Jane beckenham he's the one [ 18]

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Jane Beckenham


Moderadora de traducción Marthatithy1

Staff de traducción

Moderadora de Corrección MewHiine

Staff de corrección

Recopilación y revisión final Diseño

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Agradecimientos

Capítulo 10

Sinopsis

Capítulo 11

Capítulo 1

Capítulo 12

Capítulo 2

Capítulo 13

Capítulo 3

Capítulo 14

Capítulo 4

Próximamente

Capítulo 5 Capítulo 6

Info. Redacción y realización

Capítulo 7

Sobre la Autora

Capítulo 8

Créditos

Capítulo 9

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Para todos los escritores que conozco que tienen el valor y la determinaci贸n para seguir adelante, 隆me quito el sombrero ante ustedes! Jane Beckenham


Traducido por marthatithy1 & Pili Corregido por Violet~

a virginidad está sobrevalorada‖. ¿Palabras fáciles? Ella las había dicho bastante a menudo.

―L

Sin embargo, cuando a Taylor Sullivan le susurraron, una ola de pánico amenazó con tomar fuerza.

Tenía que hacer esto. Había llegado el momento. Taylor exhaló todas las emociones que había embotellado para las últimas veinticuatro horas, desde que lo había visto: Sr. Perfecto-para-el-trabajo. Mientras estaba de pie fuera de la barra, su valentía se desvaneció y el pánico se apoderó de ella. ¿Quién no entraría en pánico cuando estaba a punto de hacer una propuesta inusual a un extraño? Ella tomó el brazo de su asistente. —No puedo. Esto es un error. —No, no lo es. Tu misma lo dijiste, él es el indicado1. —¿Cómo voy a saberlo? Quiero decir, ¿quién es él? —Cade Harper. Chico malo reparado, y un galán sexy. ¿Es eso suficiente para ti? —Nita le dedicó una sonrisa sugerente. Oh, sí. 1

He´s the one en español.

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Taylor se limpió las palmas de las manos sudorosas por los lados de su falda. —El hada madrina se aseguró de darle la belleza cuando estaba en la cuna. Había sido el padrino de una boda que ella había planeado recientemente. El halo de luz que lo cubría por la vidriera, le había quitado la respiración. Pero ahora, veinticuatro horas después de la boda, que el ritmo de la música enhebrada salía de la acera en la que Taylor y Nita esperaban, los nervios rebeldes de Taylor saltaban a toda marcha. —Nunca debí habértelo dicho. Nita se encogió de hombros. —Probablemente no, pero, oye, Puedo obtener esas llamadas también. —Pero puedes contestarlas —respondió Taylor. —Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto? Taylor mordió su labio inferior, masticándolo como si le diera algo de tiempo. —No quiero una relación. —¿Quién dijo algo acerca de una relación? Esta es una aventura. De una noche. Conseguir pasar primera base, por así decirlo. ¡Primera base! Taylor tragó el nudo que le dificultaba respirar. El pequeño frio que se deslizo a lo largo de sus huesos no tenía absolutamente nada que ver con la suave brisa de una tarde de mayo en Auckland. Sus dedos rozaron el costado de su bolso y se quebró de nuevo como si le escaldara, cuando recordó exactamente lo que la bolsa contenía. ¡Condones! Un recordatorio oportuno: la preparación y la seguridad. Ella podía hacer esto. Podía. Agarró el brazo de Nita. —Está bien. Vamos. Nita retrocedió medio paso. —¿Qué? ¿Esperas que yo también entre?

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—Te necesito. No puedo hacer esto por mi cuenta. Necesito... —Cade Harper es a quien tú necesitas, Taylor. Tu misma lo dijiste. La clase de amor y una persona como Cade. Ahora vete. —Nita le dio un empujón hacia la puerta y se despidió. Amor e irse. Definitivamente credenciales perfectas. Cade no lo sabía aún, pero él era la respuesta a las oraciones de Taylor. Luchando contra el crudo pánico presente en sus entrañas que cada segundo la hacia querer girar y correr, Taylor examinó los patrones. Le temblaban las manos. Quería olvidar la idea. Olvidarse del sexo. Olvidarse de Cade Harper. Si pudiera. En cambio, se centró en la entrada y su pulso se acelero. El mejor hombre. Qué apropiado. Cade no había estado en el ensayo de la boda, de lo contrario lo habría notado. Pero en la boda, vestido con un esmoquin negro que moldeaba sus hombros anchos y una camisa fresca blanca con botones de adorno de diamantes, él absolutamente se destacó y, en cuestión de segundos, había tomado su decisión. Era perfecto para el trabajo. Cuadrándose de hombros, Taylor empujó la puerta del bar abriéndola. Por un momento, se quedó inmóvil, con los ojos para adaptarse a la tenue iluminación, el ruido y el calor golpeándola en una ola ondulante. Eso era todo. Tomando una respiración profunda, agarró su bolso y se aventuró al interior. Una sola pieza de madera tallada a mano atravesando un extremo de la habitación funcionaba como un bar. Detrás de él había una mezcla de licores y un espejo adornado grabado con el eslogan de una famosa cerveza. Mesas y sillas repartidas por toda la habitación en su mayoría ya estaban tomadas. En un rincón, una máquina de discos emitía estridente música rock. En otra esquina, un grupo de ansiosos jugadores rodeaban una mesa de billar. Todo esto era de poca importancia para Taylor, porque lo único en lo que podría centrarse era en su presa… Cade Harper.

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Estaba de pie detrás de la barra, una coctelera en una mano y un vaso de margarita cubierto con sal en la otra. De cabello leonado, bronceado por el sol sobre un afilado cuello, y un rebelde mechón bajaba por su frente, al parecer negándose a ser controlado. Se veía bien. Muy sexy. No había esmoquin ésta noche, pero si una camiseta negra con las mangas enrolladas hacia atrás, tirante sobre bíceps flexionados y… Oh, Dios. Sin duda un chico malo. Taylor pasó la mano por su frente y la lengua por sus de repente labios resecos. La temperatura había aumentado varios grados en un ardiente segundo. Parcialmente oculto por un ficus en maceta de corazón, bailando un ritmo errático, ella vio a Cade. —¿Puedo ayudarte? Taylor dio la vuelta. —Yo... La voz pertenecía a una versión femenina de Cade. Ella tenía los mismos colores y los mismos ojos oscuros. Taylor miró a Cade sobre la cabeza de la mujer. —Estoy aquí para ver al Señor Harper —murmuró. ¡Señor! ¡Demonios! ¡Ella quería tener sexo con este hombre, y ella lo llamaba señor! —¿Cade? —respondió en réplica, arqueando las cejas hacia arriba. Taylor asintió, aliviada de que la mujer no hiciera ninguna pregunta, y se preguntó al mismo tiempo como habría sido su reacción sí hubiera dicho: ―Se trata de sexo‖. —Sígueme. —dijo la joven con el dedo torcido hacia Taylor, dio media vuelta e hicieron su camino entre las mesas.

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Temor y expectación chocaban dentro de su estómago, Taylor corrió detrás de la mujer. —Cade. —Sí —Él entregó la margarita a un cliente, y la mirada de Taylor siguió el borde de sal en el cristal. Ésta brillaba bajo la luz del techo, y se encontró lamiendo sus labios, casi saboreando la deliciosa sal. —La dama te busca. En el momento en que Cade se volvió, todo cambió. Cade Harper. Chico malo. Un hombre sexy. La voz de Taylor se estancó en su garganta, y ella sabia que, en el momento que sus ojos sonrientes la capturaron, ella estaba en camino hacia el cielo. Cade se limpió las manos en un trapo y otra vez la mirada de Taylor lo siguió. Los dedos largos y delgados. Dedos que tocan... ¡Oh, vaya! Él sonrió. —¿Querías verme? Ella asintió con la cabeza y sintió que se ahogaba en esa sonrisa. Sus ojos oscuros brillaron, un remolino de oro y marrón chocolate. Al igual que los Kisses de Hershey. ¡Besos!2 Sip. Sin duda se estaba hundiendo. —Señora, no quiero ser grosero, pero tengo una bar que atender —dijo, agarrando un cuchillo y cortando un limón en finísimos pedazos. Taylor se sacudió. Bien. Vamos. Sólo dilo. —Tengo que pedirte un favor. —Pregunte entonces —dijo, sin levantar la vista.

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kisses en ingles, juego de palabras.

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Taylor estaba quemándose y miró a la multitud. —En realidad, es una proposición. Él definitivamente la miró ahora, y su mirada se centró en ella. Puso el cuchillo afilado en la tabla de cortar. Su boca se torció en una esquina con una sonrisa, su mirada evaluándola. — Suena interesante. Suena estúpido. Se inclinó hacia adelante y apoyó ambas manos en la barra, la flexión y la tensión en los antebrazos una broma de gran alcance. Taylor tragó saliva. —¿Hay algún lugar que podamos hablar en… privado? —La parte trasera en el estudio. —Él movió una mano hacia una puerta detrás de la barra. —Más como entrar en la boca del lobo —murmuró. —¿Dijiste algo? —Ah... no. —Ella bajó la mirada. Maldita sea. ¿Por qué no había elegido una carrera diferente? ¿Una en la que sus clientes no le preguntaran sobre el sexo? Se sintió rígida y sintió como si todos los ojos siguieran sus movimientos, mientras caminaba detrás de la barra. A medida que pasó junto a él, el olor almizclado de su colonia burlaba sus sentidos. Taylor quería que las mariposas que bailaban tango en su estómago disminuyeran. Ellas no escucharon. No más de un almacén con cajas apiladas a lo largo de tres de sus cuatro paredes y un escritorio apenas visible debajo de una pila de papeles y hojas de ordenador, esa habitación llevaba muchos sombreros diferentes. Cada palabra que Taylor había practicado se disolvió cuando Cade cerró la puerta detrás de él. El suave chasquido del pestillo hizo eco un millar de veces. Se dio la vuelta. Él se apoyó contra la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho formidable, su mirada franca. Parecía peligroso, pero muy delicioso.

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Él habló primero. —¿Te conozco? —No realmente. —Todavía no. —Es una pena —Él dio otra de sus sonrisas larga y persistente, el tipo que destacaba los hoyuelos a ambos lados de su sexy boca. Hacía que los dedos de sus pies se curvaran y que su cuerpo palpitara. Su indicador de temperatura interna aumentó. Oh, Dios, ella estaba fuera de la profundidad. Pero aquí va. —Soy Taylor Sulivan. No nos conocimos, precisamente, en la boda de Brianna Bennett. Era su planeadora. —Ella sacudió la mano. Cade la tomó entre las suyas. Cálidos y fuertes dedos envolvieron los suyos. Las puntas eran ligeramente callosas, y la fricción hacía que piel de gallina se deslizara sobre su piel caliente. Tiró su mano a su lugar y se mantuvo bajo control. —¿Estas planeando vender otra boda? —Cade se apartó de la puerta, empequeñeciendo la habitación. Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros que rozaban sus muslos largos y musculosos. —Si es así —dijo él, encogiéndose de hombros—, estás fuera de suerte. El matrimonio y yo no nos mezclamos. Taylor apretó su agarre en su bolsa, desesperada por silenciar a los portazos de su corazón. —Eso he oído. —Has oído hablar más de mí que yo tengo de ti —respondió. Un atisbo de sonrisa inclinó la comisura de sus labios. —Eres bastante conocido, Sr. Harper. Exitoso y empresarial. —Trabajo duro. —Y juega duro, por lo que dicen los periódicos. —Inventos e insinuaciones —respondió él, su mirada de acero la evaluaba.

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Una gota de sudor escurría entre sus pechos. Cade no le había quitado los ojos de encima desde que habían entrado en el cuarto de atrás. Eso tiene que ser una buena cosa. Muestra que está interesado, su subconsciente le recordó. Taylor pasó de un pie a otro. Es ahora o nunca, Sullivan. Con una respiración profunda que realmente no calmó sus pensamientos caóticos, ella sacó completamente sus cinco pies y diez de altura y se aventó. —Quiero tener sexo contigo. Los oscuros ojos de Cade se ampliaron. —Guau. Calor bañó las mejillas de Taylor. —Oh, diablos, esto es estúpido. —¿Qué tan tonta podía ser? Cogió su bolsa, pero la bolsa de viaje sobre-cargada se deslizó de sus dedos y se volcó, desparramando su contenido por el suelo. Taylor abrió la boca y, por un largo e interminable segundo, simplemente se quedó mirando. Su respiración se atascó en su garganta, y un calor furioso quemó detrás de sus ojos. Allí, justo a los pies de Cade, yacía la caja de condones. Parpadeó alejando las lágrimas, se dejó caer de rodillas y recogió todo, lo más rápido que pudo. —Estúpida, estúpida. Entonces todo empeoró. Cade llegó a los preservativos un segundo antes que ella. —Debes ser una buena chica exploradora —dijo, y le pasó la caja a ella. Sus dedos se tocaron. Sus ojos se encontraron. Demonios.

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Al parecer el oxígeno fue ser absorbido de sus pulmones. Ella se alejó, sacudiendo la cabeza, luchando por una apariencia de sentido práctico. —Estar siempre preparados. ¿No es su lema? —Se rió Cade. Esto era malo. Realmente malo. Avergonzada, Taylor se negó a mirarlo y mantuvo los labios firmemente cerrados. Empujó la caja en su bolso y cerró la cremallera de un sólo tirón. Abre la boca de nuevo, se advirtió en silencio, y vas a estar en la basura. Se incorporó, caminó hasta la puerta y la abrió. Los deformados —Ojos Sexys— del Dr. Hook flotaban por la pequeña habitación. Qué apropiado. Los ojos oscuros de Cade era precisamente eso, francamente pecaminosos y sexys. —Espera —dijo él. —¿Por qué? —Acaba de proponerme algo ahí fuera y me gustaría saber por qué. Su mano se cayó de la puerta. —Me intrigas. La mirada fija y seductora de Cade se propagó, encendiendo un rastro de calor hasta las puntas de sus pies. —¿Vas a contarme por qué caminaste hasta aquí y te ofreciste? El sexo es un juego serio. Taylor buscó las palabras adecuadas, no estaba segura de si hubiesen sido las correctas. —En mi negocio necesito experiencia. —Planificas/organizas bodas. No tienes que dormir con los novios. Taylor respiró profundo, pero ni una sola palabra salió. Cade quería una respuesta. Merecía una. Ella aferró su bolso de mano de cuero. —Yo… me hacen preguntas —finalmente logró susurrar.

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—¿Qué clase de preguntas? —Maldito seas, Cade ¿tengo que escupirlo? —Eso parece —dijo con un toque de diversión brillando en sus ojos de manera muy sexy. —Te estás divirtiendo con esto. —Cierto —dijo, ni siquiera lo negó. Le dio otra de sus sonrisas, estas la ponían caliente y molesta. Y ahora mismo, ella estaba muy molesta. —Me preguntan sobre el sexo. S-E-X-O. ¿Lo entiendes? —Taylor miró a todas partes, menos a Cade. —Lo entiendo. Ella pensó que se reiría, bromearía, algo, pero no lo hizo… fue suave. Cade tomó su barbilla en sus dedos, girándola por lo tanto ella tuvo que mirarlo. —Así, qué ¿por qué no darles respuestas? Oh, hombre. ¿Dónde estaban esos malditos zapatos rojos de Dorothy cuando ella los necesitaba? Kansas parecía bastante atractivo ahora. —No puedo responderles. —¿No puedes? La punta de su lengua se deslizó a lo largo de sus dientes. —Mira, comprendo que esto está en el límite de lo extraño. —Cierto —estuvo de acuerdo, muy a su pesar—. No consigo a hermosas damas que entren en mi bar cada día y pidan sexo. ¿No lo hacía? Taylor frunció el ceño. ¿Por qué no? Cade era un buen tipo. La hacia olvidarse… de todo —Las preguntas —él apuntó. Oh, Dios, no había ninguna salida. Ni siquiera un terremoto podría salvarla ahora.

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—Las preguntas son algo que va con el hecho de ser una planificadora de bodas. Las novias están tan ansiosas —dijo, abrazando su bolso a su pecho—. Se puede experimentar con sus parejas, pero a veces cuando la boda se aproxima, ellas se vuelven histéricas. Preguntan, um… preguntas sobre sexo. Que no puedo contestar, porque… —¿Por qué eres virgen? Ah, ¿Dónde estaba ese terremoto cuando una chica lo necesitaba? —Así es —El calor quemaba su rostro. Su cuero cabelludo. En todas partes. Atravesó a Cade con una mirada directa. ¡No te atrevas a reírte! No me hagas sentirme peor de lo que ya lo hago, le retó en silencio. Pero no rió, no sonrió. Lo que hizo fue peor. Mucho peor. Él cerró la brecha entre ellos. El cuerpo de Taylor estalló en alerta máxima, los pezones se endurecieron debajo de su sujetador de encaje. Ella podía tratar con él a distancia. Pero cerca, todo cambiaba. El calor de su cuerpo se puso en movimiento.

Taylor Sullivan ciertamente había captado su atención. Ella quería tener sexo con él. Y eso sonaba genial. Perplejo. Cade miró fijamente hacia abajo a los ojos del color de un campo de maíz bajo un cielo azul. La clase de ojos que le hacían sentir que podrían ver profundamente en su alma, entender cosas que no quería que ella supiera. Cosas que escondía incluso de si mismo. Todas a partir de un momento en el tiempo. Parpadeó. ¿Qué demonios era lo que estaba mal con él? Gracias a Dios, había guardado aquellos pensamientos de si mismo. —La mayoría de las mujeres que entran aquí pidiendo sexo son… —¿De despedidas de solteras? —respondió. Cade la miró morder su labio inferior. —Yo diría que no. Es un esquema salvaje. —Así que, ¿por qué no? Si, ¿por qué no, Cade?

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Con sus cabellos recogidos en un moño elegante y la ropa remilgada y adecuada que vestía, ningún indicio de piel asomando por cualquier lugar, era como si ella tratara de esconder a la verdadera mujer. Taylor en absoluto ejemplificaba como él creía que un planificador de bodas sería. Entonces, ella le sonrió, y los pensamientos sobre ella, de ser una señorita remilgada desaparecieron. Se dio cuenta, con estupor que él, un hombre acostumbrado a tomar decisiones comerciales sensatas y prudentes, se encontraba considerando la oferta. En el pasado un montón de mujeres lo quisieron, pero prefería perseguirlas. —No eres realmente mi tipo —¿Quién está mintiendo ahora, Harper? —¿Cuál es tu tipo? ¿Una mujer en pantalones cortos y top ajustado con un espacio vacío en el cerebro? —Meow. —maulló—. No es agradable. Un rosado rubor coloreó sus mejillas. A él le gustó eso. Mostró que no era tan dura como se hizo a si misma ser. Un punto a su favor. —Lo siento. —Eso está bien. Me imagino que necesito muchas agallas para caminar hasta aquí. Hay un montón de tipos por ahí que aceptarían tu oferta. —Tal vez —admitió, restregando la punta de su lengua a través de su labio inferior, una acción que Cade se encontró siguiendo hasta el mínimo detalle. Maldita sea. Estaba enganchado, y su excitación se había hecho descaradamente evidente, incomodándolo. Avergonzado de quedar como un colegial caliente, se movió para sentarse detrás de su escritorio. —Eress famoso por el desfile de mujeres que dejas atrás. Su risa llenó la habitación. —Has hecho tu tarea. —Soy una mujer de negocios. Y conozco mi negocio. —¿Y el sexo es su negocio? —¡No!

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El podía ver que la había conmocionado. Sus ojos se abrieron como platillos volantes, relucientes e… inocentes. La ingle de Cade se apretó. Una propuesta tentadora Taylor continuó. —Las bodas, el amor y el compromiso son mi negocio. —Sin embargo, me buscas sabiendo que el compromiso no es definitivamente mi segundo nombre. —Eso es exactamente por lo que lo elegí. No crees en el amor eterno o en rosas y en una bonita casa con jardín rodeada de una valla blanca. —Para otros, quizás, pero no para mí —él añadió—. Pero tú, Taylor eres una planificadora de bodas. Tienes que ser romántica en el fondo. —Soy una mujer de negocios —le reiteró—. El matrimonio es un buen negocio. —Y sin embargo no se ha casado. Taylor se encogió de hombros, pero ella no pudo esconder la sombra de tristeza que recubría sus ojos antes que sus pesadas pestañas lo ocultasen. —Ahora, por lo tanto, volvamos a nuestros compromisos, o a la falta de ellos —dijo Cade. Taylor fijó sus firmes ojos azules en él. —Señor Harper. Yo tampoco quiero compromiso. Por lo que ambos somos un buen partido. Y tengo una oferta para usted. Las cejas de Cade se arquearon. —Esto se pone más interesante por minutos. Pero quizás deberías llamarme Cade. Es menos formal, dado que llegaremos a conocernos el uno al otro… íntimamente. Taylor contuvo la tos. Ella torció sus manos temblorosas detrás de su espalda y enlazo sus dedos. Su mentón se elevo una fracción. —Entiendo que usted está buscando la expansión de la cadena y poner en marcha más de una línea de boutiques de bares de cóckteles. —Me sorprende que averiguara eso. No ha sido anunciado. —Le dije, que soy…

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—Una mujer de negocios. Si lo sé. Muy impresionante. Por tanto ¿Cuál es el trato? —Usted desea expandir su imperio, exponerse. Cade rió burlonamente. —Suena provocativo. —Yo… no quería que sonase del modo en que sonó. —Lo sé, sólo bromeaba. Lamentablemente, me ofrecieron una más dulcificante a esta propuesta suya —Dobló los brazos sobre el pecho lo cual no fue favorable para Taylor cuando ojeó el juego de su camiseta sobre sus músculos tensos. Ella respiró. Profundamente. Y otra vez, y otra, tratando de mantener la calma. —Se de promociones —dijo—. Voy a promover su nueva empresa, para… ah… —Para servicios prestados —él propuso. Sus labios se fruncieron. —Algo así. Cade se levantó de su escritorio y se puso de pie delante de ella. Bajó su mirada hacia su cara, él había ahuecado su barbilla, su pulgar rodeando su mejilla. Su toque se sentía tan suave y delicado, ella casi ronroneó. —Estoy definitivamente interesado. Pero vamos a aclarar esto. ¿Usted utilizará sus habilidades promocionales a cambio de mis favores sexuales? La respiración de Taylor salió hacia fuera en una fuerte exhalación. Oh, señor. Sonaba tan descarado y nada como ella. Una vez más se preguntó que estaba haciendo en la tierra. Entrando tan profundamente sin un chaleco salvavidas, es lo que pasa. Pero Cade había estado de acuerdo, y ahora tenía que cerrar el trato. —Hay sólo una cosa —dijo ella, consciente de que su cuerpo estaba inclinado hacia delante, anticipando el entusiasmo a través de las venas.

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—¿Otra solicitud? —Los ojos de Cade se estrecharon, la sospecha y una desilusión parpadeando a través de su rostro. Él se encogió de hombros—. Vale, dispara. —Bueno, necesito que me beses.

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Traducido por marthatithy1 y EvaMedina Corregido por marthatithy1

Esa es una solicitud fácil— la boca de Cade se arqueo a un lado. Taylor se sorprendió al encontrarse mirando sus hoyuelos—de nuevo. —Sería un placer.— Placer. Rayos. Rayos. ¡Rayos!. Las palabra salió de la punta de su lengua como si simplemente diciéndola invocara lo que quería hacerle. El pensamiento envió un escalofrío a través del calor, rozando su piel. —¿algún tipo de beso en particular? Oh, Infiernos. —¿Un beso en la mejilla o una con boca completa?— Dobles infiernos. Su cuerpo vibraba de expectación, los sentidos funcionando a toda máquina. Apenas a centímetros de él, ella buscó en su rostro. No había duda. En su lugar, la brillante lujuria escaldaba en los ojos de Cade, prometiendo todo. Luego, sus labios estaban sobre los suyos, y Taylor no podía decir si ella había actuado primero o si lo hizo el. Sólo que él sabía cálido y suave. Y delicioso. El paso la mano por su pelo y turo suavemente de las patillas, manteniéndola en su lugar, mientras el echaba su cabeza a un lado. El suave sonido al caer al suelo era apenas audible en comparación con el rugido de los latidos de su corazón. A medida que su pelo caía en cascada como un suave velo de seda, Cade tomo su cara. Un pulgar burlándose de la curva de su mandíbula. Él gimió de placer. El estomago de Taylor se le encogió. Sus ojos se cerraron y ella se acercó más a él, llegando a descansar contra el vértice de sus piernas largas. Quería más, necesitaba tocarlo. Ella sujeto sus manos alrededor de su cuello. Sintiendo la vigorosa flexión de sus músculos. Sus dedos rozaron su pelo— a miles de voltios eléctricos lavando a través de cada célula de su piel sensible.

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—Tú te sientes tan bien—, murmuró él contra su boca. La voz arrastrada de Cade se deslizo entre ellos y cortó la fantasía en dos. Ella se calmó. Sus dedos detuvieron su baile exploratorio y lo apartó. —No podemos. No aquí—. —Lo acabamos de hacer.— Taylor levantó la mirada y lo miró. ¿Cómo podía permanecer tan tranquilo y sereno mientras ella luchaba por una apariencia de decoro? Ella tiró de su ropa, pero le temblaban las manos y nada parecía funcionar. Ella deseó estar en cualquier parte menos aquí. —Hay gente a través de esa puerta—, dijo, mirando por encima de su hombro — cualquiera podría entrar— —Podríamos cerrar la puerta.— La sangre de Taylor chisporroteaba. —Usted me pilló con la guardia baja—. Él la miró a los ojos, buscando como si quisiera ver cada parte de ella. —¿Qué esperabas? vienes danzando en mi bar con algún esquema inventado y luego me pides un beso. ¿Era una especie de prueba? – La mente de Taylor corrió con tantos pensamientos que no podía dar sentido a nada. En lo único que podía centrarse era en el sabor de Cade en sus labios. —Tú querías poner a prueba los productos en primer lugar. Ya lo tienes. –Se paseó por la habitación pequeña, luego se volvió bruscamente y apoyó su enorme cuerpo contra el escritorio. Cruzó los brazos sobre el pecho. Grande y poderoso. Y definitivamente sexy como el pecado. De repente, el pecado parece atractivo. —¿Bien?— —Tiene que haber algo de chispa, ¿no la hay?—, Desafió Taylor débilmente. —¿CHISPA?— Maldito Cade. Se pasó una mano por el pelo rebelde. —Si tú hubieras sentido toda la fuerza de mi chispa, cariño, hubieras corrido una milla—. —Yo no lo haría.— —Diablos, lo harías. Esa chispa fue... caliente, maldita sea. –

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—Mira, creo que debo irme.— Mira, tu estas huyendo. Taylor ignoró su subconsciente. —Esta es una mala idea.— Recogió su bolso— CUIDADOSAMENTE, esta vez. —Lo siento.— Ella respiró hondo, armándose de valor para la gente de fuera, y asintió bruscamente a Cade. —Adiós—. —¿A dónde vas?— El tono agudo de Cade le hizo detenerse, y ella le lanzó una mirada de —¿qué te importa— por encima del hombro. —A casa—. —¿Cómo?— —Llamare a un taxi.— Pero antes de que tuviera la oportunidad de detenerlo, Cade cogió las llaves de su escritorio. —Yo puedo llevarte—. Se agarró a la puerta, con los nudillos blanqueados de color. —Preferiría un taxi, gracias. Además, ¿no estás trabajando?— —Yo soy el dueño. Puedo escaparme—. Él colgaba las llaves. —No hay trucos. Caballero del honor.— Y atravesó su corazón. Taylor quería hablar, pero él la silenció con la punta de su dedo apoyado en sus labios entreabiertos. Calor zigzagueaba entre ellos, y Taylor tuvo el extraño impulso para envolver su lengua alrededor de él. Para succionar. Muy descaradamente. Sexualmente. —No discutas, Sra. Sulivan—. Él le dirigió una tímida sonrisa, que hizo algo mas por su equilibrio de lo que Taylor quería admitir. —Eso sí, podríamos llamar a esto como la primer riña de amantes— —¿amantes?— Exhalado Ella y quedó inerte en su contra. La palma de su mano palmeó la parte baja de la espalda, y con la otra apagó la luz. La oscuridad los rodeaba, su mirada le dio un dulce alivio. Podía sentir su calor, escuchar el latido desbocado de su corazón detrás de las costillas.

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—Pusiste una loca preposición esta noche, Taylor, y, maldita sea, no tengo ni idea por qué, pero vamos a decir que tienes una cita.— Oh, hombre. ―una cita‖.— Esas dos palabras sonaban extraordinariamente provocativas. Abrió la puerta y dio un paso atrás mientras caminaba junto a él. A través de la barra, caminaba a su lado. Las emociones de Taylor se desgastaron. Ni siquiera podía mirarlo. Se dirigió a la joven en el bar y sacudió la mano. —Oye, hermana, tengo que ir a alguna parte.— —¿Quién es la dama, Cade?— Llegó un grito en dirección a la mesa de billar. —Nadie que te importe, Harry. Mantén tus guantes fuera—. Un grito estridente de la risa ondulada alrededor del cuarto. —Creo que nuestro Cade encontró una chica caliente—. —Ya era hora—, dijo otro. Cade saludo a la multitud mientras se dirigía a la salida con Taylor, la presión en su mano cada vez mayor. No podía salir de allí lo suficientemente rápido, y el momento en que caminó a través de la salida, ella dejó escapar un suspiro de alivio. Su expresión era de disculpa. —Lo siento. Es la noche de fútbol.— Los chicos están celebrando la victoria del equipo de futbol local. – —Parece que conoces a todo el mundo—, dijo ella mientras caminaba a su lado. —Va con el territorio. Cuanto más se conozca a sus clientes, mejor el negocio va. Ellos piensan que estás interesado en sus vidas, para que se sientan como en casa. Y si se sienten cómodos, entonces es probable que gasten más. – —Tiene sentido—. —Sí, así es. Pero maldito si esto haces. —Él frunció el ceño y se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Taylor seguía sus movimientos, y sus ojos se agrandaron al ver lo que sus jeans ajustados enfatizaban. Deslizó la lengua por los labios cuando una ola de pánico la atravesó.

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—Tú no tienes que hacer esto—, dijo ella. —¿No debo hacerlo?— —No—, dijo ella, pero no podía detener el sentimiento de decepción que sentiría si Cade cambiara de opinión. —Mira, lo hago para ayudar al negocio. No importa acerca de…. Ah… la otra cosa— —¿La cosa de la virginidad?— Taylor tragó saliva. ¿Por qué no había hecho algo al respecto hace mucho tiempo? Pero ella sabía por qué. Su vida había sido secuestrada. Doblaron la esquina y tejían su camino a través de las filas de los coches antes de llegar a un alto al lado de un coche clásico y elegante. Un jadeo de sorpresa voló de sus labios. —¿Este Mustang es el tuyo?—Alargó la mano hacia el coche. Se quedó solo bajo la farola, elegante, hermosa, cargada. —Claro que lo es.— Ella oyó la inconfundible admiración y alegría en el reconocimiento de Cade y se dio cuenta de la forma en que sus manos acariciaban las curvas elegantes del coche. Ella arrastró su mirada, queriendo renegar de sus pensamientos. El problema era que encendió las imágenes como si las curvas del coche fueran de ella. Piel contra piel. Cade junto a ella. Caliente, elegante y muy tentador. —Impresionante. Mustang 64‘, ocho cilindros, ¿no es así? – —¿Sabes acerca de coches?— Un aleteo suave de su risa rompió el silencio. —No suenes tan sorprendido. Las mujeres pueden estar en los coches, tanto como los hombres. – —Lo sé. Es que no me lo esperaba. – —¿Por qué? ¿No me veo como una cabeza de gasolina? – NO, más como una monja estirada. Una buena chica. Él la miro entonces.

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Realmente la miro. Lenta y deliberadamente. Sus manos se deslizaron por su pelo. Un acto tan sensual. Ella contuvo el aliento. Se preguntaba qué es lo que Cade veía. ¿El ella real? O la chica sensata, la fachada que promulgó para todos, incluyendo a su familia. ¿Y Si hubiera sido capaz de ver a través de ella? ¿Quería que él lo hiciera? Sin hablar, Cade abrió la puerta del coche, y ella se deslizó con cuidado de no acercarse demasiado. Sin embargo, una vez sentada, Taylor no estaba tan segura de que haber aceptado su oferta era una buena idea. El interior era pequeño y demasiado íntimo y sólo sirvió para despedir a sus hormonas rebeldes. En tono cortante, ella le dio su dirección luego se retiraron en silencio. Cuando el coche estaba saliendo del aparcamiento, la emoción, el miedo y la anticipación, todo en uno corría por sus venas. Taylor se obligo a centrarse en las emociones que nunca había experimentado antes, y se sentía totalmente inadecuado. Nada en su vida la había preparado para Cade. Estar involucrada con Rob no tenía nada que ver con dar un paseo con Cade. Y ahí radicaba su problema. —Así que ¿cómo es que planificas las bodas? ¿No la pareja y sus familias hacen eso? — Cade preguntó mientras conducía por el silencioso barrio. Su tensión disminuyó, con un suspiro de alivio. Esta era su fuerte, y por fin pudo relajarse. —En el pasado, sí. Pero hoy la gente quiere algo diferente —. —¿Y tú puedes dárselos?—, él preguntó. Aunque Cade conducía, Taylor leía el verdadero interés en su expresión. Ella sonrió y luego se echó a reír. —¿Qué?— Él le dio una expresión cómica. —¿Qué he dicho mal?— —Nada. Es la misma expresión que he visto muchas veces antes. Los novios se habría conformado con una carpa y unas cervezas, y luego la novia consigue algunas ideas, y nunca es el mismo. El horrorizado novio frente a la novia emocionada – — ¿Entonces qué haces?— — El Dr. Phil dice: —Si la mujer no es feliz, entonces nadie más lo podrá ser—. Así

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que me parece que hay un poco de cumplir en el medio para obtener un resultado—. Cade miró horrorizado adecuadamente, a continuación, se volvió a centrar en la carretera. —¿Y lo haces? Lo que ordenan, quiero decir. – —En su mayoría—. —Entonces, ¿qué tipo de bodas, además de caras, ¿se conjuran para parejas felices?— —Las de fantasía, por supuesto—, dijo con orgullo. —Puedo crear fantasías y dar a la pareja la boda de ensueño que siempre ha querido.— Cade llevó el Mustang hasta que se detuvo justo delante de su casa. La luz de la noche cambio automáticamente. Taylor frunció el ceño. No besuqueo en la puerta. Tendría que deshacerse de eso la primera luz de la mañana. Apagó el motor, y de repente todo quedó en silencio. —¿Qué pasa con tus sueños, Taylor?— Su estómago se contrajo. —No tengo ninguno—. — ¿Ninguno?. — No. — Ya no. Ella no se permitiría a sí misma soñar e, incómoda con sus preguntas, miró por la ventana a la noche. — ¿Por qué Devonport? — preguntó Cade, mirando alrededor a las villas típicas del suburbio. — Me gusta la unión de la comunidad que ofrece. Es uno de los más antiguos suburbios así que el sentido de unidad se ha construido hace muchos años— — ¿No te da miedo el fantasma del Monte Victoria?— — Nunca lo he visto, así que ¿cómo puede darme miedo eso?— — Pero estás asustada de mí. — declaró él.

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Taylor lo miró. ¿Lo estaba ella? Ojeó sus fuertes brazos. Ella ya había sentido su toque, sabía qué le podían hacer. Se los imaginó tocándola otra vez. En todas partes. — No, no me asustas, Cade. Sólo le temo a lo que no conozco— — ¿Y tú piensas que me conoces?— — Lo suficiente. — dijo ella sucintamente. — ¿Lo suficiente para confiar en mí?— Taylor vaciló. — No lo bastante. — admitió ella, entonces sonrió un poco tímidamente. — Eso está bien— — Lo siento si te puse en un aprieto esta noche— — No te preocupes por eso— — ¿Así que te proponen cosas todo el tiempo?— Cade se encogió de hombros. — Va con el trabajo— Ella abrió la puerta y la empujó para abrirla. — Una cosa más. — la mano de Cade tocó su hombro desnudo. Chispas volaron y su respiración se estancó en sus pulmones. Ella se volvió hacia él, pero cuando él tomó su cara en un casi tierno abrazo, esa delicadeza succionó todo en ella. Entonces la besó. Taylor jadeó e inhaló su esencia. Puro sexo. Puro macho. Esto casi la manda hacia el límite, hacia un lugar que ella no conocía. Hasta ahora. Ella lo besó también. Él provocó su boca, raspando el final de sus labios con sus dientes y, una vez más, Taylor se empezó a sumergirse. — No puedes esconderte en tus casamientos de fantasía, Taylor.

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Su voz casi ronroneó contra su mejilla. Pero el cerebro de Taylor se había apagado a todo, menos al sabor de él y la dolorosa necesidad que se inflamaba en lo profundo de su interior. — Esta es nuestra fantasía. ¿Es eso lo que quieres? — preguntó él. Definitivamente. Pero ella no dijo eso. No podía admitirlo. No en voz alta. Ni siquiera para ella misma, realmente. Ella se alejó y luchó por oxígeno. Necesitaba respirar. Pero, oh, cómo necesitaba que el beso de Cade durara para siempre. Nada es para siempre. Con dedos temblorosos, ella peleó por controlarse, rebuscó en su cartera. Se negaba a mirar a los condones. — Aquí está mi tarjeta. Si tú... — No he cambiado de opinión. — él la miró, ojos oscuros y serios Todavía es un sí—

La tarjeta resbaló de sus dedos. — ¿Lo es? — Ajá. Así que, ¿qué pasa ahora?— — No lo sé— — Es tu llamamiento. Tú eres la jefa. ¿O pensabas que tú podrías sólo saltar sobre mis huesos y acabar con esto esta noche? Taylor se tragó su vergüenza. Sí, eso era exactamente lo que ella había pensado. Eficiente. Organizado. Acabar con esto y seguir con tu vida. Él levantó su mano, dándole la vuelta como si intentase leer su palma. Él sonrió — lento y dulce. Esto la hizo querer alargar el brazo y trazar su boca, para sentir su sonrisa. — Lo siento, no puedo hacerlo. — ¿Por qué no? — Dios, ¿en verdad había preguntado eso?

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— Porque, llámame chapado a la antigua, pero creo que necesitamos llevarlo con calma, vamos a arder, calentarnos y ponernos de humor. Hacer el amor no es wham bam, gracias señora3. Es una forma de arte. ¿Humor? ¿Forma de arte? Señor. Ella estaba de humor ahora. Un beso y su cuerpo quemando por él. Tenía que salir de aquí antes de que hiciera exactamente lo que él dijo y saltara sobre sus huesos. — Bueno, gracias por ser un... caballero. — No hay problema. ¿Cuándo te gustaría que nos encontrásemos otra vez? ¿Qué te parece en 10 minutos?, propuso su subconsciente. — Um... quizá mañana. Tendré que revisar mi agenda. — Por supuesto. Negocio antes que el placer. La cabeza de Taylor se alzó de golpe. Ella pilló la divertida sonrisa de Cade. Esos hoyuelos eran una tentación. — El negocio es lo que paga las facturas. — Y el amor es lo que hace que el mundo gire, o eso es lo que dicen. — Esto no se trata de amor. La sonrisa de Cade se resbaló. — No, no lo es. Esto es sobre darte un poco de experiencia. No te preocupes. Te llamaré. Taylor se dio cuenta de que había sido sumamente despachada. Empujando para abrir su puerta, ella se dobló para salir lo más rápido que sus temblorosas piernas le permitieron y, aunque se agachó para decirle gracias, Cade no le dio tiempo. Aceleró su sexy coche y, con un chirrido de neumáticos, se perdió en la noche. — Justo como un caballero en su brillante armadura. — murmuró Taylor mientras miraba al vehículo retirarse. El problema era que ella no estaba segura de que podía soportar ser rescatada por el Sr. Harper. 3

Se supone que debe rimar. Del original: "wham bam, thank you ma'am".

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Las revoluciones del Mustang vibraban mientras Cade conducía por Monte Victoria. No tenía ni idea de por qué se dirigía allí, excepto por que no estaba preparado para volver al bar y enfrentar a las miradas curiosas o al interrogatorio de su hermana. Katie puede ser la menor de los hermanos Harper, pero seguro que ella ya lo había preparado por su preocupación maternal. Él se había acostumbrado a ello con los años, pero justo ahora, no estaba de humor. Él estaba de humor para Taylor Sullivan. Primero, la mojigata Taylor con largas y esbeltas piernas, que él estaba seguro de que seguro de que no terminaban nunca. Las imaginaba envueltas alrededor de él, sujetándolo hacia ella. Y tobillos... ¿Desde cuándo los tobillos se habían vuelto tan malditamente sexies? Cade se movió incómodamente. Necesitaba un ducha fría, y pronto. Aunque no pudo evitar preguntarse qué era lo que descansaba bajo su exterior. ¿No sabía ella que cubrirse era más seductivo? Eso deja a un chico asombrado, y él estaba asombrado. Él llevó su coche a una parada en la cumbre y apagó el motor. El silencio lo rodeaba mientras que en la distancia la cuidad palpitaba, de la misma manera que su cuerpo palpitaba en el momento en que sus ojos se posaron en Taylor. Desabrochando su cinturón de seguridad, se hundió en el asiento, excluyendo las luces bajas. Pero no pudo excluir a Taylor. Su imagen se reproducía en su cerebro. Sus conmovedores ojos, la manera en que ella lo miraba, una suave súplica silenciosa en un mar azul que amenazaba con abrumarlo. Mejor vuelve a controlarte, Harper. La manera en la que ella se sonrojó y miró lejos avergonzada, como si fuese pillada haciendo algo travieso. Ahora mismo, travieso parecía muy agradable. Y Cade había presenciado la desesperación en sus ojos también. Taylor quería experiencia sexual, creyendo que ella podría estar capacitada para aconsejar mejor a sus clientes. Esto sonaba raro, pero él podía entenderlo en realidad. ¿Cuántas veces había terminado como un consejero gratuito para un cliente habitual que lloraba en su embriaguez?

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Sí, pero tú no los besas, ni los desvistes... ni te los llevas a la cama. Y ese era su problema. Ella le había pedido que la besara. Él lo había hecho y quería más. Mucho más que eso. Sus labios, su cuerpo. Todo. Una degustación, un toque de su dulce y tentadora boca bajo la suya, y él había estado enganchado. — Tonto movimiento, Harper. — él maldijo en el silencio. Él debía haberla mandado a paseo, pero no lo hizo y, maldita sea, eso se sentía bien, cuando él sabía no que debería. Ella era demasiado, perfecta. Y eso lo asustaba. En todo lo que podía pensar era Taylor y en cómo ella se sentía en sus brazos. Pero no podía ignorar sus responsabilidades. Nunca lo había hecho. No desde que tenía diez años y aquellos que debía haber sabido mejor, ignoraron las suyas. En un abrir y cerrar de ojos, Taylor se había convertido su responsabilidad. Para cuando él estacionó el Mustang detrás del bar, la multitud había disminuido, aunque una escapada se probó imposible. — Hey, Cade, ¿tuviste suerte?— Nah, ella parece demasiado dulce para nuestro hombre. Cade frunció el ceño a las insinuaciones maliciosas, y sus manos se juntaron en puños a sus lados. Cuando él cruzaba el bar, sintió la mirada de su hermana siguiéndolo, pero se negó a admitir su silencioso interrogatorio y le dio un desdeñoso saludo con la mano a los demás. Paseó la mirada por el bar. Necesitaba un trago. Y tiempo para pensar. Llenando un vaso con los restos del hielo medio—descongelado de la hielera, se sirvió un whiskey y se dirigió directamente a la sala de atrás. Perfume. El perfume de Taylor. Cade patinó para detenerse. La seductora fragancia a rosas y lilas atacaron sus sentidos en el momento en el que entró. Sus ojos se cerraron e inhaló, recordando cómo su piel había olido también. Ahora no sería capaz de deshacerse nunca de ella de su cabeza o su cuerpo. Hundiéndose en su silla detrás de su escritorio, sujetó el vaso. El hielo tintineaba y giraba en un camino aguado por el líquido dorado. Contó mentalmente hasta diez y esperó. La puerta se abrió y él miró a su reloj. — Justo a tiempo. —

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— Tú y yo necesitamos hablar, Cade. Él dio un suspiro resignado. — ¿Por qué no estoy sorprendido de que seas tú, Katie? — No te pongas arrogante conmigo ahora— — Como si pudiera. — él levantó sus manos en rendición mientras su hermana entró en la habitación y cerró la puerta detrás de ella. — El bar está cerrando. He contado el efectivo.— — Gracias. — pero Cade sabía que algo más estaba por venir. — Así que, ¿quién es ella?—. — Nada que te incumba. — dijo él tranquilamente. — Seguro que lo es. Tengo que cuidar de mi hermano. Tu historial viene antes que tu.— — ¿Qué historial? — él intentó negarlo, pero sabía que sus antecedentes con las mujeres estaban a punto de jugar en su contra. — Eso es exactamente a lo que me refiero. Demasiadas para recordarlas. La especie femenina cae a tus pies como moscas—. — ¿Y el punto es? — Cade moderó su tono. Lidiaba con el entremetimiento de Katie porque la quería. Desafortunadamente, ella no pilló el indicio. — El punto es que ellas babean por ti, y tú juegas el juego, una noche tras otra. Ésta es distinta— — ¿Cómo es eso? — él estrechó su mirada en Katie, sorprendido por su intuición. Pero ella no se dio por vencida. Estaba lanzada. — Bueno, para empezar, ella tenía la ropa puesta. Hasta ahora. La mente de Cade zumbó. — Es una organizadora de bodas — él propuso como una forma de contemporizar. Viendo la sorpresa en la cara de su hermana, él casi se ríe a carcajadas, a su pesar. Los ojos de Katie centellearon.

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— ¿Algo que debiera saber?—. — Nop— — Oh, sí, eso es verdad. Olvidé que tienes miedo al compromiso—. — Culpa de eso a una persona—. — No puedes seguir culpándolos, Cade—. La mandíbula de Cade se tensó junto con todos los músculos de su cuerpo, recuerdos indeseados lo llevaban instantáneamente a un lugar triste y oscuro que él no quería visitar. Pasaba siempre que mencionaban a sus padres. — No es asunto tuyo. Eras demasiado joven para saber lo que pasó—. — Quizá, pero he visto las consecuencias—. Y él las había vivido. — Olvídalo. Está fuera de discusión—. — ¿Así que? — su pie golpeteó un tatuaje cuando se puso con las manos en sus caderas. — Estoy esperando—. — No te darás por vencida, ¿verdad?—. Ella le dio una extravagante sonrisa de "te lo dije". — Terca como una mula—. — Venimos de la misma piscina de genes, Cade, así que no olvides de mirarte a ti mismo—. Cade exhaló. La mirada determinada de Katie hablaba a gritos. — Taylor es... una socia de negocios. — dijo él. — Me ayudará a promocionar el nuevo bar de cocktails. — ¡Ella! Ella ni siquiera parece ser del tipo bar. ¿Qué gana ella, a parte de una gran tarifa de asesora?—. — Eso no tiene que ser así—.

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— Te conozco, no lo olvides. — dijo Katie, agitando su dedo hacia él. Diez largos minutos después, Katie se rindió afortunadamente y lo dejó, aunque la paz no llegó. Estaba en un conflicto interno. La intuición le decía que corriera rápido. Pero, instintivamente, él sabía que no podría alejarse de Taylor. Ella lo necesitaba. Ella necesita perder su virginidad. Puedo ayudar en ese asunto. Cade apretó sus ojos intentando bloquear a Taylor de su mente y su cuerpo. Todo zumbaba con un fuego tan malditamente urgente que le llevó todo el poder de voluntad del mundo para contenerse. Quería saltar en la cama con ella ahora mismo. Hacerle el amor, largo y lento y dulce, entonces caliente y rápido, una y otra vez hasta que pudiese borrar su necesidad de ella. ¿Por qué tan extremo? ¿Por qué tan urgente? Carajo, si él lo supiera. No era algún chico de colegio adolescente necesitando darse el lote. Además, el pensamiento de Taylor con otro hombre roía un camino directo hacia sus entrañas. Maldita sea, él no quería que le importase, pero lo hacía. Y eso deletreaba un gran y peligroso momento.

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Traducido por Laura Soto y Mais020291 Corregido por Judyher y Sabina_Salvatore

la mañana siguiente, Nita en el momento que entro en su oficina dejó de lado a Taylor. — Parece que tuviste una noche larga. Olvídalo. Taylor levantó la mano. Puedes dejar de insinuar. No pasó nada.

A

¿Quieres decir qué... no?

Taylor fijó su atención en su diario frente a ella, pero con Nita asomándose, sabía que no tenía ninguna posibilidad de evasión. No, ella finalmente respondió con un movimiento de su cabeza No lo hicimos. De hecho, Cade Harper fue un perfecto caballero. Nita soltó el correo de la mañana en frente de ella. Da. Tú no quieres un caballero. Quieres fantasía. Y ahí estaba el problema. Taylor tenía fantasías y sueños en la noche. Horas y horas de imágenes vívidas, un calor en espiral hacia abajo bajo, cuando ella creía que podía sentir el tacto de Cade, necesitado y urgente. Había sido una noche larga y solitaria. Bien, vamos a ir al grano dijo ella, tratando de ocultar su estado de ánimo. Ella dejó caer su maletín al lado de su escritorio y encendió su equipo. ¿Y qué hay de tus sueños? La pregunta que le había hecho la noche anterior repite de nuevo. Ella había soñado desde hace mucho tiempo. Pero Taylor había aprendido que la realidad y los sueños no se mezclaban. La muerte había llegado hace tiempo, y le había dado un respiro triste envuelto en un manto de culpa, y con ella, la oportunidad de sus sueños había sido robada, hasta ahora. Ahora, ella soñaba con algo muy diferente. Sexo con Cade. Caliente, ardiente y sexo maravilloso. Taylor cerró los ojos. Oh, Señor, ella era un desastre. La mañana transcurrió en un torbellino de mensajes y la creación de planes en papel para la disposición de los asientos para una boda próxima. Era también vincularse con sueños enredados sobre Cade Harper y, por la tarde, incapaz de concentrarse, se

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encontró mirando el teléfono cada pocos minutos. Sus manos temblaban mientras cogía su taza y bebió un sorbo de Mochaccino. Estas son las cuentas mensuales. llamado?

Nita las colocó delante de ella.

¿No ha

No. Taylor se negó a mirar a los ojos de Nita. En la tarde he jugado al wil, no lo juego, al igual que cuando éramos niños, tomar los pétalos de una margarita. Él me ama, no me ama... Su voz se apagó. Esto no es sobre el amor. Lo sé. Se trata de sexo heterosexual. Wil, no necesariamente

contestó Nita, dando a Taylor un sabio guiño.

Taylor, trabajas demasiado. ¡Tienes que salir, tener una vida! Tengo una vida. Taylor recogió las cuentas. En absoluto lo último que quería era centrarse en estos momentos. No, no. Es mi vida, Nita. Sí, pero a veces necesitamos una sacudida. No creo que me estédandouna sacudida, — admitió. Nunca pensé que te rindieras. Su negación fue automáticamente.

Yo no me doy por vencida.

¿Realmente? Así que ¿por qué no le has llamado? Sí, ¿por qué? Porque tenía un tonto miedo y se había puesto demasiado profundo. La forma en que Cade la hizo sentir con un solo beso la asustó. Es una idea estúpida, él es... Todo lo que siempre quisiste. Yo no lo quiero. Mentirosa, — replicó Nita, riendo. de él. Has cometido un error con Rob. Déjalo salir. escritorio.

Tal vez no, pero realmente necesitas

Taylor cayó de nuevo en la carpeta de cuentas en su

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¿Por qué? El reduce a Rob, ¿no es así? Confundisteel gustar y la ternura con amor. Pensaste que habías caído enamorada del chico de al lado. Eso es un amigo. Pero había algo más. Cosas profundas. Emociones que Taylor no sabía cómo manejar. O si lo deseaba. Sus hombros se hundieron, y ella se dejó caer en su asiento. Está bien, estoy de acuerdo, Cade es un chico guapo. Él rebosa encanto y atractivo sexual y tiene un cuerpo para morirse. ¿Te estás escuchando? Estás loca por el hombre. No lo estoy. Nita se frotó las manos con regocijo evidente. Oh, Taylor, Puedo leerte como un libro. Es hora de seguir adelante y probar las aguas otra vez. Nita tenía razón en cierto modo. Pero, en verdad, Taylor sabía que era diferente de su familia. Se casaron con sus primeros amores, eran cumplidores con sus híper Megacerebros. Sus padres eran matemáticos, su hermano un científico y su hermana un médico, mientras ella se había convertido en una wedding planner. Hablar de una clavija cuadrada en un agujero redondo. Y una decepción. Cuando el reloj superó las cuatro y Taylor se encontró mirando a la nada, perdida en un mundo de ¿Qué pasaría si...? Cuando el repique del teléfono la arrastró de su ensueño. Atrapándolo, ella pulsó el botón para hablar. Bodas Creativas. ¿Taylor? Su boca se abrió. Se cerró. Se abrió de nuevo. ¿Estás ahí? De repente, ella se puso sus chanclas y sus pechos se sentían pesados por la necesidad. Um, sí. Es Cade Harper. Oh, sí. Ella lo sabía. He llamado antes, pero tuve un problema en el bar. cualquier cosa. ¿Puedo ayudarle?

Piensa en algo,

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Cade se echó a reír, un sonido pesado de terciopelo que retumbó desde lo más profundo en su pecho. Lo había escuchado ayer, sentía por debajo de ella la punta de los dedos cuando se habían besado. Oh, Señor. Tú eres el problema. Sus latidos silenciosos, y las chanclas en su vientre patinaron hasta detenerse. — Ya veo. He estado tratando de organizar más personal extra para esta noche. ¿Esta noche? Aún quieres salir, ¿no? ¿Fuera? —Lo que quiere decir una cita, una estúpida C – I – T — A. Otra de las risas profundas de Cade se hizo eco en la línea telefónica y envió un río de hormigueo de escalofríos arriba y abajo de su espina dorsal. Estás repitiendo todo lo que digo. Pensé que eras una dama de palabras más que eso. Háganlo juntos, Sullivan. Eso sí, esos suspiros me dejan casi sin aliento hacen que me ponen de un tipo de humor. Taylor apretó los labios. Ella no lo podía creer.

Tú llamaste por teléfono.

Te dije que lo haría. ¿No me crees? De repente, el timbre de la voz de Cade cambio, la luz, el tono burlón sustituido por una seriedad que no había oído antes. Cuando doy mi palabra, Taylor, lo digo en serio. Yo me atengo a ello. Y dijiste que íbamos a llegar a conocernos. Es por eso que llamé. Oh, Dios mío. ¿Qué tal esta noche? Esta noche— chilló ella. Esta noche parecía demasiado pronto. cómo en el sentido bíblico?

¿Conocido

Tenemos que caminar antes de correr. Voy a recogerte a las siete y media, ¿de acuerdo?

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Ella asintió, y luego se dio cuenta de que tenía que hablar. Bien. Aunque no podía dejar de preguntarse lo que ‗caminar‘ era en cuestión. El teléfono hizo clic, y Taylor pulso el botón de apagado y la dejó caer en su cuna. Durante varios minutos, ella simplemente se sentó, aturdida. El paseo por la montaña rusa había comenzado. Echó un vistazo a su reloj. Las cuatro y media. Ella tenía una cita con Cade. Después de agarrar el bolso, ella cavó profundamente para buscar sus llaves. Nita entró en la oficina cuando Taylor puso la bolsa sobre su hombro. ¿Vas a alguna parte? Tengo una cita. — Ella dio a su ayudante el visto bueno. Así se hace. No se te olviden los condones. ¡Oh, muchacho! Durante tres largas horas, asustadiza, Taylor paseaba por su dormitorio. Deseo por enésima vez que nunca había ideadoun plan tan descabellado. Además, ¿quédiablos lleva a una mujer a seducir a un hombre? Taylor inspeccionó la pila de ropa sobre la cama. Había pasado tanto tiempo, que no tenía ni idea. De hecho, nunca había realmente ido a una cita. Rob siempre había estado allí. Habían comenzado kindergarden4 juntos, habían pasado por la escuela primaria y secundaria. Todo el mundo pensaba en ellos como una pareja. Siempre. Pero no siempre fue posible. Taylor miraba un vestido gris y una chaqueta, tocó la textura fina de la tela mientras una burbuja de histeria la obligó más cerca desde la punta y siguiendo el recorrido como loco. Típico. Un armario de ropa a lleno y nada que ponerme. Nada remotamente sexy. Taylor se hundió en la cama y abrazó el traje gris contra su pecho. — Aburrido. Eso es lo que dice. Aburrido, aburrido. Lo que tienes es trabajo, no una vida. Pero ¿cómo iba a forjar una vida cuando los demás son el punto de referencia? Su familia ―ponte al día‖ con su lado creativo, creía que iba a ver la luz y un día ir a la universidad y ser como ellos. Pero se equivocaron. Ella nunca podría ser como ellos. Como los números verdes iridiscentes del reloj de radio en su mesita de noche marcada cada vez más a las siete y media Taylor se miró en el espejo de cuerpo entero, vio el miedo y el rubor de sus mejillas colorear de pánico. 4

La guardería o Jardín de infancia.

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Ella cogió el vestido más cercano, una bufanda elegante, negra con los hombros seccionados, y se lo puso, girando frente al espejo. Ella captó su imagen de nuevo. Esta noche es la noche susurró, y recorrió los labios con las yemas de los dedos. Sus ojos se cerraron. Podía sentir a Cade, sus labios sobre los de ella. Tan hermoso. El calor combinado en su ser, y ella dejó caer su mano allí, deslizando una suave caricia sobre su estómago. Un golpe de martillo en la puerta principal, y su cabeza agotada rápidamente. Maldita sea. Con ropa esparcida por la habitación sin duda no se parecía a un pozo de pasión. Taylor acorralo sus ropas dispersas y las metió en el armario. Cogió su chaqueta y el bolso y deslizó sus pies en un par de sandalias negras de tiras e hizo una línea recta hacia la puerta. Taylor juró que su corazón se detuvo mientras abría la puerta a Cade y tuvo que obligarse a respirar. Difícil cuando simplemente le quitó el aliento. Vestido con pantalones oscuros y una camisa que desencadenan sus actividades al aire libre de bronceado, Cade se puso bajo la luz de noche en su puerta, una chaqueta deportiva colgada del hombro. Se veía muy bien, y Taylor tuvo que obligarse a sí misma a no extender la mano y tocarlo, pasar sus dedos por el pelo. Los ojos oscuros envueltos por largas, gruesas pestañas la mantuvo cautiva, y su sonrisa se profundizó en sus hoyuelos. Ella quería besarlos. Finalmente, se las arregló para hablar. — Estás a tiempo. ¿No creíste que lo estaría? Pensé que quizás el bar te puede mantener ocupado. No me creo lo bastante todavía, ¿verdad, Taylor? El calor quemó sus mejillas. Culpable de los cargos. Eligió retirada inmediata. Déjame buscar mi chaqueta. ¿Qué? ¿No me vas a invitar?— Bromeó. Taylor no sabía qué decir, y en el fondo no estaba ni siquiera segura de lo que debía decir, o lo que debía esperar. En su lugar, Sacudió la cabeza y, con la chaqueta y el bolso enla otra mano, movió la cerradura de la puerta principal y la cerró. Frondosas plumas de lavanda vigilaban cada lado de la ruta de acceso y tiñendo el aire de la noche, mientras caminaba con Cade hacia el coche. En la puerta de madera blanca, se detuvo y se volvió hacia ella con una grave expresión. Se inclinó cerca. La esperanza y la expectativa se dispararon dentro de Taylor. Sus labios se separaron, un calor estremecedor coloreo su mundo. ¿Cade iba a besarla?

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Es posible que haya que someter la propuesta final para mí, Taylor, pero no te preocupes, no te apresures. No soy un joven tosco que no puede esperar a ponerse en marcha. Por qué puedo.— dijo con determinación. Taylor trago duro y aplastó su decepción. La cuestión era ¿Iba a hacerlo? Estacionado en la acera el Mustang, las curvas y los ángulos y el cuero rico, real. Se veía como un coche real. Taylor se deslizó. ¿A dónde vamos? Cade sintió la tensión a medida que disminuyó el coche en el tráfico de la noche. Divertido, él sentía lo mismo. La emoción. La adrenalina. Él luchó para encontrar su voz. Espero que te guste el marisco. Sí. Su respuesta fue tranquila, casi etérea, y lo rechazo adelante sin siquiera intentarlo. Ella apartó la mirada. Cade cambiaba de marcha. Bajo la ventana y luego quito el seguro. Él la miró. Tiesa y rígida, con las manos cruzadas firmemente en su regazo. Él sonrió. Me siento como niño otra vez dijo. No saber qué decir. Nosotros, si te sirve de consuelo, yo estoy muy nerviosa. Sí, supongo que sería. — La expectativa de saber más sobre Taylor y por qué había esperado tanto tiempo agitaba su imaginación, y más. Vestida con un vestido negro que rozaba sus curvas, ella le recordaba a sus coches. Taylor tenía curvas que le encantaría acariciar. Podemos comenzar fácil dijo, y extendió la mano y llevó su mano en la de ella. La oyó exhalar, acompañado de un pequeño estremecimiento. No estaba haciéndolo nada mejor. Su ingle había dado un golpe directo. Trató de pensar en otra cosa que sexo. Lanzó otra mirada a Taylor. Tan hermosa, con el pelo en un moño elegante, dejando al descubierto el cuello y los pendientes sexy que colgaban de los lóbulos increíblemente seductores. Oh, hombre. Lo tenía mal. Sexo con Taylor era sin duda su pensamiento. ¿Sabes en quéestaré pensado esta noche, por tu culpa, preguntándome lo que llevas debajo de ese exterior tenso que representas? No hay nada debajo... ¿Realmente? brillaron.

Interrumpió él.

¿Nada, como desnuda?

Sus ojos

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¡No! La negación de Taylor rompía los límites del coche. soy— dijo. Su sonrisa se resbaló y sacó su mano de la de él.

Yo soy lo que

Oh, no, no. Eso se queda aquí. Juego plano, ¿recuerdas? Aunque debo admitir que la posibilidad de que estés desnuda debajo de ese elegante vestido de negro me va a enviar al abismo. Mi concentración ha tomado un vuelo en picado. Mantén tus ojos en la carretera, Cade. Sí, señora. ¿Cómo iba a sobrevivir a la noche, y la forma en que pudo reaccionar con tanta fuerza a una mujer a la que sólo acaba de conocer? Pero lo hizo, y nada lo había preparado para la sacudida de calor fijándolo al lugar en el momento en que Taylor había abierto la puerta. A partir de ese momento, había estado a punto de perderla. Y en este momento, definitivamente quería perder las manos en su pelo, descubrirque había hecho la noche anterior, dejar que se deslice sobre sus manos, sentir sus labios bajo los suyos. Quería explorar, no escuchar a su conciencia. No le había tomado la mano, sin embargo, y fortalecida su esperanza. Trazó un patrón a través de su mano, disfrutando de la sensación de su piel debajo de la suya. Tarde en la noche, mi mente me juega trucos. Tenía adivinanzas. ¿Quieres saber lo que se me ocurrió? se preguntó. La vio vacilar y continuó. Creo que estás asustada de la vida. Eso es ridículo. Tengo un negocio exitoso. Hice un poco de investigación. La mandíbula de Taylor cayó, y esta vez ella tiró con fuerza y logró sostener su mano. ¿Estuviste investigándome? Por supuesto. Al igual que lo hiciste conmigo. Cade condujo el Mustang hacia el Puente del Puerto, que se extendió desde la costa norte de la ciudad central, donde la ciudad que los padres habían reclamado la tierra de la costa hace más de cien años. ¿Cuánto tiempo has estado interesado en los coches clásicos? La pregunta inesperada de Taylor le cogió con la guardia baja. — Buenapara cambiar de tema — bromeó. Una pequeña sonrisa tocó su boca, pero mantuvo los ojos en la carretera. No le impidió llegar a su mano de nuevo, sin embargo. Esta vez, Taylor no se resistió. Cuando era niño, solía pasar el rato en la pista de carreras — dijo mientras pasaba los muelles de contenedores. — Mi pasión es la velocidad. Cuando

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comencé a hacer un poco de dinero serio, me compré un coche viejo y lo renovaba en mi tiempo libre. ¿Este? Sí

dijo con orgullo.

Este es el bebé del grupo.

¿Hay más de uno?

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Cuatro, para ser exactos. Impresionante. Te los mostrare en algún momento. Un aleteo de risa escapó de sus labios. aguafuertes.

Eso suena como su versión de

Cade movió sus cejas sugestivamente. — ¿Por qué no vienes a verme alguna vez? — dijo en un acento falso. No creo que estés en lo cierto. ¿No era Mae West, quien dijo eso? Oops.

Él se echó a reír con ella, y él comenzó a girar la palma con el

pulgar. Juego lento. Juego verbal lento. Había empezado. —Pero si quieres ver los autos, estoy feliz de mostrarte. —Gracias. Me gustaría eso. Este auto es ciertamente exótico. Debe tomar mucho tiempo restaurarlos. —Sí. —Dedicación y compromiso. —De eso se trata. —Aun así eres anti—compromiso. —Si te refieres al matrimonio, entonces estás en lo correcto con esa puntuación. —Acordó. El cambio en su tono había sido ligero pero definitivo. —¿Los conduces todos?—


—Por supuesto. Los autos están para conducir, no simplemente para mostrar. Son como máquinas, justo como los humanos, y destinados a ser usados. Taylor recordó la forma en que Cade había acariciado las curvas del auto, casi tiernamente, bendiciendo su belleza. ¿Sería así de gentil con ella? ¿Cómo sería realmente su toque? —Estamos aquí.—anunció mientras aparcaron en un estacionamiento a lo largo de la línea de la costa. Taylor alzó la mirada ante un edificio de dos pisos, ubicado en la curva en OkahuBay, uno de los barrios más exclusivos de la ciudad. En años anteriores, el edificio había sido parte de un centro de control de la ciudad de aguas residuales, y recientemente, había sido convertido en un restaurante de alta. Cade apagó el motor y todo estuvo en silencio. Las mariposas en el estómago de Taylor realizaron piruetas. Él se movió para enfrentarla. —Hay algo que he querido hacer desde anoche.—La boca de Cade cubrió la suya. Se había ido el beso tentativo y gentil. Este era caliente y demandante, sin aliento. Hermoso. Él se apartó, sus ojos oscuros y sus párpados interiores encapuchados. Los ojos del dormitorio, pensó ella. Él le sonrió con una sonrisa de medio lado que tiró de su corazón. —No podía esperar. Ella también quería su beso. Una pequeña parte había querido que continúe para siempre. Pero luego una culpa triste e insidiosa, serpenteó a través de ella, rompiendo su alma. Recuerda, esto es un experimento. Para experimentarlo una vez. Un grito áspero fue arrancado de sus labios. —No.— Se limpió la parte de atrás de su mano a través de su boca, intentando borrar la tentación. Atrapó la mirada acusadora de Cade, la sintió recostada en su boca, y su mano cayó. —Lo siento. Me tomaste desprevenida. —dijo ella, sintiéndose como una mujer remilgada que él pensaba que era. —¿Cuántos años tienes, Taylor?

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—Veinticuatro. —Eso es lo que no entiendo. Eres muy exitosa, ejecutas un negocio próspero, pero en este tiempo y edad, muchas mujeres de tu edad no son… —Vírgenes.— terminó ella por él. —Sí. —Bueno, eso es duro.— dijo de vuelta. —Porque lo soy. No es una enfermedad. —Nunca dije eso. —No, no lo hiciste. Sé que soy la extraña aquí. Lo he sido todo el tiempo. Nada nuevo aquí. Necesitando poner espacio entre ella y Cade, Taylor salió del auto en la noche fría. Piel de gallina corrió por sus brazos desnudos, y su respiración se empañó en la oscuridad. Él vino a situarse a su lado. —Lo siento. No quise tocar un tema delicado. —No te preocupes. No es nada. —Pero lo era. Era su pasado y su presente, algo que nunca se iba y con lo que vivía diariamente. —Vamos—. Cade la giró hacia el restaurante. —La cena espera. Pongamos toda esta charla hosca detrás de nosotros por la noche y disfrutemos de nosotros mismos.— Estiró una mano hacia ella. Ella dudó por una fracción, luego la tomó y le dio una sonrisa fugaz. —¿Por

qué

no?

Sólo

vivimos

una

vez.—

dijo

ella.

Rob había vivido sólo una vez, dejando la culpa y la tristeza atrás. Su culpa —que ella le había mentido a él. ¿Pero cómo podría haberle dicho a un hombre moribundo que ya no lo amaba? Sedado y sofisticado, Hammerheads destilaba exclusividad y disfrutaba de la reputación de ser el mejor restaurante de comida marina en la ciudad. Con sus arqueadas ventanas Paladian abiertas a una vista panorámica del puerto y la multitud de barcos amarrados al lado, colocaba una escena exquisita para los comensales. Acercándose de inmediato por el maestro, Cadeguió a Taylor a través del restaurante, su mano descansando en la pequeñez de su espalda. Su toque

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destrozaba su concentración, y ella luchaba por enfocarse en cualquier cosa excepto en el guapo hombre a su lado. Una vez que estuvieron sentados, el mesero proveyó los menús y una lista de vinos. Cade discutió varios vinos con él, sorprendiendo a Taylor. Debe de haberlo mostrado mientras él bajaba la lista de vinos y dio un corto asentimiento al mesero, quién se escabulló. —No solamente soy un chico del bar. —Me di cuenta de ello. Su mirada firme sostuvo la suya. —¿Tú? —Sí. Por supuesto. —Realmente no estás segura sobre mí, admítelo. Dije que me preguntaba quién era la verdadera Taylor Sullivan. Ahora lo entiendo. —¿Entender qué?— Taylor sorbió su agua con hielo. —Estás atracada en un vacío. Un pequeño y recatado mundo del que no puedes ver fuera. Dijiste que eras una clavija cuadrada. Bueno, es justo eso. Tú también encasillas a las personas. —No lo hago. Ese es mi…—Taylor cerró los labios… Esa era su familia. No ella. ¿Seguro? —Sí, lo haces. Crees que porque alguien viene del lado equivocado de los carriles, no puede ser…— La mirada de Cade observó la habitación y de nuevo a ella. —No puede ser culturizada. —dijo finalmente con burla. —Eso no es verdad. Me estás haciendo sonar como una esnob. Él se encogió de hombros y alcanzó su vaso, luego tragó su contenido en un largo trago. Taylor no podía quitar sus ojos de su garganta. Larga. Fuerte. El movimiento mientras tragaba. Calor se apoderó de ella, y debajo de la mesa, sus pies se curvaron en sus sandalias. Finalmente, encontró su lengua. —Lo siento Cade. No quise insultarte. Y… yo no soy una esnob. De hecho, si hay alguien ahora mismo fuera de su profundidad, esa soy yo. —dijo con honestidad.

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Cade podía hacerla sentir insegura, pero sus propias emociones habían colocado todo su mundo patas arriba. Tenía que regresar al control—rápido. Taylor echó su mirada fija sobre la habitación y ahogó una tristeza. Amantes. Parejas. Todo un dúo. Suaves toques, una caricia aquí, una sonrisa secreta allá. ¿Esta noche sería su tiempo para disfrutar del romance, incluso por una noche? Sólo el pensamiento de ello colocó su frecuencia cardíaca a toda marcha y jugueteó con su vaso de agua. Se estrujó los sesos para no tener una conversación contenciosa. —¿Cómo sabías sobre HughPrendergast y Brianna Bennett?—finalmente ella preguntó. Cade bajó su vaso y se echó hacia atrás en la lujosa silla de cuero. Recostó una mano en el puro mantel blanco de lino, y Taylor se encontró a sí misma fijándose por un momento en sus dedos. —Crecí con Hugh, yo en el mal camino de los carriles, él definitivamente en el otro. Los colegios son zonales y nuestro suburbio bordeaba el suyo, así que terminamos en el mismo colegio de menores, luego en secundariaHugh era nerd. Todos sacaban el niño dentro de él. No era lindo. —Intimidaciones nunca son buenas. —No. —El tono de voz de Cade se endureció. —De algún modo lo saqué debajo de mi ala, y descubrimos un amor por hacer cosas. —¿Qué clase de cosas?— —Pequeñas invenciones, aparatos electrónicos— Él giró su vaso de vino y tomó un sorbo. Taylor observó mientras su lengua pasó por su labio superior y se encontró a sí misma haciendo lo mismo. No podía respirar e intentó tragar. Nada funcionaba. ¿Estaba caliente aquí o qué? —Eso explica cómo Hugh se volvió uno de los grandes jugadores en electrónica— ella razonó. El mesero llegó en ese momento, listo para tomar la orden, y Taylor detectó el alivio de Cade ante la interrupción. Ella miró el vasto menú, insegura que tuviese la destreza mental para escoger algo. Excepto otro beso. —Qué tal la pesca deportiva cauterizas. —sugirió Cade. —Es deliciosa. Ella bajó el menú. —¿Has estado aquí antes?— Cade dio sus órdenes y el mesero esperó antes de responder.

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—Varias veces. —El centello en sus ojos de habitación ofrecían un reto silencioso. La garganta de Taylor se engrosó. —¿Con otras mujeres? —Por supuesto. —Sales con muchas mujeres. —No era una pregunta, pero una afirmación, una de la que ella ya sabía la respuesta. —¿Y eso te hace sentir cómoda o incómoda? Taylor alcanzó su servilleta, jugando por tiempo. Juegos preliminares, él había dicho. Diversión. Ella deslizó la servilleta del soporte de plata y desplegó el fresco lino blanco, lo deslizó en su regazo, luego lo miró directamente. —Oh, definitivamente cómoda. —dijo sonriendo, sabiendo que había volteado su afirmación hacia ella. Su sonrisa se amplió, y él cruzó sus brazos a través de su pecho. Su boca se secó, y ella alcanzó su vaso y tomó un sorbo estabilizador de vino. Su mirada nunca dejó la suya. —¿Cómo así? Oh, chico. Las cosas se estaban calentando. Ella había sido atrapada, y ahora él la estaba tambaleando. —Significa que eres…eh, experimentado.— finalmente admitió. —Y obtienes un buen profesor. Su mandíbula cayó, y él le dio una sonrisa cursi, como si estuviera muy satisfecho consigo mismo. —Nunca creas lo que los chismes te dicen, Taylor. Sé que tengo un perfil en los papeles. Ser propietario de una cadena de negocios exitosos asegura eso. —¿No te importa? —¿Por qué? No hace ningún daño a mi negocio. —¿Y eso es importante? —Claro que lo es. ¿No lo es para ti? —Bueno, sí. —acordó ella.

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Cade la miró por encima del vaso de cristal. —No soy una monja. Sé un montón sobre mujeres y salgo con algunas, y a la cama a veces también. Sangre hirvió en las venas de Taylor, junto a algo más… algo indefinible. No era un bonito sentimiento. Ella niveló su mirada con la de él. —Así que eso te hace perfecto. —¿Crees que soy perfecto? —Oh, ahora estás poniendo palabras en mi boca. Cade sugirió que esperaran antes de ordenar el postre. —¿Qué tal si tomamos un paseo afuera? Taylor miró la cubierta adjunta al restaurante. ¿Se atrevía? Con los otros comensales alrededor, se sentía segura – segura de sus propias acciones. Pero afuera, con sólo las estrellas y el graznido de la ocasional gaviota, ella estaría a solas con Cade. —¿Estás muy asustada como para estar a solas conmigo?—la retó, sorprendiéndola como si pudiese leer su mente. —Claro que no. —Mentirosa. —Y estiró su mano. Taylor dejó su servilleta en la mesa, y empujó hacia atrás su silla. Si no estaba asustada, entonces, ¿por qué sus piernas ya estaban como gelatina? Tomó la mano de Cade, pero una vez afuera, un temblor se deslizó arriba y abajo por su espina dorsal. —¿Frío?—preguntó Cade. Ella sacudió su cabeza, pero se empujó en su abrazo y envolvió un brazo alrededor de sus hombros. Los temblores continuaron, aunque Taylor sabía que no tenía nada que ver con el clima. Inhaló su aroma. Masculino. Sexy. Tentador. La luna colgaba en lo alto del cielo, rodeado por un conjunto de estrellas y la negrura del océano. La bofetada suave de las olas rodando con la marea, trajo la fragancia picante de la espuma de mar. —¿Ves ese grupo de estrellas?—Cade apuntó hacia el cielo. —Esa es la Cruz del Sur. —Se inclinó hacia ella, su respiración producía un aleteo caliente a través de su mejilla. —La Cruz se encuentra a lo largo de la Vía Láctea, rodeada por el

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Centauro. Y al pie de la cruz—dijo, indicando las estrellas que hacían la constelación —es Acrux. Es la estrella más brillante. —Muy impresionante. —Un marcador a mi favor. Eso es bueno. —Él devolvió su sonrisa. Con su espalda a la vista, Cade se inclinó contra la barandilla y la jaló para recostarla entre sus muslos partidos. Su estómago hizo una doble vuelta, al tanto al instante en que su muy descarada excitación pulsaba contra ella. —¿Cuándo aprendiste todo esto?—preguntó ella, intentando detener el impulso de aferrarse a él y no dejarlo ir. —Cuando era niño. —Pero su sonrisa desapareció y sus ojos desbocados. — Muchas horas gastadas mirando las estrellas cuando mis padres no se soportaban uno al otro. Más fácil enterrar mi cabeza en los libros y el universo que escucharlos pelear. —¿Discusiones? —Podrías decir eso—respondió. —¿Ves esa?—dijo él, trayéndola con él. Envolvió su brazo libre alrededor de su cintura, sus dedos acariciando su estómago a través de su vestido. Un revoloteador suspiro se escapó de los labios partidos de Taylor. El aire de la noche podría haber enfriado su piel, pero su cuerpo definitivamente empezaba con una lenta quemazón. —Esa es Virgo. Es la única visible a través de Abril a Julio y es conocida como la Maiden. Representa casi cada mujer famosa y poderosa en la mitología. —Me gusta eso. Ser alineada con mujeres poderosas. —Las mujeres siempre son poderosas. Sólo que no lo saben. —Cade murmuró crípticamente contra su oído. Pero el momento de reclusión no duró mientras las puertas del restaurante hacia la cubierta se abrieron y un grupo familiar salió ante la noche de enfriamiento. Cade no dijo nada, pero le dio un beso rápido en sus labios, tan suave que Taylor no estaba segura de que había sucedido. Excepto que su boca hormigueó. Él la guió de regreso al restaurante, y retomaron sus asientos. El postre ya estaba servido.

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—Esto está delicioso.— Taylor gloriaba en la suave ambrosía mientras se deslizaba sobre su lengua. Ella alzó la mirada a Cade. —¿Quieres probar? —Claro. Una lenta sonrisa secreta curvó las esquinas de la boca de Taylor. Ella podía haber sido una ruina más temprano, recorriendo su vestuario buscando algo sexy para usar, pero mientras le ofrecía a Cade su cuchara, el sexo definitivamente estaba en su mente. Él envolvió sus dedos alrededor de los de ella y sus labios se partieron. La respiración de Taylor se aceleró. Se imaginaba besándolo, su lengua deslizándose sobre su piel. Él lamió la cuchara, ojos oscuros alimentados con deseo, sosteniendo los suyos. —El gusto es todo. —Él se limpió la punta de la lengua por su labio superior. El timbre en su voz había cambiado, cargado ahora. Debajo de la mesa, ella apretó sus muslos. —¿Le dices eso a todas tus mujeres?— Ella escuchó su voz. Sonaba apasionado, incluso sexy. Chico, ella estaba en un rollo. Esto era fácil. Se sonrió a sí misma. ¿Quién habría pensado que Taylor Sullivan podría ser sexy, inteligente, diablos, incluso descarada? —¿Vamos a regresar a eso de nuevo? Taylor sacudió su cabeza, luchando por concentrarse, incapaz de enfocarse en otra cosa que no sea en lo que Cade hizo con esa boca sabrosa. Respiró lentamente, hasta que finalmente encontró control, o al menos una semblanza de este. —Sólo me preguntaba si era una de tus movidas. Una que has practicado, ya sabes, para lograr que tus citas entren en el humor. La sonrisa de Cade se redujo ligeramente, y sus hoyuelos la tentaron de nuevo. —Ah… ese humor. Mmm, déjame ver. Un restaurante fino, gran cena, vino, buena conversación.— Tomó un lento sorbo de su vino, su mirada nunca dejando su rostro. —¿Eso iguala sexo por postre?— ¿Lo hacía? Taylor se inclinó hacia adelante en su asiento. —Sé que este es tu juego, Taylor, ¿pero qué tal dejarme tomar la iniciativa alguna vez, mmm? ¿No queremos arruinar la sorpresa ahora, verdad? —Aguafiestas.

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Él rió, apartó a un lado su servilleta, empujó su silla hacia atrás y se puso de pie. —Absolutamente. Vamos, creo que es momento de salir de aquí. *** —Gracioso cómo la distancia viajada en el viaje de ida siempre parece menos que el regreso, ¿verdad?— dijo Cade como si hubiesen alcanzado la luz más alta del puente. Taylor, sin embargo, simplemente le ofreció una ligera sonrisa. Una dulce sonrisa, y sus regiones inferiores reaccionaron. Su atracción hacia ella no estaba en duda. Sin embargo, a largo plazo o compromiso, definitivamente no estaba en la agenda. Ambos habían establecido ese hecho. Cade exhaló un largo y prolongado aliento. ¿Qué pasaba con Taylor que lo había hecho acordar con ella hacia su propuesta descaradamente tentadora? Él le había dado una mirada de reojo. Ella había estado en silencio por un rato, perdida en sus propios pensamientos, justo como él. Taylor Sullivan. Mujer de negocios. Hermosa. Sexy. Su mirada bajó a sus tobillos. Estaban cruzados, una acción muy recatada, pero sus zapatos con sus finísimos talones no eran nada recatado. La sangre de Cade bombeó más rápido. Sip. Definitivamente una receta para el placer. Mientras se acercaban a la rampa de salida hacia las playas del norte, el celular de Taylor vibró. Ella le dio un rápido ―Lo siento‖ y lo alcanzó. —Babette, ¿cuál es el problema? —¿Babette?—Cade dijo con la boca. Taylor agitó su dedo hacia él, y él tomó medidas drásticas con su risa. —¿Él quiere qué?—Color flameó las mejillas de Taylor, y desde su reacción, Cade supo que esta era una de esas llamadas. —¿Qué cosa quiere saber ella? Vamos, dime— Él no podía contener su sonrisa o la risita en lo profundo de su estómago. Este era el momento de ayudar. — Dispara, Taylor. Taylor cubrió el portavoz, y su rostro tomó una expresión tensa. —Babette quiere saber sobre los orgasmos múltiples.

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Traducido por krispipe Corregido por Violet~

sí que él dice que yo debería de ser capaz de, ya sabes… al menos tres veces en una noche.

—A

—Oh —El intestino de Taylor se revolvió. ¿Cómo diablos le contesto a eso? Las cejas de Cade se retorcían sugestivamente. Ella no sabía a dónde mirar. No a Cade, eso era seguro. Mirar hacia él la hacía preguntar que se estaba perdiendo y ponía en marcha sus fantasías. —Así que, ¿qué le digo? Quiero decir, lo amo, pero, cielos, no quiero ser trazada en mi tasa de éxito. —Y no deberías —afirmó Taylor, luchando por conseguir que las células de su cerebro volvieran a la pista y se centraran en el problema de su cliente, no en el hombre que estaba sentado demasiado cerca de ella. ¿Qué pasaba con las feromonas? En este momento ella contaba con una sobredosis de ellas. Se devanó los sesos con la esperanza de poder llegar a algo ingenioso, algo real para contestar al dilema de Babette. —¿Qué hago, Taylor? ¿Cuántos tienes tú? —¿Cuántos? —Repitió Taylor, con la garganta cerrada. Cade levantó las cejas un poco más. Taylor se apartó de su curiosidad. Oh, Dios mío, ¿podría el hombre leer su mente? —Sí, ya sabes. Orgasmos.

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Su boca se abrió y se cerró varias veces. No podía encontrar su voz. No tenía una respuesta, tampoco. —Pues, depende, quiero decir… bueno, lo que… Cade arrancó el teléfono de su agarre. —Hola, es Cade Harper, Taylor… —Vaciló y su mirada se deslizó en su dirección brevemente—. Soy su novio. —¿Desde cuándo? —Taylor le dio un codazo y trató de conseguir el teléfono de nuevo, pero él más hábil que ella sacó el coche rápidamente a un lado de la carretera. —Este es un cliente importante —susurró con urgencia. Él cubrió el micrófono. —Entonces déjame ayudarte. Quieres respuestas, ¿no? —¿De ti? —¿Por qué no? Tengo un montón de experiencia. Tú lo dijiste. Un gemido escapó de los labios de Taylor, y se dejó caer contra su asiento. Cerró los ojos. ¿Tal vez podría hacer clic con sus talones y volar a Oz? —Ahora, mira, cariño —La voz de Cade ronroneó en la línea telefónica. Los ojos de Taylor se abrieron. —¿Cariño? —Musitó ella, rodando sus ojos hacia él, molesta porque el hombre parecía tan tranquilo y sereno, sin estar ni siquiera un poco agitado por las preguntas directas de Babette. Y maldita sea, más meloso que sonaba, ella más se erizaba. —Tú dile a ese hombre tuyo que es su trabajo darte placer, llevarte a alturas a las que no has llegado antes —dijo, nunca dejando de mirar a la cara de Taylor. Taylor no podía creer lo que estaba oyendo. Ella iba a hablar pero él levantó la mano, silenciando sus protestas. Y luego sonrió, y callándose enseguida. Como él quería. —Consigue que él intente ese punto. Sí, es el único. Consigue algunos libros.

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—¡Libros! —Talylor casi gritó. —Juega un poco. Experimenta. Sus ojos casi se salieron de su cabeza, y la frenética carrera de su pulso se dirigió hacia el punto de ebullición. —Oh, Dios mío. Ese cliente se está yendo por el desagüe —se quejó. Cade se rió entre dientes, obviamente en respuesta de algo ingenioso de Babette. Taylor deseaba poder escuchar lo que estaba diciendo. —Claro, ella me aprecia —respondió. Cade cogió su mano, enlazando sus dedos con los de ella y sosteniendo con fuerza, su mirada de humor descansando sobre ella—. Yo soy sólo lo que ella ordena. Taylor deseó que el momento desapareciera. —Está bien, Babette, cariño, consigue que tu hombre se organice. Dile lo que quieres —Cade colgó el teléfono. El silencio se hizo eco, pero por sólo un instante antes de que Taylor se volviera en contra de Cade. —¡Babette, cariño! Oh, por favor. Eso es tan excesivo. Con esa línea, reúnes los requisitos para el Vendedor de Coches del Año. Cade le dedicó una de sus infantiles sonrisas desproporcionadas. Se encogió de hombros. —A ella no pareció importarle. Y además, pensé que estarías complacida. Taylor luchaba una batalla interna. Una parte de ella estaba de acuerdo con él, debería estar aliviada de no tener que responderle a Babette, mientras que la otra parte, criticaba sus propias insuficiencias. Ella debería haber sido capaz de contestar. No debería ser tan ingenua. Estaba avergonzada de su propia ineptitud. Pero no había manera de que le dejara ver esto a Cade.

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—¿Por qué debo estar agradecida? —Porque alivié las preocupaciones de tu cliente. Bueno para cualquier negocio, ¿no? —¿Aliviaste? Prácticamente le dijiste a la mujer que fuera a comprar cada libro sobre sexo en la ciudad. —No lo hice —Cade arrancó el coche de nuevo. —Oh, sí, lo hiciste… bueno, más o menos. Experimenta, entonces. —Bueno para mantener el dormitorio interesante. De repente, Taylor no estaba demasiado cómoda con a donde se dirigía la conversación. Al dormitorio, ¿dónde si no? Y tú has ido directa ahí. —Ya veo. —Lo verás, Taylor. Lo verás. Taylor se quedó mirando la oscuridad pasar. Se estaba ahogando. ¿Dónde estaba ese maldito chaleco salvavidas de nuevo?

—¿Te gustaría entrar? —preguntó Taylor cuando Cade silenció el motor en la puerta de su casa. Oyó la suave cadencia de su voz sin aliento, oyó su incertidumbre. —Es tarde —respondió, dándole un respiro, pero dándose cuenta en el mismo instante de que realmente, realmente no quería hacerlo. —Oh —Ella parecía decepcionada. Buena táctica, dejarla con ganas de más. —No es que no quiera —Hombre, él tenía una erección y luchaba para mantener la concentración, a… ¿Qué era lo que quería decir?

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—No, está bien, lo entiendo. Fue una buena comida. Cade miró a Taylor, preguntándose qué estaba pensando. Sus ojos se cerraron ligeramente, mirando hacia fuera. Pero entonces, él no entendía nada de esto por sí mismo. Maldijo en voz baja y se pasó una mano por el pelo. Colocando las manos sobre los hombros de ella, la volvió hacia él. Sintió su sedosa piel bajo las yemas de sus dedos, quiso cepillar sus manos a lo largo de la misma. En cambio, reprimió su dura necesidad. —Taylor, mírame. Ella levantó sus grandes ojos azules hacía él. Un hombre podría ahogarse en esas piscinas azules, pensó. Diablos, él lo hacía. Ahogó un juramente. —Esto es incómodo. Una parte de mí quiere llevarte a la cama y enterrarme dentro de ti, averiguar qué hay detrás de esa fachada que muestras. —Yo… Él puso un dedo en sus labios entreabiertos y sintió su cálido aliento precipitarse sobre su dedo. Movimiento estúpido. Su necesidad se intensificó. —Shssss. Por desgracia, mi parte sensata me dice que espere, tómalo con calma y el problema es que estoy escuchando.

La acompañó hasta la puerta, ninguno de los dos dijo nada. Fuera, la luz automática de seguridad se encendió y Cade sintió como eran visibles para que el mundo los viera. Mientras Taylor rebuscaba la cerradura, él llegó, tomó la llave y abrió la puerta. Ella se volvió hacia él, la esperanza escrita en su hermoso rostro. —Gracias por una noche maravillosa —dijo, una dulce y tentativa sonrisa curvando su deliciosa boca. —Bueno… um… sí. Fue buena —Cade tropezó con sus palabras, palabras que él realmente quería decir, aunque en realidad se sentía como un adolescente niño de escuela. Diablos, nunca se había sentido tan malditamente mudo antes. Metió las manos en los bolsillos. No fue una buena idea. Esto sólo dibujó la tela sobre su muy excitado estado aún más—. Me tengo que ir. Yo…umm, nos vemos. Taylor no le respondió, pero entró y cerró la puerta detrás de ella, dejándolo con su conciencia y su excitación, luchando por control.

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Cade dejó escapar un suspiro largo y lento de aire hasta que no había dejado nada. ¿Por qué se sentía tan decepcionado? Maldita sea. Porque la querías, y sabes que ella te quería. —¿Y? —preguntó Nita a Taylor en el momento en el que entró, tirando su bolso y quitándose su abrigo mientras hacía una determinada línea recta hacia ella. —Aquí viene el problema —Taylor trató de ignorar el entusiasmo de Nita de esta mañana y llevarla a través de la lista de llamadas que tenía que hacer esa mañana para la boda Hayes. La novia quería Cenicienta, el novio quería medieval. Taylor sólo esperaba poder cumplir sus sueños con estilo. Nita se apoyó en el lado del mostrador de Taylor. —Me estoy muriendo por saber. ¿Estaba tan bueno como esperabas? —Se dio una palmada en la frente—. Pregunta tonta. Por supuesto que lo estaba. Puedo verlo escrito en tu cara. —Buena imaginación —replicó Taylor—. Además, no estoy segura de lo que piensas que puedes ver. —Satisfacción garantizada. El lápiz en la mano de Taylor se sacudió a través de la página. —Maldita sea. Tienes que ser tan… —¿Curiosa?—Ofreció Nita. —Esto no es un vestuario. —Vamos, sabes que tengo un don para conseguir toda la verdad, así que dime. Un suspiró se escapó de los labios de Taylor. Cansada porque necesitaba dormir desesperadamente. Y eso era culpa de Cade Harper. Una vez más. Él pudo haber rehusado su cama la noche pasada, pero aún la había mantenido despierta hasta altas horas de la mañana. Despierta y excitada dos noches en una pelea. —Ahora, no más prevaricación, Taylor. Suelta el rollo. —Prevaricación. Gran palabra a esta hora de la mañana.

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Nita le dirigió una sonrisa maliciosa. —Pero encaja a la perfección, ¿no? Venga. Me lo he estado preguntando toda la noche. —Entonces te decepcionarás. —No. No me hagas eso. Incluso me quedé la pasada noche y miré la TV en caso de que llamaras. Luego terminé comiendo la mitad de una tina de helado hokey pokey. Taylor trató de no sonreír y fracasó. —Y tú dices que yo necesito una vida. —Estaba preocupada. —¿Por mí? —Mantenla atareada. Mantenla ocupada. Quizá entonces Nita renunciará a la inquisición. Taylor pasó la página para ver sus nombramientos—. Gracias por preocuparte —dijo, esperando que su asistente dejara el tema—. No hay necesidad. Era una cita. Eso es todo. —Sé que es importante para ti. —Era. Tiempo pasado. —¿Qué? Estás bromeando. ¿Cómo puedes renunciar a él? Él está… —No interesado, eso es. —Oh, cariño, lo tienes muy mal. Cade está, sin duda, interesado. —Entonces cómo no ha venido… no hemos… bueno, ya sabes… La voz de Taylor se fue apagando. ¿Qué le pasaba? Ella estaba discutiendo su vida sexual —corrección— su falta de vida sexual, con Nita. Su ayudante era una buena amiga y una gran empleada, pero aún, esto era demasiado personal. Taylor cerró su libro de programas. —Maldito Cade. La única vez que bajo la guardia. Pensé que podía hacerlo, y él resulta el hombre equivocado. —Ahí es donde te equivocas. —Sigues diciendo eso, pero, ¿dónde está la evidencia?

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—Te llevó a cenar, ¿no? —Sí. —¿Te besó? —Uh—huh —Definitivamente. —Bien. Por lo menos llegaste a la primera base. —Lo haces sonar como una competición. —No del todo, pero es como un juego de beisbol. Primera base, segunda, tercera, etcétera. Además, un poco de competición no hace daño a nadie. Los ojos de Taylor se abrieron con horror. —¿Cuántas bases hay, exactamente? —Sus dedos se apoderaron de su lápiz, haciéndolo girar. Cualquier cosa para detener el temblor de sus manos. Nita se encogió de hombros y le dio una tímida sonrisa. —Unas pocas. Oh, Dios. —Esto es peor de lo que me esperaba. —Está bien, está bien. Mantén tus pantalones —Nita se rió de su propia broma—. Bueno, tal vez no. —¡Nita! —En primer lugar, hay besos, labios con labios cerrados. Tú has tenido eso, ¿verdad? Taylor asintió mientras el vídeo de los besos cambiaba a repetición automática en su cerebro. Más caliente que caliente. Cade Harper era un buen besador. —Luego está la lengua. Bueno, su lengua y la tuya, en realidad. Nita la miró. —No me preguntes. —Cariño, una mirada a ti y no lo necesito. Ahora vamos a ver. La tercera base es la cosa del toqueteo. —No más —Taylor levantó su mano—. Eso es todo. No me preguntes más. No se te ocurra mirarme. No estoy segura de poder hacer esto. Quiero decir, quiero —

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Hombre, lo quería. Cade dejó su pulso corriendo, sin lugar a dudas—. Él me ha rechazado dos veces. —Dos veces, ¿eh? —¿Qué quieres decir, eh? —Eso es grave —La sonrisa de Nita se desvaneció. Taylor se encontró sentada en el borde de su asiento. El sudor perlando entre sus pechos, y su garganta se sentía de repente seca. —¿Malo en serio? —Sip. El lápiz se deslizó de sus dedos y a través de su escritorio. Ella necesitaba un trago. —¿Qué tan malo? —Vamos a verlo de esta manera. Cade no es un principiante en el departamento de damas, ¿verdad? Taylor asintió. Sin duda la tentación en un fornido paquete. —Así que lo que tenemos que hacer es meterlo en ti, proverbialmente hablando, eso es. —¿Qué quieres decir con tenemos? —Taylor, ¿no dicen que dos cabezas piensan mejor que una? —Sí —La agitación aumentó en proporciones peligrosas—. No estoy segura de que me guste esa mirada en tu cara, Nita. ¿Qué tienes en mente? —Realmente no debería haber preguntado, pero no pudo evitarlo. Un destello tortuoso oscureció los ojos verdes de Nita, y le dio a Taylor una especie de sonrisa de lo sé todo. —Espera y verás. Igual que Cenicienta, conseguirás a tu hombre. —Pero Ceni quería el kit completo y todo el rollo. Ella quería casarse con el Príncipe Encantador y todos los dos puntos por niños. Yo no quiero compromiso, ¿recuerdas? Sólo quiero seguir adelante con mi vida, conseguir todo esto de una vez.

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—Necesitas un plan. ¿Llamaste a Cade ya? —No. —¿Qué quiere decir, no? ¿Cómo vas a conseguir a ese chico entre las sábanas a menos que estés en su cara? Las mujeres tienen permitido llamar por teléfono a la especie masculina, ya sabes. Desesperación se revolvió en el vientre de Taylor. —¿Qué digo? ―Así que, Cade, ¿cuándo nos metemos entre las sábanas?‖ —Suena dinámico. —Tonterías —se lamentó Taylor. —¿Qué diablos estoy haciendo? —Oh, Taylor, Taylor. Vaya, que me necesitas. —Igual que un agujero en la cabeza —Taylor abrazó su planificador en su pecho como un escudo protector, pero como Nita se rió entre dientes, Taylor se dio cuenta de que no tenía salida. Nita era como un perro con un hueso, y no estaba dispuesta a dejarla ir. —Vamos. Conseguiré café, entonces podemos bajar y formular estrategias. —Lo haces sonar como un ataque armado. —Podría ser —Ella golpeó el costado de su nariz como si tuviera algún gran secreto que estuviera a punto de divulgar—. Una mujer necesita su armadura. —En ese caso, será mejor que hagas mi café fuerte y negro. —Un espresso, viniendo enseguida. Y mientras yo estoy haciendo eso, echa un vistazo al material de lectura —Nita excavó en el bolso de cuero y pasó a Taylor un montón de libros. Taylor pasó rozando los títulos. —Leer… —Oh, Dios. Sexo y el Hombre Soltero. ¿Quieres esto caliente? —Mejor haz un espresso doble.

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Traducido por marthatithy1 Corregido por marthatithy1

—H

ombre, tú eres gruñón.— Zane Harper se sentó a horcajadas en la silla de madera desvencijada frente al escritorio de Cade.

Cade siseó un suspiro resignado. No se veía como si su hermano menor se trasladara en tan corto plazo. ¿Qué sucedió con el clan Harper que pensaban que podían meter las narices en sus asuntos? —Retrocede, Zane.— Emitió la advertencia, para que, su hermano se diera cuenta que estaba en un terreno peligroso. El No lo hizo. —Sí, definitivamente cascarrabias. Katie dijo que no estaba en su estado normal alegre esta mañana. — Cade cogió un hilo extraviado en sus pantalones vaqueros. Comenzó a desmoronarse. ¡Típico! —Piérdete—. Zane cruzó los brazos sobre el respaldo de la silla. —noche larga, ¿verdad?— Cade gruñó. —No es de tu incumbencia.— —Ahora, ahí es donde te equivocas. Confía en mí. Sabes que te admiran. Eres mi hermano mayor, después de todo. — —Trata de buscar la salida de este lugar.— —¿Por qué iba a hacer eso cuando veo que necesitas hablar? ¿Cualquier cosa que quieras decirme? —

—Estás bromeando. Se podrían propagar rumores en torno a la barra en diez segundos. —

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Zane sonrió. —¿Hay chismes?— La boca de Cade decayó y sus manos en puños a los costados. Quería golpear las luces de su hermano a fuera. Frustración roía en sus entrañas, infiernos, en la ingle también, si era honesto. Él había tenido una erección desde... bueno, desde que Taylor Sulivan bailó el vals en su bar con una propuesta que era tan descabellada como emocionante, el cual, idiota que era, la había acordado. El problema era, tardíamente, que había llegado con una idea tonta de comportamiento caballeroso. Tonto movimiento. Todas las duchas frías en la Antártida no aliviarían el dolor que sentía en estos momentos. Él miró a su hermano. —¿Qué estás buscando tan contento?— —Sólo estaba pensando. Dijiste que no tenías una noche larga —. Cade sintió el impulso de su mandíbula parpadear y apretó los dientes. —No tuviste sexo la noche anterior, ¿es eso?— —No seas tan bruto—. —Somos una familia. Estoy velando por ti. Katie dijo que una chica con clase entró aquí la otra noche. — —Yo no necesito que me cuiden, Zane. He visto por mí mismo desde que tenía diez años, ¿recuerdas? — —Sí, y tú no lo has olvidado. ¿Cuándo vas a dejarlo ir? — —¿Qué pasa contigo y Katie? Ambos están tratando de psicoanalizarme algo así? — Zane se limitó a sonreír, lo que no ayudó el estado de ánimo de Cade ni un ápice. Zane levantó las manos en señal de rendición. —Está bien. Me hago una idea. No quiero hablar de ella. — —¿Ella?—

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—La dama que te tiene los pantalones calientes— —¿Qué te hace decir eso?— Un una risa estruendosa rodando del pecho de Zane. —Hermano, puedo leerte como a un libro.— Justo en ese momento sonó el teléfono, y Cade envió una oración para su inventor. Lo cogió con la mano y miró la pantalla. Le disparó a Zane una indirecta - no- demasiado- sutil para salir del camino. —Está bien, me voy.— Zane le guiñó un ojo, se volvió y salió, cerrando la puerta detrás de él. —Es ella—, escuchó Cade a Zane diciéndoles a los clientes del bar. Cade se quejó en voz alta. Mataría a su hermano con sus propias manos. Él encendió el teléfono, consiente del ritmo acelerado de su corazón y el brillo repentino de sudor en su frente. Pero eso no era nada comparado con la necesidad ardiente en sus pantalones. —Hola, Taylor—. No se oía nada excepto al principio un suave difuminado de la respiración por la línea telefónica. —¿Taylor?— —Yo... sí, soy yo. Yo... eh... quiero darte las gracias por la cena de anoche. Fue muy agradable—. —¿A pesar de que no consiguió lo que quería?— No por ahora, añadió en silencio.

—Pensé que debía ver a sus nuevos locales, tener una idea de lo que quieres.— Tú, cariño. Cade sonrió. Su cerebro le advirtió varias veces para reducir la velocidad y tomárselo con calma, para no asustarla, consejo que fue, por segunda vez, luchando por ser escuchado. Desde su oficina, Cade podía oír la algarabía de la música y las risas de los clientes del otro lado de la puerta. Era tarde en el día, y ya zumbaba la barra. Sería

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una buena noche para los negocios, pero definitivamente no es una buena noche para traer a Taylor aquí. No escucharía el final de la misma. —Estaré allí en cinco minutos.— —¿Ahora?— Con cables en la mano, Cade se acercó a la puerta, sin soltar el teléfono. —Por supuesto. ¿No es eso lo que quieres? — —Sí.—, fue la respuesta de Taylor suave y apenas lo oyó. Pero el hecho de que ella no había dudado trajo una rápida sonrisa a su cara. —¿Todavía estás en el trabajo?— —Sí, tengo dos bodas este fin de semana.— —Más tontos que muerden el polvo—, murmuró Cade en voz baja mientras colgaba. Los cinco minutos que tardó en conducir a donde Taylor parecía ser demasiado tiempo. Él se detuvo frente a su pequeña oficina ubicada en el corazón de Vila Devonport y se deslizó por el sendero. Abrió la puerta de par y sonrió, pero él no se movió. —Hola—. Por alguna razón, Cade quería esperar allí mismo y recordar el momento, tomarlo todo dentro.

Vestida a juego con un color camello en vestido y chaqueta. Ella era toda elegancia, toda una mujer. Cade se preguntó por enésima vez lo que sería tenerla acostada debajo de él. Oh, hombre, él estaba loco. Cade expulsó un largo suspiro. —¿Así que aquí es donde toda la acción se lleva a cabo?—, Dijo mientras se movía por la sala de exposición y la oficina. Franjas de sedas y satenes de novia colgada de una pared, las fotos de sus clientes adornada otra mientras que los zapatos, tocados y velos se mostraban ingeniosamente dentro de dos armarios blancos adornados.

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Taylor flotaba a su lado. —Tratamos de atender todo tipo de ocasiones y dar las novias una idea de lo que hay disponible. Esto les ayuda a elegir—. —¿Qué pasa con lo del novio? ¿No puede opinar en todo esto? — —Por supuesto. Es su día también. Pero por lo general lo que encontramos es a la novia, y, a menudo a su familia, pone las cosas en marcha—. —Y el novio se va gritando por la parte trasera?— Cade no podía evitarlo. — Lo siento.— Él se encogió de hombros con timidez. —El matrimonio no está, en mi línea de pensamiento. He visto cómo funciona—. —Sin embargo, ustedes asistieron a la boda de su amigo—, aunque no sea el mejor hombre— -replicó ella, abrochándose la chaqueta, una reacción que definitivamente dice mantente alejado. —Yo no critico a otros por querer darle una oportunidad. ¿Qué dicen? ¿El amor es ciego? —Pero en lo que a él concernía, el amor era demasiado arriesgado. ¿Por qué molestarse con todo esto? —, Dijo, señalando a los atavíos nupciales de la habitación. —La tasa de divorcio está aquí para quedarse. De los veinte mil extraños matrimonios al año, prácticamente la mitad de ese número terminan en divorcio. — Taylor frunció la boca. —Vaya, eres un puñado de hechos y cifras, ¿no es así? ¿Tienes alguna otra que quieras decir?— —No, sólo eso—, dijo él, dándole su mejor sonrisa encantadora. —Ya veo.— Vio una ráfaga de emociones pasar a través de sus ojos. Se habían oscurecido a un azul océano profundo. —¿Y qué exactamente es lo que ves? ¿Tú puedes obtener al engreído en mi?— —No.— Pero ella no acababa de mirarlo a los ojos. —Su actitud y el hecho de que puede recitar hechos y cifras tiene sentido, sin embargo. — Cade frunció el ceño. ¿Qué sabía ella de él?

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No le gustaba la forma en que este se dirigía, y ciertamente no quería a una mujer tratando de sacar lo mejor de él. —Taylor—, dijo él, plantando sus pies firmes, por encima de ella. —Vamos a ver si lo estas entendiendo. No trates de analizarme—. —Como si pudiera hacerlo— dijo ella, mirándolo desde debajo de sus largas y oscuras pestañas. Maldita sea, su pulso de disparo y sus pensamientos se dispersaron. Algo que podría analizar y todo lo que ella quisiera. —Es posible que lo hagas todo el tiempo para tus clientes, pero no soy un cliente.— —Para su nuevo concepto de bar lo eres.— —Sí, pero no es un cliente de matrimonio. Así lo suficiente de la psicología barata. Mi psique no está en discusión—. —Haz lo que quieras—. —Por supuesto que lo haré. Vamos, vamos. —Cade se volvió para alejarse. —¿Para los nuevos locales?— —si amenos que desee analizar porque he comenzado esta aventura también. Si es así, entonces déjame decirte que este pequeño acuerdo tuyo está TERMINADO. —¿Entiendes?— Taylor saludó y le sonrió. —Sí, señor—. Ella reunió una carpeta y cinta constructor. Alrededor de un... ¿él? De ninguna manera. Cade podría haber logrado prevenir Taylor De su inclinación analítica, pero no había terminado. No por un tiro largo. No por un tiro largo. Y eso, se dio cuenta, por un mordiente tirón en la boca de su cinturón, fue indudablemente algo desconcertante.

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La vio moverse por la oficina. Tan segura de sí misma, como una gacela, extremidades largas y un movimiento fluido. Con el pelo recogido en un rollo francés exponiendo su cuello delgado, tenía el impulso de besarla y dejar que su lengua se deslizara a lo largo de toda su piel exquisita. Los Lóbulos de las orejas eran un afrodisíaco, una zona erógena. Le gustaría saber cómo reaccionaría Taylor. Había estado tan seguro de que sería diferente lejos de la barra, sin la aportación obscena de sus clientes y la snoopy Miss sister. Pero nada había cambiado. En el momento en que él entró en la oficina de Taylor, él podía oler su perfume seductor. Le golpeó como un rayo y puso a prueba su resistencia. Por último, se escapó fuera, pero con Taylor a su lado, escapar realmente era inútil. Había llevado la camioneta esta vez. La pintura azul perlado brillaba en el sol de otoño. Cade mantuvo la puerta abierta para ella. —Alardeando, Cade?— —Ahora, ¿por qué dices eso?— —Coche diferente cada día. Hace que mires a un hombre con éxito. — —Usted lo llamó presumir.— —Yo también,— dijo ella, sonriéndole. Bruja. Ella era una bruja burlona, pero ni siquiera lo sabía. Quería besar esa sonrisa. Agarró el pomo de la puerta con los nudillos blancos por la intensidad. Cualquier cosa para impedir que su cerebro pensara esos pensamientos... pensamientos de lo que le gustaría hacer con Taylor aquí y ahora. Apretó los dientes. —Simplemente me pareció que ya que te gustan los coches clásicos, te gustará este.Esto no va a ser fácil. Sentado al lado de Taylor, él encendió el motor y facilitó el vehículo en el tráfico. —prometiste recogerme y ver tus... grabados—

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—¡Sí!, Así que lo hice. Tenemos un montón de tiempo. —¿Y por qué diablos tenía que ir y decir eso? —¿En serio?— —Sí, como he dicho, tomar las cosas con calma y fácil.— —Piense en hoy como los juegos verbales preliminares —, dijo, y vio como se abrían los ojos de Taylor en shock. Se rió para sus adentros. Estaba seguro de que la había oído tragar también. Eso era mejor. Se sentía en control ahora. Lento y fácil. Rayos, lo estaba perdiendo, que paso con él —que, Bam, gracias por todo Madame.— Sólo el sonido de la voz de Cade, lánguido y pesado, enviado a Taylor hormonas en un alboroto. Agradecida de que Cade había cambiado la radio a una estación de rock así que no tenía que encontrar su voz, ella miró sus dedos golpeando contra el volante. Ella estaba hipnotizada, incapaz de sumergir la emoción de no saber lo que sus dedos se sienten en su piel. Al igual que el pecado. Un suspiro soporífero deslizó de sus labios. Él la miró con curiosidad. —¿Dijiste algo?— —No. Sólo estoy un poco cansada, supongo. — —¿Otra noche sin dormir?— Giró bruscamente alrededor, sólo para atrapar la sonrisa cómplice de Cade. —Yo también.— Así que ¿por qué no haces algo al respecto? ella gemía silenciosamente. Me puso fuera de mi agonía.

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Traducido por Izzi y marthatithy1 Corregido por Judyher y marthatithy1

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as nuevas dependencias de Cade estaban situadas en el distrito central de negocios, una parte de la ciudad que había visto un resurgimiento en los últimos cinco años. Las factorías de gas se había ido y el puerto se había metamorfoseado en una miríada de apartamentos, tiendas lujosas y negocios. Aparcó la camioneta fuera de un edificio de ladrillo antiguo con ventanas entabladas y la pintura descascarillada. En un instante, la mente de Taylor zumbó con ideas. Viejo y nuevo, lado a lado. Historia y actualidad. Ya fuera de la camioneta, Cade le abrió la puerta. Un perfecto caballero. Atrapada por el entorno, Taylor cogió la mano de Cade distraídamente mientras él la ayudaba a bajar de la camioneta. Ella no lo pensó hasta que el mismo hormigueo le subió desde los dedos hasta el brazo, después su miraba bajó hasta su mano, aún en la de él, tragó saliva y sacudió la cabeza. Tropezando, retiró su mano de la de él. — Concéntrate, Sullivan. Rehusando mirar a Cade, se dirigió al edificio y puso su ojo creativo sobre el enladrillado arañado y los pasamanos de hierro forjado a cada lado de los desgastados escalones. Una excitación conocida borboteando. ― No estoy seguro de si me gusta lo que veo en tu cara, Taylor. Dímelo. Crees que el lugar es un vertedero y que no funcionará. Ella se volvió a él y sonrió. ― No, es estupendo. Es muy evocador de la historia de Auckland. ― Una pila de ladrillos ruinosos, quieres decir. ― Por supuesto que no. Es… ― Un vertedero.― terminó Cade por ella.

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― Definitivamente no. Una incertidumbre recelosa cruzó por los ojos de Cade. Su expresión lo decía todo silenciosamente. Este lugar de negocios significa más que dólares para él. ¿Orgullo? Ella no lo dañaría. Cade estaba dándole algo muy importante. Ella le debía sus mejores esfuerzos, rehusó desalentarse por el pesimismo de Cade. ― Así que hay bastante trabajo. ― Háblame de ello. Los constructores están preparados para empezar. ― Ya veo. Los andamios enmarcaban la fachada, y los trabajadores ya habían comenzado a retirar años de mugre y abandono del enladrillado. Alzando su mano a la pared, Taylor arrastró los dedos sobre los ladrillos mal cortados, sintiendo su textura. ― Los tocas como si te hablasen. Taylor sonrió. Cade sonaba preocupado. ― Lo hacen de alguna manera.― confirmó ella ―Es en cierto modo una intuición. Me dicen lo que quieren. Un poco como un personaje de un libro. ― Los personajes no hablan. ― Lo hacen con el escritor, o al menos eso he oído. Obviamente impaciente, Cade tintineó un manojo de llaves de una mano. ― Suena a locura. ― Suena emocionante.― corrigió ella. ― Así que, ¿apruebas mi compra? Taylor cogió su antebrazo y le giró de la cara a la fachada del edificio. ― Siéntelo, la edad de esto.― ordenó ella. Levantó su mano, sosteniéndola en la de ella, y movió sus dedos a lo largo de los ladrillos manchados ―Este edificio ha visto todo y cuanto ha pasado. Tiene un sentido de la historia, de orgullo de estar en nuestra ciudad. ¿Ves la puerta? Vale, el grafiti ha dañado su elegancia, pero un poco de limpieza y volverá a sus majestuosas proporciones. ― ¿Sientes todo eso con el tacto? La cabeza de Taylor se inclinó a un lado, y ella inspeccionó su cara.

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― ¿Tú no? ― Eh… Supongo. ― No es simplemente el tacto, sino todos los sentidos. Vista, oído, olfato, tacto, y sí, probablemente incluso gusto. Estamos cerca de donde los barcos de pesca solían atracar y depositar sus capturas, así que el olor de la sal y el pescado es parte del edificio y de su historia. Todo está ahí. Solo tenemos que sacarlo del pasado del edificio. Pero Cade obviamente pensaba que estaba loca, y Taylor apretó los labios firmemente cerrados. Se encogió de hombros, dedicándole una sonrisita pícara. ― ¿Intentando ponerme en contacto con mi lado sensible, Taylor? Son ladrillos y argamasa. Dólares y centavos. Nada más. Al menos es lo que el director del banco sigue recordándome. Taylor meneó el dedo hacia él. ― ¿Dónde está tu romanticismo? ― No tengo ninguno. Te lo dije. ― Sí, lo tienes. El aire entre ellos se cernió fuertemente con insinuación. Cade sostuvo su agarre en sus dedos, su respiración detenida y caliente se volvió abrasadora cuando puso la punta de los dedos sobre sus labios abiertos, solo tocando. La oleada caliente de su aliento palpitó contra sus yemas, y la expectación de Taylor se disparó. Entonces él las besó. Una yema del dedo por vez. Lentamente. Y Cade miró justo dentro de su alma. ― Nunca confunda negocios con placer, señorita Sullivan. Acto seguido, él dejó caer la mano de ella y metió la llave en la anticuada cerradura, girándola con quejas. Con el hombro en la puerta, empujó para abrirla y entró a zancadas en el abismo, dejando que le siguiera una Taylor estupefacta. Cade rodeó el vasto espacio y caminó hacia la pared más cercana. Estirando el brazo, arrancó un trozo de papel de pared raído en una única y larga tira, y se la tendió a ella.

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―Bienvenida a mi imperio. ¿Qué quieres saber? Las entrañas de Taylor estaban enfrentadas unas con otras en un conflicto por el control, cuando lo que ella quería hacer era estirar el brazo hacia él. Tocarle. Escondió sus manos tras su espalda, cerrando los dedos para prevenir que temblasen. Observando la habitación, contó lentamente hasta diez, sabiendo que necesitaba permanecer en calma. ― ¿A qué juego estás jugando, Cade? Un minuto eres todo caliente… ― ¿Caliente como sexy? ― No me distraigas. Sabes exactamente lo que quiero decir. Estás jugando juegos sexuales. ― ¿Y tú tienes problemas con eso? Sí, pero ella no admitiría que estaba extremadamente asustada. ― Después, eres tan frío como el hielo –en el sentido emocional. No sé si ya soy capaz de esto. Olvidemos el acuerdo. ― ¡No!― el grito de Cade resonó a través del edificio abandonado ―No puedes. No podemos. ―Por supuesto que podemos.― argumentó Taylor ―No es un acuerdo legal, nada formal. Cade alzó la mano y cogió su codo, girándola hacia él y atrayéndola cerca –tan cerca que ella podía oír su respiración y ver el destello dorado en su mirada oscura. ― ¿Cómo puedes decepcionar a tus clientes?― desafió él. ― Golpe bajo. Y maldita sea, se sentía arrinconada. Una parte de ella quería correr por las colinas, mientras la otra parte quería tirárselo, aquí mismo, ahora mismo. Sus pensamientos volvieron a repetir las llamadas de teléfono, las desesperadas súplicas de sus novias. Sus rodillas temblaron, y cayó en una caja patas arriba, el polvo y las telarañas enredándose por sus piernas desnudas. Alzó la vista hacia Cade, y su corazón saltó varios latidos.

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Puedes hacer esto. Manteniendo las cosas formales, se recordó a sí misma. ― ¿Qué tienes en mente? ― Eso se diría, pero por tu aspecto, ― dijo él, y le dedicó una mirada fija ― Creo que los negocios antes que el placer. La mandíbula de Taylor se cayó. ― ¿Puedes leer mentes? ― Depende de lo que estés pensando. Si es tan retorcido como lo que yo estoy pensando, podríamos tener un montón de diversión. ― dijo, parpadeando ― Vamos. ― él cogió su mano enlazando sus dedos con los de ella, y tirando suavemente cuando ella se resistió. Pero solo una fracción. Ella nunca podía resistírsele demasiado tiempo. Y eso la asustaba más de lo que quería admitir. ― El edificio, ― la informó Cade, mientras le ofrecía un tour guiado ― consta de más o menos una media docena de habitaciones. La principal se usará para el bar de cócteles, mientras que algunas de las pequeñas serán para fiestas privadas y eventos de empresas. ― ¿Tienes un tema? Cade frunció el ceño, y después su expresión se volvió espantada, y a Taylor le dio un ataque de risa. ― ¿Quieres decir como esas bodas que planeas? ― No entres en pánico. No cubriré el lugar con millas de tul rosa o demasiado frufrú. ― ¿Quién ha dicho que estaba entrando en pánico? ― Tu cara lo decía todo. ― ¿Quieres decir que puedes leerme como un libro? Ya le gustaría. ― Si ese es el caso, mejor estoy atento. Un hombre tiene que tener algún misterio.

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El bromista juguetón era divertido – como si le hubiera conocido desde hacía años, no desde un par de días. ―Vamos, hay más. ― Cade la dirigió hacia una escalera a la derecha de la puerta principal. Mientras se movían junto a ella, él pasó una mano por la barandilla de caoba tallada ―Esto es precioso. Auténtica artesanía. ― dijo, apartando el polvo para revelar el suave ambiente de la madera oscura. ―Mira, ― bromeó Taylor ― hay un poquitito de romanticismo en ese corazón tuyo, después de todo. Él se encogió de hombros y le dedico una de esas sonrisas de nuevo, de esas que hacían que su corazón golpease y su cuerpo anhelase. ―Podría ser. Una hora más tarde, Taylor cerró su carpeta con el tocho de notas que había tomado. ― ¿Tienes suficiente información? ― Eso espero. Siempre puedo volver. ― Claro. En cualquier momento. Cade podría estar de acuerdo, pero Taylor no estaba segura de que ‗en cualquier momento‘ fuera una buena idea. En cualquier momento, cambiaba negocios por placer, de cualquier manera. Ella miró a través de la ventana cubierta de polvo, al día despojado de rayos de sol. Las luces de la calle se habían encendido, y el omnipresente ruido del tráfico de la ciudad se había reducido considerablemente. ― ¿Tienes hambre?― preguntó Cade, mientras dirigían el camino de vuelta a las escaleras. ― Un buey no estaría mal. ― dijo ella, dándose cuenta de que el rugido de su estómago no eran nervios, sino hambre. ― No estoy seguro de poder encontrar un buey, pero el garito de comida para llevar de al lado, hacen el mejor pescado con patatas fritas que nunca he tomado. ― ¿Mejor que Hammerheads? Cade fingió pensar un poco sobre ello. ― Digamos que es diferente, un ambiente informal.

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Sacó su teléfono móvil del bolsillo, pulsó un par de números, y comenzó a enumerar el pedido. ― ¿Estás pidiendo para un equipo de fútbol? ― Soy un chico hambriento. Necesito comer si voy a actuar. ¿Actuar? Taylor miró a Cade con los ojos muy abiertos. Sus ojos centelleaban y él parecía tan bueno, tan relajado y contento. Impecable y jodidamente sexy, ¿no sabes? Su vientre dio otro giro de ciento ochenta grados. Oh, Señor. ― La cena es magnífica. ― dijo Taylor mientras cogía otro trozo de pescado rebozado apetecible. Se lamió una gota de salsa de los dedos. ― Los mejores manteles y los mejores cubiertos también. ― Usando el borde de su llavero, Cade destapó un par de botellas de cerveza helada y le pasó una a ella. ― Pescado y patatas fritas en papel es lo mejor.― asintió ella. ― No olvides el ketchup y una cerveza.― la saludó con su cerveza. ― Salud. Por… nosotros. ― Sí, por nosotros. Los planificadores de bodas. ― Y también propietarios de bar.― agregó Taylor, riendo. Cade alzó la botella hasta su boca y tomó un trago de cerveza. Taylor le miró tragar, la forma en que su nuez de Adán sobresalía, como pasaba la punta de su lengua por sus labios. Mientras bajaba su bebida, su mirada se elevó hacia ella. ― Como el buen sexo. ― dijo él. El corazón cargó a través de las venas de Taylor. Nunca creyó que beber cerveza y comer comida para llevar pudiera ser tan sexy. Cogiendo varias patatas, las sumergió en la bolsita de salsa. ― Los recuerdos de infancia están hechos de esto. Y los nuevos recuerdos ― dijo ella, masticando las patatas. Era uno de esos momentos, uno de los inolvidables que permanecerían con ella –toda la noche. ― ¿Tú crees?

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― Ajá. Bueno no la parte del ―buen sexo‖. ― dijo ella, ruborizándose ― Pero ya sabes, comidas memorables y todo eso. ― se impelió a continuar, sabiendo que la mirada de Cade estaba sobre ella ― Recuerdo cuando éramos niños, mis hermanos y yo, íbamos a comer pescado y patatas fritas un viernes por la noche. Mamá dijo que era su noche libre. ― ¿Cocinaba todas las noches? ― Por supuesto. ― Qué suerte. Taylor captó el cambio en el tono de Cade, dándole razones para preguntarse por su infancia y familia. Durante unos minutos comieron en silencio. Se habían colocado un lugar de picnic contra una pared. Cade inclinado hacia atrás, largo, vestido con pantalones vaqueros y las piernas estiradas. Su camiseta con el logo de Ford y un bólido acelerando estampado a través de su pecho, delineaba su cuerpo musculoso por debajo. ― Auténticos juguetes de chicos. ― dijo Taylor, apuntando a su pecho. ― Sí. Un hombre tiene que tener sus pasiones. ― Ah… Supongo. ― ¿Y qué hay de las tuyas? ― ¿Las mías?― Taylor miró fijamente la cerveza, y giró la botella. ― ¿Intentas jugar a girar la botella? Solo somos dos, así que podría ser interesante. Su respiración se hizo más lenta y sus labios se abrieron. De repente estaban muy secos. ¿Jugamos? La expectativa ardía en cada parte de ella. Había jugado a ese juego de adolescentes antes – con consecuencias desastrosas. ― Una vez fue suficiente, muchas gracias.― expelió ella. ― ¿Lo fue? Esto se está poniendo interesante. ¿Cuándo jugaste a girar la botella? Taylor restregó la punta de su lengua sobre sus labios resecos, deseando que los recuerdos que había arrancado de su cerebro se fueran y la dejaran en paz. Su

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corazón palpitó y el sudor se deslizó entre sus omóplatos. Parpadeó, una vez, dos veces, y después apretó los ojos cerrados durante un segundo. Finalmente, habló. ― Tenía quince años. ― ¿La primera fiesta? Su intuición cogió a Taylor desprevenida. ― Has adivinado correctamente. ― Solo suerte. ― Él se encogió de hombros ― O más bien, rememorando mi primera vez. Adivino que no fue una noche divertida. Taylor hizo una mueca. ― Eso es. Era la primera vez que había sido invitada a una fiesta. Con mi familia de sabelotodos, yo no era la niña más popular de la escuela. ― Taylor arrastró una uña a lo largo de un patrón imaginario en su vestido, rememorándolo todo otra vez ― Esos días parecen tan lejanos, aún como ayer. ― dijo tristemente ― Bobby Hardcourt me pidió salir. ― ¿El chico más guay de la escuela? Su dedo detuvo su curso. ― La mayoría de las chicas lo pensaban. ― ¿Y tú? ―Me sentí… afortunada, privilegiada de que él hubiese invitado a salir a la empollona de la escuela. ― ¿Y? ― Fue un desastre desde el minuto en que entré. La música estaba muy alta y no podía oír una palabra, o pensar. Él se rió entre dientes. ― Cuidado estás mostrando tu edad. Taylor le ofreció una sonrisa tentadora. ― Probablemente, pero en aquél entonces me sentía muy fuera de lugar. ― exactamente como ahora, razonó ― Parecía como si toda la escuela llegase. La así

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llamada supervisión adulta que mi padre había desaprobado se presentó siendo una hermana mayor – mayor sobre unos dos años. Ella solo quería pasárselo bien. ― ¿Qué pasó? ― Drogas y alcohol, sexo en el baño. Lo que quieras. Pasó. Donde quiera que mirara, algo pasaba. ― suspiró ― Así que me fui. Rápido. A la mañana siguiente, cuando mis padres descubrieron la fiesta, fui castigada durante un mes. ― Pero tú no hiciste nada. ― No. Yo era la proverbial buena chica, como dijiste. ― alzó el mentón y le miró fijamente ― Señorita Prim, creo que me llamó. Él le dedicó una sonrisa tímida. ―Ups. ― No, tienes razón. Lo era entonces, y… bueno, supongo que lo soy ahora también. Pero lo que no le había contado a Cade era que ella había corrido asustada – emocionalmente y por alguna razón psicótica, se había refugiado en la seguridad de lo que conocía. Quien conocía. En Rob. Fuera, el pitido de un cláxon agujereó las silenciosas calles y trajo la realidad de vuelta de un golpe. Hacía todos esos años. Y no tan diferente ahora. Sí, lo es. Lo era. De verdad. Ahora ella se encontraba en medio de cortar la dependencia de ese santuario, y se moría de miedo. Por alguna razón, se había refugiado en la idea de que necesitaba la aprobación de su familia. Ya no. Ahora ella quería esa libertad. Y la cogería. Taylor acabó su cerveza y bajó la botella. ― Es mi turno ahora. Sus ojos se estrecharon sobre ella. ― No sabía que había turnos. ― Sígueme la corriente. ― dijo ella. Aunque lo que realmente quería no era cháchara, sino acción. Sentarse en silencio con Cade, hablando sobre emociones y pasiones, había envuelto a Taylor

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en una intimidad tan real, que su cuerpo bullía con una dolorosa necesidad. Una necesidad que requería masajeo. Si ella se atrevía. ― ¿Quieres conocer al hombre antes de tener sexo con él? ― Mejor tarde que nunca. ― dijo ella, intentando hacerle reír ― ¿O te propones librarte de hablar? Cuanto me gusta un hombre. ― ¿Y tú eres una experta? ― ¿Asustado?― replicó ella. Arqueó una ceja oscura. ― ¿De qué? ¿Qué estaba pensado? ¿Cade Harper, asustado? Ni en un millón de años. El hombre rebosaba confianza. ― De intentar comunicarte. ― propuso ella, diciendo lo primero que había pensado. Dio en el blanco. Durante un momento, la mirada de él se desplazó y por un tiempo la mantuvo, el silencio era ensordecedor. Moviéndose incómodamente en su caja polvorienta vuelta del revés, Taylor se inclinó y recuperó la botella del suelo arañado. Tomó un sorbo disfrutando la espuma agria, mientras se deslizaba por su garganta, socorriendo sus labios secos, después volvió a poner la botella en su sitio. Se puso las manos en las caderas. ― Esperando.― le recordó a él. ― Eres muy decidida, ¿verdad? ― Cuando quiero algo. ― Pero en el momento en que esas palabras pasaron de los labios de Taylor, presenció su reacción y se encogió. ― Y me quieres, ― dijo él. Taylor manoseó su cerveza y bebió con avidez, vaciando el contenido. Una gotita helada chorreó por su mentón. Iba a limpiarla, pero Cade alzó el brazo hacia ella. ― Déjame. ― Su voz era cálida, y su mirada oscura quemaba en ella mientras él retiraba la gota. El tiempo pareció detenerse.

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Entonces, él hizo algo que la llevó al extremo. Él lamió la gotita de sus dedos. Lentamente. Un acto tan íntimo y evidente que no le quedó duda sobre lo que Cade quería. Hipnotizada, ella vio la punta de su lengua deslizarse sobre cada uno de sus dedos, chupando, saboreando. Oh, cielos. Taylor apretó las rodillas, mientras una resbaladiza humedad se acumulaba entre sus muslos y estremecimientos subían y bajaban por su columna. Habla. Habla por el amor de dios. Piensa en algo, lo que sea. Taylor tragó saliva. ― ¿Cómo acabaste poseyendo el bar? ― preguntó, las palabras saliendo en un aliento precipitado. ― Los bares, en plural. ― admitió Cade fácilmente. ― ¿De verdad? Es muy impresionante. ― Me alegra que pienses eso. ― Estás muy seguro de ti mismo, ¿verdad? ― ¿Por qué no? Si no me alabo yo mismo, nadie lo hará por mí. Tú estás en los negocios. Deberías saberlo. ― ¿Necesitas alabanzas? Eres un hombre de mucho éxito. ― Ayuda. ― se encogió de hombros, y apuró el resto de su cerveza. Taylor miró mientras tragaba, sus labios llenos fruncidos alrededor de la botella abierta, la forma en que limpiaba una gota de su boca con el dorso de su mano. Un acto sencillo, pero que ella encontraba en extremo erótico. Ella quería alzar el brazo y detenerle. Quería saborearla. Saborearle. Finalmente, encontró su lengua. ― ¿Cómo ayuda? ― ¿Qué es esto… las veinte preguntas? ― No. Solo intento conocerte, volviendo al favor del interrogatorio.

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Estás intentando prolongar lo inevitable. Cobarde. Los ojos oscuros de Cade se volvieron hacia el cielo. ― ¿Soy muy interesante? ― Que no se te suban los humos. ― rió ella ― Es simple interés, eso es todo. ― ¿Por qué lo que las mujeres quieren conseguir es todo un parlanchín? ― En vez de eso, quieres decir ponerse manos a la obra y ensuciarse. ― Sí, bueno, es un punto de vista distinto. ― asintió sonriendo. ― Hablemos de un lobo con piel de cordero. ¿No fue eso con lo que dijiste que deberíamos tomarnos con calma? Cade volvió a poner los ojos en blanco. ― ¿Todo esto es sobre Venus y Martes? Ya sabes, ¿el debate del hombre versus la mujer? Y para que lo entiendas, yo no hablo sobre mí. — ¿Por qué no?— Él dejó escapar un largo y lento silbido —.No te des por vencida, ¿verdad?— Ella se encogió de hombros. El aire espeso colgado entre ellos, y una vez más se reprendió a sí misma. Todo el mundo le dijo que consiguiera una vida. Para vivirla. Pero... no podía. No correctamente. Todo el mundo espera cosas de ella. Su familia. Incluso, de alguna manera,--un muerto prometido. —Dejé la escuela a los dieciséis años—, dijo Cade, su voz resonando en el silencio. Alargó la mano y tocó de su mano a su antebrazo —.No tienes que hacerlo —. Envolvió sus dedos sobre los de ella —.Sé que no debo. Pero de alguna manera, contigo, es más fácil —. —Me alegro —. Y era ella. Tal vez si Cade podría abrirse un poco, podría ser capaz de dominar sus dudas. Ella le pidió un gran favor. Era su entrega, Sin embargo, la que la estaba estableciendo en el borde. Todavía sostenía su mano en la suya, su pulgar acariciando el dorso de su mano. Ella no la apartó. Se sentía bien. En realidad, se sentía más que eso. Se sentía bien.

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Él continuó —.Sobre todo me hice cargo de trabajos, la construcción y los trabajos de entrega. Tenía una cabeza para los números, amaba las matemáticas en la escuela —. Taylor alzo la nariz hacia arriba ante eso —.Qué suerte. Matemáticas fue mi peor materia, y trata de decirles eso a los padres que eran matemáticos —. — ¿En serio?—. —No me cayó muy bien, eso es seguro—. —Eso lo puedo creer —. —Adelante. ¿Y ahora qué? —. —Hice un trabajo para un desarrollador, tenía unos cuantos dólares a un lado y se encontró la propiedad en Devonport—. —Así que esa es la barra de buque insignia, ¿por así decirlo?— —Sí. Luego hay un par aquí en la ciudad, uno en el CDB y el otro a lo largo de la línea de costa en el que tienen los mercados de domingo—. —Buena ubicación —. —La ubicación lo es todo —. —Eso es lo que dicen, — ella estuvo de acuerdo —. ¿Y tu familia?—. Pero la mención de su familia cambió a Cade. Era como si un escudo bajara y le había puesto una armadura. El fuego brillante ardiendo en sus ojos se evaporó, sustituido por una tristeza sombría. Sus dedos cesaron de hacer burlas. —Tú has conocido a Katie. Luego está Zane. Él es dos años más joven que yo — — ¿Y tus padres?— —Papá está en algún lugar en el sur—. — ¿Y tu madre?— Le persuadió. Cade se encogió de hombros, aparentemente despreocupado, pero un manchado rubor le oscureció las mejillas y la tristeza en sus ojos. —Eso es todo. Eso es suficiente —.Él arrastró sus pies y dio una patada a un trozo de madera abandonada a sus pies. La madera resonó en todo el piso de

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concreto, girando fuera de control. Se alejó, con la espalda encorvada, las manos hundidas en sus bolsillos. Sin saber qué hacer, ella recogió los restos de su comida y buscó un cubo de basura. No había nada a la vista, así que se dirigió a la puerta, a punto de salir del edificio cuando Cade la llamó por su nombre. —Taylor, no te vayas. Yo... lo siento —. Su mano bajó de la puerta, y ella se volvió hacia él, sorprendida, el estaba tan cerca. Demasiado cerca. Tan cerca, que podía alargar la mano y tocarlo. Ella quería hacerlo. Quería aliviar el dolor que veía grabado en sus ojos oscuros y quitar las arrugas de su frente. Cade tomó las sobras de su mano y los tiró en un tambor de metal vacío a su derecha —.Lo siento —, repitió —.Todo este cuestionamiento. No estoy acostumbrado a ello—. —Dijiste que iríamos despacio. Yo estaba haciendo eso —, dijo Taylor. —Lo sé. No es por ti. Soy yo. Es... oh, diablos, Taylor, eres tú —.

El corazón de Taylor dio un vuelco a su fin. —Entraste en mi bar y todo se convirtió en humo. Te deseo más de lo que quisiera admitir —. — ¿Y eso es algo malo?—. —Sí. Triste pero cierto. Está bien, lo admito, estoy jodido, pero no quiero compromiso—. —Hemos pasado por esto. Yo tampoco —. El tomó sus manos los dedos colocados alrededor de sus muñecas. La habitación parecía haberse encogido. Era ella y Cade. Uno contra el otro. Miró a su boca —.Lo sé—. Dame un beso. Adelante. ¡Hazlo! Por favor. Taylor luchó por la cordura —.Es sólo una vez. una noche en vela —.

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—Maestro y estudiante—, respondió con su toque de humor regresando. Un suspiro tembloroso ondulada de los labios de Taylor, y ella se arqueó hacia él. —Eres muy hermosa—. Trató de respirar. No pudo. No es una esperanza para el Hades —.A Toda mujer le encanta escuchar esas palabras—. —Tú querías fuego, cariño. Aquí lo tienes —.La boca de Cade la reclamo. Caliente. Exigente. Y muy delicioso. Oh, Dios, él la estaba besando. Por fin. Apretó su cuerpo duro contra ella, y la puerta reclamó su espalda. —Tan hermosa—, murmuró mientras sus labios se movieron sobre los de ella, su lengua bailando un tango sensual con la suya. Podía sentirlo. Todo de él. Su amplio pecho rozaba sus pechos, tentando a sus pezones en protuberancias de roca dura, y cuando su cadera se apretó contra la de ella, su erección se frotó contra su vientre. Oh, Dios, ella lo quería. Un sonido recorrió el aire --un grito sofocante de la necesidad-y Taylor se dio cuenta de que era su propia voz. Miro a Cade con una mirada directa — ¿Es este el estado de ánimo que hablamos?—. —Cariño, ¿lo dudas?—. El calor rodó a través de Taylor a una velocidad vertiginosa. ¿Dudas? Ella no tenía ninguna. Los labios de Cade sellados sobre los de ella una vez más, sus hábiles manos abarcando su cintura, deslizándose hacia arriba en un camino de burlas. Él llegó a sus pechos, y sus pulgares hicieron círculos en sus pezones, tentándola más allá de su resistencia. Su cabeza rodó hacia atrás y dejó al descubierto su cuello, provocando un gemido de placer de Cade —.He esperado por esto. Ahora lo sé —. — ¿Sabes qué?—. —A que sabes—. El murmuro mientras sus labios buscaban consuelo a lo largo de su cuello —.Es verdad. Los cuellos son Oh- Muy- muy erógenos—. Con sus ojos oscuros envolviendo por un largo momento, pestañas negras como la tinta, parecía peligroso y muy sexy. Con solo mirarla todas las emociones

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de Taylor salieron, emociones que no entendía muy bien. Ella las dejó de lado. Ella no quería pensar. Solo quería sentir. Sentir el toque de Cade. Y no estaba decepcionada.

Él encontró la cremallera de su vestido y sin esfuerzo se deslizó hacia abajo. —Has tenido la práctica—. —Hace al maestro. Y tú, cariño, eres perfecto —. —Te hace perfecto. Y tú, cariño, eres perfecta —. A medida que facilitó los tirantes de su vestido por sus hombros, anticipación alimentaba sus sentidos, y su boca se secó. Sus ojos se agrandaron cuando vio la expresión ardiente de Cade enfocándose en ella. —Bueno, bueno—. Sonrió —.La señorita remilgosa es una verdadera sorpresa—, dijo, mientras una mano trazó el contorno de encaje de su sujetador. Encaje y seda. Sexy y pecaminoso. Su secreto. — ¿Quién hubiera sabido que llevas esos brebajes tentadores debajo de su pequeña ropa remilgosa?— Cade dio un paso atrás y dejó escapar un largo silbido de lobo mientras su mirada se deslizó por su longitud. Despacio. Con avidez. Era como si él la comiera -toda —.Baby. Eso sí que es algo —. Su mirada se deslizo hacia abajo- a su tanga- y el cuerpo de Taylor chispeo de vida. Más caliente que lo caliente. Tendría que estar avergonzada. Ningún hombre la había visto desnuda antes de este, y los trajes de baño no contaban. A Cade le gustaba lo que veía. Obviamente. Su excitación presionó con fuerza contra sus jeans, y su pesada y atrapante mirada quemaba con deseo. Esa simple idea hacia que Taylor se sintierapoderosa. Nunca se había sentido así antes. —Si sigues mirándome así, no voy a ser capaz de mantener el control—. —¿Quién dijo que deseó control?— Replicó ella. Un destello de sorpresa cruzo los ajos de Cade por un segundo antes de que la atrajera hacia él. Ella llego con fuerza, el aire estancado en sus pulmones.

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Él la besó. Una vez más. Y otra vez, y otra vez. En los labios, en los párpados, en las mejillas. Por todas partes. Y Taylor le besaba de vuelta. Ella quería sus besos. Montones de ellos. Cada uno de ellos. Y más. No estaba segura de poder respirar. Pero en el momento en que los dedos calientes de Cade desabrocharon su sujetador y la prenda de ropa cayó, supo que respirar no era importante. Él ahuecó una mano en cada pecho, bajando su boca y chupando uno tras otro. Una y otra vez, constantemente y deliciosamente otra vez, mientras Taylor flotaba en un cielo glorioso y tragaba un gemido gutural de placer pecaminoso. Sus dedos titubeantes encontraron el dobladillo de la camiseta de Cade y hurgaron debajo. Se regocijó mientras los arrastraba sobre su piel. Surcos, ángulos y su pelo áspero deslizándose bajo las yemas de sus dedos. Todo era nuevo, una exploración sensorial que la deleitaba. Ella quería más. Quería ver a Cade, como él la veía. ― Quítate la camiseta―. Una amplia sonrisa destelló en su rostro. ―Como ordenes―. Taylor contuvo la respiración cuando él se quitó la camiseta por la cabeza. La piel bronceada y los músculos duros no decepcionaban. ―Si sigues mirándome así, creeré que quieres algo―. ―Lo quiero. Quiero tocarte―. ―Adelante―. De nuevo la voz de ella sonaba sensual. Incluso sexy. Taylor se preguntó de dónde había salido. ¿Había sido esta mujer desde siempre, solo que reprimida? ¿O lo estaba haciendo Cade? Ella extendió sus manos a través del torso de él, sintiendo como subían y bajaban sus costillas y el ruido del latido de su corazón palpitando bajo las yemas de sus dedos. Ese simple acto le sacó una sonrisa. Que su pulso latiese aceleradamente como el de ella la deleitaba.

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Fortalecida, Taylor le tiró suavemente del pelo rizado, arrastrando sus dedos por sus pezones, maravillándose con su textura y color oscuro. Ella lanzó una mirada vacilante a Cade. De repente, no estaba muy segura. ― ¿Estoy haciendo esto mal? He…―. ―Cariño, nada de lo que hagas puede estar mal.― respondió él con la voz cargada de deseo ― No pares. Tienes mi permiso tienes mi permiso para tomar tanto como quieras e incluso más―. La tentación era demasiado fuerte, y los dedos de ella comenzaron a danzar sobre la piel de él. Todo era sobre los sentidos. El tacto de su piel contra ella, sintiendo su pecho subir y bajar, su aliento caliente y provocador y el pequeño gemido que ella le provocaba cuando encontraba cada punto de placer. Ella sonrió, llena con el placer que podía provocar ese tipo de éxtasis. Después estaba el gusto. Taylor pasó la punta de su lengua por el labio superior de él, vio que su mirada la seguía en todo momento. Su visión se volvió borrosa momentáneamente cuando se centró en la fuerza de su excitación. Una gota de transpiración bajaba en espiral por el pecho de Cade. Taylor se inclinó hacia delante. Inhaló. Olía muy bien. Todo hombre. Suyo. La gotita se movió lentamente de camino a su abdomen, y más abajo, hasta que rodeó la profundidad de su ombligo. Era suya. Con la punta de la lengua, Taylor lamió la gotita, saboreándola, disfrutándola. ―Deliciosa―. Un gemido espeso y ronco de éxtasis salió de la garganta de Cade. ―No es verdad―. Taylor sonrió. Definitivamente Cade estaba luchando por mantener el control. ―Esto es mejor que el chocolate.― rió ella, lamiendo su piel ―Sabe salado, caliente y…― ella ronroneó y le miró a través del velo de su pelo ―Muy sexy―. ―Suficiente. Mi turno.― Cade cogió sus muñecas y la atrajo contra él, enganchando una de sus piernas sobre su cadera mientras ella las abría completamente. Con una mano cogiendo sus nalgas, sus dedos masajearon su carne. Eran calientes y provocadores, incitando una necesidad en Taylor tan fuerte que pensaba que explotaría. El momento en que sus dedos rozaron su tanga, sintiendo su humedad, su excitación aumentó y sus párpados pestañearon hasta cerrarse. El tacto seductor de Cade la estaba enviando a otro mundo.

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― ¿Bien? ―. Ella asintió. No podía hablar. Pero, oh, chico, podía sentir. Los dedos de Cade rozaron su lugar secreto, un lugar que nadie había tocado antes. Se sentía muy bien, y que fuese Cade de alguna manera lo hacía más perfecto. Perdió todo sentido del tiempo, cada parte de ella concentrada en un punto. ―No sabía…― gimió ella mientras el placer se intensificaba. ― ¿Saber qué, cariño? ―. ―Que podía ser tan…― su mente estaba en una hipnótica niebla de lujuria y necesidad, Taylor luchó para encontrar la palabra correcta. Cualquier palabra. Entonces supo exactamente la que era. Cómo era ―Exquisito―. ―Solo puede mejorar―. Y lo hizo. Sus labios bajaron por su cuello, esparciendo besos suaves que eran muy dulces, y lo más sexy y provocador que ella había experimentado nunca. Él pasó un dedo por la estrecha vagina y lo deslizó a través de su centro húmedo. Taylor respiró ahogadamente, y sus ojos se abrieron de golpe, atravesada por la mirada oscura y caliente de Cade. Su estómago se contrajo y un jadeo entrecortado desgarró el aire. Su jadeo. Instantáneamente él se detuvo y se retiró. No pares. Pero ya era demasiado tarde. Él dio un paso atrás al momento, el precioso y delicioso momento en que su cuerpo bullía de necesidad por él, por sus caricias, por sus besos, la forma en que jugaba con ella, haciéndola sentir viva, se había desintegrado. Taylor nunca había sentido tal sensación de abandono. Con el rostro sonrojado y los ojos caídos, Cade se pasó una mano por el pelo. Pero no podía diluir el deseo que ella aún veía reflejado en su mirada entrecerrada. ―Tápate, Taylor.― masculló él. ―Pero…―. ―Por favor.― se dio la vuelta y anduvo hasta el otro lado de la habitación.

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Vulnerable en su estado a medio vestir, Taylor tiritó mientras una tristeza helada se deslizaba por su columna vertebral. Rápidamente abrochó su sujetador y se subió el vestido, pero mientras volvía a tirar de la cremallera, se enganchó. Tiró de ella. Y una vez más. No se movería. Cade estaba de pie a unos pocos pasos, pero la distancia podía haber sido de millas, su expresión dejaba claro que estaba perdido en su propio mundo de reproches. No la miró. ― ¿Cade? ―. ―Sí.― él sonaba muy agotado cuando se giró hacia ella, con la expresión moderada. Mantuvo su mirada no más abajo de su cara. ―Tengo un problema. Mi cremallera está atascada―. Por un momento, la miró como si no entendiese, y después la comprensión coloreó sus ojos con la oscuridad del chocolate. ―Date la vuelta.― ordenó bruscamente. Apretando sus manos contra su pecho, Taylor hizo lo que le había dicho. Y esperó. Durante algún tiempo, interminables momentos, él no se movió, permaneciendo en silencio. La carne de gallina erizó su piel desnuda, y ella tembló. ― ¿Cade? ―. ―No puedo―. Taylor frunció el ceño. ― ¿Está rota?― preguntó ―Maldita sea, el vestido es bastante nuevo―. Con un tirón suave, la cremallera subió sin esfuerzo, y Taylor se volvió para encararle. Él estaba de pie tan cerca, que su calor corporal la rodeaba. Ella apretó sus brazos en su cintura. ― ¿No podías qué? Has arreglado la cremallera. Gracias―. Un indicio de sonrisa apareció en su rostro serio, después desapareció un segundo más tarde. ―No podemos―.

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Un frío ártico heló sus venas, su comprensión instantánea. Ella se envaró y se alejó. ―Creí que habías dicho que era suficiente―. Ella se ofendió. Maldición. Muy en el fondo de ella. En un lugar donde nadie podía ver excepto ella. Avergonzada por su estupidez por dejarse ir, por haber sido un objetivo tan fácil, Taylor recogió su bolso y su carpeta de notas y caminó hacia la puerta. ―Estoy haciendo mal todo esto―. Giró sobre sus talones, con la furia abrasando cada parte de ella. ― ¿Qué pasa, Cade, es que eres un bromista? Te paras y empiezas a tu voluntad―. ―Solo dije que aquí no, eso es todo―. ― ¿Eso es todo? Eso no fue exactamente lo que dijiste. Lo que dijiste fue… —no puedes—.― repitió ella con sarcasmo ― Una vez que habías empezado algo no lo terminaste. Varios y duros segundos pasaron, y cada uno de ellos, Taylor luchó para endurecer su corazón. ― ¿Crees que no pensé en acabar lo que empezamos? ―. ―Tú tienes una obsesión concerniente a mí por lo que parece. Pero está bien. Te lo perdono.― Taylor abrió la puerta de un tirón. Tenía que salir de allí. Maldición, maldición, maldición. Había sido una estúpida y había dejado a sus emociones dar lo mejor de ella, confiando en sí misma. ¿Cómo de idiota había sido? Confió en sus emociones una vez antes, solo para darse cuenta que había cometido un enorme error.

―No voy a pasar por esto otra vez. No puedo. Es una pena si mis clientes quieren saber sobre orgasmos y posturas sexuales. Les mandaré a la biblioteca―. ― ¿Taylor? ―. Alzó una mano para detenerle. ―No me merezco esto―. ―No, no te lo mereces―.

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Ella apretó los ojos cerrados y luchó para aguantarse las lágrimas, pero falló. Una tras otra cayeron en cascada por sus mejillas, un flujo imparable, que su ira solo intensificaba –consigo misma. ―Te mereces lo mejor, Taylor. No te mereces un edificio abandonado y un montón de cojines polvorientos en un suelo lleno de basura―. Ella abrió los ojos y limpió bruscamente sus mejillas húmedas. Cade estaba de pie delante de ella. Ella podría inclinarse adelante y besarle. Quería hacerlo. Mucho. No, no quieres. Oh, sí, quería. Su mandíbula se endureció mientras la mantenía firme, confusa por la intensidad de sus sentimientos por este hombre, prácticamente un extraño. Nada podía apagar el calor y la lujuria y… el anhelo que sentía por él. Aún le deseaba. Aunque su cerebro la advertía de pisar cuidadosamente. Para no resultar herida.

Demasiado tarde. Cade habló al fin, acabando con el silencio. ―Me pediste algo muy especial la otra noche. Un privilegio que a la mayoría de los hombres nunca les piden. No quiero que recuerdes tu primera vez rodeada de suciedad y escombros. Te deseo. Demonios, me pones caliente, cariño. No creo que este negocio haya terminado―. ― ¿No es así? ―. Sus dedos se ahuecaron en su mentón, inclinándolo hacia arriba y la atravesó con una mirada abrasadora. ―Lejos de eso, cariño.― deslizó una mano sobre ella, enlazando sus dedos ― Venga, vámonos. Taylor se quedó de pie. ― ¿A dónde? ―. ―A un negocio pendiente―.

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Traducido por Krispipe Corregido por marthatithy1 —¿Qué es lo que dicen sobre los mejores planes?—Taylor se echó a reír mientras salían del edificio y presenciaba la excitación de Cade…no sólo por ella, sino por la fila de coches antiguos y clásicos que se alineaban en la calle. Cade se dio una palmada en la frente. —Maldita sea. Me olvidé —¿Qué?— Él hizo un gesto hacia los coches alineados a lo largo de la acera. —Esto es Toda la Noche Americana. Cada mes, los dueños de bólidos Americanos y coches clásicos se reúnen aquí, luego conducen por la ciudad a lo largo de la línea de la costa. Pero sobre todo es una oportunidad para que los dueños echen un vistazo. —Y se les caiga la baba—, dijo Taylor, riendo. La boca de Cade se curvó en una sonrisa traviesa, su mirada dándose un festín con el espectacular trabajo del cromo y las pinturas. —Supongo. —Así que vamos a babear—, instó ella. —¿Pero no se supone que estamos haciendo…cosas?— —Eso puede esperar, Cade. Los coches son hermosos— Cade le dio una rápida sonrisa. Él la atrajo hacia él. —¿Ya te dije que eres hermosa también?— —Hace unos minutos—, dijo y se vanaglorió del deseo que vio reflejado en la oscura mirada de Cade. —Pero no me importa si lo dices de nuevo—, respondió

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con sinceridad, y se rió en voz alta, sorprendida y encantada de oír su propia risa. No podía recordar la última vez que se había sentido tan relajada, tan alegre. La boca de Cade encontró la suya, y ella se inclinó contra él, sorprendida por como una boca se sentía tan deliciosa y le daba tanta alegría como lo hacía la de Cade. —Los coches—, le recordó. —Hmm, pero esto es delicioso— —Me haces sonar como chocolate— —Sí. Rico caramelo de chocolate, del tipo Suízo, las cosas que se deshacen en la boca. Demasiado bueno para perdérselo— —No lo vas a perder—, dijo ella, tirando hacia atrás. —Sólo a retrasarlo en el tiempo, eso es todo. —¿Lo prometes?— —Por supuesto— —Me ocuparé de que lo mantengas de eso— —Me aseguraré de lo hagas—, replicó ella. Sip. Sabía que lo haría. De la mano, caminaron por la acera, Taylor inclinándose hacia el abrazo de Cade mientras veían la larga fila de coches. Se sentía tan bien estar con él. Normal, de hecho. Alrededor de ellos, las personas hablaban, admiraban los autos, la atmósfera casi carnavalesca. —Oh, mira. Algodón de azúcar—. La boca de Taylor se hizo agua mientras señalaba hacia un grupo de vendedores ambulantes vendiendo confitería rosa brillante junto a manzanas acarameladas y patatas calientes. —Podríamos llamarlo postre. —Y yo que pensaba que tú eras el postre—, dijo Cade, besándola de nuevo. —¿Quieres crema batida con eso?—

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Cade dejó escapar un bajo rugido. —No me tientes—. Él se inclinó suntuosamente, humor bailando en su expresivo rostro. —Señora, el postre espera—. La dirigió hacia el puesto cercano. —Dos, por favor— El vendedor les pasó el algodón de azúcar y Cade pagó. Él los tendió. Elige. Rosa o rosa— —Oh, rosa, creo— Mientras continuaban a través de la multitud, Cade se deleitaba informándole sobre cada vehículo, su marca y año. —¿Eres una impresionada.

mina de información, verdad?— Dijo verdaderamente

—Lo intento— —Estás teniendo éxito— Se encontraron con un grupo acurrucado alrededor de dos coches. Taylor no pudo contener su repentina emoción—Conozco estos. Ese es un Chevy 55—. Ella señaló hacia el coche. —Y esa moto es una Triumph Bonnevile, el Jagua de las motos. Creí que habías dicho que esto era para coches Americanos— —Lo es, pero realmente es sólo para entusiastas empedernidos de los coches— Las cejas de Cade se levantaron. —Así que, ¿cómo sabes todas esas cosas?— —Te lo dije, soy una entusiasta de los coches encubierta— —Es más que eso. Este año los coches y las motos son muy raros. ¿Qué es lo que no me estás contando, Taylor?—. Un escalofrío de pánico se deslizó arriba y debajo de la columna vertebral de Taylor. —Nada—, negó al instante. Sacó el brazo del de él y puso algo de espacio entre ellos. —Estás exagerando.

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—No, no lo estoy. Apuesto a que la mayoría de la gente de aquí no conoce esa moto o el Chevy—. —Leo revistas sobre coches en mi tiempo libre—. Taylor deseó de corazón que Cade cambiara de tema. No quería desenterrar recuerdos. Rob había estado demasiado enfermo para juguetear en su Ford 48, por lo que en lugar de eso se había sentando con él durante horas, leyéndole sus revistas de coches, hasta que la muerte lo alcanzó. Repentinas, espontaneas lágrimas pincharon en los ojos de Taylor. Maldita sea. No tenía ganas de llorar. No ahora, y ciertamente no en frente de Cade. Ella las apartó. Rob se había ido, y sus sentimientos por él eran confusos, una mezcla de culpa y tristeza de que había cometido un absurdo y estúpido error. Algo que, incluso cuatro años después, ponía a prueba su juicio sobre a lo que los hombres se refieren. De pie de espaldas al Chevy, Taylor vio que Cade hablaba con un par de otros entusiastas, el juego de su fuerte cara, la luz que brillaba en sus ojos cuando estaba relajado. Él era un buen hombre. Pensativo. Considerado. Había estado pensando en ella cuando había paralizado su acto sexual, no queriendo que ella experimentara el sexo en un edificio abandonado. Eso fue amable. Eso fue…bueno, fue simplemente Cade Harper. Un calor invadió los huesos de Taylor, infiltrándose en ella, mimando y reconfortando. No había absolutamente nada sencillo sobre Cade. Ella le debía una explicación, pero no había manera de que realmente pudiera poner esa explicación en palabras. ¿Cómo le contaba que había querido deshacerse de su novio moribundo? No sonaba bien en ningún idioma. —¿Taylor?— Su cabeza se disparó mientras su voz la trajo de vuelta del pasado. Cade estaba muy cerca, una mirada de niño perdido en su rostro, toda grave y seria.

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Una tentativa sonrisa curvó su boca. Ella quería acercarse y tocarlo, quitar esa tristeza. —¿Siempre te acercas sigilosamente a las chicas?— —Sólo cuando eres tú. Quería disculparme—, dijo. Sus manos apoyados sobre los hombros de ella, y la atrajo hacia sí. Taylor tuvo que arquear su cuello hacia atrás para mirarlo a la cara, y cuando lo hizo, se dio cuenta de que estaba perdida. —¿Por qué?— —El interrogatorio. No es asunto mío si te gustan los coches. Aunque debo de admitir que es un poco sexy. Das a un chico fantasías— El aliento de Taylor se estancó, excitación enrollándose abajo en su vientre. —Fantasías. Humm. ¿Por ejemplo?— —¿Realmente quieres saber?—Una de las manos de Cade se perdió en su espalda, ahuecando su trasero. La condujo hacia atrás, apoyándola contra el lado de un coche cercano. Taylor sintió las curvas metálicas del coche en la parte posterior de sus piernas. Se apartaron, y Cade se deslizó entre ellas. Ella sintió la excitación de él luchando contra sus vaqueros empujando contra su sexo. ¿Aquí? Descarado y muy público. A Taylor no le importaba. Quería sentir todo de él. Cade deslizó una mano entre ellos y tiró de su pezón. Se endurecieron bajo su toque. —¿Qué hay de sexo caliente, rápido? Aquí en la parte de atrás del coche—Los ojos de Taylor se abrieron como platos, calor inundando sus mejillas, ardiendo incluso su cuero cabelludo. ¡Fantasías!

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Sus músculos se tensaron, relajaron, luego se tensaron de nuevo con deseo de él. ¿Cómo sabría como se sentiría? No tenía ninguna experiencia. Sin embargo, sabía, absolutamente, lo que Cade sentiría en su interior y lo quería. El deseo la estaba matando. Mientras Cade lanzaba pequeños besos por el lado de su cuello, acariciando el lóbulo de su oreja, sus manos pasando a través de su pelo. La textura de este disparó sus sentidos, y un tembloroso suspiro escapó de sus labios. —Sí—, le susurró al oído. El duro y caliente suspiro de Cade abanicó su piel. —Entonces, me gustaría ir despacio. Degustándote, sintiéndote venirte alrededor de mí, apretándome. Escuchar los suaves maullidos y gemidos de placer que haces— Oh, muchacho. Taylor se apoyó contra el coche, sintió el duro metal presionar su espalda. Levantó una pierna y la enganchó alrededor de Cade. Él la levantó ligeramente, presionándose más sobre ella y la besó. Profundamente, a fondo. Transportándola a otro mundo. Su sexo se frotó contra ella, y un aumento de urgente necesidad se disparó en todas sus partes. Se sentí temeraria. Carnal. De fondo, el sonido de silbidos luchaba a través de la niebla de deseo envuelta alrededor de ella. Cade debía haberlos oído también, y se retiró una fracción. — Tenemos que salir de aquí— Los ojos de Taylor se abrieron. Por un momento, estaba confundida sobre dónde estaba, entonces la realidad la golpeó. —Dios mío, en público. Nosotros estábamos…— Su respiración era irregular, y empujó a Cade ligeramente. —No lo puedo creer. Estábamos…— —Encendidos—, ofreció Cade. —Ambos, Taylor. No fui sólo yo. Los dos queríamos esto. Aquí. Ahora—.

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—Oh, Dios—. Taylor miró a Cade. Ella vio el rastro de ese mismo calentón hablando bajo su piel. Cerró los ojos, parpadeando fuera de la realidad. No podía creer esto. Había saltado sus huesos — en público. Había estado muy dispuesta a hacer el amor con él aquí, ahora mismo. ¿Cómo podía ser tan estúpida, tan ciega? Así que…había olvidado realmente dónde estaba. Cade la hacía olvidar. —Vamos—. —¿A dónde?—Taylor se sintió entumecer, una especie de entumecimiento deliciosamente caliente y sexy. —A casa. Tenemos asuntos pendientes, ¿recuerdas?— No habían andando más que unos pasos cuando alguien dijo el nombre de Cade. —Oye, hermano, espera— Cade dejó escapar un gemido y murmuró entre dientes. Tiró de la mano de Taylor y aceleró el paso. —Espera—. Su perseguidor, obviamente, no se daba por vencido, se dio cuenta Taylor. Una mano golpeó la espalda de Cade, y él se detuvo, furia creciendo en su frente. Se giró uno—ochenta para enfrentar a su intruso. —Ahora no, Zane— —Hey, ¿es esa manera de tratar a la familia? ¿Zane? El hermano de Cade. Taylor lo miró. Se parecía a Cade. Más suave, no tan alto, pero aún tenía esos endiabladamente apuestos pómulos Harper. —¿No vas a presentarnos?—Preguntó Zane, mirando directamente a ella.

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—Nop. Nos tenemos que ir—. Cade trató de girar, pero obvio que Zane no estaba teniendo nada de esto. —Soy Zane, su hermano menor—, dijo él, tendiéndole la mano. Taylor la tomó, sorprendiéndose cuando el joven Harper la llevó a sus labios y la besó. —Manazas fuera, hermano—, Cade casi gruñó, sorprendiéndola con sus tácticas de He—man. —¿Qué? ¿No puedes soportar un poco de competencia?—. —Perderías—. Cade se puso rígido. El pequeño pulso en su mandíbula que ella había llegado a reconocer cuando se enfrentaban por el control parpadeaba en un implacable batir. —¿Quieres apostar?— —No hay apuesta—Cade envolvió un protector brazo alrededor del hombro de Taylor. —Basta—. Ella aflojó su mano de la de Zane y agitó un dedo hacia los dos hombres. —¿Qué es esto? ¿Rivalidad entre hermanos? —Amor fraternal—, le informó Zane. —Sólo chequeando al muchacho aquí. No lo agotes, ahora—. Y con esto, Zane les dio un guiño alegre y se dirigió hacia un grupo de mujeres jóvenes. Durante unos segundos, Cade se quedó inmóvil, su estrechada mirada fijada en la retirada de Zane. Luego se volvió hacia ella, un rubor de preocupación coloreando su rostro. —Lo siento por mi hermano. ¿Estás bien? — Taylor asintió, pero cuando se estremeció, Cade se quitó la chaqueta de cuero y la envolvió alrededor de sus hombros.

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Tan disimuladamente como pudo, Taylor bajó la cabeza, inhalando profundamente la fragancia impregnada en el cuero. Olía a Cade. A cálido y masculino. Tirando de los bordes en torno a ella, la abrazó más cerca. Una vez más, eran a penas ellos dos, la multitud desvaneciéndose en la nada. —Tenemos una cita, creo—. Los dedos de los pies de Taylor se curvaron. —¿Cómo podría olvidarlo?—. —Esperaba que no—. —Eso sería imposible en lo que a usted se refiere, Sr. Harper— —Bien, vamos—. Uniendo su mano en la de ella, casi corrieron de vuelta a donde él había estacionado la camioneta. Cade aceleró el motor mientras rugía de vuelta a la vida. Él le dirigió una rápida mirada. —¿Estás bien?— Oh, sí. Ella estaba más que bien. Estaba definitivamente lista. En el momento en el que Taylor dio un paso tras Cade fuera de la entrada de atrás del bar, cualquier duda que hubiera estado albergando voló por la ventana proverbial. Él se volvió hacia ella, un dedo sobre sus labios sonrientes. —Tenemos que ser silenciosos si no queremos que mi entrometida hermana nos asalte—Cubriendo sus brazos sobre sus hombros, Cade la atrajo hacia él. Ella se acercó contra su duro cuerpo. Su muy sexy cuerpo. Se sentía bien—de nuevo. La excitación burbujeó dentro de Taylor, y levantó la mano lo besó suavemente en los labios. —Haz eso otra vez y no seré capaz de controlar mis acciones—. Murmuró él contra su boca. —¿Es una promesa?—Ella lo besó de nuevo. No había nada suave o tentativo sobre este beso. Lo besó duro, acariciando el lado de su cara, saboreándolo. Sus

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manos se deslizaron por debajo de su camiseta, su estremecimiento cuando sus dedos se extendieron sobre su piel ardiente la deleitaron. Sin aliento, ella se retiró, presenciando la reacción de Cade. Y cuando él se rió entre dientes, el tono aterciopelado, ronco de su risa envió escalofríos de necesidad a través de sus venas. —Vamos, necesitamos un poco de privacidad— Tan sigilosamente como cualquier espía, Taylor lo siguió arriba de las escaleras de atrás de la barra a su apartamento. Cade encendió una lámpara de mesa y un suave resplandor se extendió alrededor de la habitación. Era un tipo muy varonil de lugar. Sofás de cuero y oscuros pisos de madera, una alfombra Flokati crema delante de una chimenea apagada. Sistemas de sonido de primera categoría y una gran televisión de pantalla plana identificaban el apartamento como el hogar de alguien que sabía de tecnología. Pero fue el brillante tapacubos, con su audaz insignia V8 colgando en un lugar de honor sobre la chimenea lo que trajo una instantánea sonrisa a los labios de Taylor. Sí, este era el hogar de Cade. Fue consciente del escrutinio de Cade, sin embargo, y aquellas malditas mariposas estallaron de nuevo, bailando en su vientre. Pero mayormente pudo aún sentir la humedad—allí abajo—donde Cade había provocado su vida. —¿Quieres una bebida?— Ella negó con la cabeza. —¿Comida?— El calor inundó sus mejillas, y negó con la cabeza.

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Nop. No ese tipo de comida. Ella bajó la mirada. —Taylor, ¿qué quieres?—

Tú. Te quiero a ti, gritó su cerebro. Su cuerpo estuvo de acuerdo de todo corazón. —¿Taylor? Háblame. Si quieres retirarte y cambiar de opinión, no voy a pensar mal de ti— —No. No he cambiado de opinión— Oyó un suspiro de alivio de Cade, y esto aumentó su floja confianza. Envalentonada, cerró la brecha entre ellos y estrechó las manos de Cade en las suyas, levantándolas a sus labios. Tomó su dedo medio y lo pasó por sus labios entreabiertos. Ni una sola vez dejó de mirar su hermoso rostro. Su lengua lamió la yema de su dedo. Una vez. Dos veces. Lo chupó de tal forma primitiva que nunca podría dejar a Cade dudar de lo que tenía en mente. —Sabes delicioso—, susurró. Él sabía—a ella. ¡Oh, señor! Un calor infernal quemó derecho a través de ella. Ella se probó a sí misma. Las mejillas de Cade se marcaron con sus hoyuelos y su sonrisa se amplió. El hombre había visto su conmoción. Sabía exactamente lo que ella estaba pensando. Cade sabía que tenía que reducir la velocidad. No quería asustar a Taylor, pero que el cielo lo ayude, ella lo tentaba tanto.

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Sin hablar, él se acercó y apartó un mechón de su pelo, enrollándolo alrededor de su dedo. El rizo de seda acarició su piel. Su mandíbula se apretó, y se tragó las ganas de sumergirse en sus húmedas profundidades, allí mismo. Tómalo con calma, ¿eh? Baja la velocidad. Sentía como si una apisonadora hubiera arrancado justo sobre él. No sabía lo que era lento ya, si incluso podía o quería ir lento. Con grandes, inocentes ojos, ella lo miró a través de sus increíblemente largas pestañas, ¿Inocente? Lo que le hacía no la hacía ni siquiera remotamente parecer inocente. Lo calentaba hasta el punto de ebullición. Sintió un escalofrío ondularse a través suya y sonrió. —¿Sabes lo que me estás haciendo? Un tintineante sonido de pura alegría salió de sus labios. —Creo que sí—. Su mejilla acarició la de ella. —¿Qué fue eso?— —Un beso de mariposa— Rió él. —Me hizo cosquillas—, dijo de la provocación de sus pestañas contra su mejilla. La risa de Cade murió repentinamente. Besar es un asunto serio. —Pero este es un beso de verdad—. Y él se abalanzó sobre su boca, saboreando su sabor, la sensación de su boca bajo la de él. Y se sentía bien. Malditamente bien. Él quería más. Quería sentir su lengua contra la suya, igual que cuando chupaba sus dedos.

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La tensión en Cade se disparó mientras provocó sus labios abiertos y se sumergió en el dulce hueco de su boca. —Querías real—, murmuró él, no queriendo dejar su boca por un momento. —Y lo tengo—Sus manos hacían cosas seriamente sexys para su piel, frotando sobre sus pezones, tirando de ellos, y el tiempo perdió importancia. Dejó caer las manos a su cintura. Ella era tan pequeña que casi podía abarcarla. En un movimiento fluido, desabrochó su vestido y fue a tirar hacia abajo las correas. —Espera—. Su mano detuvo sus movimientos. —Déjame. Cade no sabía cuándo más podría tomar. Ella dio un paso atrás, extendió la mano y agarró las correas de su vestido con ambas manos, y, oh—tan—muy—suficientemente lento para que Cade pensara que había muerto he ido al cielo, empezó a desnudarse. Deslizó los tirantes por los brazos primero, bajando el vestido, pulgada por gloriosa pulgada, manteniendo su mirada enganchada en la de él, sin dudar un ápice. Su erección se hinchó, incómodamente mientras se tensaba contra sus pantalones vaqueros. Necesitaba liberación. Necesitaba a Taylor. Ahora. Quería extender la mano y tomarla en brazos, terminar el trabajo, despojarla desnuda, zambullirse en su delicioso calor. Pero no lo hizo. Maldita sea. Despacio. Maldijo su codiciosa necesidad. Nunca se había sentido así con cualquier otra mujer, nunca necesidad. Él había sido el jugador, el que estaba en control. Pero en este momento, Cade no estaba seguro de nada. —¿Quieres más?—Preguntó ella.

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Encontró su lengua atada en nudos, y asintió con la cabeza como un colegial pubescente. El problema era que se sentía como tal. Ansioso—y muy muy listo. El vestido descendió, revelando primero el oleaje de sus firmes pechos, apenas visibles por encima de esa mezcla de encaje que ella llamaba sujetador. Luego más. Él aspiró oxígeno. ¿Estaba intentado respirar? ¿A quién le importaba‘ Su mirada se pegó rápidamente a Taylor mientras el vestido se deslizaba más y más, dejando al descubierto su plano abdomen, la suave curva de sus caderas. Ella se detuvo. Él quería gritar: ―No, no te detengas. Sigue adelante. No puedo esperar más‖. Ella le sonrió. Esta mujer tenía un control total sobre él. Lo tenía desde el momento en el que había entrado en el bar. Enganchó los tirantes de su vestido tubo por encima de sus pulgares y lo deslizó aún más abajo. La mirada de Cade fue con el vestido. Su corazón latía tan frenéticamente que estaba seguro que iba a explotar. Todo centrado en Taylor. El vestido cayó al suelo, y ella salió de él, golpeándolo a un lado con la punta de los sexys zapatos de tacón alto. Bajo la tenue luz, ella se paró, vestida sólo con la ropa interior con la que lo había sorprendido antes—y los tacones. Tacones que hacían que sus piernas se veían como si fueran para siempre. Piernas que imaginó alrededor de él. Cade contuvo el aliento. —Hermosa— Y era ella. Una cascada de pelo cayendo sobre sus hombros en una nube gloriosa. Había una mirada tentadora de pezones endurecidos empujando contra su sujetador de encaje. Taylor era una vista exquisita para contemplar. Su aliento se atascó en sus pulmones. Extendió una mano hacia ella.

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¿Vendría? ¿O retrocedería? Taylor podía haber esperado mucho tiempo por este momento, pero Cade sentía como si hubiera esperado toda una vida.

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Traducción: Mais020291 Corregido por: Judyher

T

aylor había tomado una decisión. No había marcha atrás. Tomó la mano de Cade y él la guió hacia la cama. Él abrió la puerta de un golpe y fue a prender la luz. Ella mantuvo su mano. — No. Déjala apagada Vio su duda y pudo entender el porqué. Ella acababa de exhibir su striptease más erótico – y ahora quería la luz apagada. — Por favor. — Su ruego salió con un suave susurro sin aliento, envolviéndose en un suspiro de alivio mientras su mano caía del interruptor. En lugar de eso, él la volteó hacia él con ambas manos recostando en sus hombros, con la punta de un dedo, alzó su mentón hacia él. — Prometo que iremos lento — Lo sé. — Ella confiaba en él, y ese simple pensamiento la atrapó fuera de guardia. Aún así, ahora, ella lo hacía. Confiaba implícitamente en Cade Harper. Su boca se curvó en una sonrisa pícara mientras la miraba con deseo no disimulado. — Te quiero, Taylor. Quiero estar dentro de ti, sentirte a mí alrededor, sosteniéndome. ¡Señor! La mirada de Taylor giró hacia el suelo. — No, no apartes la mirada. Necesito ver tus ojos, leerlos y ver lo que estás sintiendo. El sexo no es sólo sentir y tocar o sensorial. Es ser capaz de ver lo que el otro está pensando, ser guiado por ellos. ¿Me guiarás, Taylor? — Pero eres un profesor. — ¿Lo soy? Ahora mismo, siento que no conozco nada. Que tú me estás enseñando.

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Su boca cubrió la suya. Taylor no sabía cómo sería el sexo. Oh, ella se lo había imaginado. Horas cuando se recostaba despierta en la noche, haciendo el amor en sus sueños con un amante sin rostro. ¿Pero esto? El toque de Cade superaba sus fantasías, las revueltas de los años adolescentes. Esos habían sido sueños de niña. ¿Y los besos dulces e inocentes de…? No, ni siquiera los juegos preliminares de Rob la habían traído a tan lejano placer. Placer que, muy en el fondo, se sentía culpable por sentirlo. O disfrutarlo. Los besos de Cade cubrieron su boca, sus pestañas, su mentón, la punta de su lengua girando la curva erótica de su oreja, sus dientes mordiendo el lóbulo de su oreja, sus manos introduciéndose por su cabello. Sus besos hacían que su cabeza diera vueltas y quemaba cada célula. Viendo la profundidad del deseo de Cade por ella, llenaba su confianza. — Eso está bien, mi amor. Eres caliente — Cade accionó el broche de su sujetador, y sus senos, pesados con necesidad, doliendo por su toque, cayeron de su minúsculo manto de encaje hacia sus manos. Se sentía tan bien. Tan caliente. Cada sensación escalando. Él la acercó, sus caderas conectándose con las de él, su erección potente, burlándose. Cade era pura tentación al cien por ciento paquetes sexys. Ella dejó caer una mano de alrededor de su cuello y encontró lo que estaba buscando. Acarició la cabeza de su pene a través de sus jeans. Cade aguantó la respiración. Ella sonrió. — ¿Te gusta? — ¿Quieres una respuesta? Apenas puedo pensar. La llevó caminando hacia la parte de atrás de la cama, luego la agachó. Pero él no la siguió. En lugar de eso, se quedó ahí, su respiración viniendo en inhalaciones profundas, sus manos suspendidas en sus caderas como si fuera algún pirata de capa y espada a punto de saquear su cautivo. Él sólo se veía tan malditamente maravilloso. — ¿Siempre usas ropa interior tan sexy? — él preguntó.

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— ¿Por qué quieres saber? — Por fuera es correcto y formal. Por dentro definitivamente, un trato. — Nadie sabe lo que uso debajo de mis trajes. Es mi secreto. — Ya no, — arrastró las palabras. La punta de su lengua limpió su labio inferior, una acción lenta y provocadora. — Cada vez que te vea, sé lo que estarás usando debajo. Imaginaré cubriendo tus senos, preguntándome si tienes puesta tanga o braga. — ¿Y la liga? — ella bromeó. — Eso es un plus. Liga y medias, junto a ropa interior de encaje y seda puede volver gelatina a un hombre. — ¿Y qué hay de ti? ¿Eres gelatina? — No todo de mí — dijo él. — ¿Así que siempre los usas? — Siempre — Y le sonrió a él, guiñándole el ojo. — Un placer escucharlo — Se colocó entre sus piernas, abriéndolas, y se arrodilló. Remolinos de calor hacían espiral en su centro, cada fibra al tanto de él, tensando, deseando su toque. Él no decepcionó y ligeramente trazó la parte de atrás de su mano a lo largo de su muslo interior. Un suspiro ondulatorio se escapó de los labios partidos de Taylor. — Esto es el cielo. — Querida, ni siquiera hemos empezado aún — Inclinándose hacia adelante, él sopló un suave embudo de aire caliente y cosquilloso, a lo largo de su muslo. Taylor se tensó. La mirada de Cade estuvo dirigida a su mismo centro. ¡Oh, querido cielo! Y lo fue. Esto era el cielo e incluso el infierno, todo junto en un momento pulsante y sensual. Un momento donde ella lo quería todo, pero no estaba segura de poder tomar más placer del que Cade le daba. Sus pezones se endurecieron con el dolor del deseo. Luego él la tocó – ahí – y una repentina timidez la tomó. Ella alcanzó para cubrirse, pero Cade estrechó su mano en la de él.

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— No Sus labios se partieron, pero ningún sonido vino. Además, ¿qué quería decir ella? No podía recordar una palabra. — Eres hermosa. Por todos lados. Los ojos de Taylor se cerraron, luego los abrió mientras Cade empezó a burlarse con sus caricias, urgiéndole a lo más alto, hacia una necesidad tan genial que sintió que explotaría. Este era un mundo diferente, un mundo de exploración de aumento sensorial. Cade empezó una búsqueda gentil, acariciando desde su mojado centro a través de su clítoris y de regreso. Una y otra vez. — No puedo…ya no más — susurró ella mientras su vientre se apretaba y la necesidad de liberación era cada vez más estrecha. — Sí, bebé, más. Hasta que te vengas para mí. Déjalo ir Ella cerró sus ojos. Estrecho. Estrecho. Luego sus dedos entraron en ella, alisados por la humedad. Inclinó a Taylor sobre el borde, el sonido de él deslizándose adentro y afuera, su pulgar acariciando sobre lo esencial, mandándola hacia un paroxismo de placer. — Más. Quiero más, — demandó ella. En algún mundo fantasioso, Taylor estaba al tanto del suave ruego en su voz. Combinaba exactamente con cómo ella se sentía por dentro, inmediata e irresistible. Pero era lo que Cade le hizo que ella se centró. Lo sedujo para que la lleve a un final desconocido. — Te lo dije — Se inclinó hacia abajo y sopló una corriente de aire suave en su centro. — ¡Cade! — Gritó su nombre, y él repitió la acción de burla. Taylor no podía sostenerse. Su cuerpo se arqueó y su orgasmo fluyó hacia los dedos de Cade. El éxtasis corrió por cada parte de ella mientras su cuerpo se tensaba una vez más, por un tiempo momentáneo, y ella cayó, perdida en este mundo nuevo y maravilloso. — ¿Taylor? — Cade se inclinó y besó su centro, obteniendo otro temblor violento. Sus músculos se contrajeron.

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Sus ojos se abrieron. — Ya no más. No puedo — No pensó que podría sobrevivir a más. — Esto fue… — ¿Cómo podía describir lo que él le había hecho? Lo intentó. — Fue hermoso, maravilloso, oh, caray — Una onda de risa salió de sus labios. Cade sonrió y se puso en posición vertical. — Contento de que te gustara. Es sólo el principio — Soltó sus manos hacia la hebilla de su cinturón y, en lo que pareció un tiempo record, removió sus jeans. Taylor lo observó cada delicioso segundo, maravillándose ante sus piernas fuertes, los muslos estrechos que la habían sostenido cautiva por el auto. Su mirada viajó hacia su longitud, preguntándose a qué sabría, con la piel tan diferente en textura de la de ella. Ella lamió sus labios. Quería descubrir. Él era grande. Gigante. Sus ojos se ampliaron mientras él se quitaba sus bóxers cortos. Su erección se mantuvo orgullosa. Lista. Su lengua se deslizó sobre sus labios secos, de pronto las palmas sudorosas mientras las mariposas revoloteaban en su vientre. Sus muslos se cerraron con anticipación natural. Aliviando su poderoso marco sobre la cama, él la tomó en sus brazos – y la besó. — Espera — Taylor se apartó y colocó una mano en su pecho caliente. La frente de Cade se arrugó, y una brillante gota de sudor corrió por el lado de su frente. Ella quería lamerlo, pero se resistió. — ¿Crees que puedo esperar mucho más, bebé? — Quiero tocarte. — Me iré al borde. — Sólo una vez — dijo ella, sorprendida ante su propia temeridad. — Eso es todo lo que tomará — Pero Cade consintió y se echó hacia atrás, sus manos enganchadas detrás de su cabeza, observando cada movimiento de ella. De pronto, Taylor no estaba tan segura. — No tienes que hacer esto, — dijo él, ofreciéndole una salida. Oh, sí, lo hizo. — Es mi turno. Justo es justo.

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— Querida, no creo que haya justo aquí. Me tienes tan liquidado que estoy listo para explotar. Mordiendo su labio inferior, Taylor tentativamente lo alcanzó. Sostuvo su pene en su mano, sintió su dureza, las venas acanaladas con exceso de sangre y el brillo pulido en su punta. Ella acarició la punta con la yema de su pulgar, obteniendo un temblor violento a través de Cade. Él cerró sus ojos y se puso rígido, obviamente luchando por control. Taylor sonrió. Era lindo ver que podía afectarlo. — Pobre bebé — ronroneó, acariciando su longitud. — No más palabras. Tiempo para la acción — Las manos anchas de Cade se extendieron sobre sus caderas, y la rodó hacia su espalda, su cuerpo alienando su longitud. Ella lo acunó entre sus piernas abiertas, deleitándose en su dureza, tan cerca de ella. Pero ella lo quería más cerca, Su boca cubrió un brote sensible y lo chupó, su lengua arremolinándose en círculos a través del pezón antes que se mueva al otro seno. Taylor soltó un profundo y contenido suspiro. Definitivamente esto era el cielo. Mientras Cade tendía su cuerpo, haciendo deliciosas cosas tentadoras, ella tomó el placer de él, sus manos viajando por su propio camino debajo de su espalda, sintiendo sus músculos debajo de sus dedos, sus glúteos, ahuecando sus testículos. Cade gruñó y retrocedió una fracción. Se estiró hacia la mesa al lado de la cama y cogió una caja de condones. Ella no lo había notado colocándolos ahí. Mucho para protección. Había estado tan ocupada viéndolo desvestirse, tan caliente como para pensar sobre la seguridad. ¿Dónde estaban sus cerebros? Expertamente, Cade se enfundó, la miró a los ojos y sostuvo su mirada. — Gracias. Taylor frunció el ceño, confundida con sus palabras. — ¿Por qué? — Este es un gran honor, Taylor — dijo. Luego estaba dentro de ella. Lento – centímetro por largo, un centímetro duro de él. Él la besó, tomando su jadeo con su boca hermosa mientras empujaba más allá, rompiendo la barrera de la naturaleza, manteniéndose quieto momentáneamente, sus ojos llenos de deseo haciendo una pregunta silenciosa.

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— Sigue. Por favor, no te detengas, Cade. Él la llenó hasta la empuñadura. Todo de él. Duro. Poderoso – y totalmente maravilloso. Su respiración entrecortada, él incrementó su ritmo. Taylor se sostuvo en él, sus piernas envueltas alrededor de sus caderas. Ella no podía pensar. Sólo sentir. Sentirlo dentro de ella, tan profundamente glorioso. Un sonido hizo eco alrededor de ellos. Su placer. — Eso es, querida, ve conmigo — Cade respiró en su oreja. Sus labios encontraron su seno de nuevo, chupando, llevándola a lugares que nunca supo que existían, hasta que el tiempo significó nada y ella espiró sobre el precipicio, estremeciendo su liberación con Cade sosteniéndola estrechamente, besándola con una necesitada fiereza mientras él explotaba dentro de ella.

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Traducido por Vafitv y Pili Corregido por Judyher y Camilia109

U

n somnífero letargo avanzo su camino por Taylor cuando los primeros rayos del amanecer se deslizaron sobre el horizonte y en el dormitorio de Cade.

Sus ojos se abrieron, una nebulosa, y una sonrisa de –todo- bien – con – el – mundo curvo las comisuras de su boca. Ella se acurruco hacia Cade, deleitándose en su cercanía, la sensación de su cuerpo cálido envuelto tan íntimamente con la de ella. Estaba en sus brazos, cuando la sobredosis de placer finalmente tomo de ellos y, exhausto, él se había quedado dormido. Ahora, a los principios de un nuevo día, con una mano metida debajo de su cabeza, y la otra mano fuerte y grande de Cade aguantaba la suya, ella lo miro dormir. Incluso en sueños, el ahueco sus pechos. Ellos estaban tiernamente calmados. Demasiado amor, ella ronroneo en silencio. No, nunca demasiado amor, ayer por la noche, Cade había ridiculizado cada parte que despertaba en ella, le presento un deseo que ella no tenía forma de controlar. Y esta mañana, mientras escuchaba su respiración suave y regular, ella se movió más cerca, disfrutando de la sensación erótica de su piel desnuda contra la que el ofrecía. No es de extrañar que después de su presentación por la noche, hubiera perdido la cuenta en algún momento después de su tercer orgasmo. Orgasmo. Incluso la palabra sonaba exótica y presentaba placer. Y así fue. Cade le había dado tanto placer.

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Solo de pensar en eso envió un hormigueo de calor tembloroso a la parte misma que él había tratado con tanta reverencia. Con sus dedos, su lengua, el mismo. ¿Y ahora qué? Taylor se estremeció con el pensamiento. Cade mantuvo su apretada y hermosa boca acariciando su cuello, provocando una nueva ola de escalofríos por su espina dorsal. Cerró los ojos y trato de aferrarse a cada fragmento de este momento. Sus toques, los sentimientos que amenazaban sus fuerzas y con enviarla al borde del deseo. Sabiendo que aun en el sueño Cade la deseaba, su excitación descaradamente anuncio el efecto que ella tenía sobre él. Ella rio. No quería tener que pensar en la realidad. Este sueño, su fantasía, era mucho mejor que despertarse. Pero el sueño había terminado. Ella había dicho una vez. Y una vez que bien, que se había ido. ¿Y a hora qué? ¿Qué es lo que quería ella? no sabía la respuesta a eso. No confiaba en sí misma para pensar en ello. Además, ¿el hecho de confiar en ella misma que tenía un modo de distorsionar la realidad? la culpa era una cosa insidiosa, nunca la dejaría sola. Como no quería despertar a Cade, desato los dedos de su mano y movió la otra de su pecho. El dejo escapar un ronquido. Taylor se tranquilizó, deteniéndose la respiración en la garganta al mirar a su caballero oscuro. Parecía tan en paz. Tan sexy. Sus largas y oscuras pestañas abanicaban sus mejillas angulosas, la barba cepillaba y se arrastraba por su barbilla añadiéndole un encanto diabólico. Él se balanceaba recostado sobre su estómago, y la sabana que las cubría resbalo, desnudando su poderoso cuerpo, hombros anchos y caderas estrechas. Taylor recordó que ella los había tomado, obligándolo a él más cerca de ella, más profundo. Deslizando su mirada ella se deslizo de la cama y recogió la prenda de vestir más cercana: el polo de Cade. Lo puso sobre su cabeza, el dobladillo le llegó hasta la mitad de sus muslos, peros se sentía cómodo, incluso familiar, dejo caer su barbilla hacia el tejido, inhalando su perfume, una fragancia embriagadora de especies y canela, evocador del oriente

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Se escabullo, tropezó en su camino a la penumbra del amanecer en el salón y fue hacia el sofá. Alcanzo una manta y se los puso sobre sus hombros para protegerse del frio de la mañana en la bahía. Podría haber estado en la cama con Cade, acomodándose en sus brazos calientes por el resplandor de hacer el amor, pero no fue solo eso. No estaban haciendo el amor, pero si sexo. Ellos habían tenido sexo. Cade le había enseñado lo que quería saber, y ahora ella podría ir a vivir su vida. Contesto aquellas preguntas. Pero solo el pensamiento de hacerlo trajo una tristeza tan aguda y profunda e inexplicable que asusto a Taylor. No lo entendía y la confusión encendió un miedo y pánico dentro de ella. Tenía que irse ahora mismo. Todo lo que tenía que hacer era vestirse, escaparse e irse. Eres demasiado fuerte Taylor. Demasiado fuerte. Taylor se sentó bajo la manta marrón de la hermana de Cade, la manta se informó, con un aire de conocimiento superior, era de ―Un delicioso chocolate‖ y no simplemente marrón. Cade vacilo en interrumpirla, pero la necesitaba, la quería a su lado, con él. Estos sus sentimientos eran tan intensos, tan desesperados, debería haberse preocupado. En cambio el bateo fuera cualquier atisbo de conciencia o cualquier necesidad de analizarla. —Para alguien que se mantuvo despierta toda la noche te ves muy bien —, dijo mientras entraba en la habitación. Llego a pararse frente a ella. Ella lo miro con los ojos redondos como platos. —Esas ojeras son mi culpa. Lo siento. Sonrió y ella le devolvió la sonrisa, una sonrisa que no alcanzo a sus ojos. Cautelosa preocupación paso rozando por su cerebro. Algo estaba mal. —Vuelve a la cama Taylor. —Es de mañana, dijo ella. El pánico de Cade se intensifico. —No exactamente. El sol aún no ha golpeado oficialmente el día, así que me imagino que tenemos al menos otros diez minutos. Además, es sábado. —Mi día más ocupado de la semana, respondió ella. —¿Tienes una boda? el realmente no lo esperaba.

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—No. Negó ella con su cabeza. —Es mi único fin de semana libre durante tres meses, agrego. —Me alegro. Taylor parecía querer hablar, pero vacilo y Cade tomo una decisión instantánea. Él no la dejaría ir. Todavía no. —Me sorprendes, dijo el tomando sus dos manos entre las suyas. La jalo en posición vertical y la envolvió en sus brazos, contento de que ella vino de buena gana. Cade lanzo un suspiro de alivio, el pánico de hace solos unos segundos disminuyo poco a poco. Se inclinó hacia ella, su mejilla rozo lo largo de sus cabellos de seda. —Hueles bien. —Perfume dijo ella simplemente. El acaricio su cuello, inhalando su fragancia. —Rosas—murmuro contra su piel dulce —Rosas y sexo—.Taylor se estremeció. Su cuerpo apretado contra el suyo, y su erección tenso por la liberación. —Eres una mujer sexy, Taylor. —¿Yo? —Sí. Puedes decir lo que me haces. Incluso ahora—.Y el dirigió su mano derecha hacia su excitación que ya estaba despertando muy bien y verdaderamente lo sabía. El la beso, lento y persistentemente, utilizando su habilidad para atraer su espalda. Él podía decir que ella estaba inquieta en sus brazos, lista para huir. Sin embargo, en sus brazos, ella había cobrado vida, y la mujer rectada joven que había entrado en su bar hace dos noches, se había disuelto. —Sé que esto es aterrador. Lo puedo ver en tus ojos, por la forma que se contraen y dan vueltas. Sus ojos azules se abrieron, aligerando al color de un campo con Cornflowers5 de verano. 5

Cornflowers. Planta de aciano; azulejo; de la familia de las compuestas con flores color azul claro.

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El beso un parpado, luego el otro. —Mira como ahora. Quieres irte. Sin embargo, no es así. Aunque no lo has hecho. Todavía estas aquí, así que definitivamente es hora de volver a la cama. Quiero que te quedes. Sé que dijimos que solo una vez, ahora mismo eso no parece suficiente. —Debería irme, dijo ella. El volvió a besarla, luego apartando la pesada cortina de su cabello arrastro suaves besos de mariposa sobre la curva atractiva de su cuello. —Más tarde, hmm. Ahora mismo, tengo otros planes para nosotros. —¿Planes? su pregunta fue un graznido. —Como esto —.El tomo su trasero a través de la calidad de la manta, levantándola ligeramente. Ella se movió con facilidad, y él sonrió. Sus piernas se engancharon alrededor de sus caderas sosteniéndolo rápido. Con Taylor envuelta en sus brazos, Cade se volvió hacia el dormitorio. —Por cierto, ¿te dije lo sexy que te ves en mi polo? Ella se echó hacia atrás y lo miro a través de los ojos con los parpados pesados. —¿Mejor que mi ropa interior? La risa salto desde lo profundo del estómago de Cade. —Nada, cariño es mejor que esos trozos sexys de pelusa. Puedes encenderme con estos en cualquier momento—.Pateo con anticipación la puerta abierta del dormitorio rugiendo con anticipación cada parte de él. —¿Y las medias? pregunto ella cuando él se sentó en la cama y se la llevo con él. Su sexo se froto contra él, con una cálida invitación que él tenía la intención de responder. —Siempre y cuando consiga quitártelos —.Cade se levantó ligeramente y luego tiro de ella hacia abajo en un movimiento fluido sobre su erección palpitante. —Una vez definitivamente no es suficiente.

……………..

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—Dime algo sobre ti —, pregunto Taylor mientras estaba llena de los brazos de Cade, horas después. Había perdido la cuenta la cantidad de veces que había hecho el amor, y estaba haciendo el amor. Esto no era solo sexo. En el sexo no había emociones, y lo que paso entre ella y Cade estaba lleno hasta el borde con emociones. Cade se tumbó de espaldas, desnudo y descarado para sus ojos solamente. Con solo mirarlo despertó en ella un impulso primario. Su respiración se había reducido, pero sus ojos brillaban con deseo desenfrenado, estrecho y peligroso. Pequeños temblores se agitaron por su piel, como burbujas efervescentes. —¿Qué quieres saber? Con la punta de su dedos. Taylor dibujo círculos cada vez más grandes sobre el abdomen plano de Cade. —Que tal algo que nunca le has dicho a nadie —Sugirió ella. El frunció el ceño. —¿Es de lo más profundo? —Piensa en ello como para conocerte, en una especie de citas rápidas. —Creo que estamos más allá de la primera cita, ¿no? , dijo Cade. Inclinando la cabeza hacia un lado, con la mirada fija sosteniendo la de ella. Ella vacilo una fracción, y Cade pensó que presencio desconfianza en sus ojos. Luego desapareció y ella hablo. —Es verdad. ¿Qué tal si voy primero? —Pensé que nunca lo ofrecerías. Taylor jugo y le dio un puñetazo en el brazo. —Está bien, ¿así que es eso? ¿Hiciste puentismo? —No —Lo sé, tienes miedo a las alturas. —Eso sería bueno. Imagínese tratando de poner millas de cinta de seda y el miedo de ir más allá del primer peldaño de la escalera. No —Tienes que esforzarte mas, Cade.

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Pasaron unos segundos, y lentamente la boca de Cade se extendió en una sonrisa diabólica. —Lo sé—. Él se acercó más. —Tienes cosquillas—. Él se lanzó por ella. Taylor se revolvió pero no lo suficientemente rápido antes de que Cade la agarrara, sus dedos haciendo cosquillas en cualquier parte donde se tocaban. Estaban en el paraíso y en el infierno mezclados entre sí. —No No. Incorrecto. Grito Taylor, riendo y llorando al mismo tiempo. —Sí, claro. Cade se rio, sin aliento, con el rostro enrojecido con humor. Taylor guardo su distancia y trato de permanecer seria. —No yo, replico ella. —Yo tengo… umm… dos pies izquierdos, dijo, luchando por algo , cualquier cosa para ser dueña de las cosquillas. —No me lo creo. Eres una organizadora de bodas. Taylor se encogió de hombros. —Lo siento, pero eso no quiere decir que tenga que bailar. Yo organizo a otros para que lo hagan, eso es todo. Él se echó a reír, una carcajada real, y su rostro se ilumino con los pliegues a cada lado de su boca en hoyuelos, haciendo que el corazón de Taylor se contraiga. —Entonces, ¿cómo haces para que ellos puedan bailar si tú no puedes? —Les digo que vayan a clases de baile dijo ella con total naturalidad. —Correcto, esa soy yo, ¿y ahora qué hay de ti? no puedes ser bueno en todo. Ah, ya sé lo que es. Llevas zapatos que te elevan. Eso es todo. —Sí, claro. No, respondió Cade como si hubiera sido insultado, que por supuesto lo era. El hombre era mucho más alto que la mayoría. No necesitaba mejoras. Él es perfecto. Taylor se contuvo bruscamente con ese pensamiento. Cálmate, Sullivan. Esto es un juego ¿recuerdas? Pero la sonrisa de Cade se había evaporado, y un silencio sepulcral invadió el dormitorio con cada segundo que pasaba. Taylor extendió la mano, sus dedos tocando el brazo desnudo de él. —Está bien, no tienes que soltar la sopa. Es un juego tonto de todos modos. Se reprendió, molesta de haber comenzado el juego estúpido de todos modos, arruinando el momento.

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—No puedo decir que me corro ante un desafío. Taylor se ilumino —Verdad. Cade aspiro una bocanada de aire, apretando su agarre sobre ella fraccionadamente. Ella se apretó contra él, silenciosamente para compartir la acción. Algo de Cade de sí mismo, más que el sexo. Que ella necesitara esto sorprendió a Taylor y la asusto. ¿Cuándo se habían cambiado las cosas del sexo al deseo, necesitando más de Cade de lo que él ofrecía? —Cuando tenía diez años, mi madre se fue. Por un momento, Taylor no estaba segura de como responder. Había esperado diversión, humor algo como una-mosca- en – la – pared, no algo tan traumático. Finalmente, gano coraje, sin saber si sus palabras serian suficientes. —lo siento mucho, Cade. Eso debe haber sido muy duro. —Sí, bueno, eso paso hace mucho tiempo. Probablemente fue lo mejor. —¿Pero no lo creías, entonces? —No, no entonces. Mis padres discutían mucho. Comenzaba desde el momento en que se levantaban hasta que se iban a la cama. Con el tiempo, papá llegaba a casa cada vez más tarde, pero en el momento que lo hacía, conseguía un regaño. Esto no estaba bien. Esto estaba terminándolo. No había suficiente dinero. Una y otra vez. —Los padres no se dan cuenta lo mucho que los niños recogen. —Puedes decir eso otra vez—, coincido Cade. Su rostro había adquirido una expresión de dolor, los ojos oscuros y tristes como si hubiera viajado de regreso a su infancia. —Lo recogí, afortunadamente, Zane no recuerda mucho y Katie era demasiado joven para saber algo, excepto cuando la siguiente comida llegaba. Entonces se detenía. —¿Solo así?

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—Si así de fácil. Mamá se fue. Salimos a caminar y todo se quedó en silencio. Entonces mi padre la perdió. Él no podía hacer frente a perderla. Oh, él se lamentaba y arremetía contra ella, maldiciendo a los demonios, pero por la noche, cuando pensaba que estábamos dormidos, lloraba. —Oh….. ¿Qué podía decir? las palabras parecían insuficientes. El corazón de Taylor sangro por Cade, por su familia y por la mayor parte de toda su infancia perdida. Ella podría tener una familia puritana y ser la impar, nunca realmente había sentido que era buena o acertada para su molde familiar, pero en el fondo sabía que la querían a su propio y torpe modo. Ellos solamente nunca se lo dijeron. Cade se volvió a su lado y la tomo en sus brazos, abrazándola con fuerza. —Es difícil de admitir. —¿Por qué? ¿Acaso los chicos grandes no lloran? eso es una tontería. El frunció el ceño hacia ella. —No, eso no es todo. Es porque yo lo vi. Lo vi llorar con su cerveza, revolcándose en la autocompasión. Ningún niño quiere ver llorar a su padre. —No. Pero debe haber sido muy duro para él. —¡El! ¿Qué pasa con los niños? ¿Conmigo? jure y declare entonces que no sería como él. No me dejaría destruir por….. Cade se detuvo en seco y cerró su boca de golpe. El se giro lejos de ella, pero no antes de que ella viera la mirada de horror en su rostro. Maldijo al amanecer. Taylor quería llegar a él, quitar su dolor. —Está bien. —¿Lo es? he vomitado mis extrañas para ti, más que a nadie, nunca. —Gracias. La risa frágil cayó de sus labios. —Estas cosas profundas, Taylor no soy yo, no lo necesito .No de ti. Ni de nadie. —Pero.

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—No hay peros. Esto demuestra que el compromiso no funciona. No es confiable, y estoy seguro como el infierno que no voy a confiar en alguien más para hacerme feliz. Había sido un momento difícil, con Cade claramente incomodo hablando de su pasado. En cambio, Taylor lo había besado. Los besos lo solucionaban todo por el momento. Los besos de Cade. Tener sexo con Cade. Apenas salieron de la habitación, a menos que, por supuesto, debieran experimentar en otra parte. Y ¿el sexo?, bueno, el sexo era algo. El sexo con Cade, según la escala de experiencia personal de Taylor, era impresionante. Cada parte de ella sentía un hormigueo, envuelta en una suave nube simplemente delicioso. El brillo húmedo del sudor frío contra su piel. Cade estaba mirándola, tontamente de arriba abajo del estómago. Ella ronroneó bajo su mandato. – Si sigues haciendo esto, no estoy segura de cuánto tiempo más pueda resistir. — Contaba con ello. — ¿De verdad? — Seguro. —Pero ya hemos… — Ella contó con sus dedos, sus ojos se abrieron y Cade estalló en risas. Rodando sobre su espalda y tirando de ella hacia él, de modo que se encontraron pecho contra pecho, cadera contra cadera abajo. — ¿Soy una muesca en su columna, señorita Sullivan? — Podría ser, — ella respondió, tratando de mantener la compostura y fracasando miserablemente, ya que sus manos grandes, amplias palparon sus nalgas, amasando la carne, empujando las caderas hacia abajo contra su sexo. — ¿Puedes aguantar todavía? — Discutible, muy discutible. — ¿Sólo discutible? Voy a tener que esforzarme más. — La besó en la punta de la nariz. — Es mitad de la tarde, — ella reprendió.

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— ¿Y el punto es? — Bueno… — Taylor se anduvo con rodeos. – Me debería ir a casa. — ¿Es lo que quieres? ¿Lo quería ella? — Me quedaré. — Bien. Esperaba que dijeras eso. Taylor frotó ligeramente la lengua contra sus labios hinchados por el beso. Muy sabroso. — Si haces eso otra vez, tendré que ver si tu hermosa boca todavía sabe tan bien. — Oh, créeme, lo hace. Sabe a ti. — Aparto su pelo hacia atrás de su rostro, sabiendo que descubriría sus pechos. Lo hizo y en su interior, su vientre hizo un ruido de anticipación. — Podrías haber sido uno de los modelos de aquel artista Gauguin. Sus ojos se abrieron fingiendo horror. – ¡Él pinta desnudos! La mirada de Cade se deslizó por toda su desnudez. — Pensándolo bien, sácate esa idea. No me apetece que tengan un orgasmo un montón de pervertidos mirándote. — ¿Y por qué no? Vas a estropear la diversión de una chica. — Así ¿qué quieres un montón de viejos verdes mirándote? — Ew, tal vez no. De todos modos, volviendo a nosotros llevamos aquí horas. — ¿Conformarme? Palabra grande para esta hora del día. — Exactamente. Son las 3:30 de la tarde. ¿No deberías ir a segar el césped o algo? — Ningún césped. — ¿Qué hay de arreglar ese montón de óxido al que llamas coche? — ¡Oxidado! — El pecho de Cade se infló. — Has de saber que es un clásico. Perfección de metal.

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— Puede ser, pero me parece que te has olvidado de algo. Me prometiste mostrarme sus grabados. — Vale. — ¿Vale? ¿Significa ahora? — Claro. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. — Cade se levantó y salió de la cama. Permaneciendo de pie desnudo en todo su esplendor, eso sencillamente dejó a Taylor sin aliento. Era un Adonis. Bronceado, musculoso y esculpido a la perfección. — ¿Ha tenido suficiente tiempo para conseguir una buena vista, señorita? — Oh, Dios. — Taylor tiro de la sabana sobre su cabeza, cada centímetro de ella se está poniendo escarlata, incluso sonrojándose hasta las raíces de su pelo. Se lo había estado comiendo con los ojos. ¿Cómo podría ella, no mirarlo? Él era tan jodidamente perfecto para mirar. Cade tiro de la sabana durante una fracción. Está bien. Es un cumplido, realmente. Me gusta verte mirándome, y lo que veo en tus ojos. Venga vamos. Él le arrojó una de sus camisas Taylor la agarró. – No puedo ponerme esto. Esto… no es decente. No tengo ninguna ropa interior limpia. Cade le guiño un ojo, y ella comenzó a sonrojarse más de nuevo. — Cade, eres incorregible. — Ese soy yo, — dijo con orgullo. Taylor pasó un brazo por la manga de la camisa. –Ves, no cubre gran cosa. — Sí, lo sé… — Él movió las cejas de manera provocativa. Sin embargo, Cade cerró los botones, utilizando su cercanía para acariciar con la yema de sus dedos sus pezones endurecidos. A continuación, pasando un brazo alrededor de su hombro, la condujo escaleras abajo del apartamento y a través del bar. Estaba sorprendentemente tranquilo el tipo de silencio inquietante que se instala en un lugar que normalmente se llena de vida y de risa. Afortunadamente, por el bien de la decencia, el bar todavía no estaba abierto y estaban solos. A través de una salida lateral, Cade caminaba delante de ella por un camino estrecho hacia abajo a una zona en la parte de atrás del edificio. El aire a última hora de la tarde era frío, y la piel de sus piernas y brazos se puso de gallina.

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— Me helaré con sólo esta camisa. — No te preocupes, se algunas maneras para calentarte. — Estoy segura de ello, — ella dijo mezquinamente. Aunque su cuerpo se calentó con las imágenes vividas que la respuesta de él le inspiró. Cade le devolvió una sonrisa malvada. – Me alegra que estemos en la misma onda. El patio de atrás estaba empequeñecido, por un cobertizo grande que abarcaba toda su anchura, con una fila de tres puertas de rodillo de garaje con vistas a un patio de adoquines. Taylor divisó los pocos hierbajos que se esfuerzan por crecer entre los adoquines. — Y dijiste que no tenías césped. — Ella reprendió. Cade se encogió de hombros. — Bien, yo podría bajar mis manos y rodillas y tijeras y hacerles las uñas y la manicura a la perfección. — Me gustaría verlo. — En cualquier momento, cariño. — Él le acarició los labios con un beso fugaz. — No es justo, — susurró Taylor. — ¿Por qué? — Porque siempre me dejas queriendo más. — Esa es la idea. Tentar y retirarse. Cade retiró una llave del bolsillo de sus vaqueros y procedió a meterla en la puerta del cobertizo para mostrar la belleza de metal. Taylor podía ver exactamente lo que él quería decir. Cuatro coches alineados sobre la longitud total del garaje. – Oh, Cade. — Ella dio un paso para acercarse al Mustang y acariciar sus curvas, pero de repente retiró su mano hacia atrás y giró para estar frente a él. — ¿Está bien tocar?, quiero decir… — Por supuesto. Son coches. No piezas de museo. Ella se volvió atrás y camino a lo largo de cada uno lentamente admirando su fuerza silenciosa. Cada uno tenía una belleza suave. El cromo relucía, la pintura era el espejo perfecto, todos fueron restaurados a la perfección. — El Mustang, yo sé, que es un 64, pero, ¿de qué año es la camioneta?

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— Es un 48 ha sido rodado para ir más rápido. Y este, — dijo Cade señalando al vecino — es un 66 Ford Galaxy. El coche descapotable es un Lincolm Convertible. — Así que eres un purista entonces, y un hombre del todo Ford. — Sí — Sonrió abiertamente hacia ella. – Salvo por la camioneta. Conoces los coches, Taylor. Estoy impresionado. Taylor caminó por la hilera de coches por segunda vez, pasando su mano por cada uno. Todos eran especiales en su propio estilo, pero la verdad la camioneta era probablemente su favorito porque había sido el coche que Cade uso para su primera cita. Primera cita. Como de frío lo hizo sonar. — Son hermosos. Has hecho un buen trabajo, — ella dijo. — Gracias. Cade se encontraba tan cerca que cuando se dio la vuelta estaba frente a él, sus cuerpos se rozaron. Una excitación cálida a travesó cada parte de ella, y la mirada fija de él no estaba cerca de ninguno de sus coches. Las palabras fallaron. Cade tenía ese efecto en ella. Se inclinó hacia delante, obligándola a arquearse hacia atrás, entrando en contacto con un metal duro. Cade la rodeó y descansó un brazo a cada lado de ella. — Esa camisa te queda tan bien, — dijo él. —Es… umm demasiada corta, — ella dijo, tirando del dobladillo tímidamente. Su mirada bajó hasta la parte superior de sus muslos. – No. Definitivamente es la longitud correcta. Creo que demasiado te cubre, — él dijo, tirando de un botón para desabrocharlo. Los lados de la camisa se separaron, descubriendo la curva completa de sus pechos despiertos. Su corazón latía a un ritmo frenético, observándola con un destello burlón en sus ojos llenos de deseo. — ¡No! — Definitivamente todavía nervioso. Él abrió otro botón, y otro. La respiración de Taylor colgando en suspenso, los labios de repente se secaron como cualquier desierto ya que Cade le apartó la camisa de delante. Su mirada fija quemaba.

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— Tan hermosa. — Él murmuró. A continuación su boca estaba sobre un pezón chupándolo, probándolo, erizándolo, lo que sacudió su duro capullo de repente. — ¿Cade? — Mm, bebé, sabes bien, al igual que recuerdo, — dijo él, dejando un capullo de placer para el otro. Taylor estaba en el cielo y apretó sus ojos cerrados, bloqueando el mundo, queriendo sentir como la tocaba. Sus manos la levantaron fácilmente, sacudiéndola de repente con alarma. —¿Qué estás haciendo? — No querías que te mostrara el mundo, — él dijo con voz áspera contra su oído. Tiró de la puerta trasera del Galaxy. — Fue hecho para el amor. Íntimo. Privado. — La puerta se cerró detrás de ellos, y excepto por el ruido de su corazón que martilleó, el mundo se quedo en silencio. Reclinándose en el asiento trasero, Cade la colocó en su regazo. Ella se fue fácilmente, sintiendo el pulso de su erección contra ella. — Mucho mejor, — y comenzó salpicándola de besos, en sus ojos, en su rostro y por último en sus labios. Las cosas no podían ser mejor. Un suave respiro escapó de Taylor, y cedió ante el placer de todo esto. Cade besándola. Cade amándola. Absolutamente perfecto. — Cade ¿Dónde estás? — ¡Zane! Aquí. Las manos de Cade apagaron su viaje a través de sus pechos, y pronunció unas maldiciones. – Diablos, ¿Por qué ahora? – Miró hacia los ojos de Taylor, silenciando su pregunta. – Es mi hermano. Puso un dedo contra sus labios bien besados y la apartó de encima de él. Se dio la vuelta y se deslizo hacia la puerta, echando un vistazo hacia ella cuando se bajo. — Me libraré de él.

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Taylor se acurrucó en la esquina del coche, abrochando la camisa de Cade con dedos temblorosos. Sosteniendo su aliento, ella aferró sus manos a su pecho. Su ritmo cardiaco era frenético, golpeándola como si su corazón fuera a explotar. Extravagante estar atrapada en el asiento trasero de un coche, de todos los lugares. ¿Qué ocurría con ella? Ella no era ninguna colegiala. – Vale, ella todavía era relativamente inexperta, pero en el asiento trasero. — ¿En qué estaba pensando? Nada. No es que la verdad. La lógica había volado por la ventana en el momento en que la había tocado. Moviéndose sigilosamente a través del asiento, asegurándose de mantener la cabeza por debajo de la línea de la ventana, Taylor escuchó a los hermanos. — ¿Qué es lo que quieres, Zane? — Sólo entregarte estas piezas del coche de Harry Fontain. — Gracias, ahora adiós. — ¿Qué? ¿No hay tiempo para tu hermano? — No — Cade soltó con los dientes apretados — ¿Nada? — Es correcto. Taylor se deslizó una fracción más alta que el asiento, vestido sólo con sus vaqueros, su espalda desnuda, sus hombros amplios y flexionados, Cade estaba parado de espaldas a ella. Pero esa no era la única cosa que llevaba. Marcados a lo largo de su espalda había otras marcas. Arañazos. Que ella le había inflingido en el calor de la pasión cuando Cade le hacía el amor. El calor quemó sus mejillas cuando ella ojeó las marcas de la pasión. Recordó el delicioso placer que él le había dado en ese momento. — ¡Chica traviesa! Parecía, sin embargo, que Zane no se movía. Y Taylor se dio cuenta de que Zane sabía exactamente lo que estaba sucediendo, porque su mirada se deslizó por encima de los hombros de Cade hacia el coche.

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¡Buen Señor!, ella había sido pillada teniendo sexo en el asiento de atrás. ¿Qué era ella una tarta? — Llévate a casa a tu perro, Zane. Estoy seguro que puedo escucharlo ladrar. — ¿Irritable, verdad? — Ocupado — Cade disparó. — Sí, puedo verlo, — Zane se rió entre dientes. Dio la vuelta para salir y se alejo unos metros. – Nos vemos más tarde hermano. Ah y adiós, Taylor. — El infierno y la condenación eterna. Zane guiñó un ojo en dirección a ella y le dijo adiós con la mano. Cade tiro con violencia para abrir la puerta del coche. – Maldita sea. ¿Estás bien? — No, no lo estoy. Envolvió sus brazos sobre su pecho, lo cual fue un error ya que sólo hizo hincapié en el estado de sus pezones muy sensibles y la razón de su estado de gracia. – Tengo que salir de aquí e irme a casa. Al igual que Zane y su perro. Ella soltó cuando corrió fuera del coche. — ¿Taylor? Ella hizo caso omiso de la llamada. – No Cade. Olvídalo. No puedo hacer esto. Debería haber escuchado sus propias advertencias, pero no, ella pensó que lo sabía mejor, que lo sabía todo. ¡Error! Estúpida mujer. Estaba tan equivocada.

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Traducido por EvaMedina Corregido por camilia109

l picante aroma del café de máquina impregnaba por completo el apartamento mientras Taylor se duchaba. Cade le había prometido una comida digna de una princesa, pero ahora mismo ella no estaba segura de que pudiera comer alguna cosa.

E

El problema era que ella no se podía esconder en el baño más tiempo. Y la realidad era que la fantasía se había acabado. Apagando el chorro caliente, ella salió de la ducha y se secó. Mientras el fino vapor se evaporaba y el espejo se aclaraba, Taylor se miró a sí misma. Indicios de sombras púrpuras bajo sus ojos, y un sonrojo en sus mejillas, una chispa centelleante en sus ojos que ella no había notado antes. Eso es porque no habías tenido sexo antes. Ella siguió el camino de sus labios. Parecían más llenos, más sensuales. Bien besados. Ella se inclinó hacia adelante, haciendo un inventario más cercano de su reflejo, manos perdiéndose en su cuerpo al mismo tiempo. Éste, también, parecía diferente, ¿o era su imaginación? No. No lo creía. Eso debe ser cierto entonces, ella se dio cuenta con una sonrisa satisfecha. Se sentía diferente. Femenina. Bien—amada. Sus pechos se sentían pesados y llenos y, cuando su mano bajaba sobre su plano abdomen, su interior se contrajo, sus músculos se tensaron. Ella recordaba con claridad vívida el sentir a Cade dentro de ella. Palpitante. Placentero.

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Reuniendo su ropa, Taylor vio su vestido e hizo una mueca. Ella no había estado en casa desde el viernes, y el vestido parecía lo peor para ponerse. Pero entonces, ella apenas se había puesto algo en todo el fin de semana. La piel simplemente. Y eso había sido maravilloso. Con la palma plana, alisó las arrugas de su vestido e hizo un rápido trabajo a su cabello, atándolo en una cola de caballo. Se estiró hacia su brillo de labios de su bolso y lo destapó. A punto de deslizar el palo rosa sobre sus labios, su mano se quedó inmóvil. Ella no lo necesitaba. Sus labios estaban sensacionales. Cade había hecho eso. Ella tapó el brillo de labios, lo lanzó dentro de su bolso y arrastró una respiración firme. Salió del baño y siguió el aroma del café hacia la cocina. Con un repasador atado a la pretina de sus vaqueros, Cade estaba ocupado preparando la delicia gourmet que había prometido. —Estará listo en un momento. —Tómate el tiempo que necesites. —Taylor disfrutó del show, incluso se encontró a sí misma chupándose los labios. Cade era un hombre delicioso. Todo en él hacía sus sentidos dar vueltas. Pero ahí había una parte de ella que se contenía. La parte culpable. La parte que decía, "Estate atenta, no confíes. Has cometido este error antes y mira lo que pasó". Él puso una pila de tortitas y bacon en la encimera. —Ahí estás. ¿Café? Taylor vio la comida y su estómago gorjeó. — Cualquiera diría que he estado matándote de hambre. — Él rió entre dientes. —Engulle. Finalmente, ella tuvo que preguntar. —¿Es siempre tan incómoda la mañana de después? Con movimientos precisos, Cade puso su taza sobre el banco. Él le dio un travieso encogimiento de hombros.

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—No podría saberlo. —Pero, tú... —El hecho es, Taylor, que yo no me quedo. Ni tampoco lo hacen las mujeres con las que he estado. Taylor frunció el ceño, su cerebro se metió por entre la revelación de Cade. —Además, —continuó él. —Esta no es exactamente la mañana de después, ¿verdad? Estamos en domingo, ¿recuerdas? Tú llegaste el viernes por la noche... y te quedaste. —¿Y de quién fue la culpa de eso? —Yo creo que un poco de los dos, ¿no crees? Y qué dos días habían sido. Ella había aprendido más de su cuerpo y la capacidad de placer de éste en este poco tiempo que en toda su vida. Has tenido un buen profesor. Dándose cuenta de que Cade la miraba atentamente, ella bajó su mirada y empezó a comer. Pero había problemas en el paraíso. El empeño gourmet de Cade pudo haber estado delicioso, pero ella sabía que no sería capaz de comer más de un mordisco de cartón. Finalmente, ella bajó su cuchillo y su tenedor. Miró a Cade, deseando no tener que decir lo que dijo. —De verdad tengo que irme. —Lo sé. Instante de decepción, Taylor se pateó a sí misma mentalmente. ¿Qué había esperado, que él le suplique y le implore que se quedara? Pero Cade no dijo nada más. En su lugar, él siguió comiendo. Taylor lo miró mientras masticaba un trozo de bacon, la manera en la que su mandíbula se movía, el sonido de los músculos de su garganta, el deslizamiento de su lengua sobre su boca. Fantasía contra realidad. Y, tristemente, la realidad sabía amarga. —El domingo vino demasiado rápido. —Dijo finalmente él.

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Taylor tragó su café, ignorando la quemadura del líquido hirviendo mientras se deslizaba por su garganta. Ella puso la taza sobre la mesa, consciente de su mano temblorosa. —Nuestro mediodía. —Dijo ella y juntó sus dedos, escondiéndolos bajo la mesa. — Algo así. — Coincidió Cade. — Así que, ¿qué pasa ahora? Taylor levantó su barbilla y miró a Cade, tensando su espina dorsal. — Ahora volvemos a nuestras vidas normales. ¿Huh? ¿A quién estaba engañando? Nada podría volver a ser normal después de esto. ¿Cómo podría? Cade la había cambiado para siempre. Pero ella tuvo que fingir que podría y se comió los restos de su comida en silencio, todo el tiempo luchando contra la urgencia de suplicarle a Cade que la deje quedarse. Pero ella no pudo. Esto no era parte del trato. Y ella siempre mantenía su parte del trato. Con la comida terminada, Taylor estaba agradecida de que Cade le haya dado algo de espacio. En el dormitorio, ella recuperó su bolso y se quedó en el borde de la habitación. ¿Cómo pudo una pequeña habitación tener tantos recuerdos? Cade amándola. Enseñándole. Tentándola. Oh, Dios. Esto era difícil. —La vida es difícil. —Taylor escuchó decir a su abuela. —Vivimos, amamos y morimos. Morimos. Rob había muerto. Y murió creyendo una mentira. Ella le había mentido a él y a sí misma. La repentina picazón salada de las lágrimas quemaba los ojos de Taylor. Ella los cerró apretadamente. Tiempo de irse. Con el bolso en la mano, ella volvió a la sala, oyendo sonar el teléfono en el fondo y la voz sonriente de Cade cuando contestó la llamada.

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—Sí, casi todo terminado aquí. El plan está funcionando. —Él tapó el micrófono cuando ella entró en la habitación. —Espera un segundo. —Él se volvió hacia ella. —¿Puedes recoger mi diario de abajo? Está en la oficina, sobre el escritorio, un gran asunto voluminoso y negro. —Dijo él. No queriendo realmente entrometerse en su llamada telefónica, ella asintió y se dirigió hacia las escaleras que la llevarían a la parte de detrás del bar. Ella caminó directo hacia el escritorio y vio un gran diario negro exactamente conde Cade dijo que estaría. Cuando se volvió para irse, ella se detuvo y dio una vuelta entera, asimilando todo de esta pequeña habitación. ¿Cómo pudieron pasar sólo unos pocos días desde que ella había entrado en esta habitación con su proposición? Eso parecía de una vida pasada. Ciertamente, el cambio de la vida, ella meditó mientras abrazó el diario hacia su pecho y se dirigió de vuelta hacia arriba. —Lo tengo. —Ella se lo tendió. Ocupado escribiendo algo en un bloc de notas, Cade le indicó con una sacudida de su cabeza que lo pusiera en el banco.

— Ábrelo a la fecha de hoy. — Taylor volteó las páginas y siguió el rastro de su dedo hacia bajo en las fechas, entonces se congeló. —No puede ser. —¿Taylor? Las piernas de Taylor se tambalearon, oleadas de bilis creciendo desde su vientre hasta su garganta y agriando su boca. El mundo repentinamente se volvió caótico, una miasmática neblina flotando en frente de sus ojos. Ella luchó por concentrarse, sacudiendo su cabeza para eliminar de su cerebro la niebla mientras que se dejaba caer en la silla de detrás suyo, hundiéndose en su abrazo amortiguador. Ella golpeó una mano contra su frente y gimió en voz alta. —¿Puede ser? ¿Cómo pude olvidarlo? —Taylor, ¿qué pasa?

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Mirando a la negra tinta del diario, un acusatorio borrón contra el inmaculado blanco de las páginas se dispersaba sobre la fecha, ella pasó un dedo una vez más sobre la página como si eso fuese a borrar lo que ella ya sabía que era inevitable. Por un minuto de bloqueo cerebral, su visión se desenfocó. Ella pestañeó repetidamente y deseó de todo corazón que este momento pudiera desaparecer. Pero los dioses no estaban de su parte. Ella levantó la mirada hacia Cade. Él había dejado el teléfono en el banco, aunque ella no lo recordaba terminando la llamada. Las lágrimas estaban detrás de sus ojos. Ella las alejó, pero nada estaba de su parte ahora mismo y una sola lágrima se deslizó por su mejilla. —¿Cariño? —Cade se agachó en frente de ella, preocupación plegando su ceño. Él se estiró para limpiar su lágrima, pero ella violentamente se echó hacia atrás. —No. No me toques. —¿Taylor? ¿Qué pasa? —repitió él. — Nada. Todo. Esto. —Ella apuntó al diario. —Mi diario. ¿Qué es lo que te hizo para que estés tan molesta? —Todo. —Los hombros de Taylor se desplomaron y una onda de abatimiento y fatiga la superó. Y culpa. No olvides la culpa. —Debí haber escuchado. —¿Escuchado a quién? No tiene sentido lo que dices. —A mí, Cade. A mi conciencia. —¿A qué demonios te refieres? —He traicionado a alguien. —¿Traicionado? —claramente confundido, Cade pasó una mano por su mojado cabello y se puso de pie. —Taylor, lo siento, cariño, pero de verdad estás hablando sin sentido.

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— No me llames cariño. No soy tu cariño. Esa clase de expresión de afecto es para una pareja, personas que tienen una relación. Nosotros no la tenemos. Y recuerda, nosotros tampoco queremos una. Ninguno de nosotros lo hace. —Ella escupió. Con cara ceñuda, él miró hacia ella. Ella deseó que no lo hubiese hecho. Esos ojos oscuros penetraban en su alma. Y ese era un lugar cerrado. —No estaba pidiendo compromiso. —Dijo él suavemente. —¿Qué pasó, Taylor? Hace sólo una hora estabas invitándome a estar contigo. —Miré a tu diario, eso es lo que pasó. Hoy es diez de Mayo. —¿Y? —Hoy hace cuatro años, habría sido el día de mi boda. Los ojos de Cade se abrieron, y si no hubiese sido tan triste y serio, y si ella no se hubiese estado revolcándose en la culpa, Taylor podría haberse reído. Pero reír no estaba ni siquiera en su radar en ese momento. —Eso no pasó. Mi prometido murió. Cade se movió hacia ella. —No me toques. Él dejó sus manos a sus lados, y ella se rodeó con sus brazos apretadamente en una banda protectora. —No necesito tu compasión. —¿Entonces qué necesitas? —Necesito d que me dejes ir. Cade se puso de pie, manos en el aire. —No te estoy deteniendo. Por tres noches seguidas, Cade pasó el tiempo en el bar, agradecido de que el personal haya desaparecido por el día y de que sus pocos bien puestos gruñidos hayan bloqueado todo tipo de interrogatorio de Katie. Harry Fontain llamó, instándolo a unirse al grupo de fútbol.

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—Vamos, te vendría bien salir y socializar. —Olvídalo. No estoy de humor. —¿Qué pasa? ¿Problema de mujeres? —Nada que te incumba. —Ah, ¿así que fue la rubia? No creía que ella fuera tu tipo. Un poco demasiado almidonada, si entiendes mi insinuación. Cade entendió la insinuación muy bien. —Como dije, Harry, no es de tu incumbencia. —Hombre, lo tienes mal. La mandíbula de Cade se apretó. Él quería decirle al tipo que no se entrometa y que se vaya al diablo, pero el hecho de que Harry tuviera razón lo irritaba como los mil diablos. —¿Qué vas a hacer con eso, Cade, chico viejo? Cade había declinado la oferta de cualquier consejo y el partido de fútbol, y ahora, cuando el silencio lo envolvía y paseaba por el bar vacío, él nunca se había sentido tan solo. Él se detuvo en el medio de la sala y dio una vuelta entera. El bar era su buque insignia, por decirlo de alguna manera. Su orgullo y alegría. Él había malditamente duro para conseguirlo, acarreando su triste trasero por el lodazal de su experiencia, una infancia donde la comida era escasa y a los padres no les importaba. Cade gruñó al vacío y se bebió un trago de tequila que había estado cuidando por los últimos minutos. Zane y Katie no sabían ni la mitad de ello. Él pudo haber tenido sólo diez cuando sus padres renunciaron a sus deberes parentales, pero él había protegido a su hermano y hermana lo mejor que pudo. Con las sillas puestas sobre las mesas, sombras silenciosas jugaban por las paredes. La máquina de discos estaba apagada, y sólo fantasmas del pasado chirriaban. El lugar se sentía vacío. Triste, casi. Él nunca lo había notado antes. De alguna manera, Taylor había construido un espacio, y ahora que no estaba alrededor, ese espacio bostezaba tan cavernoso como el Gran Cañón.

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De vuelta en su escritorio, Cade divisó la tarjeta de trabajo de Taylor. Por unos indecisos momentos, él miró al teléfono. Una risa abrupta escapó de sus labios. Él había hecho esto antes. Todos los días desde hace tres días, y aquí estaba otra vez. Esperando. Mirando. ¿Y con esperanza? Él levantó el teléfono y marcó el número de Taylor y esperó y esperó, y por cada largo y prolongado segundo de eso, él mantuvo el aliento. No tenía ni idea de lo que podría decir. Finalmente, saltó el contestador automático. Otra vez. Justo como lo había hecho la noche anterior y la anterior. Cade maldijo, usando todas las palabrotas que podía suscitar, como si eso pudiera enderezarlo todo. No lo hizo, y la palabra fatal no cubría lo horrible que se sentía. Siempre el contestador, maldita sea. Incluso cuando él llamaba a su oficina durante el horario laboral, o su asistenta Nita lo obstruía o el teléfono iba automáticamente al contestador. Cade colgó el teléfono con fuerza. La frustración lo estaba matando. Y no era sólo porque había tenido una erección desde el domingo. ¿Qué llevaría ver a Taylor? —¿Todo listo? — Taylor arropó su bolso de emergencia y lo depositó en el asiento de atrás de su coche. —Claro. ¿No lo está siempre? —Nita frunció el ceño. —No te preocupes, Taylor. Eres una experta en el tema de los casamientos. Taylor no podía evitar preocuparse. Algo siempre iba de forma incorrecta. Era la naturaleza del asunto del matrimonio. Justo como tu casamiento que no fue. —¿Verás a Cade más tarde? —Nita la miró a escondidas. Taylor vio la esperanza en los amistosos ojos de su asistenta. —No. Era cosa de una noche, ¿recuerdas? —Una noche que duró tres días. —Bueno, nos dejamos llevar un poco, eso es todo.

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¿Dejamos? Querías decir dejé. Y ahí era cuando su culpa escalaba. Y el dolor. De haber olvidado su pasado, olvidado la fecha. Ella siempre fue al cementerio en ese aniversario particular, pero esta vez ella se había olvidado. Demasiado ocupada teniendo sexo con Cade, por eso. La boca de Taylor se frunció en una fina y desaprobatoria línea. Sí, eso era correcto, y por eso, la culpa escarbaba un brutal camino directo a ella. Rob. El hombre perfecto para ella. El chico que templaba su "entusiasmo", como decían sus padres. El chico de la puerta de al lado, el incipiente doctor. Perfecto para su familia. Taylor cerró con fuerza la puerta de su coche. Lástima que ella no pudiera cerrar con fuerza la puerta de su pasado. El problema era que su familia se aseguraba de que su pasado se mantuviera totalmente abierto. —Bien. —Nita arrulló, todavía enfocada en Cade obviamente. ¿Y tú no lo estás? — Él es perfecto para ti. —Dile eso a mis padres. —Taylor, tienes 24 años. ¿Cuándo le vas a decir a tu familia que no se entrometan? Ellos ya han encontrado un marido para ti. ¿No es tiempo de hacer tus propias elecciones? —Las hago. —Te refieres a tu vida como una monja que no tiene nada salvo el trabajo. — Amo mi trabajo. —Taylor le dio su respuesta standard a la provocación standard de Nita. Su asistenta puso un brazo alrededor de sus hombros. Era casi la paja que rompió la proverbial espalda del camello. —Sé que lo haces. Pero necesitas a Cade. Taylor se enfureció.

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—No, Nita. Estás equivocada. Lo que necesito hacer es llegar a esta boda. El pasado fin de semana fue nuestro único descanso por un tiempo. Parejas comprometidas están apareciendo después de un largo letargo. —Taylor se alejó del abrazo de su asistenta. —Sé que lo dices para bien, pero tengo que hacer mi propia vida. —¿No es eso lo que estoy diciendo? —Quizá. — coincidió ella y mentalmente contó la lista de cosas que todavía tenía que hacer. —Pero deja que lo haga a mi modo. He estado años haciendo las cosas en el modo de mis padres. No soy una caja de mega cerebro como ellos. Soy creativa. Ellos no entienden eso. —¿Ellos todavía bajan la vista ante tu éxito? —La valoración de Nita hizo la realidad demasiado real, tristemente. —Para ellos, esto es jugar hasta que me consiga un trabajo apropiado. —¿Te refieres a jugar a los doctores o algo? —Sí. —Ella hizo una mueca. —Algo así. —Taylor observó el parpadeo de preocupación cruzar los brillantes ojos de Nita y le dio una asistente y tranquilizadora sonrisa. — No te preocupes. Eso no va a pasar. Este negocio es mi bebé, mi vida. No me daré por vencida. —¿Pero te estás dando por vencida con Cade? ¿Lo estaba haciendo? ¿Lo había hecho? Taylor no quería pensar en ello, pero en verdad ella no había pensado en nada más que en Cade, su toque, lo que él la hacía sentir, todo sobre él, desde el domingo. Ella estaba totalmente destrozada, pero con horas de preparación delante de ella, se obligó a sí misma a calmarse y mantenerse fuerte. Controlada. —Nunca lo tuve, Nita. Era un acuerdo de negocios. Tan simple como eso. Cade es un hombre de negocios. Él entendió el trato. —Y tú eres buena en los negocios. —Sí, lo soy. Una vez que le dé los planes para su nuevo bar, el trato se acabó. —¿Sin oportunidad de resucitarlo? — Preguntó Nita, siempre esperanzada. ¿Podía ella? ¿Podría ella? No, eso era imposible. —¿Cómo resucitas algo que nunca fue?

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—Oh, Taylor, te estás engañando a ti misma. Esto fue. Créeme. Lo veo en tus ojos cada vez que el teléfono suena. Maldita sea. Nita veía demasiado, mientras Taylor sentía demasiado, y ahora mismo ella necesitaba escapar. —Me tengo que ir. —Taylor replicó y, girando sobre sus talones, se subió a su jeep, se puso el cinturón y encendió el motor en una rápida sucesión. Ella le dio a Nita un saludo con la mano. Tengo cena con mi familia esta noche después de la boda. Nita hizo una mueca. —Diviértete con la familia. Taylor se negaba a reflexionar esa declaración en particular. La historia le recordaba que divertido no estaba en la bien orquestada y bien encasillada vida de sus padres.

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Traducido por Katiliz94 Corregido por camilia109

C

ade se reprendió. Debería estar en cualquier lugar menos aquí. ¿Por qué demonios pasaba el rato en una boda? No estaba en la tienda para una.

Redujo la velocidad de la camioneta a paso de tortuga a lo largo de la curva de la bahía, frenando a través del lugar de recepción. Apagó el motor, se echó atrás y observo. Contrapuesto con el cielo turquesa y bordeado por una hilera de árboles pohutukawa, la mansión Victoriana restaurada como un lugar para las bodas bordeaba uno al final de la bahía. Era la imagen perfecta. La fiesta nupcial había terminado sus fotos, pero no estaba interesado en la pareja de novios, solo en la organizadora de laboda. Hombre, ella se veía bien. Durante la última media hora, Taylor, sin sus altos tocones sexys, se había metido a través de la arena dorada, alrededor de la pareja, arreglando el vestido de la novia y las flores con más esfuerzo de elegancia para los fotógrafos. Cade frunció el ceño. Que desperdicio. Esas fotos, después de unos meses, podría quedar abandonadas en el cajón y, si el matrimonio iba a fracasar, lo más probable sería romperse en dos durante algún angustiado lamento. Puso el ojo en la pareja con burla. Parecían felices... por ahora. Pero Cade no se preocupaba de si los otros sucumbían en el juego del matrimonio. Solo que no esperaba que imitase su alegría nupcial. ¿Así que viniste aquí, Harper? Taylor —eso es. Ella había atormentado sus días y noches. Había intentado telefonearla. Intento ignorar el dolor, y eso no era un maldito uso tampoco.

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―Eres desesperante, ―le había informado Zane, satisfecho por el golpe. ―Haciéndote un canalla. ―Consigue una vida, hermano. ―Tengo uno. ¿Y tú? Con toda la razón lo tenía. Estaba a gran altura con una prospera pequeña cadena de bares, a punto de abrir una más exclusiva en el corazón de Yuppievile. ¿Qué más necesitaba? Taylor Sullivan. Cade volvió a hundirse en el acolchado cuero de la camioneta, con las manos empuñadas en el volante mientras las palabras de su hermano se reproducían por enésima vez en su cerebro. ―Cade. ―Su hermano se rió entre dientes a pesar de ayudarse de un whisky después del tiempo del cierre. ―Katie me dijo que eras un tipo infeliz. Cade levantó la cabeza del dibujo en el que había pasado la última hora garabateando ―T.A.Y.L.O.R. El enrolló el pedazo de papel y lo tiró a la papelera y lo extrañó. Maldiciendo en voz alta, dio a su hermano su mejor mueca. ―¿Los dos confabulando contra mi otra vez? ―Alguien lo hace. Una y otra vez su hermano había arremetido contra él. Eventualmente, Cade se desconectó, aunque una parte de él sabía eso, en el fondo, su hermano y hermana les importaba. Ellos eran su única familia. Zane y Katie eran todo lo que importaba. Pero ahora, mientras esperaba fuera observando a Taylor, se dio cuenta de que no eran solo los únicos que importaban. De hecho, se habían deslizado con cuidado, compartiendo una escalerilla de un par de escalones. Si solo pudiese verla de nuevo. No tenía que hablar con ella, pero entonces al menos sería capaz de explicar —a sí mismo, esperanzadamente,— la cruda necesidad de venir sobre él, y finalmente todo tendría sentido. Ver a Taylor, rezó, podría ayudarle a entender porque estaba llevando el casco sobre su cabeza. Y hacer que se valla.

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Cade estrelló con fuerza el puño sobre el volante, golpeando la bocina por accidente, y un agudo y entrecortado pitido desgarró el aire. Varios invitados se volvieron para ver de dónde había provenido el sonido. ―Mierda. Cade estiró el cuello mientras la multitud lentamente se evadía hacia los cuartos de recepción, riendo, sonriendo y desempolvando la arena de sus pies. Taylor fue la última. Con ella detrás de él, deslizó sus tacones de regreso. Los tacones asesinos que resaltaban sus largas piernas. Sexys piernas. Diablos. Sus ojos se cerraron momentáneamente mientras luchaba por controlar el abrasador deseo que alimentaba cada parte de él. Lo hizo mal. Estaba vestida en un traje color beige que insinuaba ninguna pulgada de piel. Pero él conocía su secreto. Su mirada se deslizo lentamente por su longitud, y su boca se elevó en una tensa sonrisa. ¿Estaba Taylor llevando ropa interior sexy? ¿El encaje y la seda ahuecaban sus pechos llenos, y las medias? O si... las medias. Cade se desplazó incómodamente. El bordeado de encaje que rosaba sus cremosos muslos. Su erección aumentó, creciendo más duro con cada burlona imagen almacenada en su memoria. Había esperado que Taylor siguiese a los invitados. En su lugar, ella dio al novio y a la novia un abrazo. Desde su posición a través de la carretera, Cade luchaba por escuchar la conversación, pero sus amistosas bromas lavarón la brisa. Con la pareja de novios volviendo a ir al interior, Taylor recogió su bolso y vino por la acera. Escaneó la calle como si estuviese buscando a alguien. Cade frunció el ceño. ¿A quién estaba esperando? ¿Un novio? No— No le gustaba esa idea. ¡No, señor! Ni un poco. Lanzándose hacia fuera, metió las manos profundamente en sus bolsillos. Era ahora o nunca. Y nunca no era realmente una poción. Mientras caminaba hacia la carretera, sus zapatillas crujían sobre la grava suelta, y una gota de sudor siguió hacia abajo por el lado de su cabeza. Nunca se había sentido como un niño de colegio en su vida. Ansioso. Torpe.

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―¿Taylor? ―Su respiración se quedo en su garganta, sus pulmones se negaron a funcionar mientras su corazón martilleaba y su cuerpo se sentía vivo como si nunca lo hubiese estado antes. Esto era vida. Antes era... era nada comparada con esto. Deseó que pudiese congelar el momento en el tiempo porque por un infinitésimo segundo, mientras Taylor se daba la vuelta para mirarle, el deleite y la alegría brillaron en sus ojos y se extendió por cada parte de su hermoso rostro. Luego se evaporó, desapareció en un giró rápido de un ojo. Sostuvo su bolso frente a ella, pero estaba recelosa, con los ojos poseídos. ―¿Qué estás haciendo aquí, Cade? Si, ¿qué? No podía pensar en la respuesta, al menos no en una que consiguiese que le arrestasen. ―Estoy en medio de una boda, ―dijo ella, mirando de regreso sobre su hombro a los invitados que se mezclaban en el exterior. ―Parece un éxito, todos lo están pasando bien. ―Necesitas irte. La desesperación zumbaba en su interior. ―Sigo pensando en ti. Sus labios se fruncieron. ―Te recuperarás. Solo empieza a salir con una de esas chicas que te dan coqueteos en el bar, ―dijo ella, negándose a mirarle. ―Suenas celosa. Eso capto su atención. Su cabeza se dobló alrededor, y su boca se abrió y se cerró, pero no dijo nada. Solo le miró con aquellos oscuros y cerúleos ojos que desgarraban su alma. Era un hombre ahogándose. ―Cade, no puedo hacer esto. Jugó por tiempo. ―¿Esto qué? Taylor miró ambos caminos como si estuviese asegurándose de que la costa estaba clara. ―Está bien. Esto es solo de nosotros dos, ―dijo, tratando de conseguir que ella se relajase. ―¿A menos que tengas un novio al acecho en los arbustos?

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―Había hecho la pregunta antes de que se diese cuenta de ello, pero sabía en lo profundo de sus intestinos que no quería saber la respuesta. Gata miedosa. Demasiada maldita verdad, concedió. ―Golpe bajo, Cade. Debería haber sentido culpa, pero no lo hizo. ―Sí, lo siento. En realidad, no, no tengo. Me alegro. No quiero que tengas un novio. ―Entonces estarás complacido de que no lo tengo. Dio un paso más cerca, aliviado de que ella no se alejase. Instantáneamente, su perfume asaltó sus sentidos, y sus ojos se cerraron durante una fracción de tiempo, provocando fragantes recuerdos. ―Quiero ser yo. ―Oh. ―¿Solo "oh"? ―la observó fijamente, esperando algún indicio de que estaba interesada. ―Aún no me has dado una respuesta. ¿Por qué no puedes hacer esto? ―Porque no era lo que acordamos. Y además, era una excepción, un tu—me— ayudas y viceversa tipo de cosas. ―Verdad. Pero las reglas están hechas para ser rotas. ¿Por qué no podemos hacer un nuevo acuerdo? ―No quiero. ―¿Así que es eso? ¿Se supone que debo levantarme y alejarme? ―Sí, ―dijo ella, sin mirarle en realidad. Maldita sea. Él no quería. No podía. ―Mierda. ―Solía ser perseguido y no ser cazado, Cade se sentía como alguna maldita marioneta con alguien más tirando de las cuerdas. Esfuérzate más. Usa tu encanto. Cade ojeó el lugar de la recepción. Las torres victorianas, la elegante carpintería. Sus manos cayeron a sus lados y sus hombros cayeron.

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―Muéstrame lo que haces, Taylor. Tus fantasías. ―¿Perdón? ―Eso no lo dijo automáticamente sin alimentar una tangente de esperanza en el. Taylor no era tan inmune para él mientras se liaba, pero entonces, ¿cómo podía una mujer que había susurrado tales burlonas fantasías durante que hacían el amor ser inmune? ¿Y tu inmunidad? Cade ignoró a su subconsciente. ―Muéstrame lo que está involucrado en una boda. ―Pero no te gustan las bodas. ―Eso no quiere decir que no puedo admirar tu talento planeando una. ―¿Esta? ―¿Por qué no? Taylor giró hacia el imponente edificio. ―Casi ha terminado. ―¿Puedo verlo, por favor? Dios mio, el estaba suplicando. No quería que ella dijese que no y se apresuró a hacer todo para prolongar lo inevitable. ―Me alegro de que lleves el pelo alto, ―dijo, mirando su elegante moño. La mano de Taylor fue automáticamente a su pelo, alisando el pelo. ―Descubre tu cuello, y tengo una descriptible urgencia de arrastrar mis dedos a lo largo de tu piel. ―Oh. ―Entonces me gustaría seguir ese sendero muy cerca con mis labios. ―Sonrió él, disfrutando de estar con esa mujer. Esto no tenía nada que ver con el sexo. Y todo con simplemente estar juntos. Cade contuvo un gemido. Hombre, en realidad estaba perdiéndolo. ―No. ―Su voz era tan suave que apenas la escuchó, un susurró en la brisa.

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―¿No qué? ―Bromeó. ―¿Qué no pare? Oh, bebe, definitivamente no quiero parar. Luego están tus largas piernas. ¿Sabes lo tentadoras que son, Taylor? Piernas que conducen al cielo. Piernas que envuelves a mi alrededor, tus pechos presionando contra mi. Aún puedo escuchar tus susurrantes suplicas mientras culminabas. ―No. Dio un paso más cerca hasta que unas pulgadas les separaban y escuchó su entrecortada respiración. Vi la subida y bajada de sus pechos bajo su traje. ―Dijiste que me querías, Taylor. ―Eso fue entonces.

Cade se apartó. Tómalo con calma. No la asustes. No metas la pata. ―Así que, ¿Quién es la pareja afortunada? ―preguntó el. ―¿No hay preguntas difíciles de la novia esta vez? Los ojos de Taylor se oscurecieron, y lo miró a través de las imposiblemente largas pestañas. La punta de su lengua se deslizo por el labio inferior. Cade observó cada paso del camino. Quería enredarse con ella. Saborearla. ―¿Te refieres al sexo? ―dijo ella. ―Sí, esas preguntas. ―Y no podía evitar más que sonreírla. ―Después de todo, son los que nos metieron en esto. Los dientes de Taylor rasparon su labio inferior. ―Un poco, ―dijo ella. ―¿Y tú estás bien? ―Su espina dorsal se puso rígida. ―Si te refieres a que les respondí, entonces si. ―Eso es bueno. Es lo que querías, ¿verdad? ―Si, supongo. ―¿Solo lo supones? ―Pensé que era toda la idea. Conseguir algo de experiencia por lo que pudiste responder a la pregunta. Ya sabes, si alguna vez hay algo que

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no puedes responder, siempre puedes venir a mí a por algo...ah... asesoramiento técnico. ―No lo creo. Cade sonrió ante su respuesta. ―Que pena. Podía ser divertido, ―respondió, esperando recordar a Taylor de lo que estaba extrañando. ―Así que, ¿vas a mostrármelo? ―Le tendió la mano y la dispuso ante ella para que la tomase. Por un segundo, él pensó que ella lo haría mientras su mirada bajaba a su mano extendida antes de viajar hasta su brazo, limpiando por su cara. Su evaluación le mantuvo rígido. Se imaginó que incluso podía escuchar sus pensamientos en alto, evaluándole. Luego dio un paso atrás. Maldita sea. ―La recepción de la boda está en camino, pero podemos echar un vistazo desde los laterales, ―dijo ella, rechazando su mano. Taylor dirigió el camino a través del lado de la entrada. En el momento en el que entraron, Cade la observó relajarse mientras hablaba brevemente con los invitados que elogiaban su trabajo estaban ciertamente justificados. La risa y la música les encontraban en cada esquina. Decorada de melocotones y crema, las cestas de flores colgaban del techo, todas conectadas con las corrientes de entrelazadas vides verdes. Una gran cantidad de luces blancas parpadeando brillaban mil veces desde los satinados— envueltos techos y paredes mientras el patrón de candelabros se adornaban con cremosas rosas de velas aromáticas que ardían brillantemente y ofrecían un intoxicarte sentido del romance. ―Parece como si el cielo ha descendido, ―dijo Cade, impresionado. Finalmente, Taylor sonrió. ―Gracias. Eso es lo que quería. ―Has tenido éxito. ―Cogió un brote de rosa de la disposición de la cascada más cercana y la metió detrás de su oreja, incapaz de resistir la tentación de arrastrar sus dedos bajo su mejilla. El sonido de un suave susurro aleteó de sus labios. La mirada de Cade escaneó la habitación, capturando su hermosura y luego volviendo a Taylor. ―Puedo ver porque crear algo de esta hermosura te da una gran satisfacción.

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―Lo hace. ―Abrazó más cerca la bolsa. ―La vida es los bastante difícil estos días. A veces es agradable tener un poco de fantasía. Tan pronto como ella habló, Cade vio el autentico amanecer en la cara de Taylor, y ella se sacudió hacia atrás. Ella bajó su mirada y escondió sus cautelosos ojos detrás de la pesada caída de sus pestañas. ―No te escondas. Taylor. ―Alargó el brazo y tomo la mano de ella en la suya, una mano tan fina que era solo la mitad del tamaño de la suya. Enroscó sus dedos con los de ella. ―Mírame. ¿Por favor? ―No tengas miedo. Ella frenó. ―No lo tengo. ―Si, lo tienes. Con los pesados parpados, levantó la mirada hacia él, sus labios se entreabrieron ligeramente. Él podía sentir el fino abanico de su aliento contras su piel mientras ella se inclinaba hacia él. Él quería besarla. Había soñado con este momento durante días... y largas noches. ―¿Por qué estás haciendo esto, Cade? El fue a responder, pero realmente no había ninguna respuesta. Estaba reaccionando por instinto, algo que nunca había hecho antes. En el pasado, sin embargo siempre había pensado las cosas, planeado su vida. ―Desde que te conocí, mi cabeza es un torbellino. ―Entonces toma algo de Panadol. El ignoró su hiriente comentario, instintivamente sabía que ella estaba tan asustada como él. ―Estoy haciendo cosas que veo hacer a otros chicos. El enfermizo amor de los chicos. Mierda. ¿Había dicho eso? El no estaba enfermo de amor... no lo estaba. Absolutamente no. El amor no era una opción. Y aún, con un nauseabundo temor, había despertado a la realidad. ―Eres la primera cosa en la que pienso cuando despierto. No he dormido durante días. ―¿Así que soy tu pesadilla? ―No, no una pesadilla. Una fantasía.

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―Consigue un libro, Cade. No quiero estar en tus sueños. Eso no era parte del trato. ―Mira, siento si hice algo para que perdieras tu... cita con Rob. Taylor se volvió de él hacia ellos, escondiendo su expresión. ―No quiero hablar de ello. Sobre él. Diablos. Necesitaba ver su cara, sus ojos, y muy definitivamente su boca. ―¿Por qué no? Está en el pasado. Todos tenemos recuerdos, tenemos que vivir con ellos. La palabra vivir aquí es el tema. Vivir, ―reiteró el. ―No todos hablamos de Rob. Estas en la lujuria, eso es todo, Cade. Todo está en tus pantalones. ―Eso no es como tú, Taylor. No seas grosera. Ella se volvió hacia él, metiendo una larga y pulida uña profundamente en su pecho. ―De eso se trata. No sabes como soy. ―Pero quiero hacerlo. ―No. Olvídalo. Olvida lo que hicimos. ―Eso, cariño, es totalmente inolvidable. ―Cállate. Solo cállate. No voy a dejarte usarme para aliviar tu lujuria. ―¿Eso no es exactamente lo que hiciste? ¿Lo que hicimos juntos? ―Era un acuerdo de negocios. Pero crees que solo puedes sonreír y obtener ese hoyuelo bajo mi piel y caeré en tu cama. ―Bueno, debes admitir que era bueno. ―se rió entre dientes, intentando un poquito de humor. Pero Taylor no estaba dispuesta a ceder un milímetro. ―Bien. Era... ―Caliente. Estábamos calientes juntos, cariño. Un repentino grito detrás de ellos los tomo por sorpresa. ―Taylor, ahí estas. He estado buscándote por todos lados. Pensé que ibas a esperarme afuera.

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La mano de Cade se desplomó, y Taylor la sacudió de regreso y abrazó su bolso por su pecho una vez más. Se echó atrás una hebra invisible de pelo y tiró de su falda y chaqueta como si algo perfecto que ya estuviese a la perfección. Ella se volvió hacia los intrusos. ―Eward. ―Su voz salió en un susurro, y miró a Edward. Un fornido, cuarentón vestido en pantalones caquis y una camisa a cuadro con botones. Muy formal. Muy estoico y fiable. Nada como el dueño de un bar. La mirada de Cade se torció de regreso a Taylor, pero ella se negó a mirarle. Su sangre se calentó hasta un punto. ¿Un novio? Pero ella había dicho que no a la pregunta de su novio. ―¿Lista? ―Sin embargo Edward era, ek chico que apenas le había reconocido. Cade intento remediar eso. Le tendió la mano. ―Hola, soy Cade Harper, ¿y tú? ―Ahora no, Cade. Tengo que irme, ―interrumpió una temblorosa Taylor y agarró a Edward por el hombro como si intentase salir corriendo, dándole una mirada de advertencia. ―Edward Sulivan. El hermano de Taylor. ―Oh. Cade miró a Taylor y le dio una peculiar medio sonrisa, luego volvió la mirada hacia su hermano. ―Encantado de conocerte. Soy su... novio. Taylor ahogó un gorgoteo apropiado de palabras. ―No lo es. Está en su mundo de fantasías. Pero ya, Cade y Edward estaban tranquilamente resumiéndose el uno al otro. ―Hmm, Taylor está segura de una buena fantasía. Muy inventiva. ―Ofreció Cade, sabiendo que había enviado la conversación instintivamente por sobre marcha. ―Cade, ―advirtió de nuevo Taylor y apretó los ojos. La protuberancia de su hermano. Cade estaba pasándolo bien. Y en su lugar, la sorpresa en la cara de Edward era demasiado buena para perderla.

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―Los chicos nos están esperando, ―Edward recordó a su hermana y bajó la mirada hacia su reloj. ―La cena semanal, ya sabes, ―dijo como si explicase todo. Edward se volvió hacia Cade. ―Hey, ¿Por qué no puedes venir también? Un amigo de Taylor y todo eso, ―dijo, cubriendo el incomodo silencio. El apretón de Taylor en el brazo de su hermano claramente apretada. ―No, no puede. ―Claro que puedo. Cambió su estrecha mirada hacia él, desafiándole. Oh, el se atrevió, y le dio su mejor radiante sonrisa. Le tendió la mano a Edward. ―Encantado de ir y conocer a la familia. Taylor me hablo mucho sobre todos vosotros, ¿cierto, querida? ―Que... ―Taylor ahogo la palabra, su boca abriéndose y cerrándose varias veces. ―¿Mosca atrayente? ―El la guiñó un ojo. ―Grr... ―Ella le disparó una mordaz mirada. ―Oops, creo que estoy en problemas. ―Puedes contar con ello. ―Taylor vinculó su brazo con el de su hermano y lo arrastró, casi corriendo, lejos, dejando a Cade en su despertar por observar su lindo trasero desfilar. ―Bueno vista, ―dijo solo lo bastante alto para que ella pudiese escucharlo. ―Oh, tu... ―le atravesó con una mirada fulminante sobre su hombro. Él le dio una despedida relajada, le guiño un ojo y sonrió al mismo tiempo. Los labios de ella se fruncieron, y espetó hacia atrás la cabeza mientras una risa rugía en su garganta. ―Sip, el día seguro ha mejorado... considerablemente.

He´s the one – Capítulo 11 – Camilia109

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Traducido por Vafitv y Izzi Corregido por Judyher y Camilia109

¡O

h, por dios! ¿Qué le estaba pasando? todo lo que Cade dijo era cierto. Ella habría caído en la cama con él. Todo lo que le habría tomado era una de esas sonrisas sexys hacia su objetivo, en dirección suya. Puro y oh – muy caliente— lujuria la tenía en sus garras. Su cuerpo ansiaba sus caricias. Pero no podía ceder. Todo esto se vino abajo en a aquel momento, una parte de la historia que colgaba entre ella y la vida, que permanecía allí para aquellos que cuidaban de ella, aun quienes no se dieron cuenta de los recuerdos que entrelazaban con la culpa y el remordimiento. Un recuerdo que no la liberaba. – Maldita sea–. Pateo Edward uno de los neumáticos traseros. – Está rodada. Taylor miro al auto de su hermano Edward en el aparcamiento. El neumático estaba plano como cualquier panqueque. – Cámbialo. El personal de la boda tiene todo a la mano. No me necesitan aquí. Quiero irme, ahora, Edward. – No puedo. El repuesto no es exactamente de reserva. Este es el segundo plano que he tenido en un par de días. Los chicos del garaje obtendrán un neumático especializado para mí. – ¿Quieres decir que tenemos que caminar? – Por supuesto que no — intervino Cade – siempre existe la camioneta. El levanto el pulgar hacia su camioneta aparcada en la carretera. La visión de Taylor se desplazó hacia la camioneta estacionada. – No de ninguna manera. No voy a entrar en tu auto. No otra vez.

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Una ceja oscura se levantó, y su boca se torció hacia un lado. Taylor quería abofetearlo con la mano quitar aquella risa inmediatamente de su cara, borrarlo, porque eso hizo demasiadas cosas, cosas que ella no quería. ¡Mentiroso! – No parecía impórtate la última vez, si mal no recuerdo. Oh, el recordaba bien. Y ella también lo hacía. – Primera y última vez, reitero. — Metió su bolso bajo el brazo y giro de nuevo hacia su hermano. – Vamos a caminar. – No puedo. Por mi antigua lesión de Aquiles, — intervino su hermano. – Edward, te fui a buscar para esto. No necesito esto ahora mismo. – Lo que ella quiere decir, Edward, es que no quiere ir conmigo. – No quiero estar contigo en ningún lugar, Cade. – Podrías haberme engañado. – Mamá es quisquillosa con la puntualidad, Taylor, — añadió su hermano como combustible para el fuego, dándole un toque al reloj. –Ooh! — Ella golpeo el suelo con su pie. – ¿Qué pasa con ustedes los hombres? siempre se apoyan entre sí. – Predispuestos al instinto de supervivencia, ofreció Cade. – Más bien al de terquedad–, disparo ella añadiendo la peor mirada que puro manifestar por añadidura. Taylor hecho un vistazo a su reloj. No había manera de salir de esto. Ella debía a sus padres una cena hace diez minutos, y Edward tenía razón: llegar tarde a su madre no le parecería un buen comienzo para lo que ella sabía que iba ser una noche difícil. Después de subir a la camioneta, Taylor se encontró intercalada entre su hermano y Cade. Hizo todo lo posible para mantener la suficiente distancia del señor Harper, pero cada vez que él tomaba una curva a la derecha, ella se veía obligada cada vez más cerca de él, sintiendo su cuerpo fuerte, viril que se rozaba con el suyo. Mientras su hermano y Cade llevaban a cabo una broma locuaz sobre su cabeza, ella permaneció en silencio, haciendo todo lo posible por ignorar al galán. Cuando cogió su sonrisa fácil, se apartó y se volvió. No miraría. Maldito sea. Y todos los hombres en general. Cade, sin embargo disfrutaba cada

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momento de esto. Por supuesto que lo hacía. Él lo consiguió su propio modo otra vez. – Aquí estamos. Hogar dulce hogar — anuncio Edward mientras Cade se dirigía por el camino hacia la casa familiar. Cade trajo la camioneta y se detuvo, y Taylor lanzo un gruñido mientras se apartaba más allá de él, tropezando con sus largas piernas en el proceso. Tenía que salir, poner algo de distancia entre ellos. Necesitaba respirar. Cade siguió estirándose mientras miraba la casa de sus padres. – Bonito lugar. – Ellos han vivido aquí desde que se casaron. Es un poco como un mausoleo sin embargo – respondió Edward. — Tengo que correr. La gente está dentro. Asintió con la cabeza hacia la casa. – ¿No vas a quedarte? — Una oleada fría de pánico mostro su lado oscuro. Ella no quería entrar. No sola. Y ciertamente no con Cade como acompañante. Esto empeoraba cada segundo. Pero su hermano no hizo caso de sus suplicas, dio vuelta a modo de competición del garaje y se fue sin mirar atrás. Dejándola a ella – con Cade – y su madre. – No tienes que entrar. Puedes irte. — Le dijo ella a Cade. Por favor. Vete. – Fabricar una excusa, ¿Quieres decir? – Sí, Edward solo estaba siendo amable. – Es un buen tipo. Ella se encogió de hombros. En ese mismo momento, la puerta mosquitera se abrió y su madre salió al porche. – ¿Taylor? Típico. Taylor no sabía porque esperaba algo diferente. Eso nunca ocurrió. Su madre nunca dijo que era maravilloso verla, o preguntaba como estaba, simplemente pronunciaba su nombre. Una palabra con tanta condenación atada a ella. La boca de Taylor bajo, y parpadeo para alejar la amenaza repentina de las lágrimas. – Hola, mamá. Edward me sugirió traer a Cade. – Ya veo.

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Otra vez, no un Hola. Bienvenida. Nada. En cambio, su madre unió sus dedos, giro sobre sus talones y se dirigió hacia el interior. Avergonzada por la rudeza brutal de su relación Taylor no sabía que decir. – Ella no parece contenta de verme. – Es así con todos. – Incluso contigo, al parecer. Taylor suspiro – Por lo general. – Y pensar que un padre borracho y una madre que no se molestaba en trabajar duro… – No lo hagas, Cade. Por favor, no lo hagas. La familia es, pues, la familia–. Ella se encogió de hombros, luchando contra la resignación. – Uno se acostumbra a ella–. Con las piernas pesadas como el plomo, Taylor dio pasos con Cade a su lado. No podía ver ninguna salida en esta reunión y estaba determinada a terminarla con la mayor rapidez posible. A sus padres les había gustado Rob. Ellos se acordaban de él se aseguró, incluso después de su muerte, él estaba siempre en su vida, siempre. La hacía sentirse culpable por querer algo más. Por ser diferente. Ella dio un paso dentro de la casa distinta y espero la reacción de Cade. El reaccionaria, todos lo hacían. – Tus padres seguro están en antigüedades — dijo él, echando un vistazo a la habitación con incredulidad. Taylor siguió su mirada. El lugar era definitivamente extraño. Cada rincón, ha sido rellenado a reventar con muebles, colecciones de placas, animales de peluches y victorianas. –Trata de vivir con ello. – ¿Pesadillas? — Conjeturo Cade. – Con frecuencia — Respondió y le dio una sonrisa de medio lado. Su madre se volvió hacia ella y Cade. – Este es…. ah… un amigo, Madre. Cade Harper. Cade le tendió su mano a su madre, pero en forma verdadera, su madre miraba a Cade como si hubiera algo no muy aceptable. Taylor se estremeció. Aquí va de nuevo. Los mismos viejos, mismos viejos hábitos. – Jerez, ah… ¿Sr. Harper? – Llámeme Cade.

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La boca de su madre se contrajo levemente, como si Cade hubiera dicho algo desagradable. Ella sirvió tres vasos pequeños de vino de jerez y le dio una a Taylor y otra a Cade. Al ver la pequeña copa en la mano grande de Cade, delicado frente a fuerte, trajo una ráfaga repentina de lágrimas a los ojos de Taylor. Rápidamente se dio la vuelta y los sacudió lejos. Todo estaba arriba y abajo. Y ahora esto. Sabía el resultado. Era siempre lo mismo. Cade no era Rob. En ese mismo momento el ama de llaves de sus padres andaba vestida en negro con un delantal crujiente blanco atado alrededor de su cintura, el pelo atado en un moño severo, ella anuncio la cena. – Señora Sullivan se está haciendo tarde, pero la cena ya está lista, señora. Cade sacudió Su mano. Las gotas de jerez derramándose sobre la punta de la copa. Taylor lo sorprendió mirándola. – ¿Una criada? — Musito él. Taylor solamente se encogió de hombros. Había renunciado a tratar de explicarles a sus padres. Con clara desaprobación, su madre se puso de pie y camino hacia el comedor, que se unía y se sentó. Taylor sabía que no tenía ninguna otra opción, solo la siguió. Entonces hizo lo que se esperaba. – Saben cuánto me gusta que comamos juntos, especialmente en esta ocasión. – ¿Ocasión? ¿Esto es un cumpleaños? — La pregunta de Cade cogió por sorpresa a Taylor. Debería haberle advertido. Miro a su madre, deseando que la mujer lo olvidara y dejar que también ella lo olvidar. Aquí viene. – Es el aniversario de Rob. El novio de Taylor — explicó su madre. – Ex novio — Corrigió Cade. En cámara lenta, su madre puso la servilleta de lino blanco almidonado en su regazo, asilando las arrugas invisibles. Ignorando la corrección de Cade. — Rob era un hombre joven tan hermoso y talentoso. Él estaba muy por delante de su tiempo, tú sabes. – ¿Con qué? Taylor se estremeció. Quería que Cade se callara, decir lo siento, que tenía que irse, una vez que su madre comenzaba… – Matemáticas, por supuesto.

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Cade giro su mirada hacia ella, arqueando las cejas en una pregunta tacita. – Mis padres han dado conferencias en universidades del todo el mundo. – ¿En matemáticas? Su madre se enderezo, su boca se estiro en las esquinas en una imitación de una sonrisa. – Desde luego. Y Rob habría seguido nuestros pasos. Él estaba en su camino. – Me parece perfecto. – Lo fue. Él era absolutamente justo el hombre para nuestra Taylor. Un poco más y no le hubiera importado su… ah... Tangentes creativas. –Madre. – Dios mío. Nada había cambiado. Rob era perfecto. Ella debía ser perfeccionada. Taylor miro el nudo en al frente de Cade. El pulso en el lado su cuello palpito erráticamente, su ritmo hipnotizaste. Recordó lamerlo, saboreando su piel. – ¿Tangentes? – Este negocio de ella. Le hemos dicho siempre a Taylor que se tome las cosas en serio, entonces va a encontrar su lugar. – ¿Lugar? — Se acordonaron los músculos en el cuello de Cade en un conjunto decepcionado en su boca. Esta conversación no presagiaba nada bueno. – Sabe que su hermano ha sido galardonado con una beca en una universidad de prestigio y Keira su hermana, es jefe de cirujano ahora. – Impresionante. – Sí — su madre suspiro, los ojos grises parpadearon brevemente en su dirección. Cade se puso de pie y coloco su copa sobre la mesilla de caoba. Se giró hacia su madre. – En realidad, creo que el negocio de Taylor es un gran éxito. – Tal vez. – Tal vez nada, señora Sullivan. Taylor es creativa, dedicada y muy exitosa. Ella les da a las parejas la oportunidad de empezar una nueva vida con su boda de ensueño. ¿No es eso de lo que se trata todo esto? ¿Sueños del futuro?

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Por unos momentos tensos y silenciosos, era como si hubiera aun enfrentamiento entre Cade y su madre. En esta casa, nadie desafío a su madre, pero su madre nunca había luchado contra Cade. Vaya Cade, ella aplaudió silenciosamente. – ¿Qué hace usted, Sr. Harper? — Le pregunto su madre, su mirada imperiosa nunca vacilante. – Soy dueño de un bar. – Varios, en realidad, madre — interrumpió Taylor. – Además, Cade se está abriendo una nueva línea de bares con pequeñas tiendas de moda. – En serio. Que interesante. — Ella podría haber dicho eso, pero Taylor sabía que su madre lo estaba mirando ahora por debajo con su nariz muy larga. Cade, en su opinión, no era de ningún interés y más que probable estaba en el fondo de la jerarquía. – Lo es, señora Sullivan. El flujo de caja es grande. Soy dueño de todos los edificios. Soy un tipo real y exitoso. No fui a la universidad, pero entonces, a diferencia de usted, no juzgo a la gente por un pedazo de papel que dice si ellos estudiaron o no. Y entonces, por supuesto, no soy Rob. – ¡Cade! — Su nombre se escapó de sus labios en un jadeo conmocionado, pero él la silencio con un gesto de su mano. – Rob, señora Sullivan , está muerto. Se ha ido. Todavía puede amar a un hombre muerto, pero no son de mucha utilidad. Salvo a usted, es eso. – ¿Qué está hablando? ¿Dónde encontraste a este…? – ¿Gañan? ¿Esa es la palabra que trata de encontrar, de encasillar conmigo? Lo siento. Tal vez no tenga modales elegantes o venir desde el lado derecho de la vía, pero lo que tengo es mío. He trabajado duro por cada maldito pedazo de ladrillo y mortero, y estoy orgulloso de ello. – Yo nunca…. — su madre tropezó con sus palabras algo que Taylor nunca, nunca había visto. ¡Vete, Cade! ¡Vete! – No, eso es correcto — interrumpió Cade. – No has vivido. – Usted se ha establecido aquí en su torre de marfil con sus antigüedades mullidas y animales muertos colgando en las paredes. Juzgar a cada uno por las normas de sus propias limitaciones. Incluso a su hija. – Cade, no lo hagas.

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Él se volvió hacia ella, y ella vio el fuego ardiendo en sus ojos. –Está bien, Amor. Tu madre tiene que escuchar esto. Ya era hora. Taylor estuvo de acuerdo silenciosamente. El problema era ella que nunca había tenido las agallas. – Usted juzga a Taylor por una idea excéntrica de que ella tiene que ser como usted y sus calificados cuadros altisonantes cerebrales. – Bien, ella no podrá tener un IQ6 de Mensa7 , pero es brillante, es divertida, creativa y está haciendo su propio camino en el mundo. Pero no puedes dejarla ir, ¿verdad? quiere que ella encaje en ese mundo exacto, preconcebido tuyo. Quieres que se ha llamada perfecta. – Esto es suficiente – finalmente, su madre encontró su voz. Su rostro blanco con furia. Sus ojos grises se redujeron. – Taylor necesita… – Ser Taylor, Sra. Sullivan. Déjele hacer sus propias cosas. – Eso suena como un poco de psicología barata. – No. ella es diferente. De usted. De mí. Simplemente es ella misma. Taylor es ella misma. Y eso es más que suficiente. Inquebrantable, su madre se retiró de su silla. Taylor podría ver su expresión inflexible que nada de lo que había dicho Cade en favor de Taylor había hundido en su interior. Florence Sullivan también fijo sus caminos, demasiado rígidos para entender. – Rob era un querido amigo de la familia. – No voy a dudar de eso. Él era su gran esperanza blanca, por así decirlo. Esperaba usarlo para fustigar a Taylor y mantenerla en forma. Pero él está muerto. No puede continuar usándolo cada año para controlar a su hija. – Creo, señor Harper — dijo su madre a través de los labios apretados, – que es mejor que se vaya. La mirada de Taylor se desvió hacia abajo. Su madre había enfardado la servilleta en un puño. – Vamos. — Cade agarro su mano y tiro de el – Fuera de aquí.

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IQ ( Intelligence Quotient) : coeficiente Intelectual. Mensa: es una asociación internacional de superdotados fundada en Inglaterra en 1946 por Roland Berrill y Lancelot Ware. El objetivo original - y actual - es crear una asociación ajena a cualquier tipo de diferencias políticas, religiosas, ideológicas o nacionales. El nombre de la organización procede de mensa (mesa en latín), en recuerdo a la "mesa redonda" del Rey Arturo, como símbolo de que es un club cuyos miembros son iguales en derechos y obligaciones 7

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– Taylor la cena está servida. — Corto su madre. Los ojos oscuros, tormentosos miraban fijamente su cara. Ojos que habían quemado vivos como él le había enseñado a ella, la amaban y ahora la liberaban. ¿Porque se sentía que estaba en un tira y a floja, como ser la alcancía en el medio? Taylor se paró y limpiamente paso el dorso de su mano por la frente. Había una punzada de dolor detrás de sus ojos. – Otra noche, madre. Creo que es mejor que también me vaya. – Pero es el aniversario de Rob…

―Cade tiene razón. Está muerto. Tengo que irme.― girando sobre sus talones, huyó de la habitación, evitando la hilera de cabezas de ciervo que llevaban asustándola en el salón desde que era una niña. Abrió de un tirón la puerta delantera y corrió fuera, después se dobló, con las manos descansando en los muslos mientras su pecho jadeaba y ella se esforzaba por el oxígeno. ―Entra. Taylor alzó la cabeza y miró a través de los mechones de pelo que habían caído libres. ―Taylor. Entra. Ahora. Arrastrándose a sí misma hacia arriba, reaccionó en piloto automático y se deslizó en la camioneta. Incluso antes de que hubiese cerrado la puerta, Cade arrancó el motor e iban calle abajo y girando en la primera esquina. ― ¿Cade? ―No digas ni una palabra, Taylor. Ahora no. Iban por una curva empinada de la carretera, la estrecha entrada al Monte Victoria. ― ¿Por qué aquí? ―Necesito calmarme. Pensar. Porque créeme, nunca he estado tan furioso. ―Lo siento. ―Deberías porque es contigo con quien estoy enfadado. ― ¿Conmigo?

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―Sí. ¿Por qué la dejaste hacerlo, Taylor? ¿Por qué la dejaste humillarte? ―No tienes que sacar la cara por mí. ―Lo sé, ¿pero cuánto tiempo más estás dispuesta a hacer de segundota de un hombre muerto? ―Yo… Cade detuvo el coche en el borde del mirador. Estaba oscuro, el cielo nocturno ya brillaba con el reflejo de un millón de luces de la ciudad, reflejándose contra la negra oscuridad. Envuelta por una tristeza adormecedora, Taylor inhaló con una respiración constante. ―A veces era simplemente más fácil. Cuando tienes un hermano y una hermana con un cociente intelectual Mensa8, así como tus padres y tú eres la última mona, es más fácil pensar que no importa y no estorbar. ―Pero tú no estorbas. Tú empezaste tu negocio. Seguramente eso no estaba en sus planes para ti. ―No, no lo estaba. Después de que Rob muriese, pensaron que volvería a casa de nuevo. Pero su muerte encendió algo en mí, una necesidad de hacer lo que quisiera hacer. ―Así que iniciaste Creative Weddings. ―Algo así.― Asintió ella. ―Bien por ti. Una lenta sonrisa curvó la boca de Taylor. ―Sí, bien por mí. Pequeño al principio, un sonido tintineante manó de su garganta, después completa y fuertemente la carcajada retumbaba desde el fondo, emergiendo hasta que no pudo aguantarla más. ―Nadie ha hablado a mi madre así nunca.

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Mensa es una asociación internacional de superdotados. El objetivo es crear una asociación ajena a cualquier tipo de diferencias políticas, religiosas, ideológicas o nacionales. Mensa reúne a todo tipo de personas de cualquier procedencia y formación con el objetivo de crear un ambiente socialmente enriquecedor. Para pertenecer a Mensa es necesario estar en el percentil 98 o mayor en una prueba de cociente intelectual (por ejemplo, una puntuación de 148 de CI en la escala Cattell o 131 en la Wechsler).

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―Mala suerte. La primera vez para todo. ―Eso es lo que nos trajo aquí en primer lugar.― Dijo Taylor suavemente. ―Mm.― Cade se deslizó por el asiento hacia ella y la abrazó ―Generalmente, después de la primera vez, hay una segunda vez. ―Creo que ya la tuvimos.― Argumentó ella alegremente, con las manos descansando en su pecho. Ella podía sentir su corazón a través de las yemas de los dedos, la fuerza de su pulso. Tragó saliva. ― ¿Quién las cuenta?― preguntó él, dedicándole una sonrisa pícara. ―Yo no. ―Esperaba que dirías eso. ― ¿Entonces a qué estás esperando? ―A esto. Y su boca reclamó la de ella. Caliente. Rápido. Y feroz. Rodeada por sus brazos, Taylor sintió como si hubiese vuelto a casa. Esto era lo que ella había estado esperando. No solo los últimos días, sino desde siempre. ―Delicioso.― Murmuró Cade mientras su boca se movía sobre ella, con las manos en su pelo. Quitó las horquillas de su pelo ― He estado esperado toda la tarde para hacer esto.― En segundos su pelo cayó en cascada alrededor de sus hombros. Él enterró su cara en los mechones sueltos ―Hueles a violetas y rosas. ―Muy poético. ―Lo soy, ¿verdad?― dijo él, esparciendo pequeños besos por su párpados. Taylor suspiró. Esto era precioso y excitante. Pero no era suficiente. Quería más. ―Te deseo, Cade. Dentro de mí.― susurró ella. Mordisqueó su lóbulo y sintió un estremecimiento extendiéndose a través de él. ― ¿Aquí? ―En cualquier sitio.― Las manos de ella hurgaron con la camisa de él, quitándosela.

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Ella sonrió, deslizando la punta de su lengua por los labios. Su pecho subía y bajaba. Ella había provocado eso. Se sentía bien. Tenía poder sobre él. Dulce, delicioso, pecaminoso poder. Taylor no se había dado cuenta lo excitante que podía ser el sexo en un espacio reducido. Las ventanillas empañadas, y su cuerpo chispeando con anticipación desenfrenada. ―Creo que es mi turno.― Dijo lentamente Cade. Bajó la cremallera de la espalda de su vestido con infinito cuidado ―Oh, sí.― Su pecho expuesto al aire, lleno de promesas, su mirada recorriéndola –por toda ella ―estoy asombrado.― se inclinó hacia delante y la besó suavemente en la cima de sus pechos, justo sobre el canalillo. El cuello de Taylor se arqueó hacia atrás. Ella disfrutaba de él. ―Lo había esperado.― Dijo él, mirando fijamente al conjunto de encaje que ella llevaba. Estirándose, Taylor deslizó una pierna sobre Cade. En el momento en que bajó, su sexo encontró la excitación de él. La ropa podría no haber existido, el calor explosivo creciendo rápidamente entre ellos. Cuando sus piernas se abrieron ampliamente y se equilibró sobre Cade, su vestido se subió. Fuera, una suave brisa flotó alrededor del vehículo solitario y el ulular de un búho rompió el silencio. Taylor se estremeció. ―Quizá el fantasma de la montaña está con nosotros.― Dijo Cade. La piel de gallina se deslizó arriba y abajo por su brazo desnudo. ―Oye, estoy aquí.― Él la cogió en sus brazos, reanudando sus besos, las manos ahuecando sus pechos, incitando un pezón entre sus dedos. ―Te deseo.― Una simple declaración, llena de promesas y anticipación. Taylor alcanzó la cremallera de Cade y la bajó. Él se rió entre dientes. ―Vaya, cuántas cosas han cambiado. Sus manos se detuvieron. ―No, no pares. Taylor le alcanzó, sintiendo el palpitante poder de él en su mano. Su pulgar rozó la punta y Cade dejó salir un gemido tembloroso.

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―He creado una seductora. ―Me has enseñado bien.― Respondió ella ―Levántame. ―Tus deseos son órdenes.― Cade ahuecó sus nalgas, sus dedos calientes masajeando su carne mientras hacía lo que iba diciendo. Ella atrajo la punta de su erección a su centro, parándose un momento para enfundarle un condón. Después él estaba ahí. Su punta rozando con la humedad de ella. Ella empujó hacia abajo. Fuerte. Rápido. Tomándolo todo de él. Sus músculos le apretaron, endureciendo los muslos lo más que podía, y se balanceó. No suavemente, sino en una frenética carrera hacia la meta. Él chupó sus pezones, lamiendo los capullos hasta que emergieron, y mientras él se movía de uno a otro, el aire frío los endureció aún más. ―No vale. Quiero tocarte.― Taylor agarró sus hombros y se inclinó hacia delante. ―Cariño, ya tienes todo de mí.― Se impulsó más profundamente. Pero Taylor, metió la mano entre ellos, rodeando la base de su erección con sus dedos. Arrastró sus uñas por la piel de él, sintiendo su potencia arrancarle estremecimientos mientras ella, también alcanzaba su fantasía: Cade… amándola. Taylor no podía hablar, abrumada de sentimientos y emociones. Bajó la mirada hacia Cade. Mirándole realmente. Este hombre se había alzado en su defensa, poniéndose de su lado cuando nadie lo había hecho. Él creía en su trabajo, le gustaba –lo que era bueno. Cade se preocupaba bastante de ayudarla con algo muy personal, algo que él había hecho muy exquisito, y ella no lo olvidaría por mucho tiempo que viviera. Ella besó la punta de su mentón. ―Gracias por hacerlo especial. ―Solo hago lo que hace un caballero de brillante armadura.― Respondió él. Entonces la volvió a besar. Un largo y dulce beso, lleno de ternura, deleite y amor. Un jadeo fuerte y satisfecho salió de los labios de ella. Su caballero. Sonaba bien. ―Cade, yo…― Taylor cerró los labios fuertemente. Había estado muy cerca de decirlo. Oh, dios mío. Las palabras estaban en la punta de su lengua, enroscadas

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alrededor de su corazón. Tres palabras. Palabras que, hasta ese preciso momento, no se había dado cuenta que estaban ahí, o incluso eran parte de ella. Amaba a Cade Harper. Realmente le amaba. ¿Cómo era posible en solo unos días? ¿El amor podía surgir así? ¿Al instante? ¿Dónde estaba el cortejo, el amor creciendo lentamente? Esto era caliente, intenso, lujurioso. Y aún así era real. Ella no podía decírselo. Cade no creía en el amor y el matrimonio. Él lo había dicho. Y además, no era parte del trato que habían hecho. Él se había llamado a sí mismo su novio delante Edward, pero Taylor sabía que simplemente había sido una artimaña para… bueno, tener sexo con ella. Qué idiota había sido. Ella había hecho lo único que dijo que no haría. Se había enamorado de un hombre que solo la quería por el sexo, a pesar de que eso era exactamente lo que ella había querido. Solo sexo. Cade era la clase definitiva de tío ámala y déjala, no alguien que se quedaría. Pero ahora Taylor no le quería a media jornada. Quería un hombre permanente. Su admisión la sorprendió. Justo hasta ese preciso momento, Taylor no había creído que quisiera nada. Nunca se había permitido pensar en ello. Bueno, no realmente. Sí, lo haces. Cada vez que ves a tus novias caminar hacia el altar, imaginas que eres tú. Completamente confusa por sus sentimientos puros, Taylor cerró los ojos. No quería que Cade leyese sus pensamientos, mirado dentro de su alma. ¿O de ahuyentarle? ― ¿Taylor? Ella se estremeció. ¿Qué estaba haciendo? Medio desnuda en una montaña con un hombre que no tenía utilidad para ella ― bueno, una utilidad, y que le rompería el corazón al final. ―Tengo que salir de aquí.― Arrancándose del abrazo de Cade, se escabulló del asiento, tirando de sus ropas tras ella. Abrió con fuerza la puerta, saliendo a la noche y poniéndose el vestido. ― ¿Qué estás haciendo?

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―Exactamente lo que debería haber hecho antes en vez de escuchar a mis hormonas. Me voy a casa. ―No puedes ir andando a casa a estas horas de la noche. ―Hay bastante luz. ― ¿Bajando por la ladera de la montaña? ―Una pequeña colina.― Corrigió ella. ―Lo que sea.― Cade echó un vistazo por la caída casi vertical que bajaba por el volcán extinto ―Te romperás el maldito cuello. ―No hay problema. Eso te dejaría libre. ― ¿De qué demonios estás hablando, Taylor? Ella sacudió la cabeza. ―No importa. Pásame el bolso.― se encogió de hombros dentro de su chaqueta y batalló con sus dientes para detener el castañeteo al mismo tiempo. ―No. Ella soltó su mano. ―Dámelo, Cade. ―Entra. Te llevaré a casa. Maldita mujer. Nunca lo habría imaginado. ―Tienes razón, por supuesto. Caminar por el monte Victoria en la oscuridad de la noche sería una idiotez. Soy tonta.― Volvió al asiento delantero y cerró la puerta, pero manteniéndose verdaderamente en el otro lado del vehículo. ― ¿Taylor? Taylor mantuvo sus ojos fijos en el vacío de la noche oscura. Con el sonido de su voz, su piel hormigueó y el vello de sus brazos se erizó. Su boca estaba seca, e intentó mojarse los labios, pasando la punta de su lengua por ellos. Un movimiento estúpido. Ella podía saborearle ― por todas partes otra vez. Cade la alcanzó, pero ella se alejó hacia la puerta. ―No me toques, Cade. ―No decías eso hace un minuto. Querías que te tocase – por todas partes. ― Dijo él, con la voz ronca y empañada como consecuencia del sexo.

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―Se acabó. Hemos concluido nuestro trato de negocios. Tienes los planos que necesitas, así que puedes abrir tu nuevo bar, y yo he… ―Tenido sexo. Su jadeo estupefacto llenó el espacio entre ellos. ―No seas grosero. ― ¿Por qué no? Tú lo has rebajado a ese nivel. ― Yo… lo siento, no era eso lo que quería decir. ― ¿Entonces qué querías decir? ¿Aquí te pillo, aquí te mato, gracias Cade? ― ¿Qué esperabas? ¿Que cayera en tus encantos, quedándome en la cama un poco más, hasta que decidieses que se había acabado? Bueno, no es así, no voy a ser así. Desde ahora, nuestra asociación de negocios se ha terminado. ― Ella apretó los ojos cerrados, obligando a retroceder la amenaza de las lágrimas. Ella le amaba. Verdaderamente. Profundamente. Completamente. Ahora guardaría ese secreto para ella. Cade debía haber entendido primero lo que ella quería, y no debería haber sido solo su cuerpo. La lujuria no era amor. Él dijo que tenía que verla, que él la anhelaba. Bueno, él tenía que darse cuenta de lo que ese anhelo era.

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—¿

Traducido por Isane33 y Katiliz94 Corregido por Karlix

Lo dejaste? Taylor, ¿estás absolutamente loca? —Nita golpeó la tecla de impresión en el teclado mientras la miraba por encima de la pantalla.

Taylor permaneció muda. Oh, ella estaba loca de acuerdo. Completa y locamente enamorada del chico, pero aún así se había alejado. Recogiendo los correos electrónicos impresos, consultas, reservas y respuestas sobre lugares, etcétera, Nita se los entregó a Taylor y volvió a sentarse en su silla. Frunció el ceño. —No entiendo, Taylor. Te gusta quitarle los pantalones al chico, ¿no? Síp, ella lo había hecho, más de una vez. Taylor asintió. —Así que ¿por qué decir sayonara9? —Debido a que era el trato. —Blah, blah, eso del contrato. —Mira, tenemos demasiadas bodas. No tengo tiempo para hablar de esto. —Deberías. Taylor se volvió y apoyó las manos en las caderas. Le dio una mirada incrédula a Nita. —¿Por qué exactamente? —Porque te estás convirtiendo en tu madre. Estás viviendo tu vida por tu pasado, no por lo que podría ser. 9

Sayonara: Adiós en japonés.

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Las observaciones de Nita estuvieron demasiado cerca para su comodidad y Taylor miró hacia otro lado. —No seas fantasiosa —dijo, tratando de contrarrestar el argumento de Nita, consciente de la sensación de hundirse en un pantano de negación—. Sé que estamos en el negocio de volver las fantasías realidad, pero eso es para otras personas. No para mí. —¿Y por qué no? —Sólo por el hecho de que, eso es todo. Ahora vamos a ponernos en marcha. Tengo que ir a las empresas de catering antes de las diez. Recogiendo su bolso, Taylor le dejó bien claro a Nita que no quería hablar más de su vida amorosa y por suerte, la joven captó la indirecta. Pero el problema era que, a pesar de que Taylor no les estaba verbalizando, los pensamientos sobre Cade no disminuirían. Lo amaba. Era tan simple como eso. Y tan complicado. Había puesto su vida en pausa durante cuatro años, vivió de acuerdo a cómo otros decretaban. Ahora tenía que hacerlo por sí misma y Cade tenía que decidir lo que quería. ¿No lo había hecho ya? No. No. No. Él tenía que decidir. Ella, o aferrarse a su pasado, tal como lo había estado haciendo. Pero en primer lugar, Taylor tenía una visita más que hacer. La última. Tenía que decir adiós a alguien. *** Hogar de miles de almas, todas queridas, todas fallecidas, los ligeramente cambiantes contornos del cementerio Schnapper Rock daban a la entrada oeste del puerto de Manukau. Era un mundo de paz, con el suave graznido de las gaviotas volando por encima y el dominio de los árboles nativos moviéndose por la brisa ligera. En todas partes, ramos de flores, plantas en macetas y tallos individuales salpicaban el paisaje, cada uno de ellos fue dejado para alguien que se había ido de este mundo, pero era recordado por aquellos que se quedaron atrás.

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Varios caminos estrechos, apenas lo suficiente para que un coche lo recorriera serpenteando a través de los terrenos estilo parque. Taylor pisó el camino tan bien recordado a través de la grama, contando fila tras fila de lápidas. Las lágrimas brotaron por una vida acabada demasiado pronto, nunca teniendo la oportunidad de alcanzar su potencial. Tan triste. Sin embargo, Rob se había alegrado de irse y se había llevado su dolor con dignidad. Él había sabido su secreto, aunque nunca había dicho una palabra. Sólo le pidió que fuera feliz. Pero ser feliz había resultado ser una tarea trascendental cuando había sido llenada de alivio de que estuviera muerto y ella estaba todavía viva. Ahora Taylor había venido a decir el último adiós y a pedir perdón. Agachándose delante de la lápida y viendo su nombre, la letra usada comúnmente, Taylor lloraba. Por Rob. Por sí misma. Por la vida. —He encontrado a un hombre para amar, Rob. Un buen hombre. Amable, atento. Pero él no quiere amar a nadie. Me lastima mucho, así que he decidido seguir adelante, sola y empezar a vivir mi vida. No serás olvidado, pero tengo que ser yo, no la persona en la que mis padres me querían moldear. —Levantándose de la grama amortiguada, Taylor pasó la mano por la parte superior de la lápida. Se sentía fría. Muerta. *** —¿Vas a salir vestida así? —Los ojos de Nita se abrieron mucho. —¿Pasa algo? —preguntó, tratando de aparentar indiferencia. —Estás bromeando, ¿verdad? —¿Parece que lo estoy? Nita negó con la cabeza. Taylor podía entender el desconcierto de su asistente. Le palmeó la cadera.

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—¿No se ven bien? ¿Es mi trasero demasiado grande? —Se rió, haciendo piruetas para dar una vuelta completa. —¿Trasero grande? Tienes que estar bromeando, aunque no mucho de esto está cubierto. Taylor se retorcía. Nita tenía razón. —Son de cuero. —Puedo ver eso. —Nita miró los brillantes pantalones cortos negros que parecían ser tan ajustados que podrían haber sido pintados. Se sentían exactamente como parecían. Demasiado ajustados. Y sin duda muy sexy. —¿Dónde demonios has sacado shorts de motociclista? —Trabajamos con la fantasía —dijo Taylor, dándole una sonrisa descarada—. Así que los alquilé en una tienda de disfraces. La parte superior también —dijo, dándole un vistazo al chaleco de cuero. Los botones de tachón de bronce no abrochaban hasta arriba y, por desgracia, dejaban muy poco a la imaginación. Taylor vio su reflejo en el espejo de cuerpo entero. Eran material de lolita—. ¿Cómo las mujeres pueden usar estos en las motos, no tengo ni idea. Mi trasero es de color azul. —Claro que es lindo, sin embargo. —¿Eso crees? —Taylor giró de nuevo para poder ver su trasero en el espejo—. ¡Oh, Diosito! —¿Ves lo que quiero decir? —Nita soltó una risita. Ella sí que lo hizo. Las mariposas estallaron en un tango en su estómago y gotas de sudor estallaron en su frente. —Ser una chica mala es trabajo duro. Tal vez no debería ir. —¿Por qué no? Quieres ir, ¿verdad? Taylor asintió. Había dejado su largo cabello suelto y los abundantes mechones caían en cascada alrededor de sus brazos desnudos. Mientras rozaron su piel, su textura envió un escalofrío caliente arriba y abajo de su espina dorsal.

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Eso es emoción y anticipación, su subconsciente reprendió. Ella quería ir. Pero ¿para qué? —Cade no está interesado en mí. Se habría puesto en contacto conmigo de lo contrario. —Taylor escuchó la incertidumbre en su voz. Nada podría cancelarlo y ella había estado luchando durante días. Sin embargo, allí estaba, lista para rodar. O caer. Nita aplaudió. —La verdad es que no lo sé y tú tampoco. Los hombres son una raza obstinada. ¿Quién sabe lo que Cade está pensando? —Él quería sexo. —Tú también. —Lo sé. Al principio, pero... —El amor se había metido en el camino. —Oh, Dios mío. —Nita palmeó su frente, sus ojos brillaban de emoción—. Ya lo tengo. Te has enamorado de él, ¿no? Estás enamorada del machote. Sin decir palabra, Taylor asintió. —Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? Ve por él. Dios, esto era demasiado duro. —¿Y si él no me quiere? —Oh, él te quiere. —Sexo solamente. No quiero eso, Nita. Quiero más. —Entonces hazlo querer más. Enséñale a querer más. —¿Puedo hacer eso? —Claro que puedes. ¿Por qué vas al bar? Quiero decir, ¿supongo que es al bar de Cade al que vas? —Lo que quieres decir es, ¿por qué voy vestida así?

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—Uh—huh. —Nita le dio un vistazo, de nuevo. —Dicen que un hombre desea lo que no puede tener —admitió Taylor finalmente. —E intentas que el Sr. Harper este babeando. —Lo captaste de una vez. —Sonrió ella. —Genial. ¿Ahora sería un buen momento para pedir un aumento de sueldo? Taylor se echó a reír de pronto emocionada. Esta noche era de ella y Cade. Había tomado su decisión. Quería vivir. Con la determinación establecida, se dirigió a la puerta. —Eres la tentación toda envuelta en uno, Taylor. —¿Eso crees? —dijo, amando por primera vez la libertad para fantasear, para dejarse ir, aunque fuera sólo un poco. —Cade es un tipo con suerte. Con la mano en el pomo de la puerta, Taylor se detuvo. —Cade podría ver algo que le gusta, pero hasta que decida lo que realmente quiere, entonces este paquete no es parte del trato. —Así que enséñaselo, jefa. Haz que se dé cuenta de lo que se está perdiendo y de lo que podía perder. —Pero, ¿él lo quiere lo suficiente? Esa es la pregunta de los sesenta y cuatro millones de dólares. *** El ruido era el mismo. Así, también, la multitud, incluso la suave brisa bordando con el sabor salado de las olas cercanas. Todo era exactamente lo mismo. Excepto tú, Sullivan. Ella era diferente. Había hecho un descubrimiento excitante, emocionante, pero escalofriante y se había enamorado de un hombre que evitaba activamente el amor.

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Esta noche, sin embargo, estaba allí para divertirse y si eso significaba que provocaba y burlaba a Cade hacia una barrena, perfecto. Quería que lidiara con lo que podría perder —había perdido a causa del miedo, a menos que él cavara profundamente en su pasado. Tenía que tratar con ello antes de que el futuro pudiera comenzar. —¿Oye, Taylor, buscas a Cade? Atacada por una repentina incertidumbre, Taylor tiró de los bordes de su abrigo un poco más cerca, consciente de su desnudez debajo mientras la lana rozaba su piel recalentada. —Hola, Harry. Harry Fontain ya había acaparado su codo y la estaba llevando al interior, sin darle otra opción que seguir. Pero entonces, ¿no era esto por lo qué había venido? Harry escudriñó el bar. —No puedo verlo. Tal vez esta la parte de atrás. ¿Quieres que compruebe? —¡No! —Taylor agarró su mano—. Quiero decir, no en estos momentos. Déjalo tranquilo. Pensé que podría um... —Ella vio la mesa de billar—. ¿Qué tal una partida de billar? —¿Juegas? —Harry pareció sorprenderse, pero también lo estaba ella. No tenía ni idea de cómo jugar. —Por supuesto. Crecí con el juego —mentí—. Vamos, ¿qué tal un pequeño uno a uno? —Ese es el baloncesto. —¿Perdón? —Uno a uno es en el baloncesto. —Oh. —Maldita sea. Y ella pensó que había sido tan inteligente—. No importa, ya me entiendes. —Por supuesto.

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Taylor miró la mesa de billar verde con recelo. La única vez que había probado el juego, había terminado enviando el taco de billar atravesando la mesa y había sido ordenada a salir del club juvenil. —Entonces, ¿quién empieza? —Mejor quítate el abrigo. Este va a ser un juego caliente. Él no sabía ni la mitad de eso. Taylor soltó el último botón y dejó que Harry levantara el abrigo de sus hombros. —¡Vaya! ¿Sabe Cade lo que llevas puesto? —¿Debería? —Ella se giró y dedicó una sonrisa brillante por encima de su hombro hacia Harry. La expresión del hombre se tornó carmesí. —Vamos a jugar, Harry. —Cogió el taco, consciente de que mientras rodeaba la mesa, cada hombre en la sala la miró de pies a cabeza. Los pantalones cortos de cuero levantaron su trasero y juraría que el chaleco se había encogido. Sus pechos estaban casi saliéndose. Con toda la calma que pudo reunir, trató de mover sus pechos de regreso a su lugar sin llamar demasiado la atención. Falló en ese aspecto. Harry y sus compañeros exhalaron un suspiro colectivo de aire alterado con cerveza. Al ser miradas lascivas no se sentía muy bien. De hecho, Taylor casi dio media vuelta y echó a correr. Pero estaba en una misión. La última oportunidad. Se inclinó sobre la mesa, consciente de los pantalones cortos subiéndose aún más arriba y su escote estaba a la vista en las noticias de las nueve. Trató de recordar lo que había visto en Pot Black10. —Esta es una idea. —Ella vaciló, el taco metido bajo el brazo. Apartó un mechón de cabello de su cara y miró a Harry. —¿Qué tal una apuesta? —¿Qué tienes en mente? Sí. ¿Qué? Por el rabillo del ojo, vio a Cade entrar en el bar de la trastienda. Se veía demacrado, como si no hubiera dormido durante días. Buen trabajo. Tampoco

Pot Black: Serie

10

de torneos de billar televisados por la BBC.

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lo había hecho ella. Ahora tenía la intención de darle otra noche sin dormir, algo en que pensar, con suerte. —Yo gano, tú me das un paseo en esa Harley que oí que compraste la semana pasada. ―Claro. ―Harry parecía ligeramente confiado. ―¿Y si yo gano? La mirada de Taylor se desplazó fugazmente hacia la barra y Cade, con los labios curvándose en una leve sonrisa. ―Oh, eso es fácil. ¿Qué tal si te doy un beso?—Y le dio su mejor sonrisa a Harry, asegurándose de que Cade escuchase cada palabra. Pobre Harry. Los ojos del hombre casi se salieron de su cabeza. *** ―¿Qué diablos estás haciendo aquí, Taylor? ―Es un bar, ¿cierto? Cade agarró el brazo de Taylor, pero su mirada se dirigió a sus pechos, más de lo visible sobre la profunda V de su chaleco abotonado de cuero. La piel que él había besado. ―Mierda, ―expulsó—.Vestida así, es lo que quiero decir. Bateó sus pestañas hacia él. Diablos, eran muy largas. Demasiado largas. Demasiado seductoras. La adrenalina y la excitación golpearon en su erección poniéndole instantáneamente incómodo. ―Pasarlo bien, Cade querido ―ronroneó Taylor—,hacer lo que dijiste que debería y ponerme al día sobre cuatro años. ―Arrastró una uña escarlata por el centro de la camiseta de él. Cade apretó los dientes. La quería. Mal. Realmente mal. ―No aquí no lo estas. ―¿Me estas echando? ―Le sonrió. Burlándose de él. Ella lo sabía, él lo sabía. Harry Fountain se adelantó. ―Iré contigo. ―Mantente fuera de esto, Harry. Esto es entre yo y Taylor. ―Taylor y yo. ―Corrigió ella dulcemente. ―Para de hacer eso.

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―¿El qué? ―Sus ojos se ampliaron con fingida inocencia. ―¡Eso! Con esas pestañas tuyas. ―¿Te refieres a esto? ―Mientras pestañeó varias veces, una suave carcajada de una oscilante risa escapo de sus labios rojo rubí. Su amplia sonrisa descubrió sus dientes, dientes que ella uso en él, mordiéndole. Oh, infierno. Estaba definitivamente en profundos problemas. ―Una chica puede salir y beber con amigos. ―¿Y estos son tus amigos? —Cade miró alrededor. Harry, Roger, Ted Samson. Los habituales atestados se cernían por los alrededores, todos ansiosos por ver lo que estaba ocurriendo. Él se enfadó ante su intrusión. ―En realidad, lo son. ―Asintió hacia ellos antes de volver su mirada directa hacia él, desafiando su cordura. ―¿Algún problema? Él la acercó y su apretón sobre su brazo se apretó. ―Este no es el tipo de lugar para ti. ―¿Por qué no? ―Tanteó. ―¿Qué hay de malo en esto? Es un buen bar, con agradable compañía. Por otro lado, es tuyo, por lo que estoy a salvo, ¿cierto? ―Díselo, Taylor. Cade disparó al intruso una mordaz mirada. ―Punto para mí, creo. ―Ella sonrió, deslizando la mano por su largo pelo. Un sedoso mechón se rozó contra la mejilla de Cade, y se quedó inmóvil. Recuerdos. El pelo de Taylor rozándose contra la piel de su sexo—humedecido, arrastrándose sobre su piel mientras le lamía, burlándose de él hacia el olvido. Demonios, esto era difícil. Más que difícil. Era pura tortura. ―Esto no es un juego, Taylor. ―No. Es vida, y estoy viviéndola, tal y como dijiste que debería. ―Pestañeó otra vez y le sonrió dulcemente. Dulce. Infierno, era tentación y agonía todo mezclada en uno.

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―Me parece que no quieres compartir. ¿Me pregunto porque es eso? Cade no podía creerlo. Llegada la medianoche, Taylor había derrotado a cada chico en el cuarto en la piscina. Eso sí, muchos de ellos no podían ver las pelotas por comerse con los ojos a Taylor. Se veía caliente. Demasiado caliente para ellos. Cade miró al reloj sobre la barra. ―Hora de cerrar, amigos. ―Cinco minutos para irnos ―dijo Harry. ―Olvídalo, Harry. Se acabó el tiempo. Todos fuera. —Refunfuño a un lado, Cade empujó fuera a todos. Taylor caminó hacia la puerta, su abrigo cubría su brazo. ―Tu no. ―¿Tengo que suplicar perdón? ―Deberías. Me has dado una erección durante toda la noche, y probablemente también a cada otro hombre en la habitación. Ella sonrió. esa dulce, inocente mirada de nuevo. De dulce nada. Esta noche, Taylor era sexo sobre los tacones, y él quería besarla una y otra vez hasta que pudiese eliminarla de su cerebro y su cuerpo. ―Necesito una bebida. ¿Te apetece un trago? ―Claro. ―Dejando caer su abrigo sobre una cercana silla, Taylor le siguió hasta la barra. ―Ya sabes, todo esto es tú culpa ―dijo, apoyándose encima de un taburete. ―¿Lo consideras? ―Absolutamente. Me ayudaste a encontrarme a mí misma. ―Bueno para mí. El Sr. Útil. ―Mm. ―Tomó un sorbo del licor de grosella Francés, sonriéndole a través de esas malditas pestañas otra vez. Su calor corporal se deslizó pasando a la ebullición. ―Quizá debería establecerme como un psiquiatra. ―¿Por qué no hablas sobre tu pasado, Cade?

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Cedió al resto de su cerveza antes de responder. ―Algunos recuerdos no vale la pena recordar. ―Si no lidias con ello, se volverá contra ti. Una alocada risa retumbó de su pecho. ―¿Tratando de analizarme de nuevo? Pensé que habíamos pasado esa fase. ―Oh, he pasado el montón. Pero tú, todavía estas de vuelta en el pasado. —¿Cómo te diste cuenta de eso, querida?―dijo, tratando de parecer indiferente pero saliendo limpio. Se preocupó. Pero no quería. Preocuparse mucho de eso le heriría como el infierno. ―¿Qué tal algo de música? ―Taylor gesticuló hacia la máquina de discos. ―Claro. Todavía encendido, las destellantes luces zigzagueaban en el atenuado cuarto. Cade les sirvió a ambos otra bebida, tragándose la mitad de la suya de un solo trago. Lo necesitaba. Los sofocantes sonidos de un número de blues hicieron eco por la habitación. Cade cogió sus vasos y camino hacia Taylor. ―Su bebida, madam. Ella sonrió, pero no se movió. ―Gracias. ―¿Por? ―Todo. La garganta de Cade se espesó. ―Srta. Sulivan, ―dijo, prácticamente conteniendo la respiración, ―¿Le importaría bailar? El asentimiento de Talor fue casi imperceptible, pero era el único estímulo que él necesitaba. Tomó su mano en la suya, espinas de deseo rasgando a través de el con viciosa necesidad al primer toque. Él apretó los dientes. Se acabó. Recuerda eso. Sin embargo no sentía que termino. Se sentía como si acabase de haber comenzado. Con esfuerzo, Taylor dio un paso hacia su abrazo y se movió a los rítmicos acordes de la música.

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―¿Cómo es que nos conocimos el uno al otro tan inmediatamente, y que no supiese que tipo de música te gusta? ―Soy fácil de complacer, ―dijo ella, sonriendo. ―¿Fácil? Eso nunca, Taylor. Eres dulce, trabajadora. ―¿Y fuera de aquí? ―¿Qué? Taylor se empujó a si misma de su abrazo, arrebatándose, aferrando sus brazos entorno a su pecho. Esa misma antigua acción de nuevo. Él la había reconocido como el momento cuando se cerró abajo, alejada de él. Demonios. Cade respiró profundo y encontró su mirada fijada firme y definitivamente sobre sus hombros. La manera en que ella doblaba sus brazos hacía un tipo de cosas blandas y sexys a sus pechos para que se elevasen sobre el escote de su chaleco. Muy tentador. E infierno, le ponía muy cachondo. Taylor dio unos pocos pasos atrás, recorriendo el cuarto por su bolso. ―No puedo hacer esto. ―Continua diciendo eso, luego volverás, ―replicó Cade. ―Lo sé. Lo siento. Es solo que me haces darme cuenta de lo que mi pasado me ha hecho. Me ahogaba. Ahora quiero vivir, experimentar el amor, casarme y tener bebes y todas las cosas de la valla blanca de piquete. Tú no quieres eso. No. De ninguna manera. ―Solo me conduce a la angustia. ―Los corazones duelen sin importar el qué, Cade. No puedo tener mucha experiencia en la vida, pero créeme, se lo que es una definición. ―Si, pero lo he vivido, lo he visto de primera mano. Las personas creen en amar a alguien, casarse y luego caen al vacío. La lujuria y el amor llegan a confundir. ―Bueno, eso es algo que deberías saber. Estas seguro como el infierno de conocer la lujuria.

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―Ambos lo hacemos. Ese es por qué estamos bien juntos. Entendemos la lujuria. ―Pero es eso. ¿Juntos por cuánto tiempo? ¿Qué futuro hay en eso? Como tú dices, la lujuria no dura. ¿Entonces donde podríamos estar? Sí, ¿dónde? Las entrañas de Cade zigzaguearon y cada endemoniada parte de él dolía mientras observaba a Taylor aislarse de él, bajó sus pestañas sombreando sus pensamientos. La comprensión hizo que su pecho se tensase. Se estaba marchando, y él probablemente nunca la podría ver otra vez. Ella no le quería más. Le había utilizado para sus propias necesidades. Pero ahora se acabó. Al igual que su ex novia Angie y su madre. Ver... usar y marcharse. Podía hacer el "se acabó". Podía. Cade alcanzó otra bebida y dio un puñetazo de regreso. ―Adiós, Taylor *** ―Diablos. Diablos. Diablos. Así no es cómo se supone que significa irse. Taylor pensó que había planeado cada eventualidad, que podía tentarle. Obviamente no era bastante mujer para él, ni siquiera con menos ropa que una muñeca Barbie. Pero mientras esos pensamientos se acumulaban en su cerebro, Taylor se dio cuenta de quien se había retirado. Ella era quien había parado de bailar. Está bien, así que él había dicho adiós, pero ella había estado corriendo caliente y fría. Queriéndole, burlándose de él con el sórdido traje. Ahora estaba corriendo asustada. Otra vez. ―Lo siento, Cade, tengo que irme. La boda de mañana. ―Recogió el abrigo, luego rápidamente lo desenfundo antes de que el pudiese alcanzarla. Se giró hacia él, dispuesta a los frescos temblores que amenazaban con dejarla en un montón a sus pies para disolverse. ―Yo... yo ―tartamudeo―, ¿Cómo puedo agradecértelo? ―Solo hazlo―dijo él. Pero no había una pizca de humor en su expresión.

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―No me parece suficiente. Me has dado un nuevo comienzo ―dijo. Uno en el que ahora sabía que no quería ir sola pero tenía que. Cade había tomado sus propias decisiones, su propio camino en la vida. Taylor tragó fuerte, tratando de aclarar una repentina ruta aérea bloqueada. ―Ten cuidado, Cade. Tendrás éxito. Buena suerte. ―Tiró de la puerta abierta y se tambaleó hacia la oscura y solitaria noche antes de permitirse pensar. Pero pensar hería. *** ―¿Por qué el amor hace tanto daño? ―Sentada en su oficina la siguiente mañana después de no dormir, Taylor abrazaba un cojín contra su pecho.A través de los ojos que escocían, ásperos y llenos de lágrimas, levanto la mirada ante la consternada cara de Nita. ―Supongo que eso es lo que merece la pena, ―dijo Nita y repuso la tercera taza de café negro. Pasó la taza, lo cual agradecidamente aceptó. Tomó una cerveza de barril de un canal de líquido caliente, teniendo la esperanza de que pudiera levantarle el ánimo. ―Quizá un golpe de doble cafeína me devolverá a la vida ―musitó, intentando sacarse de un estado de estupor. ―¿Cómo puede merecer la pena si la otra persona no lo resuelve? ―No lo sé, Taylor. Lo siento.―Taylor parpadeó ante otro ataque de lágrimas. ―Si, yo también. ―Pero al menos ahora puedes responder estas preguntas sobre sexo. ―Si, ¿orgasmos, vaginismo o cómo de grande es lo grande? ―dijo, sonriendo a su pesar. Sus ojos descendieron mientras los recuerdos de Cade sosteniéndola, sus dedos explorando y sus labios besándola, la invadían. Era demasiado y, por enésima vez en cuarenta y ocho horas, las lágrimas comenzaron. Nita se dejó caer de golpe al lado de Taylor. ―Eso esta bien, Taylor. Llora. Deja salir todo. ―¿Cuánto tiempo, Nita? ¿Cuánto tiempo hasta que se ponga mejor? ―Un tiempo. Al dejar su propia tristeza, Taylor reflexionó sobre lo que Nita había dicho. Un tiempo. Eso esperaba, pero en ese momento se sentía como si fuese una eternidad.

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Dolía. Profundamente descendía por dentro, donde nunca había dejado entrar a nadie. Hasta ahora. Hasta Cade Harper. ―Gran error.

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Traducido por Isane33 y Pili Corregido por MewHiine

—E

res un tonto, Cade.

La pila de cuentas en las que Cade había estado trabajando cayó de sus manos a su escritorio ya saturado. Se puso de pie y frunció el ceño. —¡Fuera de aquí, Zane. —No hasta que te diga lo que pienso. Cade apretó los dientes. —¿Tengo que escuchar? —Si sabes lo que es bueno para ti. —Zane lo empujó de nuevo en su asiento—. Ahora siéntate ahí y mantén esa boca cerrada, hermano. —Acabemos de una vez con esto rápido. —Cade miró los planos esparcidos sobre el escritorio. Su proyecto soñado. Pero no su sueño de la vida real. Ese espacio había sido tomado. Él ahogó un juramento y aplastó ese pensamiento—. Tengo que ver a los constructores en el nuevo sitio —informó a su hermano, tan esperanzado de que Zane se daría la vuelta y saldría de su oficina. —Sí y no es eso simplemente conveniente. Negocios y más negocios. ¿Qué más hay? —Exactamente. —Cade cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Vida? ¿Amor? ¿Has oído hablar de esas palabras? —No estoy de humor para escuchar tus divagaciones.

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—No has estado en cualquier estado de ánimo desde que Taylor te abandonó —interrumpió su hermano—. Ahora, ¿por qué sería? Un fuerte suspiro se deslizó por la boca de Cade fruncida en un gesto adusto y feo. Miró a su hermano. Tan parecido a él, sin embargo, muy diferentes. —Puedes ser mi hermano, pero ahora quiero noquearte. Zane sonrió y flexionó los dedos. —¡Vamos! Una familiar sonrisa se dibujó en el rostro de Zane y, por un instante el miedo anudó las entrañas de Cade. Empujó la silla hacia atrás y se levantó. Zane era alto, pero él era más alto. —No intentes intimidarme, Cade. No funcionará. No desde ya que llegué a los trece años —dijo Zane mientras se acercaba a la puerta que conectaba a la barra y la abrió—. Eres mi hermano mayor. Te admiro. Pensaba que lo sabías todo. Supongo que me equivoqué. —Se encogió de hombros—. Tienes que resolver esto por ti mismo, amigo. —No hay nada que resolver —dijo Cade rotundamente. Zane hizo un chasquido con la lengua. —Ahora que eso es sin duda donde te equivocas. Así que voy decir adiós. Feliz análisis. Zane salió por la puerta y la cerró detrás de él, justo cuando que el cierre fue a hacer clic, asomó la cabeza por la puerta. —Una cosa más. Nuestra madre se fue porque a mi padre no le importaba lo suficiente. ¿Te importa lo suficiente? Y con eso, la puerta se cerró con un chasquido rotundo, dejando solo a Cade — por fin— para pensar. Algo que estaba haciendo muy incómodo.

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Dormir de nuevo resultó difícil de alcanzar y Cade daba vueltas mientras las horas pasaban hasta que oyó el primer canto de los pájaros y el alba se volcó sobre el pico cónico de la isla Rangitoto, en el puerto. —Condenados pájaros. Cállense —gruñó y arrastró a su almohada de la cama y la cerró de golpe sobre su cabeza, con la esperanza de ahogar el canto de los pájaros. Pero fue inútil. Nada funcionó. El sol de otoño aún fuerte hacía tiempo que había abierto un camino a través de la ventana de su dormitorio y los pájaros estaban ahora a coro completo. Renunció, dándoles una mueca mientras arrastraba su lamentable trasero hacia la ducha. Tal vez eso aclararía su mente y aliviaría su estado de ánimo. —No es malditamente probable —gruñó mientras toda la fuerza de la ducha le golpeaba. Se quedó bajo el chorro pulsante hasta que el agua se volvió fría, luego apagó el grifo y salió de la ducha, se seco y se vistió. Gracias a Dios que era domingo. Al menos tendría un poco de paz y tranquilidad de los clientes habituales. Su cuestionamiento incesante sobre el paradero de Taylor lo estaba volviendo loco y el hecho de que no podía responderles lo hizo cien veces peor. ¿Qué iba a hacer? ¿Rendirse? Después de su tercer café fuerte, negro, cargado con cafeína, Cade pensó que tal vez podría enfrentar el trabajo, así que se dirigió escaleras abajo hacia el cuarto trasero y su computador. —Trabajar es lo que necesito. —Hizo una mueca mientras miraba el montón de correo sin abrir. ¿Qué le pasaba? Le gustaba trabajar, terminarlo. Sin embargo, aquí esto estaba sin abrir durante días. Una hora más tarde, la pila no había disminuido y no había conseguido nada de nada. —Vamos, Harper, ordénalos. —Agarró la pila más cercana y comenzó a ordenarlos, pero no había hecho más que el primer par de cuentas cuando un golpe atronador resonó en la puerta del lado del local.

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Cade lo ignoró. Tal vez se iría. Sin embargo, continuó, más fuerte y más insistente con cada golpeteo atronador. —Maldita sea, es domingo —gruñó mientras quitaba de un tirón el cerrojo y abría la puerta—. ¿Hugh? —Tenemos que hablar, Cade. Tengo que averiguarlo. —Hugh Prendergast no esperó a que se le invitara pasar, sino que irrumpió pasando a Cade y se dirigió directamente a la barra. Cogió un vaso y lo presionó debajo del tubo whisky tres veces, llenando su vaso. Cade vio como su mejor amigo normalmente sobrio bebió el contenido en un ininterrumpido trago, luego volviéndolo a llenar antes de darse la vuelta para mirarlo. —No te ves muy bien, amigo —le dijo a Hugh, lo que era un eufemismo. Con círculos negros sombreado la falta de sueño, los ojos nublados, Hugh se parecía la muerte. Una barba de tres días le rozaba la barbilla y su aspecto normalmente pulcro se vio ensombrecido por la ropa con la que obviamente había dormido. Hugh vació su segundo whisky y dejó el vaso de vuelta en la barra antes de hablar. —Lo mismo se podría decir de ti. Cade se detuvo y miró su reflejo en una ventana cercana. Barba de un día, ojos legañosos. Sí, parecía un despojo. Se volvió hacia Hugh. —¿Dónde está Brianna? —Hemos discutido. Se acabó. Su boca se abrió. —Estás bromeando. Hugh se hundió en la silla detrás de Cade, dejando caer la cabeza entre las manos. —Ojalá lo estuviera. —Sus enrojecidos ojos brillaban. Esto iba en serio.

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—Debería haber sido como tú. —¿Qué quieres decir? Amas a Brianna. —Lo sé y lo hago. Pero, oh, demonios. —Hugh dejó escapar unos cuantos improperios obscenos y Cade hizo una mueca. Hugh no decía palabrotas. Hugh era el chico bueno, siempre en control. Sabía a dónde iba, amó a Brianna desde el momento en que puso los ojos en ella. Como Taylor y yo. ¡Cállate! Cade se negó a escuchar sus divagaciones interiores. No importaban. Taylor no estaba interesada. —Mira, llámala. Estoy seguro que está bien. Los matrimonios nuevos siempre tienen problemas pasajeros. —Consideras que el matrimonio no vale la pena. Tienes razón. No lo vale. —No quieres decir eso —dijo Cade, sorprendido por el desaliento de Hugh. —¿Por qué no? Tú lo haces. —Sí, pero... Mira, Hugh. No soy el tipo que se casa, pero tú lo eres. —¿Qué pasa con esa mujer nueva ... Taylor? Katie dijo que estás atraído por ella. —Katie debe ocuparse de sus propios asuntos. Además, ella tiene algo con... ah, otra persona —informó Cade a su amigo—. Un hombre muerto. La conmoción de Hugh era evidente. —Demonios, la competencia es dura. —Dímelo a mí. ¿Cómo diablos voy a competir con un tipo muerto? Durante unos segundos, Cade se perdió en su propia miseria y luego sacudió la cabeza y se concentró en su mejor amigo.

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—Vamos. Deja esa bebida. Creo que el café está en orden. Fuerte y negro. Entonces tal vez serás capaz de pensar con claridad. —Cade llegó a la cocina, encendió el calentador de agua y consiguió un par de tazas de café de la alacena. La ironía de lo que le ofreció a Hugh como medicina para sus problemas maritales no se perdió en Cade, teniendo en cuenta la gran cantidad de café que había utilizado para ahogar sus penas en los últimos días. —Entonces, ¿qué salió mal con Taylor? —Sexo ocasional. Eso es todo. —Se encogió de hombros, sabiendo que no era absolutamente nada como eso. —Diría que hay más que eso, por tu mirada —dijo Hugh mientras tomaba su taza de café de Cade. Zarcillos de vapor blanco se levantaban en espiral desde el café de Cade. Él lo miró por un momento breve. —Nah. Nada más. Se acabó. Tomó varios tragos de su café, cerrando los ojos por un momento mientras dejaba al líquido caliente revivirlo. Sin sueño. Sin concentración y ahora Hugh en su puerta sumiéndose en dramas matrimoniales. ¿Qué más? —¡Ella te dejó! —Farfulló Hugh en su café—. La mujer te dejó. Dios mío, no puedo creerlo. El pulso en la garganta de Cade se escabulló y apretó la mandíbula. —Sucede —dijo, intentando aparentar indiferencia, mientras que en el interior de su estómago estaba revuelto. Le dolía. No podía creer lo mucho que le dolía. Y no debería. Dejarlo doler hizo que hiciera demasiado familiar. Demasiado cerca de su pasado y él no iba a permitir que su herida pasada afectara el presente. Cade definitivamente no quería querer. Querer dolía. —Ella no contesta a mis llamadas —admitió finalmente. —¿Crees que está tratando de decirte algo?

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—Alto y claro. —Cade alcanzó su café y se tragó el resto. —¿Y el problema es? —Le solicitó Hugh. —El problema es, amigo, me siento como si hubiera sido jodido. —Las mujeres no te joden. Tú eres el hombre que ama y las deja. Sip. La verdad duele. Esto era una verdad diferente, sin embargo, una que no quería enfrentar. Estaba decidido a cambiar la forma en que esta conversación iba. —Tu esposa te ama, Hugh. Tú la amas. Es tan simple como eso. —Buena desviación. Cade le ofreció a su amigo una sonrisa tímida. ¿Cómo es que parecía sencillo para todos los demás cuando su vida era una zona de desastre? Zane había dicho que su madre se fue a causa de su padre. Pero no sólo había dejado a su querido viejo padre. Ella lo dejó, a Zane y Katie también. ¿Qué pasa con ellos? —Brianna me dijo que me fuera —dijo Hugh, irrumpiendo el miasma malhumorado Cade. —¿Por qué? —Dice que estoy casado con mi trabajo, no con ella. —Oh... —¿Qué quieres decir, oh? —Eso es algo grande para una mujer. —Y tú debes saberlo. Has tenido un montón. —Golpe bajo, Hugh. Hugh pasó una mano por la punta de sus rizos zanahoria.

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—Sí, lo siento. —No te preocupes por eso. Tengo una piel dura. Mira, comprarle unas flores, unos chocolates. Pero sobre todo, ve a casa. Dile que la amas, maneja la bañera para ella, dale un masaje en los pies, cualquier cosa que le diga que la aprecias. El trabajo es importante, yo soy el primero en estar de acuerdo en eso, pero estas en equipo ahora. Ya no te puedes pasar 24 horas, siete días a la semana encorvado sobre un programa de ordenador. —Sí, ya sé que tienes razón. Cade le sonrió a su amigo. Habían pasado por muchas cosas. Fue bueno ser capaz de ayudarle. —Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? —Cade se apartó de la mesa y se dirigió hacia la puerta con Hugh siguiéndolo. —¿Estás seguro de que estás bien acerca de Taylor?—preguntó Hugh. Cade no estaba dispuesto a dejar que su amigo iniciara eso otra vez. —No te preocupes por mí. Hugh lo miró con esa mirada de acero gris la suya, la Cade le había visto utilizar cuando trataba de encontrar algún fallo de programación informático. —Has cambiado. —Basta ya —dijo, y le dio un empujón juguetón Hugh—. Vete a tu casa. Ama como si no hubiera mañana. Cade se quedó en su puerta y observó a Hugh recorrer el corto camino de la salida lateral a su coche. Al mismo tiempo su propio consejo sonó hueco en sus oídos —y lo siguió sonando mucho después de que Hugh se había ido a hacer las paces con su novia. Hugh lo había acusado de cambiar. Él lo había hecho.

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El problema era que Cade no estaba seguro de que quería cambiar o qué hacer al respecto. Lo asustó demasiado. Pero había algo más que lo asustaba más, algo emocionante, nuevo y muy tentador. Las luces de la máquina de discos parpadeó un caleidoscopio de colores. De pie frente a ella, Cade buscó una canción en particular, la encontró y pulsó el botón. El suave zumbido de la electrónica hizo clic en el engranaje y comenzó la canción. Suave, agradable y llena de recuerdos. Los recuerdos que aún tenían veinticuatro horas, a pesar de que lo perseguían como si fueran tan antiguos como el tiempo. ¿Te importa, lo suficiente? *** No quería pensar en el escenario, a pesar de que era el lugar perfecto para una boda. Eso sí, no la de ella. No aquí. O en cualquier lugar, para el caso. El miedo estaba anudado en el estómago de Taylor y tuvo que sostenerse. Ella amaba a Cade. Él simplemente no la amaba, no podía dejar de lado sus problemas de abandono tiempo suficiente para confiar en el presente. Pero Greta Peters y Nathan Erueti iban a amar a su boda. Era todo lo que siempre habían querido y algo más. Ese pequeño extra había sido idea de Taylor. Sus visiones, sus sueños. Hoy en día ella estaba donando sus sueños. Mayo había dado paso a junio y el vigorizante aire estaba fresco, el cielo de un azul sin nubes. En el jardín bordeando el camino de la entrada de la iglesia, las flores tempranas asomaban a través del suelo húmedo, perfumando su fragancia el aire. Era hermoso. Todo estaba listo. Contempló su obra.

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Ramos de brotes de rosa bordeaban el altar y los dorados, rosas y azules de las ventanas de vidrios de colores brillaban como joyas e iluminaban la gran antigua iglesia. Taylor sonrió. Lo había hecho bien. La boda de fantasía de su pareja se haría realidad. —No lo puedo creer. —Cabello volando en su estela, Nita corrió por el pasillo hacia ella—. ¿Tienes la cinta francesa? ¿La de cuatro pulgadas de ancho con ángeles de oro? —Por supuesto, aquí. —Taylor revolvió en su caja de emergencia, pero no encontró nada—. Lo estaba. Sé que lo puse aquí. Nunca olvido las cosas. —Díselo al hada de la buena suerte. —Las líneas de expresión de Nita se profundizaron—. Esta no ha sido tu semana de la suerte. Tu mente está en otra parte. Taylor se incorporó y se frotó las palmas de las manos de pronto húmedas por los lados de su vestido. —Ahora no, Nita. Yo… —Has estado preocupada por un machote. —¡No! —Ella agarró su bolso con los nudillos blancos por la intensidad, pero sabía que su negación iba a ser inútil. Nita apoyó una mano en su hombro. —Está bien. Se te permite amor. Rob no te querría todavía en duelo. —Yo estoy... —Pero Taylor no pudo terminar la frase. ¿Nita creía que ella suspiraba por su novio muerto? ¿Qué tan lejos de la verdad podría estar? No había querido Rob, como debería haberlo hecho. Y era por eso que no podía confiar en sí misma ahora. Amaba a Cade. Pero no podía entregarse a alguien que no la quería.

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Un día, cuando ella había pensado que Rob estaba dormido y se sentó a su lado, las lágrimas habían llegado y ella lloró por el cariño que había confundido con amor. Pero Rob se había despertado y, en ese momento fugaz en que el subconsciente lucha contra el consciente, había visto la comprensión en sus ojos. Él conocía sus mentiras. Y ella había visto su dolor también. Pero nunca dijo nada y había muerto con el interior herido, dejando a Taylor con la culpa. —No voy a rebajarme, Nita. Cade tiene que darse cuenta que él es el mismo y no es producto de un desastre matrimonial, ni es una predeterminación para el suyo. —Vaya, has estado cavando profundo. —Tuve una llamada telefónica de su hermano Zane, eso es todo. —Y Zane te puso al corriente de la psique de Cade? —Algo así —ella estuvo de acuerdo, realmente no quería decirle a Nita toda la historia. Cade culpó a su madre por dejar a su padre, pero de hecho el alcoholismo de su padre había iniciado el proceso hace mucho tiempo. Pero cuando ella se fue, no tenía adónde ir, nadie a quien recurrir, ninguna manera de llevar a sus hijos con ella. Sin embargo, Cade culpó a su madre por haberlo abandonado y hasta hoy vivió su vida por lo que él consideraba su error. Y ahora ella y Cade eran víctimas de las mentiras, las verdades y heridas de cada uno. Con Nita ofreciéndose para salvar el día y correr de regreso por la cinta del ángel, Taylor se paseó por la iglesia, mirando el reloj cada pocos segundos. ¿Por qué estaba cuando ocurría un desastre, el tiempo parecía detenerse? —¿Taylor? Cade estaba apoyado en la puerta de arco de la iglesia. Él se veía bien. Cansado. Hermoso. El corazón de Taylor hizo una triple voltereta. Tenía tantas ganas de amarlo.

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—¿Qué estás haciendo aquí? —¿Ningún 'Hola, Cade. Me alegro de verte'? —bromeó. Ella había querido mantener la calma, mandando sus manos a los costados cuando lo que realmente quería hacer era pasarlas por su pelo, abrazarlo y besarlo —mucho. —Te ves bien. ¿Traje nuevo? —Su mirada bajó lentamente, provocando sobre cada curva. Tenía los labios fruncidos como si estuviera decidiendo algo—. ¿Dónde han ido todos los trajes grises? ¿Tienen un cielo de trajes? Taylor se encontró tirando del dobladillo del vestido que llevaba. Nita había dicho que estaba bien. Se sentía demasiado corto. —Los trajes no estaban tan mal. Él le dedicó una especie de sonrisa peculiar. —Sí, lo estaban. Cubrían de tu cuello hasta la rodilla, ocultando la verdadera Taylor Sulivan. —¿Así que esto es mejor? —preguntó, sin saber por qué realmente quería su aprobación. Con destellos brillantes en los ojos, Cade la apreció. Nada había cambiado. La tentación de siempre, el inestable chico bueno contra el chico malo que la había enganchado en primer lugar. —Date la vuelta. —¿Qué? —Dije darte la vuelta y dame una vuelta. Taylor estalló en un ataque de risa. —Estás bromeando. Estamos en una iglesia.

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Él miró por encima del hombro hacia las puertas de madera cerradas. —Sólo estamos nosotros. Entonces, ¿qué tal si me presumes tu nuevo vestido? —Yo... simplemente fui de compras, eso es todo. —Ella vaciló, aunque su voz sonaba mucho más tranquila de lo que se sentía. —Movimiento valiente. —¿Qué quieres decir? —Whoa, no te pongas toda vivaracha. Aunque recuerdo muy bien una poderosa chispa un par de noches atrás, señora Sulivan. Taylor tomó su codo y lo giró lejos del altar. —Tu alma se condenará en las llamas del infierno si hablas de eso en esta iglesia. Él se encogió de hombros. —Ya estoy a mitad de camino. Al menos eso parece en los últimos días —dijo crípticamente—. Nuevo maquillaje, y hueles bien también —dijo, dejando caer su cabeza a la de ella e inhalando su perfume—. Dulce aroma de lilas. Como las que mi abuela solía cultivar. La quijada de Taylor cayó. —No sabía que conocías a ese tipo de cosas. —Ah, pero así es. Tú, Taylor, no sabes lo suficiente acerca de mí, sin embargo. Taylor se ocupó con su portapapeles y mantuvo la mirada fija en la página, que no fue de mucha utilidad ya que cada número estaba borroso y la lista de nombres se leía como un montón de jerigonza. —Bien, esto es todo muy agradable, pero lamento que no pueda quedarme. Tengo una boda que organizar.

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—No puedo irme todavía —dijo Cade sucintamente. Oh, ¡madre mía! Las reanimadas mariposas en el vientre de Taylor comenzaron su fiesta una vez más frenéticas. —¿Por qué no? ¿Eres un invitado? —Releyó los nombres en su tablero—. ¿Oh, Dios, dejé tu nombre por fuera? Qué desastre. Toda la semana, las cintas. —Taylor. Está bien. No soy un invitado. Ibas a dar una vuelta para mí. —¿Dar una vuelta? —repitió, muda por un segundo. —Cade, no viniste aquí sólo para hacerme girar en un vestido. Esto es ridículo. —Tienes razón. —Él le guiñó un ojo, los hoyuelos abollaron sus mejillas bronceadas y cuando volvió a mirar hacia él, sus ojos brillaban con humor. —¿Sobre qué? Pero Cade nunca tuvo la oportunidad de responder cuando una Nita sin aliento entró por el lado de la sacristía agitando un rollo gigante de cinta. —Ya lo tengo. En la mesa donde lo colocaste antes de irnos —dijo, moviendo un dedo. Taylor le dio Nita una sonrisa de agradecimiento y, tomando el rollo, se volvió a Cade. —No tengo tiempo para hablar ahora. Tengo una boda que terminar y no queda mucho tiempo. —¿Puedo ayudar? —¿Quieres ayudar? —Sí, ¿por qué no? Ya sabes, el caballero de brillante armadura al rescate. — Sonrió. No hagas eso, Taylor gritó en silencio. No sonrías, no me tientes. Por favor. Recién había conseguido el equilibrio, logró detener la soledad. ¿A quién tratas de engañar?

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Por un momento que parecía extenderse toda la vida, Taylor miró a Cade, de su pelo despeinado que inclinaba el cuello de su camisa hasta su mandíbula sin afeitar. Recordaba el calor que le había suscitado la barba de varios días mientras sus labios la habían besado, recordó el roce de su cabello, ya que le hizo cosquillas en la piel electrificada. —Taylor, están casi aquí —le recordó Nita. Taylor se disparó en modo de negocio. —Está bien, estas dentro. Te necesito. Nunca había dicho nunca una palabra más verdadera. —Bien, ¿qué puedo hacer? —Toma la cinta —dijo ella, señalando el enorme rollo de cinta que Nita llevaba—. Comienza en el punto central en el techo y bájalo en una espiral. Necesitarás ocho espirales en total para colgar en los ocho puntos de la cúpula. —Lo tengo. Cade cogió el rollo y, corriendo, quitó la escalera que se apoyaba contra un banco. La colocó debajo del centro de la cúpula y se movió hacia arriba, martillo de tachuela en una mano, el rollo en la otra, para sujetar la cinta en su lugar. —Aquí está el rollo. Comienza a girar, cariño —dijo, inclinándose hacia Taylor y pasándole el rollo. Trabajando rápidamente, ella desenrolló el carrete de modo que se movió en espiral haciendo una cadena larga. Una vez en el rincón más alejado, lo cortó y Cade, que había seguido su progreso, se movió hacia un lado y sujetó el final de la primera espiral en su lugar para que colgara en un barrido suave de la cúpula a las paredes. Girándose para empezar la segunda, Taylor vaciló y tropezó con fuerza contra el pecho de Cade. Tendió las manos a corregir el equilibrio, que, junto con todo lo demás, se podría agregar a sus listas de errores.

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Ella lo sintió, cálido y atractivo, su respiración irregular. El tiempo se ralentizó y levantó la mirada hacia él. Nita tenía razón. Él era un machote. Un simple vistazo a él y su cuerpo se disparaba, el deseo agrupándose de manera clandestina, los recuerdos sensuales encrespándose a toda marcha. Pero sabía que era más que eso. Lo amaba. Maldita sea. Su cabeza bajó hacia ella. —Ves que buen equipo hacemos, Taylor? Tú y yo, podemos conquistar cualquier cosa. La garganta de Taylor se cerró. No podía respirar, no podía pensar, no podía hacer nada. Quería que él la besara. Lo deseaba. El corazón le dijo que por favor, mientras que su cerebro le advirtió. Esto era estúpido. Esto no iba a funcionar. Él no hace permanente y sólo quiere tu cuerpo. Agárralo. Tómalo. Olvídate del compromiso. Sus labios tocaron los de ella. Suave y dulce, llenos de amor, esperanza y el deseo. El aleteo de un suspiro se le escapó cuando ella se inclinó hacia él, envuelta en sus brazos. Se sentía maravilloso. Perfecto. —Vamos, ustedes dos, los otros amantes están llegando en unos minutos. Taylor se arrancó de los brazos de Cade. —¿Qué demonios estoy haciendo? —Besarme. —Sonrió hacia ella.

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—Cometiendo un error —murmuró. La expresión de Cade se endureció, sus ojos estrechándose en ella, los reflejos dorados volviéndose frágiles. Sin otra palabra, Cade tomó el rollo de ella y subió la escalera otras siete veces, sujetando, desenredando la cinta, terminando y guardando la escalera en el cuarto de herramientas en la parte trasera de la iglesia antes de que los primeros invitados llegaran. Todo fue hecho a la perfección minutos más tarde. Taylor se hizo a un lado y observó sus expresiones cuando entraron en el país de las maravillas de plata y oro. Cade le pasó el brazo por los hombros y le dio un abrazo. —Se ve bien. Tomó todo su esfuerzo no darse la vuelta y abrazarlo, besarlo. Manteniendo su voz firme y advirtiendo a sus entrañas que se comportaran, desafió el esfuerzo de hablar. —Me encanta esta parte la mayoría. Ver la sorpresa y el asombro en sus rostros. Esto hace que todo siempre valga la pena. —Mm, puedo entender eso. Treinta minutos más tarde, el órgano fue crescendo y la pareja de recién casados se dirigió a la congregación y sonrieron. —Se ven tan felices y enamorados —susurró Cade en su oído. Taylor saltó. Ella había sido hipnotizada por la ceremonia, viendo cómo se desarrollaba. Pero no era Greta y Erueti caminando por el pasillo, todos sonrisas para la familia y los amigos, sino ella y Cade. Se había imaginado a los dos en lugar de la feliz pareja. ¡Estúpida!

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Taylor se echó atrás enojada. ¿Por qué hacerse eso así misma? Ella sacudió la cabeza y se giró hacia Cade cuando el último de los invitados entró en la iglesia. —Gracias por su ayuda. ¿Cómo dejar de lado aquel lazo relevante?, no lo se. — Hazlo. Tu mente no esta en el trabajo –se entrometió Nita cuando ella paso por delante con el sacerdote. —Suena como yo –Cade admitió. ¿Perdón? Olvidar las cosas. No concentrarse en el trabajo. Estos últimos días han sido un poco, ah… caóticos. —Se trataba simplemente de un desliz, eso es todo. —¿Taylor cuando fue la última vez que metiste la pata? Cade cuestiono. —Yo… —Veo— Él sonrió – la cuestión es la misma. —No lo es. Su sonrisa se amplió. ¿Qué indican tus hoyuelos? Asintió con la cabeza, totalmente avergonzada. Respiró hondo y se mantuvo firme de modo que cada parte de ella dolía. Pero sobretodo su corazón le dolía sin parar. Su brillante armadura la rutina del trabajo. Gracias. Pero tengo que continuar. Adiós. Ella abrazó su bolso y ensayó indiferencia. Manteniéndose calmada y controlada, mientras en su interior gritaba que era falso. Su interior estaba todo confuso y rasgado y lastimado y solo deseaba largarse de allí, lejos de Cade para poder empezar de nuevo. —¿Vas a ir a algún lugar en especial? —Eso no es asunto tuyo, Cade. Levantó su oscura ceja, sonriendo más abiertamente. Soplando. —Bueno, es, un poco.

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—Te pido disculpas. —Le ruego, señorita Sullivan. Me gusta bastante— Cade dio unos pasos hacia ella, estrechando el hueco. Un calor desafiante, chamuscándolos. Taylor mordía duro su labio inferior. –Puramente un lenguaje retórico, —dijo punzante. —Tal vez, pero mejor dicho me imagino a ti rogándome. —Cuando el infierno se congele. —Suena provocador y sexy. —En tus sueños, —ella replicó. Taylor echo la vista hacia la iglesia. Sus sueños. El trabajo, la belleza de las flores y su fragancia, las cintas. Durante un instante. Ella confiaba en que lo creado permaneciera en la memoria de la pareja. —Ese es justo el problema, amor. Estás en mis sueños. Todo el tiempo. En realidad eres mi sueño. —No quiero oírlo, Cade. No necesito que lo hagas ―Te necesito‖, ahora vayamos al asunto y a la aburrida rutina. —Suena intrigante. Taylor le paró, poniendo su mano cuando fue a tocarla. —Suena demasiado peligroso. Y no quiero hacerlo mas peligroso. Esto no dura—Y duele demasiado. Pensé, que era lo que querías. Ella no podía luchar más –Si, lo quería y tú sabes exactamente la razón por la que lo hice. El brillo burlón en los ojos de Cade se apagó, y se oscurecieron preocupados. —Y como dije antes, me sentí privilegiado. Cuando los últimos invitados pasaron por delante, echándoles miradas curiosas. Cade tiro de ella hacia él, girándolos de las miradas curiosas.

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Con la iglesia vacía, el sonido de sus voces llevado a través del espacio vacío y las vigas elevadas, mezclándose con la cinta brillante y los ángeles de oro. Cade se encogió de hombros. —No podía entenderlo al principio –dijo ¿Tratar de averiguar? —Por qué tenía el impulso de protegerte. Ahí fuera hay un ancho y malvado mundo, y tu, y por extraño que pueda parecer me pone en una situación difícil. —Si, claro. ¿Como el día, donde, cuando? —No, no era eso en absoluto. Es extraño, pero incluso en los tiempos que corren, sentí una cierta responsabilidad. Estabas molesta cuando organizamos… ah, comenzó y paró. —No supone una gran confianza para una chica si el chico sigue teniendo dudas. —Esta bien. Lo admito, parte de mi quería correr una milla. Escapar mientras pudiera. La otra parte –él sonrió y arrastró sus dedos hacia debajo de los brazos desnudos de ella —Esa parte sabía que no me podía ir aunque quisiera. Me pescaste desde el momento en que entraste. Lo sabes ¿Cuándo me pediste que fuera tu maestro? Una descarga de esperanza saltó a través del corazón de Taylor. Incapaz de encontrar su voz, asintió con la cabeza. Quería esperar, rezar, pero resultaba demasiado duro. —Me enseñaste, la palabra importa, amor. Taylor levanto una mano y la puso en su mejilla. Quería quitar el dolor que vio grabado en sus ojos, aliviar su dolor y sus heridas. Él llevo su mano hacia los labios de él–Tu eres especial, Taylor. Sus ojos de ensancharon, llenos de lágrimas. —Si, lo eres –él repitió, repartiéndole un beso en la base de su nariz. Él se retiró hacia atrás y pareció como si toda su respiración saliera en un único zumbido, sosteniendo sus esperanzas de amor y cada sincero sueño que hubiera tenido alguna vez.

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—Me he pasado la vida tratando de que no me importase –Cade continuó – Cuando mi madre se largó sin mirar atrás, me dije no importa. Estaba equivocado. Si me importaba. —Pero tenía problemas –dijo Taylor en defensa de su madre. ¿Tan grandes que ella no pudo regresar por nosotros? Quizás –Se encogió de hombros –Zane la encontró en una pensión de Sydney. Ha tenido varios maridos desde entonces. Pero no cambia el pasado. Y ese pasado me dejo creer que preocuparse era demasiado difícil. —¿Y ahora? —Cuando me dijiste adiós, yo estaba enfadado. Enfadado porque te ibas. —Pero nosotros teníamos un trato. —Lo sé. Aunque mayormente, estaba enfadado conmigo mismo porque estaba muy asustado. Era terriblemente doloroso y quise negociar los términos. —En tus términos, aunque. Te quería en mi cama. —Un buen lugar en el que estar –Sonrió abiertamente. Sus labios cubrieron los de ella. Taylor lo probó. Se sentía familiar. Verdadero. Y maravilloso. Ella se lo pidió tan malamente. Como la noche que estuvo en el bar vestida con su equipo de motorista. Mostrándole lo que iba a perder. —La vida era más fácil si endurecía mi corazón y llevaba la voz cantante y digo adiós. —Excepto que no funcionó esta vez. —No, siento si te hice daño. Insinuándote que sólo eras buena para pasar el rato fue hiriente, pero cuando te fuiste me hiciste pensar en lo que estaba perdiendo. Y señorita Sullivan, no estoy dispuesto a perderla. El compromiso significa estar juntos. Es lo que deseo. Los dedos de Taylor acariciaron los labios de Cade. —¿Puedes perdonarme por ser un idiota? Debería haberlo sabido y reconocido desde el principio, pero, bueno… estaba cegado.

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¿Debería haberlo sabido? —Que eras diferente. Única. —Oh Cade –Taylor se acurrucó en él, deleitándose con la sensación de sus brazos mientras se apretaban alrededor de ella. Se sintió calida y segura. Eso era lo que Cade era. Un refugio seguro. El hombre que ella amaba. Cade miró hacia ella –Me tienes comiendo de tus manos. Te amo, Taylor Sullivan. Tanto que duele. Nosotros estamos unidos, Taylor. Para siempre. En ese momento un escándalo se hizo eco desde fuera de la iglesia y golpeó en la cabeza de Cade –Mi sorpresa. Tu, señora, me hizo olvidarla. ¿Qué sorpresa? Descubrir el pastel. —No, te lo diré. —Aguafiestas –La voz de Taylor se convirtió en risa mientras corrió hacia fuera y en el callejón de al lado de la iglesia. Allí, espléndidamente glorioso estaba el Lincolm convertible. Taylor se paró, de repente sospecho — ¿Estas sugiriendo que vaya a dar un paseo contigo? —Si. No, pues no ahora mismo. Más tarde, definitivamente más tarde. —La vez pasada que estuve en uno de tus coches, Cade, terminamos teniendo sexo —Él le guiño el ojo —Lo hicimos.—¿Me estas pidiendo tener sexo conmigo en el coche? Cade cambió de un pie a otro, una traviesa sonrisa en la curvatura de su boca —Suena bien, pero no, eso no es la sorpresa. Vamos —Tiro de su mano y la llevó hacia el coche. Al acercarse, el ruido se volvió más alto. El ruido de un perro. Un ladrido. Fuerte y muy agudo. —¿Tienes un perro en este coche? Cade asintió con la cabeza, y Taylor miró hacia el coche, mirando a través de la ventana unos ladridos agudos, de pelaje blanco y marrón, y se dio la vuelta hacia Cade —Pero él es tu orgullo y alegría.

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—No, no lo es. Toma ese título. Y para probártelo, tengo a Mily para ti. Todas las parejas tienen perros antes de que comenzar con la especie humana. Los niños – dijo radiante. —¿Perros, niños, matrimonio? Taylor gritó la última palabra. —Si. Matrimonio. Quiero casarme contigo, Taylor. Te quiero en mi cama, junto amí cada día y cada noche durante el próximo milenio. —¿Nos tiene que acompañar Mily? —No –ella castamente en el extremo de la cama. —Entonces trato hecho. Tú, yo, cuatro coches clásicos y Mily. Suena como un buen comienzo para una familia. —Amor, suena justo, mientras esa ropa interior atractiva se quede. —Oh… absolutamente.

Fin...

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J

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ane Beckenham encontró a la literatura a una edad temprana. En los libros ella descubrió sueños y esperanza, historias que inspiraron en ella un amor de romance y viaje. Años después, después de una cita a ciegas, Jane encontró su verdadero amor y se casó con él once meses más tarde. La vida ha sido una serie de “sueños” para Jane. Soñando con aprender a caminar de nuevo después de pasar años en el hospital. Soñando con formar una familiar y subsecuentemente, volar a Rusia para traer a casa sus dos hijas adoptadas. Y por supuesto, soñando con escribir. Con su familia creciendo, la vida es una partida de juegos con mamá haciendo servicio de taxi, ¡mientras se pregunta cuáles son sus héroes y heroínas hasta detrás de su espalda! Escribir es la adicción de Jane – y sin duda, vence las tareas de la casa.


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