efecto espectacular al teatro), aunque no sería hasta el 27 de octubre de 1919 cuando se estrenó la primera película con temática coreana, concretamente en el cine Dan Sung Sa. En recuerdo de esta película, desde 1966 la asociación de cineastas coreanos celebra el 27 de octubre como el día del cine. En 1923 apareció la primera película muda, titulada “El juramento de Wuol-Hwa”, y la primera sonora, “Chun-jang-chon”, data de 1935, momento en el que el cine coreano experimentó un profundo cambio. Las productoras tuvieron que enfrentarse a la nueva realidad del cine, que exigía instalaciones de rodaje más modernas y mayores recaudaciones de fondos con los que poder preparar las películas como grandes espectáculos. En los treinta se dirigieron “Arirang3” (1936), de Un-Kyu Na, y “Simchong-Chon” (1937) de Suk-Young, Ahn. Tras recuperar la independencia en 1945 apareció una nueva generación de cineastas, con películas como “Viva la libertad” (1946), pero el estallido de la guerra de Corea en 1950 derivó la producción cinematográfica a la elaboración de documentales para el ejército y las organizaciones gubernamentales. Los años 60 fueron una década muy significativa para el cine coreano, tanto por la aparición de las cadenas de televisión, como por la cantidad de películas que se estrenaron (más de 1.500 títulos). En 1962, el establecimiento de la primera ley sobre el cine coreano para su promoción y protección se tradujo en un boom del cine coreano, pero también implicó la aparición de la censura. A mediados de los años 60 surgió otro tipo de películas llamadas ‘jóvenes’, que trataban sobre la rebeldía y libre pensamiento de los jóvenes después de la guerra civil, como “La traición” (1964), de Chin-Wu, Chang, “La manzana furiosa” (1963), de Muk, Kim, “La juventud descalzada” (1964), de Ki-dok, Kim, etc. Esta última fue la más representativa de esta tendencia. Desde finales de los sesenta aparecieron películas basadas en novelas, una tendencia dirigida a obtener cuota de pantalla y premios en festivales internacionales de cine, y a subir el nivel cultural y la calidad de las películas. “La bala equivocada” (1961), de Jun-Mok, Yu, y “El sábado robado” (1962), de IlMong Chung, son dos ejemplos de esta tendencia. En los setenta el mundo del cine sufrió un cambio importante. El nuevo gobierno Yu-sin se inició en 1972 y modificó las leyes del cine el 16 de febrero de 1973, limitando estrictamente los requisitos para el registro de compañías productoras y obligando a realizar cuatro películas coreanas al año con ideas de Yu-sin. Con el objetivo de promover el cine nacional, se limitó la exhibición de películas extranjeras, que no pudieron superar un tercio de las producciones coreanas ni superar dos tercios en total de los días de duración de las películas en los cines. Por este motivo, sólo unas treinta de películas extranjeras se pudieron estrenar al año, garantizando su éxito de público. También se creó una asociación de distribuidoras del cine para vigilar la falsedad en las coproducciones y censurarlas.


La censura funcionó en dos niveles: la censura previa de guiones y la censura de la película terminada. Por esta razón, la temática no pudo ser realista ni crítica con su época. El sistema de garantizar la cuota de pantalla de películas con nivel cultural desapareció, y únicamente se produjeron documentales políticos, sobre las razones de Estado, la liberalización sexual. En un ambiente de crecimiento económico las películas reflejaban a las mujeres como víctimas de la prostitución, como “La época de su pleno esplendor” (1975), de Ho-Son, Kim. La película melodramática de más éxito fue “Odio pero una vez más” (1968). Sin embargo, muy pocas películas –“La tierra (1973), de Su Yong, Kim, basada en la novela de Keong Ri, Park, o “El viejo artista de jarrón” (1972), de Ha Won, Choi, basada en la novela de Sun Won, Hwang-, mantuvieron una línea de producción de alto nivel. En los ochenta, el cine coreano se enfrentó a una significativa reforma que implicó libertad en la producción de las películas. Desde 1980, la V República dio un paso muy importante, pasando de una sociedad cerrada y controlada a otra abierta y democrática. La reforma de las leyes del cine nacieron con el lema “mejoría del arte cinematográfico” y suavizaron la censura, lo que contribuyó a la aparición de temas realistas y experimentales. El director Kwon Tek, Lim se hizo famoso con su película “Mandara”, que fue nominada para el festival de Berlin. La otra tendencia de los ochenta fue la reaparición de las películas históricas, con títulos como “¿Cómo podría detener la corriente del río?” (1984), de Kwon Tek, Lim, o “Eudong”, de Chang Ho, Yi. La consolidación democrática que vivió Corea en los noventa tuvo su particular espejo en el cine. “So-peon-che”, de Kwon Tek, Lim batió el récord de recaudación del cine coreano. En pleno florecimiento de este arte, se produjeron inversiones de grandes empresas, fomentando la aparición de nuevas generaciones que apostaron por nuevas técnicas y un nuevo género de imaginación en el cine Migang Chung


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