Sophie Calle | Hacedores de Mundo

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HACEDORES DE MUNDO

Sophie Calle

UN MUNDO A LA MEDIDA DEL REFLEJO

Lo íntimo y lo privado observado desde el anonimato.


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UN MUNDO A LA MEDIDA DEL REFLEJO


UN MUNDO A LA MEDIDA DEL REFLEJO

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TE SEDUCE SER EL DESTINO DEL OTRO, EL DOBLE DEL OTRO, EL DOBLE DE SU CAMINO, ENTREVER UNA EXISTENCIA DISTINTA, COMO SI A TRAVÉS DE ESE RESQUICIO CUPIERA LO EXCEPCIONAL, LA POSIBILIDAD DE ESCAPAR A LA VULGAR NORMALIDAD DE

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LOS DÍAS QUE PASAN.


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SUMARIO

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3 Ser otro

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Mi vida. Mi obra.

La inquietante existencia de los otros

L铆nea de tiempo

El arte de la suplantaci贸n

Sophie Calle

Por Vivian Abenshushan.


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Yo

Asumir la alteridad

Lo ajeno

Manuscrito encontrado en un bolsillo Por Julio Cortรกzar.

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M I M I

V I D A O B R A L’ Homee Au Carnet

1978

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1980

1979

1982

1983

1986

Les Dormeurs

Suite Vénitienne

L’ Hotel

Lo que me gustaba era tener en mi cama gente que no conocía, de la calle, que no sabía lo que hacían, pero que a mi me daban su parte más íntima, ver como dormían ocho horas por la noche, como se movían, si hablaban, sonreían. Esta gente no sabía quién era ni qué hacía.

Regresé a Francia después de pasar siete años en el extranjero. No conocía a nadie. Me sentía perdida en mi propia ciudad. Decidí seguir a desconocidos y que fueran ellos quienes decidieran a donde ir. Hay gente que seguí un año entero, pero no he publicado nada.

Hice que me contrataran como mucama temporaria en un hotel por tres semanas. Durante el curso de mis tareas de limpieza, me dedicaba a examinar las pertenencias de los huéspedes del hotel y a través de los detalles podía observar las vidas de esas personas que se mantenían desconocidas para mi.

1981 La Filature

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Les Aveugles

L’ Homee Au Carnet

Fuí invitada a una exposición llamada Autorretratos, y pensé que el único modo de hacer mis autorretratos, después de seguir a tanta gente, era invirtiendo los papeles. A petición mía, durante abril mi madre se acerca a la agencia Duluc.Detectives privados. Pide que me sigan y reclama una relación escrita de mi empleo del tiempo y una serie de pruebas fotográficas de mi existencia.

1988 Autobiographical Stories

Por aquellos tiempos yo había sido una bailarina strip-tease de verdad en Pigalle; duró un mes. Se trataba a la vez de un trabajo real y un rito de inversión de papeles. Me propuse hacerlo cuando era más joven y viajaba por Estados Unidos; pero en aquel momento la mera idea de ser una chica strip-tease me escandalizaba.


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1992

9 DE OCTUBRE 1953

13 años

Nací en París. Mi padre era coleccionista de arte, mi madre alcohólica. Se separaron cuando yo tenía 6 años.

Me enamoré de mi profesora de ciencias naturales. Le tenía miedo a los hombres, hasta los 17 años.

Gotham Handbook

Gotham Handbook

1997

1998

2003

2005

2007

Double Game

Douleur Exquise

Prenez Soin De Vous

Paul Auster se inspiró en mí para darle vida al personaje de María en la novela Leviatán. A partir de esto, decidí crear una mezcla de realidad y ficción. Le pedí que cree un personaje para que yo misma representara en la realidad durante un año. Hizo un manual de instrucciones para mejorar la vida en NY.

En 1984 fuí por una beca de estudio de tres meses en Japón. Partí sin saber que era fecha marcaría el inicio de un conteo regresivo hacia el final de una relación amorosa. Nada extraordinario, pero para mi, en aquel entonces, el momento más triste de mi vida.

Recibí un e-mail de ruptura de mi novio. No supe qué responder. Terminaba diciendo: “cuídate”. Pedí a 107 mujeres que me ayudaran a interpretar el e-mail. Que hicieran el trabajo de comprender por mí. Que hablaran en mi lugar. En definitiva, cuidarme.

1992 Falso Matrimonio

Nuestra unión improvisada en Las Vegas, no me había permitido realizar el sueño de llevar un día un traje de novia. Invité a familia y amigos para una fotografía en una iglesia.

2002 Chambre Avec Vue

Con motivo de la Noche Blanca que se organiza cada año entre el 5 y el 6 de octubre en París, instalé una habitación en el cuarto piso de la Torre Eiffel e invité a la gente a que se acercara para contarme historias. Hasta las 7 de la mañana, escuché los relatos metida en mi cama, vestida con un camisón.

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2012 Rachel Monique

Una exposición en Cloïtre des Célestins, una antigua iglesia medieval que no conserva ninguna decoración original en su interior. Se proyecta un video con los últimos 7 segundos de vida de mi madre. Todo el espacio es invadido por diferentes formas de expresión de la palabra “souci” últimas palabras de Monique antes de morir fueron: «Ne vous faites pas de souci».

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No Sex Last Night

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INQU IETANTE E X I S T ENCIA

Sophie Calle

DE

L OS

O TRO S


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ME BUSCABA EN PROYECTOS QUE REALIZABA SÓLO PORQUE ME SENTÍA PERDIDA Y ABURRIDA, ME GUSTABA APROPIARME DE LAS EXPERIENCIAS DE LOS OTROS, HACIÉNDOLAS MÍAS. SOPHIE CALLE

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El arte de la suplantación Por Vivian Abenshushan. a mía no es una tentación exclusiva: como a tantos otros, me gusta mirar a través de las puertas abiertas de mis vecinos, husmear en la superficie de su vida cotidiana, escuchar sus peleas (desde niña conozco esta técnica: coloca un vaso de vidrio sobre la pared y escucharás lo que sucede en el 
departamento de arriba). La existencia de los otros me inquieta: sus gustos, sus historias, su falta de historias, su vacío. En cualquier caso, no puedo evitarlo: cada vez que en la calle paso al lado de una ventana con las cortinas descorridas necesito echar un vistazo, mirar que hay allí, por detrás. ¿De dónde proviene esa curiosidad? Podría tratarse de una propensión narrativa aunque tal vez se trate de una pulsión más primitiva, atávica incluso, o si se quiere infantil.

Sophie Calle

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Perseguir a desconocidos es una actitud inquietante. Buscar ahí dentro una sombra, un reflejo, descubrirse a uno mismo en los otros (por contraste, por afinidad). O todo lo contrario: entrever una existencia distinta, como si a través de ese resquicio cupiera lo excepcional (un secreto, un crimen, alguna anomalía), la posibilidad de escapar a la vulgar normalidad de los días que pasan. En todos los casos prevalece una sensación palpitante, la de estar transgrediendo algo (y esa sensación es placentera); es el temor a ser descubierta, a convertirme en una espía espiada. Seguir a otro es darle, de hecho, una doble vida, una existencia paralela. La emoción de perseguir a un desconocido por la calle, a intervalos breves, sin programarlo. De esa manera se transmite la idea de que la vida de los seres humanos se fundamenta en un recorrido casual, sin destine determinado y, por tanto, fascinante. La ciudad de Sophie Calle es la ciudad vista con la mirada de una artista-poeta que traduce el simulacro de su vivencia desde el campo literario, donde realidad y fantasía se confunden para, desde allí, materializar el acto artístico. Sophie Calle es una artista cuyo trabajo se ha hecho célebre en todo el mundo por su osadía, su calidad a la hora de plantear vueltas de tuerca respecto al lenguaje fotográfico, por su manifiesta facilidad para invadir la intimidad de las personas, y, sobre todo, por hablar incesantemente de sí misma. Es probable que la creadora francesa sea una de las artistas vivas de las que más datos personales conocemos, y todos ellos aportados a través de su propia obra. Una obra que se construye, se publica y se expone, pieza a pieza, frase a frase e imagen a imagensiempre como autobiografía. Un trabajo que escapa realmente de las etiquetas o que se debe etiquetar con el nombre propio de la autora. Sophie Calle como estilo, como personaje protagonista, real y de invención, de una historia cuyo autor es Sophie Calle. Por ahora, su trabajo vive y cambia a medida que ella lo cuenta, lo mismo que su vida. Una vida y una obra que empezaron dentro del mundo de la creación artística de una manera ciertamente fortuita, casi como invitada, sin intención, sin programa, sin estudios de bellas artes y casi, diríamos, sin intereses ni compromisos. Como una adolescente más que se busca a sí misma fuera de los límites conocidos de lafamilia, el territorio o la lengua, abandona Francia a los 18 años y emprende una ruta “iniciática” por los Estados Unidos sin rumbo, sin propósito, sin destino, trabajando aquí y allá, entre un estado y otro. Siete años después llegará de nuevo a París, donde ya no conoce a nadie. Así empieza la aventura de esta muchachita de 25 años que sola en la capital, sin saber qué hacer con su tiempo ni a dónde ir, empieza a


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seguir a gente por la calle, al azar, sin saber dónde la llevarán ni cuánto tiempo durarán sus recorridos. Perseguir a la gente, espiar, repetir las derivas de unos desconocidos durante un tiempo indeterminado. Fotografiarles. Ella mantiene entonces un dietario donde irá apuntando detalladamente los actos, los encuentros, las fotografías que toma, las imágenes que se encuentra en este mundo de paseos y procesos: la ciudad de París como escenario de derivas y paseos sin itinerario, sin destino y sin fin aparentemente claro (subrayemos aquí las evidentes similitudes con otros paseantes solitarios por París como, entre otros, Baudelaire, Debord o Benjamin), la gran ciudad como lugar capital abierto ante todas las posibilidades de la imaginación, del deseo, ante cualquier forma de encuentro. Sophie Calle persigue los rastros, las huellas que simbolizan la instantaneidad perdida, el residuo espontáneo de lo que se fue. Trazas que forman pistas de un rompecabezas que intenta recomponer en las persecuciones que realizó a su vuelta a París. Con Suite vénitienne (1980), su opera prima, se produce un punto de inflexión. Esta obra surge fruto de la casualidad, ya que, en una inauguración, le fue presentado un hombre que curiosamente había estado persiguiendo por la mañana y al que había perdido la pista. Este hombre, al que bautiza como Henry B, comenta sus planes de irse al día siguiente a Venecia. Sophie Calle, de la misma manera que hacía poco tiempo había decido ser fotógrafa, decide, sin motivo aparente, seguirlo hasta la ciudad italiana. Sophie parece animarnos a no desviar la mirada del otro, más bienal contrario, nos incita a fijarla y transformarla.

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SEGUIR A OTRO ES DARLE, DE HECHO, UNA DOBLE VIDA, UNA EXISTENCIA PARALELA. LA EMOCIÓN DE PERSEGUIR A UN DESCONOCIDO POR LA CALLE, SIN PROGRAMARLO. 11

LA EXISTENCIA DE LOS OTROS ME INTRIGA: SUS GUSTOS, SUS HISTORIAS, SU FALTA DE HISTORIAS, SU VACÍO. SU VIDA.

Las razones que la llevaron a perseguir a Henry B hasta Venecia no están dominadas por la lógica. Responden a un planteamiento basado en el instinto sin tener un porqué determinado. Esta premisa tiene que ser condición sine qua non para que la acción sea efectiva. Es el “no argumento” precisamente el que, según Jean Baudrillard, arguye esta obra. Un profundo deseo de satisfacción interior, de curiosidad inabarcable, de extrema oquedad, vacío inocuo que es llenado por la experiencia del otro. La existencia de la sombra.La persecución que entraña el riesgo de la alteridad, de la extraña atracción que ejerce el otro, la posesión inmanente de sí misma mediante el seguimiento. Al seguir el rastro del sujeto en cuestión, la artista sufre un proceso de catarsis, de liberación de su propio yo, puesto que se centra su máxima atención en la existencia del otro. “Ella se ha perdido en la huella de los otros”. Se trata de una exorcización, una depuración interior que arrambla con toda su subjetividad, una apropiación de la alteridad sin el consentimiento del otro, un allanamiento, un hurto de su morada interior. Esta capacidad observadora es quizás más manifiesta en su posterior obra, Los durmientes. En ella, Calle invita a dormir en su cama a una serie de desconocidos —de nuevo gente con la que no guarda una relación emocional— para grabarlos y hacerle un cuestionario sobre sus hábitos y costumbres.

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La mirada curiosa: lo (in)visible en Sophie Calle


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La acción en Sophie Calle es la propia Sophie Calle en acción. Relatar un mundo a medida que se va construyendo es darle autonomía, carta de naturaleza ficticia. El género es en todo momento la autobiografía a través del mestizaje de las prácticas artísticas más contemporáneas. El sujeto como lugar constante de trabajo y reflexión. En este mundo del arte voyerista/narcisita que investiga sobre la identidad, el yo, conplanteamientos acerca de lo femenino sin ser esencialmente feministas, y la visión del autor como creador de un universo cerrado, privado y público a un tiempo de finales del siglo XX. Si bien ella desaparece tras las huellas del otro, la obra final es prácticamete autorreferencial (autotextual) y en todo momento, autorretarato. El acto autobiográfico como representación obsesiva de una ausencia, bien de alguien o de algo. Una ética y una estética de la ausencia (interpretada en todos los casos como abandono), retenida a través de la fotografía que se termina de formar en su puesta en sala, en su lectura final. Su puesta en pared en el espacio del museo es bien reconocible: el texto se enmarca en paralelo a la imagen, creando entre todos una línea de lectura, un párrafo. Sophie pide a gritos ser leída, mirada. Pide existir. El nuevo escenario oscila desde el espacio público — las calles— hasta la esfera íntima. De nuevo los gestos cotidianos, banales ante nuestra percepción, son para ella actos heroicos, actos capaces de ser sublimes, convirtiéndolos en una verdadera experiencia poética. En Los durmientes, Sophie vuelve a ser poseedora de la mirada vigilante. Sus objetos de estudio son las personas que se han dejado observar durmiendo, un acto que los suma en una antivisión total, en un no ver lo que ocurre alrededor y en un estado de indefensa y vulnerabilidad. La vigía por el contrario, tiene toda su atención puesta en su trabajo: “Sólo la vigilia puede dejar lugar al sueño, y la vigilancia mantenida procede de un sueño rechazado, una somnolencia negada.(..) Aquel que renuncia a la vigilancia, renuncia a la atención y la intención, a toda especie de tensión y expectativa”. Sophie Calle, convertida en una flaneuse actual, es capaz de utilizar su innata observación, su capacidad camaleónica, su mirada de infrarrojos para descubrir lo escondido, lo inaccesible. Deambular y perseguir a la multitud. Conseguir rastrear la sombra de un perseguido por las calles venecianas. Querer ver los sueños de los durmientes desconocidos. Contratar a un detective para que ofrezca evidencias de su existencia. Querer ver qué se esconde detrás de la visión de un ciego. Son sólo algunos de sus intentos de crear nuevas realidades a través de actos cotidianos, inaprensibles, rutinarios, ceremoniosos. Las personas anónimas que componen este aparato efímero

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PERSEGUIR A DESCONOCIDOS ES UNA ACTITUD INQUIETANTE. BUSCAR AHÍ DENTRO UNA SOMBRA, UN REFLEJO, DESCUBRIRSE A UNO MISMO EN LOS OTROS. O TODO LO CONTRARIO: ENTREVER UNA EXISTENCIA DISTINTA.

tienen una verdad tangible. Las formas que lo articulan son los rostros de todos los desconocidos elegidos por azar, en medio de una enorme multitud. Sophie presenta sus obras con las fotografías de los rostros de los anónimos que, se han dejado escrudiñar, chequear por la artista, como una anatomía de lo real, de lo verdadero. Sostiene Isaac Joseph que “el rostro es la manifestación de una esencia que la deja enteramente en su alteridad para nosotros”. Poseemos, entonces, la ventaja de poder apoderarnos de su naturaleza por un instante. Saber que por unos segundos nos pertenecen sus secretos desalentados, despedidos, deshechos. Al fin y al cabo, Sophie Calle podemos ser todos nosotros. Cuando nos sorprendemos observando a la gente pasar por la calle, o mirando por la ventanilla del subte los reflejos de las personas, como sucede en Manuscrito hallado en un bolsillo, el cuento de Cortázar, queriendo averiguar qué se esconde detrás de una mirada.


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Desde el momento en que esta mirada existe, yo soy algo distinto en tanto que siento que yo mismo me convierto en objeto para la mirada de otros.

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Ensayo sobre el juego de seducción tácita entre el persegudor-perseguido “Un extraño orgullo nos impulsa no sólo a poseer al otro sino también a penetrar su secreto. No sólo para que nos quiera, sino para resultarles fatales. Placer de la gris eminencia: el arte de hacer que el otro desaparezca. Todo ello precisa de un ceremonial completo. Te seduce ser el destino del otro, el doble del otro, el doble de su camino, que, para él, tiene significado, pero que repetido, ya no lo tiene. Es como si alguien tras él supiera que no va a ningún sitio”.

Sophie Calle

Por Jean Baudrillard


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ALT ER IDAD 17 Quería indicios de su existencia, poniendo en escena su intimidad y penetrando en la privacidad de los otros, buscando una sombra, un reflejo. Descubrirse a uno mismo en los otros.

Manuscrito hallado en un bolsillo Por Julio Cortázar.

hora que lo escribo, para otros esto podría haber sido la ruleta o el hipódromo, pero no era dinero lo que buscaba, en algún momento había empezado a sentir, a decidir que un vidrio de ventanilla en el metro podía traerme la respuesta, el encuentro con una felicidad, precisamente aquí donde todo ocurre bajo el signo de la más implacable ruptura, dentro de un tiempo bajo tierra que un trayecto entre estaciones dibuja y limita así, inapelablemente abajo. Digo ruptura para comprender mejor (tendría que comprender tantas cosas desde que empecé a jugar el juego) esa esperanza de una convergencia que tal vez me fuera dada.

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Desde el reflejo en un vidrio de ventanilla. Rebasar la ruptura que la gente no parece advertir aunque vaya a saber lo que piensa esa gente agobiada que sube y baja de los vagones del metro, lo que busca además del transporte esa gente que sube antes o después para bajar después o antes, que sólo coincide en una zona de vagón donde todo está decidido por adelantado sin que nadie pueda saber si saldremos juntos, si yo bajaré primero o ese hombre flaco con un rollo de papeles, si la vieja de verde seguirá hasta el final, si esos niños bajarán ahora, está claro que bajarán porque recogen sus cuadernos y sus reglas, se acercan riendo y jugando a la puerta mientras allá en el ángulo hay una muchacha que se instala para durar, para quedarse todavía muchas estaciones en el asiento por fin libre. Esa otra muchacha es imprevisible, Ana era imprevisible, se mantenía muy derecha contra el respaldo en el asiento de la ventanilla, ya estaba ahí cuando subí en la estación Etienne Marcel y un negro abandonó el asiento de enfrente y a nadie pareció interesarle y yo pude resbalar con una vaga excusa entre las rodillas de los dos pasajeros sentados en los asientos exteriores y quedé frente a Ana y casi enseguida, porque había bajado al metro para jugar una vez más el juego, busqué el perfil de Margrit en el reflejo del vidrio de la ventanilla y pensé que era bonita, que me gustaba su pelo negro con una especie de ala breve que le peinaba en diagonal la frente.
No es verdad que el nombre de Margrit o de Ana viniera después o que sea ahora una manera de diferenciarlas en la escritura, cosas así se daban decididas instantáneamente por el juego, quiero decir que de ninguna manera el reflejo en el vidrio de la ventanilla podía llamarse Ana, así como tampoco podía llamarse Margrit la muchacha sentada frente a mí sin mirarme, con los ojos perdidos en el hastío de ese interregno en el que todo el mundo parece consultar una zona de visión que no es la circundante, salvo los niños que miran fijo y de lleno en las cosas hasta el día en que les enseñan a situarse también en los intersticios, a mirar sin ver con esa ignorancia civil de toda apariencia vecina, de todo contacto sensible, cada uno instalado en su burbuja, alineado entre paréntesis, cuidando la vigencia del mínimo aire libre entre rodillas y codos ajenos, refugiándose en France-Soir o en libros de bolsillo aunque casi siempre como Ana, unos ojos situándose en el hueco entre lo verdaderamente mirable, en esa distancia neutra y estúpida que iba de mi cara a la del hombre concentrado en el Figaro. Pero entonces Margrit, si algo podía yo prever era que en algún momento Ana se volvería distraída hacia la ventanilla y entonces Margrit vería mi reflejo, el cruce de miradas en las imágenes de ese vidrio donde la oscuridad del túnel pone su azogue atenuado, su felpa morada y moviente que da a las caras una vida en otros planos, les quita esa horrible máscara de tiza de las luces municipales del vagón y sobre todo, oh sí, no hubieras podido negarlo, Margrit, las hace mirar de

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Las obras de Sophie Calle buscan reconstruir intimidades ajenas a partir de detalles ínfimos, son la otra cara de la moneda de esa pregunta por sí misma. Por medio de sus trabajos, Sophie ha buscado apropiarse también de las experiencias de los otros.


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verdad esa otra cara del cristal porque durante el tiempo instantáneo de la doble mirada no hay censura, mi reflejo en el vidrio no era el hombre sentado frente a Ana y que Ana no debía mirar de lleno en un vagón de metro, y además la que estaba mirando mi reflejo ya no era Ana sino Margrit en el momento en que Ana había desviado rápidamente los ojos del hombre sentado frente a ella porque no estaba bien que lo mirara, al volverse hacia el cristal de la ventanilla había visto mi reflejo que esperaba ese instante para levemente sonreír sin insolencia ni esperanza cuando la mirada de Margrit cayera como un pájaro en su mirada.

UNO ES DE MUCHAS MANERAS Y SIEMPRE HAY UN NIVEL DE FICCIÓN Y OCULTAMIENTO. NUESTRO YO ES MÚLTIPLE, PORQUE SE CONTRUYE EN LA INTERACCIÓN CON LOS OTROS. MARIANA DICKER.

Debió durar un segundo, acaso algo más porque sentí que Margrit había advertido esa sonrisa que Ana reprobaba aunque no fuera más que por el gesto de bajar la cara, de examinar vagamente el cierre de su bolso de cuero rojo; y era casi justo seguir sonriendo aunque ya Margrit no me mirara porque de alguna manera el gesto de Ana acusaba mi sonrisa, la seguía sabiendo y ya no era necesario que ella o Margrit me miraran, concentradas aplicadamente en la nimia tarea de comprobar el cierre del bolso rojo.
Como ya con Paula (con Ofelia) y con tantas otras que se habían concentrado en la tarea de verificar un cierre, un botón, el pliegue de una revista, una vez más fue el pozo donde la esperanza se enredaba con el temor en un calambre de arañas a muerte, donde el tiempo empezaba a latir como un segundo corazón en el pulso del juego; desde ese momento cada estación del metro era una trama diferente del futuro porque así lo había decidido el juego; la mirada de Margrit y mi sonrisa, el retroceso instantáneo de Ana a la contemplación del cierre de su bolso eran la apertura de una ceremonia que alguna vez había empezado a celebrar contra todo lo razonable, prefiriendo los peores desencuentros a las cadenas estúpidas de una causalidad cotidiana. Explicarlo no es difícil pero jugarlo tenía mucho de combate a ciegas, de temblorosa suspensión coloidal en la que todo derrotero alzaba un árbol de imprevisible recorrido. Un plano del metro de París define en su esqueleto mondrianesco, en sus ramas rojas, amarillas, azules y negras una vasta pero limitada superficie de subtendidos seudópodos: y ese árbol está vivo veinte horas de cada veinticuatro, una savia atormentada lo recorre con finalidades precisas, la que baja en Chatelet o sube en Vaugirard, la que en Odeón cambia para seguir a La Motte-Picquet, las doscientas, trescientas, vaya a saber cuántas posibilidades de combinación para que cada célula codificada y programada ingrese en un sector del árbol y aflore en otro, salga de las Galeries

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CUANDO EL DETECTIVE DEJÓ DE SEGUIRME, FUE COMO SI ME ABANDONARA. ESA EXPERIENCIA ME AFECTÓ. SOPHIE CALLE


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Lafayette para depositar un paquete de toallas o una lámpara en un tercer piso de la rue Gay-Lussac. Mi regla del juego era maniáticamente simple, era bella, estúpida y tiránica, si me gustaba una mujer, si me gustaba una mujer sentada frente a mí, si me gustaba una mujer sentada frente a mí junto a la ventanilla, si su reflejo en la ventanilla cruzaba la mirada con mi reflejo en la ventanilla, si mi sonrisa en el reflejo de la ventanilla turbaba o complacía o repelía al reflejo de la mujer en la ventanilla, si Margrit me veía sonreír y entonces Ana bajaba la cabeza y empezaba a examinar aplicadamente el cierre de su bolso rojo, entonces había juego, daba exactamente lo mismo que la sonrisa fuera acatada o respondida o ignorada, el primer tiempo de la ceremonia no iba más allá de eso, una sonrisa registrada por quien la había merecido.

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Entonces empezaba el combate en el pozo, las arañas en el estómago, la espera con su péndulo de estación en estación. Me acuerdo de cómo me acordé ese día: ahora eran Margrit y Ana, pero una semana atrás habían sido Paula y Ofelia, la chica rubia había bajado en una de las peores estaciones, Montparnasse-Bienvenue que abre su hidra maloliente a las máximas posibilidades de fracaso. Mi combinación era con la línea de la Porte de Vanves y casi enseguida, en el primer pasillo, comprendí que Paula (que Ofelia) tomaría el corredor que llevaba a la combinación con la Mairie d’Issy. Imposible hacer nada, sólo mirarla por última vez en el cruce de los pasillos, verla alejarse, descender una escalera. La regla del juego era ésa, una sonrisa en el cristal de la ventanilla y el derecho de seguir a una mujer y esperar desesperadamente que su combinación coincidiera con la decidida por mí antes de cada viaje y entonces -siempre, hasta ahora- verla tomar otro pasillo y no poder seguirla, obligado a volver al mundo de arriba y entrar en un café y seguir viviendo hasta que poco a poco, horas o días o semanas la sed de nuevo reclamando la posibilidad de que todo coincidiera alguna vez, mujer y cristal de ventanilla, sonrisa aceptada o repelida, combinación de trenes y entonces por fin sí, entonces el derecho de acercarme y decir la primera palabra espesa de estancado tiempo, de inacabable merodeo en el fondo del pozo entre las arañas del calambre. Ahora entrábamos en la estación Saint-Sulpice, alguien a mi lado se enderezaba y se iba, también Ana se quedaba sola frente a mí, había dejado de mirar el bolso y una o dos veces sus ojos me barrieron distraídamente antes de perderse en el anuncio del balneario termal que se repetía en los cuatro ángulos del vagón. Margrit no había vuelto a mirarme en la ventanilla pero eso probaba el contacto, su latido sigiloso; Ana era acaso tímida o simplemente le parecía absurdo aceptar el reflejo de esa cara que volvería a sonreír; y además llegar a Saint-Sulpice era importante porque si todavía faltaban ocho estaciones hasta el fin del recorrido en la Porte d’Orléans, sólo tres tenían combinaciones con otras líneas, y sólo si Ana bajaba en una de esas tres me quedaría la posibilidad de coincidir.

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CUANDO SIGO A ALGUIEN BUSCO ESTAR CADA VEZ MÁS CERCA, SIN RECIPROCIDAD ALGUNA, SIN RELACIÓN. SON SENTIMIENTOS SIN PELIGRO. SOPHIE CALLE


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EL PROFUNDO DESEO DE SATISFACCIÓN INTERIOR, DE CURIOSIDAD INABARCABLE, VACÍO INOCUO QUE ES LLENADO POR LA EXPERIENCIA DEL OTRO. LA EXISTENCIA DE LA SOMBRA. LA PERSECUCIÓN QUE ENTRAÑA EL RIESGO DE LA ALTERIDAD, DE LA EXTRAÑA ATRACCIÓN QUE EJERCE EL OTRO, LA POSESIÓN INMANENTE DE SÍ MISMA MEDIANTE EL SEGUIMIENTO. JEAN BAUDRILLARD

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MIS OBRAS HABLAN DE LA VIDA COTIDIANA 22

DE CUALQUIER SER HUMANO. A TRAVÉS DE LA VIDA, SUFRIMIENTOS Y FRACASOS, MUESTO LO QUE ES INACCESIBLE PARA LOS DEMÁS, LA VERDAD ÚLTIMA Y SECRETA DE LA ESENCIA DE LA PERSONA.

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DESDE EL MOMENTO EN QUE ESTA MIRADA EXISTE, YO SOY ALGO DISTINTO EN TANTO QUE SIENTO QUE YO MISMO ME CONVIERTO EN OBJETO PARA LA MIRADA DE OTROS

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